Un día de playa
Hacía calor ese día, era mediados de septiembre y me disponía a disfrutar de los últimos días de permiso que me quedaban, antes de volver a incorporarme a mi rutinario trabajo.
Hacía calor ese día, era mediados de septiembre y me disponía a disfrutar de los últimos días de permiso que me quedaban, antes de volver a incorporarme a mi rutinario trabajo.
Como de costumbre, había escogido un lugar discreto de la playa, cerca de unas dunas, donde poder disfrutar de la lectura del libro que estaba a punto de terminar. De todas formas y por estas fechas eran pocas las personas que frecuentábamos la playa, y los que lo hacíamos, nos conocíamos de vista, por ser asiduos a esa zona.
No me lo podía creer, me pareció extraño, la playa medio vacía y a una distancia relativamente pequeña de donde me encontraba, plantó su sombrilla, estiró su toalla en la arena y se dispuso lentamente a quitarse la ropa.
Era morena, de talla media, muy atractiva. Lucía un bikini negro minúsculo que le resaltaba la figura. Aparentemente tendría unos cuarenta y cinco años. Recuerdo haberla visto varias veces acudir a la playa en compañía de sus amigas, y recordaba haber cruzado con ella alguna mirada de complicidad, que simplemente se habían quedado en eso.
Yo que acababa de empezar el último capítulo del libro que estaba leyendo, no terminaba de concentrarme en la lectura. Y menos aún cuando pude ver de reojo, que se había quitado el sujetador del bikini y disponía a darse crema por todo el cuerpo, así como por su pecho, el cual era voluminoso y firme a pesar de su edad. De repente me di cuenta que algo estaba empezando a despertar en mí. Intentaba untarse la espalda, lo cual le resultaba bastante dificultoso. En ese momento nuestras miradas se cruzaron y con un leve gesto por mi parte, muy solícitamente me brindé a ayudarla. No podía creerlo, mis manos embadurnadas de crema bronceadora, acariciaban la piel de aquella madura mujer, al tiempo que aprovechaba para darle un suave masaje. Aquello me estaba poniendo a mil y bajo mi pequeño bañador, ya se apreciaba una considerable erección. Bajé por su espalda, sus glúteos, seguí por el interior de sus piernas, y al ver que aquello le estaba gustando, no me reprimí y seguí masajeando aquella hermosa zona.
Ella, volteando la cabeza y viendo la situación anímica en la que me encontraba, con una leve sonrisa, me dijo si era ella la culpable de tal situación; y alargando su mano no vaciló en sopesar el tamaño y grosor; al tiempo que la masajeaba muy suavemente. Yo, que no me había encontrado en otra mejor hacía mucho tiempo, no desperdiciaba la ocasión, y haciendo a un lado su minúscula braguita, aprovechaba para masajear todo su interior, viendo como su vagina se encontraba húmeda y caliente.
No tardó en bajarme el bañador y acercándosela a sus labios, se dispuso a deleitarse, succionando de tal forma que me resultaba bastante difícil no caer rendido ante las caricias que me estaba procesando.
Bajando mi cabeza hacia su sexo, me dispuse a horadar en el interior de su ser, con aquella lengua que hacía tiempo no había probado tan suculento manjar, y que en esos momentos, se encontraba rebuscando impulsivamente en la calidez de aquella hembra caliente.
Desplegando sus labios, alcancé a encontrar la puerta de su placer, que con ímpetu infantil me dispuse a traspasar, fundiéndonos en un sesenta y nueve de pasión descontrolada.
De repente y arqueando su espalda en espasmódicos impulsos, pude comprobar como mi boca se iba llenando de su suculento néctar. No desperdiciando ni una gota de su cálido regalo, me dispuse a tragar tan delicioso líquido, el cual inundaba toda mi garganta. Reconociendo en él su liberador orgasmo.
Tras el primero le sucedieron varios más. Hasta que un calambre recorrió toda mi espalda y de mi fuente brotó toda la calidez que encerraba mi ser. La cual se apresuraba a recoger, sin que se desperdiciara siquiera, la más mínima gota.
Nos fundimos en un abrazo, hasta que nuestros corazones recuperaron el ritmo normal de sus latidos.
En esos momentos desperté tumbado en mi hamaca, con mi libro caído en la arena, y pude comprobar, como mi bañador se encontraba abundantemente manchado. Al girar la cabeza, pude ver como una familia, se había instalado cerca del lugar donde me encontraba; perturbando la paz del lugar con sus gritos y algarabía. Me dispuse a darme un baño, apresurándome a recoger mis pertenencias y dar por concluido tan magnífico día de playa.
Este es mi primer relato, soy asiduo lector de esta página y era una cosa que tenía muchas ganas de hacer. Espero no haberles aburrido con el mismo.
Soy un chico joven, de Cádiz, Andalucía, España y me gustaría recibir los comentarios de las personas que lo lean, y sobre todo de aquellas gaditanas maduras que les gustará hacer realidad una fantasía como la que aquí se presenta.
Pueden enviar sus comentarios a gaditano67@hotmail.com