Un día en la sierra

Un justo y excitante castigo para Roxana, mi compañera del alma. Va por ti.

Hace días que no nos vemos. Sabes que estoy molesto contigo, enfadado

Te he llamado por teléfono, hemos quedado este fin de semana para ir a una casa que un amigo me ha dejado en la sierra. Mi tono de voz era grave, duro, has percibido que mi enfado continúa y aunque fuiste tu quien iniciaste la discusión, deseas que nos encontremos, me echas de menos y sabes que ambos nos deseamos.

Te has arreglado para mi. Has pintado tus labios y te has puesto un vestido de una sola pieza, ajustado, insinuante. Un vestido que permite adivinar el contorno de tus senos y la sinuosa línea de tu tanga… en tus pies, unos zapatos abiertos, con tacón. Sabes que será de mi agrado, q me excitará

Avanza la tarde cuando te recojo en la puerta del edificio donde tienes tu apartamento, es una tarde tristona, nublada, húmeda. Presagia tormenta. Subes al coche. Te saludo casi como a una desconocida y te sientes… desconcertada.

Una de las veces en que mi mano se dirige a la palanca de cambio del vehículo, posas tu mano sobre la mía. Tus dedos desean entrelazarse con los míos y por un momento, te lo permito, pero despues, retiro mi mano y la vuelvo a situar sobre el volante.

Tu dudas que hacer… pero decides poner tu mano sobre mi muslo… insinuar con tus uñas un recorrido por el interior de mis muslos hacia la cremallera de mi pantalón. Un recorrido lento, sensual. Yo no digo nada, pero un vistazo es suficiente para darte cuenta que te sigo deseando. Yo solo te digo:

  • Por favor Roxana, deja eso ahora... es peligroso. Ya hablaremos cuando lleguemos a la casa

El perfil de mi rostro te dice que continuo enfadado, aunque detectas una sonrisa que pugna por aflorar en mis labios. Presientes un nuevo y excitante encuentro. Decides esperar.

Por fin llegamos, nos bajamos del coche. Una fina lluvia nos recibe, humedece nuestros cabellos y nuestras ropas. Un preludio a la tormenta que se desatará de un momento a otro. Sacamos algunas bolsas del maletero. El día va llegando al ocaso. Pronto anochecerá.

Abro la puerta, entramos, dejamos las bolsas en la entrada y nos dirigimos al salón. Tu diriges al sofá mientras yo voy encendiendo algunas luces. Las justas para tener algo mas que una sugerente penumbra.

Mientras tanto, has localizado un equipo de música, las notas de una quejumbrosa samba se esparcen en el aire cargado de electricidad… empieza a llover con intensidad.

Regreso con dos copas y una deliciosa botella abierta de vino blanco… muy frío, de esa marca que nos encanta a los dos.

Sirvo el vino en las copas, una generosa ración. Y brindamos. Por ti, por mi, por nosotros… mi mano libre se dirige a tu cintura y te atrae contra mi y nos besamos en los labios, suavemente. La punta de mi lengua se desliza por la comisura de tu boca, de un extremo a otro. Intentas atraerme hacia ti, para prolongar el instante, para progresar en el encuentro, pero notas mi resistencia. Me separo de ti, nuestras miradas se cruzan.

La tormenta empieza a desatarse y con los primeros relámpagos, unos truenos intensos hacen temblar los cristales del salón. Durante la intermitencia luminosa producida por los relámpagos, percibes un brillo en mis ojos, la insinuación de una sonrisa...

Has sido mala - te digo - muy mala y creo q tendré q castigarte. Tendré q aplicarte un castigo, un correctivo que no olvides fácilmente. Dime, que sientes en tu interior?

Como respuesta sólo obtengo tu expresión. Una excitante mezcla entre desconcierto e intriga. Terminamos de beber el vino. Su dulce y afrutado sabor afrutado inunda tu paladar, recorre tu boca y notas como desciende frío por tu garganta, incrementando el escalofrío que has sentido en toda tu piel.

Dejamos las copas sobre la mesa y del bolsillo del pantalón saco un antifaz, y sin más, me sitúo detrás de ti, y lo coloco sobre tus ojos. Te impide ver, tan sólo eres capaz de percibir el retumbar de los truenos y el estallido de los relámpagos de la tormenta que se acerca.

Tu, te dejas hacer, te apetece sentir. De hecho y sin saber lo que vendrá o precisamente por eso, empiezas a sentirte extrañamente excitada, sientes mi proximidad, me aproximo a tu oído y continúo hablándote. Sientes mi cálido aliento junto a ti mientras te hablo suavemente.

  • Creo q no eres digna de verme, ni de acariciarme - notas como tomo tus manos y las aprisiono con unas esposas. Sientes su dureza, la frialdad del metal.

Con tus manos esposadas por delante, sientes como te fuerzo a moverte. Hago que te dirijas hacia algún lugar en el centro del salón. Unos instantes después, notas como tiro hacia arriba de tus manos y engancho tus esposas a algún elemento que pende del techo y que tu no habías notado antes.

