Un encuentro afortunado (3)
...su senos bailaban al compás de mis movimientos, una electricidad recorrió mi cuerpo, sus espasmos apretaron mi verga haciéndola aún mas ajustada, gemí como un animal herido, y de pronto una explosión, mi cuerpo estallo dentro de ella...
El olor a sexo era penetrante, olfatee el aire y pude captar las sutiles diferencias entre las esencias de ambos, la hembra una fragancia suave, el, un olor como almizcle fuerte pero sin ser desagradable, a pesar de estar a unos buenos 100 metros de distancia podía verlos a la perfección, el rostro de el transformado por el placer que sentía, la hembra mordiéndose los labios mientras se aferraba a los brazos de él, Algo extraño me oprimió el pecho y la humedad de una lagrima me sorprendió resbalando por mi mejilla, el dolor que me causaba aquella escena era indescriptible y desconocido, pero aun así no podía dejar de ver
-valla, valla, pero que tenemos aquí-
Se había tardado, sabía que mi ausencia prolongada de casa lo atraería eventualmente, estaba escarbando en mi mente, lo sabía por el dolor punzante en las cienes, en otro momento habría luchado contra eso pero hoy no me importaba que se enterara de todo
-Te dije que los humanos son animales-
Su voz estaba cargada de rabia
-Hermano-
Salude mientras enterraba las uñas en la rama del árbol donde me encontraba escondida
-porque insistes, no has jugado con él lo suficiente-
Apreté los ojos, tratando de responder algo más que un insulto
-yo decidiré cuando terminar con él, no tu-
Ya había tenido suficiente de aquellos dos por esta noche, de un salto baje los 13 metros que me separaban del suelo, mi aterrizaje fue suave y perfecto, sin un solo ruido, mi hermano callo tras de mí, ambos caminamos en silencio, aunque aún podía escuchar sus pensamientos tan fuertes como si los gritara a todo pulmón
-el tiempo se acaba hermanita-
-yo tengo todo el tiempo del mundo si así lo decido-
Un gruñido grave reverbero atraves de la noche
-no me desafíes-
Dijo el, yo me gire con toda la tranquilidad del mundo y desnude mis colmillos, era una falta de respeto terrible para con él, pero hoy con aquel dolor instalado en mi pecho no me importaba más nada
-no le atacaras-
-¿perdón?-
-puedo ver en tu mente que le odias y que quieres atacarle pero no lo harás-
Su ira alcanzó niveles alarmantes y el gruñido se expandió atraves de su cuerpo haciendo temblar los arboles más cercanos
-que te hace pensar que te hare caso-
Dijo enarcando una ceja
-no le harás daño porque eso me dañaría a mí-
Me sentía tan cansada, retraje los colmillos y una nueva lagrima rodo por mis mejillas
-Laldia hermana, yo no quiero que sufras-
Su cólera se había transformado en tristeza
-Rage, ya sufría antes de conocer al humano ¿no lo sabias?-
Los ojos me pesaban, y el dolor de los hombros producto de la tensión me mataba, el nuevo profesor de psicología (el cual me odiaba), nos había mandado más trabajos que todos los profesores juntos, ¿sería una coincidencia lo de sus ojos color violeta y sobre todo su odio?, a medida que iban pasando los días empezaba a dudarlo, esas miradas que me lanzaba atraves del salón no eran del tipo “este alumno es un vago o este alumno interrumpe mi clase” eran algo más profundo, más personal, era más…como si me quisiera desollar vivo, con un suspiro deje el lápiz a un lado y me estire, afuera estaba amaneciendo, Laldia había desaparecido, era hora de aceptar las cosas y asumir que solo había sido cosa de un momento, una locura de una chica que por fin se había dado cuenta de lo poca cosa que era yo, el sonido del timbre me hiso rechinar los dientes, Mery había desarrollado una rutina matutina, venía a despertarme con desayuno y nos íbamos juntos a clases, al contrario de lo que había pensado en un principio cuando no la conocía bien, era una mujer superficial, sin sentido del humor, con un carácter dominante, ya estaba harto de sus escenas de celos sin sentido a pesar que entre ella y yo no había vuelto a pasar nada, ni siquiera un beso
-¡Eduardo tu mujer!-
Grito Gerardo desde su habitación con voz somnolienta y malhumorada, trate de que el fastidio no fuera tan notorio en mi rostro, al abrir la puerta me sorprendí al ver que no era Mery, una mujer vestida de enfermera me observaba
-Eduardo-
La conocía, era la enfermera particular de mi abuela, la que la cuidaba en el ancianato, era buena y cálida, le tenía mucho cariño por sus buenos cuidados, pero al instante mi corazón latió con fuerza amenazando con romper mis costillas, las piernas me temblaron, su presencia solo podía significar una cosa
-lo sí…lo siento-
Gruesas lagrimas rodaron por las mejillas de la mujer, después de calmarla y darle algo de beber me conto que la muerte de mi abuela había sido tranquila y pacífica, ella no había querido que me llamaran, no quería darme más molestias (así era abuelita), Mis padres habían muerto cuando yo aún era pequeño y aquella anciana me había cuidado desde entonces, la soledad me embargo, me sentía huérfano nuevamente.
