Un dulce despertar

¡Hola de nuevo! Tras un pequeño parón regreso para contaros como fue el día siguiente al primer encuentro con mi tocaya. ¡Espero que os guste!

¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? Espero que bien y que disfrutaseis de mi anterior relato. Ha pasado tiempo pero el trabajo me ha tenido agotada últimamente, pero al fin está aquí la continuación. Tal como era de esperar, el encuentro con Sonia había desembocado en una nueva noche de placeres que de forma imprevista había compartido con mi tocaya. Dichos placeres terminaron conmigo desmayada después de que las fuerzas me fallaran y terminara vaciando mi vejiga frente a las demás. Después de eso, Rosa y Tania me llevaron a la cama de la rubia y ahí pasé la noche. Así que bueno, hoy os traigo la mañana siguiente.

Lo primero que recuerdo de aquella mañana es el olor del café. El roce fresco de una sábana ligera contra mi cuerpo desnudo. El brillo de un Sol vespertino tratando de separarme los párpados. Remoloneé entre las suaves sábanas lo que me pareció una eternidad disfrutando de la calidez y confort en que me encontraba. Lo que finalmente me hizo abrir los ojos no fue el Sol, sino otro recuerdo. Apoyada en el sofá, un orgasmo increíblemente intenso, caer rendida a los espasmos, mi cuerpo convulsionando y finalmente…

Abrí los ojos y contemplé la habitación de Tania en silencio durante varios segundos sin ser capaz de desprenderme del recuerdo de la noche anterior. Llevé una mano a mi sexo durante unos segundos y dubitativa, la llevé hasta mi nariz. Mi mente se abrió ante el olor de mis fluidos, mi sudor y…mi pis. Aparté la mano de golpe y hundí la cabeza en la almohada. Tenía la esperanza de que mis recuerdos me estuviesen traicionando. Que el recuerdo de hacerme pis frente a las demás fuese un mal sueño. Pero no. El recuerdo era real. Hundí aún más la cabeza en la almohada y me puse a patalear tratando de borrar el recuerdo.

  • Buenos días Sonia– Levanté la cara de la almohada como un relámpago y giré la cabeza en dirección a la puerta. Tania me miraba desde la misma sonriendo con su inmaculado vestido de sirvienta francesa. - ¿Has dormido bien? – Me preguntó con su dulce voz. Volví a hundir la cabeza en la almohada.

  • No – Le respondí de forma ahogada. Oí como se acercaba y se sentaba a mi lado.

  • ¿Te duelen las nalgas? Las sesiones de azotes pueden ser muy intensas, sobre todo las primeras. – Siguió diciendo con su voz dulce. - Puedo ponerte algo si quieres.

  • No – Volví a responder sin separar la cara de la almohada. Lo cierto es que las nalgas me dolían, pero tampoco mucho. Noté como Tania se revolvía un poco.

  • ¿Estas bien Sonia? – Me preguntó con preocupación. -¿Qué te ocurre? – Seguí con la cabeza hundida. Sentí como Tania se tumbaba a mi lado y tendía su brazo sobre mis hombros. Durante un rato me abrazó con suavidad sin decir nada. El sencillo e íntimo contacto de la sirvienta me fue relajando poco a poco.

  • Anoche. – Dije sin separar aún la cabeza de la almohada.

  • ¿Sí? – Me animó Tania a seguir hablando con su dulce voz.

  • Anoche. – Repetí. Tragué saliva y acomodé un poco mejor mi cuerpo bajo el abrazo de Tania. – Anoche…yo… - Tania empezó a mover el brazo con el que me abrazaba frotándome la espalda suavemente. – Yo…me…delante de… - Volví a hundir con fuerza la cabeza. Tania continuó acariciándome la espalda.

  • ¿Delante de…Rosa? ¿Sonia? Mm...¿Nosotras? – Asentí. – Delante de nosotras…Mm…¡Oh! – Tania dejó de acariciarme por un segundo. - ¿Estas así porque te hiciste pis delante de nosotras? – Volví a asentir.- Oh. No tienes que preocuparte por eso Sonia. En serio. Lo que te pasó es normal. – Me dijo volviendo a abrazarme. Deje que pasara un rato reconfortándome en su abrazo antes de hablar.

  • ¿Normal? – Dije desde la almohada. - ¿Cómo va a ser normal? – Oí como Tania reía suave y dulcemente.

