Un día en la vida de la cerdita (1)
Se movió unas veces más y sentí ese temblor de la verga antes de estallar, y luego su leche en mi boca. Me había costado aprender a recibirla y tragarla, pero ahora era un acto más que reforzaba que le pertenecía, que era su propiedad.
No había podido dormir mucho la noche anterior. Mi Amo se levantó poco después de quedarme dormida y me dijo que me estaba moviendo mucho y no lo dejaba dormir, así que ató mis muñecas a la cabecera de la cama y mis pies al otro extremo, bocarriba, y no fue fácil conciliar el sueño, ya que estoy acostumbrada a dormir de medio lado.
"Buenos días, mi niña", me dijo cuando abrí los ojos.
"Buenos días, mi Señor", le respondí.
Se agachó sobre mí y empezó a besarme la boca, un beso tierno, suave y largo, y siguió a mi cuello. A pesar del cansancio, mi cuerpo reaccionaba de inmediato a sus caricias. Su lengua, sus labios y sus dientes en mi cuello me provocaban oleadas de excitación y Él lo sabía. Siguió bajando y al llegar a mis pezones, lamía y chupaba un poco fuerte, haciéndome lanzar pequeños gemidos. Siguió bajando por mi estómago hasta mis piernas, y soltó la atadura de mis pies para abrir mis piernas y entretenerse en mi concha, lamía, metía los dedos, chupaba, mordía mis labios vaginales suavemente. Mi excitación era incontrolable, gemía, casi que gritaba.
- "Tienes permiso de venirte cuando le desees, cerdita"
No tuvo que repetírmelo. Dejé salir mis orgasmos uno tras otro mientras Él jugaba con sus dedos y su lengua. Luego se puso entre mis piernas y sentí su verga entrar de una sola vez. Lancé un grito más. Volvió a besarme la boca y sentía el sabor de mis jugos en su cara. Mis orgasmos continuaban. Por Él y para Él era capaz de tener una cascada. Se levantó y sin dejar de clavarme empezó a jugar con su dedo pulgar sobre mi clítorís. Estaba tan mojada que sonaba "¡splash! ¡splash!" cada vez que su cadera golpeaba la mía. De repente, sacó su verga de mi concha, pasó sus piernas a lado y lado de mis brazos y la metió en mi boca. La metía y la sacaba, a punto de terminar.
- "Trágatela toda, quiero que mi cerdita esté bien alimentada"
Se movió unas veces más y sentí ese temblor de la verga antes de estallar, y luego su leche en mi boca. Me había costado aprender a recibirla y tragarla, pero ahora era un acto más que reforzaba que le pertenecía, que era su propiedad. Se retiró y desató mis muñecas, y me dijo que me levantara y me moviera un poco para que pasara la incomodidad de la noche anterior. Me dolían los brazos y las piernas, pero no me importaba. Me sentía suya. Me encantaba pertenecerle. Mi placer con Él era inmenso, podía ser el más humillante o el más tierno cuando lo deseaba, y a mí me encantaba de todas las maneras. Cuando vio que ya me había movido y se me había ido el entumecimiento de las extremidades, agarró la correa, la prendió a mi collar y empezó a halar.
- "Vamos a bañarte que hoy debemos salir temprano"
A veces me permitía bañarme en la ducha, de pie, pero cuando empezó a llevarme hacia el patio, supe que hoy no sería uno de esos días. Se detuvo junto a la piscina inflable donde me bañaba y yo ya sabía lo que debía hacer. Me puse a 4 patas, separé mis rodillas y empecé a orinar sobre el pasto. Cuando terminé, mi Amo me quitó el collar para que no se mojara y yo me metí a 4 patas a la piscina. Luego Él agarró la manguera y empezó a mojarme por todos lados, enjabonó una esponja y empezó a pasármela por todo el cuerpo. El patio podía verse desde los pisos altos de las casas y edificios que quedaban alrededor, pero creo que los vecinos ya estaban acostumbrados a ver eso y otras cosas más. Me enjuagó el jabón con la manguera y me puse de pie, para que me pasara la toalla.
- "Prepara el desayuno mientras me baño, pequeña", dijo mientras se daba la vuelta, dirigiéndose a la casa.
Agarré el collar y la cadena y entré a la cocina, pelé y piqué algo de fruta y queso, y lo serví en la mesa. Serví sólo su plato, porque no sabía si ese día yo podría comer sentada a la mesa y usar cubiertos, o en el suelo de mi cuenco, pero cuando Él llegó, ya vestido, sirvió un plato para mí también. Mientras desayunamos conversamos un poco de todo, del clima, de política... pensaba que a lo mejor hoy sería un día de esos "vainillas" que a veces teníamos, en que nos comportábamos "casi" como una pareja cualquiera.
- "Vístete rápido y te espero en el auto", me dijo al terminar de desayunar.
