Un dia de playa
El agua estaba un poco fría para mi gusto así que salí pronto del mar. Apenas un baño rápido y corrí hacia la toalla calentita que me esperaba sobre la arena.
El agua estaba un poco fría para mi gusto así que salí pronto del mar. Apenas un baño rápido y corrí hacia la toalla calentita que me esperaba sobre la arena. Era reconfortante sentir el calorcito en la espalda y la cara al mismo tiempo cuando me tumbe sobre ella. Dejé pasar unos minutos para que mi cuerpo se calentara. Una brisa suave se empeñaba en seguir enfriándome y mis pezones casi dolían bajo el bikini de duros que se habían puesto.
Decidí quitarme la parte de arriba y que el sol bronceara mis pechos que aparecían blancos, casi lechosos, después de un largo invierno. Encendí un cigarrillo mientras miraba a un niño tratar de hacer un castillo de arena enfrente de mí.
Poco a poco mi cuerpo se fue calentando y la sensación de frio se evaporo. Ahora me sentí bien. Sacudí la arena de mis manos y de la toalla antes de volver a tumbarme. Apague el cigarrillo en mi cenicero de playa y me puse mis gafas de sol.
Era un día perfecto de playa, no había mucha gente, la mar estaba quieta y podía holgazanear todo el día allí tumbada. Creo que me había ganado aquel descanso después de un trabajo arduo y costoso. Que me retuvo muchos días pegada a la pantalla del ordenador. Necesitaba relajar mis ojos de tanta pantalla y mi mano del dichoso ratón. Eso de ser jefa y trabajadora de mi propia asesoría se estaba haciendo más pesado cada día. Necesitaba meter a alguien que me echara una mano... ¿pero quién?
Pensaba en todo esto mientras mi mirada se paseaba por la línea de la playa, justo donde rompían las pequeñas olas que llegaban. Un señor mayor paseaba lentamente...Tras él dos chicas, ya entradas en años, andaban casi apresuradamente, mientras hacían muchos gestos con las manos al hablar entre ellas. Un poco ms allá dos chicos batallaban con un balón de voleibol, y parecían bastante divertidos. Sus risas se podían escuchar desde lejos.
Hacía mucho que no disfrutaba de un día de descanso y estaba dispuesta a aprovecharlo.
Desde que me separe apenas si había tenido más vida que la oficina y mi casa. No podía tomarme ni siquiera un fin de semana de descanso. La verdad es que me sentía un tanto agobiada.
Mis amigas se empeñaban en invitarme a salir pero nunca podía por una u otra cosa. Ésta tarde sí que saldría a tomarme algo con ellas y a disfrutar de una noche de fiesta.
El balón rodo hasta casi mi toalla y vi como uno de los chicos venia con cara de pedir disculpas a recogerlo. Le sonreí.
-Perdón, lo siento, le di demasiado fuerte- Me decía mientras se agachaba a recoger el balón de la arena.
-Nada, tranquilo, no me dio- Le conteste mientras lo miraba de arriba abajo.
Estaba bueno el jodio. Joven, rozaría los 23 o 24 años, atlético, de musculatura marcada, pero no mucho, un bañador largo que tapaba sus muslos hasta la mitad. Sí, definitivamente esta muy bueno y su cara era muy agradable, mas aun con aquella expresión de suplica en su rostro.
Se dio media vuelta y se dirigió hacia su compañero que se burlaba del. Sus espaldas bien definidas marcaba poderosos músculos y su culito respingón se marcaba bajo el bañador.
¡Dios!...cuanto tiempo sin echar un polvo. Casi ni me había parado a pensarlo. Todo en mi vida era trabajo y casa. Creo que mi sexualidad se quedo anclada en aquel ordenador el día que me hice cargo de la oficina. No lo echaba de menos pero el ver ese cuerpazo alejarse de mi me hizo darme cuenta de cuánto necesitaba una buena “limpieza de bajos”.
Me recline de nuevo sobre la toalla mientras pensaba aquello. Casi no recordaba la última vez que había hecho el amor. Bueno, contando cómo era hacer el amor lo que mi ex marido practicaba. Apenas unas caricias, meterla y, en menos de un minuto, listo. Yo ni me enteraba cuando él ya había acabado. La verdad es que lo hacía más por él que por mí. Los últimos meses de convivencia habían sido casi un infierno y nuestras relaciones habían dejado de ser lo que habían sido un tiempo atrás.
