Un día de playa (3: Preparando la orgía)

De nuevo con todos vosotros esperando de todo corazón que mi relato os sea agradablemente caliente. Besitos.

Un dia de playa III – Preparando la orgía –

Siete de la tarde. Finales de junio. Una hermosa playa de la Costa Dorada. El sol que comienza a retirarse, poco a poco. El cielo de un azul límpido, ni una nube. Una temperatura agradable, cálida, ideal para el amor y el sexo. Un grupito de personas con la piel tostada por unas cuantas horas de bronceado intensivo. Nosotros y nuestros cuerpos desnudos y colmados de placer... No, colmados no.

Quien haya vivido una experiencia similar sabrá que el sexo es la más potente de las drogas... Y que bajo los efectos calefactores del sol de verano, de la sal marina, nuestros sexos se vuelven insaciables. Cerramos los ojos y nos dejamos poseer por el deseo, lo sentimos penetrarnos cada poro de nuestra epidermis. Nos convertimos en máquinas sensuales prestas a ser utilizadas al máximo rendimiento.

Cuando me desnudo y me estiro en mi toalla, puedo sentir las miradas ardientes de decenas de hombres y mujeres posarse en cada una de las partes de mi cuerpo, deseosos de tocarme, de acariciarme, de chuparme y lamerme... de poseerme. Toda esa energía erógena la siento y la absorbo... en mis labios, en mi cuello, en las puntitas erectas de mis senos, en mi vientre, en mi ombligo... Mi sexo, fruta siempre jugosa, cobra vida propia y me habla. Me pide que lo acaricie, que lo abra, que lo deje respirar... Que lo muestre al mundo entero para que el mundo entero lo saboree, lo relama y lo posea.

Mi mente cumple estrictamente todas sus órdenes y él me lo agradece con oleadas de placer inagotables. Todo mi cuerpo es sexo –ya me lo decían desde muy jovencita-. Disfruto con todo. Una buena polla en mi boca, sentir como se endurece, como su prepucio se hincha, como se convulsiona y estalla regándome el paladar de espesa lefa... Dejar que varias manos me soben, varias lenguas me laman... que múltiples dedos me penetren... Y todo mi cuerpo joven y lleno de vida gritando: ¡hacedme gozar !

¡Ay que ver ! ¡Qué manera de contar estas cosicas que tienes ! Es que ... ¡me entran unos calores sólo de escucharte ! ¡Mira ! ¡Mira cómo me has puesto ! – Gloria me cogió la mano y la deslizó bajo su falda. - ¡Tócame ! –las yemas de mis dedos sobre la sedosa tela de su braguita captaron de inmediato la húmeda calentura de su coño.

Estábamos en el restaurante italiano de su amigo Toni. No sé cómo nos lo habíamos montado pero la cuestión es que ese par de mujeres nos habían convencido a todos para ir a cenar juntos a esa pizzería. Todas las excusas que unos y otros fuimos dándoles cuando llegaron a buscarnos a la playa, fueron también una a una siendo eliminadas con argumentos convincentes.

Tanto Trini como yo no queríamos ir a ninguna parte sin tomar una buena ducha refrescante y cambiarnos de ropa. Fue entonces cuando Gloria y Vicky nos dijeron que había una tienda de ropa fina y lencería justo debajo de su apartamento.

Sí, bueno... Pero hoy es festivo y estará cerrada – les dijo Trini.

Y además, al menos yo, no puedo permitirme comprarme nada en estos momentos – añadí con un poquillo de tristeza.

Pero que tonticas que sois... ¡si la tienda es nuestra !

Esta anécdota nos permitió convencernos, por si todavía no lo estábamos suficiente, que ese par de golfas cincuentonas nadaban en la abundancia. Vaya, que eso añadía morbo al asunto.

Las sorpresas iban a venir encadenadas, una detrás de otra. Trini, que seguía reticiente y con unas ganas locas de volverse para Barcelona con su Juan agarrado por los cojones, cambió de opinión radicalmente cuando vió que Hans, el magnífico ejemplar de teutón que se encargaba del parking, estaba también invitado a la fiesta nocturna :

¡Oh, Trrrini ! ¿No querres venirr ? – le preguntaba mirándola desde el profundo océano de sus ojos de coral.

Casi me pareció ver como bajo la tela de su camiseta, los pezones se le hinchaban como garbancitos y como los carnosos labios de su vulva aplaudían mojados ante la perspectiva de ser atravesados por una buena verga germánica.

Y Juan, claro está, iría donde ella quisiera. Y si no, ya me encargaría yo de recordarle quién lo había desvirgado.

Tomás, el entrenador y su amante gimnasta aparecían, de entrada, más difíciles de convencer. Sobre todo él, porque la niña era una auténtica zorrita que se moría de ganas por montarse un numérito con todo bicho viviente. La faena que tuvimos para que se olvidara –al menos de momento- del pollón de Juan :

¡Yo no me voy sin probar eso ! – repetía una y otra vez.

Algo que Gloria dijo secretamente al oído de Tom, hizo que su expresión se iluminara y que asintiendo varias veces con la cabeza nos hiciera comprender que estarían con nosotros en el restaurante y dónde hiciera falta.

Carlos también tuvo sus momentos de duda :

¿No crees, cielo, que esto se está desmadrando demasiado para nosotros ? – me dijo cuando íbamos hacia el parking.

Recuerda, miedica, nuestro objetivo...

Sí, ya... pero el objetivo era llevarnos a Juan y a Trini – y sólo a ellos dos- a nuestra cama, en nuestra casa... Todo bien controladito, ¿no ?

¡Carlos, me decepcionas ! Si te pones tonto te acompañamos a la estación, coges el tren y... ¡ para casita a matarte a pajas !

La amenaza surgió efecto inmediato. Ante el dilema de una triste paja solitaria y la posibilidad de una Trini-Cubana, no había lugar para más dudas.

Y así, todos contentos, nos fuimos para Calella.


El apartamento de las dos fulanas era en realidad un magnífico duplex con dos inmensas terrrazas en primera línea de mar. Gloria y Vicky nos lo enseñaron rapidamente y nos invitaron a que tomáramos una ducha :

Hay tres cuartos de baño –explicó Vicky- Las chicas en uno y los chicos en el otro, ¿de acuerdo ? Que ya os conozco y no quiero que os desgastéis más de la cuenta...

