Un día en el mero

Como cada mañana iba yo en el metro dirección a mi trabajo, el cual esta a las afueras de BARCELONA.

UN DIA EN EL METRO

Hola mi nombre es AITOR y esto es lo que me ocurrió un día en el metro.

Como cada mañana iba yo en el metro dirección a mi trabajo, el cual esta a las afueras de BARCELONA .Como siempre, los vagones del metro estaban a reventar de gente que también se desplazaban al trabajo, lo cual no deja asiento libre alguno y te hace ir de pie.

Entré en dicho vagón y me apoyé en un rincón que de momento se encontraba bastante vacío y me entretuve en observar a la gente. En la siguiente parada se subió una morena que a mi gusto estaba para mojar pan, miro a ver donde había sitio y se situó delante de mí, yo la observaba, no podía dejar de mirarla, tendría unos 30 ó 32 años y era ( y es) alta 1,75 mas o menos con unos 95 cm de pecho una cinturita de lujo y unas caderas de puro vicio. Vestía con un traje de pantalón y chaqueta negro, camisa blanca, unos zapatos negros de tacón alto y un chaquetón largo también negro.

Bueno en la siguiente parada del metro se encontraba mucha gente en el anden esperando con lo cual, cuando el metro paro y abrió las puertas la gente entro a empujones, con este motivo la morena que se encontraba delante de mí, ahora estaba pegada contra mi. Yo podía sentir ahora con toda tranquilidad como su cuerpo se rozaba contra el mío, sentía como sus tetas se restregaban en mi pecho y me estaba poniendo malo. Creo que ella se debió de dar cuenta porque al momento sentí en el torso de mí mano su entrepierna, yo me quede atónito y la mire directamente a los ojos y cual fue mí sorpresa que ella me miró y me sonrió picaramente y entonces le sostuve la mirada.

Tenia unos ojos preciosos negros azabache y grandes, y seguí mirándola boquiabierto sin reaccionar.

Sentía en todo momento en el torso de mí mano, ese calor que desprenden las partes intimas llenas de deseo. Yo con todo esto me estaba poniendo como una moto y sin pensarlo dos veces, le di la vuelta a mí mano y comencé a acariciarle el chocho por encima del pantalón esperando a que ella me dijera alguna aberración y se montara un espectáculo dejándome en ridículo; no hubo comentario alguno, ella solo cerró los ojos y se dejo hacer.

. Ella no decía nada, solo cerraba los ojos y disfrutaba. Como ya dije antes llevaba puesto un abrigo largo, eso permitía que la gente de nuestro alrededor no se percatase de lo que estaba sucediendo, entonces le bajé la cremallera del pantalón y con mucho disimulo le metí la mano dentro del traje. Llevaba un tanga minúsculo de seda con bordados, a mí me dio un subidón de adrenalina que me puso la polla como un bate de béisbol, ella seguía con los ojos cerrados y disfrutando, yo seguía acariciando por encima del tanga notando como ella se mojaba cada vez más, ya podía sentir en mis dedos todo su poquito bello a través de la fina tela, hasta que al final le metí por dentro del tanga los dedos, ella dio un pequeño gemido de placer y yo comencé a acariciarle su pequeño botón, un clítoris que se podía adivinar todo lo duro que se puede llegar a poner. Me abrazo y apoyo aun más su cuerpo contra el mío, yo le pasé el otro brazo por la cintura y le iba sobando un culo respingón y duro que con el chaquetón no se le podía apreciar. Ella se contorneaba y seguía gimiéndome al oído, mientras que la gente de nuestro alrededor empezó a darse cuenta y a mirarnos pero nadie decía nada, con lo cual nosotros continuábamos a lo nuestro.

Yo le abrazaba, la estrujaba contra mí, le tocaba sus nalgas duras, mientras le iba metiendo los dedos un su fabulosa raja mojada de tanta excitación, le recorría el chocho de arriba abajo, le apretaba y acariciaba el clítoris, incluso llegué a tocarle el agujero del culo lo cual le produjo un placer inesperado y le comenzaron a temblar las piernas, eso solo podía decir una sola cosa, es que se le estaba acercando un orgasmo bestial porque la tuve que agarrar con más fuerza para que no cayera al suelo, sentí como se me llenaba la mano de sus flujos vaginales mientras ella suspiraba y jadeaba faltándole el aire debido a tanto placer como morbo por la situación en la que nos encontrábamos, cuando acabo y se recompuso tanto la ropa como del esfuerzo por tenerse derecha, se nos acerco una vieja de unos 60 años y nos puso a parir diciendo que éramos unos sinvergüenzas y unos guarros haciendo esas guarradas aquí delante de toda la gente que incluso había niños pequeños y que iba a llamar a los guardias de seguridad para que nos echaran del metro. Cuando ella ni corta ni perezosa le contesta :

sabe abuela, debería de probarlo alguna vez, se nota que hace tiempo que no lo cata sino no diría tantas aberraciones, de vedad se lo digo pruebe que un desconocido le meta mano hasta que pierda el mundo de visto por el placer que le esta dando y seguro que comienza mejor el día.

Sin decir nada más se gira me da un beso en los labios y me susurra al oído "gracias".

Pero a todo esto nos tuvimos que bajar del tren por que nos habíamos pasado de parada y yo coger otro tren en dirección contraria a si es que llegué tarde al trabajo, pero mereció la pena.

No la he vuelto a ver más, y es una lastima por que la muy golfa estaba buena de cojones.

Espero que les haya gustado mí relato que me sucedió un día en el metro.

Un saludo a todos AITOR