Recordé aquellos primeros meses de casada, apenas si salíamos de la habitación. Nos pasábamos horas acariciándonos, practicando mil posturas. Recordé los terribles orgasmos que me hacia alcanzar con su lengua o su pene. Por aquel entonces nos las prometíamos muy felices y el sexo era el pan nuestro de cada día.
Recordé aquella vez en que no nos dio tiempo ni de llegar a casa. Allí mismo, en el garaje comunitario, sobre el capó del coche, aun caliente. Me abrió la camisa y se amorro a mis pechos, mientras arrastraba las bragas hasta el suelo, para penetrarme casi con rudeza. Me corrí como una colegiala. Sería el miedo a que algún vecino nos sorprendiera o el calentón que llevaba, pero aquel polvo lo recordé por mucho tiempo. Me calentaba solo de recordarlo.
Fueron tiempos felices, éramos jóvenes, nos amábamos y todo fluía a nuestro favor. Por desgracia todo aquello se vino abajo cuando él conoció a aquella chica y cambio nuestra cama por la suya. Yo lo sabía pero no supe cómo parar aquello. Así que ocurrió lo inevitable, después de un tiempo decidimos separarnos.
Pensaba todo aquello mientras miraba, tras las gafas, a aquel chico volver a jugar a la pelota.
Me tumbe de costado para poder contemplarlos mejor. Casi sin darme cuenta encendí otro cigarrillo sin dejar de imaginarme como estaría desnudo. Lo veía caer a la arena mientas golpeaba el balón, levantarse casi con agilidad felina para devolver el golpe. Sus brazos poderosos se mostraban torneados y muy morenos, al igual que todo su cuerpo.
Me sorprendí a mí misma imaginándomelo desnudo sobre mí. Acariciando aquel cuerpo cincelado mientras se hundía en mis entrañas. Mi pubis se contrajo casi espasmódicamente mientras me imaginaba todo aquello. Me estaba poniendo a cien con solo la imaginación.
Si, definitivamente necesitaba echar un polvo. Joder que si lo necesitaba. Apenas si contemple un cuerpo así mis braguitas del bikini se humedecieron, más aun de lo que ya estaban. Miré mis pechos, y si, mis pezones ahora estaban duros y no era de frio.
Trate de calmarme y me tumbe bocabajo pero sin dejar de mirar a los chicos aquellos.
Cerré los ojos y creo que me quede dormida por un rato. En mis sueños lo vi poseerme con rudeza, penetrarme hasta el alma con una polla dura y cabeceante. Lo pude sentir hasta el estomago horadando mi vagina. Podía notar perfectamente su lengua recorrer mi piel hasta llegar a mis pechos. Como bajaba por mi estomago hasta alcanzar mi coñito.
Creo que en ese momento desperté. El sol había bajado mucho en el horizonte y, lo primero que vi al abrir los ojos, fue que los chicos estaban tumbados en sus toallas. Escuchaba perfectamente sus risas y voces mientras sacaban unas cervezas de una nevera.
Me senté tratando de despejarme. Sentí mis braguitas muy húmedas. Encendí un cigarrillo y trate de apartar de mi mente aquellas imágenes soñadas.
Me puse en pie y me dirigí a la orilla, justo donde las olas mojaban mis pies. La sensación de frio me hizo lanzar un pequeño gritito mientras caminaba un poco hacia atrás. Decidí que tenía que darme un baño, así que volví a la toalla para apagar el cigarro, y me introduje, poco a poco, en el agua fría. Me sentí mejor después de un ratito en ella.
Mis deseos se calmaron un poco con el agua fría y me tumbe hacia arriba, dejando mis pechos asomarse como periscopios sobre el agua. Los ojos cerrados y esa sensación de ingravidez que me poseía.
Di unas brazadas y salí del agua. Esta vez vi como, el chico, me miraba desde la toalla. No tengo mal cuerpo y me estaba devorando con la mirada. Levanté la toalla del suelo y me seque procurando tapar mis pechos, una sensación de rubor me recorrió. Estaba allí tumbado mirando cada uno de mis gestos, con todo el descaro del mundo.