  • Ayer estuvimos toda la tarde charlando las cuatro mientras tomábamos algo. – Empezó a decir. – Ninguna fue al baño en todo ese rato. Y nada más terminar de charlar nos pusimos a jugar. – Mi cara adquirió un tono grana que Tania no pudo ver gracias a la almohada. – Recibiste una estimulación muy fuerte y las fuerzas terminaron por flaquearte. No tienes de que preocuparte o avergonzarte. ¿Tienes idea de la de veces que me pasó a mí al principio de estar con Rosa? – Aquello me hizo separar la cabeza de la almohada y mirarla a los ojos.

  • ¿En…en serio? – Le pregunté. Tania me miró con dulzura.

  • Claro. – Respondió. – Recuerdo bien la primera vez. – Empezó a acariciarme de nuevo la espalda con las yemas de los dedos. – Había empezado a ser la sirvienta de Rosa tres semanas antes. – Relató. – Bueno, en aquel entonces simplemente estábamos conociéndonos. Intimando. Rosa quiso ver hasta dónde podía llegar con las prácticas anales. – Un ligero rubor cubría las mejillas de Tania, pero seguía demostrando la misma falta de pudor de siempre. – Así que me ató al cabecero de su cama boca abajo y con el culo en pompa. Se pasó toda la tarde probando a meterme plugs de distinto tamaño. – Yo la miraba sorprendida. – Cuando ya íbamos por el sexto y se disponía a empezar con el siguiente, me lo sacó de golpe y según lo hacía empecé a hacerme pis sin control. – La confesión de Tania me había dejado con la boca abierta. – La estimulación constante me había ido poniendo al borde de mi aguante, y sin darme cuenta empecé. Ni siquiera pude tratar de parar, simple y llanamente me meé encima. – Seguía sonriendo mientras me contaba su experiencia.

  • ¿Qué…qué hiciste….después? – Pregunté. Tania sonrió.

  • Ponerme como un tomate. – Dijo divertida.

  • ¿Y Rosa?

  • Me metió el siguiente plug. – Respondió Tania con una sonrisa. – Terminó por meterme los diez que había preparado antes de desatarme. – La miré incrédula.

-¿En…en serio? – Tania asintió.

  • Me sentía terriblemente avergonzada, quería que Rosa parara y salir de allí pitando. – Continuó.

  • ¿Por qué no lo hiciste? – Le pregunté. Tania sonrió una vez más.

  • ¿Por qué no lo hiciste tú? - Me preguntó a su vez. - ¿Por qué has seguido quedando con nosotras? – Me sonrojé avergonzada sin saber que decir. – Por eso mismo. – Respondió Tania. – Porque a pesar de todo, me gustó. – Terminó diciendo. En mi interior sabía que mi motivo era el mismo, aunque no me atreviera a confesarlo en voz alta. – Así que ya ves, no tienes de que preocuparte.

  • Pero…a mi…no me gustó. – Le dije. Tania sonrió de nuevo.

  • Bueno, no tiene que gustarte. Fue un simple incidente. – Dijo. La miré sin comprender.

  • Pero…tú dices que te gustó. – Le repuse confundida. Tania rio en esta ocasión.

  • Porque yo soy la sirvienta de Rosa. – Me dijo. – A mí sí que me gusta que me azoten, me utilicen y me avergüencen. – Dijo divertida. – Tú no eres una sirvienta Sonia. Rosa y yo lo hablamos el otro día. – La miré intrigada. – Eres una chica increíble. Sensual, morbosa, con la mente abierta... – Me avergoncé ante la descripción de Tania. - …y para qué negarlo, un poco viciosa. – Aquello me avergonzó más. – Pero no una sirvienta. – Siguió explicando mientras me sonreía. – Haces lo que haces porque disfrutas con ello. Yo también, claro está. La diferencia, es que yo disfruto cuando Rosa se siente realizada y saca ese lado siniestro que tiene dentro. Tú harás, experimentaras, probaras e incluso obedecerás las órdenes de Rosa, pero solo si lo que hay delante te atrae. No harías nada que te desagrade de verdad por el simple hecho de que Rosa iba a disfrutar con ello, ¿verdad? – Me preguntó.

  • Yo… - La verdad es que no sabía que responder. Tania me acaba de enseñar algo que hasta ese momento no había comprendido, el tipo de relación que habíamos formado entre las tres.- Creo que tienes razón. – Terminé diciendo. Tal como decía Tania, había hecho con ellas lo que había hecho porque me había gustado. Tania me sonrió.

  • ¿Mejor? – Me preguntó. Asentí. Tania se reclinó un poco y me besó en los labios. Se puso en pie y se encaminó a la puerta. – Estoy terminando de preparar el desayuno, ve a darte una ducha y te lo sirvo en la cama, ¿vale? – Asentí de nuevo.

