Un día de putas (2)

Adriana se enfrenta a las dos primeras pruebas.

Tras tres horas y media, Adri –Adriana– salió, tal como era lo acordado de aquella casa a la calle. Con sus ojos buscaba el coche y yo me limité a dar las largas a destellos, ella, viendo el coche, levantó una mano y se dirigió a él.

Se subió, respiró hondo, estaba exhausta, agotada, al mismo tiempo que se notaba su sensibilidad a flor de piel. Casi cada zona que acariciaba, hacía que ella se arquease bruscamente, como repitiendo los efectos de un inagotable orgasmo.

¿Cómo te sientes? –le dije–. Ella me miró, cansada y excitada y me dijo:

Muy cansada, pero como nunca. Aunque no volveré a repetir esta experiencia en mi vida. Es más intensa de lo que podía imaginar.

Bueno, cuéntame, le dije yo.

Espera, vamos a dar un paseo y te iré contando.

La noche primaveral era sólo un poco fresca, pero en modo alguno molesta, era tranquila, invitaba a pasear despacio, bajo aquella esplendorosa luna.

Ella, poco a poco empezó a contar primero de una forma un tanto genérica y más tarde de una manera muy precisa lo que aconteció en aquellas tres horas.

Nada más llegar a la vivienda, los tres, la pareja argentina y el "cliente" le dieron las cien mil pesetas acordadas y le ofrecieron las cincuenta mil por los "extras".

Adri, que desde un primer momento dejó claro que cualquier cosa que no fuera una relación sexual al uso era un extra y que el límite de tiempo eran las tres horas que ese tiempo era innegociable, preguntó en que consistían los extras, a lo que los tres respondieron que eso no lo podían revelar.

Mi chica les dijo que eso no eran extras que eso era un cheque en blanco y que desde luego no estaba dispuesta a aceptarlo. Ante esa situación los tres clientes subieron la oferta por extras a setenta y cinco mil pesetas y adquirieron el compromiso de no hacer nada que ella no quisiera hacer.

Aceptó las condiciones y allí empezó el juego. Ella era la puta de los tres, durante tres horas y estaba a disposición de ellos durante ese tiempo, con la salvedad de no estar obligada a hacer nada que fuera en su contra.

Pero antes de iniciar ningún tipo de juego, los tres se sentaron junto a Adriana y le explicaron la realidad de las cosas. Verás; le dijo el "cliente" español, el de la primera vez, yo soy psiquiatra y mis colegas argentinos son expertos en psicología y estamos haciendo un estudio de la conducta de la mujer frente a estímulos sexuales concretos. Es un informe muy serio pagado por entidades de gran importancia, tanto públicas como privadas. El primer día que te vi en la calle me di cuenta por tu conducta y comportamiento que no eras una profesional y eso te hizo idónea para esta experiencia, pues aportabas unas ganas de experimentar, quitando el conocimiento previo que toda prostituta tiene sobre el sexo y que las descalifica para este tipo de pruebas.

Por tanto no buscaban una puta como ella pensaba sino una chica más o menos de su edad dispuesta a experimentar como ella lo estaba, por lo tanto, las pruebas tenían un fundamento científico y ella la oportunidad de ganar un buen dinero a la vez contribuir a un estudio, que por los documentos que le enseñaron parecía realmente importante, incluso había alguna facultad de psicología en el proyecto global.

No te preocupes –dijo la mujer– no pasa nada, no te vamos a comer, y vas a ganar un buen dinero, y si eres inteligente, sabrás disfrutar y aprender.

Efectivamente, apostilló la mujer, en el sexo sólo vale lo que vale en la imaginación, lo demás solo es perder el tiempo, disfrutarás lo que tu imaginación te permita, así que trata de jugar con tu imaginación.

Sin más, se iniciaba el experimento, por lo que uno de ello le dijo a Adri, "desnúdate por completo". Verdaderamente tuvo que superar su corte inicial, pero lo logró, el acto de quitarse la ropa fue más bien frío, sin ningún tocamiento, sin precalentamiento, sin la atención ni el interés de nadie. Una vez estuvo completamente desnuda, apareció una chica joven, vestida con uniforme de enfermera que le dijo: me ha dicho el doctor que dentro de tres horas justas le deje la ropa sobre esta misma silla, llevándose todas la prendas de Adri.