Decidí irme, ya era tarde y aun tenía que llegar a casa, ducharme y arreglarme para salir. Así que comencé a ponerme la parte de arriba del bikini, un pareo algo transparente que anude sobre mi pecho. Guarde la toalla en el bolso, junto al cenicero y el tabaco, y me dirigí hacia el coche.
Coloque las cosas en la parte de atrás y me senté al volante, arranque y metí la marcha atrás. El coche dio unos tirones y se negó a caminar. No me lo podía creer, me había enterrado en la arena. Salí del coche para comprobar cómo las ruedas delanteras se habían clavado casi hasta la mitad. Traté de quitar algo de arena con las manos y de nuevo arranqué para ver si podía sacar el coche de aquel maldito agujero.
Nada, no había forma, cada vez que lo intentaba podía apreciar cómo se hundía un poco más. Empezaba a ponerme nerviosa.
-Hola, ¿te ayudo?- Me sorprendió la voz al lado de la ventanilla.
Era él, allí estaba, apoyando una mano sobre el coche y asomando su sonriente cara tras a ventanilla. Por un instante pensé en decirle que no pero... ¿qué podía hacer yo sola para salir de allí?
-Ay, si, muchas gracias, no sé cómo he podido meterme aquí. Pensé que la arena estaba más dura y ahora no soy capaz de sacar el coche.
Se sonrió-No te preocupes, a mucha gente le pasa en esta parte. Si no te importa, déjame que pegue mi choche atrás y tire de ti con una cinta.
Se lo agradecí, mientras lo vi alejarse hacia un cuatro por cuatro descapotable, que había un poco mas allá estacionado. Lo vi echar marcha atrás y como se pegaba hasta el mío. Salió del con una cinta, de esas de camionero, en la mano y vi como enganchaba su coche con el mío.
_Me tendrás que ayudar un poco con el tuyo pero no te preocupes que sales. -Dijo mientras se agachaba para ver como de hundida estaba en la arena. Se levanto, sacudió sus manos y me pido que arrancara y metiera la marcha atrás mientras el tiraba con el suyo.
Sentí un brusco tirón y solté el embrague, como él me había pedido. Dos, tres tirones mas y estaba fuera. Menos mal. Ya pensaba llamar a una grúa o algo. Me sentí muy agradecida.
Salí del coche y camine hacia la parte de atrás, donde él se había tumbado bajo mi coche para desengancharlo. Podía ver su torso poderoso y su cuerpo entero agitarse tratando de deshacer el nudo de la cinta.
Salió de debajo con aquella sonrisa.
.Muchísimas gracias. No sabría como agradecértelo. Ya pensé que me quedaría aquí.
-Nada que agradecer. No te preocupes, no ha sido nada.
-¿Cómo que no? Joder, si no llegas a estar tu no salgo de aquí hoy, o hubiese tenido que llamar a la grúa para que me sacara. Permíteme al menos invitarte a una copa.
-No, de verdad, no ha sido nada. Hoy por ti y mañana por mí-Volvió a sonreír mientras guardaba la cinta en la parte trasera de su coche.
-No en serio.- Insistí- Permíteme agradecértelo al menos invitándote a algo.
-Vale, si insistes, pero de verdad que no hace falta.
-¿Donde te apetece ir?-Pregunte.
-A ver, ¿conoces esto?
-Un poco, aunque hace mucho que no salgo por aquí.
-Vale, sígueme, estamos aquí al lado de un pub que es muy acogedor.
Me guiño un ojo mientras se dirigía a su coche. Subí al mío y salí tras él.
No conduje mucho cuando lo vi poner el intermitente junto a un local que estaba casi sobre un acantilado. El sitio realmente era precioso. Nunca había reparado en él.
Aparque a su lado y salí del coche. Miré a mí alrededor y ciertamente el sitio invitaba a quedarse. Una larga terraza cubierta con unas velas blancas daban paso a unas vistas magnificas del lugar. Bajo ellas, unas mesitas y sofás blancos invitaban a sentarse. Todo era como muy chill aut. Incluso la música era agradable.
Pasamos al interior y nos dirigimos a una de las mesas. Nos sentamos.
-Bueno, Hola me llamo Carlos. Encantado.-Dijo mientras alargaba su mano a modo de presentación.
-Je, Hola, yo soy Adriana. Encantada.-Le devolví la sonrisa mientras apretaba su mano.- Menos mal que estabas allí. De verdad que me sacaste de un apuro.-Le volví a agradecer.
