Un día duro
Tras un duro día de trabajo, lo mejor es relajarse en una sauna...
Aquel día estaba muy cansado. El día en la oficina había sido duro y lo que me esperaba al día siguiente aún podía ser peor. No tenía ganas de ir a casa ni de hablar con nadie. Decidí no coger el metro y empecé a andar en dirección al centro, sin rumbo definido. Al pararme en un semáforo un chico rubio se me puso al lado. Sin poder disimular, lo miré fijamente. Era alto, de ojos claros, con un cuerpo bien definido pero sin excesos, vestido con unos tejanos y una camiseta ceñida que insinuaba un torso perfecto. No fue hasta que mi improvisado modelo empezó a caminar que no me di cuenta que el semáforo ya estaba verde. Así pues, crucé la calle admirando el prieto trasero de mi nuevo amor platónico. No hay nada como un chico guapo para olvidar los problemas. Y entonces me di cuenta de que lo que realmente necesitaba para superar aquel día era dejarme llevar por mis instintos más básicos. Así que, lamentando separarme del próximo protagonista de mis sueños más húmedos, me dirigí al local que tantos buenos placeres me habían deparado en el pasado y que hacía meses que, por unas cosas y otras, había dejado de pisar.
Ya al entrar supe que la tarde iba a acabar bien, al ver la sonrisa con la que me recibía el guapo argentino que estaba en la recepción del lugar. No sé porqué pero ese meloso acento siempre me ha vuelto loco; es una de mis debilidades. Esperaba que fuera un augurio de lo que me encontraría dentro. Recogí la llave, las sandalias y el condón y subí las escaleras hacia el vestuario. Dos hombres de unos cuarenta años se enjabonaban en las duchas que ocupaban el centro de la sala, tras una pared de cristal que no quería ocultar nada a los posibles mirones. Mientras buscaba mi taquilla por el vestuario, no dudé en recrear mi vista con uno de ellos, que sin duda podía presumir de un cuerpo bien cuidado en el gimnasio a pesar de la edad que se adivinaba en su rostro. Siempre he preferido a los hombres antes que a los chicos y, aunque normalmente mis gustos se inclinaban hacia aquellos algo mayores que yo, tampoco era nadie para hacerle ascos a cualquier otro que, aunque algo mayor, supiera conservar un cuerpo en buena forma y estuviera dispuesto a compartir su dilatada experiencia con alguien más joven...
Desafortunadamente, mi taquilla se encontraba en un rincón del vestuario desde el que no podía gozar de las vistas que las duchas me deparaban. De todos modos, 6 ó 7 chicos más estaban en la sala, vistiéndose o desvistiéndose, pero todos observando con mayor o menor disimulo, el personal que allí se había reunido a esa hora de la tarde. Empecé a quitarme la ropa sin prisas, atento a los movimientos de los demás y disfrutando de las miradas que yo también recibía. En el fondo todos somos algo exhibicionistas y nos gusta comprobar que nuestro cuerpo atrae las miradas de los demás. Además, debo decir que a mis 26 años mi cuerpo se mantenía en plena forma a pesar de que mis obligaciones no me dejaban mucho tiempo para cuidarlo; un cuerpo delgado y depilado y una melena morena y ondulada eran mis mejores atributos, junto con un rostro atractivo y una buena herramienta entre las piernas. Cerré la taquilla, me lié la toalla alrededor de la cintura y me dirigí a la escalera con ganas de entrar ya al templo del morbo, el sexo y el placer que para mí esa sauna representaba en mi ciudad.
El hombre de las duchas ya había desaparecido, pero ante mí en la escalera un chico rubio de veinte y tantos me precedía. No le pude ver la cara, pero su espalda fuerte y ancha sólo podía anunciar un cuerpo alto y fibrado, lo que encendió en mí aun más las ganas de disfrutar de aquella tarde. El chico rubio se dirigió al bar, mientras yo fui hacia el jacuzzi; me gustaba relajarme y disfrutar un poco de los placeres de la sauna, observando a quienes allí se habían reunido, antes de adentrarme más en la zona más caliente (y oscura) del recinto. En el jacuzzi había un chico de mi edad aproximadamente, de pelo corto y moreno, que jugaba con las burbujas. Sin dudarlo, me despojé de la toalla y me metí en el agua, situándome en el lado opuesto al de mi improvisado compañero. Cerré los ojos y disfruté de unos minutos de relax y quietud. Al abrirlos, me había quedado solo en el agua, pero me entretenía viendo pasar los desnudos cuerpos de los que iban entrando al local y que podía observar tras el cristal que separaba el jacuzzi del resto de las instalaciones.
