Un domingo cualquiera (Real Madrid-Atlético)

Un partido entre el Madrid y el Atleti es siempre un partido interesante. Para que disfruten los amantes del fútbol (y del sexo).

Para él era un gran día, un domingo especial como pocos. Porque aunque una tarde de fútbol siempre es especial, en un partido entre el Madrid y el Atlético existe la rivalidad que se da entre los equipos de una misma ciudad y que la tradición no ha hecho sino aumentar. Estaba muy claro: su equipo le necesitaba y apoyaría al Madrid, que triunfaría con certeza, bien acompañado de los amigos y disfrutando de las ventajas de pagar el canal digital.

Para ella era un domingo cualquiera, una tarde típica de fútbol en que él invitaría a sus amigotes para pasarlo en grande (si ganaba el Madrid, claro) riendo y gritando a los jugadores como si éstos pudieran escucharles. Él la ignoraría y toda su atención sería para las treinta y seis pulgadas de aquel televisor que tanto se había empeñado en comprar, para luego no soltar nunca el mando a distancia.

Los tres amigos de siempre llegaron media hora antes del partido. La saludaron y luego los cuatro empezaron a hablar de la inminente victoria del Madrid como si no existiera. Sonia – así se llama la protagonista de nuestra historia - les escuchaba con gesto agrio, hasta que les interrumpió para hablar un momento a solas con su marido.

  • ¿Qué ocurre, cariño?

  • Es que todos los domingos son iguales. Nunca me sacas a ningún sitio.

  • Ya estamos con la historia de siempre. Mujer, no exageres. Además no todos los domingos son iguales: algunas semanas el Madrid juega el sábado...

A ella poca gracia le hizo el comentario.

  • ¿Y no te gustaría que hiciésemos algo divertido? – le sugirió mientras se le acercaba insinuante y susurrándole al oído.

Lo cierto es que ella era una mujer hermosa. Hace unos años él se habría vuelto loco con ese tono de voz y no hubiera pensado en otra cosa que en sexo. Pero los escasos cinco años que llevaban como pareja habían bastado para que se impusiera la rutina. Ahora Carlos apenas percibía el atractivo de su mujer, cosa que sus amigos sí hacían y la miraban de reojo sin que él se diera ni cuenta.

  • Después. Luego tendremos tiempo de hacer eso... – le respondió él tratando de parecer cariñoso, pero ella le evitó.

  • Está bien, entonces me voy a ver a mi hermana. Volveré tarde.

  • Vamos, no te enfades – pidió conciliador.

Ella no quiso escucharle más y salió dando un portazo.

  • Mujeres, sólo piensan en quitarnos el fútbol – comentó antes de sentarse con los amigos y olvidarlo todo para disfrutar del Madrid.

En la peña atlética del barrio estaban muy sorprendidos con la ausencia de Manuel. No había faltado una sola vez hasta entonces a la cita obligada de los fines de semana. Entonces se reunían los miembros de la peña en el bar del Ballesteros, presidente y fundador de la misma, y lo pasaban en grande entre goles, ilusiones y desilusiones (y el atleti no les daba pocas), y las tapas del Ballesteros (de nombre Rencesvinto, pero a nadie, empezando por él mismo, gustaba el nombre y preferían llamarle por el apellido).

Y ahora Manuel decía que no podía ir aquella semana por una urgencia.

  • Oye, no se habrá muerto tu padre – le había dicho atónito el Ballesteros cuando le había llamado con el móvil para preguntar por qué no estaba allí.

  • ¡No seas animal! ¿Cómo se te ocurre decirme eso?

  • Joder, es que para perderse un partido así, o se muere tu padre o tu madre o algo por el estilo.

  • He dicho que no puedo ir. Ya te explicaré. Un saludo a toda la peña, nos vemos – y cortó inmediatamente la conversación.

Pero el Ballesteros y demás gente de la peña hubieran alucinado (y se hubieran puesto furiosos) de ver a Manuel ocupado en buscar todos los objetos con los que, como buen forofo, decoraba su piso de soltero. Había que descolgar las fotos enmarcadas de los jugadores. Tampoco se salvarían los trofeos en miniatura ni el poster de Fernando Torres. Hasta una maqueta del estadio Vicente Calderón había allí. No fue perdonada y acabó amontonada con el resto al fondo de un armario.

Sonó el timbre. Por los pelos había podido esconderlo todo.

  • Espero que el Atleti me perdone por esto... – dijo para sí, deseando que mereciese la pena el sacrificio; y echó un último repaso de emergencia antes de correr a abrir.

  • Es que realmente no entiendo cómo os gusta tanto el fútbol. ¡Sí sólo son veintidós tíos detrás de una pelota! – le decía Sonia a Manuel.

