Un día en mi vida.
Mi vecina madura un día una hora ¡vaya! ¡vaya!
Tenía 25 años en aquel entonces, hacia dos días que el presiente había anunciado la cuarentena.
Me encontraba en mi habitación leyendo un libro pasando la tarde-Noche tan aburrida que me había tocado pasar, mientras ojeaba una de las muchas hojas, noté como me dolían un poco los ojos así que decidí apagar la luz para descansar la vista.
Cuando quite la luz un leve destello entro por la ventana. Llamado por la curiosidad decidí acercarme para echar un ojo.
Lo que mis ojos divisaron permanece incluso hoy grabado en mi mente. Se trataba de mi vecina. Lara se llamaba, una mujer madura de unos 40 o eso le echaba yo. Acababa de salir de la ducha y venia envuelta en una toalla a la vez que se secaba su rubia cabellera con otra.
En un movimiento de esos con los que se secaba se soltó el nudo de la toalla. He de decir que me había cruzado con esta mujer numerosas veces en el portal. Pero en la vida me había imaginado que tuviera un cuerpazo como ese y pese a su edad muy bien cuidado.
Mi polla se había despertado ante una hembra tan despampanante y un detalle que me encantaba de las mujeres y en alguien de su edad era algo realmente sexy se depilaba el monte de venus.
Un ruido en le calle llamo su atención percatándose de que tenía la ventana abierta y yo pese a estar a oscuras me asuste y me agache apartándome de la ventana cayéndome de culo y haciendo mucho ruido.
Cuando me levante del suelo ya había echado las cortinas. Entre en el salón cojeando por el dolor del golpe. Mi hermana Sonia estaba tumbada en el sofá viendo la tele no se había percatado de nada pese al ruido que había hecho.
Me senté en un sillón para poder ver la tele con ella.
Después de un buen rato viendo la tele sonó la puerta, yo ni preste atención no me apetecía levantarme. Al cabo de un rato volvió a sonar Sonia me dirigió la mirada y entonces me Pregunto:
- ¿No te vas a levantar?
- No me apetece ve tú.
- ¡Joder tío! ¡Que perro eres! – dijo mientras se levantaba enfadada y me tiraba un cojín.
Cuando abrió la puerta oí a esta decir. “Si claro pase, por favor” entonces entro Lara la vecina vestida únicamente con una camiseta kimono atado con un cito color gris, escotada y unas bragas rojas que se transparentaban y se me quedo mirando un instante y luego atendió a mi hermana que venía de la cocina entregándole algo.
- Aquí tiene.
- Muchas gracias.
Me dedico una última mirada salió despidiéndose de nosotros con un “buenas noches” Lejos de olvidarme de ella. Como hubiera sido lo más lógico comencé a darle vueltas en la cabeza. No me podía creer lo buena que estaba su marido la había dejado hacía meses y a mí me resultaba incomprensible.
Una mujer así haría las delicias de cualquier hombre aun con la edad que debía de tener. No podía seguir así con la erección que tenía, así que me fui a mi habitación para hacerme un pajote.
Cuando entré en la habitación encendí la luz y me di un susto a ver que mi vecina estaba asomada a la ventana.
- Buenas noches vecino.
- Buenas noches. – Le respondí.
Me acerque a la ventana prestándole la atención que se merecía.
- ¿Qué tal se lleva la cuarentena?
- Muy aburrido, todo el día encerrado con mi hermana.
- Por lo menos tienes compañía yo estoy muy sola
“Encantando estaría yo de hacerte compañía” pensaba yo para mí.
- Siento que este usted sola.
- Que le voy hacer, a mis 52 años que puedo esperar.
- No me lo puedo creer ¿Tiene usted 52? No lo parece desde luego.
- Pues si los tengo. ¿Cuántos me echabas?
- 39 o 40.
- Eso es que me miras con buenos ojos.
Los ojos con los que yo la miraba no eran precisamente buenos sino más bien de deseo, y más ahora que sabía la edad que tenía.
Por un momento nos quedamos los dos mirándonos en silencio mirándonos fijamente. Yo me había quedado empalmado al verla de aquella manera vestida y me había quedado sin palabras.
Entonces ella rompió el silencio.
- Bueno, tengo que irme a dormir.
Lara apago la luz de su habitación quedándose completamente a oscuras donde apenas se la podías distinguir.
Yo me tumbe sobre mi cama con el mástil de mi barco levantado pesando e la imagen de Lara frente a la ventana.
Fue al cabo de unos días por la mañana, que yo volvía del supermercado con la compra y ahí estaba Lara es su puerta con unos vaqueros y una blusa blanca. Estaba dando golpes en la puerta intentando como intentando abrir.
- Buenos días Lara, ¿qué te pasa?
- No te lo vas a creer, me he dejado las llaves dentro. – me dijo desesperada.
Me pare a pensar por un instante y recordé que de su ventana a la mía no había mucha distancia y a lo mejor podía intentar saltar.
- Espera un momento. – le dije dejándola allí.
Cuando entre en casa Sonia estaba tumbada en el sofá viendo la tele le salude de pasada y pase corriendo a mi habitación.
Como me esperaba la ventana de la habitación de Lara estaba abierta, aunque el riesgo era enorme si fallaba la caída podía ser mortal pero quería hacerle el favor.
Así que salte de una ventana a la otra agarrándome con fuerza a los salientes del piso de enfrente. Pudiendo entrar después sin ningún problema.
- ¡Has tardado mucho! – Oí al entrar en la habitación.
Lara estaba en la puerta de habitación en ropa interior de color amarillo que resaltaba su piel morena.
- No sabía cómo hacer, para traerte a mi habitación. – Me dijo insinuándose.
- No me lo puedo creer. – dije sorprendido.
Lara se quitó la poca ropa que llevaba, y me dijo mirándome sorprendida.
- ¡Desnúdate! O quieres que me folle yo sola.
Cuando dijo esto me quite la ropa, completamente nervios y con el corazón a cien tropezándome con los muebles.
Lara se recostó sobre la cama, riéndose a carcajadas por el espectáculo que estaba dando yo. Cuando conseguí desnudarme completamente.
Me subí a la cama torpemente tumbándome junto a ella, comencé a besarla mientras le tocaba las tetas a la vez que ella me agarraba La polla y me la masturbaba.
Lara se metió mi rabo, en la boca y me hizo una de las mejores mamadas que me Habían hecho en mi vida dejándola completamente húmeda. Mientras movía su cabeza delante y atrás.
Al cabo de un rato Lara se sentó sobre mi cara acercándome su depilada vulva a la boca. Pudiendo recorrer con mi lengua el clítoris de aquella mujer caliente.
- Lara tengo ganas de metértela.
Lara se tumbó sobre la cama, mientras polla se hundía en sus entrañas a la vez que soltaba un fuerte gemido. Podía sentir como el calor de su interior se trasmitía a mi polla.
Cuando la estaba penetrando por el rabillo del ojo pude ver la ventana de mi habitación en la que Sonia nos estaba espiado semi-escondida.
Eso me dio todavía más morbo, a lo que embestí aumentado el ritmo de los ejercicios que estábamos haciendo.
Cuando me llego el tan ansiado placer de mi orgasmo se la saque y comencé a salpicársela encima de ella descargando un gran chorro de semen sobre ella.
- ¿Te has quedado a gusto? – Pregunto Lara relamiéndose.
- No sabes cuánto. Que ganas te tenía.
- Bueno, ya tienes lo que querías.
Aquella noche cene con ella y volví a casa un poco tarde…