Un día en la Fábrica carnica

Este relato esta inspirado en otros que leí hace años, a los que espero haber dado una nueva perspectiva.

UN DIA EN LA FABRICA

-          Ooofff – gimió Annie al sentir el asador entrando en su coñito. Estaba más que preparada para aceptarlo dentro, pero no esperaba que fuera tan grande.

Desde su lugar en la fila, su amiga Sofía miro aturdida el procedimiento, sabiendo que dentro de poco seria a ella a quien le tocara estar allí. Todas estaban allí para lo mismo, el proceso de convertirse en carne. Primero habían pasado por depuración, afeitadas y lavadas y ahora esperaban a que les llegara su turno para el asador, mientras los carniceros las preparaban a conciencia, experimentarían el asador en todo su esplendor.

-          Uuff… uff… - los nuevos gemidos de su amiga acapararon su atención. El asador era un pistón fálico y grueso, que se empujaba contra las caderas de Annie, metal aderezado de lubricantes cálidos y olorosos para hacer más cotizable a la muchacha mas tarde y una toxina que la mataría minutos mas tarde, reaccionante a aquellos lubricantes.

En pocos minutos, estuvo totalmente preparada. Dos auxiliares se apresuraron a colocarla sobre las orugas de la maquina, que en un transporte silencioso la llevaría al asador. Sofía tembló al observar como la siguiente pareja de chicas pasaba a las mesas de relajación.

Primero se echaban de espaldas a ella, relajando el cuerpo, dejándose llevar por un masaje considerado y atento sobre su cuerpo. Las perfumaban según su calidad y procedencia con aceites que al quemarse más tarde, darían una tonalidad mas tostada o clara a su piel. Sofía observo indefensa la facilidad con que aquellos hombres acariciaban a aquellas chicas, hasta el punto de no negarles siquiera que las masturbaran a vista de todo el mundo.

Los dedos del carnicero desaparecían velozmente dentro de Rebeca, ella estaba allí cedida por su amo, como la ultima gran aventura por vivir. Su cuerpo estaba siendo abducido a la inconsciencia de manera profesional, se había corrido dos veces anteriormente, al principio de la visita, cuando el director reparo en ella, y las hermosas redondeces de sus nalgas. Siempre había cuidado su figura y poseído un buen culo y ahora se lo daban a merecer nombrándola calidad “A”.

Sofía se excito al ver el estremecimiento de Rebeca, la joven morena con los pies bien plantados sobre la superficie de la mesa, arqueaba el cuerpo en pos de su orgasmo, de aquellos dedos endiablados de hombre desconocido. El carnicero orgulloso de su labor descubría un miembro virilmente dotado, y atrayéndola al borde de la mesa la penetro de sorpresa y con energía.

-          Aaahhh… ¡ - Rebeca se contrajo de gusto, atrapando a semejante semental por las caderas, cerrando sus piernas en torno a su cadera.

Desde su posición en la otra mesa, Tania no tenía nada que envidiar. Postrada a perrito la pequeña rubia estaba sintiendo los dedos del carnicero extendiéndose por su rajita. Su vagina estaba experimentando un sobrecogedor cosquilleo, donde la inercia la llevaba a apoyar la frente sobre la mesa, pues sus manos reposaban maniatadas dolorosamente a su espalda, punzantes.

Hambriento de demostrar sus dotes también, el segundo carnicero entreabrió sus rosados labios y degusto su coño con lentitud. Que ansiara el momento de sentirse llena. Que cada pequeño gemido escapado de la boca de Tania, instara a las demás a querer sentirse igual. Con el cuerpo perlado de sudor frio, la pequeña rubia empino su culito hacia el carnicero.

-¡Gracias, Amo! – agradeció instintivamente al sentir una gruesa polla apenas frotando sus labios. Sofía observo atónita como Tania se disponía a ser embutida por el asador, nublada por el gozo.

Veinticinco gruesos centímetros se fueron abriendo paso por su coño, lentamente, dejando una esquela de sorpresa y miedo en el rostro de la pequeña rubita. El carnicero apretaba su clítoris para asegurar que la lubricación ayudara en el tramite, hasta que con un ultimo sollozo de Tania, el carnicero asevero que el proceso estaba completo y con la ayuda de auxiliar depositaron el cuerpo de la chica en la maquina, donde silenciosamente fue transportada a su destino.