El camarero se acerco a nuestra mesa y nos pedimos unas copas. Dejó sobre ella unos platitos con aperitivos salados y unos posavasos de cartón.
-¿Y tu amigo? –Pregunte casi como ausente.
--Ah, ¿Javier?, él ya se marcho en su coche, tenia clases de buceo, es profesor.
-Pensé que lo habías dejado allí tirado. -Bromee mientras alargaba la mano para coger algunos de los aperitivos.
-Noo- Sonrió. -Me hubiese matado si le hago eso.- Y su carcajada me llego limpia y ufana. Mientas se echaba hacia atrás.
Le sonreí.
El camarero se acerco de nuevo con las copas y las dejo sobre los posavasos.
Él se inclino, cogió la suya, y la alzo hacia mí.
-Por un coche divinamente atascado que me ha hecho conocer a una bella mujer.- Brindó mirándome directamente a los ojos.
Sentí que me ruborizaba. Alcé mi copa un poco nerviosa.
-Por un caballero que ha sabido socorrer a una dama.-Le seguí la broma.
La conversación fluyo amena y agradable. De pronto todo me importo dos pitos. Mis amigas, la salida de esa noche. Todo. El sol se fue escondiendo en el filo del mar mientras hablábamos y nos íbamos conociendo.
Mi móvil lanzo un sonido que me hizo volver a la realidad. Miré la pantalla...¡¡¡Ostras, no ¡!!, lo había olvidado. Era Conchi. A ver que le digo.
-Perdona- le dije a él mientras pulsaba el botón del teléfono.- Hola, ¿Conchi?, si....Creo que no voy a poder...Bueno, luego te cuento...no, estoy bien –Dije mientras lo miraba a él- Que no pasa nada, otro día quedamos...si..De verdad...Que si pesada....de verdad, mañana te cuento... ¿Dónde? bueno, aquí en un pub tomando una copa con un amigo.....no, no lo conoces...Que no pesada. Venga, te dejo, siento no ir...vale, ya hablamos....
Pulse el botón y deje el móvil en la mesa.
-Una amiga...-Murmure mientras volvía a tomar mi copa.
-Perdona, si tienes que irte por mí no te quedes, ya nos veremos otro día- Dijo el incorporándose un poco hacia adelante.
-No, no te preocupes. Es que habíamos quedado unas amigas para salir esta tarde pero no me encuentro con muchas ganas. Además estoy agusto aquí contigo charlando.-Conteste mientras lo miraba directamente a los ojos.
Él volvió a echarse hacia atrás algo compungido, pero podía ver en su mirada que le agradaba la idea de seguir allí.
La música era suave y las luces del pub se encendieron, muy discretas, tenues. Ya casi era de noche cuando pedimos otra ronda. Era muy agradable Carlos. Me atraía. Era caballeresco, amable, animado en la conversación y...estaba como un tren. Al infierno mis amigas....
Poco a poco fuimos intimando. Le conté de mi separación, de mi trabajo, él me conto del suyo, de que estaba solo, de planes para el futuro, de...bueno hablamos mucho.
Tenía la sensación de haberle conocido de siempre. Me gustaba mucho.
Enfrente, la mar estaba ya oscura, cuando él se levanto invitándome a bailar una melodiosa canción. Acepté encantada. Tomé su mano y nos dirigimos hacia la pequeña pista.
Pude notar sus brazos rodear mi cuerpo y su olor, un perfume que me gustaba. Dejé caer la cabeza sobre su hombro mientras la música nos envolvía. Mis manos podían sentir su espalda musculosa bajo la camiseta.
Dimos vueltas y más vueltas mientras la música no paraba. Sentí como se pegaba a mí un poco más y me deje abrazar. Mi pecho se clavaba en el suyo .Un muslo suyo se insinuaba entre mis piernas. Me sentía muy bien. Era muy agradable aquel abrazo. No era áspero, ni rudo, era amable, como todo en él.
Seguía con la cabeza apoyada en su hombro, mis ojos cerrados, tratando de imaginarme su cuerpo desnudo pegado a mí. Sus manos recorrieron mi espalda desnuda, solo la cinta del bikini ponía freno a sus caricias. Su aliento chocaba contra mi cuello y era maravilloso sentirlo. Se me estaba erizando la piel entera.