Si dices que hay tres... – inquerí inocentemente.

El tercero está reservado. – respondió Gloria con una sonrisa de oreja a oreja. Y cambiando de tema, añadió : - En el cuarto de baño encontraréis todo lo necesario : jabón, champú y toallas...Hay también pasta de dientes y cepillos... Las chicas... ¡Daos prisa, que tenemos que bajar a la tienda a ponernos guapas !

Subimos las tres al piso de arriba y aun tuvimos tiempo de escuchar lo que Vicky les decía a los chicos :

Vosotros tenéis algo más de tiempo. No hace falta que subáis todos juntos.

Sí, mejor – dijo Tomás tranquilizado- No es que sea lo mio frotarle la espalda a otro tio.

¡Jijiji ! No digas nunca « de esta agua no beberé » - las dos gorditas replicaron al unísono, que por algo eran gemelas.

Voy el primero – dijo mi Carlos, subiendo también las escaleras pues ambos cuartos de baño estaban en el piso de arriba.

Si queréis beber algo, serviros –dijo una de ellas, enseñándoles la nevera americana que ocupaba medio salon-comedor-cocina. – Nosotras nos ocupamos de Hans, ¿eh, guapito de cara ?

No tengo ni la más remota idea de lo que hicieron los tres encerrados en su cuarto de baño, pero lo cierto es que media hora más tarde salieron los tres con unas caras que lo decían todo y Hans completamente cambiado, de arriba abajo, con unos tejanos claritos y una camisa blanca que le sentaba de maravilla. Conclusión : ese alemán estaba como en su casa, o sea que era su gigolo particular.

Nosotras tres subimos arriba y nos desnudamos prontamente :

¿Quién se ducha primero ? – pregunté a las dos

¿Y porqué no las tres juntitas ? – preguntó Laura con su dulce acento.

Si nos metemos las tres ahí dentro – dije señalando la cabina de hidromasaje- vamos a tardar más de una hora en bajar... Métete tú primero, Laura y así vemos cómo funciona.

Entró en la cabina, cerró las puertas de cristal transparente y empezó a presionar todos los botones que encontró a su alrededor. Unos potentes chorros de agua templada la taladraban por todas partes y en todas direcciones. La niña no paraba de chillar, girando sobre si misma. Trini se la miraba embelesada sentada en la taza del váter. Yo me puse a buscar un cepillo de dientes y me preparé para lavarmelos :

¿Qué habéis hecho, tú y Juan, en las rocas ? –le pregunté mientras me los cepillaba con ganas.

Hum... Hemos estado hablando.

¿Hablando ? Yo me pensaba que habías buscado un rinconcito discreto para que te la pudiera meter enterita – le dije mirando como nuestra pequeña gimnasta se dejaba aclarar por el hidromasaje.

Sinceramente, eso es lo único que yo deseaba. Te juro que nunca en mi vida he tenido tantas ganas de que me follen. Me ardía el coño como una tea incandescente. – se levantó y como si ya no le quedara vergüenza alguna, se sacó el tampón ante mis ojos y acercándolo a los suyos, mirándolo satisfecha, dijo : - Ya casi no hay sangre, ¡qué bien !

¿Y ... ? – la invité a que siguiera contando mientras me enjuagaba la boca.

¡Jope, Sandra ! Tú lo quieres saber todo...

¡Siguiente ! – exclamó Laura saliendo de la ducha.

¡Va, mujer ! ¿Por delante o por detrás ? – seguí inquiriéndola.

Pues, mira... Ni lo uno ni lo otro... Me dijo, tope zen el tío, me dijo que quería hacerlo en una cama, con tiempo por delante, cómodamente...Que quería que la sintiera dentro de mí todo el tiempo que quisiera... Y acto seguido empezó a contarme algo que le pasó en la escuela cuando tenía trece años... con la mujer del director...

¿Qué ? ¿Qué ? Cuenta...

¡No ! Después, si quiere, que lo cuente él... Sólo te diré que mientras lo escuchaba, así como es él, delante de mí, con su pollón completamente tieso... Pues ... Me he masturbado como una putilla... Y él, hablando y tocándose... Y yo... ¡Qué orgasmo, Sandra ! ¡Qué orgasmo !

¿Y él ? ¿No se corrió ?

¡Qué va ! ¡Tiene un aguante increible !

¡Ni que lo digas ! – exclamé pensativa acordándome del cuarto de hora que había pasado pajeándolo en la ducha.

Y... ¿sabes qué hizo después ? – con la cabeza le dije que no para que prosiguiera – Me dijo que se iba a nadar porque tenía ganas de hacer pipi... Sandra... ¡creo que me estoy volviendo una guarra de primera !

¿Por qué dices esto ? – le pregunté intrigada.

Porque... ¡Le pedí que lo hiciera delante de mí !

¡Caray ! Eso no tiene nada de extraordinario... ¡A todas las tías nos gusta ver mear a los tíos !

Ya... lo que pasa es que cuando empezó... porque al principio no quería, eh... cuando empezó a soltar el primer chorrazo de orina... no sé qué me pasó por la cabeza que le grité : ¡ mea sobre mí ! ; y me desplacé un poco para ponerme a tiro de ese fantástico surtidor.

¡Qué marranada, Trini ! – exclamé con falso pudor pues si bien no era una de mis prácticas habituales, sabía pertinantemente que cuando la ocasión se presentaba, una buena lluvia dorada era algo terriblemente excitante.

Tienes razón... Soy una guarra... Cuando se lo dije tuve miedo de que eso lo cortara para siempre... Pero Juan es un monstruo... Hasta la meada sabe controlar : al oir mi petición, el chorro amarillento se cortó en seco y cuando me tuvo bien preparada, medio tumbada sobre la roca, con las piernas abiertas, me preguntó : ¿dónde la quieres ?

¡Qué hombre, señor, qué hombre ! – me exclamé con una pizquita de celos en mi voz.

¡Dónde quieras, amor ! ¡En la boca ! ¡En las tetas ! ¡En el coño ! ¡Méame !

¡Fffff ! ¡Joder, Trini ! ¡Me estás excitando que no veas !

