Un día en la vida de la cerdita (2)

Entraba una verga a mi boca y yo sentía una mano que me empujaba para que la chupara, luego salía y me hacían voltear la cabeza para chupar otra, y luego otra, y otra más, no sé durante cuánto tiempo. Luego sentí de nuevo la verga de mi Amo.

Continuación de Un día en la vida de la cerdita (1)

Ya las escenas del televisor habían terminado. Frente a mí estaba Miguel con una filmadora, ya no había necesidad de disimular o esconder las cámaras.

  • "¡Pero qué cerdita tan puta!"- dijo Ana - "es injusto que sea ella la única que goce".

Me agarró del pelo y me tumbó bocarriba sobre el sofá, poniendo sus rodillas a lado y lado de mi cara y su concha sobre mi boca, con las nalgas hacia mi frente. Sabía que era mejor no resistirme, así que empecé a lamer. Sentí que sacaban el pepino de mi concha y metían otra cosa. Supe que era un vibrador porque empezó a moverse. Los jugos de Ana mojaban mi cara y, de repente, sentí un ardor en mi concha. Mi grito fue apagado por la concha de Ana restregándose sobre mi cara. ¡Mi Amo me estaba azotando! Los azotes seguían mientras el vibrador se moviá en mi concha y yo chupaba y lamía la de Ana.

  • "Necesitas un estímulo, mi cerdita, así que sólo pararé los azotes cuando Ana haya quedado satisfecha. Y creo que a Ana le gusta, voy a pedirle que me ayude."

Pocos segundos después, sentí que Ana se quedaba quieta, pero yo no paraba de lamer y chupar, y entonces sentí el primer azote en mis ubres. Mi Amo le había dado a Ana algo para que ella también me azotara. Los golpes hicieron que saltaran las pinzas de mi concha y mis pezones, lo que me provocó un dolor aún mayor y, a pesar de todo, mi concha no paraba de manar. Ana turnaba cada una de mis ubres en los azotes, yo sentía cómo ardían y se calentaban mis ubres y mi concha, hasta que al fin ella tembló con un grito y se detuvieron. Al levantarse Ana, yo respiraba agitada, no sólo porque no había podido respirar bien mientras comía su concha, sino por la excitación. Pero no me dejaron descansar, mi Amo agarró el collar y me haló hacia el suelo, haciéndome gatear un poco y luego ordenándome permanecer de rodillas.

Me puso una venda en los ojos, pero yo ya me imaginaba lo que venía. Pronto sentí frente a mi cara las vergas de los 4 hombres que estaban allí. Sólo podía diferenciar la de mi Amo, porque era la única que no tenía condón. Me latían las ubres y la concha por los azotes recibidos, pero sabía que debía portarme bien o mi Amo me corregiría muy fuerte. Entraba una verga a mi boca y yo sentía una mano que me empujaba para que la chupara, luego salía y me hacían voltear la cabeza para chupar otra, y luego otra, y otra más, no sé durante cuánto tiempo. Luego sentí de nuevo la verga de mi Amo.

  • "Quiero que guardes mi leche en tu boca hasta que te diga", le escuché a mi Amo.

En ese momento sentí el sonido del timbre, y los tacones de Ana caminando hacia la puerta.

  • "Llegó el domicilio" - "anunció Ana, para luego decirle al muchacho con el pedido "¡ah, qué tonta soy!, no traje el dinero, ya regreso"

En ese momento mi Amo llenó mi boca con su leche, y al sacarme la verga de la boca, yo la cerré y mantuve la leche ahí, como me había ordenado.

  • "¡Fuera condones! Vamos a darle a la cerdita un baño de leche en la cara", dijo, quitándome la venda.

Entendí por qué mi Amo me había puesto en ese lugar. Desde la puerta, el joven que había traído el domicilio disfrutaba del espectáculo de verme arrodillada y chupando la verga de mi Amo, y ahora con 3 vergas más por estallar, apuntando a mi cara. Cerré los ojos justo antes de sentir cómo llegaba la leche de uno y otro a mi cara y empezaba a resbalar. Al finalizar, mi Amo me ordenó abrir la boca y mostrar la leche que guardaba y sentí el flash de una cámara mientras me retrataban de rodillas, con la boca y la cara llenas de leche, y las ubres rojas por los azotes. Sólo hasta ese momento le entregó Ana el dinero al domiciliario para que se marchara, y cerró la puerta. Mi Amo me ordenó que tragara su leche y me dio un vaso de agua. Sentía la boca seca y pastosa, pero yo sabía que Él siempre me cuidaba.

