Un dulce equívoco

¡Hola! Me llamo Sonia y quiero contaros como un equívoco me llevó a vivir mi primera experiencia...¡en varios temas!

¡Hola! Me llamo Sonia y tengo 28 años. Soy morena y tengo el pelo largo algo rizado. Mis ojos son castaños y mi piel morena es un “regalo” de mi madre peruana. Mido 1,68 y me mantengo en forma a base de ir al gimnasio y la piscina, aunque es más mérito de la segunda que de la primera. Me encanta leer, salir con mis amigas y si estoy inspirada escribir un rato. ¿Qué más? Mm...¡Ah, sí! En estos momentos estoy desnuda, atada al cabecero de una cama, amordazada, con una chica que me han presentado hace quince minutos metida entre mis piernas y la mujer que se ha llamado a si misma dueña de la chica rebuscando en un armario lleno de juguetes sexuales algo con lo que, según ella, me haga ver el cielo. ¿Qué cómo he terminado en esta situación? ¡Gran pregunta! Yo también me la hago. Dejar que os lo cuente desde el principio.

Tengo una amiga llamada Ana que lo dejo con su novio hace unas tres semanas. Como estaba un poco de bajón el resto de amigas decidimos animarla un poco y salir por ahí de fiesta el viernes por la noche. Por no alargarme, llegó el día y me preparé en consecuencia. Una buena ducha, un poco de maquillaje, mí vestido azul medianoche con zapatos de tacón a juego y un conjunto nuevo de sujetador y braguita blancos. Preparada para la fiesta llegué puntual a dónde habíamos quedado.

Allí ya estaban algunas de mis amigas y las demás fueron llegando poco a poco. Ana, con una camiseta y vaqueros, más de andar por casa que de fiesta. Bea, con su larguísima melena rubia y un vestido escotadísimo de color rojo. Carolina, con sus gafas de bibliotecaria, una blusa blanca y una falda estampada larga. Diana, con un vestido negro y medias a juego. Y Elena, con su media melena pelirroja y su blanca piel. Ya todas reunidas nos fuimos al local de moda que habíamos elegido.

El local estaba hasta arriba de gente que bailaba al ritmo de la música estridente y las luces de neón. Pedimos la primera ronda y empezamos a charlar y a bailar. Poco a poco el ambiente se fue distendiendo e incluso Ana se fue animando. Con el paso de las horas nuestro grupito se fue separando más según chocábamos con el resto de gente y empezábamos con los juegos de ligoteo. Y fue entonces cuando me fije en ella. O bueno, ella se fijó en mí.

  • Hola – Me saludó con una brillante sonrisa. - ¿Puedo invitarte a una copa? – Se trataba de una mujer muy guapa, morena como yo pero con el larguísimo pelo totalmente liso. Vestía un liviano vestido negro con unos taconazos a juego de infarto. Su sonrisa parecía capaz de derretir el hielo de todo el Ártico en un segundo.

  • Claro, muchas gracias – La verdad es que ya sería mi tercera copa y se me hacía raro que fuese otra mujer quien me la ofreciese, pero la sonrisa de la mujer era irresistible. – Soy Sonia. – Acerté a decir mientras pedía la bebida.

  • Rosa – Contestó la mujer. – Encantada de conocerte al fin Sonia. – Se acercó para darme un par de besos y pude oler la dama de noche de su perfume.

  • Igualmente Rosa – Devolví el saludo. Rosa sonrío mientras el camarero volvía con las copas y me tendía una.

  • ¿Te diviertes? – Me preguntó

  • Sí. El sitio está muy bien.

  • Si, aunque los hay mucho mejores, en dónde se puede disfrutar de intimidad. – La última palabra la pronunció con un deje de sensualidad que me causó un escalofrió.

  • ¿A sí? – No sé si por la copa de más o por la sonrisa de Rosa, le seguí el juego.

  • ¿No me crees Sonia? – Preguntó con un tono de falsa ofensa clarísimo.

  • Jaja, vale, te creo. – Le respondí dando un sorbo a la bebía, No tenía ni idea de lo que era pero era dulce y estaba buena. - ¿Y cómo es que no has ido a ese sitio? – Rosa también dio un sorbo.