Lo peor, Sandra... lo peor es que algunas veces que había visto trocitos de pelis porno donde se veían escenas de lluvia dorada, siempre, te lo juro, siempre me habían dado asco... Y ahora, lo tenía ante mí, aguantándose el cipote como si de una manguera se tratara y yo con la boca abierta invitándole a regarme de meados...

Ya ves, querida – le dije condescendiente y comprensiva- que todas tenemos un lado oscuro que sólo espera que lo dejemos afluir a la superficie. Pero, venga, dime cómo se terminó el ejercicio del bombero y la joven en llamas...

Juan dudó unos instantes pero se decidió por mi boca... El primer chorro estalló en mi cara como un latigazo, con tal violencia que me obligó en un acto reflejo a cerrar los ojos... Rectificó el tiro con rapidez y una cantidad de orina impresionante empezó a golpearme la lengua, los dientes, el paladar...

¿Te gustaba o te daba asco como pensabas ?

No sé qué decirte, Sandra... Era tal la cantidad de líquido que me inundaba la boca que por mucho que intentara expulsarla hacia el exterior por una especie de acto reflejo mi garganta, con violentos espasmos como si estuviera ahogándome, iba tragando y tragando... Pero en ningún momento cerré la boca...

Eso quiere decir que te gustaba, Trini... ¡Que te encantaba !

Debes tener razón – continuó algo pensativa – Cualquier otra mujer en mi caso se hubiera sentido humillada – le hice un gesto negativo con la cabeza- Yo me sentía colmada, más hembra que nunca y con unas ganas de follar triplicadas.

Laura, mientras se secaba y vestía lo había estado escuchando todo, sin perder detalle :

¿Y yo, Trini ? – preguntó la niñita con cara traviesa. -¿Me dejarás que lo pruebe ?

Probar... ¿el qué ? – le preguntó Trini

¡Todo ! Me parece que con vosotros voy a recibir un curso acelerado de depravación.

¡Por supuesto ! – contesté en lugar de Trini- Pero vas a tener que coger número... Jijiji !

Y yo tengo el número uno – exclamó la bienaventurada Trinidad.

La breve pero sorprendente conversación y la extraordinaria ducha masaje nos había dejado a las tres limpias y preparaditas para lo que se terciara. Y lo primero fue bajar a la tienda de las amigas.


¿Qué talla usas tú, mi reina ? – Vicky le preguntaba a Trini, sobándole las tetazas sin ningún decoro. Yo me la miraba llevando ya sobre mi un hermoso tanguita de encaje blanco del que sobresalían mis pelillos dorados por ambos laterales y por arriba y pensando al ver cómo se dejaba tocar lo mucho que esta chica había cambiado en tan poco tiempo.

95 ... D o E, según los modelos – le contestó orgullosa Trini.

Pruébate este conjunto – Vicky le acercó una cajita que contenía un sujetador y una braguita de color negro. – El negro te sentará de fábula, ya verás.

Laura y Gloria salieron del probador. La jovencita gimnasta lucía un diminuto conjunto de tanga y sostén rojo carmesí.

¿Qué os parezco ? – preguntó volteando su diminuto y elástico cuerpo.

¡Perfecto ! – exclamé, pensando en el efecto mágico que la lencería de lujo produce en nuestros cuerpos.

Sandra, ¡ponte esto ! – Vicky me invitaba a ponerme un pequeñísimo sujetador de seda blanca transparente.

Yo no uso sujetador. – le contesté rodeando sensualmente mis pequeños senos con mis manos.

Anda, va, aunque luego te lo saques – ronroneó Vicky- Ya verás lo bien que le va a sentar el suave tacto de la seda a tus pezoncitos...

De acuerdo... Toma – y se lo devolví – Ponmelo tú misma.

Vicky me puso el sujetador por delante y se me apretó para cerrarmelo por detrás. Sentí una extraña excitación al contacto de aquella regordita y calentorra mujer y podía percibir con igual claridad su excitación :

¡Qué bien hueles, princesita ! – me dijo paseando su lengüecita por mi cuello.

¡Hummm ! – le contesté, mientras miraba nuestra imagen imagen reflejada en el gran espejo de la tienda.

Deslicé mi mano por su espalda y le manoseé el culazo levantándole el vestido hasta hacer descubrirle las dos enormes calabazas cortadas por el hilo azul claro del tanga. Le masajeé las carnes con poca delicadeza y pude apreciar por su cálido aliento en mi cuello, que mi sobeo la estaba excitando.

¿Te gusta, eh ? ¿Te encanta que te maltrate el culo, eh ? –le dije mientras que hacía que uno de mis dedos se acercara a su agujerito.

¡Síiii ! – exclamó al sentir como mi uña le rascaba el ojete. - ¿Sabes una cosa, Vicky ? – pregunté hundiendo el dedito en su culo.

¡Noooo ! ¿Quééé ? – gemía como una cerdita.

Estoy segura que lo que más deseas en este mundo es que Juan te la meta por ¡aquííí ! – y mi dedo había desaparecido engullido por esa estrechita boca de atrás.

¡Ohhhh ! ¡Me encantaríaaaahhh !

¡Qué, Trini ! ¿Dejaremos que nuestro semental le parta el culo a esta magnífica señora ?

Por mí... Mientras antes me dé todo lo que me ha prometido... – contestó Trini sin prestar demasiada atención a nuestros devaneos.

Gloria se acercó al espejo y riendo espetó :

¡Jejeje ! Esta Sandrita es una todo terreno. Pero ya seguiréis luego, que ahora tenemos que ir al restaurante.

Salimos de la tienda vestidas con unos vestidos cortos del más fino algodón que jamás hubieramos visto : el mio, blanco como la nieve ; el de Trini, negro como la noche y el de Laura, rojo cereza. Y las dos gemelas, con sendos vestidos azules. La verdad es que era un goce vernos así, bellas y preparadas a pasarlo en grande. Y calientes como auténticas putas. Al menos yo, la verdad, me sentía bastante, bastante, golfa.

Los chicos al vernos se exclamaron todos con gran entusiasmo :

¡Fantásticas ! ¡Estáis todas fantásticas !

