Un día movidito

Contrastaba muy mucho con la imagen que tenía grabada en mi cerebro de la noche anterior, cuando la tenía a cuatro patas berreando como un cordero mientras le metía hasta el fondo mi rabo y la culeaba frenético a más de 150 empujones por minuto.

Aquel desdén me sacaba de mis casillas. Esa altivez que demostraba en la oficina que ni se dignaba a mirarme al cruzarnos, que no me saludaba en el ascensor y que me trataba de usted cuando no le quedaba más remedio que tratar algún asunto de trabajo conmigo.

Contrastaba muy mucho con la imagen que tenía grabada en mi cerebro de la noche anterior, cuando la tenía a cuatro patas berreando como un cordero mientras le metía hasta el fondo mi rabo y la culeaba frenético a más de 150 empujones por minuto. Casi un cuarto de hora la estuve taladrando con toda mi alma, sudando y apretando los dientes para controlar mi corrida y alargar un rato más el polvo.

Huellas de arañazos me había dejado en toda la espalda y en mi culo que me escocieron esta mañana con el agua caliente de la ducha. Gozó como una puta y se retorció de gusto con mis embestidas. En ese momento no me ignoraba, ni se callaba. Lanzaba alaridos gritando mi nombre, llamándome cabronazo follador que la mataba de gusto y no se qué coño de los ángeles del cielo y el paraíso en la tierra.

Ayer no parecía la frígida y distante ejecutiva calientapollas que ni se molestaba en mirarte a tu paso. Más bien parecía una ninfómana que no tenía nunca demasiado y que después de follármela tuve que comerle el coño porque quería más aún. Al menos, le hice pagar en parte tanto esfuerzo, y, esta mañana antes de que se marchara a su casa la puse de rodillas y le hice que me sacara toda la yema que me quedaba en los huevos. Y lo hizo con gusto, sin rechistar, algo rápido, eso sí, porque tenía prisa, pero me ordeñó con maestría y se tragó hasta la última gota, dejándome medio muerto en la cama y con la polla limpita pero con el capullo más escocido que el culo de una mona del zoo.

Y aquí estoy medio dormido todavía aunque son las 12 de la mañana y aunque mi jefe me haya pegado una bronca de puta madre por llegar tarde a la reunión de Recursos Humanos. Me escuece la punta del rabo cada vez que me roza con el calzoncillo. Creo que cuando me hizo la mamada terminó absorbiendo con fuerza por el agujerito hasta dejarme seco y eso me parece que me ha provocado una irritación en toda la zona. No encuentro la forma de sentarme en la silla sin que me roce la pija e intento disimular cada vez que me coloco el paquete por debajo de la mesa. Pienso en lo felices que en estas circunstancias deben ser los escoceses con sus falditas

Incluso he tirado el lápiz al suelo con la escusa de agacharme y así poder rascarme a placer el rabo, y justo en ese momento, he dirigido la mirada a sus piernas que estaban en frente mío. Su traje de ejecutiva se le sube hasta medio muslo y me deja una impactante instantánea de sus piernas, impactante más aún cuando de repente descruza las piernas y las separa momentáneamente para dejarme ver su floreado conejo de ensortijados pelos castaños.

Lo ha hecho aposta. Lo se. La hija de puta lo ha hecho aposta. No se ha puesto bragas y me ha hecho un "Instinto básico" sin esperármelo y además me ha pillado con la guardia baja.

La miro y ella como si nada, sigue la conversación del director como si no hubiera pasado nada. Y yo, peor que antes, con un empalme de mil demonios y rozándome el glande ahora con todo, con los gayumbos, con el cinturón y casi con la mesa de reuniones. El escozor es insoportable.

Menuda cabrona, ¿porqué me hace esto?. Es como si me estuviera torturando psicológicamente. Creo que ya le he colocado a esta guarra desalmada. Creo que es una sádica, que disfruta con el dolor ajeno. Te calienta hasta explotar y sólo te deja que te aproximes cuando ella quiere y una vez has caído en la telaraña de esta viuda negra ya no puedes escapar.

