Un día de playa cualquiera

Una mañana de domingo en la playa, en plena ola de calor en España. Las miradas y la imaginación quemaban más que el propio sol, y después...

Domingo, 9 de la mañana en una de las playas del litoral de Barcelona.

Mi mujer y yo, llegamos pronto, todavía hay poca gente. Sin querer ponernos delante del todo, donde los niños que juegan al borde del agua no paran de chillar y salpicar, nos ponemos a unos 4 metros de la orilla.

Estamos en época de ola de calor, y el día se prevé con temperaturas de las más altas del año, así que llegamos y lo primero que hacemos es plantar la sombrilla, poner las toallas e irnos a refrescar al agua.

Nosotros somos una pareja de cuarenta años recién cumplidos, altos, delgados, lo que sería una pareja normal, ni guapos ni feos, en la que ninguno de los dos destaca más que el otro por su físico.

Al salir del agua, nos ponemos a pleno sol, por lo que antes de tumbarnos nos ponemos crema por todo el cuerpo. A los 5 minutos a pleno sol, decido tumbarme debajo la sombrilla y echarme una siesta. Llevábamos una semana entera de calor, con noches largas de no dormir, y mucho menos descansar.

Al despertar, la playa se ha llenado bastante de gente, y más que sigue llegando. Volvemos un rato al agua, pero yo, que no soy de mucha agua, vuelvo pronto a mi sitio debajo la sombrilla.

Mi mujer sigue en el agua, y yo me siento en la arena mirándola, y sonriéndole…

Sin perder la referencia de su mirada, me doy cuenta que en los 4 metros que hemos dejado delante nuestro se dispone a ponerse una mujer de unos 45 o 50 años, con un montón de utensilios de playa, una silla, una sombrilla, nevera… La mujer es lo que en su día se le diría “una mujer de pies a cabeza”,  alta, 1.75 aprox., con curvas en pecho y cadera pero no con sobrepeso,  rubia (creo que teñida) y con unas gafas de sol gigantes que daban un toque misterioso a su mirada. De ropa, un vestido ancho y muy fino, que deja entrever un bañador negro de cuerpo entero. Planta la sombrilla y se quita el vestido y las chanclas. Solo con el  bañador, pone su sillita debajo la sombrilla y se dispone a sentarse, eso sí, antes de sentarse, se baja la parte de arriba del bañador hasta la cintura, sin dejar nada a la imaginación. Los pechos grandes, un poco caídos, lo normal para la edad, pero redondeados, con unos pezones muy claros, que casi ni se distinguen del pecho, eso sí, bastante puntiagudos, y por qué no, apetecibles, mordibles, pellizcables entre otros adjetivos.  Se sienta mirando al mar, pero un poco inclinada hacia donde estoy yo, de manera que su pecho derecho, queda en la línea visual entre mi mujer y yo; la excusa perfecta para poderme deleitar con las vistas disimuladamente.

En seguida, mi mujer vuelve del agua a la toalla, y yo me tumbo cara a ella como si nada hubiera pasado. Intento olvidarme de lo que tengo delante, de la mujer que ha robado 5 minutos de mi visión para nublarla en uno de los días más soleados del verano.

Me vuelvo a quedar dormido y al despertar volvemos al agua. Desde el agua, vigilo la toalla, para que nadie se acerque a robar la cartera… Como he comentado antes, la toalla está pasado esa mujer, o esa mujer está entre nosotros y la toalla, asi que la que observo todo lo que puedo sin que se note. Mi ángulo de visión desde el agua es directo, por lo que veo la silla, con la mujer sentada y los dos pechos de frente, apuntándome con sus pezones. Por pura casualidad, o no, ella decide esperar el momento en que yo vuelvo a mirar hacia la toalla para ponerse crema. Lleva crema en espray, por lo que primero se la hecha en la piel y la deja húmeda y brillante y luego, por sorpresa y disfrute mío, decide levantarse para escamparla por su barriga y sus pechos, masajeándolos en un vaivén adictivo que mi mente y mi sexo no podían obviar. Después del espectáculo, se vuelve a sentar, como si no fuera con ella, como si lo que para mí ha sido un regalo de erotismo y sensualidad para ella fuera lo más normal del mundo.