Comparadas con ellos –que se habían puesto las mismas vestimentas informales después de la ducha- es cierto que éramos dignas de admiración. El único que no desentonaba era Hans : no sólo iba bien vestido sino que también se había recogido su largo pelo rubio en una coleta que le daba un aspecto de vikingo irresistible. Me acerqué a él para decirle cuánto lo deseaba :

¡Estás para parar un tren, Hans ! – le dije mientras le metía mano en sus increibles pectorales.

¿Parrarr un trren ? – me preguntó sonriendo y mostrándome dos hileras de dientes blancos y perfectos.

¡Qué estás para comerte ! – y cambiando de objetivo mi mano, me puse a sobarle el paquete - ¡Me muero de ganas de follar contigo !

Eso sí que lo entendió perfectamente porque sin mediar palabra me regaló un morreo teutón que me dejó temblando. Su lengua, espesa y sabrosa, se movía en mi boca como una culebra. Mi mano empezaba a percibir la turgencia de su falo. Mi chochito chorreaba contento preparándose para ser jodido como Thor manda.

Hey, Hans... ¡Que es mi mujer ! – le dijo mi Carlos poniéndole una mano sobre su hombro.

Tú esss celosso ? ¿Nooo ? Tú podess follarrr con Sandrrra todo el tiempo – reaccionó Hans a la interrupción sin que yo dejara de sobarle el paquetazo.

¡Era broma, hombre ! Sandra puede follar con quien quiera... Lo único que le pido es que lo haga delante de mí... ¡Me encanta verla gozar !

Gloria se había acercado a nosotros y se había puesto a repetir con su mano el mismo movimiento que yo pero con Carlos :

Y tú, monada –refiriéndose a mi marido- nos vas a follar a las dos delante de tu mujercita, ¿de acuerdo ?

Y así salimos de su casa, caminando hacia el restaurante, Hans y yo, agarrados como una pareja de novios, toqueteándonos impúdicamente, parándonos de vez en cuando para darnos lengua a destajo ; delante iban Gloria y Vicky con Carlos en medio que no paraba de meterles mano en sus regordas posaderas y por detrás, Juan y Trini, de nuevo super acaramelados y la pareja de deportistas, agarraditos y platicando tranquilamente.

Al llegar al restaurante, nos salió a recibir un señor alto y corpulento, de pelo canoso y medio calvo, de aspecto elegante y con una sonrisa mediterránea igual de agradable que su magnífico bronceado. De su camisa entreabierta sobresalían remolinos de pelillos canosos que le daban una apariencia de oso de peluche :

¡Ah, mis gemelas preferidas ! ¡Qué maravillosa compañía me traéis hoy ! Me llamo Toni... Y soy de Calabria... Aunque llevo aquí más de veinte años...

Nos fue besando una a una directamente en los labios, sin mostrar, de entrada, ninguna preferencia. Después, saludo con un fuerte apretón de mano a los hombres del grupo. Nos fuimos presentando uno a uno y al terminar nos invitó a entrar en su restaurante :

¡Pasad, pasad ! ¡Os he preparado la mejor mesa !

El restaurante estaba lleno a rebosar. Toni nos había reservado una gran mesa redonda situada al fondo del local en una especie de terraza acristalada y relativamente apartada del resto de los comensales.

Aquí estaréis muy bien... Yo no podré estar mucho con vosotros... Ya veis, hoy está a tope... Pero después, si os apetece, os venís todos a mi casa – y mirándonos desde las profundidades de sus ojazos negros, añadió : - ¡Vamos a pasarnoslo muy bien !

Nos sentamos los ocho en torno a la mesa. A los pocos minutos llegó una camarera para tomar nota de lo que queríamos. Al verla nos quedamos casi todos boquiabiertos : era una tiarrona escultural, morena de pelo y piel, con unos bellisimos ojazos almendrados ; llevaba un uniforme, color granate, que realzaba su impresionante figura : una falda super corta y ceñida y una blusa del mismo color, escotada pecaminosamente, de la que sobresalían un par de melones que cortaban el hipo. Tenía frente a mí a Carlos que no le sacaba ojo de encima :

¿Habéis decidido lo que vais a comer ? – yo me había quedado paralizada con la vista fija en ese par de columnas que eran sus piernas. Su voz era como una canción de amor italiana, un pelín grave y sedosa a la vez.

Cuando se alejó hacia la cocina, Gloria y Vicky –las únicas que no habían reaccionado como nosotras- nos explicaron :

Se llama Lisa... Y es la mujer de Toni... Bueno, no están casados, pero como si lo estuvieran... Es andaluza, de Sevilla.

¡Nunca he visto mujer tan... tan... ! – mi Carlos estaba alucinando.

¡Tan espectacular ! – le ayudó Vicky a terminar la frase- Pues ya verás, querido... En la cama es algo increible : ¡una auténtica « sex machine » !

La cena fue transcurriendo en un ambiente lleno de morbosidad y sirvió para que todos nos enterásemos un poco mejor de la vida y milagros de los otros. Por mi parte, conté a mis dos anfitrionas –pues las tenía una a cada lado- qué significaba para mí el sexo y me pidieron que les explicara algunas de mis experiencias más excitantes. De vez en cuando me interrumpían para que pudiera comprobar por mi misma cómo las calentaba con mis historietas. Entonces, discretamente, deslizaba mi mano entre sus muslos y verificaba como sus braguitas se iban empapando progresivamente.

¡Huele, Hans ! – y le acercaba a sus narices uno de mis deditos untado de zumo de coño natural. - ¡Te las estoy dejando muy calentitas !

Entonces Hans me cogía la mano y se ponía a olerla y hacer algo que desde siempre me ha dado un morbo que no veas : se metía mi dedo en la boca y me lo chupaba hasta casi sacarme el esmalte de la uña :

¡Buenísimo ! ¡Quiero chuparrr un poquito del tuyo !

Yo no sé si estoy tan mojada como ellas – dije mirándomelas de reojo. – A ver Gloria, mira si puedes sacarle una muestra para que nuestro apolo la pruebe.

Gloria me miró con ardor y bajo la discreta cobertura del mantel, buscó con su mano mi entrepierna. Sabía pertinentemente que lo que iba a encontrar le iba a encantar :

¡Qué hermosura ! – se exclamó presionandome con sus dedos mi voluminoso clítoris- A ver... A ver ¿qué tenemos por aquí ? – y siguió bajando los dedos metiéndolos en mi rajita entre mi pelambrera dorada. -¡Estás hirviendo, querida !