Note como su entrepierna se estaba hinchando por momentos al chocar contra mi vientre. Una pulsación llego desde lo más honde de mi cerebro y me apreté instintivamente contra él. Fue como un pistoletazo de salida. Separo su cara de mi pelo y sus labios buscaron los míos que ya esperaban impacientes aquel primer y tórrido beso.
Me estremecí entera cuando note su lengua traspasar la frontera de mis labios y buscar la mía. Me enrede en su pelo con una mano mientras con la otra sentí los músculos de su espalda contraerse.
Parecíamos una pareja de quinceañeros que hubiesen descubierto el amor. Nos besamos con pasión, enfebrecidos. Su pelvis se pego más aun a mi vientre y podía notar su miembro chocar contra mí. Todo me daba vueltas. Quería mas, quería sentirlo desnudo contra mi piel, quería sentirlo en lo más profundo de mi ser. Mi lengua recorría su boca buscándolo mientras sus manos resbalaban de mi cintura a mis nalgas, que apretó contra si con dulzura.
Me beso en los labios mientras se separaba un poco de mi.
-¿Qué tal si nos vamos a otro lugar?-
Con la voz un poco rota y los ojos casi cerrados dije “Si”, pero con la premura de no romper aquél momento y estar ya en cualquier lugar donde poder hacerle el amor. Despacio, sin prisas.
Cogidos de la cintura abandonamos el local. Nos dirigimos hasta su coche. El mío vendría a recogerlo luego...si es que había un luego y no un mañana.
Subimos y arranco por una carretera que bordeaba los acantilados. Yo no paraba de tocar su pierna y mirarlo a la luz de la luna. Él me devolvía de vez en cuando la mirada y me acariciaba la rodilla y la parte interior del muslo.
Se salió de la estrecha carretera en un lugar oculto al tráfico. Aquello era como un mirador al mar. Podía escuchar las olas, allá abajo, chocar contra las rocas.
Se inclino hacia mí y busco mi boca con la suya. Me deje llevar de nuevo por aquella lengua mientras mis manos navegaban por su espalda. Deshizo el nudo del pareo y mi pecho salto ante él, solo cubierto por el bikini. Lo aparto a un lado, y mis pechos se quedaron ante él firmes y desafiantes. Pronto un gemido escapo de mi garganta cuando él puso su boca sobre mi pezón. Lo lamio despacio, como quien disfruta de un helado. A cada pasada de su lengua un nuevo suspiro escapaba de mi boca y mi respiración se aceleraba por momentos.
Eche mi cabeza hacia atrás como para sentirlo mejor mientras mis manos ya buceaban por debajo de su bañador. Su piel suave y rasurada me hablaba de una promesa de placer.
Con una mano le dio a la palanca del sillón y me reclino hacia atrás mientras apartaba la tela del pareo hacia los lados. Sus manos pasaron dulcemente desde mi pecho hasta mi entrepierna que ya nadaba en humedades. Suavemente dejo al descubierto mi sexo y un dedo jugó con la entrada de mi vagina. Continuos gemidos escapaban incontenibles de mi boca mientras él se afanaba en besar mi pecho y mi vientre, sin dejar de acariciarme justo donde más lo deseaba.
Unos tras otro, largos escalofríos me recorrían, mi cuerpo parecía como poseído y se retorcía bajo sus caricias. Todo era piel y suavidad. Todo era placer.
Mis piernas se abrieron lentamente mientras el bajaba por mi vientre con su lengua. Se paró un momento en mi ombligo y rebusco en su interior. Mi cabeza daba vueltas. Siguió su camino hasta mi pubis, donde jugó con mis pelitos rizados con su lengua, mojándome aun más de lo que ya estaba. Bajó un poco más y su aliento caliente dio de lleno sobre mi clítoris. Me estremecí de nuevo y un “sí, sigue” se escapo de mis labios.
La invitación tuvo éxito y su lengua tomo posesión de mi clítoris, elevando mis gemidos al infinito. Mis caderas parecían tener vida mientras notaba su saliva mojarme entera. Despacio, como sin querer, pasaba otra vez su lengua sobre mi suplicante clítoris, a cada pasada una descarga recorría mi columna vertebral hasta llegar a mi cerebro.