-Fue bastante gente-
Dijo Gerardo, él no era del tipo sentimental, no sabía qué hacer en este tipo de situación pero aun así agradecí su compañía, el funeral había sido justo como ella quería, mucha gente fue a darle el ultimo adiós, las rejas de la entrada al campus nos dieron la bienvenida, ambos arrastrábamos los pies al caminar cansados tanto física como emocionalmente, el móvil vibro en el bolsillo de mi saco, era el número de Mery, no le conteste, solo deje que siguiera sonando, por mi se le podía acalambrar el dedo marcando
-ya va siendo hora que cortes con ese rollo, la mujer me tiene los pelos de punta, ¿Cómo la soportas?-
No hacía falta que Gerardo mencionara el nombre de la mujer a la que se refería, solo había una que nos tenía hasta las narices a los dos
-no sé cómo hacerlo, nunca termine con nadie (y eso que ni siquiera éramos nada)
-Mándale un mensaje de texto diciéndole-Gerardo empezó a recitar como si se trata de Shakespeare -“preciosa, nuestros caminos se deben separar aquí, así que, vete tú por allá y a mi déjame acá”-
-recuérdame porque somos amigos-
-porque soy un gran consejero-
Ambos reímos con ganas, era refrescante poder reír, pero poco nos duró la felicidad, Mery me vio desde lejos como un halcón a su pequeña presa, y así me sentía, como un conejito tembloroso a punto de ser devorado
-es tu oportunidad hermano-
Gerardo se alejó silbando como si no pasara nada, bastardo, pero tenía razón era ahora o nunca
-Hola-
Saludo Mery llena de emoción, vi todas sus intenciones de querer darme un beso en los labios pero me agache (según yo) para amarrarme los pasadores, maldición, eran mocasines, me pare nuevamente, Mery estaba a escasos milímetros de mi cara
-Mery eres una muchacha muy linda pero yo…
-¿No estas cortando conmigo verdad?-
Su voz normalmente suave había mutado a un chillido agudo, yo tenía mucha paciencia pero ella ya me la había colmado, tome aire tratando de controlar las ganas de tomarla por los hombros sacudirla y gritarle que no podía romper algo que en primer lugar nunca había existido pero me contuve, conté hasta diez mentalmente y respire
-Mery lo siento yo…yo estoy interesado en otra-
Ella me miro estupefacta, como si en lugar de palabras le hubiera tirado un derechazo directo a la mandíbula
-¿otra?...no será de casualidad esa zorrita del bar-
Eso fue la gota que derramo el vaso, podía decirme cualquier cosa a mí menos insultar a Laldia
-Adiós Mery y por favor ya no me molestes-
Metí las manos a los bolsillos y con la frente en alto camine sin mirar atrás, claro, hasta que sentí un golpe en la parte de atrás de la cabeza
-Pero que mierda…
Mery estaba a punto de coger otra piedra del suelo, lo único que vino a mi mente en ese momento fue correr, lo último que escuche fue una especie de amenaza, algo así como que me iba a arrepentir, loca del demonio, como había podido estar tanto tiempo enganchado de ella, bueno por lo menos ya me la había quitado de encima, el dolor en la cabeza era más fuerte, me lleve una mano a la cabeza para sentir la contusión pero había un corte sangrante, metí la mano al bolsillo sin mirar, cada vez que veía sangre me desmayaba, tenía que ir al doctor.