Un coro de ángeles cantaba en mi mente su eterna canción de sexo y pasión. Gloria extrajo sus dedos llenos de mi caldito y se los ofreció a Hans :

¡Qué néctar mucho buenoooo ! – se extasió poéticamente el germano. - ¡Quierro másss !

Pues te vas a tener que esperar, querido – le hizo saber Gloria- A Toni no le gusta que montemos númeritos en su restaurante – y con la cabeza hizo un barrido alrededor de nuestra mesa que nos permitió constatar que en las mesas adyacentes nadie perdía ojo de lo que en la nuestra estaba pasando.

El sexo en público... ¡Hummm ! Pocas cosas hay que me den tanto morbo. Y por lo que veía, a mis amigos también les devoraba la impaciencia.

La conversación seguía animada entre nosotros. De vez en cuando, Lisa se acercaba a la mesa para preguntarnos si todo iba bien. Notaba yo como Carlos se moría de ganas de meterle mano. De hecho, lo intentó en un par de ocasiones, pero cada vez la patrona lo regañaba con mucho salero :

¡Tate quieto, niño ! ¡Espera un poquito ! ¿No ves que si te dejo a ti, después en cada mesa me va a pasar lo mismo ?

Trini, que había estado silenciosa durante buena parte de la velada, sugirió que Juan nos contara la historia que horas antes en la playa le había contado a ella :

Por qué no les explicas lo de la enfermera...

Mujer, me da un poco de corte – que adorable que era Juan cuando se hacía el tímido.

Todos al unísono le pedimos que nos la contara. Lisa nos trajo los cafés y unas copitas de un cóctel especial que según ella nos iba a calentar todavía más. Al ver que estábamos todos en silencio esperando que Juan contara su historia, la patrona cogió una silla y se sentó con nosotros.

Juan empezó a hablar :

Esto me ocurrió cuando tenía trece años, recién cumplidos. En la escuela a la que iba, cada año nos hacían una revisión médica. Aunque era un cole privado, la mayoría de las familias eran de origen modesto y la escuela, también. Como no tenían presupuesto para pagar a una verdadera empresa de servicios médicos, la mujer del director se ponía una bata blanca y como decía que ella había hecho estudios de enfermería, pues añadía un papel más en su extenso currículo –era también la secretaria y de vez en cuando nos daba clases de lo que fuera cuando otro profe estaba ausente- y se convertía por un día en la doctora Paula...

« ... Ese día yo estaba intranquilo. Hacía poco que había empezado a masturbarme y no sé porqué razón pensaba que en la revisión médica lo iban a descubrir y que iba a ser castigado por ello. Por aquel entonces, después de las clases de gimnasia, los niños de mi clase, no, principalmente los mayores, no paraban de burlarse de mi... Porque a pesar de que no era más que un niño de trece años, delgaducho y enclenque, mi pene estaba ya muy desarrollado... »

Lisa, querida... Cuando acabe de contarnos la historia, tienes que verlo... ¡Es como mi consolador negro ! ¡King size ! – interrumpió el relato Vicky riéndose a mandíbula batiente.

« ... Así que pensé que debía lavarme a conciencia para borrar toda marca de la última paja... La « doctora » Paula se ponía en un cuartito y nos hacía entrar uno a uno. Entrábamos por una puerta, nos desnudábamos –bueno, nos quedábamos en calzoncillos- y después de la revisión salíamos por otra puerta que daba al patio donde podíamos quedarnos un buen rato jugando.

Una vez dentro, nos pesaba, medía, nos auscultaba y después nos hacía bajar los calzoncillos... Cuando fue mi turno –y como seguíamos el orden alfabético, siempre me tocaba ser el último...Zamora, Juan Zamora - temblaba como una hoja en otoño. Me midió, me pesó y anotó el resultado en nuestra ficha médica. Al aplicar el estenoscopio sobre mi pecho, se sobresaltó de tan fuerte que mi corazón batía :

¿Juanito, qué te pasa ? –me preguntó con una voz llena de dulzura.

La señora Paula, sentada en un taburete me miraba con unos ojos llenos de comprensión. Yo, de pie, rígido como una estaca, sudando la gota gorda –porque además la revisión siempre nos la hacían a final de curso, a principios de verano y en aquel cuarto el calor era aun más insoportable- ni me atrevía a mirarla. Debo añadir que la « doctora », fruto del calor supongo, no llevaba gran cosa bajo la bata, y ofrecía a la vista de nuestros inocentes ojitos infantiles, un generoso escote por el que se entreveía un hermoso canalillo en el que perleaban gotitas de sudor.

Te late el corazón como una locomotora – me dijo, dejando estar el estenoscopio y aplicando su dulce cara sobre mi pecho.

Es que hace mucho calor, señora –le contesté por decir algo.

¡Ufff ! ¡Cuánta razón tienes !

Y hoy, dieciocho años mas tarde, sigo recordando esos momentos como si los hubiera vivido esta misma mañana. Separó su cara de mi pecho y echando ligeramente la cabeza hacia atrás se pasó las manos por su cara, por su cuello y las fue bajando hasta su pecho, desabrochando otro botón de la bata.

  • ¡Estoy empapada ! – exclamó agitando el escote de su bata para darse aire, sin darse cuenta que al hacerlo me ofrecía la visión casi completa de sus senos comprimidos en un sujetador negro que poco tapaba.

Mis ojitos se perdían en ese valle mamario y la cabeza empezaba a darme vueltas. El terrible momento estaba a punto de llegar.

¡Bueno, machote, vamos a acabar ! ¡Bajate los calzoncillos !

Petrificado, paralizado, parapléjico... Así estaba yo, sin poder reaccionar. Pero ella, sí que lo hizo. Me los bajó... »

Me puedo imaginar la cara que puso, la « doctora » - dijo Trini, recordando la que ella misma había puesto esa misma mañana en la playa.

¡Calla, calla ! ¡Déjale seguir, que nos tiene en ascuas ! – profirió impaciente Tom.

