Un dulce regalo

¡Hola de nuevo! Después de los eventos del lunes esperaba poder pasar una semana tranquila, pero una inesperada visita de Tania con un regalo para mí alteró mis planes. ¡Espero que os guste!

¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? Espero que bien y que disfrutaseis de mi anterior relato. El reencuentro con Rosa y Tania del pasado lunes me había sumergido aún más en el mundo del placer entre mujeres y en la especial relación que las dos mujeres compartían. La mañana del martes a primera hora recibí una llamada de Rosa para preguntarme que tal había despertado. Omití el decirle que desnuda (¡por un segundo realmente pensé en decírselo!) y le dije que bien. Charlamos un poco y quedamos en vernos pronto aunque sin concretar. Y bueno, la semana fue pasando. El martes casi no pude concentrarme en el trabajo rememorando la tarde del día anterior y hasta el miércoles no recuperé mi ritmo normal de vida. Eso solo sirvió para que el jueves me descentrará una vez más al reencontrarme con Tania a la puerta de mi edificio.

  • ¿Tania? – Pregunté extrañada al ver a la dulce sirvienta rubia esperando a la puerta de mi edificio.

  • Hola Sonia. – Me saludó con su tono de voz dulce. En esta ocasión vestía una camiseta blanca con un gran corazón rosa en el centro y una minifalda azul cielo. - ¿Qué tal?

  • Ho..hola. – Le respondí confundida. - ¿Qué haces aquí? – Pregunté. Tania me mostró la bolsa negra que llevaba en las manos.

  • Rosa me ha ordenado que te traiga una cosa. – Contestó sonriendo. Ya casi me estaba acostumbrado a que se referiría a los encargos de Rosa como órdenes. Casi.

  • ¿El qué? – Pregunté una vez más extrañada. Que yo recordase el lunes ya me había devuelto toda mi ropa.

  • Un regalo de parte de Rosa. – Me contestó. La miré extrañada.

  • ¿Un regalo? ¿Por qué? – Tania simplemente se encogió de hombros sonriendo.

  • Rosa es bastante detallista. – Me dijo tendiéndome la bolsa. – Aunque también muy traviesa con sus regalos, te lo advierto. – Me dijo con sonrisa picará. Cogí la bolsa con cierto miedo, temiendo que fuese a estallar en algún momento.

  • Bueno, gracias. – Le dije. - ¿Quieres subir a tomar algo? – La pregunté por educación

  • Claro. – Respondió con una cándida sonrisa.

Nos encaminamos juntas al ascensor y subimos hasta mi piso. Entramos y la invité a sentarse en el sofá mientras iba a por algo de beber. – Así que Rosa te ha ordenado que vienes a darme el regalo. – Dije desde la cocina.- ¿Has esperado mucho?

  • Unos diez minutos. – Respondió desde el salón. Salí de la cocina con una nueva botella de zumo de naranja y un par de vasos que deposité en la mesa de café junto a la bolsa que Tania me había dado.

  • Vaya, perdona. – Le dije mientras me sentaba a su lado. – Debe de ser un engorro el que Rosa te ordene cosas así. – Serví los vasos y le ofrecí uno.

  • Gracias. – Respondió cogiendo el vaso. – Una se termina acostumbrando. No es muy diferente de que me ordene qué hacer en la cama o como vestir. – Dijo dando un sorbo al zumo. La miré de arriba abajo. Sus pequeños pechos se marcaban bajo la camiseta.

  • ¿Otra vez te ha tocado ir sin bragas?

  • Y sin suje. – Me dijo divertida mientras se subía la minifalda para demostrarme que no llevaba nada debajo. Seguía sin tener pudor alguno a la hora de mostrarme su sexo. - ¿Qué te pareció lo del lunes? – Me preguntó devolviendo la falda a su sitio.

  • Uf…intenso. – Respondí dando un soplido. – Muy intenso. – Le dije dando un sorbo a mi zumo. – Por cierto. Quería darte las gracias. - Tania me miró extrañada. – Por haberme…bueno, ya sabes. Por haber usado el strap con suavidad. – Tania sonrió divertida.

