Un dulce juego

¡Hola! Os traigo el siguiente relato sobre mis vivencias con Rosa y Tania. Por fin iba a conocer a mi tocaya y por ello Rosa planeó un juego muy especial. ¡Espero que os guste!

¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? Espero que bien y que disfrutaseis de mi anterior relato. La visita sorpresa de Tania el jueves para traerme el regalo de Rosa desembocó en una nueva tarde de placenteros descubrimientos a manos de la rubia sirvienta. Una tarde que tuvimos que repetir tras reunirnos con Rosa bajo su atenta mirada. No sabía cómo en los pocos días que habían pasado desde que había conocido a la singular pareja habían logrado introducirme en su peculiar mundo de sensualidad (a base orgasmos y morbo, no te hagas ahora la inocente). Fuese como fuese, había terminado por plegarme de nuevo a los caprichos de Rosa y reconociendo que disfrutaba con ellas. Tras la noche del jueves quedamos en vernos el sábado por la noche. Iba a ser un día especial, porque ese día también iba a ir la otra Sonia con la que Rosa me había confundido y que había dado origen a toda esta situación.

El viernes se me pasó volado, e incluso saliendo con mis amigas por la noche el tiempo pareció pasar a cámara rápida. Para cuando me quise dar cuenta ya era la tarde del sábado y estaba saliendo dela ducha de mi piso. Sobre la cama estaba el conjunto que había decidido llevar a la noche. Un vestido naranja de verano con la espalda al aire y anudado al cuello, unas braguitas de encaje blancas y unos zapatos de tacón bajo también naranjas. Me vestí, me maquillé de forma sencilla y salí de mi piso camino al hotel de Rosa. Habíamos quedado a las 20:00 pero llegué con más de media hora de antelación. Subí a la planta de Rosa y llamé a la puerta. Un par de segundos después una sonriente Tania me abría la puerta.

  • Hola Sonia, buenas tardes. – Me saludó Tania nada más verme. – Llegas muy pronto. – Se apartó a un lado invitándome a entrar.

  • Hola Tania. – Pasé y la di dos besos. – Sí, perdona. En casa no hacía más que dar vueltas. – Ya dentro de la suite contemplé como Tania vestía su uniforme de sirvienta francesa.

  • Pasa y ponte cómoda. – Me dijo señalando uno de los sofás. – Rosa se está duchando ahora mismo. - Oía el suave ruido de la ducha salir de la habitación de Rosa. – Pero debería terminar pronto. – Me comentó Tania. Asentí y me senté en el sofá mientras ella iba a la cocina y me traía un zumo. -  ¿Qué tal estas? – Me preguntó al tiempo que me ofrecía la bebida.

  • Gracias. – Le respondí. – Algo nerviosa la verdad. – Tania me sonrió con dulzura.

  • Ya verás cómo nos divertimos. – Fue cuanto dijo antes de levantarse y volver a sus tareas. Asentí y di un sorbo al zumo mientras contemplaba el anochecer de la ciudad desde el enorme ventanal de la habitación.

  • ¡Que pronto llegas! – Di un respingo al oír la voz de Rosa a mis espaldas. Tan absorta estaba en el paisaje que no había reparado en que el sonido de la ducha había cesado y Rosa había salido al salón envuelta en una toalla blanca. Envuelta como estaba solo por la liviana prenda de baño y su irresistible sonrisa estaba terriblemente sexy. Se acercó a mí y me plantó un beso en la boca. – ¿Qué tal estas Sonia?

  • Bi..bien, gracias. – Le respondí tartamudeando. Aunque con todo lo que ya habíamos vivido la actitud de Rosa me seguía intimidando. - ¿Y tú?

  • También bien. – Respondió sonriendo. - ¿Dispuesta a conocer a tu tocaya? – Preguntó mientras se sentaba frente a mí. Tania salió de la cocina con una vaso de agua que entregó a Rosa y se sentó al su lado.

-Sí. – Le dije. - Tengo curiosidad por saber cómo es. – Rosa sonrió y dio un sorbo a su vaso.

  • Parecida a ti. – Dijo Rosa. – A fin de cuentas por vuestro parecido empezó este embrollo. – Tanto Tania como yo no pudimos evitar reírnos. - ¿Qué tal con tus amigas anoche? ¿Ligaste? – Preguntó con una de sus irresistibles sonrisas.

-Bien, nos divertimos. Aunque no ligué. – Le respondí.

  • ¿Y eso? – Respondió Rosa con incredulidad. La sonrisa que tenía en sus labios me indicó que su incredulidad era fingida. - No será que no ligaste por andar pensando en nuestro par de coñitos, ¿verdad? – La pregunta de Rosa hizo que me atragantara con el zumo.

  • ¡No! – Repuse de forma enérgica. – Claro que no estuve pensando en vuestros…en eso. – Dije enrojeciendo como un tomate. Aunque no había estado pensando explícitamente en sus sexos, lo cierto es que el encuentro de hoy no había dejado de dar vueltas en mi cabeza durante todo el día de ayer.