« ... Me los bajó hasta las rodillas... Como estaba sentada, la cara le había quedado a la altura de mi vientre... Sus manos seguían sujetas a la goma de mis calzoncillos. Podía ver sus ojazos abiertos como platos y como se mordía el labio inferior... Estuvo unos segundos en silencio ; imagino hoy –porque de ese momento no recuerdo más que mi angustia y mi temor- que la pobre mujer se preguntaba qué debía hacer...

¡Cómo has cambiado, Juanito ! – reaccionó con esta exclamación, soltandome los calzoncillos que cayeron mansamente a mis pies - ¡Estás hecho un hombre !

El año anterior, recuerdo que lo único que había hecho fue bajarme la piel del pene y aconsejarme que lo hiciera igual para lavarmela mejor, recordandome profesionalmente la importancia de una buena higiene de los genitales. Y poco tiempo después, acordandome del suave tacto de sus dedos sobre mi sexo y repitiendo ese mismo gesto cientos de veces, tuve mis primeros orgasmos... Como si un nuevo mecanismo de crecimiento se hubiera despertado en mi y de manera progresiva y rápida, mi pene empezó a crecer desmesuradamente, los testículos a hacerse cada día más gordos, el vello púbico a aparecer asi como los primeros pelillos en el pecho y en las piernas... Pero yo todavía no tenía conciencia de la magnitud de esos cambios... Hasta que ella pronunció esas palabras :

¡Estás hecho un hombre ! – parecía no atreverse a tocarme, pero sus manos acariciándome las piernas, desde las rodillas hasta mis caderas y la mirada fija en mi sexo, la traicionaban. - ¡Dime una cosa, Juanito ! ¿Está así de gorda... siempre ?

Ya está, me dije, ya me ha descubierto... Tengo que decirle la verdad :

¿Ehhh ? No... Señora Paula... Yo... A veces ... – no acertaba a confesarle mi frenesí masturbatorio.

A la señora Paula le brillaban los ojos de una manera especial y toda su cara relucía de sudor. Debía estar muy acalorada pues apartándose un poco de mí, se desabrochó dos o tres botones de la parte de debajo de la bata que le permitieron dejar al aire sus macizos muslos casi tan blancos como su uniforme. Separó sus piernas e hizo como antes con su cara y su cuello : se pasó las manos acariciendose el interior de los muslos :

-¡Virgen Santa, Juanito ! ¡Sólo me faltaba esto ! ¡Estoy mojadísima ! – y yo, tonto de mí, seguía creyendo que todo era efecto del calor. »

Lisa cortó el relato para ofrecernos otro vasito de ese exquisito licor. Todos habíamos vaciado nuestros vasos y un simple vistazo a nuestras caras demostraba hasta que punto el brebaje estaba causándonos un efecto extraordinario. Trini nos lo confirmó :

No sé que diablos es esto que nos has dado ni si es por el efecto de la historia que Juan nos está contando pero lo cierto es... que yo también estoy « mojadísima »

Es una especialidad de la casa – explicó Lisa con esa voz que me producía cosquilleos en todo mi espinazo – Está hecho a base de leche de coco, ron blanco y unas hierbas indias que se llaman « sukraja »...

Que como su nombre indica – sugirió Tom que no paraba de abrazar a su pequeña gimnasta- llena de suquillo la raja... ¡jajaja !

La mía también está mojadita, mojadita – aprobó Laura buscando la boca de Tom para darle un buen morreo.

¿Sigo o qué ? – el bueno de Juan temía que nos hubieramos olvidado del final de su historia.

Brindamos a la salud de « Sukraja » y a la « doctora » Paula. Una agradable bruma empezaba a entornarme los ojos. Ya no sabía qué hacía con las manos... Unas veces le acariciaba el muslamen a Vicky... Otras dejaba que mi mano me acariciara disimuladamente el chochito... O las dos cosas a la vez, que por eso tengo dos manos.

« ... Decía que la « doctora » me había preguntado si siempre la tenía así de gorda. Bueno, le contesté con la voz entrecortada por el rubor y la vergüenza :

No... A veces, cuando me toco, se pone mucho más gorda.

¡Ohhh ! – fue todo cuánto dijo.

Entonces, se levantó y se fue hacia la puerta por la que había entrado para cerrarla con llave y a la otra, la que daba al patio para correr el pestillo :

No quiero que nadie venga a molestarnos... ¿Qué pensarían de una señora tan respetable como yo ? – me dijo sonriéndome maliciosamente.

Se sentó de nuevo en el taburete y al ver que yo me la miraba con estupor, me dijo :

Tú tranquilo, Juanito. No hay nada malo en tocarte – con una de sus manos empezó a acariciarme los testículos – Al contrario, es bueno para la salud – y con la otra me bajó la piel de mi pene haciendo que apareciera mi hinchado y vermellón prepucio.

Cerré los ojos al sentir como empezaba a repetir el mismo movimiento con su caliente y delicada mano :

¡Ahhrrrr ! – proferí un gemido más grave que el de mi voz de niño.

¿Te hago daño ? – me preguntó sin soltarme la verga ni dejar de sobarme suavemente los huevos. -¿Quieres que pare ? –me interrogó mirándome satisfecha.

Mi temor había dejado paso a una profunda excitación. Mi pene en su mano se había endurecido y ahora ella lo apretaba con fuerza :

No, no quieres que pare ¿verdad ? – y esta vez se puso a darle al manubrio con un brio salvaje que me arrancó sonoros gritos guturales :

¡Aaa...Señoooraaa !

¡Tchittt ! ¡No grites ! – me dijo bajito parando su sensual movimiento- ¡Disfruta, cielito, disfruta ! ¡Pero en silencio !

Volvió a masturbarme y de vez en cuando se reía al ver las muecas que yo estaba obligado a hacer para tragarme todo el placer que me estaba procurando. Me había soltado los huevos y me pareció que con la misma mano se estaba acariciando la entrepierna :

¿Sabes, Juanito ? Nunca he visto nada igual – entonces, abriendo su mano sobre mi falo empinado al máximo, la puso con la palma abierta - ¡Dios, qué pedazo de polla ! ¡Más de un palmo !

Los otros niños se burlan de mí – le dije casi sollozando.

¡Déjalos que hablen, cielito ! ¡Es la envidia que les corroe ! Tienes un pene que es una obra de arte... Y además está muy limpio, no como la de la mayoría de los zanganos que he visto esta mañana. ¡Un auténtico caramelo !