  • Porque es un sitio al que ir acompañada – Me respondió con tono pícaro. - ¿Te apetece conocerlo? – Lo directo de su ofrecimiento me pilló por sorpresa pero aun así no me pude resistir.

  • Claro. ¿Por qué no? – Respondí. Rosa sonrió y me tendió la mano para que la acompañara. La pedí que me disculpase un momento y me fui en busca de mis amigas para decirles que me marchaba. Omití el decirles que era con otra mujer ya que ni yo misma me lo creía. Y bueno, así fue como me fui en un taxi con Rosa hasta un elegante hotel. Rosa tenía reservada una suite en la última planta.

Llegamos rápido al hotel y subimos hasta su suite. Nada más cruzar nos encontramos frente a la entrada a una chica joven de cabello corto y rubio. Vestía lo que a todas luces era un uniforme de sirvienta francesa, como del siglo pasado. Por un segundo me pregunté si no sería alguien del servicio del hotel al que habríamos interrumpido mientras limpiaba.

  • Bienvenida a casa señora. – Dijo la chica rubia con un dulce tono de voz.

  • Buenas noches Tania. – Le respondió Rosa. - ¿Has hecho las tareas? – Le preguntó con tono amable.

-Sí señora. – Respondió Tania sonriendo

  • Buena chica.

Rosa caminó por la suite hasta lo que parecía un pequeño salón con un ventanal enorme desde el que se veía el horizonte nocturno de la ciudad. Me hizo señas para acercarme y así lo hice. Según me acercaba Tania me saludo con una inclinación de cabeza.

  • Esta es Sonia, Tania. – Le dijo presentándonos. – Rosa, esta es Tania, mi sirvienta.

  • ¿Sirvienta? – Parecía una palabra del mismo siglo que el vestido de la rubia. - ¿Es tu empleada doméstica o algo así?

  • No, aunque también hace estas tareas. Tania es una sirvienta y yo soy su dueña. – La explicación de Rosa me había dejado igual que estaba.

  • La verdad es que no sé muy bien por qué he venido Rosa. - Le dije con sinceridad. – Yo nunca…bueno…ya sabes…con alguien como tu…

Rosa soltó una carcajada alegre mientras se acercaba a mí. – No te preocupes Sonia. Ninguna nace aprendida, todas aprendemos. – Me dijo mientras me sostenía del brazo y me llevaba a la habitación. – Y respondiendo a tu pregunta, estas aquí por curiosidad. – Entramos en la habitación y antes de que me diera tiempo a replicar algo Rosa junto sus labios con los míos.

El beso de Rosa era cálido y húmedo. Su pintalabios dejaba un regusto a chocolate, no sé de dónde lo habría sacado pero le daba aún más morbo a la situación. Poco a poco fui respondiendo a su beso hasta que las dos acabamos jugando con nuestras lenguas durante bastantes minutos.

Mientras sentía como mi excitación aumentaba, Rosa llevó las manos a mi espalda y empezó a desabrochar mi vestido hasta que note como empezaba a deslizarse por mi cuerpo hasta caer al suelo. Avergonzada trate de poner a Rosa en la misma situación buscando como quitarle su vestido pero ella me detuvo sosteniéndome de las manos.

  • No, no Sonia. – Me dijo con un tono seductor. - Se buena chica.

Me sonroje aún más ante el comentario. Rosa sonrío, me dio la vuelta y desabrocho mi sujetador dejándome con los pechos al aire. Mis pezones eran oscuros como mi piel y estaban tremendamente duros en ese momento.

  • Toda una delicia – Me dijo Rosa. Se agachó y se llevó uno de ellos a la boca y empezó a jugar con el.

  • Ah – No pude evitar que un gemido escapara de mis labios al notar la estimulación en el pezón. – Rosa…yo… - Sin poder articular más palabras Rosa me llevó hasta la cama y me tumbo en ella con los brazos estirados. Volvió a jugar con mi pezón durante unos segundos y después volvió a besarme. – Mm….- Lo único que podía hacer era gemir. Mientras disfrutaba de las atenciones de Rosa, me propuse a estirar los brazos para abrazarla y en ese momento me di cuenta de que no odia moverlos. Separé mis labios de los de Rosa y miré hacia arriba. Me sorprendí al ver mis manos esposabas al cabecero de la cama. - ¿Pero qué? – Me giré de nuevo para mirar a Rosa a la cara. - ¿Qué haces? – Rosa sonrío con esa sonrisa arrebatadora antes de responderme.