Tania salió de la habitación con una sonrisa. Logré salir de la cama y me encaminé hacia su baño y me duché. He de reconocer que me pasé casi cinco minutos frotándome mi sexo con la esponja hasta sentirme lo bastante limpia. Terminé de ducharme, me sequé, envolví en una toalla y salí a la habitación. Busqué mi ropa por todos lados pero no la encontré, así que me volví a tumbar en la cama solamente con la toalla. No pasó mucho tiempo antes de que Tania apareciera por la puerta con una gran bandeja en la mano.

  • Hazme sitio. – Me dijo sonriendo mientras se acercaba. Me eché a un lado y Tania se sentó a mi lado. La bandeja tenia desayuno de sobra para las dos.

  • Sabes que es la primera vez que nos besamos. – Le dije mientras cogía un vaso con zumo. – En la boca, quiero decir. – Tania me sonrió mientras cogía su vaso de zumo.

  • Lo sé. – Me dijo. – Suelo reservarlos para Rosa. - Las dos nos echamos a reír. Seguimos hablando hasta terminar con todo el desayuno. - ¿Qué te ocurre? – Me preguntó Tania de repente. La miré extrañada sin saber a qué se refería. - No has dejado de moverte durante el desayuno. – No me había percatado de ello, pero la verdad es que todo el rato había estado acomodándome. Aunque el trasero no me dolía mucho, sí que me resultaba incomodo estar mucho rato apoyada en la misma posición.

  • Me molesta un poco. – Le respondí a Tania algo avergonzada mientras me señalaba las nalgas. Tania sonrió.

  • Anda, túmbate bocabajo. – Me dijo. – Voy a por algo. – Recogió la bandeja y salió por la puerta. Regresó al poco con un tubo de pomada. Según entraba me tumbé sobre la cama. Tania volvió a sentarse a mi lado y me levantó la toalla dejándome el culo al aire. Me dio una suave palmada. – ¿Sabes que tienes un trasero bonito, Sonia? – Me sonrojé ante el piropo.

  • Gracias. Tú también. – La verdad es que Tania tenía un trasero pequeño pero redondo bastante bonito. Sentí como Tania me aplicaba con delicadeza la pomada en las nalgas - ¿Sabes que en todas las ocasiones en que hemos estado juntas me has…bueno…en el trasero? – Dije cortada recordando que ayer me había dado cuenta de que en todas las ocasiones en que me había cruzado con Tania, esta había terminado sodomizándome de un modo u otro. Tania paró un momento de aplicarme la pomada.

  • Oh. – Dijo finalmente. – Te refieres a que en todas esas veces te he follado el culo, ¿no? – Dijo sin pudor alguno. Asentí avergonzada y Tania rio. – Tienes razón, es curioso. – Dijo retomando la aplicación de la pomada.

  • ¿Curioso? – Pregunté. Tania terminó de aplicarme la pomada, me dio otra palmadita y se fue al baño a lavarse las manos.

  • Sí. – Me respondió mientras se lavaba. – De vez en cuando Rosa quiere que la folle, pero por regla general es ella la que me folla a mí. – Salió del baño sonriendo. - ¿Te gusta como lo hago? – Me preguntó. Me sonrojeé como un tomate y asentí. – Me alegro. – Respondió Tania tumbándose a mi lado. Me di cuenta de que seguía bocabajo y con el culo al aire. – Oye. – Dijo de repente. - ¿Te apetece follarme? – Su pregunta me dejó con los ojos como platos.

  • ¿Cómo? – Alcancé a decir.

  • Como te apetezca. – Respondió malinterpretando mi pregunta. - ¿Quieres que traiga el strap y así lo pruebas? – Sin ser consciente de ello asentí. Tania sonrió y se fue de la habitación buscando el juguete. Cuando volvió, lo hizo totalmente desnuda y con el strap en la mano. – Toma, póntelo. – Me dijo ofreciéndome el strap. Lo cogí dudando el que hacer. – Es igual que una braguita. - Asentí y empecé a ponérmelo.

  • Oye. – Dije de repente. - ¿Y Rosa?

  • Ha tenido que ir a su despacho por una urgencia. – Me respondió.

  • Ah. – Terminé de ponerme el strap. Ahora tenía una bonita braguita negra de la que salía un miembro viril de silicona dura. Me sentí un poco ridícula. - ¿Y no tienes que llamarla para pedir permiso?

  • No. Antes de irse me dijo que tenía permiso para hacer lo que queramos. – Me respondió. Asentí. Desde luego Rosa pensaba en todo. - ¿Cómo quieres hacerlo? – Me preguntó. La miré extrañada.- ¿Cómo quieres que me ponga? – Me preguntó de nuevo sonriendo. La verdad es que no tenía ni idea de que hacer.

