Un día inolvidable
Como tras un día de excitación se vinieron abajo todos mis principios morales.
Siempre pensamos que lo tenemos todo bajo control, que nuestros principios son los que valen y que nunca vamos a dejarlos a un lado. Sin embargo, todos esos principios se nos pueden venir abajo, en el momento en que nos enfrentamos a alguna situación por la que nunca hemos pasado, y reaccionamos guiados por una fuerza que no respeta ninguno de esos principios morales que supuestamente nos llevan por el camino correcto. Y digo supuestamente, porque ahora mismo no me atrevo a discutir si esos principios, inculcados desde nuestra infancia, son correctos o no, simplemente los aceptamos y ponemos en práctica por sentido común. Ahora creo que si nuestra mente es capaz de desear y encontrar morbo en contra de esos principios, es porque la naturaleza lo manda.
Ahora, y después de haber pasado por primera vez por una de esas situaciones, digámoslo así, anómalas, debo de reconocer que varios de mis principios se han ido por el retrete.
La situación en cuestión, me aconteció éste verano. Mi mujer tuvo que ausentarse una semana al extranjero en un viaje de negocios. A pesar de estar yo de vacaciones, el coste del viaje, era demasiado elevado para acompañarla, así que me quedé sólo en casa esa semana. Al ser verano, no me preocupó el tema, ya que tendría la posibilidad de ir a la playa y estar entretenido al menos una buena parte del día. Y a ello me dediqué los tres primeros días de la semana. El cuarto día por la mañana, fui al centro comercial a comprar algunas cosillas, una buena provisión de comida y bebida para pasar los días restantes. Allí me encontré con mi hermana que también se encontraba haciendo la compra. Nos saludamos y me comentó que cómo es que andaba sólo por allí a esas horas. Le conté la situación en la que me encontraba y me dijo que si quería hacerlos una visita en su casa de campo y cenar algún día con ellos que no me lo pensara.
La idea me agradó, ya que es una cabaña apartada en el monte con piscina, y donde reina la paz y la tranquilidad por lo apartado que se encuentra el lugar. Mi sobrino de 6 años y un primo de éste de 8 años, que estaban con ella, empezaron a insistirme para que fuera, así que quedé en ir después de comer. Antes no, porque había quedado a comer con un amigo y no podía cancelarlo, así que nos despedimos hasta esa misma tarde. La verdad es que me apetecía, siempre me había llevado bien con mi hermana, dos años menor que yo. Ahora ella tenía 30 años y estaba casada desde hacía 8. Si bien, salíamos juntos los cuatro bastante a menudo, nunca habíamos coincidido en la playa o piscina, así que cuando llegué a su cabaña y salió a abrirme vestida únicamente con un bikini diminuto sólo pude lanzar un silbido de admiración, a lo que ella respondió con una sonrisa y acercándose mucho, demasiado diría yo, me dio un sonoro beso en mi mejilla. No recordaba cuando fue la última vez que la había visto de esa guisa. Creo que no debía de llegar a los 18 años cuando la vi por última vez así. Y claro, al ser de desarrollo tardío, la imagen que recordaba de ella no tenía nada que ver con la que ahora tenía delante. Claro que sabía que tenía buen cuerpo, pero verla así me hizo darme cuenta de que era mucho mejor de lo que yo siempre había pensado.