Al cabo de unos segundos, el chico rubio cuya retaguardia tan buena impresión me había causado al subir las escaleras sacó la cabeza por la puerta que daba entrada al jacuzzi. Al verme pareció dudar de si entrar o no, pero finalmente decidió hacerlo. Fue entonces cuando pude comprobar que lo que antes había sólo imaginado no distaba mucho de la realidad; un torso depilado y marcado, unos ojos claros y una sonrisa tímida era lo que se ofrecía ante mis ojos, y al despojarse de su toalla éstos no pudieron hacer otra cosa que fijarse en el trozo de carne circuncidada que colgaba de su entrepierna... El chico entró al jacuzzi sin mirarme y se estiró enfrente de mí. Toda una delicia para mis ojos, que sin mucho disimulo se deleitaron observándolo.
Disfrutábamos del hidromasaje cuando, al cabo de unos segundos, el jacuzzi se detuvo. Observé que los botones para ponerlos de nuevo en marcha estaban al otro lado, justo detrás del chico rubio, pero que éste parecía no darse cuenta. Esperé unos segundos y al ver que no se inmutaba, decidí pasar a la acción, para lo cual tenía que rodear a mi atractivo compañero. Con total normalidad, me incorporé y me acercé a él, que se me quedó mirando interesado. Rodeé con mis brazos su cuerpo y apreté los botones que pusieron en marcha nuevamente el jacuzzi. Al apartar mis brazos, rocé con mis manos su espalda y, mientras las burbujas empezaban a aparecer de nuevo, me quedé unos segundos quieto ante él. Mis piernas estaban entre las suyas y mi polla quedaba a la altura de sus ojos, reaccionando lentamente ante el contacto con mi particular invitado. Él no apartó su mirada, pero aparentaba no inmutarse, pese a que era imposible que no se hubiera dado cuenta de cómo crecía lo que me colgaba entre las piernas. Decidí volver a sumergirme en el agua, pero en lugar de recuperar mi posición original, me senté al lado de mi ángel rubio, sin que mis piernas perdieran en ningún momento el contacto con las suyas, que en ningún momento parecían haber tenido intención de apartarse. Cerré los ojos y con mis pies empecé a acariciar ese vello rubio y suave que poblaba las piernas de mi compañero. No sabía si me estaba mirando o si estaba disimulando, pero lo cierto es que no se apartó de mi lado. Por ello decidí que mis manos se pusieran también en acción y con los dedos empecé a recorrer su suave cintura, en suaves círculos que cada vez se acercaban más al centro de mis deseos. Cuando empecé a notar su vello público en las yemas de mis dedos, mi polla ya estaba bien dura y pronto supe que la suya también, al rodear con mi mano su grueso y largo falo. Empecé a masturbarlo lentamente y noté que su cuerpo se tensaba y su respiración de aceleraba. Pronto sentí su mano acariciando mi piel y abriéndose camino hacia mi tranca, a la que abrazó y empezó a manipular con maestría.
Fue entonces cuando abrí los ojos y le miré. Nuestras miradas se cruzaron con lujuria y me lancé a por sus labios, suaves y carnosos, y noté cómo su lengua, caliente y traviesa, luchaba por hacerse un hueco entre mis dientes... Disfrutamos de un largo y apasionado beso mientras acercábamos nuestros cuerpos para rozarnos más y más y masturbábamos nuestras pollas con deleite. Pero yo necesitaba sentir más de él y pronto abandoné sus labios para reseguir con mi lengua su barbilla, su cuello, sus hombros... La aceleración de su respiración me indicó que iba por el buen camino y seguí bajando hacia sus pezones, que envolví con suaves mordiscos mientras él me acariciaba la melena... Pero mi verdadero objetivo era otro y por eso mis manos cogieron sus caderas y sin dejar de erizarle los pezones le indiqué que se incorporara y se sentara al borde del jacuzzi.