-Jajajajaja. – Las carcajadas de Rosa llenaron la habitación. Tania sonreía de forma divertida a su lado. – Bromeo mujer. – Sin dejar de sonreír se puso en pie y se encaminó hasta su habitación. La oí revolver un poco y volver a salir con ropa negra en las manos. – Vamos a tu habitación Tania. – Dijo mientras se encaminaba a la habitación de su sirvienta.

  • Sí, señora. – Respondió la rubia con cierto tono de extrañeza. Antes de entrar, Rosa se giró hacia a mí.

  • Se me acaba de ocurrir algo divertido Sonia. – Me dijo con ese tono pícaro suyo que solía indicar que iba a terminar teniendo que hacer algo indecente con ella o con Tania. O con las dos a la vez. – Tu tocaya tiene experiencia en estas lides, así que hoy viene dispuesta a que nos divirtamos juntas. – Me sonrojé de nuevo. – Así que vamos a darle un toque de improvisación al juego. – Su tono pícaro me estaba poniendo nerviosa. Y excitada. – Mientras me arreglo, ve a mi cuarto y busca juguetes en mi armario. ¿Te acurdas de cuál es? – Asentí. – Serán los que usemos con Sonia esta noche. ¿Te parece bien? – Asentí. Así que me dejaba a mí el elegir el cómo entretenerse con la otra Sonia. Curioso. – Perfecto entonces. Coge al menos cinco cosas, ¿vale? – Volví a asentir. Rosa sonrió una última vez y se metió en la habitación de Tania seguida por la rubia. Suspirando me levanté y me encamine hasta la habitación de Rosa.

Estaba decorada de forma sencilla pero elegante, con la gran cama con cabecero en la que habíamos estado juntas por primera vez presidiendo la habitación. Fui directa al armario apartando los recuerdos de hace una semana y lo abrí.

  • UF… - Atada desde la cama había podido ver algunos de los juguetes que había dentro, pero de frente ese número alcanzaba cifras preocupantes. El armario de Rosa podía pasar por un almacén de un sex-shop. Tenía un montón de juguetes. Vibradores de toda forma y tamaño, plugs, bolas chinas, straps, fustas, palas, velas, cajas con pinzas, mordazas, vendas, cuerdas,…y la lista continuaba. – Menuda pervertida. – Solté en voz alta. ¡Claro! Es el armario lleno de juguetes lo que la convierte en una pervertida. El que te haya hecho comerte su coño y culo y el de la rubia no, ¿verdad? Mirando de arriba a abajo me puse a pensar en que coger.- Al menos cinco…uf… - Volví a decir en voz alta para mí misma. Me puse a rebuscar y fui seleccionando juguetes y dejándolos en la cama. Cuando ya tenía unos cuantos, eche un último vistazo al armario y lo cerré. Cogí el pequeño montón de juguetes y volví al salón. – Oh. -  Acerté a decir al ver a Rosa y Tania sentadas en el salón. Rosa se había puesto un vestido negro con unos zapatos de tacón alto y fino a juego.

  • ¿Ya has elegido? – Me preguntó sonriendo Rosa. Asentí y me acerqué hasta ellas. – Enséñame que has escogido.

Empecé a poner los juguetes sobre la mesa de café. Lo primero fue una mordaza de bola roja, como la que me había puesto cuando nos conocimos y la que me había regalado. A eso siguió un vibrador de formas redondeadas de color morado. – Este está bien. – Dijo Rosa cogiéndolo. – La forma angular que tiene permite que se deslice bien tanto por el coño como por el ano. – Devolvió el juguete a la mesita mientras me sonrojaba. Lo siguiente fue un strap. Rosa sonrió. – Nada mejor para que se follen a una, ¿verdad, chicas? – Preguntó sonriente.

  • Sí, señora – Respondió Tania con su tono dulce. Yo me limité a sonrojarme más y poner el siguiente juguete sobre la mesa. Se trataba de un plug que parecía de cristal. Era fino en la punta y se iba ensanchando hasta tener un tamaño considerable.

  • Este me trae recuerdos. – Dijo Rosa tomándolo entre las manos y mirándome. – Cuando Tania entró a mi servicio tenía una nula experiencia anal y me llevó lo mío acostumbrarla a dilatar. – Miré incrédula a Tania, la cual sonreía con un deje de rubor. Había visto como Rosa la sodomizaba metiéndole un strap de golpe por el trasero y me sorprendía el hecho de imaginar que en algún momento había tenido dificultadas para las prácticas anales. – Ya ni recuerdo la de veces que te tuve con uno de estos metido dentro durante toda la tarde.

  • Yo sí, señora. – Dijo con su voz dulce. Estaba claro que el haber sido quien tenía los plug dentro y no quien los metía hacia que lo recordara mejor. Rosa soltó una risita y le dio un beso cariñoso en los labios.