Su cara era, digámoslo así, angelical en todos los sentidos. Melena rubia hasta media espalda, ojos verdes, nariz puntiaguda y pequeña, y labios finos. Era delgada, sin serlo exageradamente, digamos que no tenía ni un gramo de grasa de más, pero a pesar de ser delgada, portaba unos pechos generosos, de tamaño medio tirando a grande y muy firmes, ya que observé que aunque el sujetador del bikini no sujetaba nada, éstos seguían erguidos en su sitio precediendo a una cintura estrecha y unas caderas anchas, que albergaban unas nalgas perfectas de tamaño y dureza, desnudas en su mayor parte a causa de la brevedad de la braguita de su bikini y que observé con deleite cuando se dio la vuelta y seguí detrás de ella hacia la cabaña, todo ello soportado por unas piernas endurecidas y firmes, que al moverse provocaban un contoneo sensual de sus caderas. Se tumbó en una toalla y yo entré a la cabaña a ponerme el bañador. Su marido estaba trabajando y según me dijo, su suegra, que estaba allí pasando unos días con ellos, había ido a la ciudad a pasar la tarde con unas amigas, así que estábamos los dos solos con los dos críos que armaban bulla metidos en el agua ajenos a todo. Ella estaba tumbada al sol boca abajo, mis ojos instintivamente se desviaron a su trasero, ella se dio cuenta y sonrió extendiéndome el bronceador con su mano para que se lo aplicara. Se desató la cinta que amarraba su bikini y cruzando los brazos bajo su cabeza cerró los ojos.
Al principio no le di importancia al tema, pero a medida que mis manos se deslizaban por sus hombros acariciando su espalda, empecé a sentir un nerviosismo que nunca antes había experimentado al lado de mi hermana. No sabía porqué me sentía así, pero empezaba a crecer en mí un sentimiento de morbo exagerado. Estar acariciando el cuerpo prácticamente desnudo de mi hermana me daba un morbo tremendo y la visión de sus pechos aplastados contra la toalla me estaba haciendo tener una erección que ya empezaba a ser considerable. Deslicé mis manos hacia sus costados rozando ligeramente aquella parte de sus pechos que quedaban a mi alcance. Ella seguía con los ojos cerrados y una sonrisa placentera dibujada en su cara y casi como si estuviera medio dormida, me dijo que la untara también las piernas. Intentando aparentar tranquilidad, empecé a untarla crema por sus pantorrillas subiendo poco a poco por la parte posterior de sus muslos, ella los separó un poco y con las manos se introdujo completamente el bikini a modo de tanga, dejando completamente descubiertas sus nalgas. Entendí la indirecta y empecé a untarle sobre ellas, masajeándolas suavemente y a ratos separándolas, provocando involuntariamente con ello que parte de su sexo quedara expuesto a mi vista, un sexo que noté perfectamente como se humedecía poco a poco como consecuencia de mis caricias. Mi erección empezaba a preocuparme y decidí poner fin a aquella situación.
Mi mente no era capaz de comprender como era posible que me estuviera excitando con el cuerpo de mi hermana de aquella manera, y aunque lo pareciera, tampoco tenía muy claro que ella se estuviera excitando con mis caricias, así que preferí parar y darme un chapuzón, para refrescarme las ideas, con mi sobrino y su primo. El resto de la tarde transcurrió sin ningún sobresalto digno de reseñar, tan sólo que mi intranquilidad aumentaba cada vez que miraba a mi hermana y ésta me pillaba medio embobado, lo cual, lejos de molestarla, parecía agradarla, ya que cada vez que esto sucedía me dedicaba una sonrisa.
Sobre las 8 de la tarde, llegó mi cuñado y tras saludarme entramos a la cabaña a servirnos una cerveza, diciéndome que a ver cómo se las ingeniaba para decirle a mi hermana que le había surgido una cena con antiguos compañeros sin que ésta se enfadara, pues siempre que se tenía que ir de cena le ponía morros, yo sólo le dije valor y al toro. Llamó para adentro a mi hermana y yo me salí de la cabaña porque no me gusta estar presente en discusiones domésticas. Al poco rato y para mi sorpresa, salió mi cuñado de la cabaña muy sonriente, pidiéndome que por favor, me quedara a cenar con mi hermana y saliera después con ella a tomar algo, que de los niños ya se ocupaba su madre. En ese momento salió también mi hermana aún en bikini preguntándome qué quería cenar mientras jugaba graciosamente con los bordes de la braguita del bikini. No me pude negar y aunque sabía que aquello podía terminar mal, accedí, diciendo que me iría a mi casa a darme una ducha y vestirme para la ocasión. Ella saltó de un brinco y casi se la salen las tetas del bikini y corrió a abrazarme dándome un beso en la mejilla. El notar sus pechos sobre el mío mientras mi cuñado sonreía plácidamente me envalentonó y le di un sonoro cachete a mi hermana en una de sus nalgas y mientras le decía a mi cuñado "me debes una", una de las manos de mi hermana descendió hasta mi trasero dándole un ligero apretón antes de separarse de mi.