Y como si de un caramelo se tratara, la señora Paula comenzó a lamermela. Su lengua rosada y caliente dibujaba babosos caminos desde la punta hasta la base de mi verga. Una sensación de vértigo se apoderó de mí y por un instante creí que se me doblaban las rodillas :

¡Mmmm ! ¡Qué rico que está todo ! – su lengua me cosquilleaba los cojones - ¡Y qué par de huevos, hijo mío ! – y primero uno y después el otro se los metió en la boca, chupándolos con gula.

Levantó su vista hacia mí y vi su rostro desfigurado por la lujuria. La cara le brillaba de sudor, los ojos parecían dos enormes braseros, su boca voraz rezumaba saliva por las comisuras... Casi podía sentir su cálido aliento envolver mi capullo...

¿Te gusta, mi niño ? ¿Te gusta lo que te hace la doctora Paula ?

Muchooo, seeeñoooraa !

¡Chiii ! ¡Flojitooo ! Y ahora... ¿sabes qué te va a hacer la doctora ? – me preguntó agarrándome la picha con ambas manos.

¡Nooo lo sééé ! – le respondí en un murmullo.

¿Qué no lo sabes, pilluelo ?

La mitad de mi polla desapareció en su boca y un volcán de sensaciones hasta entonces desconocidas estalló en mi cerebro. ¡Cómo me la chupó, dios ! Parecía que me la aspirara... ¡Chup, chup, chup !... Me la mordisqueaba, me la succionaba, me la lamía...

Deslizó una de sus manos hacia ese misterioso espacio que habitaba entre sus muslos, -para lo cual desabrochó los botones que la molestaban - y de manera más que evidente se empezó a masturbar sincronizando el roce de sus dedos en su sexo con el ritmo de su mamada :

¡Mmmm ! ¡Aammm ! – de su garganta nacían gemidos guturales que se mezclaban con los que producía el bombeo intensivo de su boca...

(la narración llena de detalles eróticos contados por aquel a quién horas antes había tenido dentro de mí y el calor intenso que el licor de Sukraja expandía en mi vientre, ayudado todo ello por las caricias medio secretas que le estaba propinando a mi turgente botoncito, pues, una servidora estaba a punto, a punto de correrse, ahí en medio de aquel restaurante, ante la mirada enfervorizada de amigos y conocidos... ¡Aguanta, Sandra, aguanta !)

...Mis primeras eyaculaciones habían sido muy escasas, casi nada... Por eso, la primera vez que eyaculé como un hombre me quedé sorprendido de la cantidad de liquido que podía salir de mi polla... Incluso llegué a pensar que se trataba de algo similar a la orina.

¡Ohhh ! ¡Señoooraa... creo que me vieennnne ! –le dije sintiéndome a punto de eyacular.

Mis palabras premonitorias de la inminencia del chorreo de semen que iba a regarle la boca y la paja que se estaba brutalmente procurando, aceleraron su excitación hasta el clímax... »

(Ya no pude aguantar más. Apreté los dientes -con tanta fuerza que después estuvieron un buen rato doliéndome las mandíbulas- y me tragué como pude los jadeos, grititos y gemidos de aquella corrida silenciosa. Mientras una mano martirizaba mi clítoris conduciéndome sin demora al paraíso orgásmico, la otra se aferraba con furia sobre el muslo rechoncho de mi vecina Vicky, clavándole casi mis uñas en aquella carne de hembra grasienta)

¡Jodeeerrr ! ¡Qué me haces daño !- se quejó Vicky rompiendo el hechizo que la historia de la primera felación de Juan había provocado en todos los comensales.

Carlos, que me conocía mejor que nadie por los cientos de mis orgasmos a los que había asistido y/o provocado, salió raudo en mi defensa :

¡Pobrecita ! ¿Qué no véis que se nos está corriendo ?

Todas las miradas convergieron en mí... Miradas llenas de sorpresa, de admiración... de deseo. Mi mano se había quedado inmovilizada entre mis muslos apretados y sobre su palma llovían húmedos y calientes salpicones de mi íntimo néctar. Durante unos segundos, aquel breve, intenso y casi interior orgasmo siguió su camino, mis párpados abiertos dejaron que las aguamarinas de mis ojos se fijaran en todos y cada uno de mis acompañantes, en sus miradas de fuego y pasión, ávidas por tocarme, en sus bocas golosas, en la puntita de sus lenguas que veía relamerse ante mi prestación de éxtasis... Mi boca se contrajo en un rictus de goce absoluto y sin que pudiera reprimirlo, partió como un cohete supersónico el agudo chillido de mi segundo orgasmo :

  • ¡Hiiiiiiiiii ! ¡Agg ! ¡Aaaa... fuuuu... fuuuu... ! – por suerte ya casi no quedaban clientes en el restaurante, pero aun así miré de controlarme tanto como pude.

Vicky me apartó la mano de su pierna y acariciándome la frente y el pelo, soltó :

¡Lisa ! ¡A esta niña no le des más de este licor ! – y se sirvió otro vasito. -¡Jo, cómo me gustaría a mí correrme como tú ! – exclamó bebiéndose de un solo trago el elixir afrodisíaco.

¡Qué pasada, criatura, qué pasada ! – se exclamó Lisa. Sentada muy cerca de mí, quiso verificar con sus propias manos la calentura de mi chochito. - ¡A ver, déjame, déjame... !

Separé mis piernas y le dejé palparme el coño. Carlos quiso advertirla de lo peligroso que era que la dejara hacer lo que estaba haciendo :

¡Lisa, ten cuidado ! El coñito de Sandra es como una planta carnívora... ¡Insaciable !

La escultural mujer de Toni me acarició sabiamente... Sus largos dedos resbalaban sobre mi mojada pelambrera, presionándome el clítoris para terminar perdiéndose en las profundidades tórridas de mi manantial. Vicky la ayudó pidiéndome que levantara un poco el culo para poder sacarme las braguitas ; y como Julia la noche anterior, se puso a husmearlas con gesto aprobador. Hans estirando el brazo le pidió que se las diera :

  • ¡Wuauuu ! ¡Qué olorrr !