  • ¿Quieres decir por follarte el culo con delicadeza? – Desde luego el ser pudorosa no era una de las características de la rubia.

  • Sí. – Respondí sonrojada. – Te ganaste un castigo por eso.

  • Sí. – Confirmó sonriendo. – Gracias a ti por compartirlo. Tener que limpiar con la boca un juguete que ha estado en el culo siempre se hace duro por mucho que una esté limpia. – De nuevo esa falta de pudor.

  • Ya, bueno. Creí que era lo correcto. – Le dije aún avergonzada. Nos miramos durante unos segundos y nos echamos a reír. El ambiente se relajó y aproveché para rellenar los vasos. – Si te soy sincera, no recuerdo haber estado nunca antes tan excitada como el otro día. Ni siquiera el viernes. No sé cómo fue posible que no terminara…bueno. Que no terminara. – Dije sonriendo. Tania me miró extrañada de nuevo.

  • ¿No te corriste? – Me preguntó directamente. Negué con la cabeza.

  • No. Como Rosa dijo lo de solo usar la boca no me toqué mientras estuvimos juntas. Y bueno, aunque me gustó lo del strap no estoy acostumbrada así que no logré terminar con eso. – Le dije.

  • ¿Y no te tocaste cuando nos fuimos?

  • No. Según me tumbé en la cama caí rendida y me dormí. – Le confesé.

  • Vaya. – Alcanzó a responderme Tania. Durante unos segundos jugueteó con su vaso de zumo. - ¿Quieres que te coma el coño? – Me dijo de improviso. A punto estuve de atragantarme.

  • ¡¿Qué?! – Le pregunté entre toses.

  • ¿Que si quieres que te coma el coño? – Me preguntó de nuevo con ese tono dulce que tenía. Yo la miré como si me estuviera tomando el pelo.

  • ¿Lo dices en serio? – Pregunté dubitativa.

  • Claro. – Respondió. - ¿No te apetece?

  • ¡No!- Respondí apresurada. – ¡Sí! Esto…quiero decir que me gustaría, pero así de improviso…

  • Oh. – Dijo Tania. – Igual es que tenías algo que hacer, perdona.

  • ¡No! – Le respondí. – No tengo nada. Me encantará que lo hagas. - Tania sonrío y sacó su móvil. En lugar de llamar como la anterior vez para pedir permiso se puso a teclear. - ¿Estas pidiéndole permiso a Rosa? – Le pregunté.

-Así es

  • ¿Y hoy no la llamas?

  • No, hoy tenía una reunión bastante larga por la tarde y tendrá el móvil en silencio. Pero los mensajes debería leerlos. – Como para confirmar lo que decía, su móvil vibró al recibir un mensaje. Durante un par de minutos intercambió mensajes con Rosa. Finalmente me mostró la pantalla y la conversación que habían tenido dueña y sirvienta. Tania le había explicado de que estábamos hablando y le había pedido permiso para comerme el coño (¡escrito literalmente!). Rosa se lo había permitido. Su última frase era: “Muy bien chicas, hacer lo que os apetezca. ¡Divertíos!”. Tania me miró sonriente cuando terminé de leer la conversación.

  • ¿No hay reglas? – Pregunté extrañada.

  • No, ya has visto. – Me dijo alegremente. – Podemos hacer lo que queramos hoy. – No sé si me extrañó más la ausencia de reglas o el hecho de que las esperaba como parte del juego. – Cuando quieras Sonia. – Me dijo Tania.

  • ¿Eh? – Alcancé a decir.- ¡Ah sí! – Arranqué al fin. -¿Qué hago? ¿Me desnudo? – Tania me miraba divertida.

  • Como prefieras. Al menos tendrás que quitarte el pantalón, ¿no?