Completamente contrariado, me fui a mi casa, que estaba a unos 6 km de la cabaña, donde tras darme una refrescante ducha, me senté aún desnudo en el salón a tomar una cerveza y fumarme un cigarro. La imagen de mi hermana en bikini daba vueltas en mi cabeza. Por un lado sentía remordimientos, pero por otro lado, tenía la impresión de que ella estaba más excitada que yo con el tema, quizás la estaba pasando igual que a mi, así que decidí que llegaría hasta donde ella quisiera, dejando a un lado aquellos principios de los que hablaba al inicio del relato y que poco a poco empezaban a derrumbarse.
Me vestí lo más normal que pude, con unos vaqueros y una camiseta de sport con calzado deportivo, no quería aparentar que consideraba la cena como "la cita de mi vida". Cuando llegué de nuevo a la cabaña me crucé en la puerta con mi cuñado, que dándome una palmada en la espalda se despidió con un escueto "cuida bien de tu hermanita". Entré a la cabaña y me encontré con la suegra de mi hermana que veía entretenida la tele con los críos, nos saludamos y fui a la cocina a saludar a mi hermana y dejar una botella de vino que traje para la cena. Estaba muy atareada procurando que todo estuviera bien, e iba y venía por la cocina a una velocidad digna de cronometrar. Llevaba puesta una camiseta que la llegaba por debajo de sus nalgas y noté como con su vaivén sus pechos se movía libremente bajo la camiseta marcando ligeramente sus pezones. Sonriendo me dijo que me sentara en el salón, que enseguida estaría lista la cena.
Empezamos a cenar charlando amenamente de todo un poco junto con su suegra, nos terminamos enseguida la botella de vino y tras los postres y el café, su suegra se ofreció a recogerlo todo para que pudiéramos salir un poco antes. Mi hermana se dio una ducha rápida y salió del baño cubierta con una toalla que no llegaba ni a cerrarse, dejando ver todo un lateral de su cuerpo desnudo, aunque no era nada que no hubiera visto ya esa misma tarde, y se fue a su habitación. Yo me metí al baño a mear y cuando salí, me encontré de frente con la puerta de su habitación abierta completamente, ella estaba de espaldas completamente desnuda untándose crema corporal, así que di un paso atrás y volví a meterme en el baño dejando la puerta con una rendija para ver. La imagen era de lo más erótica, ella apoyaba una de sus piernas sobre la cama y acariciaba su muslo con dedicación, después repitió la escena con la otra pierna, sus nalgas se endurecían con los movimientos y al lado de sus brazos sus pechos bailaban de derecha a izquierda asomando intermitentemente por sus costados. Después se untó la crema por sus pechos y vientre y finalmente por los brazos. Tomó un pequeño tanga blanco de encaje que tenía sobre la cama y se lo puso, y seguidamente se puso el vestido. En ese momento salí del baño y al cerrar di un sonoro portazo, ella se volteó y vino hacia mi sonriendo mientras se ataba los botones del vestido.