  • ¿Qué más Sonia? – Me preguntó Rosa devolviendo el plug a la mesita. A continuación dejé una cajita pequeña que tenía un par de pinzas de metal. Las pinzas tenían una especie de tornillito para apretarlas y estaba unidas entre sí por una cadenita. Lo siguiente fue una larga fusta. Rosa la cogió y sonriendo se dio toquecitos con ella en su mano antes de volver a dejarla con los demás juguetes. Lo siguiente fue una especia de látigo corto con muchas tiras de cuero colgando.

  • Esto no estoy muy segura de que es, pero parece para azotar. – Les dije enseñándoles el juguete y dejándolo en la mesita. Rosa lo cogió y me sonrió.

  • Se llama gato. – Dijo. – Y sí, sirve para azotar. – Hizo un rápido movimiento con el y las tiras chasquearon en el aire. Sentí lastima por la otra Sonia por haberlo cogido. Rosa lo devolvió con los demás. – Ya llevas siete, ¿qué más queda?- Preguntó Rosa sonriente y aparentemente contenta de la selección de juguetes. Lo único que quedaba en mis manos eran unas delgadas velas de color rojo que puse junto a los demás objetos.

  • Para dar ambiente. – Dije sintiéndome un poco tonta. ¡Di que sí! Nada mejor que la romántica luz de las velas para que azoten a la pobre chica. Rosa sonrió ante mi comentario pero no dijo nada al respecto.

  • Bueno, me gusta tu selección. – Dijo satisfecha. – Va a dar juego.- Tras dar su visto bueno nos pusimos a hablar de cosas intrascendentes hasta que el timbre de la puerta sonó.

Tania se levantó del sofá y se encaminó a la puerta y la abrió. – Buenas noches Sonia, bienvenida. – La oí decir desde el salón. Rosa y yo nos pusimos en pie también y nos encaminamos a la puerta.

  • Gracias, buenas noches. – Oí que respondía la que era mi tocaya mientras entraba en la suite. Era morena y con el pelo rizado, al igual que yo, aunque más corto. Sus ojos eran castaños y su piel estaba ligeramente broceada. Iba vestida con una blusa negra y una falda roja a cuadros escoceses, con unos zapatos de tacón bajo negros. La muñeca derecha estaba vendada así como el tobillo izquierdo, recuerdo de la caída que había sufrido el pasado viernes cuando iba a acudir a su cita con Rosa. Por encima de las vendas, lo que más destacaba de ella era su pecho, el cual era bastante grande. Su voz era amable aunque con un deje de nerviosismo.

  • Buenas noches Sonia. – La saludó Rosa acercándose a ella y dándole un par de besos en las mejillas. – Bienvenida. – Sonia se sonrojó un poco ante el contacto con Rosa.

  • Buenas noches señora Rosa. – Dijo rauda. – Muchas gracias por su invitación. – Rosa le sonrió y se giró hacia a mi extendiendo una mano.

  • Sonia, te presento a Sonia. – Nos presentó divertida. Colorada me acerqué hasta ella y le di dos besos.

  • Encantada. – Le dije.

  • Igualmente, - Me respondió. – Lamento el equívoco del otro día. – Sonreí ante la disculpa.

  • Descuida. – Le dije sonriendo. – Además no fue culpa tuya, sino de Rosa por ir atando a la gente por ahí sin preguntar antes. ¡Auch! – Solté un pequeño grito al notar como Rosa me daba una palmada en el trasero.

  • ¡Anda! – Dijo. – Como si no te hubiese gustado. – Siguió divertida. – Que ya ni me acuerdo de las veces que nos has comido el coño a Tania y a mí desde ese día.

  • Yo sí. – Respondí emulando la respuesta de Tania con el plug. Tanto Rosa como Tania no pudieron evitar soltar una risita.

  • Sentémonos. – Dijo Rosa finalmente señalando los sofás. Rosa, Sonia y yo fuimos hasta los sofás y nos sentamos, Rosa sola en uno, y Sonia y yo juntas en el otro. Tania fue a la cocina y volvió con vasos para todas y varias bebidas que nos sirvió antes de sentarse. Estando las cuatro ya sentadas nos pusimos a hablar.