  • Ah, sí claro- Me desabroché el pantalón y me lo quité enseñándole a Tania las bragas moradas que llevaba ese día, las cuales se deslizaron a continuación hasta dejar mí depilado sexo al aire. – Ya. – Dije con nervios. Tania sonrió una vez más y se arrodilló en el suelo frente a mí. Sin demora llevó su boca a mi sexo, lo besó igual que había hecho yo el pasado lunes y empezó a lamerlo. Apenas tardé unos segundos en empezar a jadear. – Mm. – Tania seguía las mismas pautas que había seguido yo con ella el lunes. Empezó con suaves lametones arriba y abajo, sin alcanzar mi clítoris. Mientras me lamía, oí como su móvil sonaba indicando que había recibido un mensaje. Tania se separó un segundo de mi sexo para verlo y acto seguido me tendió el teléfono volviendo a posar su lengua en mi intimidad. En la pantalla iluminada se veía un sencillo texto de Rosa: “Sonia. Mándame una foto de Tania comiéndote el coño”. Me quedé anonadada con el mensaje. Tania seguía lamiéndome como si no le importara en lo más mínimo. Sin saber cómo, me rendí a la petición de Rosa (maldita, ¡¿cómo lo hacía para que cediese siempre?!), puse la cámara del móvil y saqué una instantánea de Tania. Se veía claramente su rostro comiéndose un coño anónimo. ¡El mío! Un poco vacilante le di al botón de enviar. A los pocos segundos el móvil vibró con la respuesta de Rosa: “¿A qué esa cara es una monada?”. La verdad es que Tania salía preciosa en la foto. ¡¿Pero qué digo?! ¡Es una foto de ella comiéndose mi coño! ¡¿Pero que me han hecho estas dos?! – ¡Ah! – Un espasmo de placer interrumpió mis pensamientos cuando Tania rozó finalmente mi clítoris con su lengua. Continuó introduciendo su lengua en mi interior para seguir moviéndola de forma enérgica de lado a lado, hasta notarme lo bastante húmeda. En ese momento atrapó mi clítoris entre sus labios y succionó. - ¡Ah! – El gemido de placer escapó de mis labios cuando empecé a correrme. Arqueé mi espalda y agarré el sofá con fuerza con las manos. Notaba como mis fluidos escapaban por entre los pliegues de mi sexo y como la entrenada lengua de Tania los iba recogiendo. – Mm. – Ronroneé una última vez antes de relajar la espalda.

  • ¿Qué tal? – Preguntó Tania separándose de mi sexo pero aún en el suelo.

  • Genial. – Acerté a decir jadeante. – Ha sido genial. Gracias Tania. – Tania me sonrió. – Date la vuelta. – Me dijo. La miré extrañada y repitió. – Date la vuelta. Ponte de rodillas sobre el sofá, de espaldas a mí. Como nos pusimos nosotras el lunes. - Intrigada seguí sus indicaciones y me puse en la posición que me indicó. Casi de inmediato noté como Tania apoyaba su lengua contra mi ano y daba un lametón enérgico - ¡Ah! – Dije con un respingo. – No hace falta que lo hagas. Con lo de ahora es suficiente. – Tania me miró fijamente.

  • SI no te gusta lo dejo, no hay problema.

  • No es que no me guste, es solo que no tienes que molestarte. – Le repliqué.

  • No es molestia. – Dijo amable. – Tú relájate y disfruta. – Dicho esto, volvió a apoyar su lengua en mi trasero y empezó a lamerlo. Empezó con suaves lametones en torno a mi ano hasta que terminó por meter la lengua por completo. – Mm. – Empecé a jadear de nuevo. Mientras Tania me lamia, noté como su mano subía por mi muslo hasta alcanzar mi sexo. Aprovechándose de la humedad del mismo deslizó con facilidad un par de dedos. – Mm…ah… - Mis jadeaos iban aumentado de ritmo, al igual que los movimientos de Tania. Tras varios minutos y un tercer dedo deslizado dentro volví a correrme. - ¡Ah! – Me deje caer sobre el sofá mientras Tania terminaba de recoger mis fluidos a lametones.