  • Pues…no lo sé. – Le dije sonriendo. Tania se rio conmigo.

  • Entonces empecemos por lo clásico. – Tania se acomodó en mitad de la cama y separó sus piernas. Extendió un brazo hacia mí. – Ven. – Tragando saliva, me acerqué hasta Tania y me tendí sobre ella. Nuestros pechos se juntaron y nuestros oscuros pezones se rozaron. – Esto. – Dijo Tania mientras llevaba una mano a mi entrepierna, sostenía el strap y lo apuntaba hacia su sexo. – Aquí. – La punta del strap se introdujo en su interior. – Ahora, muévete. – Siguiendo las indicaciones de Tania empecé a mover las caderas, metiendo de forma suave el strap en el interior de Tania. – Mm….muy bien. – Ronroneó Tania. Poco a poco fui moviéndome más rápida y enérgica. – Mm…mm… - Tania jadeaba suavemente al ritmo de mis movimientos. Notaba como cada acometida me oprimía mi propio sexo mandándome pequeñas descargas de placer. Pasados unos minutos, Tania agarró mis pechos por los pezones de forma suave y empezó a moverme los pechos de tal forma que nuestros pezones se frotaban fuertemente. – Así, Sonia. – Dijo jadeante. Me soltó los pechos pero continué moviéndome frotándonos los endurecidos pezones. Ambas gemimos durante un buen rato hasta que Tania se tensó, me rodeó con sus piernas y con un profundo gemido final se corrió. – Ah… - Casi me detuve de inmediato con el strap aún dentro de Tania, pero esta continuó moviéndose suavemente durante unos momentos más. Las dos jadeábamos con el corazón acelerado. Seguí encima de Tania durante un rato. - ¿Qué te parece? – Me preguntó Tania. Su pecho se movía al ritmo de sus suaves jadeos.

  • Bien. – Le respondí. – Es una sensación extraña.

  • ¿Te gusta follarme? – Me preguntó Tania. Me sonrojé.

  • Sí. – Le respondí algo cortada. Tania me sonrió.

  • Sigamos. – Dijo a continuación. Tania se movió para sacarse el strap y cambió de postura. Se puso a cuatro patas sobre la cama, con el trasero orientado hacia a mí. – Ahora por atrás. – Dijo con tono divertido. Me quedé contemplando el redondeando trasero de Tania. Apoyé una mano en sus nalgas y sentí su suavidad. Me recliné y besé sus nalgas. - ¿Mm? – Tania giró la cabeza al sentir el besó y me sonrió. Separé sus nalgas y besé su ano. – Mm... – Tania ronroneó al notar el beso. Poco a poco empecé a lamer el oscuro y amargo ano de Tania. Mientras lamia, noté como Tania me cogía una mano y la llevaba hasta su mojado sexo. Al sentir su humedad entre mis dedos empecé a masturbarla al mismo ritmo que la lamia. Tania jadeaba disfrutando de mi lengua y mis caricias. Su cuerpo brillaba con pequeñas perlas de sudor. Movía mi lengua como Rosa y Tania me habían enseñado. El sabor amargo de Tania me inundaba la boca. Los salados y cálidos fluidos de su sexo se deslizaban por mis dedos y caían sobre la cama. – Sonia… - Me dijo Tania jadeando. - …métemelo ya… - Asintiendo me incorporé y apoyé el strap en el ano de Tania. Suavemente empecé a deslizarlo dentro. – Mm… - Tania jadeó una vez más y empezó a mover las caderas. Con una facilidad que me sorprendió, metí todo el strap en el interior del culo de Tania. – Ah. – Tania gimió fuertemente al sentir el juguete dentro y aceleró el movimiento de sus caderas. Adaptándome a su ritmo, empecé a follarme a la rubia sirvienta de modo enérgico. Tras varios minutos, Tania volvió a correrse.

Las dos estábamos tumbadas la una junto a la otra mientras nuestra respiración volvía a su ritmo normal.

  • ¿Y bien? – Preguntó Tania. Tenía una mano sobre su pequeño pecho, el cual se movía visiblemente de arriba abajo. Su sexo brillaba y su ano permanecía ligeramente abierto aun cuando ya había sacado el strap de su interior.

  • Es…curioso. – Le respondí. – No imaginaba que se sintiera así. – Tania me sonrió una vez más-

  • ¿Quieres follarme de nuevo? – Me preguntó mientras se recostaba. Negué con la cabeza.

  • No, gracias. Esto cansa más de lo que pensaba. – Le dije sonriendo. Tania se rio y se incorporó por completo.