Por tanto, los famosos extras consistían en ir entrando en ocho habitaciones diferentes con diferentes situaciones y personas, y al final de cada uno de las experiencias, le medirían la humedad del coño, la temperatura vaginal y un pequeño test, del que luego se llevaría los resultados.

Sentirse conejillo –nunca mejor dicho– de indias fue algo que de forma inesperada puso a Adri a cien por hora. Su respiración se agitó, sudó ligeramente, sintió humedecérsele el coño y estuvo dispuesta a todo.

La cuestión estaba clara, veinte minutos por cada prueba, y dos minutos para cada test, era todo el tiempo que se necesitaba, eso completaba tres horas menos cuatro minutos, que para lavarse y vestirse eran suficientes.

Su corazón se aceleró cuando se vio frente a la "Sala 1". Abrieron la puerta, era una habitación grande, con una tenue luz, casi como esa que han en los cines cuando está la película en proyección.

En el centro, una silla como la de los ginecólogos, la tumbaron sobre la misma, separaron sus piernas y ataron a los estribos de la silla sus tobillos, por otra parte, las manos quedaron ligadas a la cabecera de la silla mediante correajes, igual que en los pies.

Una vez "colocada" con el respaldo hacia atrás ella se encontraba completamente tumbada, pero con las piernas arqueadas su vulva al descubierto, pues las piernas estaban separadas y en una perfecta desnudez.

Se fueron aquellos dos enfermeros que la habían ligado a esa silla y todo quedó en silencio y a oscuras, podía sentir su corazón disparado, no sabía bien que pensar, no sabía si aquello había sido un acierto o un error, pero no iba a echarse para atrás. Lo cierto, pensó para ella, es que la cantidad de dinero es muy gratificante.

Sonó un ruido potente, se encendió una lámpara igual que las de las salas de operaciones que había sobre ella, podía sentir en su coño el calor de la luz que aliviaba, en cierto modo, el frío de su chocho por la humedad que tenía y el aire acondicionado de la habitación.

Entonces, giró su cabeza hacia la izquierda para ver la procedencia del ruido y observó como se abría automáticamente una puerta por la que entraron unos quince desconocidos cuyas edades estarían entre los 35 y los 50 años.

Durante un tiempo de unos cinco minutos hicieron un círculo a no más de medio metro de Adri, ellos comentaban en voz alta sus sensaciones, ella los escuchaba, sin poder hacer o decir nada.

Oía perfectamente los comentarios de todos, que si a uno le encantaban las tetas, que otro se fijaba en los pezones, la inmensa mayoría se centraban en mirar su coño, alguno se fijó más en su mirada, en la cara de dulzura que tenía, en fin, cada uno de ellos hablaba de una cosa, la mayoría se acercaba a mirar su sexo, y alguno desde aquella escasa distancia aspiraba el olor que evidentemente salía de la entrepierna de Adriana.

Ella había pasado de sentirse perfectamente desnuda, placenteramente desnuda, a ver como saltaba por los aires su intimidad, aquello era mucho más que estar desnuda, aquello era, simplemente indescriptible, estaba ante la deseosa mirada de quince hombres, todos mayores que ella y era contradictorio cómo sin tocarla ni un solo pero, ni un centímetro cuadrado de su piel, se sentía sin intimidad, solo aquella exposición a la que estaba sometida.

Durante esos cinco primeros minutos, se fijó en los más atractivos para ella, sobre todo los más jóvenes, pero lo cierto es que, de forma curiosa, poco a poco, a medida que su excitación sexual subía de tono, ya le daba igual, deseaba en lo más profundo de su ser que todos y cada uno de aquellos individuos, para ella desconocidos hasta ese momento la penetraran. Altos, bajos, delgados gordos, era igual. Ella no podía ver como eran los hombres que la miraban porque estaban completamente vestidos, pero no le importaba lo más mínimo, estaba dispuesta a pasarse a todos por la entrepierna, y esta vez no era por dinero, era por puro y animal deseo, por primera vez Adriana vivía una profunda separación entre los sentimientos y el sexo, le era igual. Sólo quería ser follada por aquel grupo.