Durante un par de minutos estuve recuperando el aliento. Tania se levantó del suelo y volvió a sentarse en el sofá. Cogió su zumo y dio un largo sorbo.

  • Vaya. – Le dije cuando recuperé el aliento. – Es realmente…

  • Excitante. – Terminó sonriente la rubia mi frase. – Sí, lo es. – La miré durante algunos segundos.

  • ¿Tú quieres que…? – La pregunté sin terminar la frase. Me miró levantando una ceja. – Ya sabes…

  • ¿Me comas el coño? – Terminó sonriente. ¡Esa falta de pudor de nuevo!

  • Sí. – Le confirmé avergonzada.

  • Sí, ¿qué? – Dijo de repente con tono divertido. La miré a los ojos terriblemente avergonzada.

  • ¿Si quieres que te coma el coño? – Dije finalmente del tirón. Tania soltó una risita dulce.

  • Sí Sonia, si quiero. Gracias. – Mientas lo decía se desabrochó la falda y dejó su sexo al aire. Acto seguido se quitó la camiseta quedando completamente desnuda. Se sentó al borde del sofá y separó las piernas. Me senté en el suelo frente a ella y empecé a devorar su sexo. Durante varios minutos puse en práctica lo que me había enseñado el lunes y logré que se corriera. Sus fluidos salados inundaron mi boca y los saboreé con gusto. Tras correrse, Tania cambió de posición y me ofreció su culo al igual que el lunes. Venciendo mis reticencias empecé a lamérselo. Al igual que ella, acompañe las lamidas a su culo con varios dedos dentro de su sexo. El sabor terriblemente amargo del ano de Tania cubrió el sabor salado de sus fluidos durante todo el rato que estuve comiéndole el culo hasta que logró correrse de nuevo. Jadeantes las dos descansamos durante un rato en el sofá.

Mientras Tania cogía la botella para rellenar de nuevo los vasos reparé en la bolsa negra. –Me había olvidado de esto. – Le dije con la respiración aún algo entrecortada.

  • Ábrelo. – Me dijo sonriendo. Alargué la mano hasta la bolsa y la cogí. Saqué cinco paquetes envueltos en papel de regalo rojo de dentro, cada uno de un tamaño y forma diferente. Intrigada, abrí el más pequeño de todos para descubrir unas esposas de metal.

  • ¿Y esto? – Le pregunté a Tania mostrándole las esposas.

  • Unas esposas. – Respondió divertida.

  • Ya lo sé. – Le repliqué con tono burlón. - ¿Para qué me las regala?

  • Para poder esposarte. – De nuevo respondió divertida. – Rosa querrá que tengas disponible algunos juguetes aquí para cuando venga. – El que diese por sentado que Rosa iba a volverá a mi casa en algún momento para volver a hacerme lo del viernes hizo que un escalofrió recorriera mi espalda. Para mi sorpresa, fue un escalofrío de placer.

  • ¿Todos los regalos son así? – Le pregunté a Tania, la cual asintió divertida. Me resigné y fui a por el siguiente. Una mordaza de bola roja, como la que empleó el pasado viernes. Solté un suspiro a lo que Tania rio. El siguiente paquete envolvía un vibrador de formas redondeadas de color rosa chicle. Lo encendí y se puso a vibrar en mi mano. Las dos nos echamos a reír. Apagué el juguete y abrí el siguiente paquete. Media docena de esferas de metal unidas por una cuerda unida a su vez a una anilla salió del paquete.

  • Ese es muy bueno. – Dijo Tania al verlo. – Son unas bolas chinas anales. Te las puedes meter e irte por ahí a hacer vida normal. - ¿Vida normal? ¡¿Con unas bolas metidas en el trasero?! Si no fuera por la seguridad con la que Tania lo decía habría jurado que estaba de broma. Dejé las bolas con los otros juguetes y abrí el último paquete. Era el más grande con diferencia. Lo desenvolví y deje a la vista lo que parecía un largo vibrador que acababa en punta en ambos extremos. Me pareció excesivamente largo para tratarse de un vibrador.