  • Entonces me toca. – Dijo con tono divertido. La mire extrañada y vi cómo me sostenía por las caderas y me quitaba el strap, dejando al are mi humedecido sexo. Se lo puso con facilidad y me sonrió. – Lista. – La miré con el miembro artificial en las piernas y al igual que ella antes separé mis piernas. Tania sonrió divertida y gateó por la cama. Sentí como el strap me rozaba el vientre y alcanzaba mis pechos. Con un último gateo, Tania puso sus piernas a los lados de mi cabeza, con el brillante strap frente a mis narices. Adivinando su intención, suspiré y abrí la boca. Tania no dudo en meterme el juguete. De nuevo el amargo sabor del ano de Tania inundó mi boca. Durante varios minutos permanecí con el juguete en la boca, hasta que finalmente Tania se separó de mí y con presteza y habilidad me metió el strap en mi sexo y empezó a follarme. Entre su técnica y mi excitación, Tania no tardó en lograr hacer que me corriera. Sin darme tiempo a descansar, Tania me volteó y de un rápido movimiento sacó el strap de mi sexo y lo metió en mi ano. Solté un fuerte gemido al sentir como el juguete se abría hueco en mi interior. Tania empezó a sodomizarme con un ritmo suave que poco a poco fue incrementándose. Al igual que yo había hecho con ella, mientras me sodomizaba Tania mantenía una de sus manos en mi sexo y me masturbaba enérgicamente. Tras unos minutos delirantes, me corrí por segunda vez.

  • ¿Mejor? – Preguntó Tania mientras jadeaba. Las dos estábamos tendidas en la cama agotadas.

  • S…Sí. – Le contesté también jadeante. – Cre…creo que…que le estoy cogiendo gusto… - Tania sonrió ante el comentario.

  • ¿A qué exactamente? – Preguntó. - ¿A lamer strap? ¿A qué te folle? ¿Sodomice? – Dijo con tono divertido. Cogí una almohada y le di en la cabeza a Tania.

  • A todo, tonta. – Le dije sonriendo. Tania me sonrió a su vez.

  • Eso está bien, porque hay que volver a limpiar el strap. – Replicó con tono travieso. Riendo, me di la vuelta y agarré el strap con la mano. Antes de ponerme a hacer nada, moví mis piernas y las puse a cada lado de Tania. Mi sexo quedó a la altura de su cara. – Mira tu. – Dijo con tono divertido la rubia.

-Yo también aprendo. – Le dije. – Auch – Noté como Tania metía su pulgar en mi ano.

  • Ya lo veo. – Sin sacar el dedo de mi ano, Tania empujó mi trasero para abajo y empezó a lamer mi sexo. Al sentir su lengua empecé a limpiar el strap. Lamía el juguete de arriba abajo, notando el sabor de mi propio sexo y ano. Lo introduje en mi boca y empecé a succionarlo. Tras un rato oí la voz de Tania. – Quítamelo Sonia, cómeme el coño. – Sin decir nada, le quité el strap a Tania y de inmediato me puse a devorar su sexo. – Mm…así. – Tania lamia de forma enérgica mi sexo. Sacó el pulgar de mi ano y en su lugar introdujo el índice, metiéndolo y sacándolo al ritmo de sus lamidas. Me apresuré a imitarla y le metí un dedo en su ano. Conociendo lo bien que la rubia llevaba las prácticas anales, me aventuré a introducirle un segundo dedo. Tania lo agradeció con un nuevo gemido. Continuamos lamiendo nuestros sexos y jugando con nuestros anos durante un buen rato, hasta que finalmente Tania logró que me corriese. Mis fluidos se deslizaron por su boca y la rubia los saboreó. Mientras estaba en ello logré que se corriera con unas intensas convulsiones de su sexo. Sus salados fluidos se deslizaron de su interior y los recogí con mi lengua. Volví a voltearme y quedé cabeza con cabeza con Tania. Las dos sonreíamos exhaustas. Tania alzó la mano que había estado jugando con mi trasero y la llevó hasta mi boca. Empecé a lamer los dedos que habían estado dentro y por segunda vez saboreé mi propio interior. Imitando a Tania, le ofrecí los dedos que había metido en su interior y la sirvienta empezó a succionarlos de forma enérgica. Estuvimos un rato así antes de levantarnos de la cama. Habíamos quedado empapadas de sudor y Tania me dijo que me fuera duchando mientras ella iba a por mi ropa. Por segunda vez en la mañana me duché y al salir Tania hizo lo mismo mientras me vestía. Pasamos el resto de la mañana en el salón charlando y viendo la tele.