  • Ya te he dicho que solo tienes que ser una niña buena.

Aun extrañada por la situación pero extremadamente excitada me deje hacer. Rosa sonrío de nuevo y empezó a descender por mi cuerpo dándome suaves besos en su descenso. Finalmente alcanzo mis braguitas y sin demorarse las deslizó por mis piernas hasta sacarlas.

  • Vaya – Comentó con cierto tono que no fui capaz de identificar. Rosa estaba mirando fijamente mi sexo. Una suave y recortada mata de vello oscuro lo cubría y el modo en que me miraba fijamente me incomodaba un montón.

  • ¿Qué? – Pregunté extrañada

  • Esto sí que no me lo esperaba. – Recibí como toda respuesta por parte de Rosa. Esta se levantó de la cama y se acercó hasta un armario. Lo abrió dejando el contenido a la vista toda una colección de juguetes sexuales más propia de un escaparate de un sex-shop que de un hotel de lujo. Rosa rebuscó durante unos segundos hasta coger lo que parecía una bola roja con una cuerda. Con ella en la mano volvió hasta a mí.

  • Muy bien chica mala, ahora día “ah” – Me comentó sentándose en la cama a mi lado.

  • ¿Cómo? – Pregunté sin saber de qué iba todo aquello. - ¡Ah!

Solté un pequeño grito cuando Rosa se reclino sobre mi pecho y mordió uno de mis pezones. Con una velocidad increíble aprovechó el momento de mi grito para ponerme la bola roja en la boca atármela tras la cabeza. ¡Era una mordaza! ¡Me había amordazado! No sabía de qué iba eso pero al verme atada y amordaza empecé a preocuparme. Tras ponerme la mordaza, Rosa se puso en pie y dando vueltas por la habitación empezó a desnudarse.

  • Tania – Llamó mientras se sacaba el vestido quedándose en un conjunto de elegante encaje negro. Mientras se desprendía del sujetador dejando a la vista unos grandes pechos con pequeños pezones sonrosados entró la rubia sirvienta francesa. Me quedé helada cuando la joven entró y me dedicó una fugaz mirada antes de fijarse en Rosa. No pareció inmutárselo más mínimo de verme desnuda, atada y amordazada.

  • ¿Sí señora? – Preguntó con el mismo tono dulce de antes.

  • Parece que nuestra invitada no se ha arreglado adecuadamente para nuestro encuentro – Comentó mientras señalaba con un gesto de la cabeza mi sexo. Al mismo tiempo se quitó sus bragas negras dejando a la vista un sexo completamente depilado y de labios prietos. Rosa estaba totalmente desnuda y la verdad es que era una mujer espectacular. – Arréglalo. – Dijo simplemente mientras se encaminaba de nuevo al armario.

  • Sí señora. – Contestó con igual sencillez Tania. Salió de la habitación y volvió menos de unos minutos antes mientras Rosa seguía trasteando en el armario. En las manos llevaba un bote de espuma, una maquinilla, un balde de agua y una toalla. ¡Iba a depilarme! Ni costa ni perezosa, Tania se arrodilló frente a la cama, frente a mi sexo. Puso la toalla bajo mi trasero y empezó el proceso de depilado. Tan estupefacta estaba que ni siquiera me revolví mientras lo hacía.

  • Tania es muy buena esteticista, ella es quien se ocupa de depilarme a mí. – Comentó Rosa mientras me dedicaba una mirada desde el armario. – No tardará nada. A ver si encontramos algo que te haga ver el cielo. – Dijo con ligereza mientras sacaba algunos juguetes del armario.

Tal como había dicho Rosa, Tania tardó un par de minutos en dejarme el sexo sin un solo pelo.

  • Ya esta señora. – Dijo Tania aun de rodillas mientras terminaba de quitarme los últimos rastros de espuma con la toalla.

  • Bien Tania – Rosa estaba demasiado ocupada sopesando varios juguetes en sus manos. – Desnúdate y cómele el coño. – Le ordeno a Tania sin siquiera girarse de lo que hacía.