  • ¿Y esto? – Le pregunté extrañada a Tania.

  • Un vibrador doble. – Respondió mientras daba un sorbo al zumo. – Te metes una mitad y tu pareja la otra. Es bastante divertido. – Di vueltas al vibrador tratando de imaginar el cómo iría. - ¿Quieres probarlo? – Preguntó Tania de repente.

  • ¿Eh? – De nuevo me quedé cortada

  • Ven. – Tania se puso en pie, me agarró de la mano y me llevó hasta mi cuarto. Según llegamos empezó a desabrocharme los botones de mi blusa hasta quitármela. Acto seguido desabrochó mi sujetador y me dejo tan desnuda como ella. Tras eso, se subió a la cama y me hizo un gesto para que me acercará. – Túmbate. – La hice caso y me tumbé en la cama. Tania se recostó a mi lado y llevando una mano a mi sexo empezó a acariciarlo.

  • Mm. – Un gemido ahogado escapó de mis labios al notar sus dedos sobre mi sexo. Tania sonrió y me acarició un rato hasta que notó mi sexo húmedo de nuevo. Tras ello, cogió el vibrador doble de mis manos y lo apoyó contra mis labios. Poco a poco fue deslizándolo dentro de mí. – Ah. – Jadeé de nuevo. Tania me introdujo el vibrador hasta la mitad aproximadamente. – Mm. – Tras hacerlo, Tania se separó de mí y se puso en el otro extremo de la cama. Levanté la cabeza y vi como apoyaba la otra punta del vibrador doble en su propio sexo. Poco a poco se lo fue introduciendo hasta que estuvimos separadas por apenas un par de centímetros. Tania alargó la mano y pulsó el botón de encendido del vibrador situado justo en medio. El zumbido inundó mi habitación al mismo tiempo que las vibraciones se extendían por nuestros sexos. – Mm. – Un nuevo gemido salió de mi boca. Vi como Tania se mordía el labio inferior, y con un último movimiento de caderas empujó hasta meterse lo poco del vibrador que quedaba al aire. – Ah.- Con el movimiento Tania había juntado su sexo con el mío. Podía notar el calor y humedad que salía de ella.

  • Ahora. – Dijo jadeante Tania. – Muévete como yo. – Según lo decía empezó a mover sus caderas de forma suave. Notaba como su sexo rozaba el mío mandándome olas de placer que eran incrementadas por la vibración del juguete que compartíamos.

  • Mm. – Gimiendo empecé a moverme imitando sus gestos. Al poco las dos nos movíamos de forma enérgica. La habitación se llenó con nuestros gemidos y el olor compartido de nuestros sexos. Durante un buen rato estuvimos moviéndonos así hasta que terminé por correrme por tercera vez. – Ah…Ah… - Tania no se detuvo sino que incrementó sus movimientos. Sentía como mi sexo tenia contracciones de placer que no cesaban a causa de los movimientos de la rubia. Tras un par de agónicos y placenteros minutos, Tania finalmente se corrió y dejó de moverse. Con un último gemido arqueó su espalda y ambas quedamos finalmente tendidas sobre la cama jadeando. A Tania le llevó todo un minuto recuperar fuerzas antes de volver a extender la mano para apagar finalmente el vibrador. Poco a poco fuimos sacándolo de nuestro interior hasta que estuvo totalmente fuera.

  • ¿Qué te parece? – Preguntó sonriendo Tania. Aún jadeaba ligeramente.

  • Increíble. – Le respondí igual de jadeante. – Es increíble. – Tania rio ante mi comentario.

  • Sí, la verdad es que sí. – Su cuerpo estaba perlado de sudor, al igual que el mío. Me levanté de la cama con las piernas temblando y fui hasta el baño.

  • ¿Quieres ducharte? – Le ofrecí a Tania dándome la vuelta. La rubia asintió sonriendo.