Pasado aquel primer tiempo de exposición, mediante la megafonía dieron la autorización para acercarse y tocar. Ellos no se podían desnudar, no podían sacar sus miembros viriles, pero podían tocar, oler, chupar todas las partes que quisieran de la "exposición" como así dijeron.

Inmediatamente, aquel hombre obsesionado por el olor, sin ningún miramiento, hundió sus narices en la raja de Adriana, que por otra parte estaba empapada como el llanto de una plañidera. La punta de aquella nariz se hundió todo lo que pudo, que fue bastante, directamente en la vagina de Adri, inhaló el olor con una profundad tal, que ella notaba como se creaba una corriente de aire en su interior. No pudo menos que contraer sus caderas por la reacción del impacto de aquella nariz en su coño, pero lo espectacular fue cuando aquel hombre que no conocía de nada, le devolvió todo el olor dentro de su vagina.

El aire caliente y húmedo que salía de aquellas fosas nasales, pareció como una eyaculación de aire que llenaba el cuerpo de Adriana de arriba abajo, tuvo un orgasmo fulminante, nunca más ha vuelto a tener tal sensación, pero aquello la llevó al borde del paroxismo al límite de sus entrañas.

Su cuerpo se arqueó y sobre aquella silla a la que estaba atada, sin ningún tipo de pudor su cuerpo, como un muñeco, golpeó varias veces sobre aquella estructura. El conjunto de los hombres que la miraban, chupaban, pellizcaban sus pezones mientras aquel ejercicio nasal, les produjo cierta hilaridad la reacción de Adriana, se había corrido profundamente con una simple olida de su coño. Fue cuando ella recordó aquel dicho de la mujer antes de iniciar ese experimento de que podía gozar por la imaginación. Que lejano le resultaba aquel dicho.

Los últimos minutos los vivió entre caricias, lametones en su coño, chupar los dedos de los hombres que previamente los habían pasado por su raja, sentir sus pezones continuamente succionados, sentir su vulva palpitante, caliente, pero con el imborrable recuerdo de la nariz, nunca la habían follado con una nariz, nunca semejante apéndice había eyaculado en su interior.

Sonó un suave pitido y todos aquellos se retiraron, una vez se cerró la puerta, entraron nuevamente los dos enfermeros, que le dijeron "todavía te quedan tres minutos, para medir de forma objetiva tu humedad, hay que secarte el coño" mientas uno lo explicaba, el otro con una toalla y separando bien las piernas de Adri, a la vez que levantándole un poco el culo, le quitó los jugos y las babas de todos aquellos, la desataron y la dejaron así, saliendo de la habitación, con el comentario de "no te toques" dejaron la luz apagada, como al principio.

Durante aquellos tres minutos que faltaban para el primer test, Adri cerró los ojos y recordó los episodios recién pasados, pensando en aquella nariz, notó como sus jugos se escurrían por sus muslos y por la raja de su culo, hasta empapar el ano. Se quedó placenteramente excitada.

Pasados los tres minutos, entraron los profesores, le hicieron pasar a una habitación pequeña, y el argentino le dijo que permaneciera de pié, mientras uno de los enfermeros le introdujo en la vagina, un instrumento algo más gordo que un termómetro, de una agradable textura y templado. En una pantalla se reflejaba el número 80 por un lado, y el término "elevado" por otro.

Bien, le explicó, como ya te dijimos te íbamos a informar del test. Esta primera prueba tiene como base la reacción al exhibicionismo pasivo, a la exposición frente a los demás pero sin provocarla. Tu respuesta ha sido alta, muy alta, das una humedad vaginal de 80 en una escala de 100 y una temperatura elevada en tu vagina, sobre todo porque no ha existido ningún tipo de fricción ni de introducción.

Tu reacción ha sido muy positiva porque tu frecuencia respiratoria se elevó al entrar los invitados –que es como les llamamos– pero aún se elevó más tanto tu frecuencia respiratoria como cardiaca, así como tu tensión arterial cuando pasaron a la fase en la que te podían tocar.

En resumen, te gusta de una forma evidente que te miren, podrías ser una buena candidata a pasar tus vacaciones en playas nudistas.

¿Dispuesta para la segunda prueba?

¡Si!, respondió ella sin ninguna duda.

Estaba frente a la "Sala 2", sin poder evitar una sobre excitación y una ansiedad inusitada, entonces comprendió que de haberle advertido de las pruebas de antemano, no hubiera sido igual.