-Sí señora – Respondió Tania a la orden de Rosa. Se puso de pie un momento, se quitó el vestido y se quedó totalmente desnuda. No llevaba ningún tipo de ropa interior. Sus pechos eran pequeños y sus pezones increíblemente oscuros, casi tanto o más que los míos. Recogió su vestido, lo dobló y dejo a un lado y sin demorarse se arrodilló de nuevo frente a mí y empezó a devorar mi recién depilado sexo. Sí la mordaza no lo impidiese habría soltado un enorme gemido en ese momento.

Y bien. Así es como me encontraba al principio del relato. Una noche de fiesta para no olvidar, ¿verdad? ¿Seguimos? Qué tontería, estoy atada y amordaza, como si pudiera resistirme. Y, no se lo digáis a ninguna de estas dos chifladas, estoy terriblemente excitada. El sentirme tan indefensa pero a la vez envuelta en una situación tan morbosa estaba resultando ser increíble. Notar la lengua de Tania recorriendo mi sexo era la guinda del pastel. Nunca antes me habían devorado tan bien y cada lengüetazo me arrancaba ahogados gemidos de placer. La sensación era tan…tan…ups, parece que Rosa ha terminado de buscar.

Rosa se separó del armario finalmente. En una mano llevaba lo que parecía un gran dildo unido a una braga y en la otra una especie de huevo de color rosa chicle. La irresistible sonrisa de Rosa la acompaño durante el corto trayecto hasta dónde Tania me devoraba.

  • A cuatro – Dijo Rosa parándose al lado de Tania. Esta cambio de la posición arrodillada en que estaba a una a cuatro patas, en ningún momento separó su lengua de mi sexo. Tan pronto como adoptó su nueva posición, Rosa pulsó un botón del huevo rosa y este se puso a vibrar rápidamente con un intenso zumbido. Sin demora, Rosa introdujo el huevo vibrador en el interior del sexo de Tania. Pude notar en mi propio sexo como la rubia sirvienta soltaba un gemido al sentir el juguete introducirse en su cuerpo, pero de inmediato retomo la tarea que Rosa le había encomendado.

  • ¿Sabes qué es esto Sonia? – Me preguntó Rosa mostrándome el extraño dildo. Negué con la cabeza. – Es un strap, y es con lo que voy a follarte. – Me comentó con tono alegre. Rosa se lo puso el strap con habilidad y pareció tener un pene dispuesto y duro entre sus piernas. Sacó un preservativo de un cajón, lo puso en el strap y fue a situarse tras Tania. Sin mediar palabra, introdujo el juguete por entero en el interior de la rubia con un fluido. Aunque no podía verlo bien desde mi inmovilizada posición, estoy totalmente convencida de que el strap fue a parar al ano de Tania. Nuevos gemidos salieron de los labios de la sirvienta mientras Rosa empezaba a moverse poco a poco. ¡Estaba fallándose a Tania!. Más aún, ¡¡la estaba sodomizando!! No podía crearme lo que estaba ocurriendo. Rosa se movía cada vez más deprisa y Tania lamia de forma más enérgica. Llevaba ya un buen rato haciéndolo y mi resistencia se hallaba al límite. Tras un par de minutos más a máxima velocidad, Tania logró derrumbar mis barreras. Note como mis fluidos empezaban a salir por mi sexo y acababan en a boca de la solicita rubia. Arqueando la espalda de placer, me corrí como nunca antes me había corrido.

No sé cuánto estuve en una nube, pero para cuando baje de ella pude ver como Rosa ya había sacado el strap de la jadeante Tania y me miraba con su arrebatadora sonrisa. - ¿Tan satisfactorio como te imaginabas Sonia? – Me preguntó Rosa. Incapaz de contestar solo pude cerrar los ojos avergonzada, aunque los volví a abrir en cuanto oí risa de Rosa. La observé mientras quitaba el preservativo del strap y se acercaba a mí. Con la misma diligencia que con Tania, apoyó el strap contra mí sobre estimulado sexo y lo introdujo por completo con un mínimo de resistencia. Mi espalda se arqueo de nuevo al sentir el strap abrirse paso por mi sexo. Una vez dentro, Rosa se paró con el juguete introducido hasta el fondo en mi interior.

  • Tania - Rosa pronunció el nombre de la sirvienta una vez más, la cual se enderezó de nuevo. – Súbete.