Allí estaba mi ángel rubio, mirándome con lascivia y con la polla enhiesta pidiendo a gritos más acción. Sin salir del agua me situé entre sus piernas y envolví su falo con mi boca, suavemente, resiguiendo con mi lengua los límites de su glande que ya dejaba ir líquido preseminal. Eran algo más de 20 cm. de polla circuncidada con el grosor ideal para llenarme la boca sin dificultarme la felación. En ese momento supe que tener semejante instrumento en mi garganta era lo que realmente me había llevado a ese lugar. Empecé a tragar su falo más y más hasta notar en mis labios su rubio y recortado vello púbico; aguanté así unos segundos y luego empecé a ejecutar suavemente el movimiento de cuello que tantos elogios me había reportado y que me permitía recorrer su infinita polla desde la punta hasta la base. Sus manos acompañaban mi cabeza mesándome el pelo y sus jadeos se aceleraban a medida que mi boca se trabajaba a su polla. Me gustaba tragarme su falo hasta el fondo, pero también poner a jugar mi lengua con su glande, mientras mi mano masturbaba con rapidez su preciosa tranca.
Pese a mi concentración, por el ruido y las sombras me di cuenta que algunos mirones se habían acercado al lugar y observaban la acción tras el cristal o sacando la cabeza por la entrada, lo cual me excitaba aún más satisfaciendo mi lado más exhibicionista. Pero quería esa polla sólo para mí y mi única preocupación era que alguien del personal interrumpiera mi trabajo, dado que practicar sexo en la piscina no estaba permitido. Pero no fue así y mi ángel rubio pronto empezó a cogerme la cabeza con más fuerza, imponiéndo un ritmo cada vez más acelerado. Notaba su glande golpear contra mi garganta y su cuerpo tensionándose al límite. Mis dedos jugaban con sus pezones y pronto sus gemidos estallaron sin disimulos. Quiso apartar su polla de mi boca, pero retuve su glande sobre la punta de mi lengua para recibir los trallazos de leche que me tenía preparados. Mi boca se llenó de semen y, tras recibir hasta la última gota, me dejé ir para hundirme bajo el agua, mientras él se estiraba e intentaba recuperar la respiración.
Tras unos segundos en el jacuzzi, me incorporé y salí del mismo para sentarme a su lado en el suelo. Al abrir los ojos se encontró nuevamente con mis labios sobre sus labios, haciéndole partícipe del rico sabor a leche que su corrida me había dejado. "¿Vamos a una cabina?" me dijo tras un largo beso. Aunque dudé unos segundos, sabía que eso no era lo que realmente quería. "Quizás más tarde", le respondí. Recogí mi toalla, la lié de nuevo alrededor de mi cintura y salí de la habitación. Su propuesta era tentadora, pero tenía aún mucho que explorar por allí...
Tras el buen rato pasado en el jacuzzi sabía cuál iba a ser mi siguiente destino, la sauna de vapor, mi rincón favorito en cualquier sauna gay y especialmente en aquella. Cuerpos jóvenes en un recinto oscuro y caliente, sudorosos y con las hormonas a flor de piel. Me dirigí allí observando a los que me encontraba por el camino. La verdad es que aquella tarde la sauna estaba bastante concurrida y la mayoría eran bastante aprovechables... La sauna de vapor estaba dividida en dos partes; la primera, justo al entrar, era un pequeño cuarto con algo de luz y un par de duchas para refrescarse; al fondo, una segunda habitación más amplia y oscura, con bancos para sentarse y relajarse... o todo lo contrario. Al entrar, enseguida noté el calor y la humedad. Una densa humareda no me permitía ver mucho más allá de mis narices, hasta que me fui acostumbrando y pude vislumbrar lo que por allí se movía. Un par de chicos se remojaban bajo las duchas; uno era joven, de apenas 20 años seguramente; muy moreno, no muy alto, con unos labios grandes y carnosos y con una polla de tamaño normal; el otro, tendría alrededor de treinta, moreno, con algunas entradas, un cuerpo definido y algo de vello en el torso; unas nalgas bien prietas y una polla deliciosamente circuncidada eran sus mejores atributos.