Sonia no había ido a casa de su hermana. La verdad es que no había ido muy lejos, apenas había caminado los pocos escalones que había entre su piso y el que estaba precisamente debajo, que era el de Manuel.

  • Bueno, a todos no. Ya sé que a ti no te gusta el fútbol – corrigió ella con una sonrisa y esos preciosos ojos claros que tenía.

  • A mí la verdad es que no me atrae la idea de perder una tarde viendo fútbol. Y menos teniendo una mujer tan guapa. Por cierto, ¿de qué equipo es tu marido?

  • Es del Real Madrid, pero ¿por qué lo preguntas?

  • No, por nada... –para sus adentros Manuel se sintió mucho mejor. Ya estaba traicionando bastante a su Atleti como para que el marido fuera otro atlético como él, pero un madridista era otra cosa.

  • Yo soy una mujer con intereses culturales. Siempre le digo que vayamos a museos, exposiciones, conciertos... y cuando consigo que me acompañe es para oírle bostezar continuamente; acabo prefiriendo ir con una amiga – le explicó Sonia con tristeza.

  • Tienes toda la razón. Yo también tengo mis inquietudes culturales. Tengo que ir a ver El Prado ese un día de éstos.

  • Ya ni siquiera le atraigo. Me ignora. Prefiere ver el culo de Ronaldo al mío... – dijo descorazonada y acercándose a él buscando consuelo... y algo más, por supuesto.

Pues tu marido no tiene vergüenza, porque menudo culo tienes... y qué tetas pensó él echando una miradita a su escote antes de besarla. Un morreo en el sofá era un buen comienzo para que subiera la temperatura. Ella lo deseaba más aun que él porque no es que no tuviera ya sexo con Jorge, pero sí con menos frecuencia que antes y seguía teniendo las mismas necesidades...

Ésta necesita que la goleen se decía Manuel mientras trataba de llegar con las manos hasta su culo.

Sonia dejó de besarle y se levantó.

  • Ahora dime: ¿qué delantera prefieres, la mía o la del Madrid? – preguntó ella, y para ilustrarlo mejor se quitó el jersey dejando un sujetador muy prieto a la vista de Manuel.

Manuel no tuvo ninguna duda. A los "galácticos" del Madrid no podía verlos ni en pintura (malas puñaladas les dieran a todos), pero aquellas tetas sí eran de otra galaxia, ¡menudo par de planetas!, y se lanzó a tocarlas. No disimuló en absoluto lo que le gustaba y eso encantaba a Sonia, que ya tenía ganas de que alguien apreciase sus pechos. Había que quitar el sujetador cuanto antes.

  • ¡Que falta ni que mierda de árbitro! – sonó la voz de uno de los amigotes de Jorge desde arriba y le recordó a Manuel por un momento que el partido había empezado.

No pensó en ello ni diez segundos. Él tenía su propio partido y el problema era desenganchar cuanto antes el sujetador de Sonia. ¡Ya estaba! ¡Y cómo surgieron aquellas tetas increíbles delante de él! Se lanzó a besarlas y a tocarlas y moverlas con sus manos hasta que ella le interrumpió para quitarle el jersey. Desnudos estaban mucho más cómodos para magrearse. Manuel alucinaba con aquellos pechos y lo que quería era gozar de esas tetas. Se lanzaba a ellas y comía los pezones como si pudiera tragárselas enteras. Hacía demasiado tiempo que no tocaban con ese entusiasmo sus pechos y Sonia agradecía sentir su lengua y sus dedos imparables; su boca era una ancha sonrisa. Antes, Jorge, que entonces era su novio, hacía lo mismo y acariciaba sus pezones como si no hubiese otra cosa mejor que hacer en el mundo.

Era un buen calentamiento pero allí hacía falta golear.

  • Vamos al dormitorio.

La distancia que había entre el salón y el dormitorio fue más que suficiente para que acabasen de desnudarse con bastante prisa. Ya en la cama, él quiso lanzarse sobre su cuerpo pero ella quería algo distinto. Estaba harta de hacer el misionero con Jorge, había que probar otra cosa. A Manuel le daba igual la postura porque allí había partido y estaba ya completamente empalmado. Dejó que Sonia se colocase sobre él; mejor: podía ver así sus pechos moverse sobre él mientras empujaba hacía arriba. Ella cogió sin ningún pudor lo que tenía entre sus piernas para que entrara en ella. Lo hizo sin problema porque estaba bien húmeda ya con la forma en que él le había tocado los pechos

¡Cómo se movía sobre él! Parecía que ella no hubiera follado en seis meses por la forma de mover las caderas y no gemía más por temor a que la oyeran arriba. Tampoco le faltaba entusiasmo a Manuel, que no podía pedir más al creador.

  • Mmm... Vamos, córrete... ya – le suplicó Sonia.

