Un dia inolvidable

Aquel dia se dio cuenta de que estaria con ella para siempre.

Eran las 8 de la tarde y una profunda oscuridad inundaba toda la casa. En las ventanas sólo se veían las gotas de lluvia que golpeaban con fuerza el cristal, y allí, sola y angustiada estaba Carla. Estaba en uno de esos momentos en su vida en que solo le apetecía llorar y llorar, sin pensar en nada, sintiéndose triste y desamparada. Ya hacía varios meses que se sentía un poco decaída y aquella noche tocó fondo. Esa misma mañana su novia, Lola, le había dejado después de 3 años de relación y aquello había acabado con ella.

Todo comenzó en verano, cuando estaba de vacaciones en la playa, donde Lola veraneaba con su familia, en una de esas casas que están frente al mar, con un salón enorme y lleno de habitaciones, ya que su familia era una gran familia. Un día, al volver de la playa, decidió hablar con sus padres y contarles ya de una vez lo que sentía por Carla. Ella nunca lo había contado por miedo, o por vergüenza, y siempre se habían escondido para que nadie notase lo que estaba ocurriendo. Así que, allí estaba ella, después de casi 3 años, decidida a contarlo todo, sin vergüenza, porque lo necesitaba, necesitaba desahogarse de una vez, necesitaba que todo el mundo lo supiera, necesitaba dejar de esconderse y empezar a dar la cara y enseñarle al mundo lo enamorada que estaba de su niña, su preciosa Carla.

Aquella mañana, llegaron los problemas. Sus padres jamás habían pensado que su querida hijita pudiera decepcionarles tanto. ¡No puede ser!- Decía su madre, mientras su padre se echaba las manos a la cabeza diciendo: ¿Pero qué hemos hecho mal? No hacían más que darle vueltas al asunto, pensaban que su hija había cambiado, que aquella chica era la responsable de aquello, que ella era la culpable y que se tenía que acabar. Mientras, Lola lloraba, alucinando con lo que sus padres estaban diciendo. No podía creer que aquellas personas que la estaban juzgando, como si de un asesino se tratara, fueran sus padres. Intentaba explicarles todo, les decía que Carla no tenia nada que ver, que era una bellísima persona, que jamás había conocido a nadie como ella y que ninguna de las dos tenía la culpa, simplemente se habían enamorado, pero sus padres no lo comprendían, así que durante todo el verano estuvieron mal, muy mal, de hecho intentaron hacer todo lo posible para que su relación se acabara, tenían miedo de que alguien se enterara y empezaran los rumores.

Todo aquello fue pasando poco a poco, durante el verano y luego cuando empezaron las clases y Lola cada vez se sentía peor, le agobiaba la idea de que esto durara siempre, aunque Carla estaba allí para apoyarla y le recordaba cada día que todo iba a pasar, que la cosa se iría enfriando cada vez más y que tarde o temprano su familia lo entendería, o por lo menos lo respetaría.

Mientras Lola sufría un enfrentamiento diario con sus padres en casa, Carla se sentía muy mal, cada vez peor. Quería animar a Lola y apoyarla, pero ya casi no tenía fuerzas para luchar, sentía que todo se le venía encima y temía que Lola tuviera razón y que aquello nunca terminara. Sin embargo, seguía sacando fuerzas sin saber de dónde y la ayudaba día a día, hasta que su niña de desmoronó y la dejó.

Todo aquello había superado a Carla, que no podía dejar de llorar porque sentía que lo que había destrozado su relación no había sido la falta de amor o el descuido, sino otras personas, y no había cosa que más rabia de diera que los demás metieran las narices en cosas de parejas. Ya lo había visto en otras ocasiones y siempre había pensado que eso jamás le pasaría a ella porque estaría siempre luchando, y sin embargo, allí estaba, con el corazón hecho añicos.

Lola había quedado con ella aquella mañana en un parque cercano a su casa. Llegó con la cara rosada y los ojos brillantes, como de haber llorado.

  • ¿Qué te pasa Lola? – Dijo Carla- ¿Has vuelto a discutir con tus padres?

  • Carla, esto tiene que acabar, yo ya no puedo seguir así, cada vez me siento peor. Odio tener que hacerlo, pero no puedo más.

  • Pero, cariño, ¿No ves que lo hacen para que lo dejemos? Tenemos que seguir luchando y estar unidas… ¿Tú me quieres?

  • ¡Pues claro que te quiero!

  • ¿Entonces porqué darles la satisfacción de dejarlo si de verdad nos queremos?

  • Lo siento, dijo Lola y se fue llorando.

Carla se quedó allí, mirando como Lola se iba y se llevaba consigo su corazón, hecho pedazos. No sabía qué hacer, si llorar, si sentarse y dejar pasar las horas… pero empezó a llover, así que se fue a casa y se sentó en el salón a oscuras.

No podía creer que estuviera pasando de verdad, eso suponía no volver a besarla, ni rozar su suave piel, ni hacer el amor con ella. Sin embargo, se sentía cansada, porque era duro estar viviendo una relación a escondidas y siendo castigadas por todo. Así que ahí estaba indecisa, sentada mirando las gotas de lluvia caer, pero sin parar de llorar. Quería llamarla y hablar con ella e intentar arreglarlo, pero sabía que tenía que recobrar las fuerzas porque si volvían a estar juntas tendría que seguir luchando. Y, pensando y pensado se quedó dormida en el sofá.