Mientras esperaba a que terminaran de ducharse, me senté en un rincón y seguí observándolos. El jovencito fue el primero en terminar, apartándose a un lado para secarse. Me deshice de la toalla y me puse debajo de la ducha para refrescarme bien. Notaba que el treintañero de al lado me lanzaba una mirada de arriba a abajo mientras recuperaba su toalla y empezaba a secarse. El jovencito abandonó el lugar y yo, sin mirarles, cogí mi toalla y sin taparme ni secarme entré al segundo de los cuartos. Estaba oscuro, pero poco a poco mi vista se acostumbró al lugar. Detrás mío noté como el treintañero me seguía. Una vez pude entrever la sala, busqué un sitio para sentarme, coloqué la toalla en el banco y me acomodé apoyando mi espalda en la pared. En la habitación habría siete u ocho hombres, unos sentados y otros de pie. Algunos conservaban la toalla alrededor de la cintura pero la mayoría se habían deshecho de ella. Alguno se tocaba, pero todo estaba tranquilo por el momento. El chico que me había seguido desde las duchas se quedó de pie cerca de la puerta apoyado en la pared, a la espera de nuevos acontecimientos.
Desde mi posición podía observar bastante bien toda la sala, aunque la penumbra no me permitía más que intentar analizar los cuerpos que se escondían tras las siluetas que podía dislumbrar. Sentado a mi lado, había un chico delgado, jovencito por lo que podía deducir, que con la toalla tapaba lo que mejor podía ofrecer. Deslicé mi mano por el banco hasta alcanzar su toalla y poco a poco deslicé mis dedos por debajo de la misma, buscando su polla. El chico pareció no reaccionar cuando mi mano envolvió su falo y empezó a manipularlo. Pronto aquellos 16 cm. estaban duros entre mis manos y empecé a deslizar mi cuerpo hacia el dueño de aquella polla para poder trabajar sus pezones con mi otra mano y buscar sus labios con los míos. El chico se dejó hacer, aunque lamentablemente no parecía tener ganas de devolverme los placeres que le estaba proporcionando. Seguí con lo mío a la espera de que se animara cuando noté que alguien se sentaba a mi espalda y empezaba a recorrer mi cintura con sus manos. No me giré, seguí besando al chaval mientras mi amigo invisible ya se había adueñado de mi falo. Se arrapó a mi espalda, haciéndome notar su dura polla en mi piel y su respiración entrecortada en mi nuca, mientras mi jovencito compañero por fin se animaba y empezaba a devolverme con pasión mis lengüetazos en su boca.
Pronto me fijé que nuestros pequeños juegos a tres bandas habían empezado a animar al resto de personal que se encontraba en la sala, algunos se masturbaban y los más atrevidos ya habían encontrado un compañero de juegos. Fue entonces cuando decidí lanzarme sobre la polla de mi jovencito amigo, cuyo líquido preseminal ya empezaba a asomar y me hacía la boca agua. Al empezar a mamársela el chico pareció reaccionar definitivamente, cogiéndome del pelo para indicarme el ritmo al que quería que se la comiera. Por detrás, el segundo de mis invitados seguía masturbándome mientras uno de sus dedos intentaba hacerse un hueco en mi apetecible trasero.
Mientras seguí recorriendo ese hermoso falo, levanté un momento los ojos para comprobar los efectos de mi trabajo en la cara de aquel chico, pero mi sorpresa fue encontrarme un enorme rabo tieso ante mi cara, esperando su turno. No lo dudé y introduje aquel apetecible manjar en mi boca, mientras mi mano buscaba el que había sido mi primer plato para evitar que perdiera su dureza. Mi nueva adquisición era realmente deliciosa; más de 22 cm. de dura y gruesa carne entre mis labios coronada por un hermoso y embriagador capullo. Intenté alzar los ojos para ver el dueño de semejante herramienta pero éste empezó a follarme la boca a buen ritmo hundiendo su polla en mi garganta sin contemplaciones. Sabía realmente lo que hacía, el cabrón, y me estaba haciendo gozar de verdad. Tuve que dejar de masturbar a mi joven amigo para poder centrar mi atención y dar lo mejor de mí ante aquel portento de la naturaleza. A esas alturas, un par de dedos anónimos ya habían encontrado cobijo caliente en el interior de mi ano, masajeándolo con soltura y destreza y haciendome disfrutar como una perra en celo.