Ya eran cerca de las diez de la noche cuando Salí del médico, me habían dado doce malditas puntadas y una serie de pastillas para el dolor y la infección, el amor sí que duele, definitivamente no era mi día, la noche estaba helada y el cielo que había estado despejado las últimas noches era un amasijo de nubes grises, una fina lluvia empezó a caer pero pronto se estaba convirtiendo en un aguacero, corrí cubriéndome la cabeza no quería que se mojara el parche de la herida, me pare en la entrada del edificio más cercano que era el de las oficinas administrativas, esperaría un rato y si no paraba pues tendría que correr como alma que lleva el diablo, el sonido de unos tacos me hicieron volverme a la entrada, mi corazón se paralizo, tuve que parpadear un par de veces para asegurarme que no estaba alucinando, Laldia bajaba los escalones, era aún más hermosa que en mis recuerdos, su melena oscura y ondeada revoloteaba por su espalda, estaba apurada con una expresión de preocupación y ¿podía ser tristeza? en el rostro
-¿Laldia?-
Pregunte aun inseguro, no sabía si mi mente me estaba jugando una broma, ella levanto la cabeza y nuestras miradas se cruzaron, yo sonreí pero ella solo movió la cabeza a forma de saludo, paso cerca de mi abriendo un paraguas y siguió su camino
-Laldia espera-
La lluvia me empapo hasta los calzoncillos, era rápida por dios, no la podía alcanzar
-Laldia por favor espérame-
Ella freno pero sin voltear a verme, llegue a su lado agitado y casi sin oxígeno en los pulmones, me doble por la cintura poniendo las manos en las rodillas, tomando grandes bocanadas de aire
-¿Cómo estás?-
Las palabras me salían silbantes
-bien y tu-
Su frialdad me traspaso el pecho, sip, yo tenía razón, ella había entrado en razón y se había dado cuenta del imbécil que era yo
-Solo quería saludarte y ver como estabas no te quise molestar-
Dolido y adolorido, suspire, era la última vez que la vería eso era seguro, podía tentar la suerte y pedirle su teléfono, pero ¿para qué?, prefería mantener mi orgullo de hombre
-Gracias por la preocupación buenas noches-
Sus pasos resonaron en mis oídos con tal fuerza que amortiguaron el sonido de la lluvia, ella se alejaba de mí, el corazón me estallo en pedacitos diminutos, pero una voz en mi interior muy parecida a la de Gerardo me hablo, “ oye imbécil que carajos haces ahí parado, corre tras ella, pídele una explicación, algo, pero no dejes ir así a una belleza como esa, un rayo no cae dos veces en el mismo lugar, animalll”, tenía razón era un animal, el orgullo se podía ir a la misma mierda
-¡Laldia!-
Grite con toda la fuerza de mis pulmones
-¡Laldia!-
Continúe gritando mientras corría tratando de no resbalarme, ya casi estaba a unos dos metros de ella, cuando mi torpeza salió a flote, resbale y patine, mi culo cayó a tierra, el MIERDA que lance la hiso voltear, ella camino aprisa y se arrodillo a mi lado cubriéndome con su paraguas
-¿Estas bien?-
Su vocecilla era toda preocupación, no me hubiera importado romperme todos los huesos si es que con eso atraía su atención
-Sí, estoy bien solo me eh resbalado por el agua-
Ella asintió y me tendió una mano parándose, la tome y pude sentir la suavidad de su piel
-Cuídate Eduardo-
Otra vez me dejaba, pero esta vez no se lo permití
-Laldia, sé que soy un imbécil, un animal, un pobre y triste infeliz, pero aun quesea me gustaría que podamos ser amigos-
Ella me observo con esos preciosos ojos violetas estudiándome
-Tu novia no se molestaría si somos amigos-
¿Novia?, porque todas las mujeres pensaban que tenía novia
-No tengo novia-
Le dije sorprendido, pero ella se encolerizo
-No me mientas Eduardo-
¿Mentir?, por dios que les pasaba a las mujeres últimamente