El centro de la conversación fue Sonia, aunque Rosa también se centraba en mí de vez en cuando. Estaba claro que quería que mi tocaya y yo nos conociéramos mejor. Los juguetes que había elegido para Sonia seguían en la mesita y la aludida les lanzaba miradas de vez en cuando aunque no comentó nada sobre ellos. Estuvimos charlando cerca de hora y media. En ese tiempo descubrí que Sonia tenía 31 años, era bisexual y ya había tenido antes relaciones bdsm. Llevaba casi seis meses sin pareja y sin haber practicado desde entonces. Su anterior pareja era un hombre dominante, aunque más centrado en temas de sado (ahí tuve que pedir a Rosa que me aclarara que era exactamente.  Para las que no lo sepáis, son cosas para causar dolor, no necesariamente daño, solo dolor. Como que te claven agujas en el cuerpo. Sí, esa mirada de incredulidad que tenéis ahora mismo es la que puse yo, pero resulta que hay gente a la que le pone recibir dolor. Y claro, otras a las que pone causarlo). Le pregunté a Rosa si eso a ella le gustaba y respondió con una sonrisa que según del humor que estuviese, pero que nunca llegaba a los extremos de los verdaderos sádicos. En ese momento tuve que llevar mi vaso a los labios para disimular los nervios (viendo las sonrisas de Rosa y Tania no funcionó). Volviendo a Sonia, ella quería experimentar más cosas del bdsm aparte del dolor, como el control por ejemplo (como el control que Rosa tenía en el vestuario de Tania, aunque aplicado a más cosas que la ropa). Como su pareja parece que no disfrutaba de eso, terminaron por dejarlo. Sonia descubrió de mí que era bisexual (en un principio le dije que era heterosexual, pero la intervención de Rosa alegando que si todo lo que ya había hecho no me hacía bisexual, ¿que lo haría? Ni siquiera me lo había planteado hasta ese momento, pero tuve que darle la razón a Rosa y decirle que no sabía si considerarme bisexual pero que no podía negarle que tanto ella como Tania me atraían sexualmente. Rosa consideró ganado el debate sobre mi orientación con una de sus irresistibles sonrisas), tenía 28 años y mis experiencias con Rosa y Tania eran las primeras experiencias lésbicas y de bdsm que tenía. Rosa también contó algunas cosas sobre ella, aunque cuando le pregunté su edad rehusó  con unas de sus sonrisas argumentando que ese era el tipo de preguntas que si se hacían a una dominante te hacían ganar una tanda de azotes. Di un nuevo sorbo a mi vaso para tratar de pasar desapercibida (de nuevo fallé). Y por último, me enteré de que Tania tenía 23 años y llevaba dos al servicio de Rosa. Solté un silbido al oír eso. Si en una semana yo había hecho todo lo que había hecho por los juegos de Rosa, que no habría hecho Tania en dos años siendo su sirvienta. Solo de pensarlo me dio un escalofrío. Tras todo el rato de charla el ambiente estaba distendido y todas sonreíamos contentas.

  • Bueno. – Dijo finalmente Rosa mientras sonreía y dejaba su copa junto a los juguetes de la mesita. - ¿Lista para empezar Sonia? – Preguntó mirando a mi tocaya. Esta dejó su vaso con nervios y asintió.

  • Sí, señora. – Dijo con su voz amable. Rosa le sonrió y se acomodó en el sofá.

  • Muy bien. Desnúdate Sonia. – Ordenó.

  • Sí, señora. – Respondió Sonia. Se puso en pie y empezó a desabrocharse la blusa, dejando a la vista sus grandes pechos y el sujetador rojo que llevaba debajo. Siguió quitándose la falda enseñando un tanga a juego con el sujetador, y finalmente estos dos terminaron junto al resto de la ropa. Sus grandes pechos tenían unos pezones sonrosados y su sexo estaba completamente depilado. Una vez terminó de desnudarse, se quedó de pie con las manos unidas a la espalda. Aunque parecía no tener pudor alguno como Tania, en su rostro podía verse que estaba avergonzada. Tanto Rosa, Tania como yo nos quedamos viendo el hermoso cuerpo de Sonia. Tras un minuto que debió hacérsele eterno, Rosa me miró con su sonrisa irresistible y una mirada divertida.

  • ¿Y bien? – Me preguntó. - ¿A qué esperas? – La miré sin entender. – He dicho, desnúdate Sonia. – Volvió a decir la orden. A mi cerebro le llevó un par de segundos atar las conexiones. (Ah, claro. Ahora acudes a mí y no cuando te decía que te alejases de esta panda de pervertidas. ¡Te está bien empleado!).

  • ¿Pero…? – Empecé a responder. – ¿No se supone…bueno…que esto es para Sonia…Sonia ella? – Dije señalando a mi tocaya. La diversión de Rosa era visible en su rostro.

  • Bueno. – Respondió Rosa. – Anoche en la cama con Tania estuve pensando en que podríamos hacer especial para la visita de Sonia. Y bueno, se me ocurrió que ya que tendríamos dos Sonias, lo más justo era tratarlas por igual, ¿verdad Tania? – Le preguntó Rosa a su sirvienta sin perder el tono de diversión en la voz.

  • Así es, señora. – Respondió Tania con el mismo tono de voz divertida.