Esta sala era completamente diferente a la sala anterior. Era luminosa, e imitaba una calle con un par de tiendas y un parque. No entendió muy bien porque, pero una tienda era una Peluquería y la otra una Farmacia.

Nada más cerrarse la puerta, se oyó por el altavoz una voz neutra que le decía, entre, por favor, en la peluquería. Ella se dirijo al lugar y cuando entró, había dos chicas jóvenes que le indicaron que se sentara en una silla de peluquero. Allí la peinaron, le recogieron el pelo en dos coletas, la llevaron a una camilla y en muy poco tiempo, le depilaron el coño por completo, al igual que el culo, cuestión para la cual le dieron la vuelta. Las axilas no fueron necesarias, pues las tenía perfectamente depiladas.

Al salir del lugar y caminar hacia el parque, oyó un ruido, al volverse comprobó que, como en el escenario de un teatro, se elevaba la fachada de la peluquería, para aparecer la de un portal. Se sentó en uno de los banco del parque.

Al instante, y según terminó de sentarse, aparecieron saliendo del portal ocho chicos adolescentes todos ellos, la edad que aparentaban no era superior a los dieciséis años.

Adri se asustó, se encontraba completamente sola ante aquellos muchachos que tenían todo el aspecto de estar deseando tirársela sin ningún tipo de miramiento. Y en un principio, sus temores se vieron confirmados. Los muchachos se acercaron a ella, y sin ningún tipo de recato, procedieron a sentarse en el banco dos de ellos, uno a cada lado, dos por detrás, y dos en el suelo, junto a sus piernas.

Después de un brevísimo instante de comentarios obscenos, los dos chicos que estaban tras ella le cogieron por las tetas, sin ninguna maestría, los del suelo le separaron rudamente las piernas y los que estaban sentados a ambos lados, se lanzaron directamente sobre su coño.

En aquel momento, Adriana se planteó muy seriamente dejar el juego, tenía miedo, no le gustaba como estaban transcurriendo las cosas, a la vez que por nada del mundo deseaba ser violada.

Pero tuvo un momento de lucidez, y tras zafarse de aquellos seis muchachos les dijo: "mirad, estoy muy cachonda, muy caliente y con muchas ganas de joder, se que vosotros sois mas que yo y que podéis hacer conmigo lo que os venga en gana, pero yo creo que es mejor, que lo hagáis así, pero contando con mi consentimiento, de tal forma que si hacemos las cosas bien, yo haré todo lo que me digáis." En ese momento vio la Farmacia y estaba dispuesta a jugarse todo a una carta para comprobar si había hecho efecto su comentario.

Entrad en la Farmacia y comprad condones, si no tenéis dinero, decirle al de la Farmacia que luego se lo pagaré en carne, delante de vosotros. Los ocho muchachos se miraron entre sí, y sin mediar palabra, se dirigieron a la Farmacia.

Cuando entraron en ella, se dio perfectamente cuenta que había conseguido controlar la situación, recordó nuevamente el consejo de disfrutar con la imaginación, y no se le ocurrió otra cosa que recordar su adolescencia y como le hubiera gustado en aquellos momentos de actividad hormonal ser follada por cualquiera, por muchos, cuando sólo deseaba eso. También se dijo a sí misma que esto era recuperar un fuerte deseo de su adolescencia pero que era ella la que tenía el control.

Se fue al decorado, donde estaba el portal, se vio en el espejo, desnuda, completamente desnuda, sin más pelo que el que cubría su cabeza, vio sus coletas, su aspecto de adolescente, revivió más intensamente sus recuerdos sexuales de adolescente, sólo le venían recuerdos de sexo, su vecino con el que se metía mano en el ascensor, sus juegos eróticos con su hermano, que siempre acababan con sus bragas mojadas, como se desnudaba por completo con la puerta abierta mientras su primo y su hermano se empalmaban, en fin, que notó nuevamente su coño chorreante y desde su clítoris le subió un calor tal que hubiera entrado en la Farmacia y se los hubiera follado a todos.

Cuando los chicos salieron en tropel de la Farmacia, dispuesto a todo, ella, que ya estaba suficientemente cachonda, decididamente tomó la iniciativa. Levantando una mano para pararles les dijo, dar un paso adelante los que habéis tenido algún tipo de relación con una chica. Ninguno se movió, todos eran perfectos desconocedores del tema.