-Laldia no sé de dónde has sacado que tengo novia-
-Y ¿Mery?-
Ahhhh, así que por ahí iba la cosa
-Mery es solo una amiga, bueno en realidad ni eso-
Laldia me miro con ojos de odio, claramente pensaba que le mentía
-Buenas noches Eduardo-
Ella empezó a caminar nuevamente, pero la tome del brazo
-Laldia no sé qué has escuchado pero no tengo novia, y Mery ni siquiera es una amiga es solo una loca acosadora-
En lugar de calmarla con mi discurso, apretó los labios en una fina línea
-¿Tú te acuestas con locas acosadoras?-
Mierdaaaaa, mierdaaa y mierdaaaa, como se había enterado de eso, los únicos que sabían era Gerardo y Mery obviamente
-Cómo has…-lo medite mejor y no era momento de preguntarle como carajos sabia -Si es verdad me acosté con ella- confesé resignado - pero fue solo una vez, además fue por impulso porque ella estaba ahí y tu…y tú no- en el fondo de mi mente sabía que era mejor dejar de hablar pero continúe –suena horrible de mi parte decirte lo que voy a decir pero solo pude acostarme con ella porque me imaginaba que su cuerpo era el tuyo, solo por eso, a ella no la amo yo…-
Pero mi monologo fue interrumpido por risas femeninas y una carcajada conocida, los pasos eran veloces a pesar de la lluvia, Gerardo apareció abrazado de dos muchachas, que reían tontamente
-Buenas noches-
Saludo burlón mientras me guiñaba un ojo, Laldia me observaba con tal intensidad como si tratara de leer algo en mi ojos, buscar la verdad, yo le sostuve la mirada deseoso que viera todo el amor que sentía por ella, y que jamás podría desear a otra estando ella a mi lado
-Quieren ir a una fiesta con nosotros-
Yo solo quería que Gerardo desapareciera y poder terminar lo que estaba diciendo, moví la cabeza negando pero Laldia dijo
-claro vamos-
Su estado de ánimo había cambiado, solo unos momentos atrás estaba a punto de arrancarme la cabeza y ahora era toda sonrisas
-Laldia yo….
Pero me corto con un beso fugaz en los labios que me congelo
-Despues-
Me dijo tomándome de la mano, una ves mas me veía arrastrado por ese huracán que era ella
La casa estaba atestada de gente, el olor a cigarrillo y cerveza se mesclaba con el de los perfumes de las mujeres, en la sala se había improvisado una pista de baile y las parejas se movían al ritmo de una melodía pegajosa, Gerardo saludaba a diestra y siniestra, algunas chicas lo miraban con deseo (a ellas no se las había tirado) y otras lo miraban con rencor (a esas si se las había tirado), Laldia me llevaba de la mano y yo aún sumido en la sorpresa solo me dejaba llevar, en la cocina había miles de botellas de distintos tragos, Gerardo tomo una de whisky y varios vasos que repartió entre nosotros, todos reían y bebían a mi alrededor incluida Laldia que estaba radiante, no quedaba ni un solo rastro de molestia, a ratos me miraba y sonreía con esa dulzura que me derretía, no me había soltado la mano ni un segundo, y yo a medida que pasaba la noche me sentía en el cielo, el sonido de una sirena de policías fue lo que termino la fiesta, Gerardo borracho hasta su madre, bailaba delante de nosotros mientras cantaba algo así como “un, dos, tres que paso tan chévere”, el camino hasta nuestro departamento fue risas y yo cogido de la mano de Laldia reía aún más, lleve a Gerardo a su habitación y lo deposite en la cama, el callò y sus miembros se desparramaron por toda la cama
-Buena fiesta-
Dijo con la cabeza enterrada en las almohadas levantando los dos pulgares, acto seguido empezó a roncar, Laldia y yo reímos, ella me esperaba recostada en el marco de la puerta
-Laldia podemos hablar-
-Hoy no-
Un par de dedos se deslizaron por mi cinturón jalando hacia mi habitacion
-como sabias que esta era mi habi….