Cuando se despertó, estaba tirada en el sofá y los rayos del sol ya entraban en el salón, haciendo que éste se iluminara. Hacía un poco de frío así que cogió una manta y volvió a tumbarse y, mirando el techo, empezó a darle vueltas otra vez a todo lo que había pasado la noche anterior. Ya se sentía un poco más fuerte y sabía que podía con todo, así que no podía quedarse ahí parada, tenía que luchar por ella, porque la quería, porque era un parte de sí misma y porque sabía que jamás encontraría a nadie como ella. Lola era una chica muy abierta y simpática, divertida, con su punto de chulería y a la vez educada y correcta, y con una dulzura en sus ojos… era perfecta y no podía dejarla escapar. Así que, sin prensarlo dos veces, cogió el móvil y la llamó.

  • ¿Sí? Contestó la voz entrecortada de Lola

  • Lola, cariño, ¿Cómo estas? ¿Te sientes aunque sea un poquito mejor que ayer?

  • La verdad es que no lo se, se que estoy cometiendo el error más grande de mi vida y estoy un poco confusa

  • Lo se mi niña, a mi me ocurre lo mismo. Por eso pienso que no podemos dejarlo así como así, que no queremos y por mucho que tus padres no lo quieran aceptar, nos seguiremos queriendo.

  • Ya, Carla, pero tu no tienes que vivir con ellos ni con nadie que te diga lo que tienes que hacer y es que esto no es tan fácil

  • Ya, mi vida, pero han pasado solo 4 meses, ya verá como todo se pasa, siempre ocurre igual, y al final la familia lo termina aceptando. Si no, ya buscaremos alguna solución, ¿Vale?

  • La verdad es que anoche lo estuve pensando y no quiero dejar de quererte, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y si te pierdo me muero.

  • Entonces… ¿Sigues siendo mi novia?- dijo Carla

  • Claro que si, voy a ahora mismo para tu casa, quiero darte un abrazo enorme.

En el tiempo en el que Lola llegaba a su casa, Carla se había quedado dormida. Había estado tan tensa durante la noche anterior que la nueva noticia le había tranquilizado muchísimo. Como Lola tenía una llave de su casa, entró sin llamar a la puerta, para darle una sorpresa. Cuando entró llevaba un ramo de flores, doce rosas rojas preciosas y recién compradas para impresionar a Carla y, además, se había puesto guapa para ella. Llevaba una camiseta negra escotada y ceñida que mostraba su precioso pecho. En el cuello tenía un colgante de esos grandes que le sentaba genial y su pelo negro y lacio caía en sus hombros. Además, se había maquillado y sus ojos tenían un brillo especial. Estaba contenta y con una sonrisa en su cara, tenía fuerzas para seguir luchando.

De repente, al llegar al salón, vio a Carla dormida. Su rostro mostraba felicidad, ternura, paz. Así que sin hacer ruido puso las flores en agua, se quito los zapatos y se sentó a su lado para mirarla y, mientras la miraba, sintió la necesidad de abrazarla, así que sin pensarlo se acercó a ella y la acurrucó dulcemente entre sus brazos, susurrándole al oído: Ya esto aquí y no volveré a irme jamás.

En ese momento, Carla abrió los ojos y le sonrió. Y sus labios se fundieron en un dulce beso, que poco a poco se hizo más intenso. Mientras se besaban sus corazones latían a toda prisa, porque sabían lo que estaba a punto de pasar, y lo necesitaban, lo deseaban profundamente. Así que Carla abrió sus piernas para dejar que su novia se pusiera encima suyo. Le encantaba la sensación de tenerla cerca, pecho contra pecho, y compartiendo sus respiraciones. Lola siguió abrazándola y besándola, cada vez con mas ganas. Poco a poco fue deslizando sus manos más abajo llegando hasta sus nalgas y su boca empezó a chupar todo lo que se encontraba por delante. Besó su cuello y fue bajando, y le quito la camiseta para destapar sus pechos, en los que se detuvo un buen rato, pues necesitaba lamerlos y succionarlos. A la vez, Carla emitía pequeños gemidos, y apretaba su cabeza contra su pecho, para que no parase. Lola se sentía cada vez más caliente y decidió desnudarse, por lo que Carla hizo lo mismo.

Sus cuerpos estaban desnudos, frente a frente, tenían tanto deseo que en realidad no sabían que hacerse, pero el deseo se desbordó. Carla le cogió el culo a su novia y le dio un cachete, porque sabía que eso le encantaba, la deslizó por el sofá y abrió sus piernas dejando su coño al descubierto. Se chupó un dedo y comenzó a tocar el clítoris de Lola, que estaba rosado e hinchado por la calentura. Estaba mojadísima, así que no le costó meter sus dedos en su vagina y empezó a moverlos y a chupar su coño. Esto volvió loca a Lola, que no paraba de gemir y de decirle: mmm… cariño… ¡Me encanta!

Carla cada vez estaba más cachonda, sentía calor, y sus pezones estaban duros. Se mordía el labio viendo cómo su novia se excitaba. Ésta, la miraba fijamente con su cara de putita, pidiéndole que le diera más fuerte. Pero ella no quería que se corriera así, asi que paró en seco y la miro con cara de juguetona, se levantó y dijo: vuelvo en seguida.

A los dos segundos volvió con uno de esos consoladores que tienen dos lados, que sirven para follarse mutuamente y Lola casi tiene un orgasmo al verlo. Así que se pusieron frente a frente, con sus piernas abiertas y con el dildo metido en sus coños, y empezaron a moverse mientras se miraban fijamente. Aquella situación las volvía loca, por lo que no podían parar de chillar, y moverse cada vez más rápido. Sentían placer, mucho calor y una excitación increíble y así, entre profundos gemidos llegaron al orgasmo.

Carla se echó encima de su novia, apoyando la cabeza en su hombro y la miró fijamente con cara de felicidad. Lola la besó y sus ojos lo dijeron todo. Aquel día se había dado cuenta de que Carla era el amor de su vida y que estaría con ella para siempre.