Un día normal (2)

Las vida sigue su curso. Un amigo reaparece y hay un cambio de planes.

El sonido de mi celular nos despertó del estado de profunda relajación en que nos encontrábamos. Me estiré con ese movimiento felino que tanto le gusta a mis amantes y contesté el aparato mientras Mary y Estrella se dedicaban dulces caricias.

Hola- dije con pereza.

Hola Mónica, ¿cómo estás?- respondió la voz masculina al otro lado.

Excelente- dije en un ronroneo, pues ahora Mary y Estrella dedicaban sus labios y dedos a mi concha y mis senos.

Sí, se te escucha EXCELENTE. ¿Cómo te estás portando?

Mmm... bieeen- dije, para después dejar escapar un suspiro.

Cierto. ¿Te portas bien con amigas o con amigos?- me dijo con un tonito de burla.

Ohhh... sí chicas... mmm- dije sin ninguna vergüenza. Mary me succionaba los pechos con ansias y Estrella dedicaba sus mejores artes en lograr que me mojara de nuevo.- Daniel, lo que me quieras decir, dímelo rápido; que tengo dos cuquitas que esperan la visita de mi lengua y no quiero dejarlas esperando.

Cuando me llamaste hace un par de días no sonabas tan desesperada por conchas. Hasta sospeché que extrañabas mi verga.

Siiiii..... ahhh...

Bueno, se nota que estás ocupada. Te lo diré rápido: Acabo de llegar de Nueva York y me ha encantado tu mensaje prometiéndome una mamada de dioses. Te espero en mi apartamento en una hora y media. No vayas a llegar tarde.- Y sin más cortó la comunicación.

Bueno chicas, vamos a terminar rápido que tengo una cita con Daniel- dije después de terminar la llamada. Volvimos a dedicarnos un beso profundo y empezamos a recoger nuestras cosas, tratando de acomodarnos lo más rápido posible, ya que yo tenía que regresar a casa, darme un baño y arreglarme para mi cita con Daniel.

Salimos de "nuestro" probador y enfilamos hacia la caja con la valiosa mercancía. Al dueño del local, un viejo de unos 60 años, bajito, con una panza horrible y una prominente calva nos miraba con lujuria. Yo sabía que inmediatamente saliéramos del almacén iría a encerrarse en aquella habitación que dejamos impregnada con aroma a sexo para hacerse una paja olímpica a nuestra salud. No me importó. Me gusta ser deseada por hombres y mujeres, no importa quienes sean.

Salí casi corriendo de la tienda cargada de paquetes. Los planes habían cambiado rotundamente, ya no iría a comer con Mary y Estrella, así que me despedí a la carrera y subí a mi coche. Casi no tenía tiempo para nada. Hoy precisamente tenía una cita en el cine con Miguel, un "amigo", y además de eso la llamada de Daniel. No quería cancelar la cita con Miguel, pues después de tanto tiempo de conocernos, por fin sentía que podía hacer un acercamiento a su ingle. Mi mente estaba a toda velocidad en ese momento, al igual que mi auto. Instintivamente esquivaba los autos y muchos peatones me maldijeron en el camino.

Presurosamente bajé del auto, con todos los paquetes y entre a mi apartamento. Casi no tenía tiempo. Debía hacer un par de llamadas si no quería perderme ninguna de las oportunidades que había esa noche, un futuro encuentro con Miguel y sexo ardiente con Daniel.

Apenas entre a mi apartamento tiré en un sillón los paquetes y empecé a desnudarme mientras buscaba el teléfono. Marqué el número de Miguel al mismo tiempo en que me dirigía al baño a preparar la bañera.

Hola- contestó una voz femenina al otro lado.

Hola Luisa, ¿cómo estás?- contesté mientras abría las llaves de agua para templarla.

¡Mónica, que sorpresa escucharte!- dijo Luisa.

