Un domingo de lluvia

Aún recordando aquella noche, aún deseando tanto repetirla, me pesa en el medio del pecho la certeza de que no es posible.

Es un domingo de lluvia, triste y nostálgico. Me dispuse a trabajar y sucumbí a la tentación de llenar el ambiente con música de fondo que me hiciera cálida compañía. Encontré una que me llamó la atención, She, e inmediatamente la coloqué en el reproductor no sin antes configurar la repetición automática.

De por sí sola, esa música me sumerge en un estado de melancolía y cierta envidia. Envidia de aquella que fuera destinataria de su letra, palabras tan sublimes y poderosas al mismo tiempo. Debería sentirse afortunada, más que orgullosa, aquella mujer a quien un hombre fuera capaz de decirle "She may be the reason I survive". Ser la razón por la que alguien sobrevive es más que suficiente para agradecer a la vida.

Pero al margen de lo que despierte en mí, She me volvió a traer a la memoria recuerdos de aquella noche contigo… No sé si fue deliberado que hayas buscado estar a solas conmigo… No sé si fue planeado que me hayas llevado a aquel hotel… Tampoco sé si fue calculado que hayas puesto esa música, precisamente She, como queriéndome decir todo cuanto ella expresa.

Dudo si quiero creer que fue todo meticulosamente armado o prefiero creer que solo fue un dejarse llevar por parte de ambos. De lo único que estoy segura es de que esos momentos aún me sobrecogen al evocarlos… quisiera retornar a aquel preciso instante en que decidimos compartir otro tipo de intimidad al que estábamos acostumbrados.

Aunque si retornara, lo quisiera hacer con la misma sensación de que nada importa más que ese momento, más que esas caricias, más que esos besos, que ese contacto entre nuestros cuerpos, entre nuestras almas, entre tú y yo… Que nada más importa que ese pequeño tiempo y pequeño espacio en que seríamos el uno del otro, aunque el mundo se viniera abajo.

Aún recordando aquella noche, aún deseando tanto repetirla, me pesa en el medio del pecho la certeza de que no es posible. Llegué tarde, ¿no?, lo sé. Ya no es el momento. Quizás hace unos años, sí, pero ahora no tengo derecho… Derecho a extrañarte como lo hago. Derecho a desear estar a solas contigo, sin ropa, contemplándonos, mimándonos, recorriendo los recónditos senderos del placer con infinita pasión, con infinita ternura.

Te cansaste de buscarme tantos años y cuando por fin me di cuenta de que ahí estabas, que eras hombre y yo mujer, ya tenías dueña. No sé si pude cambiar esa realidad con tan solo decirte lo que sentí luego de ese encuentro. Me lo preguntaste, lo sé, sin embargo, no tuve valor porque no sé definir lo que me pasa contigo.

Te extraño, te necesito, te deseo… pero no me queda más en esta tarde gris, triste y lluviosa en que no sé nada de ti, que aferrarme a la intensidad de las imágenes que She despierta en mí. Aferrarme a las ganas de que me abraces y me susurres al oído que seré "el rostro que no puedes olvidar".