Era un vestido de verano, ligero y ajustado hasta la cintura y de falda amplia de vuelo, todo floreado y abotonado de arriba abajo, cuando venía hacia mí, sólo tenía atados dos botones de la cintura y se esmeraba en atar los de la falda mientras me decía que ya casi estaba lista, tenía todos los botones de la parte superior desatados y mostraba gran parte de sus pechos que apuntaban hacia arriba y aunque no pude divisar los pezones esa imagen bastó para excitarme mucho. Entablé conversación, más que nada por no dejar de seguir mirándola y ella siguió tranquilamente, ahora dándome la espalda y mirándose al espejo, atándose los botones superiores, cuando terminó, se soltó la coleta sensualmente y se cepilló un momento el pelo, y así, sin maquillarse ni nada, tampoco lo necesitaba, me cogió del brazo y dijo vámonos.
Ya en la ciudad, entramos a un sitio que siempre nos había gustado a los dos, y al que ibamos a menudo, pero aquel dia no sé porqué, estaba lleno de gente, al principio se podía andar bien, pero a medida que nos ibamos adentrando aquello se convirtió en un embudo, ella iba delante, con lo que al apretujarnos, su culo quedó pegado a mi paquete, acercándose y alejándose alternativamente y después de unos cuantos roces tenía yo una erección que era imposible que no lo notara. A pesar de estar yo muy excitado, me avergonzaba bastante la situación al principio, aunque después al ver que ella no se inmutaba me tranquilicé. Le quité hierro al asunto diciendo "vamos a terminar pegados el uno al otro", ella giró la cabeza y riendo me dijo "bueno, eso no estaría nada mal". Yo alucinaba, mi hermana me estaba diciendo que no la desagradaba tener mi paquete en su culo. Pedí dos copas y nos pegamos como pudimos a la pared frente a frente, yo tenía cogida la copa a la altura de mi pecho y por los empujones de la gente ella se arrimaba y se alejaba a cada rato, quedando cuando se arrimaba su pecho izquierdo pegado a mi mano. Al no llevar sujetador podía notar perfectamente como su pezón se iba endureciendo más y más a cada contacto con el dorso de mi mano, hasta que en una ocasión pasó el camarero pidiendo paso para sacar un barril de la barra, ella se pegó completamente a mi, miró mi mano pegada a su pecho, miró a mis ojos y se echó a reir, diciendo, aprovecha que enseguida me separo. Yo no me corté y la rodeé la cintura con la otra mano posándola al inicio de sus nalgas justo encima de la costura de su tanga apretándola contra mí más fuerte aún diciendo, a ver si puedes separarte. Ella se rió y apoyó su cabeza en mi hombro.
Estuvimos así un buen rato, mientras apurábamos nuestras copas, mi mano seguía apoyada en su cintura jugueteando con la costura de su tanga, de la cual tiraba hacia arriba suavemente provocando seguramente una ligera fricción de la prenda que se incrustaba en su sexo. Noté como pegaba su pelvis a mi erección haciendo movimientos muy suaves y sensuales respirando agitadamente, a lo que yo respondí tirando más fuertemente de la costura del tanga provocando que empezara a gemir en mi oído mientras me decía "sigue que estoy a punto de correrme", y casi sin terminar de decirlo noté como sus piernas temblaban pegadas a las mias. Yo no podía creerlo, se había corrido con sólo estar pegada a mi y soportar la presión de su tanga incrustándosela en el coño. Fue un orgasmo corto, pero la intensidad se reflejaba en su rostro cuando me miró con la boca entreabierta y la respiración entrecortada para decirme "vámonos a la playa". Yo no daba crédito a lo que oía y tengo que reconocer que ahí estuve a punto de salir corriendo, pero su mirada, su perfume mezclado con el olor a hembra en celo que desprendía y el tacto de su cuerpo bajo la fina tela del vestido me tenían hipnotizado.
A 4 km de allí, había una playa que conocíamos de cuando éramos más jóvenes, a la que íbamos a veces por la noche a hacer hogueras con los colegas y que siempre estaba desierta por la noche. Afortunadamente yo siempre llevo en el coche una toalla gigante para estos menesteres, porque solía hacerlo a menudo con mi mujer. Nos gustaba mucho ir a la playa de noche y estar allí tumbados largo rato y ocasionalmente echar un polvo bajo las estrellas.