  • Ves. – Continúo Rosa. – Así qué, ¿tienes alguna pregunta más Sonia? – Me preguntó Rosa mirándome con una de sus irresistibles sonrisas. La miré a ella y después a Tania. Viendo que no tenía escapatoria (sé que no me vas a hacer caso, pero tienes la puerta ahí. ¿La ves? No claro que no, que tonterías digo. Venga, dale, lo estas deseando, eres tan pervertida como ellas) suspiré y me puse en pie. Desanudé el vestido y este se deslizó hasta el suelo dejando mis pechos al aire, y enseñando a las presentes mis bragas de encaje blanco, las cuales siguieron al vestido a los pocos segundos. Me bajé de los zapatos y me quedé tan desnuda como mi tocaya. – Muy bien Sonia. Buenas chicas. – Rosa se giró hasta encarase con Tania. - Tania, ve a por otro juego de juguetes para tu Sonia. – Me había olvidado por completo de los juguetes, y por lo que había dicho Rosa me iba a tocar sufrirlos igual que a mi tocaya. ¿Un momento? ¿Su Sonia?

  • Sí, señora. – Tania obedeció y se encaminó a la habitación de su dueña mientras sonreía.

  • Oh - Dijo Rosa desde el salón. – Ya que estas, coge también un par de huevos vibradores. Y escoge tú algo también. – Le ordenó a Tania.

  • Sí, señora. – Respondió la aludida desde la habitación. Al poco salió cargada con una copia de los juguetes que yo había escogido, junto a los huevos vibradores de Rosa y el juguete que ella había elegido. Se trataba de una especie de palas rectas y largas de madera.

  • Anda. – Dijo Rosa al verlas. - ¿Cómo es que coges las palas? Ya tenemos las fustas y los gatos para azotar.

  • Por eso, señora. – Dijo dejando los juguetes en la mesita de café. – Como mi Sonia - ¿Sus Sonia otra vez? – No tiene experiencia en spank así puede comparar y ver cual le gusta más. - ¿Gustarme? ¡Vas a azotarme! ¡No va a gustarme! Rosa sonrió con la explicación de su sirvienta.

  • Me parece bien. Buena elección Tania.

  • Gracias, señora. – Agradeció la rubia a su dueña.

  • Prepárate. – Le dijo a modo de respuesta.

  • Sí, señora. – Tania empezó a quitarse su vestido de sirvienta, el cual dejó caer al suelo dejando al aire sus pequeños pechos de pezones oscurísimos.

  • Anda. – No puede evitar decir en voz alta al verla. Por primera vez desde que la había conocido una semana antes, vi a Tania con unas bragas puestas. Eran de encaje y de color azul cielo. Le sentaban muy bien. Tania me sonrió cuando me oyó.

  • Bueno. – Dijo Rosa dando una palmada. Ella seguía vestida. Aunque todo apuntaba a que Tania iba a dominarme a mi imitando a Rosa, esta dejaba claro quién era la dueña de las presentes manteniéndose vestida mientras las demás estábamos desnudas en su presencia. – Empecemos.

Rosa se acercó hasta la mesa y cogió la mordaza. Se acercó hasta Sonia y esta abrió la boca. Introdujo la mordaza y la ató en la parte posterior de la cabeza. Tania imitó a su dueña y se acercó a mí con la mordaza. Al contrario que mi tocaya yo la recibí con la boca cerrada. – Abre la boca Sonia. – Me dijo Tania con tono divertido. Rosa también sonreía mientras nos miraba. Las miré con enfado (falso) y abrí la boca. Tania me puso la mordaza y la ató.

  • Bien. – Dijo Rosa. - Siguiente. – Cogió el huevo vibrador, lo encendió y lo introdujo dentro del sexo de Sonia. Esta dio un pequeño respingo al notar el juguete entrar. Yo también lo di cuando Tania hizo lo propio conmigo. – Esto va estar dentro toda la noche. Disfrutarlo. – Dijo divertida Rosa. – Veamos. – Dijo mientras recorría los demás objetos. – Ya se. – Cogió las pinzas y puso una en cada pezón de Sonia. Esta dio un respingo con cada una. – Esto también se queda. – Dijo Rosa. Tania la imitó y me puso las pinzas. ¡Auch! De haber tenido la boca libre habría soltado un quejido. Las pinzas apretaban un montón, mucho más que las de tender (no penséis mal, nunca antes me había puesto pinzas en el pecho. ¿Pero quién no se ha pinzado el dedo con una pinza haciendo el tonto). Tras ponerlos las pinzas, Rosa cogió la fusta, el gato y la pala y los puso el uno junto al otro. – Sonia, apóyate en el sofá. – Ordenó. Sonia obedeció y apoyó las manos sobre la tapicería del sofá, quedando inclinada noventa grados. Sus grandes pechos quedaron colgando con la cadenita de las pinzas uniendo sus sonrosados pezones.

  • Sonia. – Oí que me decía Tania. La miré y comprendí que quería que me pusiera en la misma posición. Me acerqué hasta Sonia y me puse igual que ella a su lado. La cadena emitía destellos según se balanceaba.