  • Pero que conste que quedamos uno a cero – le susurró él.

Ella rió la gracia y luego se mordió el labio de gusto cuando él eyaculó dentro de ella, inundándola de placer y semen. ¡Qué buen comienzo! pensó Manuel.

En ese momento el árbitro pitó el final del primer tiempo: ninguno de los dos equipos había marcado aún. Desde luego, Manuel aprovechó el descanso porque lo necesitaba y se fue a beber un vaso de agua. Pero ella fue desnuda tras él para que no se retrasara demasiado y llevarlo de vuelta a la habitación. Quedaba toda una segunda parte por delante y era mejor empezar el calentamiento... ¿y qué mejor forma que una felación?

Hacía tiempo que no obsequiaba a su marido chupándole la polla pero Manuel comprobó que no había perdido nada de práctica por la forma en que deshacía la punta de su pene a lengüetazos. Así se puso fácilmente bien tiesa de nuevo. Fue a él a quien tocó pedir clemencia entonces:

  • Dios, qué bueno... para ya o me voy a correr en tu boca.

Ella la sacó de su boca para contestar:

  • Vale, pero quedamos empatados.

Tuvo que ceder o ella habría terminado con todas sus fuerzas obligándole a correrse en su boca.

Con un empate a uno su partido volvía a ponerse interesante, bastante más que el que se jugaba en el Santiago Bernabeu. Para cambiar la alineación ahora ella se colocó a cuatro patas sobre la cama y él encima. Manuel se puso las pilas: había que remontar. Metió su pene entre las piernas de Sonia hasta alcanzar su coño y empezar a empujar. Y empujaba y empujaba, y ella jadeaba suavemente. Por lo menos al principio, porque luego tuvo que morder la almohada no pudiendo desahogarse más gimiendo sin que la hubieran oído. Menudo partido estaba haciendo Manuel. La polla entraba y salía y las caderas de la chica se movían al mismo ritmo. Él le manoseaba los pechos, porque le daba más fuerzas, y le pellizcaba los pechos.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!!!!!!!!!

El Madrid había marcado. Una asistencia de Figo a Ronaldo había terminado en gol y Jorge y sus amigos se abrazaban y bailaban, casi cayéndoles las lágrimas de alegría. Jorge era feliz pero no se hubiera sentido tan feliz si hubiera sabido que unos metros más abajo un "colchonero" estaba poniendo a punto a su esposa. El partido entre Manuel y Sonia aún no había terminado.

Manuel se preguntó un momento quién habría marcado pero lo que él quería era golear de una vez y correrse de nuevo en ella. Sonia ya estaba deseándolo. Dejó de morder la almohada para suplicarle con una voz bastante descompuesta:

  • Vamos, córrete ya.

  • Entonces la victoria es para mí.

El esfuerzo se vio recompensado y por fin soltó todo el semen que le quedaba dentro, resbalando parte por las piernas de Sonia, que mordió furiosa la almohada hasta desgarrarla. Luego se dejó caer rendida sobre la sabana y él sobre ella.

¡Qué gran partido! Había ganado dos a uno y ella, aunque perdedora, había quedado encantada...Permanecieron un buen rato sin decir nada allí desnudos, recuperándose de tanto ejercicio, antes de que ella se incorporara para vestirse.

  • Dos a uno... Excelente partido, ¿no? – bromeó ella.

  • Sí, pero se puede mejorar. Me veo capaz de hacer una goleada.

  • Menos lobos, caperucita. Pero sí, habrá que repetir que yo quiero revancha – respondió Sonia con una sonrisa.

Estaba claro que habría más "partidos".

Cuando Sonia regresó a su casa (y no tardó dos minutos en hacerlo desde que salió de la casa de Manuel) encontró a su marido en el sofá viendo los detalles del partido en un programa especial. Los amigos se habían ido ya y quedaban las latas de cerveza vacías y las migas de los bocadillos en la alfombra.

  • ¿Qué tal, cariño?

  • De fábula, el partido ha terminado y ha ganado el Madrid, como era de esperar. Y tú, ¿qué tal con tu hermana?

  • Muy bien, te envía recuerdos.

  • Oye, ¿no decías antes que te apetecía hacer algo?

  • Déjalo, me siento cansada.

Él siguió viendo el reportaje sobre el partido y ella no pudo menos que mirarle y pensar con malicia Y el próximo fin de semana, el Madrid-Barcelona. ¡Qué bien me lo voy a pasar sin ti!

Manuel se sentó y se tomó una cerveza feliz y en silencio. Encendió la radio para saber qué había pasado con el partido y supo que el Atleti había perdido por un gol a cero.

  • De todas formas, ha sido un domingo perfecto... ¿o hubiera sido mejor que ganara el Atleti?

Nunca se puede tenerlo todo en la vida.