Pero sus labios cortaron mis preguntas, ella me besaba como si no fuera haber un mañana, su lengua se abrió paso atraves de mis labios buscando mi lengua, la masajeo rodeándola, luego la tomo entre sus labios y la chupo ligeramente, un escalofrió recorrió mi cuerpo, ella se pegó más a mi hasta que nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo, quería que esto fuera eterno, no quería soltarla, ella resbalo una de sus manos por el cuello de mi camisa, el contacto me erizo la piel, sus manos lanzaban ondas de placer por mi cuerpo, la verga se me puso rígida, Laldia con una sonrisita parecía complacida por la respuesta de mi cuerpo, botón a botón me fue quitando la camisa hasta que mi torso quedo desnudo, ella bajo besando mi pecho hasta una de mis tetillas, le paso la lengua perezosamente haciéndome temblar, le tome el rostro y la atraje a mis labios, ella suspiro y se dejó llevar por mis besos que bajaban por la curva de su delicada mandíbula, seguí el recorrido por su cuello hasta que me encontré con su blusa, y tal como ella había hecho conmigo le desabroche botón a botón, despacio, hasta que su pecho quedo desnudo solo cubierto por el sostén blanco, los pezones rígidos forzaban la tela, con la palma de mis manos los acaricie en círculos por encima de la prenda, ella gimió y sus caderas ondularon sensualmente contra mi pelvis, la erección se hiso dolorosa, con cuidado la empuje a la cama, ella me miraba con deseo, el violeta de sus ojos era líquido, como una piedra preciosa fundida por el calor del placer, con deliberada lentitud me arrodille frente a ella y le cogí un tobillo levantándolo hasta mis labios, lo bese con delicadeza mientras le quitaba el tacón, subí un poco por su pantorrilla besándola y masajeándola con mis manos, su respiración era un jadeo, tome la otra pierna y repetí lo mismo, masajes y besos, la falda negra que llevaba tenía un cierre por detrás, ella pareció darse cuenta de los mismo que yo, se paró frente a mí y dejo caer la falda junto con la ropa interior, Jesús, yo aún estaba en el piso arrodillado por lo que tuve su sexo a la altura de mi cara, el olor floral y dulce de su rajita rosada lleno mi nariz, me acerque despacio y lamí sus labios abultados, ella se estremeció al contacto, introduje mi lengua y su incipiente humedad lacero mi polla, lamí como si fuera un apetitoso helado, su liquido me empapaba, me levante del suelo de a pocos quería saborearla toda hasta llegar a su boca, pase mi lengua por su abdomen subiendo hasta sus pechos, ella ya se había encargado de desaparecer el sostén, lamí por el medio de sus senos, los junte apretándolos contra mi rostro, ella me bajo el cierre del pantalón y estos cayeron al suelo, por encima del bóxer acaricio mi abultado miembro, un gruñido de aprobación salió de mi pecho, me lleve uno de sus pezones a la boca, lo mordí y ella gimió en respuesta apretando mi erección, mis manos bajaron por sus caderas hasta posarse en su culo, lo apreté y sentí su suave textura, solo la piel de un bebe se le podía comparar, ella se alejó de mi sin dejar de mirarme a los ojos y se recostó sobre la cama, yo la observaba hipnotizado sin moverme, pero ella ya un poco impaciente me bajo los calzoncillos con los pies, ambos sonreímos un momento, ella fue hasta el medio de la cama y se abrió como una flor, lentamente me recosté sobre su cálido cuerpo, poniendo mis manos a cada lado de su cabeza
-Eres hermosa-
Le dije, ella sonrió y me acaricio la espalda
-Entra en mí-
Me pidió susurrando, no hacía falta que guiara mi polla, el calor y la humedad lo atraían como un imán, con cuidado fui acercándome mas, hasta que pude sentir su centro, fui empujando de a pocos y ambos gemimos cuando mi glande se introdujo en ella, su estreches me volvió loco, sus músculos internos apretaban mi polla como apremiándola a entrar toda, nuestras pelvis chocaron una con la otra, dios como podía ser tan apretada, no quería moverme, quería alargar el placer de poseerla lo máximo posible, sus piernas se elevaron hasta mis caderas, empecé a salir y a entrar en ella despacio
-siii…sigue por favor-
Laldia apretó los ojos suplicándome, sus manos recorrían mi espalda, el placer era demasiado, había estado con otras mujeres pero jamás había sido así, nunca de esta forma, mis movimientos se hicieron más fuertes, mas rítmicos, sus caderas se movieron junto con las mías, el bombeo se hiso mas rápido, mas desesperado, la cabecera de la cama golpeaba la pared, ella decía mi nombre entre sus quejidos, y yo la llamaba a ella ente mis suspiros, me enderece y la tome por la cintura, entraba por completo en ella, Laldia apretó las sabanas, luchaba por mantener los ojos abiertos y mirarme, sus senos saltaban con cada jalada que le daba a su cuerpo, ese calorcillo tan propio de la liberación empezó a recorrer mi cuerpo, los músculos se me tensaron listos para lo que venia