Eso es. Es una viuda negra, que exprime sexualmente a su macho hasta que éste ya no puede más y entonces lo devora porque ya no le sirve para nada y a por otro.

¿Quieres chuparme la sangre guarra?, ¿quieres matarme a polvos como a las cucarachas?, pues lo llevas chungo conmigo. Te he calado. He pillado tu juego. No soy un tío fácil, soy duro de pelar, tengo pleno control sobre mí mismo.

Lo primero que tengo que hacer es calmarme. Bajar esta erección rápidamente y alejar mis pensamientos de ella. Fútbol. Eso es, fútbol. Pensaré en fútbol y quinielas, o más bien, fútbol, quinielas, amigotes y cerveza. Sí, sí, eso es. O mejor aún, fútbol, quinielas, amigotes, cerveza y tías buenas. ¡¡NO!!, eso último no. Ya estamos otra vez pensando en tías, tetas, culos, tangas y tacones altos,..., ¡Joder!, otra vez empalmado, esto no funciona.

Me quiero levantar de la reunión e irme al baño a refrescar, a poner la polla en remojo a frotarme el nabo con hielo o hacer cualquier cosa que me calme. Pero, ¿cómo?, si me levanto todo el mundo se fijará en mí y se dará cuenta de que soy el primo de Pinocho.

La miro de nuevo. ¡¡No jodas!!. Está chupando el bolígrafo y además se acaba de hacer una coleta recogiendo su pelo en la nuca y con esas gafas grandes y redondas de secretaria de película de Playboy tiene una cara de puta insaciable que es la leche. Ahora sí que la hemos liado, lo que me faltaba, encima retorcida, provocando el cerebro masculino que según dicen es el órgano sexual por excelencia.

¿Es que nadie se da cuenta?, ¿es que nadie se fija en ella?. Miro a mi alrededor y todos escuchan al gran jefe. Pedro, el responsable de nómina, es un jodido pelota que sólo tiene ojos para el director. Los responsables de venta de las regiones son unos cincuentones acomodados que no hacen más que mirar su PDA simulando que anotan algo cuando seguro que sólo están despachando mails y leyendo noticias. El responsable de Informática, Adolfo, es maricón perdido y yo creo que hasta se dejaría dar por culo por el Jefazo. Y sólo quedan Marta y Sonia, secretaria la una y directora de marketing la otra. La primera demasiado ocupada tomando notas de lo que dice su jefe y la otra sólo tiene atención y ojos para sí misma y para su interminable ego, tan grande por cierto como sus tetas.

Efectivamente. Estaba sólo y sin ayuda y en un entorno hostil. Y ante situaciones imposibles soluciones desesperadas. Me bajé la cremallera con disimulo y sin hacer ruido, deslicé mi mano dentro del pantalón tirando del elástico del calzoncillo hacia abajo hasta conseguir liberar la pitón de un solo ojo al mundo exterior.

Mi idea era la siguiente, apoltronarme en el sillón adoptando una postura como más cómoda y cruzando la pierna izquierda sobre la derecha conseguir así elevar un poco mis caderas hasta que el capullo tocara la mesa de reuniones que al ser de madera pulida de caoba estaba bien fría.

Dicho y hecho, en cuanto la aterciopelada piel de mi glande rozó con la fresquita madera de ébano rápidamente sentí alivio. Permanecí en esa postura casi diez minutos hasta que se me bajó la calentura y el escozor remitió. Casi me había acostumbrado a esta postura y empezaba a seguir los cauces de la reunión, olvidándome de que tenía la tranca al aire.

Cuando ya se me estaba ablandando el asunto y mi capullo se despegó de la madera, sentí de repente un contacto casi imperceptible, apenas un roce ligerísimo que pensé era la tela del pantalón. No le dí importancia hasta que ese roce fue tomando consistencia y, formando una especie de arco, fue abrazando acogedoramente la corona de mi glande hasta presionarlo un poco más fuerte y, claro, la sangre comenzó de nuevo a invadir las fibras cavernosas de mi polla y de nuevo empezó a empinarse.