De repente noté algo duro golpeándome la cara repetidamente. Sombras se movían a mí alrededor mientras con mi mano comprobé que aquello no era otra cosa que un nuevo falo buscando mi boca... No podía desperdiciar semejante oportunidad, pero tampoco quería abandonar ese delicioso manjar que estaba degustando. Agarré aquel nuevo invitado y lo acerqué mi boca, mientras frenaba las embestidas de mi amigo para tragarme las puntas de aquellas dos pollas y saborearlas bien las dos juntas, una al lado de otra, las dos sobre mi lengua, las dos entre mis dientes. A partir de ahí empecé a mamar una y masturbar la otra alternativamente, pues no podía abandonar ninguna de las dos... eran deliciosamente irresistibles.
Por detrás, aquellos dedos anónimos habían sido sustituidos por una lengua húmeda y juguetona que lamía mi ano y luchaba por abrirse paso por las entrañas de mi trasero. Pronto aquella lengua dio paso a algo más duro y largo, que se apoyó ante mi orificio para lentamente introducirse en él... era gordo, por un momento pensé que no iba a poder y se me atragantó la polla que tenía en la boca, pero superado ese momento inicial el placer fue en aumento a medida que mi culo absorbía aquel palo. Cuando note las pelotas en mis nalgas, empezó un suave balanceo que prontó se fue acelerando hasta acoplarse al ritmo de mis mamadas. Sólo faltó que mi polla notara una lengua traviesa envolviéndola para que mis sentidos explotaran y alcanzara el mayor de los cielos. De reojo, pude comprobar cómo aquel jovencito que había estado sentado a mi lado y con el que había empezado a jugar se había cansado de observar y se había colocado debajo de mí para comerme una polla dura y tiesa q estaba pidiendo a gritos una boca donde alojarse.
De repente, sentí como unas manos me agarraban fuertemente la cabeza. El dueño de la polla que tenía en mi boca se puso en tensión y aceleró su follada. Sus jadeos aumentaron de volumen y sus piernas se tensaron para descargar su leche en el fondo de mi garganta, que saboreé con placer para no desperdiciar ni una gota de mi postre preferido. Al alejarse de mí, pude observar fugazmente al dueño de semejante instrumental, que no era otro que el treintañero que me había encontrado en las duchas al entrar a la sauna de vapor. Desafortunadamente no pude deleitarme con la vista, porque pronto la segunda de las pollas volvía a estar en mi boca lista también para descargar. Agarrándome bien de la melena, hundía su capullo en mi garganta y poco a poco iba acelerando las embestidas, a la par que el que me estaba follando por detrás, que parecía también tener ganas de acabar. Estimulado por semejante perspectiva, mi culo retrocedió lujurioso buscando una penetración aún más intensa, lo que enloqueció a mi anónimo jinete que se lanzó a una cabalgada seca, brusca, dura e intensa, que casi me hace perder el equilibrio físico pero que me lanzó al estrellato del placer. Gozando al máximo del falo que me llenaba la boca hasta la garganta y de la tranca que me petaba el culo sin desfallecer, noté un estremecimiento en todo mi cuerpo que precedió una de las corridas más intensas que he tenido, cuya resultado acabó en la boca de mi joven y complaciente amigo. Casi a la vez, un grito anónimo acompañó a la descarga de leche en mi trasero y una última culada lanzó los trallazos de lefa más profundos que mi boca jamás había recibido...
Cuando abrí los ojos, estaba tumbado desnudo sobre el banco. Mi polla flácida aún goteaba y mi cuerpo estaba húmedo y cubierto de sudor. Al incorporarme, mi cabeza parecía que no encontraba su sitio, por lo que tambaléandome salí de aquel cuarto y me lancé de cabeza a las duchas que antecedían la sauna de vapor. No sé cuanto tiempo había pasado inconsciente allí dentro pero lo cierto es que bajo la ducha estuve más de 15 minutos, hasta recuperar un poco la normalidad. Bajo el chorro de agua fría me vinieron a la cabeza las sensaciones que había vivido en los últimos minutos; por un momento me pareció todo muy lejano pero el sabor inconfundible a leche en mi boca y aquella sensación de vacío en mi culo me indicaban que todo había sido muy real.
Pronto me di cuenta que había perdido la toalla, por lo que no tuve más remedio que salir desnudo y bajar hasta los vestuarios para coger la segunda de las toallas que había dejado en la taquilla. Por el camino intenté reconocer a alguno de los compañeros de juegos con los que había disfrutado hacía algunos minutos, pero no vi a ninguno, aunque lo cierto es que de uno de ellos sólo había visto su polla... y del que me había follado el culo no sabía nada!