Llegamos rápidamente, y aunque la playa estaba desierta, buscamos un lugar entre las dunas lo más apartado posible de la entrada a la playa. Extendí la toalla y ella se tumbó con las manos cruzadas tras la cabeza. Yo la imité y permanecimos unos minutos en silencio, ninguno de los dos decíamos nada, simplemente pensábamos en lo que iba a pasar mientras escuchábamos tan sólo nuestra propia respiración, que se agitaba por momentos. Rompió su silencio para confesarme que hacía años que deseaba hacer eso conmigo, pero que nunca había tenido el valor suficiente, hasta hoy cuando la unté el bronceador y vió mi excitación al acariciarla. Yo la dije que la deseaba desde que la vi esa misma tarde andando delante de mi meneando sus caderas. Y no hizo falta decir más, se incorporó y tras mirarme unos segundos me besó. Muy dulcemente al principio, en la frente, en la nariz, en la barbilla y finalmente en los labios, con mucha suavidad, disfrutando infinitamente el beso, abriendo poco a poco sus labios para que hiciera acto de presencia su lengua, empezando a lamer mis labios hasta que se abrieron dejándola pasar al interior de mi boca para que se mezclara con mi lengua en una danza de caza y captura de ambas. Fue el beso más largo y placentero que he recibido en mi vida.
Cuando nuestros cuerpos pidieron protagonismo, me quité los pantalones y la camiseta en un santiamén y ella se puso de rodillas y de un movimiento se sacó el vestido, se quedó de rodillas recogiéndose el pelo en una graciosa coleta y la visión de sus pechos, erguidos aún más por tener ella los dos brazos levantados, me llevó a atacarlos vorazmente con mi lengua, lamiendo y chupando sus dos pezones alternativamente. Ella se dejaba hacer suspirando mientras agarraba mi cabeza apretándola contra sus pechos pidiéndome que no parara. La agarré por la cintura sin dejar de comerme sus tetas y me tumbé sobre ella entrelazando nuestras piernas, sentir sus piernas desnudas entre las mías me excitó muchísimo y mi erección ya asomaba por fuera del calzoncillo, me le quité sin dejar de besarla y cuando ella notó mi polla apretada contra sus piernas soltó un gemido, producido mitad por la excitación y mitad por la admiración. Descendí de su pecho a su vientre y mientras le iba pasando la lengua del ombligo a su bajo vientre, le fui bajando poco a poco el tanga. Cuando mi lengua llegó a su bajo vientre, se encontró con una mata de pelos rubios, recortada a los lados pero abundante en el centro. Me detuve a observarlo, nunca había visto una mata de bellos púbicos rubios y me encantó su visión. Ella separó las piernas todo lo que pudo y cuando le pasé la lengua por toda la extensión de su raja, dio un suspiro muy profundo y cogiendome de la cabeza me dijo, "si me quieres tendrás que alcanzarme", y dando un salto echó a correr hasta meterse en el agua.
