Un día real
Una persona cualquiera tiene una experiencia especial.
Hola a todos, lo primero que quiero hacer es saludar a esta magnifica sociedad que componemos todos aquellos que nos gusta los relatos como forma de intensificar todas aquellas emociones que nos gustan leer o ser leídos sea ficticio o real.
Ante todo presentarme pues he leído muchos relatos pero por unas cosas u otras no he participado activamente en la Web.
Se que hay mucha gente de todos los países hispanohablantes y me gusta leer de todo tipo de relatos por la riqueza del lenguaje hispano.
Bueno, no me quiero enrollar mas, como señas decir que soy español, y que la historia que voy a relatar, por ser la primera, es totalmente verídica, únicamente cambiaré nombres y lugares como es lógico en cualquier relato real, aunque sin alterar los hechos reales.
A cualquier persona asidua a esta Web, mi historia podrá parecer Light o poco creíble. No importa. Vosotros mismos. Solo decir que es verídica y como no me dirijo a nadie en particular no pierdo nada "mintiendo".
José y yo currábamos en la misma empresa. Desde el principio nos caímos bien. Gustos musicales, forma de ser, naturalidad y aficiones.
El era mi superior, pero pronto tuvimos la suficiente confianza para obviar este hecho y tratarnos como amígueles.
Según pasaban las semanas pasábamos más tiempos juntos después del trabajo. Nos quedábamos después del trabajo y nos tomábamos unas cañas y charlábamos hasta bien tarde. Hasta nos apuntamos a un gimnasio al lado del trabajo disfrutando esas horas en las cuales se supone que todo lo que te rodea durante el día (tu curro) haces lo imposible por alejarte: nos lo pasábamos de lujo. Empezábamos a ser amigos.
José, todos los días tenía que cuadrar las cuentas. Y un día había un error en la contabilidad de 2 millones de pesetas (hablamos del 2000). Ese día tocaba gimnasio, pero José, me pidió ayuda para repasar las cuentas. No podían faltar 12000 euros..
Nos tiramos mucho rato. Hasta que al final, logré rectificar un albarán que estaba mal redactado, cuadrando las cuentas. Mi amigo estaba tan contento, que me dijo que me invitaba a un bar de striptease, que había cerca del curro. A mi no me apetecía. Joder, era miércoles, no habría nadie y no me apetecía una copa. No soy un santo pero hay días que no te apetece.
Al final pudo el más y nos fuimos al local, invitándome a un pelotazo.
Lo mas curioso es que una vez dentro, en vez de ver a las tías, coño, que las veíamos, lo que mas hicimos fue charlar, pues nos conocíamos poco, pero coincidíamos en muchas cosas. No estoy hablando de nada gay, ni nada por el estilo, no me malinterpretéis. Es que en esta vida, ¿cuantos amigos verdaderos llegas a tener? Muy pocos. Siempre me dio la impresión que José y yo haríamos buenas migas y a partir de esa noche mi premonición tomaría cuerpo.
Por raro que parezca, nos entraron dos rusas que estaban pululando por allí a la busca y captura de clientes: ellas hablan contigo a cambio que las invitaras a una copa (18 euros) pudiendo magrearlas y pasarte un poco con ellas.
Imaginaos, recién salidos del curro, con barba de 3 días, con la ropa del trabajo. En mi vida habrá pensado que ligaría así. Sin embargo, gracias a nuestro desparpajo, y a que (según ellas más tarde), éramos las únicas personas que no estábamos manchados de mierda, y que aparentábamos, lo que realmente éramos. Dos "amigos" hablando de cosas casi sin importar, lo que había delante (era inevitable mirar esos cuerpazos).
Cuando llevaba hablando un buen rato con la rusa que me había "tocado", ella me dijo que no conocía muy bien Madrid. Yo para seguirle el rollo le repliqué que nada como un madrileño para enseñarle Madrid.
Ni corta ni perezosa me contestó:
- Mañana es mi día libre, podríamos quedar y me enseñas el centro.
Yo muy alegremente. Le dije que si. Que lo que quisiera. Riéndome y siguiéndole la supuesta broma. Era inconcebible que una tía así estuviera interesada en un cliente, que además no es algo excepcional.
Para mas señas: Soy un tío relativamente bajito (1,70), Fuerte, pelo moreno, ojos marrones, y creo que bastante atractivo, que no guapo; sinceramente. Con un aparato ni grande ni pequeño. Digamos proporcionado.
Ni que decir tiene, que mi primera reacción fue de incredulidad. Luego de estupor. Mas tarde, cuando me cercioré, me acojoné vivo.
Joder tengo experiencia, pero estas son palabras mayores. Estamos hablando de una tía, físicamente imponente: ojos grises, cara de ángel y cuerpo de puta.
El día siguiente, siempre lo recordaré por lo acojonado y nervioso que estaba. Antes de la hora, me metí en un bar, cascándome un cubata casi de un trago a ver si calmaba los nervios.
Tuve que recurrir a una nueva poción, a ver si mis piernas, y por ende mi estabilidad, formaban una posición coherente a la situación.
Cuando nos encontramos, todos esos preocupantes síntomas desaparecieron, y dieron lugar a una especie de orgullo exacerbado al hallarme con una criatura irreal, casi divina, que conjugaba todos los verbos que intentaba pronunciar.
Realmente, era un espectáculo. Con su piel blanca como la nieve y sus ojos grises, delataba a todas claras su procedencia. Y yo era el rey de la pista. Joder que si lo era. Iba como el gallo del corral que sabe que es el macho dominante. Así iba yo. Seguro de mi mismo y de la fantasía echa realidad que tenía a mi lado.