Por su lado, Rebeca estaba siendo ayudada a ponerse en pie, para marchar a una sala especial,  donde disfrutaría deleitando a los visitantes de la tarde, antes de ser procesada. Elección dada en honor al Amo, que la había cedido. Aquello le daba un tiempo extra a la muchacha para seguir viviendo y acortaba la de la pareja compuesta por las gemelas Marie y Ephril, las chicas previas a Sofía y su pareja, Luanne.

Ambas hermanas se apoyaron la una en la otra para andar en pos de los carniceros. Contrario a lo imaginado, no estaban destinadas a ser atendidas como a las otras. Tenían un cuerpo atlético y bien formado, sus pechos eran de una redondez dulce, y poseían unos culitos suavemente definidos y blancos como la nieve. Sumados al bronce castaño de sus cabellos, hacia de la pareja un soporte de calidad envidiable y serian vendidas en subasta y preparadas al instante según el parecer del pagador.

Sofía y Luanne las vieron desaparecer por la misma puerta, que instantes anteriores había tomado Rebeca…

Tras la siguiente puerta, ambas hermanas descubrieron una sala circular, acomodada de sillones rojizos y mullidos, sobre los que descansaban seis hombres, todos ellos desnudos y visiblemente excitados, como demostraba el parecer de sus pollas erectas. Arrodillada ante el primero de ellos, Rebeca se afanaba en chuparle la polla, maniatada con una cuerda erizada alrededor de su cuello, la cual bajaba por el valle de sus pechos, apretándose duramente entre sus labios vaginales y volvía a ascender hasta prenderse nuevamente de su cuello con un nudo de guía, cuyo extremo final estaba en las manos de aquel hombre. Cualquier pequeño tirón auspiciaba un firme apretón en su coño mas que mojado alentándola a ir al gusto del amo.

Marie la miraba asombrada y asqueada. Había chupado alguna polla en el pasado, en el instituto, pero ni lo hacia bien ni le gustaba. Su hermana por otro lado no podía apartar la vista de uno de aquellos invitados, un joven pelirojo, anhelando poder disponer de alguna clase de atención de un hombre tan atractivo. Con un divertido guiño el invitado le hizo saber que podía acercársele, mientras los Carniceros abrían la puja por todo lo alto.

Ensimismada en la sonrisa del joven caballero, Ephril dejo que regalara palabras amables a sus oídos, mientras se sentaba a su lado. Le dijo que tenía una cara preciosa y ella se lo agradeció descendiendo poco a poco sobre su polla tal y como él iba indicándole con un empujón suave en sus cabellos. Marie tuvo que chupar a desgana mientras se escuchaban sumas desorbitadas por ellas, que el resto de caballeros aplaudían. En cuanto los hombres se corrieron, hicieron que ambas hermanas se volcaran hacia el suelo, la una al lado de la otra. Desde su lugar en el suelo la boca de Ephril se lleno con una nueva polla, mientras su caballero de dulce sonrisa la penetraba manteniendo sus piernas sobre su pecho, haciendo su penetración más dura y sentida.

Por su lado Marie, fue objeto de las lenguas y las manos del resto de los visitantes. Pellizcaron sus pechos, apretaban y masajeaban su torso, su vientre. Cuando alguien elevo sus piernas, le llovieron nalgadas, hasta que sollozo, y en cuanto su nívea piel se torno rojiza, el ultimo sollozo se convirtió en gemido al encontrase su coño con la primera de aquellas bocas. En cuanto ambas hermanas se corrieron, las postraron hacia delante y junto a Rebeca hicieron de las tres, sus perras, hasta que cada invitado las hubo poseído una vez.

Largos minutos mas tarde, el trio de mujeres descansaba en el suelo, agotadas y extasiadas, tanto que no pudieron sino asombrarse cuando los carniceros ordenaron la ejecución del procedimiento. Las gemelas tendrían que introducirse el asador ellas mismas. Para ello se habían condicionado unas sillas, que ya traían el instrumento fijo en la base del mismo. Tan lubricadas que estaban no les costaría problema alguno. Marie se derrumbo al instante de saberlo, buscando la piedad de aquellos hombres con la mirada, mientras que su hermana mas envalentonada busco su cuello, la cubrió de besos y rodeándola por los brazos la ayudo a ponerse y mantenerse en pie.