Cuando conseguí alcanzarla, el agua la llegaba por la cintura, me acerqué por detrás y la abracé. Mientras la besaba en el cuello, con una mano la magreaba los pechos y con la otra empecé a jugar con su clítoris en una caricia rítmica que provocó que empezara a gemir sonoramente. Mi polla se abrió paso entre sus nalgas y piernas rozando mi glande con la mano que acariciaba su clítoris. Se giró y volvió a atrapar mi polla entre sus piernas, mis manos cogieron sus nalgas atrayéndolas y separándolas de mi haciéndome una paja entre sus piernas. Era delicioso sentir sus pechos mojados sobre mi pecho mientras nos besábamos, en un beso con un sabor salado que nunca había experimentado antes. Tiré de sus nalgas hacia arriba y me rodeó con las piernas, quedando ensartada en mi miembro de un solo movimiento. Cubiertos por el agua hasta el pecho, estuvimos sin movernos unos minutos. Dejamos de besarnos para mirarnos a los ojos y sentir mejor aquella penetración, disfrutando de estar yo dentro de ella y ella de sentirme dentro suyo. Me dijo "ojalá se detuviera ahora el mundo y esto no se acabara nunca". Yo la dije, "ojalá fuera posible". Y poco a poco, empezamos a movernos suavemente, como si tuviéramos miedo a rompernos, primer ella se movió en circulos apretándose a mí con tanta fuerza que me llegó a hacer daño en la espalda, y después hacia delante y hacia atrás, lentamente, como si mi miembro tuviera dificultades en entrar y salir de su vagina. No duramos mucho ya que era demasiada la excitación acumulada, así que cuando ella notó mis chorros de semen en su interior empezó a correrse mientras gritaba y clavaba sus uñas en mi espalda. Seguimos así un buen rato, abrazados ella montada en mi, besándonos con un cariño desmesurado hasta que mi miembro se quedó flácido y se salió de su vagina.
Salimos del agua abrazados como estábamos sin dejar de mirarnos. Nos secamos mutuamente con la toalla y envueltos en ella, frente a frente, volvimos a besarnos. Mi miembro volvió a levantarse pidiendo más. Extendí de nuevo la toalla y la tumbé, para esta vez sí, dedicarme al placer de comerme su delicioso coño, cogí su clítoris con mis labios y empezé a chuparle succionándolo vorazmente, casi instantáneamente volvió a humedecerse soltando una gran cantidad de líquidos, acompañados de unos gemidos escandalosos y pidiéndome que le acercara mi polla. Me coloqué en posición invertida y acompañó mis lenguetazos a su vagina metiéndose mi miembro en su boca. Pensé que me moría de gusto cuando introdujo de golpe un dedo en mi ano al mismo tiempo que succionaba mi glande con la boca. Tuve que parar un momento a coger aire, porque del placer que estaba sintiendo me temblaban las piernas. Mi hermana parecía toda una experta mamando pollas y me estaba haciendo ver las estrellas sin mirar al cielo. Después de coger aire, volví a chupar su botoncito mientras le ensartaba tres dedos en su vagina de un golpe, y tras unos segundos dejó de chuparmela para gritar que se corría, esta vez salvajemente, bañando mi cara con una cantidad de flujos increíble y unos espasmos completamente incontrolados que hacían que su culo se levantara varios centímetros del suelo, mientras gritaba que la follara, así que me puse encima de ella y se la ensarté de un solo golpe. Empecé a meterla y a sacarla violentamente, golpeando mis huevos con su culo en cada embestida y ella según me dijo, empezó a encadenar un orgasmo tras otro. No podía creerlo, mi hermana era multiorgásmica y estuvo cerca de cinco minutos en pleno orgasmo, justo lo que yo tardé en descargar mi segunda corrida, que al ser más trabajada que la primera, fue mucho más abundante. Cuando dejé de penetrarla, terminaron sus orgasmos y me maldije por no haber aguantado más.
Pero ella me sonrió y me dijo que había sido el mejor polvo de su vida, que nunca había gozado tanto. Estuvimos largo tiempo abrazados y envueltos en la toalla. Besándonos con ternura y repitiéndonos que esa no sería la última vez. Volvimos al agua para quitarnos la arena que se había pegado a nuestro cuerpo y quitarnos mutuamente nuestros fluidos corporales con suaves caricias, caricias que nos volvieron a excitar, pero que no dieron pie a que se volviera a desencadenar la pasión en otro encuentro sexual. Por aquel dia ya habíamos tenido bastante. Así que como ya era muy tarde, la llevé a su casa y antes de bajarse del coche, me regaló otro beso inolvidable al tiempo que me prometía que ese día inolvidable se repetiría más veces.