Ataviado nuevamente con la toalla, volví a ducharme. Necesitaba relajarme, por lo que después de secarme bien me fui al bar para tomar algo. Hacía más de dos horas que había llegado al local y, aunque parte de mí sabía que ya era hora de volver a casa, otra parecía no tener suficiente. Sinceramente, mi culo sentía una sensación de vacío que me impedía abandonar el lugar. Así que tras unos minutos de descanso volví a adentrarme en la zona caliente...
Esta vez me dirigí a la zona de cabinas, un conjunto de pasillos laberínticos con pequeños habitaciones a lado y lado para los momentos de intimidad, que culminaban en una zona más amplia la sala de video- donde una pantalla de gran tamaño proyectaba porno gay las 24 horas del día. Empecé a pasear por aquellos pasillos, por donde deambulaban hombres de todas las edades buscando un buen rato de sexo anónimo. Algunas cabinas tenían la puerta abierta y para que los chicos que había en su interior se insinuaran desnudos y masturbándose, buscando acompañantes para sus manipulaciones... Empecé a dar vueltas por los pasillos en busca de algo que despertara mi interés, aunque no sabía exactamente lo que buscaba...
Al llegar a la sala de vídeo, observé que apoyado en la pared, de pie, estaba el cuarentón que había visto en las duchas del vestuario justo al entrar al local. Decidí quedarme allí, por lo que me puse a su lado, observando la pantalla. En la sala había un par de chicos más, que serían de mi edad, y de tanto en tanto alguien que pasaba por el pasillo sacaba la cabeza para satisfacer su curiosidad. En la pantalla, un chulazo negro se estaba follando a un joven rubito en una piscina a pleno sol. El sexo al aire libre siempre ha sido una de mis fantasías preferidas, por lo que bajo mi toalla mi falo empezó a reaccionar nuevamente. Bajé la vista y descubrí que la polla de mi vecino también estaba animada, así que no dudé en deslizar mi mano por su vientre e introducirla bajo su toalla para comprobar su dureza, sin dejar en ningún momento de mirar la pantalla. Mi nuevo compañero de juegos no se inmutó cuando sintió mi mano sobre su piel, sino que me dejó hacer con amabilidad. Empecé a masturbar aquella polla, que debía tener unos 20 cm. y empezaba a presionar con fuerza la toalla. Su tacto suave y su capullo circuncidado parecían muy apetecibles, por lo que sin mediar palabra me arrodillé ante aquel hombre, me deshice de su toalla y me introduje suavemente aquel falo largo y duro en la boca. Recorrí todo su tronco rodeándolo con la lengua y me entretuve jugando con su glande. Pareció gustarle, porque pronto tenía sus manos en mi nuca y me indicaba el ritmo al que tenía que comerme su polla.
Los dos chicos que nos acompañaban en la sala de vídeo debieron animarse ante la escena, ya que enseguida aparecieron colocando sus pollas a la altura de mis ojos, duras y tiesas, listas para recibir una buena comida. Las cogí una con cada mano y empecé a masturbarlas. Ambas eran algo más pequeñas que la de mi amigo el cuarentón, pero igualmente apetecibles, por lo que pronto las tuve en mi boca, saboreándolas una tras otra o de dos en dos. Iba pasando de una polla a otra mientras masturbaba las demás. Qué placer tener tantos falos para mí solo!
Supongo que la escena no pasó inadvertida para los que se acercaban a la sala de vídeo a curiosear y algunos de ellos quisieron animarse a la fiesta. Pronto tuve siete u ocho pollas a mi alrededor, todas apuntando enhiestas hacía mi boca, esperando su turno. Grandes o pequeñas, circuncidadas o no, todas querían meterse en mi boca y darme a saborear sus sabrosos jugos... Tenía mis manos y mi lengua entretenidas dando placer a unos y a otros mientras los demás se masturbaban esperando el momento de follarme la boca. Alguno me inundó la lengua de lefa caliente y sabrosa, pero otro no pudo más y me cogío de la cintura, levantándome el culo y tirando mi toalla al suelo.