Caminaron juntas hacia las sillas, en donde Ephril ayudo a su hermana a subirse sobre la misma, la sostuvo mientras se acuclillaba sobre el asador y con delicadeza fue posicionando el metálico falo hasta que estuvo justo debajo del coño de su hermana. Luego con cariño y suavidad se inclino entre sus piernas, para lamer su clítoris.

-          Uuufff… uuff… uff… - gemía Marie mientras su coño cedía paso al asador. Las atenciones de su hermana habían vuelto a ponerla cachonda y ascendía la sensación por su cuerpo de correrse de forma inminente. Fue recompensada con ello en cuanto el asador se encajo, su hermana sabia donde tocarla, tan bien como cualquier hombre. Sus dedos frotando sus labios mayores, su lengua dando golpecitos sobre su clítoris.

Los invitados aplaudieron la proeza de las hermanas y por votación unánime, decidieron ayudar a Ephril, ellos mismos. Alzaron a la muchacha por los brazos y muslos, llevándola como una reina junto a su silla-asador. Ephril separo bien las piernas, dejándoles a todos la vista de un coño mas que receptivo a sus demandas y sonrió cuando el joven caballero se adelanto por delante de los demás para ser quien posicionara el asador bajo su cuerpo. Ephril se mordió los labios para no gritar cuando la soltaron brevemente sobre el asador, introduciéndole de golpe unos cuantos centímetros. Se estremeció sobre la silla y tomando aire, se sentó un poco mas sobre el cálido metal, comprendiendo los hondos suspiros y gemidos de su hermana. Aunque ella había estado con más chicos, las dos tenían la misma complexión al fin y al cabo, sus cuerpos habían tenido que ser muy preparados para aquel momento. Los invitados la soltaron, dejando que sus pies apenas rozaran el suelo mientras sus manos reposaban entre las manos del caballero, se sentía febril, el placer y el dolor la embotaban.

-          Vamos muchacha, yo sé que puedes hacerlo – con aquellas ultimas palabras del joven, Ephril cabalgo sobre el fálico asador, imaginando que era su polla, aquella que hacia tan poco tiempo alojara en su interior, encajándose los últimos centímetros, sus bocas se encontraron y él se llevo su último aliento.

Los carniceros se apresuraron con la joven Rebeca, aun tenían que volver a la sala para acabar con el lote de aquel día. Restaban Sofía y Luanne, los asadores no podían quedarse vacíos. Tal y como había solicitado su amo, ordenaron a Rebeca que llevara sus manos a la espalda, donde se las ataron al resto de las cuerdas. Un carnicero se situó tras ella, anudando su cuello con un pañuelo de seda largo, que pasaron al otro lado de una viga.

-          Por favor, ¿puedo chupar una polla una vez mas?… amo – suplico en cuanto adivino las intenciones. Se lo denegaron por falta de tiempo, el suelo desapareció con el primer tirón enérgico y sus pies bailaron buscando asidero, sintiendo el suave mordisco de la seda en su cuello. La dejaron allí para que uno a uno los visitantes se despidieron de ella, dándole un leve apoyo, unos cediéndole sus hombros mientras chupaban su coño. Otros aupándola de las caderas mientras la follaban desde atrás. Rebeca consiguió correrse dos veces más antes de que la falta de aire la sumiera en la oscuridad.

Los carniceros volvieron a la sala, donde Sofía y Luanne esperaban. Estaban cansados de un duro día de trabajo y deseando terminar para ir a comer. No las trataron con muchos miramientos, les ordenaron ponerse de vientre sobre las mesas de relajación, con los pies ligeramente apoyados en el suelo y las piernas bien separadas. Frotando cálidamente con los dedos comprobaron que Luanne estaba ligeramente mojada, mientras que Sofía no, así que para evitar contratiempos sus jóvenes coños fueron lubricados con abundancia y procedieron a acabar rápidamente con cada una.

Luanne empezo a correrse en cuanto el asador entro en su coño, mientras Sofía rogo por el, a cada centímetro que el asador ganaba dentro de ella, se acordó de Annie y de Tania, pensó en cuales podrían haber sido los procedimientos de Rebeca y las gemelas… Rogo por unos dedos que no llegaban, por una lengua que la ayudara hasta que, con la frente pegada al metal, el carnicero de una dulce nalgada la hizo llegar, justo cuando el asador llegaba al final.