  • Sí, gracias. – Se encaminó hacia el baño y encendió la ducha. Mientras se duchaba me puse a recoger la cama. Nuestros movimientos la había desecho por completo y el vibrador continuaba estando en mitad de ella. Lo cogí y vi que estaba brillando a causa de los fluidos de las dos. Sin saber de dónde me vino el impulso, le di un lengüetazo a ambos extremos. Los dos estaban salados. Sentirlo me hizo estremecer. Terminé de arreglar la cama y oí salir a Tania de la ducha. Iba envuelta en una toalla y tras sonreírme se fue al salón a por su ropa. Aproveché para meterme yo en la ducha.

El agua fría me recorrió la piel aliviándome de la tensión que había acumulado durante la tarde. Lo que en principio iba a ser una tarde aburrida de jueves había terminado en una nueva sesión de sexo con Tania.

  • Sonia. – Di un respingo al oír la voz de Tania dentro del baño. Había entrado sin que me diera cuenta.

  • ¡¿Sí?! – Dije de forma nerviosa sacando la cabeza por la cortina de ducha. Tania Ya llevaba puesta su camiseta de corazón y su minifalda azul. Iba con el móvil en la mano.

  • Rosa dice que en media hora termina la reunión. – Me dijo de forma despreocupada. – Va a comprar cena de camino a casa. Pregunta si te apetece cenar con nosotras.

  • Eh…claro. – Dije sin pensarlo mucho.

  • Vale. – Respondió sonriendo Tania mientras salía del baño. Terminé de ducharme, me sequé y salí a la habitación. Me puse un conjunto blanco de ropa interior junto con una camiseta negra y unos vaqueros. Tras un par de minutos, Tania y yo salimos de mi piso rumbo a la suite de Rosa.

El viaje en taxi duró unos diez minutos durante los que fuimos charlando tranquilamente sobre tonterías. Llegamos al hotel en dónde residía Rosa y subimos a su suite. Estaba tal como la recordaba, decorada de forma elegante. Tania se fue directa a su habitación y salió al poco vestida con su uniforme de sirvienta francesa. No puede evitar reírme al verla vestida así. Tras un rato más de charla, oímos como la puerta de la suite se abría y Rosa entraba. Iba vestida de nuevo con un elegante traje de ejecutiva, de color blanco en esta ocasión y una blusa negra.

  • Buenas noches señora. – Tania se acercó hasta Rosa para saludarla. Esta la sonrió y la besó en los labios.

  • Buenas noches Tania. – Rosa le tendió la bolsa con comida a Tania y empezó a quitarse los zapatos de tacón a juego con el traje que llevaba según entraba.

  • ¿Qué tal el día? – Preguntó Tania.

  • Agotador. – Respondió Rosa. Se acercó sonriendo hasta dónde estaba yo.

  • Buenas noches Rosa, gracias por invitarme. Y por los regalos. – Dije algo avergonzada. – No era necesario. – Rosa sonrió y me besó en la boca.

  • Lo sé, pero me apetecía hacerte ese regalo. – Dijo con tono divertido. Empezó a desabrocharse la chaqueta mientras se encaminaba a su habitación. - ¿Qué tal día chicas? ¿Os habéis divertido? – Preguntó desde el cuarto.

  • Mucho, señora. – Respondió Tania.

  • Me alegro. – El tono de Rosa era alegre y sincero. – Tania, desnúdate. – Le ordenó a su sirvienta desde el cuarto.

  • Sí, señora. - La rubia obedeció rauda. Sentada en el sofá vi cómo se quitaba su vestido de sirvienta quedándose desnuda.

  • Tu también Sonia. – Oí como decía a continuación. Puse cara de incredulidad. Tania me miró divertida. Suspirando de resignación empecé a desnudarme. Ya desnuda, Rosa salió del cuarto con un corto vestido de verano de color verde. Iba descalza y sonrió divertida al vernos desnudas a las dos. – Decirme chicas, ¿qué habéis hecho? – Tania se puso a servir la cena y mientras lo hacía fue contándole con todo lujo de detalle y sin pudor alguno lo que habíamos hecho. Mientras lo contaba yo no podía evitar avergonzarme. Rosa lo escuchó sonriendo y hasta soltó alguna carcajada cuando Tania describió como habíamos probado el vibrador doble. Terminamos de cenar y Rosa se sentó en el sofá. – Parece que os habéis divertido bastante esta tarde. – Dijo con tono travieso. – Repetirlo. – Miré a Rosa sin comprender.