Luisa es una amiga de mi hermana mayor, a quien la vida le dio un marido guapísimo (Miguel), pero algo retraído. Todo un reto el conquistarlo, meta que decidí alcanzar después de ver su casi perfecto cuerpo un día en que disfrutábamos del sol en su piscina. Claro está, lo que más me impresionó fue el tamaño de su paquete, detalle que hizo que me obsesionara con llevarlo a mi cama. Lo malo es que él todavía tenía aquellas aburridas ideas de la fidelidad, amor y respeto por la pareja, así que fue un poco difícil el interesarlo en mi cuerpo, y en la posibilidad de explorar conmigo fantasías que jamás habría cumplido con su mojigata mujer.

¿Sorpresa?- dije mientras terminaba de quitarme la ropa y rociaba sales de baño en el agua de la bañera.- Pero si sabes que todos los miércoles voy con Miguel al cine, como tienes ese horario tan difícil en el hospital.

Sí, lo sé. Y te lo agradezco. Sabes cómo es él de tímido y poco sociable. Es bueno que se distraiga contigo. En todo caso eres la única en quien creo. La hermanita de Berta, y por tanto casi mi hermanita.

Yo me imaginaba su estúpida cara. Si ella supiera lo que pensaba hacer con su marido esa noche. Pero bueno. Parte del plan era el ganarme su confianza, pues quería gozármelo en su casa, en su cama. Esa era mi fantasía.

Bueno, sabes que a mí me encanta el cine- le dije con mi mejor vocecita de niña buena. – Pero bueno, Luisa, en realidad llamo porque me ha surgido algo y quería avisarle a Miguel que no podré llegar a tiempo. ¿Se molestará?

No, para nada. Si estás muy ocupada, ¿le digo que se cancela el plan?

No, no es necesario. Simplemente que llegué algo tarde y todavía tengo que dejar un par de cosas listas para mañana. Sólo dile que voy a llegar justo a tiempo. Que compre los boletos y me espere en la entrada.

Muy bien Mónica, le pasaré tu mensaje. Por cierto, ¿sabes que mi hermano acaba de llegar de Brasil? Le voy a decir a Miguel que lo lleve también al cine, así ambos se distraen mientras no estoy en casa. Y si no puedes llegar al cine, al menos Miguel no se queda en casa.

Me parece excelente. Mientras más gente, más nos divertimos.- le dije tratando de esconder mi rabia. Que mujer más idiota. Esto podía echar a perder todos mis planes. Aunque... bueno, algo se podría lograr.- Bueno, Luisa, he de irme. Sino me atraso más.

Muy bien, nos hablamos Mónica.

Un beso.

Cerré la llamada. Maldita vieja. Hoy que pensaba raptarme a Miguel y llevarlo de casualidad a mi apartamento para enseñarle un par de truquitos sexuales nuevos, a esta tipa se le ocurre encaletarnos a su hermano. Bueno, al menos me queda la opción de Daniel.

Después de darme el reparador baño, el cual era absolutamente necesario después de mi salida con mis amigas, salí y me planté frente al espejo. Tenía que verme divina para Daniel. Ese hombre sabía excitarme a niveles nunca alcanzados con más nadie. Por eso todavía tenía una relación con él, después de casi tres años y diferentes relaciones por parte de cada uno de nosotros. Actualmente él tenía una novia, muy linda ella por cierto, con la cual hasta planes de matrimonio existían. Pero seguíamos buscándonos, pues de la misma manera en que él me sabe estimular, yo me sé hacer desear, pues lo complazco en cada una de sus fantasías, manteniéndome siempre abierta a cada nueva sugerencia de él.

Decidí ponerme una tanga negra de seda con su sostén a juego. Como se supone iba al cine con un "amigo" no podía ponerme la minifalda de cuero negro y los zapatos taco aguja que tanto le excitan. Debía vestirme más informal, más conservadora, pues sólo iba a pasar un par de horas con Daniel, y nadie podía verme tan provocativa en un ambiente como el cine.

Salí casi a la carrera, de la casa. No debía llegar tarde a donde Daniel, por dos grandes motivos. El primero era obviamente que mientras más tarde llegara menos tiempo lo disfrutaría y la segunda era que no quería que él se molestara conmigo.