Empezamos a vernos más, pero como ellas curraban todos los días, hasta las 4 de la mañana lo que hacíamos era estar con ellas dentro del garito. Mi amigo también se había encariñado de otra tía. Al acabar las esperábamos a la salida (por una puerta trasera) y nos íbamos de fiesta lo que quedaba de noche. Daba igual la noche. Madrid para eso, se las pinta sola.
Mientras estuvimos juntos vivimos muchas historias, para ella era diferente, porque según me dio a entender, empezaba a enamorarse, y eso no entraba dentro de sus planes. Tenía un hijo, me sacaba 10 años y no quería algo pasajero. Ella sabía que si yo estaba con ella era por el gran morbo de estar con una stripper, y realmente no se equivocaba, aunque nunca llego a saber que yo sentía mucho mas de lo que aparentaba. Realmente me daba pavor, estar con alguien como ella. Todo el día pendiente de su gran físico (no pasaba desapercibida), un hijo suyo, y una vida diferente a la que conocía. No era cuestión de dinero. Ella estaba forrada y no le importaba que yo fuera "pobre", así de claro.
Lo hicimos varias veces, pero siempre recordaré una vez. Realmente la vez. No lo hicimos en ese momento, pero la complicidad que surgió de ese momento no creo que lo vuelva a vivir jamás:
Ella siempre tenía reservado al publico el mejor espectáculo. Era la que mejor se movía y la que incitaba y exaltaba mejor y mas al publico. Su show, consistía primero en un número erótico, para después sacar a alguien del público, siempre al azar, sin estar conchabado con nadie, y montar cada noche un espectáculo original, diferente, porque siempre era diferente la persona que elegía. Y siempre con unos límites.
Aquella noche, cuando el espectáculo (el global) iba por la mitad, ella me hizo llamar mediante un camarero, me fui detrás de la barra a hablar con ella:
Esta noche quiero hacer el espectáculo contigo- me soltó a bocajarro.
Vale- fue mi respuesta, sin tiempo de meditarlo, con una gran sonrisa en los labios.
Mas tarde cuando me senté con mi amigo, me di cuenta de la situación: Ese día, una despedida de soltero, había como 30 tíos, jaleando y gritando todo el rato; los 6 o 7 tíos de todos los días, y un par de parejas. Creo que estaban allí por el morbo.
Esa noche yo llevaba 1 gramo de coca. Se que hay mucha gente no le gusta esto, de hecho yo ya no pruebo nada, pero cuento la verdad, lo que pasó esa noche.
Tenía tantos nervios que fui al baño (los camareros ya me conocían). Me hice dos grandes rayas y me bebí el cubata que llevaba de un solo trago.
Lo que ocurrió esa noche cuando a ella le tocó elegir un tío que saliera e hiciese su número fue algo que siempre recordaré
Su mirada se paseaba deliberadamente alrededor de la sala, aunque su elección, ansiada por muchos de los que estaban en la sala, era testimonial. Con el dedo acusador me apuntó decidida y desafiante. Yo, sin saber lo que realmente me esperaba salí raudo, temeroso de que mis piernas me fallaran en aquel preciso momento.
Me subí a la tarima, con una cama redonda en su superficie y me cogió de una mano, con la complicidad de dos compinches.decididos a perpetrar una fechoría.
A pesar que todos los de la despedida, que eran unos cuantos, jaleaban y gritaban estruendosamente, apenas me enteraba de nada. No me enteré al principio, cuando ella me desnudaba rápida, pero sensualmente, y tampoco me enteré cuando el público en general, enmudeció cuando ella y yo nos besábamos desaforadamente, explorando todos nuestros rincones, sin importarnos que las potentes luces dieran, sobrada cuenta, de todos nuestros quehaceres.
Todo el mundo asistía atentamente, a un espectáculo que nunca se dio hasta entonces:
Ella esparció nata alrededor de mi cuerpo desnudo, mientras yo me arqueaba y me dejaba hacer. Con gran pasión lamió todo mi cuerpo haciendo hincapié en mi miembro y después en mi boca, sosteniendo un beso que nunca se daba en ese espectáculo. Las chicas, por principios, nunca besan a los tíos que sacan.
Yo besaba, mordía, arañaba todo su cuerpo. El clímax llegó cuando ella se penetraba por el culo un consolador de cristal y yo le lamía con fruición el clítoris. Antes de que pudiéramos corrernos, ella dio por concluido el espectáculo y mientras volvía, abotonándome mi atuendo, era vitoreado por la sala, y no paraban de decirme lo machito que era y lo bien que lo había hecho.
Apenas si me di cuenta de aquello (mas tarde, me lo contaría mi amigo). De lo que si me di cuenta, fue que aquellos momentos, habían sido los mejores de mi vida. El morbo de estar delante de personas (casi todo tíos), con los focos delatándote, siendo objeto de miradas, mezcla de admiración, divertimento, envidia y exaltación del momento. Descubrí que lo que más me excitaba era hacerlo de otra gente. Para mi no hay cosa igual.
Esa misma noche tuve una oferta para currar en la sala, no por mi tamaño, que ya he dicho que es normal. Sino porque, según el dueño, es difícil encontrar a gente que no se venga "abajo" en publico. Que podía hacer un número como el que había hecho o actuar en cabinas.
Nunca lo consideré. A pesar que no he vuelto a sentir lo mismo, me negué a que las sensaciones mas fuertes y que más me han marcado fueran moneda corriente.
Quizás tenga otro día como este. Quizás se alíen los dioses y me concedan ese deseo que aunque guardado y ocultado celosamente en este documento anónimo, me devuelvan una parte de mi yo, que yace en esa cama artificial llena de luces y deseos.