  • ¿Repetirlo? – Pregunté. Rosa asintió con su irresistible sonrisa.

  • Sí. – Respondió divertida. – Volver a hacer lo que habéis hecho esta tarde. Enseñármelo. – Rosa se acomodó en el sofá mientras nos observaba. Sin terminar de dar crédito, Tania se acercó hasta a mí.

  • ¿Empezamos? – Me preguntó sonriendo con su dulce tono de voz. Asentí. ¡¿Qué haces asintiendo?! ¡Vístete y sal de aquí! Aunque mi cabeza me decía una cosa, mi cuerpo terminó ignorándolo como siempre. Me senté en una silla, Tania se arrodilló frente a mí y empezamos a repetir lo que habíamos hecho durante la tarde.

Rosa nos miraba relajada en el sofá con una copa en la mano. Sonreía de forma irresistible mientras Tania y yo nos comíamos la una a la otra. Cuando intercambiamos sitio y empecé a comerle el culo a Tania, Rosa se rio a carcajadas. – Vaya Sonia. Parece que no solo estas cogiendo afición a comer coños, sino también culos. – No puede vitar avergonzarme ante el comentario pero aun así seguí lamiendo el culo de Tania. Terminamos de comernos la una a la otra y descansamos durante unos minutos. – Tania, ve a por el vibrador doble. – Le ordenó Rosa a Tania dando un sorbo a su copa.

  • Sí señora – Tania obedeció y se fue a la habitación de Rosa a buscar el juguete.

  • ¿Lo pasas bien Sonia? – Me preguntó Rosa sonriendo. Sentada en el suelo la mire fijamente y sonreí.

  • La verdad es que sí. – Le respondí tras pensarlo unos segundos. ¿En serio? Me dije a mi misma. Sí, en serio. Me lo estoy pasando bien. ¡Tú estás mal de la cabeza! ¡Le acabas de comer el culo a una tía mientras otra te miraba! Sí, lo sé. Y me ha gustado. – Me divierto con vosotras. – Rosa me sonrió desde el sofá.

  • Nosotras también nos divertimos contigo. – Me dijo. Tania regresó finalmente con el vibrador. Era parecido al que me había regalado Rosa. Se sentó a mi lado y empezó a introducirse uno de los extremos mientras me ofrecía el otro. Ya había insertado la punta en su interior cuando Rosa habló. – Por el culo, Tania. – Ordenó.

  • Sí, señora. – La sirvienta se sacó el vibrador y lo llevó a su culo. Sin dudar empezó a metérselo con facilidad.

  • Tu también Sonia. – Dijo de repente Rosa. La miré y me sonrió de forma arrebatadora. Suspiré y saqué el vibrador de mi sexo y lo llevé a mi ano. Con más esfuerzo que Tania empecé a introducírmelo. Con el vibrador ya encauzado en nuestros culos, empezamos a juntarnos poco a poco hasta lograr que nuestros sexos se tocaran de nuevo. Tan pronto sentimos el contacto empezamos a mover nuestras caderas. Durante un buen rato estuvimos frotando nuestros sexos bajo la atenta mirada de Rosa. Finalmente logramos corrernos las dos y caímos rendidas en el suelo. Rosa aplaudió desde su sitio. – Muy bien chicas, un magnífico espectáculo. – Se puso en pie y caminó hasta ponerse entre nosotras. Nos sonrió desde las alturas y se encaró con Tania. Desde el suelo pudimos ver como Rosa no llevaba bragas bajo el corto vestido verde. Se llevó una mano a la entrepierna y separó ligeramente sus labios. – Tania. – Dijo sencillamente.