Al entrar al cuarto, mis pensamientos sobre un día vainilla se desvanecieron por completo. Yo tenía prohibido abrir el armario y mi Amo siempre decidía lo que yo debía llevar. Sobre la cama había una camiseta blanca que en letras rojas decía "cerda puta de Amo Esteban", un pantalón y unas sandalias del mismo color. No había ropa interior. Me vestí con esas prendas y me dirigí al carro.
"¡Qué bonita te ves! Definitivamente sé escoger lo que mejor te queda. Sólo falta un detalle." y me puso mi collar alrededor del cuello.
"¿A dónde vamos, Amo?"
"Miguel y Ana nos invitaron a almorzar a su casa, ya deben estar esperándonos".
Llegamos al edificio donde vivían sus amigos. Estacionó el carro afuera y bajó un maletín que llevaba en el asiento de atrás, y que yo no había notado hasta que nos bajamos. Tuve que bajarme y caminar con mi Amo hasta la entrada. El portero nos anunció, y no me quitaba la vista de encima, no sabía yo si era por el letrero que llevaba o porque se notaba que no llevaba sostén bajo la camiseta.
"¿A quién anuncio?", preguntó el portero
"A Esteban y su cerdita, por favor", dijo mi Amo. Yo no podía pronunciar palabra. Era la primera vez que me exhibía así frente a un desconocido.
"Buenos días, es que se encuentra aquí el señor Esteban" dijo el portero cuando le contestaron
"y su cerdita" insistió mi Amo, divertido al ver mi cara colorada por la humillación.
"y su cerdita" repitió el portero, un poco incómodo.
Al entrar al ascensor nos encontramos con un par de adolescentes que salían. Al alejarse escuchaba sus risitas, no tan disimuladas, por lo que habían leído en mi camiseta. Ana fue quien nos abrió la puerta, con una sonrisa en su cara.
- "Hola, Esteban, qué agradable que hayan podido venir. Hola, cerdita, encantada de verte de nuevo, qué bonita ropa la que traes. Hoy vamos a almorzar nosotros, y el hermano de Miguel, que está aquí por unos días, con un compañero de la universidad".
La cara de Miguel, el esposo de Ana, fue más de diversión al verme, con mi collar y mi letrero, pero su hermano y el otro muchacho no sabían cómo saludarme.
"Mucho gusto... " seguido de un silencio incómodo, fue la manera de presentarse de los dos jóvenes.
"Díganle 'cerdita', que ese es su nombre", les dijo mi Amo.
Miguel y Ana estaban aún preparando el almuerzo, así que terminamos todos haciendo visita en la cocina, e incluso ayudando a pelar y preparar las verduras de la ensalada. Hubo un momento en que aproveché que mi Amo se había ido a la nevera a sacar una cerveza y me le acerqué y le pedí que me dejara usar la camiseta al revés, porque sentía que el letrero estaba incomodando al hermano de Miguel y a su amigo. Elevando un poco la voz, para asegurarse que todos lo escucharan, me dijo:
"¿Quieres que ya no se vea el letrero?"
"Sí, Amo, por favor"
Entonces tomó el borde inferior de la camiseta y la subió por encima de mis ubres (como mi Amo me hacía llamar mis pechos), que ahora quedaban completamente al aire.
- "Listo. Para que no digas que no te complazco. Ya no se ve el letrero. Ahora sigue en lo que estabas".
Arrepentida de haberme siquiera levantado, no tuve más remedio que volver a la mesa a seguir con las verduras. Los demás estaban más que divertidos. No sólo por la humillación que yo acababa de pasar, sino porque ahora podían verme las ubres tranquilamente sin el estorbo de la tela.
"Qué montón de verduras compraron, Ana, ¿no crees que sobre alguna? es que a mi cerdita le gustan mucho" dijo mi Amo. Yo sabía que lo había provocado al decirle que no me quería el letrero y no sabía cómo me lo haría pagar.
"Claro, toma las que quieras, si necesitas llevarte alguna"
"No, no son para llevármelas, son para mi cerdita" dijo sonriendo, mientras agarraba una zanahoria y le cortaba la punta.
"Levántate, cerdita, y abre bien la boca".
Yo obedecí y metió la zanahoria en mi boca. Pero no se detuvo ahí. Me desabotonó el pantalón y lo bajó, y me empujó suave hacia adelante para que me apoyara en la mesa. Los demás enseguida detuvieron lo que estaban haciendo y se acercaron a mi Amo, expectantes con lo que Él me haría. Mi Amo me quitó los zapatos y sacó el pantalón, que ya estaba enrollado en mis tobillos, y me pidió que abriera las piernas.
- "Algo de aceite de oliva para la ensalada", dijo, y me mostró cómo embadurnaba un zuccini, que ya me imaginaba yo dónde pondría, y me mostró también un pepino, bastante más grueso que el zuccini.