Al ir de vuelta a la toalla, cabeza abajo para disimular, ella se levanta y se pone de pié a la orilla, justo en medio de la línea recta entre yo y nuestro sitio. La tengo que esquivar, pero ahora sí, decido no esquivarla con la mirada y clavar mis ojos a los suyos. Las miradas nos han dado la información que los dos necesitábamos, yo sé que ella sabe que la miro, y ella sabe que me gusta lo que veo.

Me tumbo en la toalla, boca abajo y mirando hacia la derecha, donde está ella, que a la vuelta del agua, decide ponerse detrás de la sombrilla, tumbada boca arriba, regalándome todo su perfil.

Pasan los minutos, y quizás las horas, hasta que le suena el móvil, escucho. Es su marido, que viene de camino con el niño… Al colgar, se vuelve a tumbar, no sin antes, mirar hacia mí, con un giño descarado.

Llega su familia a la playa, y el niño y el padre se van al agua. Mi mujer también está al agua, y yo sentado, observo la situación general. La mujer sigue tumbada, detrás de la sombrilla, a 2 metros de mí, esta vez, con la cabeza inclinada hacia mi lado y los ojos cerrados. Sin abrir los ojos, se acomoda la parte de entre las piernas de su bañador, se quita la arena acariciándose el pecho… parece que esté jugando conmigo. El tiempo deja claro que es así, cuando mientras observo el espectáculo me doy cuenta que ya tiene los ojos bien abiertos y me está mirando fijamente. Deja ir el segundo guiño y se levanta para ir a la ducha a quitarse la sal. Al levantarse y pasar por mi lado, deja caer un papel plegado muchísimas veces, casi imperceptible, que yo guardo sin atreverme a abrir en la playa delante mi mujer.

La mañana acaba de pasar sin más que alguna mirada, y nosotros decidimos irnos a comer por la zona. En el restaurante, mi mujer se sienta a la mesa, y se dirige al baño, a lo que yo, como era de esperar, aprovecho para leer la nota. Despliego el papel y leo un numero de teléfono y una frase que dice “un solo was, diciendo que eres el chico de la playa, nada mas”. Cómo tengo tiempo, se lo mando al  momento, y silencio la conversación.

Después de la comida, y antes del café, me dirijo al baño, y aprovecho para dar un vistazo a mi was. Tengo un mensaje. Lo abro y en él solo hay una ubicación, una fecha y una hora. La ubicación no es lejos de donde estamos veraneando, la fecha mañana, y la hora las 18… El resto de la tarde pasa lenta, mi mente no para de pensar si debo o no debo ir, y si quiero o no quiero ir, cosa que tengo bastante claro que es que si.

El dia siguiente despertamos y nos dirigimos a la playa. Busco a la mujer misteriosa con la mirada, pero no aparece. Por la tarde, mi mujer se va a dar una vuelta por las tiendas con las amigas. La tarde anterior ya me lo había montado para convencerla que aprovechara que hacían la vuelta a España de ciclismo para irse por ahí con ellas.

Una vez mi mujer fuera de casa, me dirigí a la ubicación del móvil, más nervioso que otra cosa. Llego, toco el timbre y escucho una voz que me dice que la puerta está abierta, que entre. Entro al piso, poca luz, persianas bajadas, y una luz ténue al fondo que me da a entender que me debo dirigir hacia la habitación.

Llego a la habitación y ahí está ella, igual que ayer en la playa, boca arriba, los pechos desnudos, y una braguita negra.

-          Siéntate, me dice

Yo, asiento con la cabeza y me siento en un taburete de bar, que estaba puesto estratégicamente a la esquina de la cama.

-          Me ves bien desde aquí?

-          Si, claro, respondo tembloroso.

-          Ok, perfecto, ayer me mirabas, verdad?

-          Si

-          Y que te pareció lo que viste? Qué te parece lo que estás viendo?

-          Excitante, muy excitante

-          Eso es lo que creí, por eso te he dado mi dirección. Pero ahora basta de hablar, desnúdate y quédate sentado.