A mediodía Tania recibió un mensaje de Rosa diciendo que ya salía de la oficina y que iría a por comida. Le preguntó si yo seguía en su casa y ante la respuesta afirmativa, Rosa dijo que traería comida para las tres entonces. Un rato más tarde finalmente llegó a casa con las bolsas de comida. Iba vestida con un traje pantalón de color negro, con una blusa blanca y zapatos de tacón negros.

  • Hola chicas. – Dijo Rosa nada más entrar.

  • Hola señora. – Respondió Tania mientras recogía las bolsas.

  • Hola Rosa. – La saludé yo.

  • ¿Qué tal el trabajo? – Preguntó Tania mientras iba a la cocina.

  • Aburrido. – Respondió Rosa. - ¿Qué tal vosotras?

  • Bien. – Le dije yo escuetamente.

  • Hemos estado jugando. – Dijo Tania desde la cocina. Automáticamente me sonrojé.

  • Jajajaja. – Se río Rosa. – Ya me figuraba. – Empezó a quitarse los zapatos de tacón. - ¿Qué habéis hecho? – Con su habitual falta de pudor, Tania le relató lo que habíamos estado haciendo durante la mañana mientras Rosa se metía en su cuarto. – Jajaja – Volvió a reírse cuando Tania terminó de contarle. Rosa salió de nuevo al salón vestida únicamente con una camiseta naranja y unas bragas negras. La informalidad del atuendo la hacía ver terriblemente sexy. - ¿Y qué te ha parecido follarte a Tania, Sonia? – Me preguntó Rosa mientras se sentaba en el sofá frente a mí. La aludida Tania salió de la cocina con un vaso de agua para Rosa.

  • Bueno…ha sido extraño, pero divertido. – Le respondí. Rosa me sonrió.

  • Me alegra que te gustará. – Dijo. – Así podremos hacerlo más veces. – Comentó con ligereza. Yo me sonrojé un poco pero sonreí. – Por cierto, quítate el vestido Sonia, hoy toca pasar el día en bragas. Dijo divertida Rosa mientras se levantaba un poco la camiseta y me enseñaba mejor sus bragas. – Tu también Tania, fuera uniforme.

  • Sí señora. – Contestó con presteza la rubia mientras se quitaba el vestido. Como de costumbre no llevaba ropa interior así que se quedó desnuda. - ¿Voy a por unas bragas? – Preguntó. Yo ya estaba quitándome el vestido naranja quedándome solo con las braguitas de encaje blancas.

  • Mm…no, quédate así Tanía. – Le respondió Rosa.

  • Sí señora.

Tania terminó de desnudarse y se fue a la cocina para servir la comida. Durante la misma estuvimos hablando de lo ocurrido la noche anterior. Me enteré que tras mi “accidente” Rosa, Tania y la otra Sonia habían seguido jugando durante un par de horas más. Al finalizar mi tocaya descansó un rato y regresó a su casa. No sería la única vez que coincidiera con ella, pero eso ya os lo cuento otro día. Terminamos de comer y Tania recogió la mesa.

  • Bueno chicas. – Dijo Rosa mientras se estiraba. - ¿Qué hacemos ahora? – Preguntó sonriendo.

  • Lo que le apetezca, señora. – Respondió rauda Tania. Rosa sonrió ante lo solicitó de su sirvienta.

  • Mm…veamos… - Rosa se quedó mirándome fijamente. - ¿Te apetece follarme Sonia? – Preguntó. Por un segundo me atragante ante el ofrecimiento. Como un tomate asentí. Rosa sonrió. – Ja, pues se siente. – Dijo divertida. – La única a la que dejo que me folle es a Tania. – Comentó sin dejar de sonreír de forma arrebatadora. Me avergoncé aún más ante la broma de Rosa. Tania sonrió también algo avergonzada, pero contenta. – Tania. – Rosa le hizo un gesto a su sirvienta para que se acercara y le susurró al oído.

  • Sí señora. – Dijo Tania y se fue a la habitación de Rosa.