  • Bueno Sonia. – Siguió Rosa. – Vamos a hacer una tanda de azotes. Cincuenta en total. - ¡¡Cincuenta azotes!! ¡¿Pero te has vuelto loca?! ¡¡Saca tu culo de aquí ya!! – Vamos a hacerlo en grupos de diez. El primero con la mano, el segundo con la fusta, el tercero con la pala y el cuarto con el gato. – Continuó exponiendo Rosa. – El quinto grupo podéis elegir con qué queréis recibirlo. ¿Entendido? – Rosa asintió de inmediato y después imité su gesto. – Bien. Empecemos. – Tal como estaba no podía ver a Rosa o Tania, únicamente a Sonia. Tras unos segundos angustiosos en los que no pasó nada, oí un sonoro golpe y vi como Sonia cerraba los ojos y su cuerpo se balanceaba de adelante a atrás. La cadenita se movió más tiempo como si de un péndulo se tratara. Antes de que terminara de moverse, noté la palmada de Tania en mi trasero. ¡Auch! Yo también cerré los ojos y me balanceé. Había dolido aunque no tanto como me imaginaba. Había sido como el que me había dado antes Rosa ante la puerta. Mientras me preparaba para el siguiente oí un silbido agudo en el aire.

  • ¡¡Auch!! – Oí como gritaba Tania. Desconcertada giré la cabeza para mirar lo que ocurría. Sonia giró un poco la cabeza sin atreverse a cambiar más de posición. Vi como Rosa sostenía la fusta en la mano y señalaba a Tania con ella con una sonrisa en los labios.

  • Nada de suavidad, Tania. – Le dijo Rosa mientras me miraba. – Ya sabes que tienes que hacerlo igual que yo. Otro azote que no esté a mi altura y te llevaras tú el doble, ¿entendido? – Le dijo Rosa sin perder la sonrisa.

  • Sí, señora. – Respondió Tania mientras se masajeaba el trasero. – Gracias, señora. – Sin decir nada más Tania me miró, sonrió y con un gesto me dijo que me volteara. La hice caso y esperé. ¡Plas! Sonia se balanceó de nuevo. Esperé. ¡Plas!. Sonó de nuevo. ¡¡Auch!! Esta vez sí dolió. Cerré los ojos y me balanceé adelante y atrás. Por un segundo perdí el equilibrio con los brazos pero lo recuperé antes de caer de bruces en el sofá. Empecé a notar mi trasero caliente. Me sentía muy extraña. Notaba el culo caliente y dolorido. Mi sexo húmedo y con vibraciones de pacer causadas por el huevo vibrador. Notaba los hombros cargados por la incómoda postura y los pezones me dolían. Cada vez que la cadena se balanceaba, una nueva punzada de dolor me recorría los pechos. Tragué saliva (algo difícil con una mordaza en la boca) y me mentalicé para aguantar los demás. Fueron cayendo a intervalos de medio minuto más o menos y se me hicieron eternos. Para cuando Tania terminó con el último azote, me notaba el culo arder.

  • Bien. – Oí a Rosa. – Tomemos un descanso. – Suspiré (lo intenté) aliviada. – Mientras vamos a ir preparando esto. – Como no podía verlas no sabía a qué se refería. Las oí trastear unos segundos y de repente empecé a notar presión en mi culo.

  • ¿Mm? – El sonido salió ahogado por la mordaza. Notaba como Tania presionaba un juguete contra mi ano, supuse que el plug. Sonia jadeaba suavemente a mi lado. Me di cuenta de que yo también lo hacía. Poco a poco, Tania fue metiéndome el plug hasta que logró meterlo por completo.

  • ¿Ya, Tania? – Oí que preguntaba Rosa.

  • Sí, señora. – Respondió Tania.

  • Sonia. – Me giré al presentir que se refería a mí. Rosa me miró a los ojos y sonrió de forma arrebatadora. – Tienes que acostumbrarte a dilatar mejor tu ano. ¿Entendido? – Asentí ante el comentario de Rosa y ella me guiñó un ojo. – Sigamos. -  Volví a girarme. Sonia tenía vuelta la cabeza y me miraba. Aunque no podía sonreír, su miraba parecía alegre. Traté de trasmitirle la misma alegría con mi mirada. Nos acomodamos lo posible y esperamos a que empezara la tanda de azotes con fusta.

Un silbido acompañó el primer fustazo de Sonia. - ¡Mm! – Un gemido ahogado por la mordaza escapó de sus labios. Su cuerpo se balanceó de forma más pronunciada que antes. Cerré los ojos y me prepare. Fiu….¡Plas!

-¡¡Mm!! – Gemí fuertemente al notar el fustazo. Una línea de dolor me recorrió las nalgas. Perdí fuerza en los brazos y terminé cayendo de bruces sobre el sofá. Me quedé jadeando durante unos segundos. Noté como Tania apoyaba su mano sobre mis doloridas nalgas.

  • ¿Estas bien Sonia? – Me preguntó con su dulce voz, aunque noté preocupación ella. Jadeé un poco más y me incorporé de nuevo asintiendo.