Me sentía saltar, literalmente, contra el asiento, estrellando mi sexo contra su boca hambrienta de mí. Una mano pasó por debajo de mí y apretó mi culo para alzarlo un poco más, quedando así más expuesta aun a sus repetidos ataques.
Todo se redujo a placer, todo era placer. Mis manos acariciaban mis pechos mientras de mi boca salían improperios e invitaciones a que siguiera. Sus dedos resbalaban por la raja de mi culo hasta alcanzar mi ano que acariciaron suavemente mientras su lengua pasaba una y otra vez sobre mi sexo. Sentí que me moría cuando clavo un dedo en mi ano y su boca aprisionó con los labios mi clítoris.
Un estallido me invadió mientras me corría salvajemente en su boca. Mis fluidos salpicaron el tapizado y su lengua no paraba de hacerlos suyos. Mis piernas temblaban descontroladas y mis manos apretaban más aun mis pechos.
Poco a poco se separo de mi .Saco su dedo de mi culo y deposito un suave beso sobre m mi vientre. Yo no podía responder, estaba como ausente, desmadejada, rota. Apenas si me llegaba el aire a los pulmones. ¡¡¡Dios ¡!! Me sentía revivir y morir al mismo tiempo.
Sentí como él se incorporaba y escuche el roce de su ropa al ser quitada. Casi sin poder, alargué una mano hasta alcanzar su pene. Estaba duro, increíblemente duro. Me mordí un labio mientras trataba de abrir los ojos para poder verlo...Intento inútil, no podía ni con mi alma. Sólo podía sentirlo latir en la palma de mi mano.
Sentí como él se levantaba ligeramente de su asiento y pude notar cómo se acercaba a mi boca guiado por mi mano. Su glande rozo suavemente mis labios y mi lengua salió a recibirlo. Un sabor salado invadió mi garganta mientras saboreaba aquel delicioso helado caliente. Sin abrir los ojos lo fui metiendo poco a poco en mi boca. Lo sentí chocar contra mi paladar. Como llenaba totalmente el espacio interior de mi boca. Un pequeño ir y venir lo hacía resbalar sobre mi lengua.
Estaba como poseída. Así su miembro con una mano mientras con la otra empujaba su culo contra mí.¡¡¡Dios ¡!! Era delicioso sentir aquella polla, después de tanto tiempo, en mi boca. Jugué con mi lengua en su glande, recorrí su contorno hasta llegar a la base. La frote contra mi cara para sentir su calor.
Suavemente la retiro de mi y abrió mis piernas para colocarse entre ellas. Lo sentí rozar mi coño con la punta de su glande, estaba de nuevo muy húmeda y no le costo trabajo traspasarme, casi hasta el estomago con su hierro caliente. Sentí como me llenaba entera, como rozaba las paredes de mi vagina en su mete saca.
Mis manos buscaron su espalda y la acaricie hasta llegar a su culo que apreté con ganas contra mí. Lo sentí dentro, me sentí completamente llena y como, poco a poco, un nuevo orgasmo se comenzaba a formar en mi interior. De su boca escapaban gemidos acompasados a cada embestida. Lo notaba casi salir de mí para entrar de nuevo rotundamente arrancándome gemidos casi desconocidos en mi boca.
Sus muslos rozaban los miso y sus manos acariciaban tiernamente mis pezones, o se paseaban por mi cuello, mientras barrenaba mis entrañas. Aquello era para morirse. Sentí mis caderas dispararse hacia adelante cuando sus primero golpes de semen inundaron mi vagina. Estaba caliente, muy caliente, casi quemaba, pero era un quemor que gustaba. Me corrí en la segunda embestida, grité como una posesa mientras mordía su hombro y arañaba su espalda. Su miembro no paraba de escupir aquel bendito líquido dentro de mí y me arrastraba al abismo en cada embate.
El climas me invadió por completo y pude notar sobre mi pecho su peso descansar, después de la dura batalla. Sus labios buscaron los míos y apenas si poda devolver el beso. Me sentí plena, mujer, completamente mujer.
Después de mucho tiempo había encontrado de nuevo quien llenara aquel vacio de mi interior, y habían vuelto las ganas de sexo que, tiempo atrás, sentía.
Pasamos la noche amándonos, besándonos, acariciándonos, descubriendo nuevos placeres. Hasta que el sol vino a recordarnos que debíamos volver a casa.
El sueño se había terminado...por el momento.