  • Sí señora. – La voz de Tania tenía cierto tono jadeante, pero no había perdido la dulzura. Se levantó del suelo y se puso de rodilla en la cama a nuestro lado.

-Sonia – Me llamó Rosa. Giré la cabeza para mirarla fijamente. – Estas son las reglas. Primera. Tania va a quitarte la mordaza, pero no podrás hablar. ¿Entendido? – Sin saber porque asentí. – Segunda. Después de quitarte la mordaza Tania va a ponerse sobre ti para que puedas comerle el coño. ¿Entendido? – Nunca antes lo había hecho pero la idea me excitaba terriblemente. De nuevo asentí. – Tercera. Seguirás comiéndole el coño a Tania hasta que logres que se corra. Mientras, yo estaré fallándote. No pararé hasta que Tania se corra. ¿Entendido? – Asentí por tercera vez.

Tras asentir, Tania procedió a quitarme la mordaza. Me dejó unos segundos para que moviera los labios y paso sus piernas entre mi cabeza, una a cada lado y descendió hasta dejar su sexo a la altura de mi boca.

  • Empieza Sonia- Me ordenó Rosa a la vez que empezaba a moverse y a follarme. Dubitativa al principio, saqué mi lengua y la apoye en el sexo de Tania. De inmediato sentí el salado sabor de sus flujos. Despacio al principio empecé a recorrer el sexo de Tania con la lengua. La rubia empezó a jadear libremente mientras notaba como mi lengua ganaba confianza. Rosa continúo fallándome con el strap con movimientos cada vez más enérgicos, con los que al cabo de varios minutos logró que volviera a correrme. Mi espalda se arqueó por tercera vez en la noche.

  • Quien tiene que correrse es Tania, Sonia. Recuerda las reglas. – Dijo divertida Rosa mientras continuaba moviéndose sin dejarme descansar. Retomé con más energía la tarea de lamer a Tania, pero aun así me llevó más de veinte minutos lograr que se corriera. El aguante que la rubia demostraba junto a mi inexperiencia alargó la tarea. En cuanto Tania empezó a correrse se agarró sus pequeños pechos y gimió de forma desinhibida. Sus fluidos se desparramaron por su sexo y cayeron en mi boca inundándola. Deje que se deslizaran por mi garganta y traté de saborear el nuevo sabor que había descubierto. Tania terminó por separarse y se quedó de rodillas sobre la cama. Rosa sonreía mientras me observaba.

  • Muy bien Sonia, así se hace. – Finalmente había parado de follarme y sacaba el strap de mi interior. Avanzó por la cama como una gata y me dio un beso. Acto seguido se irguió y dejó el strap a la altura de mi cara. – Límpialo. – Dijo simplemente con su eterna sonrisa. Sin decir nada abrí la boca y me introduje el strap en la boca. Por primera vez saboree el sabor de mis propios fluidos. Eran salados como los de Tania, pero dejaban un regusto distinto que no fui capaz de identificar.

Tras un par de minutos Rosa consideró que el strap ya estaba limpio y lo sacó de mi boca.

  • Acércate Tania – La rubia volvió a enderezarse.

  • Sí señora – Dijo con dulzura y cansancio mientras se acercaba. Una vez al lado, Rosa llevó la mano al sexo de Tania e introdujo un par de dedos rebuscando en su interior hasta que sacó el huevo vibrador.

  • Sonia. – Dijo a continuación. – Las reglas son como las de antes, pero invirtiendo papeles entre Tania y yo. ¿Entendido? – Asentí de nuevo. Rosa sonrío y llevó la mano con el huevo a mi sexo y lo introdujo dentro. Se puso de pie, se quitó el strap y volvió a sentarse poniendo su sexo frente a mi boca como Tania antes. De inmediato me puse a lamer su sexo. Aunque no podía verla, estaba convencida de que Rosa sonreía. Mientras empezaba a lamer a Rosa esta le tendió el strap a Tania.

  • Fóllate a Sonia, Tania. – Ordenó a la rubia – Por el culo. – El añadido me causo un escalofrío, pero con el sexo de Rosa en mi boca no pude decir nada.