Mi Amo al fin detuvo el vibrador de mi concha, pero no lo sacó; puso la correa en mi collar y me llevó hacia la puerta y me quitó la camiseta que seguía enrollada sobre mis ubres. Por un momento me aterroricé, pesando que querría sacarme así, pero al llegar al lado de la puerta me dijo:

  • "Échate ahí y descansa, que ya el almuerzo no demora. Lo has hecho muy bien, estoy orgulloso de ti."

Me dolía todo el cuerpo, hasta la boca de tanto chupar, el culo y la concha porque me los habían tenido llenos desde que llegamos, los azotes, las posiciones incómodas, y estaba exhausta. Por el cansancio alcancé incluso a quedarme dormida, echada en el suelo. Me despertó el sonido del intercomunicador de la portería. Me sobresalté. ¿Quién podría ser ahora?. ¡Ya no podía más!, ¿Qué más querría mi Amo de mí?. Sentía la leche seca en mi cara y el cuerpo dolorido, y el cansancio permanecía.

  • "A 4 patas, cerdita", dijo mi Amo.

Me levanté con mucho esfuerzo y me puse a 4 patas, ya sin fuerza para siquiera suplicar y tratar de evitar lo que pudiera suceder a continuación. Sonó el timbre y Ana fue a abrir. Por mi posición, y sin ser capaz de levantar la cabeza por la vergüenza, sólo vi afuera dos pares de piernas femeninas, en botas de tacón.

  • "Hola, queridas, llegaron justo a tiempo, ella es la cerdita de Esteban, y ya les presento a los demás".

Ellas se sobresaltaron un poco, pero supongo que Ana ya les había adelantado algo de mi condición, porque ninguna protestó ni hizo mayor comentario. Antes que sus amigas entraran, Ana levantó la voz y dijo:

  • "¡Esperen! no quiero que me ensucien el piso con las botas."

  • "Pero ya las limpiamos en el tapete de la entrada, Ana, ¡no seas exagerada!"

  • "No, es mejor estar del todo seguros. Cerdita, límpiales las botas".

¡Yo no lo podía creer! Volteé la cabeza buscando a mi Amo, y cuando encontré su mirada, esperaba que le dijera a Ana que no, que yo no hacía esas cosas, pero Él lo único que hizo fue llegar hasta mí y lanzarme una bofetada.

  • "Pero ¡Qué desagradecida! Ana nos invita cordialmente a almorzar y ¡tú no eres siquiera capaz de corresponderle haciéndole un favor!

Así que, luego de pedir perdón, me volteé de nuevo, agaché la cabeza y empecé a lamer una por una las botas que ponían frente a mí, con desgano.

  • "Parece que necesitas convencimiento", dijo mi Amo.

Sentí que el vibrador se encendía de nuevo y la mano de mi Amo caía sobre mis nalgas. Después de cada palmada, venía una frase.

  • ¡Paf! "¡Por ser una cerda desobediente!"

  • ¡Paf! "¡Por ser una puta desagradecida!"

  • ¡Paf! "¡Por no comportante como una cerda"

Las palmadas eran fuertes y ya no pude aguantar más. Se me empezaron a salir las lágrimas mientras yo lamía con esfuerzo y dedicación las botas de las amigas de Ana. ¿Por qué aguantaba esto? A pesar de lo humillada y rebajada que me sentía, ninguna de las situaciones en las que me ponía mi Amo eran contra mi voluntad. La palabra de seguridad seguía ahí, en mi mente. Bastaría pronunciarla y todo se detendría. Pero no quería, prefería estar ahí, agotada, dolorida, humillada a 4 patas mientras mi Amo me nalgueaba y me insultaba, lamiendo las botas de dos desconocidas. Estar así mezclaba todos mis placeres, sentirme suya y obedecerle, ser humillada, vejada, sentir dolor y, sobre todo, saber que Él estaría complacido conmigo. Al fin terminé de lamer las botas, las suelas, pasé la lengua con esmero por cada rincón, moviendo la cabeza lo mejor que podía y sacando mi lengua obediente, hasta que estuvieron satisfechos y me ordenaron detenerme, cesaron las nalgadas y el movimiento del vibrador. Mi Amo me ordenó ponerme de pie. No me había dado cuenta, pero todo el tiempo la puerta estuvo abierta, no sabía cuántas personas me habían visto así.

  • "Si quieren, pasen ya al comedor, que serviré el almuerzo" dijo Ana.