En ese momento uno de los chicos le dijo: Dice el de la Farmacia que pases a pagar los condones. Ella relacionó las dos cosas y le dijo, decirle que salga para que le pague.

Salió el de la Farmacia, tenía 28 años y era muy atractivo para ella, en el fondo siempre había deseado tener una experiencia con un chico más mayor que ella y además con público, sus muslos brillaban por sus jugos.

Bien, le dijo al de la Farmacia, tu has hecho negocio vendiendo los preservativos a estos chicos, así que ahora te toca cobrarte, pero permitiendo que ellos puedan ver y escoger aquellas cosas que más les guste. Con aquello se metió a los adolescentes en el bolsillo, figuradamente, pues no tenía nada de ropa.

El joven se desnudó y se puso junto a ella. Adri le dijo: ven conmigo. Se sentó sobre la mesa que había como cenador en el decorado del parque y puso sus pies en sobre la misma mesa, separando las rodillas y diciendo a los ocho chicos que se sentaran en el banco de tal forma que, al estar depilada por completo, su coño se mostraba sin ningún pudor frente a las ocho miradas de los muchachos.

Les dijo: como no habéis vito nunca los secretos de excitación de una mujer, yo os los voy a enseñar para que todos disfrutemos más. Como tenemos muy poco tiempo, os diré que cualquier parte de una mujer es un buen lugar para su excitación, pero el cuello, las orejas, los labios, es por donde se debe comenzar. El Farmacéutico estaba alucinado, completamente fuera de sí, ella se sentía absolutamente dueña de la situación y estaba dispuesta a aprovecharla hasta el límite.

Una vez, seguía, que se ha acariciado esa zona, lo siguiente es besar en la boca, para medir la excitación de vuestra chica. Si ella responde con la lengua es que se puede continuar, si no, es mejor volver a esas zonas.

El primer paso importante, pues, es el beso y para ello –cogiendo al farmacéutico por el cogote, que ya estaba completamente desnudo– os acercáis suavemente, con vuestros labios abrís los de la chica y metéis la punta de la lengua y simplemente esperar.

De esta forma Adri, acercó la boca del dependiente a la suya, éste la abrió con sus labios y, ella, deliberadamente sacó su lengua, permitiendo que los muchachos la vieran como retorcía su lengua con la de su pareja.

Bien, dijo ella, ahora vosotros, impacientes se pusieron en fila y uno a uno, los ocho, aprendieron a besar, mientras ella iba sufriendo un descomunal calentamiento, y no tenía claro si se iba a correr en cualquier momento de esos.

Una vez terminada la práctica, los muchachos estaban tan alterados que no pudieron menos que quitarse la ropa.

Bueno, el paso siguiente, son los pechos de la mujer, y de forma muy especial sus pezones. Entonces llevó las manos de su pareja enseñante a sus tetas las acarició como si fueran flanes y se dirigió a los pezones.

Aquí, dijo ella, debéis usar el dedo pulgar e índice y con suavidad mover los dedos de tal forma que parezca que sintonizáis una emisora de radio, a medida que vuestra chica se excite, es conveniente ir apretando los dedos para ir aumentando la excitación, eso si, con el suficiente cuidado de no hacerla daño, su voz temblaba, especialmente al final, cuando el dependiente de la Farmacia, le giraba los pezones cual mando de la radio.

Uno por uno los chicos fueron practicando lo de los pezones, ella creía desmayarse, cada vez que una mano inexperta se los cogía, ella se excitaba más, notando como aprendían en un instante, estaba tan excitada que por mucho que apretaran, no sentía dolor, sólo excitación, no pudo por menos que tumbarse sobre la mesa y decirles que era el momento de succionar los pezones como lo hace un niño cuando come, con los labios, pero que se pueden dar pequeños mordiscos, a la vez que frotar la punta de la lengua con la punta del pezón.

En ese momento, permitió que lo hicieran todos, incluido el no adolescente, a la vez, al minuto, más o menos, tenía tal sensibilidad en los pezones que no pudo por menos que quitárselos de encima, volviendo a su postura inicial.