Yo estaba tan fuera de mí que hubiera hecho cualquier cosa que me hubieran pedido. Ya no veía nada ni a nadie. Tan sólo sentía el placer llenarme por completo... Y los dedos de Lisa pajearme deliciosamente...

En estas, Toni se acercó a nuestra mesa, diciendo que los últimos clientes se habían marchado ya. Como zorro viejo que era, enseguida se percató de lo que estaba ocurriendo. Su compañera, antes de que pudiera decir algo, le explicó :

Esta zorrita se nos ha corrido dos veces sin decirnos nada...

¡Claro... Y tú te has dicho que « no hay dos sin tres » ! – dijo Toni ocupando el lugar que Gloria amablemente le dejaba. - ¡Bien, bien... Veámoslo de cerca ! – me levantó el vestido que Vicky se apresuró a sujetar por encima de mi vientre y acarició con sus velludas manos el interior de mis muslos.

¿Has visto, Toni, qué putita que es nuestra nueva amiga ? – Lisa no preguntaba, afirmaba. - ¿ Has visto que hermosura de coño ?

Sí... pero demasiado peludo – comentó Gloria que se había quedado de pie junto a nosotros – Se lo vamos a tener que depilar, ¿no os parece ?

¡Diooooosss ! ¡Nooohhhhh ! ¡Paradddd ! – me estaba corriendo por tercera vez consecutiva. Lisa había sacado sus dos dedos de mi sexo y con ellos me masajeaba con suma destreza mi hipertrofiado clítoris mientras que Toni consiguió meterme los dos pulgares para abrirmelo al extremo. - ¡Oooohhhh ! ¡Haaaaahhh !

¡Venid ! ¡Venid y admirad este fruto abierto y jugoso ! – exclamó con júbilo Toni.

¡Aaaaaaaaaarrrrrrrrrr ! ¡Follaaaaaaaaadmmmeeeee ! –grité en la cumbre de mi extasis.

Aquel orgasmo se prolongó durante largos segundos. Todos se habían vuelto como locos y yo completamente desbocada no paraba de recibir excitantes estímulos : dedos que me penetraban, lenguas y bocas que me chupaban... Estuve a punto de perder el sentido de tal concentrado de placer en un solo momento, en un solo cuerpo.

Como después de la tempestad llega siempre la calma, así fueron retirándose poco a poco los causantes de tanto gusto. Y mi corazón fue también recuperando su latir acompasado y tranquilo que sigue a la violencia del orgasmo.

Recompuse como pude mis vestimentas y cogiendo mis bragas del suelo se las di a Vicky diciéndole :

¡Muy bonitas ! ¡Pero creo que no me hacen ninguna falta ! – y dirigiéndome a Lisa : - Y a ti, voy a tener que darte las gracias !

No te preocupes, mi vida – dijo la dulce Lisa-... Tenemos todo el tiempo del mundo.

Toni se había marchado a la cocina y regresó con un par de botellas de cava en sendas cubiteras :

Nos bebemos a estas dos y nos vamos para mi casa... ¿qué os parece ?

¡Vale ! –contestó Trini en nombre de todos- Y así, Juan termina de contarnos su historia... Aunque ya me la haya contado... ¡sigue excitándome como la primera vez !

Pero si ya había llegado al final – dijo modestamente Juan.

No, no, no... – habló Laura con su voz risueña – La doctora estaba a puntito y tú también... y yo quiero enterarme del final...

Y Juan terminó su relato :

«  Temo que voy a desilusionaros... Pero, bueno, así lo habéis querido... De hecho, cuando la señora Paula estaba empezando a convulsionarse completamente ebria de placer y yo a punto de correrme en su desencajada boca, sonaron unos toques en la puerta :

¿Paula ? ¿Estás bien ? – la voz de su marido, el señor Rubio retumbó en el cuarto como las trompas del apocalipsis.

Ella se puso de pie de un salto -que casi me arranca el capullo con sus dientes- y se apresuró a subirse las bragas y a abrocharse botones :

¡Sí, sí ! ¡Estoy terminando con el último !

Pero... ¿Por qué has cerrado la puerta ? – preguntó en un tono inquisidor.

¡Ahora te lo cuento, cariño ! ¡Espera un minuto y te abro !

Yo me había quedado parado con el rabo más tieso que nunca y con la desagradable sensación de no haber consumado algo increible, como lo que debe sentir un atleta cuando se cae a diez metros de la meta. La señora Paula me miró con infinita ternura y me dio un besito en los labios. Después se agachó y me subió los calzoncillos hasta ponerlos en su sitio :

¡Niño ! Con esta erección no puedes salir al patio – dijo con una risita nerviosa al ver el tamaño imposible de mis calzoncillos. - ¡Qué lástima ! ¡Mira que venir a llamar justo cuando estabas a puntito de llenarme la boca con tu lechecita !

Me pasó mi ropa, me vestí deprisa y corriendo, dejandome la camisa por fuera para que tapara un poco la evidencia de palmo y medio que seguía golpeando la tela de mis pantalones y abriendo la otra puerta, salí al patio donde mis amiguetes me esperaban inquietos de mi tardanza... »

¡Oh, pobrecito ! – espetó con cara de pena Gloria - ¿Y qué pasó después ? Seguro que esa señora te convocaría a su despacho para terminar la faena... ¿eh ?

No exactamente... pero sí que terminó su faena, como dices tú, pero una semana más tarde y de una manera completamente inesperada... En la fiesta de fin de año y a pocos metros de mis padres...

¡Super ! ¡Qué morbo ! – exclamó la caliente niña Laurita – Cuenta... cuenta...

Pero Juan no tuvo ocasión de contarnos nada más de sus aventuras adolescentes porque Toni y Lisa tenían prisa en cerrar el restaurante y poder dar rienda suelta a sus más oscuras perversiones con esa colección de jóvenes cachondos que les había caído del cielo.

Así que les ayudamos a sacar la mesa – cosa que incluyó el bebernos la última copa de cava- y salimos a la calle un poco borrachitos, con la mente algo vaporosa y nuestros sexos en ebullición.

Carlos me tomó de la cintura y besándome tiernamente me dijo :

¡Me encanta que seas así !

¿Qué sea... cómo ? – le pregunté apoyándome acaramelada contra él y sintiendo su mano sobándome los cachetes.

Que seas... ¡más puta que las gallinas !

CONTINUARA...