  • Arrodíllate Sonia – Me ordenó Rosa. Algo extrañada la obedecí y me arrodille en el suelo frente a ella. Tania regresó en ese momento. Llevaba un strap y un par de esposas. – Gracias Tania. – Rosa cogió una de las esposas y me puso un extremo en la muñeca derecha. Para mi sorpresa, cerró el otro extremo sobre mi tobillo derecho. Luego hizo lo mismo con el otro juego de esposas en mi muñeca y tobillo izquierdo. Estaba en una posición en la que no podía moverme lo más mínimo. Rosa me sonrió de forma arrebatadora y se puso de pie frente a mí. Con una lentitud premeditada, se quitó las bragas negras frente a mis ojos. – Tania. – Dijo una vez más. Giré la cabeza hasta la sirvienta y pude ver como se había puesto el strap mientras Rosa me inmovilizaba. Rosa se reclinó un poco hacia mí a la vez que Tania se situaba a su espalda. Pude ver como el strap asomaba entre las piernas de Rosa cuando Tania se pegó a ella. Con una mano, Rosa agarró el strap y lo llevó hasta su sexo. Sin decir nada más, Tania empezó a follarse a Rosa delante de mis ojos. – Mm…bien Tania. – Rosa gemía de forma suave mientras Tania se movía a su espalda de forma cada vez más enérgica. – Mm. – Rosa gemía de forma suave, disfrutando de los movimientos de la sirvienta. Desde mi posición veía como el strap entraba y salía del interior del sexo de Rosa, el cual se volvía cada vez más brillante a causa de su creciente humedad. Mientras veía como ambas lo hacían, sentí un ardor recorrerme el cuerpo. Deseaba acercarme y lamer el sexo de Rosa, pero no podía moverme. Durante varios minutos permanecí inmóvil contemplando a las dos mujeres que me habían descubierto un mundo de nuevos y morbosos placeres dejarse llevar por la pasión. Con un fuerte gemido final, Rosa arqueó la espalda y se corrió.

Jadeando, las dos se separaron. El strap brillaba con los fluidos de Rosa. – Mm…muy bien Tania. – Felicitó a su sirvienta casi ronroneando.

  • Gracias señora. – Respondió la rubia con alegría. Rosa se sentó en el sofá frente a mí. No hizo gesto alguno para ocultar su sexo de mi vista.

  • ¿Qué te ha parecido Sonia? – Me preguntó sonriendo.

  • Frustrante. – Le dije mientras trataba de mover los brazos. Rosa sonrió con una de sus sonrisas arrebatadoras ante el comentario.

  • Bueno, no todo es siempre placer. – Dijo traviesa. – A veces toca sufrir un poquito, como ayer o ahora. – No pude evitar soltar un bufido al recordar los eventos de la pasada noche. Rosa sonrió una vez más. - ¿Tanto te avergüenza el haberte hecho pis delante de nosotras? – Roja como un tomate asentí. – Ains…Tania, arrodíllate. – Ordenó de repente.

  • Sí señora. – Respondió rauda Tania y se arrodilló. Aún llevaba puesto el strap. Rosa se puso en pie y se acercó hasta Tania. Se paró frente a ella, con su sexo justo encima de su cabeza. Esperaba que la sirvienta se pusiera a lamer el húmedo sexo de Rosa, pero en lugar de ello echó un poco la cabeza hacia atrás y abrió la boca adivinando las intenciones de su señora. Sin terminar de comprender lo que estaban haciendo, vi como Rosa separaba sus labios con una mano y casi de inmediato un fino chorro dorado salía de su interior e iba a para a boca abierta de Tania. ¡Rosa estaba haciendo pis delante de mí! ¡¡Estaba haciendo pis en la boca de Tania!! Con los ojos como platos, contemplé como la espectacular morena iba vaciando su vejiga sobre su rubia sirvienta, sin que esta hiciera gesto alguno por rechazar el dorado líquido. Tras lo que me pareció una eternidad, el chorro cesó. Para mayor incredulidad, vi como Tania tragaba el líquido que se había acumulado en su boca, para acto seguido llevar su boca al sexo de Rosa, el cual recorrió con grandes lametones. ¡¡Lo estaba limpiando!! – Bueno. – Dijo Rosa una vez Tania se separó de su sexo volviendo a su posición arrodillada. – Ahora también me has visto a mí hacer pis, empatadas. – Comentó sonriendo.

Después de la impactante acción de Rosa, esta me soltó las esposas. Me incorporé y me senté en el sofá aun incrédula. Tania no parecía mostrar molestia alguna por lo acontecido, salvo un ligero rubor. – Bueno Sonia. – Me dijo Rosa mientras volvía a sentarse. - ¿Qué te ha parecido? – Me preguntó. – No sabía muy bien cómo definir lo que sentía en ese momento.

  • Ha sido…impactante. – Logré articular. Rosa sonrió.

  • Suele serlo. – Replicó. – Y después de lo de anoche y lo de ahora, ¿quieres seguir jugando con nosotras? – La pregunta me tomo por sorpresa.