  • Tania. – Oí como Rosa llamaba a su sirvienta.

  • Sí, señora. – Respondió la rubia. Durante unos segundos las oí cuchichear sin entender lo que decían.

  • Sigamos. – Dijo Rosa con tono alegre. Fiu…¡Plas! Y Sonia volvió a balancearse mientras gemía. Cerré los ojos y me preparé para el mio. Fiu…¡Plas!

  • Mm. – Noté como la fusta volvía a golpear mis nalgas, pero con menor fuerza que antes. Me balanceé y gemí, pero soporté el golpe. Nuevos silbidos y golpes llenaron el salón. A cada silbido Sonia y yo nos balanceábamos y gemíamos. Ninguno de los nueve golpes restantes fue tan fuerte como el primero. Dado que Rosa no le dijo nada a Tania al respecto, me imaginé que cuando habían cuchicheado antes le habría ordenado que suavizara los golpes (cuando le pregunté sobre ello al día siguiente me lo confirmó). Me sentí agradecida por ello.

Los diez golpes de fusta acabaron y los siguieron los diez dela paleta. El golpe dolía menos al concentrar el golpe en un área más amplia, aunque el balanceo que nos causaba era aún mayor. La cadena que unía las pinzas no dejaba de balancearse mandando pinchazos por nuestros pechos. Tras los palazos, Rosa volvió a hablar. - ¡Cambio! – Dijo con tono alegre. Sentí como Tania acariciaba mis nalgas y acto seguido sacaba de golpe el plug.

  • Mm. – El sentirme libre del plug fue una sensación placentera, pero lo súbito del movimiento me hizo temerme por un segundo que iba a vaciarme delante de las otras. Por fortuna aguanté el impulso. Jadeé un par de veces y sentí una nueva presión en mi ano. Poco a poco noté como un nuevo juguete ocupaba el lugar del plug. El vibrador supuse. Para confirmar mis sospechas, una vez Tania me lo metió por completo lo encendió. - Mm.- Gemí fuertemente. La combinación del huevo vibrador de mi sexo y el vibrador de mi culo se combinaron para mandarme oleadas de placer que me recorrían la espalda como escalofríos. Me puse a jadear más fuertemente y observé como a mi lado Sonia hacia lo mismo. Esperaba notar en cualquier momento la acción del gato, pero para mi sorpresa Rosa y Tania nos dejaron descansar y disfrutar de los vibradores durante un rato. Sentí como Tania de acariciaba de vez en cuando las doloridas nalgas y como movía de vez en cuando el vibrador, sacándolo un poco y volviendo a meterlo. Tras un par de minutos de caricias de Tania, sentí como las piernas comenzaban a temblarme. Mi sexo se vio recorrido por contracciones y agarrando el sofá con fuerza, me corrí. - ¡Mm! – El fuerte gemido ahogado por la mordaza no pasó desapercibido, como tampoco las gotas de flujo que escapan de mi interior y descendían por mis muslos. Oí como Rosa reía alegre.

  • Qué pronto te corres Sonia. – Dijo con tono divertido. – Si aún vamos por la mitad. – Volvió a reírse y Tania rio también. Me puse como un tomate y vi como Sonia me miraba también con cara alegre. Cerré los ojos avergonzada y traté de aguantar recta sobreponiéndome al temblor de piernas. Las gotas de fluido me causaban cosquilleos en su descenso.

