Un día horrible

Y como tu mujer lo puede arreglar.

Había sido uno de esos días en que es mejor no levantarse, acababa de llegar a casa y la cosa no pintaba mejor, mi aburrida vida de casado, me esperaba una tarde de sofá aburrida y una noche aun mas aburrida.

Sobre las ocho y media llegó ella del trabajo, venía con un vestido blanco que se abrochaba con innumerables botones por delante, corto y escotado y unas sandalias con bastante tacón, nos saludamos con la misma frialdad con la que lo solíamos hacer desde hace ya años.

Mientras dejaba su bolso me quede mirándola, joder pensé, sigue siendo una mujer muy atractiva, e inmediatamente mi imaginación comenzó a funcionar, recordando los viejos tiempos. Un… "voy a ponerme más cómoda" me despertó de mi ausencia, daba por hecho que mi vida seguiría su ritmo habitual.

Poco tiempo después volvió al salón, llevaba el mismo vestido, solo que ahora estaba descalza, "al menos no es ese horrible pantalón ni esa horrible camiseta" pensé.

Se me quedó mirando, yo tampoco solía vestir muy sexy en esas situaciones, pero esta vez llevaba la misma ropa que al trabajo, solo que me había quitado la chaqueta, los zapatos y la corbata.

Aquella mirada….

Me levanté del sofá y me fui hacia ella, no pensaba lo que estaba haciendo, seguramente de haberlo pensado no lo hubiera hecho, me puse frente a ella y metí mi mano por debajo de su vestido, mientras con la otra mano la sujetaba por el cuello y la besé.

Su sexo estaba húmedo, hacía calor entre sus muslos, jugué con su clítoris y metí mis dedos entre sus labios, mientras no dejaba de besarla.

Hacía tanto tiempo que no la saboreaba que me puse de rodillas frente a ella

Separé sus piernas, la sujete de las caderas empujándola hacia mi y hundí mi cara en su sexo, echaba de menos aquel olor, aquel sabor, recorrí cada rincón de su coño con mi lengua, acariciaba su clítoris con la punta de mi lengua, la penetraba con ella y ella sujetaba con fuerza mi cabeza como prohibiéndome que dejara de hacerlo, jadeaba, gemía, cada vez mas y mas fuerte, conocía esa respiración, aún la recordaba, iba a tener un orgasmo ya, su culo empezó a vibrar y tiró de mi pelo con fuerza, se estaba corriendo.

Aquello no podía terminar así, me levante, tenía el olor de su sexo grabado en mi mente y eso me ponía aún mas caliente, con cierta violencia la lleve hasta la mesa del comedor, a lo que ella no opuso la menor resistencia. No iba a ponerme a desabrochar esos cientos de botones y necesitaba ver su cuerpo así que de un golpe abrí el vestido, los botones saltaron por los aires y dejaron al descubierto su cuerpo, sus perfectos pechos, su cintura.

Me quite los pantalones, todo, mientras ella hacía con los botones de mi camisa lo mismo que acababa yo de hacer con los de su vestido.

No esperé ni un momento, la senté en la mesa, al borde, que su culo quedase casi fuera de los limites de aquella tabla donde comíamos a diario, y la penetre, ella me sujetaba el culo apretándome contra su cuerpo, yo notaba el roce de sus pezones en mi pecho y mordía su cuello, su barbilla, sus labios.

Ahora la sujete del culo yo también, intentábamos que entrase todo, todo lo posible, ella estaba tan mojada que sentía su humedad hasta en mis muslos, esa sensación hizo que no aguantase mas

La miré a los ojos y la dije, voy a correrme y ella dijo, no dejes de follarme, seguí empujando fuerte, embistiéndola casi, hasta que no pude mas, grité, grité como nunca antes lo había hecho y a mis gritos se unieron los suyos, nos corrimos.

Aquella noche follamos tres veces mas.

Que ropa llevará hoy al llegar a casa?