En ese momento decidió prescindir del dependiente para centrarse en el siguiente paso, crucial para ella, en los muchachos.

Bueno, dijo, las chicas, las mujeres, tenemos un detector de excitación al igual que los hombres, que los chicos, en vuestro caso es la erección y por la dureza de vuestras pollas veo que estáis bien cachondos, en las mujeres es por la humedad del coño, de tal forma que según besáis los pezones y os coméis las tetas, en conveniente bajar una mano al coño para ver si está húmedo, si vuestra chica os permite bajar la mano sin duda, estará mojada.

Esto hay que hacerlo con mucho cuidado para no meter la pata, de tal forma que se puso de pie, se fue al primer muchacho, lo puso de pié y besándole en la boca y llevándole las manos a sus tetas y sus pezones, le bajó la cara para que éste le chupara sus pechos, en ese momento, con voz temblorosa le dijo al muchacho, baja tu mano y tócame la raja con suavidad y con un dedo. El chico así lo hizo, notando una suavidad indescriptible una humedad y una temperatura que nunca había sentido, estaba a punto de eyacular.

Ella repitió la operación uno a uno con el resto de los siete, obteniendo dos orgasmos que supo disimular relativamente bien. A continuación retomó su postura inicial, era consciente que se acababa el tiempo y no estaba dispuesta a renunciar a nada. Cogió al dependiente, se sentó en la mesa como al principio, y dijo mirando a los chicos. En el coño hay dos cosas importantísimas, una es el clítoris que es esta especie de pequeña dureza que me está tocando el de la Farmacia, se debe acariciar con cuidado como él lo hace, y produce un intenso placer a las mujeres, eso ya no lo decía con voz temblorosa, sino jadeante, el segundo es la vagina. Ella misma se llevó las manos y se la abrió todo lo que pudo, por ahí es por donde se mete el pene, mirad, y acto seguido cogió la polla del farmacéutico le puso el condón y se la tragó de un golpe.

Tumbada en la mesa, les dijo a los chicos, ahora si podéis hacer conmigo lo que os de la gana, como querías al principio, estaba tan excitada, tan cachonda que les dijo: podéis usar el condón o no, como es vuestra primera vez, podéis hacerlo como os de la gana.

En ese momento, el farmacéutico se corrió intensamente, y Adri le dijo, esta merienda es para los chicos y yo, así que como ya has cobrado tu parte te puedes ir. En ese instante, cuando se marchaba, se abrió el altavoz para decir "quedan cinco minutos".

Aquel tiempo fue increíble, todos, absolutamente todos pasaron por su entrepierna, su extrema juventud y el nivel de calentamiento al que los había llevado con sus explicaciones, hicieron que se corrieran casi con dos movimientos, para ella la situación fue suficiente, porque al ser ocho e intercambiarse y correrse, aquello era un caño que no para de soltar semen, porque ninguno quiso estrenarse con preservativo, pasados los cinco minutos, no hubo forma de quitar a aquellos muchachos, alguno se había corrido hasta tres veces, pero no importaba, tuvieron que entrar los dos enfermeros del principio, para llevarse a los muchachos, una vez se quedó ella sola con los enfermeros, éstos la pusieron a cuatro patas con el culo en pompa, le limpiaron bien con agua a presión, y le metieron un tampón pero más grande, que absorbió todos los jugos y la dejaron sobre la mesa.

A los dos minutos apenas repuesta le indicaron que pasara por la sala de test, le costó trabajo levantarse, y acudió según se levantó comprobó por sí misma como su coño volvía a chorrear, esta vez de tal manera que pensaba que se había meado.

Muy bien, Adriana, le dijo el psicólogo argentino mientras le metían nuevamente el medidor en su vagina. La prueba consistía en la fuerza de seducción de una mujer y del control de su temor, frente a situaciones críticas, ello no quiere decir que siempre salga bien, te recomiendo que no lo practiques, pero esta vez has salido y con nota.

Ahora que ha terminado la prueba te diré que esos chicos son muchachos normales, todos ellos con dieciocho años, que nunca habían tenido una experiencia sexual ni la oportunidad de conocer a una mujer y que potencialmente existía el riesgo de que hubieran recurrido a la fuerza, pero tu capacidad de sexualidad activa ha sido alta, por lo que demuestras ser una gran seductora. Te felicito.