Era un hombre de unos treinta y tantos, castaño, con algo de vello en el torso y algo definido. Me acarició las nalgas y me abrió bien el culo, masajeándome el ano. Mientras yo seguía comiendo pollas, empezó a introducirme el dedo y preparándome para una buena follada. Parecía que el tío sabía lo que a mi me gustaba, porque pronto se cansó de aquello y me colocó el capullo en la entrada del ano, para deslizarlo en mi interior. Yo estaba muy cachondo, necesitaba que me follaran bien y culeé para que me penetrara sin mas esperas. Su falo se introdujo en mi culo sin problemas y pronto empezó el mete y saca que tanto él como yo estabamos deseando. Con su polla en mi interior entonces me dí cuenta que era el mismo tío que me había follado en la sauna de vapor; su forma de follarme lo delataba y también lo bien que su polla encajaba en mi interior; ¿me habría seguido?
Fuese como fuese, yo seguía con la boca ocupada, en aquel momento por una polla larga y delgada, de un jovencito que no creo que llegara a los 20 años. Ya había perdido la noción de lo que sucedía a mi alrededor. Tiesos falos me golpeaban la cara pidiendo acción y varias manos recorrían mi cuerpo que estaba completamente húmedo y excitado. Por detrás, sentía como los huevos de aquel tío golpeaban mis nalgas a cada culada y cómo aquella polla penetraba a fondo proporcionándome nuevamente el mayor de los placeras. Las embestidas cada vez eran más rápidas cuando oí un grito desgarrador y noté mi culo inundado de leche.
Tuve poco tiempo para recuperarme. En cuanto aquel tío salío de mi culo otro ocupó su sitio. Su polla entró rápido y rápidamente noté que era más pequeña que la anterior. Empezó a follarme intensamente, agarrándome de la cintura para penetrarme a fondo. Yo acompañaba su mete y saca con los lametazos que en ese momento estaba dando a la polla de un cuarentón insaciable. Su cuerpo denotaba su edad, pero tenía una polla inmensamente gorda que yo intentaba comerme entera, no sin dificultades. Me agarró del pelo y me hizo levantar la cabeza para preguntarme: "¿Quieres que te folle?" No me dejó ni siquiera contestar. Me soltó nuevamente y empezó a acelerar su embestidas en mi boca. Por detrás, el tío que me follaba también aceleró y acabó corriéndose en mi interior.
La lefa acumulada me resbalaba por las piernas cuando aquel pollón que me hasta ahora me follaba la boca pasó a follarme el culo. El cabrón no tuve piedad y me penetró de golpe, abriéndome el culo con fuerza para encabir semejante diámetro. Con una segunda culada ya me había metido toda su polla en el interior y empezaba a follarme salvajemente. Le gustaba andar sin miramientos y, debo reconocer, que pese al dolor que sentía, aquello me excitaba como nunca. Tampoco tuve tiempo de darle muchas vueltas, porque mi boca volvía a estar ocupado por una polla algo más abarcable y que me era familiar. Levanté los ojos y comprobé con agrado que mi ángel rubio había vuelto para follarme nuevamente la boca... A mi alrededor sólo alcanzaba a observar cuerpos desnudos que se movían, pollas tiesas, sudor, masturbaciones, mamadas, folladas... aquella sala se había convertido en sodoma y gomorra y yo parecía ser el centro de atención.
No sé cuánto tiempo estuvo follándome aquel cabrón pero cuando acabó y sacó su polla de mi interior, después de venirse en mis entrañas, tenía el culo tan abierto que ninguna de las pollas que me folló después logró rellenar el hueco que aquel pollón había dejado en mi culo y en mi ansias. Continué comiéndome pollas, pero mi lengua ya había dejado de trabajar y mi boca era sólo un orificio más que otros usaban para follarme. Me masturbé un par de veces, corriéndome mientras me embestían por delante y por detrás. Jamás me había sentido tan sucio, tan usado, tan abandonado a mis más bajos instintos, pero jamás había disfrutado tanto como lo hice aquella tarde en aquella sala de vídeo hasta que la extenuación me venció.
Al despertar, estaba solo en aquel cuarto, desnudo en el suelo, cubierto de sudor y semen, con el culo abierto y la boca empalagosa. Me costó incorporarme. Había perdido la noción del tiempo. Me dirigí a las duchas. Apenas quedaba gente en la sauna, porque debía ser muy tarde. Qué más daba. Sabía que aquella noche no me costaría dormir y que esta vez no tardaría tanto en pisar aquel local otra vez...