Un día normal (1)
El día había empezado de una manera normal para ella. Aunque normalidad es una palabra muy grande para ella.
El día empezó normalmente. El despertador sonó como de costumbre a las seis, pero estaba tan cansada de la sesión de sexo del día anterior que simplemente decidí ignorarlo. Seguí durmiendo un par de horas más, cuando volví a abrir los ojos el reloj marcaba las ocho y media. La luz del sol entraba perezosamente por la ventana y a medida que subía la temperatura me iba desperezando, estirando mi cuerpo desnudo sobre las sábanas.
Mi nombre es Mónica, y tengo 23 años. Mi piel canela, últimamente más tostada por mis constantes visitas a la playa resaltaba contra las blancas sábanas. Decidí levantarme, pues tenía una cita con dos amigas de la universidad, para atender ciertos asuntos de la matrícula.
Uno de mis rituales mañaneros es ver mi cuerpo frente al espejo de cuerpo entero que tengo sobre mi cuarto. Observé por unos minutos mi pecho, que sin ser exagerado tiene unas formas deliciosas, capaz de atraer las miradas masculinas a su paso. Mientras veía esta imagen de manera instintiva empecé a tocar mis morenos pezones, percatándome de su rápida respuesta al tacto de mis dedos. Todavía me sentía excitada por las sensaciones del día anterior. Lentamente mis manos bajaron por mi delgada cintura, entreteniéndose por un segundo en el piercing que adorna mi ombligo. Mi mano izquierda siguió su ruta hacia el sur de mi cuerpo, sintiendo la tersura de la piel de mi concha, tan suave y libre de cualquier vellosidad. No me gusta ver mi sexo con el menor asomo de vello, me encanta sentir la piel sin ninguna barrera. Mojé con mi saliva los dedos de mi mano derecha y sin dudarlo empecé a acariciar mi clítoris con movimientos circulares. De vez en cuando introducía algunos dedos en mi vagina, la cual estaba completamente mojada, tanta era la excitación que tenía esa mañana.
Miraba la imagen que me devolvía el espejo. Una mujer alta, con cabello negro a la altura de los hombros. Labios carnosos, ojos negros, grandes y expresivos, nariz delgada, en fin, muy atractiva. En esta ocasión mi mirada era de vicio. Disfrutaba cada sensación de esa mañana. Gozaba de mi primera paja del día. Rápidamente fui acelerando los movimientos de mis dedos y sentí como alcanzaba un delicioso orgasmo. Regresé a mi cama, para reponerme de esa rica sensación y cerré los ojos por un momento. Cuando los volví a abrir habían pasado varios minutos y se me hacía tarde para la reunión con mis amigas. De la manera más rápida que pude tomé mi toalla y corrí al baño, detesto la impuntualidad.
Ese día mi sensualidad estaba a flor de piel. Decidí ponerme una tanga blanca, tan minúscula que más valía no tener nada puesto, y su sostén a juego. Sobre esto una blusa de lino que dejaba entrever el diseño del sostén y un vaquero que ajustaba con precisión las curvas de mi imponente culo. Un poco de maquillaje y ya estaba lista para encontrarme con el mundo.
A pesar del terrible tráfico que encontré en mi camino a la universidad, logre llegar a tiempo a la cita. Lo primero que hice fue saludar a mis amigas Estrella y Mary. Estrella es bajita, quizá unos 1.60 más o menos. Rubia, ojos verdes, tiene unas deliciosas tetas que son adornadas por unos pezones rosaditos, como a mí me gustan. Mary también es bajita, pero a diferencia de Estrella tiene los ojos y cabellos negros que recuerdan mucho su ascendencia oriental. Lo mejor de ella es su culo, tan redondo y paradito que uno no puede evitar posar su vista en él. Ellas habían llegado mucho más temprano y habían logrado finalizar todos los trámites, así que como ya no había más que hacer decidimos irnos de compras al centro comercial más cercano.