  • Sí señora. – Replicó la sirvienta. Sacó un nuevo preservativo del cajón, se puso el strap y se situó entre mis piernas. Instantes después sentí como empezaba a deslizarle strap por mi ano. Le llevo un rato pero logro introducirlo por completo. De nuevo volví a verme follada y comiéndole el coño a una mujer que había conocido unas horas antes.

Sí Tania sentía algún tipo de empatía por la situación en la que me encontraba no pareció demostrado ya que me sodomizó con la misma energía que Rosa me había follado. Durante otra interminable media hora lamí el sexo de Rosa hasta que logre que se corriera. El sabor de sus fluidos me resultó refrescante. Me deje caer agotada sobre la cama mientras Rosa y Tania se separaban de mi cuerpo. Sin darme cuenta, terminé por dormirme totalmente agotada.

Cuando desperté, la luz del Sol atravesaba el ventanal de la habitación. Notaba el cuerpo totalmente agarrotado, pero al menos las manos ya las tenía libres. Me levanté y busque mi ropa por la habitación sin encontrarla.

  • Buenos días. – No pude evitar dar un respingo al oír la dulce voz de Tania.

  • Bu…bueno días. – Respondí totalmente avergonzada. Las imágenes de la noche anterior sonaron como un eco en mi cabeza. – ¿Y mi ropa?

  • Guardada. – Respondió Tania mientras empezada a hacer la cama. – Las normas de la señora son que sus invitadas estén desnudas en todo momento. – Como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo, la rubia terminó de arreglar la cama. – El desayuno está en el salón. – Se dio la vuelta con su anticuado vestido de sirvienta y salió por la puerta. Sin nada más que hace, la seguí. En el salón pude oír el ruido de la ducha en la que supuse estaba Rosa. Tania me sirvió un desayuno bastante completo y me lo comí mientras la veía atender otras tareas. Al cabo de un rato, el ruido de la ducha cesó y Rosa salió al salón con una bata corta puesta.

  • Buenos días Sonia. – Me saludó con su espléndida sonrisa. - ¿Qué tal?

-Bu..buenos días Rosa. – De nuevo la vergüenza me atoró. Aquí estaba yo desnuda frente a las dos mujeres que me habían estado follando y usando toda la noche. – Bien. Gracias. ¿Y tú? – Dije de forma acelerada.

  • Bien gracias. – Me respondió. – Dime, ¿ha sido tal como te esperabas?

Negué de forma enérgica. – No, la verdad es que no. Para nada. – Rosa sonrió ante el comentario.

  • Bueno, ya te dije por el chat que la realidad suele distar de lo que una se imagina. Espero que la diferencia haya sido para mejor. – Aquél comentario me dejó totalmente fuera de lugar.

  • ¿El chat? – Pregunté sin saber a qué se refería.

  • Sí, ya te lo dije el otro día cuando por fin te animaste a quedar. – Continuó diciéndome. – Aunque esperaba que cumplieras con lo que te dije. Venir sin depilar fue toda una provocación.

Aquello se volvía más surrealista por momentos. – Esto…no sé de qué me estás hablando Rosa. – Le dije con una sonrisa bobalicona. La mirada de Rosa cambió por una de extrañeza.

  • ¿Pero?...Tu eres Sonia, ¿no? – Preguntó extrañada. Tania había dejado sus tareas y nos miraba con la misma cara de extrañeza que Rosa.

-Sí – Respondí

  • ¿Del chat de contacto bdsm? – Preguntó

  • No – Respondí en esta ocasión. Durante unos largos segundos no se oyó ningún sonido en el salón.

  • Ahí va – Dijo Rosa pasados los angustiosos segundos. – Qué fallo. – Durante otros tantos segundos el silencio volvió hasta que yo misma lo rompí empezando a reírme. Suave al principio hasta terminar a carcajadas. Rosa no pudo evitarlo y también se puso a reír. Había acabado pasando la mejor noche de mi vida por un simple equivoco. El lugar adecuado el momento adecuado. Durante un buen rato estuvimos riéndonos.

Y bueno, esta fue mi primera experiencia lésbica. Y de bdsm. Y mi primer trio. Y todo por una simple equivocación deliciosa. El que ocurrió más adelante entre Rosa, Tania y yo lo dejaremos para otra ocasión. Espero que hayáis disfrutado leyendo este mi primer relato tanto como yo rememorándolo. ¡Dentro de poco mas!