  • Yo… - Respondí dubitativa. – Uf…la verdad… - Notaba un nudo de emociones en el estómago. Una parte de mí, la racional y normal que me decía que solo cruzara los pasos de cebra en verde, me decía en ese momento que saliese de allí pitando. Pero para mi sorpresa, esa era la voz que más débil sonaba. La que más fuerte sonaba es la que solía decirme que el helado esta mejor con chocolate fundido por encima, y esa voz gritaba un sí con tono orgásmico en mi cabeza. – Sí… - Dije finalmente. – Sí que quiero. Lo de ayer…bueno, no me gustó. La parte de…bueno, del pis. – Había empezado a hablar y no me veía capaz de parar. – Y los azotes. Bueno, los suaves… - Hice el gesto de las comillas con los dedos. – …estaban bien. Los primeros dolían mucho. Esos no me gustaron. Y lo de hoy, lo de ahora…bueno, me ha gustado lo de strap con Tania, y también veros a las dos haciéndolo, aunque fuese frustrante. Quería comerte el coño… - Me puse roja de nuevo. - ¿Eso lo he dicho en voz alta verdad? – Rosa simplemente asintió sonriendo. – Bueno, pues si, quería comértelo. Y sí, creo que quiero seguir jugando con vosotras. – Terminé de decir. Rosa miró a Tania sin dejar de sonreír. La rubia sirviente le devolvió la sonrisa.

  • Bueno Sonia, nosotras también queremos que quieras jugar más con nosotras. – Rosa me dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas. – Y como muestra de ello, voy a dejarte hacerlo. – Comentó alegre.

  • ¿El qué? – Pregunté extrañada.

  • Comerme el coño. – Respondió divertida. No pude evitar sonreír yo también. Me puse en pie y me acerque hasta Rosa. Me arrodille frente a ella y empecé a devorar su sexo. No pasó ni un minuto cuando sentí a Tania ponerse tras de mí y empezar a meterme el strap por mi sexo. Rosa intercambió posiciones con Tania pasado un rato y finalmente fue la rubia quien lamió nuestros sexos mientras la fallábamos por turnos con el strap.

Para cuando cayó la noche, estaba realmente agotada por la intensa jornada de sexo. Sumado a la experiencia de la noche del sábado, este se había convertido en el fin de semana más agotador de mi vida. Y en el más placentero. Para cuando me disponía a salir del piso de Rosa, esta se me acercó con un paquete en las manos, el cual me ofreció.

  • ¿Y esto? – Pregunté.

-Ábrelo. – Dijo divertida. Conociéndola como estaba haciendo, me imagine que se trataría de algún juguete de los suyos. Abrí el paquete y comprobé que había acertado. Se trataba de un plug transparente de buen tamaño y rígido.

  • Qué sorpresa. – Le dije de forma irónica. – Muchas gracias Rosa. – Le respondí con sinceridad.

  • No hay de qué. – Respondió. – Pero este juguete viene con instrucciones. – Mire el paquete en busca de una nota o algo. – No tonta, instrucciones mías. – Dijo divertida.

  • ¿Cuáles? – Dije algo avergonzada.

  • Son fáciles. – Dijo. – Desde mañana, treinta minutos al día. – Me quedé mirando a Rosa perpleja.

  • ¿Quieres decir…? – Repliqué. - ¿Qué me lo meta media hora todos los días por…ahí?

  • No, Sonia, por ahí no, por el culo. – Replicó divertida. – Ya te dije anoche que había que trabajar en tu dilatación anal, te cuesta demasiado. – Explicó con toda normalidad. – Así que quiero que a partir de mañana empieces a dilatar tu culo metiéndote el strap media hora todos los días. – Terminó de explicar. - ¿Entendido? – Asentí sorprendida, tanto por la tarea como por el hecho de estar aceptándola sin más. – Dilo Sonia.

  • Entendido. – Dije

  • Dilo todo, Sonia. – Dijo Rosa sin perder el tono divertido, aunque con autoridad.

  • Tengo que meterme el strap en…en el culo media hora todos los días. – Dije finalmente enrojeciendo.

  • Mejor. – Dijo Rosa sonriendo. Me dio un beso en los labios y se despidió de mí.

¿Qué tal? Espero que os haya gustado como fue la mañana siguiente a mi encuentro con mi tocaya. Tal como Rosa me había pedido (más bien ordenado), empecé a meterle el strap todos los días para ir dilatando mi trasero. Y bueno, no entraré en detalles, pero ¡funcionó! A día de hoy puedo decir con orgullo (y tremenda vergüenza) que tengo un culo capaz de albergar juguetes y miembros con una facilidad que son la delicia de Rosa, Tania y de alguna que otra pareja ocasional. Espero que hayáis disfrutado leyendo tanto como yo rememorándolo. ¡Dentro de poco más!