Tu, prefieres sentir mi proximidad, como mi sexo se aprieta contra tu culo y haces lo que puedes por aumentar el contacto. Mis manos se apoyan en tus caderas y beso tu cuello, desde los hombros hasta tu oreja, provocando nuevos escalofríos que recorren tu cuerpo.

Mis manos, van subiendo desde tus caderas, por los costados, sinuosamente, hasta apoyarse en tus senos, abarcándolos totalmente. Mis dedos índice y pulgar buscan tus pezones que ya se están hinchando.

Por más que quisieras no puedes ocultar tu excitación. Una mezcla de excitación sexual con.. una pizca de miedo?

Tu sabes q no te haré daño, q tan solo será una sensual y placentera "tortura". O no??

Mis manos abandonan tus senos y siguen escalando hasta tus hombros, donde se apoyan en las hombreras de tu vestido y tras una breve manipulación, notas como tu vestido se desliza al suelo. Te encuentras de pie, atada, indefensa, desnuda salvo tu tanga y tus zapatos de tacón, la tormenta arrecia en el exterior.

Mi boca, se ha posado en la base de tu cráneo, en tu cuello, alternando besos y pequeños mordiscos. Desciende por tu columna vertebral, poco a poco y se entretiene en cada centímetro de tu espalda. Mis manos han vuelto a apoyarse en tus caderas mientras mi lengua se desliza en paralelo con la goma de tu tanga, desde un lado al otro. Notas como tu excitación va en aumento, como crece tu deseo y tu humedad.

Inesperadamente me separo de ti. Desconcertada, sientes como transcurren uno instantes hasta que de nuevo me sientes, me oyes próxima a ti. Simultáneamente con uno de los truenos, sientes que la palma de mi mano se ha estrellado contra tu culo y comienza una tanda de azotes que parece sincronizada con la tormenta exterior. Notas picor, notas calor, un calor que empieza a ser abrasador según aumenta el ritmo de los azotes sobre tu culo, una secuencia que parece inacabable, que incansable y despiadadamente se va desgranando en las áreas de tu culo que el tanga deja libre, como expuesto al castigo. Y sientes más picor, más calor. Aumenta la excitación.

Tan inesperadamente como empezó, termina la azotaina, y mas q oír, intuyes que salgo de la habitación. No sabes por qué, no sabes qué vendrá a continuación: te besaré?, te acariciaré? te lameré?, te penetraré?... Los interrogantes se agolpan en tu cabeza junto a la sensación de escozor en tus nalgas que suspiran aliviadas por el fin del castigo.

La espera parece interminable. Sientes que he regresado. Estoy haciendo algo, pero no sabes qué. Notas como me aproximo y me sitúo a tu espalda. Cuando me pego a ti, percibes mi desnudez sobre tu piel. Como mi sexo erecto se roza con tu culo y como tu excitación sigue aumentando. Ya no sabes cuanto más podrás resistir antes de estallar.

Otra vez notas mis labios se aproximan a tu oído, como te susurro con voz entrecortada:

  • Ya ha llegado el momento de iniciar el castigo. Un castigo que he ideado para que te sientas… llena de… sensaciones… nuevas..

Tu mente piensa en lo que acabas de oír... "iniciar el castigo"? mmmm q pasa aquí?

De repente sientes como he atrapado de entre tus nalgas la trasera de tu tanga, echándolo hacia un lado de tu ardiente culo. Uno de mis dedos parece querer acariciar tu ano. Notas algo viscoso. Piensas que voy a penetrar sin más en tu culo. La posición de ambos te deja poco lugar a dudas.

Mi dedo entra en tu culo, suavemente, y notas como se mueve en su interior. Tu haces por levantarlo, por facilitar la entrada, y sin poder impedirlo, un gemido se escapa de tu boca entrecerrada. El dedo vuelve salir dejando una sensación de vacío, pero al momento notas como algo rígido, no muy grande, pero de cierta longitud ocupa el lugar donde hace unos instantes jugueteaba mi dedo.

No sabes de q se trata. Sólo sientes eso ahí dentro. Yo permanezco en silencio, no te toco, ni te acaricio, ni te hablo, tan solo… Sí, ahora sientes… esa sensación inconfundible. Sientes, como un líquido tibio empieza a inundar tus entrañas, el objeto era la cánula de un enema y tu estás allí, de pie, esposada, inmovilizada, indefensa, con tu culo ofrecido.

Empiezas a sentir esas primeras sensaciones de cierta urgencia irreprimible, intentas huir, pero no es posible. No puedes. Mi mano empuña con firmeza el instrumento de tortura. Intuyes con claridad que aquello durará hasta el final. Empiezas a retorcerte ligeramente, otro gemido escapa de tu boca.

Mi otra mano, se ha apoyado en tu vientre. Lo acaricia con un vaivén excitante. Va descendiendo hacia tu sexo. En tu esfuerzo inconsciente por facilitar las cosas, tus piernas están abiertas, arqueadas, tu culo levantado, tu sexo abierto, húmedo.