Lo que menos me podía imaginar yo, es que todas las maniobras de recolocación del paquete, apertura de bragueta y posterior frote contra la mesa no habían pasado desapercibidas para mi inmediato compañero de mesa por la derecha que no era otro que Adolfo, el informático maricón, o el maricón del informático, como se quiera.

Perplejo, alucinado y bloqueado mentalmente al comprobar que Adolfo me tenía agarrada la polla por debajo de la mesa, no he sabido reaccionar a tiempo y aquí estoy dejándome masturbar por un tío que además, me jode reconocer, lo hace bien. Ha conseguido ponerme la polla más dura que una botella de cocacola y a veces hace como si desenroscara el tapón, agarrándome la corona del glande sólo con los dedos índice y pulgar, formando un arco y girando a izquierda y derecha como si la estuviera desenroscando. Otras veces, me la machaca lentamente con la mano entera de arriba abajo y aprovecha para sobarme también los huevos que él mismo ha liberado del pantalón. Se le nota experiencia y destreza con el joystick.

Llevo ya casi veinte minutos de esta dulce tortura y estoy a punto de correrme, ya no hay vuelta a tras. Después de tanto tiempo, ya no puedo hacer como si nada y evitar el final. Además creo que lo mejor es soltar la leche y tranquilizarme. Ahora mis preocupaciones se centran en como disimular la corrida y la cara de placer cuando llegue el momento. No se cómo lo voy a hacerrrreeeeegggghhhhh…, ihhhhh, ummhhhh, aprieto los dientes, casi me rechinan, miro al frente, una lagrimita se me escapa del ojo derecho y por fin salen despedidos dos trallazos de semen, y un tercero, y otro,….ahhhmmm, trago saliva y gimo para mis adentros.

Lo peor ya ha pasado sigo vaciándome con menos tensión mientras la mano furtiva sigue terminando el trabajo eficientemente, apretando desde la base de la polla y subiendo así hasta la punta sacando hasta la última gota como si fuera un tubo de pasta de dientes.

Cuando he terminado de correrme y recupero totalmente el dominio de mí mismo, dirijo una rápida mirada, casi de agradecimiento, a mi compañero y él me corresponde con una cara entre satisfacción y triunfo. Es un niño bien educado este Adolfo, él mismo ha recogido los juguetes después de haber jugado con ellos, y hasta me sube la cremallera.

He de aceptar la dura realidad. Un maricón me ha metido mano en el trabajo. Me ha gustado. Me ha hecho una de las mejores pajas de mi vida. Me ha dejado, por fin, la polla adormecida.

Al menos, ahora puedo encarar el problema de ella con más calma.

La reunión se levanta y todos nos dirigimos a la salida menos ella que se queda sentada y agachada haciendo no se qué. Adolfo pasa cerca de mí hablando con el Director. Me acerco a ella a ver si le puedo ayudar a llevar sus trastos a su sitio y ¡¡¡OSTIÁS!!!, está agachada limpiando con un pañuelo sus zapatos negros de los espesos grumos de mi corrida. Al menos uno de los disparos debió de ser de largo alcance y aterrizó en sus brillantes zapatos de charol.

Que se joda.

Se levanta y me mira fijamente con rostro inmutable, no se que cara poner, predomina el rojo vergüenza en mis mejillas, pero de repente ella se lleva el pañuelo a su nariz y cerrando los ojos aspira el aroma que desprende.

Todos se han ido. Sólo estamos ella y yo en la sala y entonces con una sonrisa de spiderwoman me dice: "Como vuelvas a dejarte pajear por el maricón de Adolfo no me volverás a tocar en tu vida".

Y a continuación: "Esta noche en mi piso".

No me da lugar a réplica y abandona la sala de reuniones meneando su espectacular culo.

¿Cómo negarme a ese culo magnífico?, ¿a esas voluptuosas caderas?, ¿a esos labios rojos carmesí que con un beso se funden en un todo con mi rosado glande?...

¡¡¡ JODER!!!, otra vez empalmado. Menudo día. Voy a la farmacia a por vitaminas, me espera una noche dura.