Cada vez que entrábamos al probador de cualquiera de las tiendas, no perdíamos oportunidad de meternos mano. Después de tantas horas estábamos tan calientes que decidimos entrar a nuestra tienda favorita, y no necesariamente por sus diseños. Éramos tan buenas clientas que el dueño de lugar se volvía cómplice de nuestras travesuras. Claro está, siempre después de una cuidadosa y costosa elección de artículos en su exclusivo local. Luego de escoger lo que más nos gustara, nos íbamos a "nuestro" probador, en una habitación alejada de la tienda, la cual estaba rodeada de espejos para poder vernos en todos los ángulos posibles mientras disfrutábamos de nuestros cuerpos.
Estrella fue la primera en desnudarse. Sus exquisitos pechos saltaron de alegría al sentirse liberados de la cárcel que significaba para ellos su sostén. No pude evitar recorrerla con la mirada, mientras se bajaba las bragas y dejaba a la vista su delicado y recortado coño. Ya me moría por degustarlo. Tenía casi una semana que no lo probaba, ya lo extrañaba. Mientras tanto, Mary se dedicaba a quitarme mis prendas. Lo hacía con una cuidada desesperación, ansiosa de ver mi cuerpo y disfrutarlo sin barreras. A medida que mis ropas iban cayendo al suelo ella posaba sus labios en mi piel, haciéndome sentir ondas de placer a través de cada uno de mis poros. Cuando terminó de desvestirme ya su lengua tenía un rato de estar jugando con mi clítoris, bebiendo los jugos que salían de mi concha que se encontraba en completa excitación a causa de sus caricias y la vista de Estrella desnudándola.
Cuando las tres estábamos completamente desnudas nos acomodamos en la alfombra de este cuarto y entonces Estrella y Mary se fundieron en un profundo beso, sus lenguas parecían llegar a sus gargantas. Yo por mi parte trataba de repartir mis atenciones entre mis dos amigas, turnándome sus senos entre mis labios, mientras mis manos se posaban en cada una de sus conchas, iniciando una delicada masturbación. Sus jugos empezaron a asomar, su excitación subía por segundos. No podía decidirme con cual de esas bellezas comenzar mi labor oral. Hace tanto que no tenía un coño entre los labios... y ahora dos, tan ricos, tan familiares...
Opté por el coñito de Estrella. Siempre me ha gustado sus labios vaginales, tan pequeños, tan delicados. Y su clítoris escondido entre esos pliegues de carne. Sin previo aviso empecé a comerle el coño, chupando al principio con lentitud y luego con desesperación su clítoris, metiendo mi lengua en su vagina, mordiendo delicadamente su conchita, cosa que le encanta. Sus suspiros me hacían saber que mi trabajo estaba dando frutos, y que expertamente la acercaba a un orgasmo. Mientras Mary no perdió el tiempo y ella también me comía el coño de esa manera tan suya. Lo chupaba como si la vida se le fuera en ello. Con su lengua recorría el camino entre mi clítoris, mi vagina y mi ano, pues ella sabía lo que me gusta esa rutina. Su lengua se introducía hábilmente en mi concha y sus dedos jugaban con mi ano, penetrándome al principio suavemente, pero luego con violencia. Yo también sentía mi orgasmo venir, pero lo retrasaba, pues quería que Estrella terminara primero. Mientras tanto, Estrella no había descuidado a Mary y le daba un tratamiento similar, estimulando su clítoris y vagina con su lengua y dedos. A Mary le va un poco más de rudeza, y Estrella sabe dársela. Mientras le comía el clítoris la penetraba con sus dedos tanto por su concha como por su ano, metiendo primero un dedo, y luego dos y antes de darnos cuenta ya tenía cuatro dedos por cada orificio. Todas nos quejábamos y suspirábamos. Era increíble como gozábamos en este triángulo de sexo. La primera en correrse fue Mary, quien no pudo aguantar la experta maniobra de Estrella. Mary se apartó, dejándonos a Estrella y a mí gozar de un fantástico 69, mientras ella disfrutaba de las últimas oleadas del orgasmo que le habíamos procurado.
Estrella y yo nos seguimos acariciando, estimulando nuestro sexo hasta cuando no pudimos más y estallamos juntas en una corrida casi cósmica.
Las tres nos recostamos en el suelo, para descansar de tanta acción. Y para mí el día apenas comenzaba...
(Continuará).