Mi mano sigue bajando y acaricia tu pubis. Desciende mas y mas, hasta la entrada a tu coño, donde compruebo lo húmeda que estás. Uno de mis dedos se impregna de esa humedad y lubrificado, empieza a subir. El dedo va recorriendo la abertura de tu sexo, poco a poco, deleitándose en cada centímetro. Al llegar a tu clítoris.. se detiene, se apoya suave, insinuadóramente, empieza a describir círculos sobre él, campanillea, se desliza hacia arriba, hacia abajo

Al mismo tiempo notas como mi lengua se va introduciendo en tu oreja, lame tu lóbulo... sientes sobre tu piel mi aliento, mi respiración, como beso y lamo tu oreja, tu cuello. Mi pecho roza tu espalda, mi mano en tu sexo, en tu clítoris, y también notas como tus intestinos se están llenando. Crees que no lo podrás soportar mucho más, que te derramarás inconteniblemente, tan incontenible como se derrama el líquido caliente y viscoso desde el interior de tu vagina.

Ya no puedes resistir más, o eso crees. Tus gemidos, mezcla de placer y dolor surgen incontenibles de tu garganta.

Una vez mas me separo de ti. Notas como extraigo la cánula de tu culo, muy deprisa y a continuación tiro ligeramente de ti para soltarte del lugar desde donde colgabas.

Notas una sensación indescriptible, una mezcla sentimientos: el placer de la liberación tracción, el deseo de sentirme junto a ti, de sentirme en tu interior, la urgencia de correr por fin hacia el baño... Tu te encoges, aliviada, pero precisas más alivio.

Con una mano en tu cintura te acompaño. Sientes como nos sentamos en el sofá y al momento vuelvo a susurrarte oído.

  • Bien, ahora, iniciaremos la fase final - te digo, mientras te obligo a que te sientes junto a mi en el sofá. Mi sexo, empinado, queda a la altura de tu muslo, tu lo notas ardiendo. Sabes que deseo que lo chupes, que lo lamas, que te lo comas completo. Excitada, piensas que es el final, y lo atrapas como puedes, para meterlo en tu boca con las manos esposadas, reprimiendo la cada vez mas y mas urgente necesidad de acudir al baño, a vaciarte. Respiras con dificultad, las excitación, las diferentes sensaciones te abruman, pero lames mi sexo sin descanso. Lo metes en tu boca con un mete saca, creyendo que yo me correré en un instante, pero sujeto tu cabeza y saco mi sexo. Notas como te hago girar, como quedas de rodillas, con tu cabeza apoyada en el asiento del sofá, tu culo ofrecido otra vez.

De repente, vuelves a sentir otra tanda de azotes. Mis manos se estrellan contra tu culo, en donde se junta con tus muslos, no muy fuertes, pero picantes. Sientes como tu culo comienza nuevamente a arder, a picar, a doler. Ya no sabes que deseas con mayor intensidad, si una penetración intensa, salvaje o iniciar una imparable carrera hacia el baño.

Sientes cierto alivio cuando la lluvia de azotes cesa. La tormenta no ha descendido un ápice su intensidad, se oye la lluvia azotar contra la ventana, un concierto interminable de truenos y relámpagos inundan la habitación.

Mi pene se apoya en tu ojete mientras una de mis manos abre tu culo, contra tus deseos. No deseas abrirlo. deseas que permanezca cerrado, pero mi polla empuja, y notas como se introduce en tu interior. No parece que ello sea posible, pero entra, sigue entrando y entrando, y de repente sale, sale del todo, y vuelve a entrar y a salir... Tu ya no sabes que hacer, ni que decir, ni que sentir, no sabes si reír o llorar...

Mi polla vuelve a entrar en tu culo, de una forma lenta, progresiva, la sientes hasta el fondo, notas mi vello púbico contra tu culo. Mi polla empieza a salir, a entrar, para, se detiene toda dentro, sale, entra, sale un poco más a cada envestida. Sientes que te mueres, o que estás en el cielo, o en el infierno. No sientes nada. Lo sientes todo.

Mis gemidos te anuncian que alcanzaré un orgasmo de forma inminente, aumenta la velocidad y la intensidad de cada embestida. Tu ya no puedes más, te corres, sientes arder tu culo, tu vejiga y tus intestinos a punto de reventar. Oleadas de placer invaden tu sexo, tu ano palpita, notas tus senos, tus pezones hinchados, ardiendo.

Por fin, mi polla sale de tu culo. Una sensación de dolor y alivio instantáneo te invaden temporalmente para sentir como te retuerces de deseo de …. ya no sabes q prefieres. Lo deseas todo.

Te tomo entre mis brazos, te levanto, te libero de las esposas y del antifaz, y beso tu boca, tus labios… pero, otras necesidades más apremiantes te obligan a abandonarme.

Hasta dentro de un rato mi querida Roxana...