En menos de quince minutos llegué a su apartamento. Casi se cumplía el plazo de tiempo. Faltando escasamente 5 minutos para la hora acordada toqué su puerta. Cuando abrió la puerta estaba completamente desnudo, mirándome con esa mirada de vicio que sabe me vuelve loca. Mi mirada lo recorrió de pies a cabeza, como si tratara de grabarme su imagen, más que aprendida, en mi memoria. Su cabello lacio, con ciertas vetas grises en las sienes caía con un mechón rebelde sobre su frente. Su barba bien cuidada rodeaba esa boca deliciosa que me llevó al cielo tantas veces. Él es alto, delgado, pero de músculos definidos. Muy velludo en el pecho, brazos y piernas (cosa que me encanta), unas manos delgadas pero poderosas, y un pene que sin ser de medidas gigantescas tenía las medidas adecuadas para tocar todos aquellos rincones en mi interior que me hicieran explotar.

No esperé a que me invitara a entrar. Sin ningún preámbulo, sin mediar palabra, me arrodillé frente a él y metí su miembro en mi boca. Y empecé a succionar primero con delicadeza y luego con un poco más de fuerza, sintiendo como éste despertaba de su letargo y llenaba cada rincón de mi boca.

Ohhh, mmm... que rica bienvenida- fue lo único que alcanzó a decir después de unos segundos.

Sus manos tomaron mi cabello y empezaron a mover mi cabeza de forma rítmica para obligarme a comérmelo por completo. La vista era surrealista. Cualquier vecino hubiera podido salir de su casa y nos vería gozando con el mayor descaro.

Cuando sentí que lo tenía lo suficientemente duro, me levanté y le dije:

Vamos a entrar, no quiero causarle traumas a tus vecinos.

Lo que le causarás será envidia- me dijo después de darme un beso en la boca.

No tengo mucho tiempo, tengo una cita en dos horas.

¿Alguien que yo conozca?- preguntó mientras me desnudaba y recorría mi piel con su boca. La sensación de su barba en mi cuello y pecho me erizaba la piel con una sensación difícil de describir.

Uhhmmm... No, no lo conoces.- respondí mientras me deshacía de mis zapatos y trataba de bajarle es cierre a mi pantalón.

Bueno... ¿pero es que no puedes descansar por un día?- me dijo mientras bajaba mis pantalones y recorría con su lengua mis muslos.

Nunca te habías quejado

Cierto, y me encanta que seas tan zorrita.

Sí, lo sé. Soy tu zorrita.- le dije con una voz provocativa.

Ya estaba completamente desnuda. Daniel acariciaba mi culo con cariño. Volví a ponerme a la altura de su miembro y volví a darle una mamada como le gustan. Primero me dedico a su glande, lo chupo con delicadeza mientras mis manos juegan con sus testículos. Poco a poco me voy metiendo su miembro en la boca y mi lengua juega tanto con su glande como con el tronco de su miembro. Cuando siento su excitación por las nubes, lo dejo y me dedico a besarle los testículos, metiéndome uno de ellos en la boca jugando con él, mientras le masturbo suavemente. Sus jadeos me informan el éxito o fracaso de mi técnica. Aunque con él nunca he tenido un fracaso.

Sus jadeos se hacían cada vez más fuertes, se acercaba al punto sin retorno. Pero yo no quería que se viniera tan rápido, no lo había gozado lo suficiente, y tenía muchas ganas de su verga, la cual había extrañado por más de un mes. Sin decirle nada dejé de trabajar en su miembro y empecé a besarlo en los labios, bajando por su cuello y pecho para volver a subir a sus labios. Esto lo volvía loco. Después de varios ciclos de este juego, él se desesperó y con un rápido movimiento cambiamos de postura, colocándome bajo su cuerpo, apoyada en mis manos y rodillas, dándole una excelente vista de mi culo y concha.

Dejémonos de tonterías- dijo mientras me colocaba en esa posición.- Ahora te daré como te mereces, perra.