Fue metiendo uno en mi culo y otro en mi concha, para luego darme la orden de sentarme y continuar. Al tener la boca tan abierta por la zanahoria, empezó a escurrirme saliva. Asi que ahí estaba yo, sentada, con mis agujeros llenos y la saliva escurriendo por mi cara, tratando de terminar lo antes posible la ensalada para poderme levantar.
- "A ver les explico", empezó mi Amo, "a mi cerdita le gusta que la gente sepa que es mi cerda y mi puta, y le encanta tener sus agujeros llenos.". Luego me mira y me dice "como no te gustó la ropa que escogí para ti, tal vez debería sacarte así a la calle ¿Qué te parece?".
Sabiendo que era capaz de hacer algo así, empecé a negar con la cabeza enérgicamente, tratando de decir "perdón, Amo", pero ni siquiera podía mover bien la lengua por la zanahoria en mi boca, así que sólo se oyeron gemidos ininteligibles. Al fin terminó la preparación de la ensalada, que me pareció eterna, sintiendo la presión que la silla hacía sobre las verduras de mi concha y mi culo.
- "¿Qué les parece si vemos una película mientras termina de hacerse la carne del horno?", dijo Ana y nos invitó a seguirla a la sala.
Yo no podía caminar bien, no sólo por estar llena, sino por la humillación de tener que hacerlo en ese estado frente a todos. Mi Amo me indicó un lugar en el sofá, donde me senté, y me indicó que me moviera un poco hacia adelante y abriera las piernas. Los demás no dejaban de mirarme, y fue imposible negar el brillo que apareció sobre la superficie del pepino, ocasionada por mis jugos.
"Estás incómoda, cerdita mía?". Asentí con la cabeza, esperanzada en que acabara mi humillación por el momento.
"Qué mal. No deberías incomodarte con lo que tu Amo te pide. A ver cómo te sientes con esto". Y puso dos pinzas de madera en cada uno de mis pezones, y una más en cada labio vaginal, soltando yo un sonido gutural cada vez que ponía una.
"Vuelvo a preguntar: ¿Estás incómoda, cerdita mía?". Yo empecé a negar, temiendo que me pusiera en una situación aún peor.
"Te gusta estar así?". Y yo sólo decía que sí con la cabeza.
"¿Te gusta estar desnuda, con los agujeros llenos y los pezones y los labios pinzados, delante de mis amigos y dos muchachos que ni siquiera conocías?" Y yo sólo asentía con la cabeza. Se volteó y le dijo a los demás - "¿Ven? Sé lo que le gusta ya puedes poner la película". - Y se sentó a mi lado.
Cuando empezaron a verse las imágenes en el televisor, me sobresalté. ¡Era yo!. Mi Amo había grabado el encuentro anterior con Ana y Miguel sin que yo me diera cuenta (http://www.todorelatos.com/relato/82101/). Debía haber llenado la casa de cámaras, porque se veían escenas desde varios ángulos. Aparecía yo chupando la concha de Ana, penetrada al tiempo por Miguel y mi Amo, hasta la escena del patio en que los 3 me hacían una lluvia dorada salía allí. En la sala sólo se escuchaban comentarios denigrantes hacia mí "pero mira la cara de puta que pone cuando la clavan", "pero mira cómo disfruta cuando la exhiben como cerda", y las miradas iban de la pantalla a mi cuerpo desnudo y expuesto a todos. Yo pensaba que mi humillación no podía ser mayor, pero mi Amo siempre sabe cómo hacerme llegar más bajo.
- "Seguro estás caliente sintiéndote toda una puta, vamos a ver" me dijo. Y sacó un poco el pepino de mi concha. - "¡Pero si está empapado!" -
Y empezó a moverlo dentro y fuera, clavándome la concha mientras en el televisor seguían pasando escenas mías. A veces al moverlo golpeaba las pinzas de los labios, lo que me causaba algo de dolor, pero me excitación no hacía más que aumentar. Ma sacó la zanahoria de la boca, para que mis gemidos se escucharan, y se mezclaban con los que salían del televisor.
- "¡Anda, puta, muéstranos lo que te gusta! Regálale unos orgasmos a tu público".
Sigo sin entender por qué me gusta esto, pero todo el control de mi Amo, estar obedeciéndole, toda la humillación, la exhibición, las miradas de todos, rebajarme ante Él y ante quienes Él quisiera, el dolor de las pinzas, sólo me hacían sentirme más caliente y me vine sin control. Como siempre, al final tuve que lamer el pepino que salió de mi concha, completamente mojado con mis corridas.
"¿Cómo se dice?"
"Gracias, Amo, por tratarme como su puta y permitirme que le ofreciera mis orgasmos"
"De nada, cerdita"
Yo estaba agotada, pero verme emputecida, en el video y en vivo, no había hecho más que excitar a mi Amo y sus amigos... aún me faltaba mucho... (continuará)
Agradezco su lectura y si quieren darme ideas de cómo quieren verme en la continuación, pueden escribirme a cerdita.sumisa@gmail.com