-Sigue por favor, por favor-
Rogo Laldia, ella estaba a punto igual que yo, la embestí con fuerza repetidas veces y ambos gritamos, su senos bailaban al compás de mis movimientos, una electricidad recorrió mi cuerpo, sus espasmos apretaron mi verga haciéndola aún mas ajustada, gemí como un animal herido, y de pronto una explosión, mi cuerpo estallo dentro de ella, continúe bombeando, ella grito mi nombre, sus manos se aferraron a mis muñecas, ambos llegamos al mismo tiempo, me deje caer sobre su pecho respirando con dificultad, sus manos me acariciaron el cabello tiernamente, ahora podía morir en paz, rodé a su lado temiendo que mi peso la asfixiara, acostados frente a frente nos miramos, no hacían falta palabras, nos amábamos
El calor de un rayo de sol que se filtraba por mi ventana me hiso revolverme en mi cama, los recuerdos de la noche aún estaban impresos en mi mente, con los ojos cerrados y sonriendo busque su cuerpo caliente, pero solo estaba yo en mi cama, abrí los ojos sorprendido mirando a los lados buscándola, pero ella no estaba, un papel descansaba en la mesa de noche, me había dejado una nota
Buenos días mi amor, no quise despertarte pero me tenía que ir, esta noche te buscare a las once
Te quiere
Laldia
¿Me quiere?, mi cerebro aun adormecido no podía procesar aquella información, volví a leer la nota tres veces mas
-¡me quiere!-
Grite brincando de la cama, Gerardo entro a mi habitación aferrando un bate de beisbol
-¿Qué pasa?-
Pregunto agitado mirando a todos lados buscando algo o alguien a quien pegarle
-Me quiere Gerardo, me quiere-
Le puse la nota a unos centímetros de los ojos, enfoco la vista y leyó, una vez que termino bajo el bate de beisbol y me miro muy serio
-Esto hay que celebrarlo, pero primero ponte ropa por el amor de dios-
Mire abajo y mi cuerpo estaba desnudo, reí como un desquiciado, tome el papel oliéndolo, su fragancia estaba impregnada en él, Gerardo movió la cabeza de lado a lado y murmuro algo como “ya perdió la razón”, pero que me importaba estar loco, ella me quería y yo a ella
Mientras caminaba a mi clase de las 9 con Gerardo a mi lado no podía dejar de sonreír, Laldia vendría a las 11, solo habían pasado unas horas y la extrañaba como los infiernos, nos acomodamos en nuestros asientos esperando al profesor, la puerta se abrió de golpe y un frio intenso congelo la clase, el profesor tenía la expresión de querer matar a alguien y su atención se concentró en mi
-la clase de hoy se suspende-
Rugió, todos salieron casi corriendo, aquel hombre estaba definitivamente molesto
-Eduardo, tú te quedas-
La sangre se me helo, Gerardo me miro como diciendo “que mierda hiciste”, yo solo moví la cabeza negando
-Señor Gerardo usted se larga-
Gerardo no espero que lo repitiera dos veces y huyó despavorido dejándome solo, el profesor camino hacia a mí, trague saliva compulsivamente, esos ojos violetas eran solidos bloques de hielo
-Tienes idea de lo que has hecho-
Mire a los lados para cerciorarme que era a mí a quien le hablaba
-No comprendo-
-Mi hermana ha roto su juramente por TI, sabes lo que eso significa-
No entendía de qué rayos me hablaba, ¿y quién era su hermana?
-¿Hermana?-
Pregunte asustado, pero el pareció no escuchar mi pregunta
-Ella será una marginada una paria en nuestra sociedad, y todo por TI-
Me miro de pies a cabeza como si fuera un perro chusco de la calle
-¿Qué hermana?, ¿Qué promesa?, ¿profesor de que me habla?-
Un gruñido gutural salió de su pecho, mis cojones se encogieron a su mínima expresión
- Laldia ha roto su promesa de casarse-
-¿Laldia es su hermana?, ¿Laldia va a casarse?-
La cabeza me empezó a girar
-Tu humano insignificante-
Unos colmillos puntiagudos emergieron de sus labios, el gruñido era ahora un rugido que hacía que las carpetas vibraran, toda mi vida paso delante de mis ojos, Padre nuestros que estas en los cielos…
-!Rage!-
Laldia estaba parada en la puerta, sus puños apretados con fuerza y dios mío , sus caninos se habían transformados en colmillos, con una velocidad imposible se situó entre el monstruo y yo
-Ya es hora que le cuentes la verdad hermanita-
Dijo el monstruo
Continuara…