Si... dame duro, bebé- contesté mientras miraba nuestra imagen reflejada en el espejo que tiene a la cabecera de su cama.

Él empezó a lamer mi cuca, la cual ya estaba completamente húmeda y sin decir nada, solo mirándome a los ojos a través del reflejo del espejo, me la clavó de una vez en mi concha.

Ahh... sí...- fue lo único que alcancé a decir.

Cállate, puta- me dijo mientras bombeaba con furia. – Ahora vas a verte con cualquier cornudo, deja que te de lo que te hace falta .

Yo no decía nada. Sólo miraba nuestra imagen en el espejo. Él tomaba mis caderas para coger más impulso y me penetraba tan profundamente que lo sentía tocar lo más recóndito de mi ser.

Si papi... dame duro... soy tu perra... dame duro...- le dije.

¡Que te calles!- me dijo, en lo que me daba una fuerte nalgada. Cada vez que me la metía me daba una nalgada, y apretaba mis glúteos con su mano... delicioso.

Siguió bombeando con fuerza, sacando todo su miembro y luego metiéndolo con furia. Este tratamiento, me tenía al borde del orgasmo, mis jadeos eran cada vez más intensos, sentía mi cuerpo crisparse, solo necesitaba un poco más, sólo un poco más... y Daniel lo sacó y me dio la vuelta violentamente.

Chúpamela- me dijo.

Yo empecé a mamársela, quería sentir su corrida en mi garganta. Él me tomó del cabello y empezó a mover mi cabeza rítmicamente, para que mi boca terminara el trabajo que mi coño había comenzado.

Bueno, zorra, ya te viene lo tuyo- me dijo, en lo que movía mi cabeza con más violencia.

Yo tenía los ojos cerrados, cuando siento una pequeña bofetada y escucho que me dice:

Mírame.

Abrí los ojos y vi su mirada libidinosa y su sonrisa de fauno. Sin soltarme el cabello se corrió en mi boca, en medio de fuertes jadeos. Yo como siempre golosa, me lo tragué todo. No desperdicié la mínima gota de tan rica leche. Cuando terminó de venirse, le limpié su pene con mi lengua y en el momento en que lamí el último rincón de su aparato, él se desplomó en la cama. Yo me acosté a su lado. Después nos dimos un profundo beso, en el que él sintió el sabor de su propio semen. Cuando nos separamos me preguntó:

- ¿Y quién es tu nueva víctima?

Me sonreí. Él me conocía mejor que nadie. El sabía que mi próxima salida no tenía nada de inocente. Me senté en la cama y cogí un cigarrillo de la cartera que se encontraba en la mesita de noche.

El marido de una amiga- contesté después de aspirar mi primera bocanada.

¿Quién inició esto?- preguntó, sabiendo desde un inicio la respuesta. Yo lo miré mientras esbozaba una sonrisa de triunfo. Esa sonrisa fue toda la confirmación que él necesitaba.- Bueno, Mónica, espero que él no te aleje de mi cama.

No te preocupes- contesté.- Siempre te quedarán mis amigas.

No es lo mismo.

¡Upss, se me hace tarde!- fue lo único que pude decir.

Mi relación con él estaba bien así, sin ataduras, sin insinuaciones. Él por su lado, yo por el mío. Sexo cuando se nos antojara. Sin contestarle nada, salté de la cama y tomé una toalla antes de meterme a la ducha. No lo invité a que pasara conmigo, pues andaba corta de tiempo y sabía que si entraba nunca llegaría a tiempo a mi cita, pues me quedaría ocupada con otra "atracción".

Cuando salí del baño, él se encontraba aun desnudo, sentado sobre la cama y fumando un cigarrillo. Me miró silenciosamente mientras me vestía. Me arreglé rápidamente, tenía 10 minutos para llegar al cine. Tomé mi bolso y le dije antes de irme:

No te duermas, me quedé picada y posiblemente regrese.

Te esperaré.

No dijimos más. Me di la vuelta y salí del apartamento, presurosa de encontrarme con mi nueva obsesión, Miguel.