Yo hago caso a sus órdenes, me desnudo del todo y me siento en el taburete. Mi miembro ya está híper excitado, incluso un poco húmedo. No sé qué va a pasar, a partir de ahora, pero me gusta lo que veo.

Ella, espera a que esté desnudo para empezar el juego, y una vez me siento del todo en el taburete, empieza a pasarse una mano por el lado de la braguita, frotándose muy despacio el sexo sin sacársela. Con la otra mano, se chupa los dedos, y los pasa húmedos por sus pezones, acariciándolos, y agarrando fuerte el pecho. La mano de las braguitas, empieza a meterse dentro del todo de ellas, sale húmeda, y de ahí va directa a su boca, para volver a entrar dentro sus braguitas.

-          Quieres que me las quite? Te tapan?

-          Si, por favor, quítatelas

Ella sigue el juego, que no deja de ser su juego, se desnuda del todo y empieza a masturbarse vagina y clítoris y a respirar cada vez más rápido.

-          Quieres? Me ofrece la mano húmeda saliendo de su sexo

-          No diré que no, respondo, muerto de ganas de intervenir

-          Ok, espera.

Se levanta de la cama, y se acerca a mí. Muy despacio, con los dedos hacia delante, como señalándome. Cuando llega a la distancia necesaria para el contacto, acerca un poco mas sus dedos a mi boca para que los chupe. Yo me acerco a ellos, pero los retira justo antes de que llegue.

-          Ya tienes bastante por ahora, me dice

Se vuelve a tumbar en la cama, ahora a 4 patas, su culo y su entrepierna cara a mí. Mi vista se deleita con su culo y su sexo, y viendo como se masturba a 4 patas. Desde mi posición, se ven los dedos entrar y salir húmedos de su vagina, y se entrevé que con la otra mano se está frotando el clítoris.

-          Estás caliente? Quieres metérmela?

-          Ufff… si, sabes que si

-          Lo sé, pero sigue aquí sentado.

Sigo accediendo a sus deseos. Ella también está cada vez más excitada. Se lo noto en la respiración, en la cara, en el sudor y los gemidos… Se vuelve a poner tumbada boca arriba y empieza a meterse 2 dedos en la vagina, mientras con la otra mano estimula su clítoris. Sigue mas y mas rápido, mas y mas excitada, hasta que por fin….

-          UUUfffff… me voy a correr!!!! Quieres verlo, verdad???

-          Si, claro que quiero

-          Lebantata, acerca la cara a mi sexo sin tocarme, si me tocas se acaba el juego.

Yo me acerco a su sexo, y al poco de ver el espectáculo, llega su eyaculación, en toda mi cara… Ufff… me queda la cara llena de flujo, llena de corrida femenina… Ella no para de masturbarse, de jadear, de gemir, hasta que parece que no puede más.

-          Que te ha parecido? Te ha gustado? Te has portado muy bien, parecías más malote en la playa.

-          Me ha encantado, he hecho lo que tú querías, verdad?

-          No siempre se desea solo lo que se pide, me responde, guiñándome un ojo tumbada en la cama y aún jadeando y gimiendo…

Ante esta reacción, no aguanto más y tal y como está boca arriba, me tumbo encima de ella y la penetro sin siquiera esperar su aprobación… en poco tiempo llegamos los dos al orgasmo…

Después del juego, me ofrece una ducha, y me invita a irme, porque su marido está a punto de llegar.

Salgo del piso,

-          No cierres la puerta, me dice

Al salir del bloque, escondido, con cuidado de que no me vea nadie, veo entre los arboles a mi mujer dirigirse hacia la puerta. La sigo sigilosamente… Sube las escaleras hasta la puerta de la mujer.

-          Pasa, la puerta está abierta, se escucha.

Mi mujer entra despacio, nerviosa, se dirige al fondo del pasillo, a la habitación en la penumbra. Con los nervios se deja la puerta un poco abierta, me quedo esperando fuera, intentando ver u oír algo.

-          Desnúdate y siéntate en el taburete, le dice la mujer desde la cama.

Viene alguien por la escalera, subo un piso mas para esconderme mirando entre la barandilla. Es el marido de la mujer, que entra en el piso y cierra la puerta.