  • Sigamos – Ordenó Rosa dando por finalizado el descanso. Con el vibrador aún dentro las “caricias” del gato cayeron sobre nuestras nalgas. El silbido que ocasionaba era parecido al de la fusta, pero su impacto era más suave. Era como recibir varios pellizcos a la vez. Balanceándonos suavemente, recibimos los diez golpes del gato. Tras ello volvimos a descansar un par de minutos. – Bien. – Dijo Rosa con tono alegre. Avanzó hasta ponerse frente a nosotras sonriendo de forma arrebatadora. – Ya solo queda la última tanda. – Nos dijo sonriente. - ¿Qué elegís? ¿Sonia? – Preguntó encarándose a mi tocaya. - ¿Prefieres la última con mi mano? ¿Fusta? – Antes de que siguiera con la lista, Sonia asintió. - ¿Fusta? – Volvió a preguntar. Sonia volvió a asentir. Rosa le sonrió. – Muy bien. ¿Y tú, Sonia? – Dijo encarándose conmigo. Reflexioné durante medio segundo. - ¿Mano? – Asentí rápidamente. - ¿Con la mano? – Volví a asentir. – Muy bien, vamos a ello. Pero antes… - Nos sonrió traviesa y volvió a ponerse a nuestras espaldas. La oímos trastear un par de segundos. Durante un rato no oímos nada más. De repente, Sonia volvió a balancearse sin causa aparente. La miré extrañada y antes de darme cuenta, sentí una punzada de calor en mitad de la espalda que me hizo balancear a mí. La punzada de calor se disipó rápidamente dejando una sensación punzante en la espalda. Sonia volvió a balancearse y medio latido después volví a sentir la sensación candente, esta vez en mis nalgas. – Mm. – Gemí mientras se enfriaba. Mi cerebro ató las conexiones adecuadas (¿Otra vez acudiendo a mí? Fastídiate) ¡Las velas! Habían encendido las velas y estaban dejando caer gotas de cera caliente en nuestro cuerpo (jajajaja, y las cogiste para dar ambiente. ¡Toma ambiente!). Cada pocos segundos una nueva gota de cera ardiente caía en nuestro cuerpo. Tras lo que me pareció una veintena de gota, Rosa y Tania pararon. A esas alturas jadeaba realmente agotada. En resumen, notaba mis nalgas doloridas y calientes. A lo largo de la espalda notaba las gotas calientes de la cera ya endurecida. Las pinzas me oprimían los pezones y la cadenita se movía de forma constante lanzando relámpagos de dolor por mi pecho. El huevo vibrador continuaba ronroneando dentro de mi sexo, del cual no dejaban de salir gotas de mis salados fluidos que resbalaban por mis muslos, causándome cosquillas que me hacían temblar aún más mis piernas. Tras unos segundos de descanso, noté la mano de Tania golpearme una vez más. - ¡Mm! – El azoté fue tan fuerte como los primeros que me había dado antes. Recibí los diez últimos azotes con un nuevo balanceo. Observé como Sonia hacía lo propio con sus fustazos. No sabía por qué había elegido los dolorosos fustazos a los más suaves azotes, pero parecía estar disfrutándolos.

Los azotes terminaron y me permití relajarme. Esperaba poder sentarme un rato, quitarme las pinzas y la mordaza, y descansar mis doloridas nalgas. – Bien chicas. – Dijo Rosa. – Ya casi estamos. - ¿Casi? Recapitulé mentalmente todo cuanto habíamos hecho. Mordaza, pinzas, vibradores, azotes, velas…oh, oh. Aún quedaba…Sentí como Tania me sacaba el virador de golpe. De nuevo me tuve que contener ante la súbita sensación de ver mi ano vaciado de golpe. En apenas un segundo sentí como mi ano se abría una vez más. – Mm. – Jadeé al sentir como Tania me metía el strap hasta el fondo. – Mm. – Tania empezó a moverse. Suave al principio y acelerando poco a poco, Tania empezó a sodomizarme. Mientras me balanceaba al ritmo de las acometidas de Tania, me di cuenta de que no había pasado un encuentro con Rosa y Tania que no terminará con la rubia fallándome el culo (y sigues quedando con ellas. Bien por ti). Tania continúo con sus acometidas durante varios minutos. Giré la cabeza y contemplé como Sonia también se balanceaba al ritmo de las acometidas de Rosa. Tania estiró una mano y empezó a acariciar mi sexo. La mezcla de sensaciones me estaba haciendo perder la cabeza. Durante lo que me pareció una eternidad, Tania me folló de forma enérgica. Las caricias de sus dedos sobre mi sexo junto a las vibraciones del huevo terminaron por mandarme una oleada inmensa de placer. - ¡Mm! – Mi espalda se tensó mientras mi sexo sufría unas grandes contracciones que lanzaron chorros de fluidos por mis piernas y mojaron el sofá. Cerré los ojos tratando de aguantar la mezcla de sensaciones que me recorrían de arriba abajo. Mi espalda se destensó y mis piernas flaquearon. Perdí fuerza en los brazos y caí de bruces de nuevo sobre el sofá. Al desplomarme el strap se salió de mi ano y por tercera vez me sentí vacía de golpe. Esta vez no logré aguantar la sensación y mi sexo convulsionó una vez más. Sentí como un chorrito de pis lograba escapar de mi sexo. Apreté las piernas con fuerza para cortarlo pero solamente sirvió para notar las vibraciones del huevo aún más fuertes. Con un escalofrió que me recorrió de mi sexo a mi nuca, pasando por toda la espalda, mis piernas se destensaron y mi vejiga se vacío entera. Sentía como el cálido líquido me empapaba las piernas a la vez que todo a mí alrededor se volvía silencioso y oscuro. Lo último que oí antes de desmayarme fue la risa alegre de Rosa.

¿Qué tal? Espero que os haya gustado como fue mi primer encuentro con Sonia. Tras desmayarme, Rosa y Tania me llevaron a la habitación de la sirvienta y ahí pasé la noche durmiendo hasta la mañana siguiente. Lo que ocurrió esa noche está en los primeros puestos de las cosas vergonzosas que he hecho bajo las indicaciones de Rosa (¡¡Y ni siquiera ocupa el primer lugar!!). Como podéis imaginaros, la mañana siguiente fue de lo más interesante, pero eso es una historia para otro día. Espero que hayáis disfrutado leyendo tanto como yo rememorándolo. ¡Dentro de poco más!