  • "Espera, Ana, hiciste que me diera cuenta que mi cerdita necesita algo más de entrenamiento con los zapatos. Vamos a la cocina" dijo mi Amo, halando la correa y haciéndome seguirlo.

Todos nos siguieron, con el morbo de saber lo que mi Amo me haría ahora. En la cocina había un plato con carne, verduras y papas cortadas en trozos pequeños. Supuse que ese era el mío, ya que me harían comer sin cubiertos. Mi Amo lo agarró y lo volcó al piso, y empezó a aplastar la comida con sus zapatos. Sobra decir que ya todos estaban vestidos, la única que no tenía derecho a ropa era yo. "Las cerdas no usan ropa" recuerdo que me decía mi Amo cuando recién me fui a vivir con Él y protestaba por tener que estar desnuda siempre. Yo sólo miraba cómo la comida se iba convirtiendo en una masa, aplastaba los pedazos de carne, las papas, las verduras se rompían aún más y veía cómo iban quedando adheridos pedazos a sus zapatos, porque turnaba los pisotones, y al suelo. Luego se agachó y recogió lo que pudo con la mano y lo puso de nuevo en el plato.

  • "Limpia mis zapatos, cerda, a ver si así aprendes"

Cuando me puse de nuevo a 4 patas. Mi Amo encendió de nuevo el vibrador. Yo había aprendido que parte de mi entrenamiento era que la humillación y lo que mi Amo me hiciera me diera placer. El objetivo siempre era que los dos difrutáramos de lo que pasaba. Él colocándome en situaciones humillantes, y yo viviéndolas. Incluso con algunas cosas, el condicionamiento de mi cerebro por la "educación" constante a que era sometida hacía ya que sólo hacerlas me excitara, sin necesidad de usar mis agujeros.

Me dediqué a limpiar sus zapatos, quitando y tragando los restos de comida que se habían adherido, levantó primero una suela y luego la otra, mientras los demás aplaudían o hacían comentarios de agrado hacia mi Amo y humillantes hacia mí. Sentía asco de comer eso, de comer de esa manera, lamiendo comida aplastada de unos zapatos, pero nada era tan fuerte como la humillación que me provocaba, lo que hacía que se convirtiera en placer, sumado al vibrador que no paraba de moverse.

  • "Muy bien, cerda. Ahora limpia el suelo. No vas a dejar la casa de Ana sucia sólo porque tú seas una cochina que necesita entrenamiento."

Volteé la cabeza y la dirigí al suelo, fue más difícil aún. Había trozos muy pegados que me obligaban a lamer varias veces el mismo lugar hasta que al fin podía quitarlos. Todos se deleitaban viendo a una cerda comer comida aplastada en el suelo, mientras yo sólo lamía y tragaba los restos de comida que habían quedado. Al fin mi Amo haló la cadena hacia arriba y me puse de pie. Apagó el vibrador, lo sacó de mi concha, y me lo puso frente a la boca para que lo lamiera, como debía hacer siempre con lo que saliera de allí. Luego sacó el zuccini que aún permanecía en mi culo. Me dijo que dejaría descansar mis agujeros y yo lo miré agradecida.

Me llevó al comedor y me señaló una silla. El plato que había allí era el de la comida aplastada que mi Amo había recogido, y al lado un cuenco de agua. Me sorprendió que me hiciera sentarme a la mesa, pero pronto entendí por qué. Allí sentada era más fácil que todos me vieran, vestidos formalmente, con su servilleta y sus cubiertos, y su comida en perfecto estado, mientras yo estaba desnuda con collar, obligada a comer directamente del plato, con semen seco y restos de comida en mi cara. Ana nos deseó buen provecho a todos y empezamos a comer. Yo llevaba mi cabeza al plato de comia o al de agua. De vez en cuando mi Amo agarraba un trozo de su comida en el tenedor y me decía "ven, cerdita". Sin decírmelo, supuse lo que se esperaba de mí, me iba al suelo y andaba a 4 patas hasta su silla y recibía la comida que me daba, para luego volver de la misma manera hasta mi silla y seguir comiendo.

Luego que todos terminamos de almorzar... (continuará)


Incorporé dos mujeres más al relato, al igual que lo de los zapatos, por solicitud de una lectora, a quien le agradezco la sugerencia =) En mi próximo arranque de inspiración continuaré con mi fantasía, pero todos los comentarios y sugerencias sobre las situaciones en que les gustaría verme son bienvenidos, aquí o a mi correo: cerdita.sumisa@gmail.com