  • Sí, señora. – Respondió aun jadeante. Se incorporó un poco sin que el vibrador saliese del todo de su interior, levantó la cabeza hasta el sexo de Rosa y se puso a comérselo de inmediato. Rosa soltó un suave gemido al notar la lengua de Tania en su sexo. Acto seguido se llevó la mano libre a una nalga y la separó.

  • Sonia. – Dijo con la misma sencillez que había dicho el nombre de Tania. Mirando el culo de Rosa suspiré una vez más y me incorporé. El vibrador se deslizó un poco pero no llegó a salir del todo. Apoyé mi lengua en el ano de Rosa y empecé a lamerlo. – Mm. – Rosa gimió al sentir mi lengua. Juntas, Tania y yo nos dedicamos a comer al unísono el coño y el culo de Rosa. Tal como me había enseñado el lunes, metí mi lengua por completo en el ano de Rosa y deje que su sabor amargo me inundara la lengua. Durante un rato nos dedicamos a comernos a Rosa hasta que esta finalmente se corrió con un fuerte gemido. - ¡Ah! – Dejamos de lamer mientras Rosa se recuperaba con una sonrisa. - ¡Cambio! – Dijo con voz de júbilo. Se giró para encararse conmigo y de nuevo separó sus labios y nalgas. Esta vez me tocó a mí comerle el coño. Encantada, empecé a degustar los dulces fluidos de Rosa. De nuevo nos dedicamos a devorar a Rosa con pasión hasta que se corrió en mi boca inundándola del dulce sabor de su interior. – Buenas chicas. – Dijo tras recuperarse de su segundo orgasmo. Tania sonrió al oírlo. Yo también.

Finalmente sacamos el vibrador de nuestros anos y nos recompusimos un poco. Rosa volvió al sofá y Tania y yo permanecimos en el suelo. Durante un rato nos pusimos a charlar. Como ya era tarde y tenía que trabajar mañana Rosa me pidió un taxi. En lo que llegaba continuamos charlando. - ¿Haces algo mañana por la noche Sonia? – Me preguntó. Asentí mientras terminaba de vestirme. Tania se había puesto a recoger la cena y seguía desnuda.

  • Sí. He quedado con mis amigas para cenar. – Le expliqué. Rosa sonrió.

  • Eso está bien. – Dijo amable. – Aunque eso significa que mañana nos quedamos solas Tania.

  • Sí, señora. – Respondió Tania alegre desde la cocina.

  • El sábado he vuelto a quedar con tu tocaya.- Dijo Rosa. – Espero que no se tropiece otra vez. – Comentó con una risita. Yo también sonreí ante el comentario. – Hemos quedado aquí directamente. ¿Te apetece venir? – Preguntó. Terminé de abotonarme el pantalón y la miré extrañada por la proposición.

  • ¿Quieres que esté? – Le pregunté a su vez. Rosa asintió.

  • Sí. – Dijo divertida. – Seguro que podemos divertirnos las cuatro. - ¡Cuatro! Esto ya estaba alcanzando cotas que no me había imaginado en un principio.

  • Este bien. – Respondí. ¡¿Qué?! Vale, te doy por perdida Sonia. Rosa sonrió.

  • Perfecto entonces. El sábado a las 20:00. – Me dijo. Asentí mostrando mi conformidad. El taxi llego poco después. Rosa se despidió de mí con un nuevo beso en los labios y Tania con una inclinación de cabeza desde el umbral de la cocina.

¡¿Qué tal?! Espero que os haya gustado este tercer relato sobre mi siguiente encuentro con Rosa y Tania. La verdad es que no me esperaba en absoluto el regalo de Rosa. Desde entonces mi colección de juguetes ha aumentado, pero aún conservo esos juguetes. En el próximo os contaré como fue el sábado y el encuentro con mi tocaya, la otra Sonia que había causado todo este embrollo. Espero que hayáis disfrutado leyendo tanto como yo rememorándolo. ¡Dentro de poco más!