Un día de playa (2: la sesión de fotos)

Cuando Carlos, mi maridito, se pone a sacar fotos es muy probable que las fotos salgan movidas... Mejor dicho, corridas!

Un dia de playa II - La sesión de fotos –

Francamente, no me esperaba que las cosas se decidieran tan pronto. Habíamos salido de casa que esos dos, Trini y Juan, ni siquiera se miraban y ahora, apenas dos horas después de nuestra llegada a la playa, los teníamos pegados como lapas y acaramelados como una parejita de adolescentes :

Oye, Carlos, deberías tomar algunas foticos de nuestros tortolitos, ¿no crees ?

Estaban tumbados los dos en la misma toalla. Trini, acostada de lado con una de sus piernas sobre las de Juan, apoyaba su cabeza sobre su velludo torso, mimándoselo sensualmente. De vez en cuando, le acariciaba los cojones como si comprobara que se iban recargando adecuadamente. Casi se podían escuchar sus ronroneos de satisfacción.

Tras las dos horas de calentamiento extremo que los cuatro habíamos vivido y gozado y después de comernos frugalmente los bocadillos, nos habíamos quedado adormilados. Hacer la siesta en la playa es un placer exquisito. Sobretodo cuando la haces después de haber desahogado tus impulsos más primarios : el hambre, la sed y las ganas de follar.

Gloria y Vicky se habían ido a comer a su apartamento en Calella. Nos dijeron, pero, antes de marcharse que nos invitaban a los cuatro a cenar a un restaurante pizzería de un amigo italiano y que después podíamos acabar la noche en su casa. Les dijimos que todos trabajábamos al día siguiente (en realidad sólo Trini y Carlos empezaban por la mañana, ya que Juan era, más o menos, gerente de una zapatería y abría a las cuatro de la tarde y yo era enfermera y al día siguiente empezaba el turno de noche) y que mejor lo dejásemos para otra ocasión..

Dispuestas a convencernos, se fueron a buscar sus cosas y se sentaron a nuestro lado. Aproveché su proximidad y la animada conversación que tuvimos para ir cambiando poquito a poquito la impresión de gordas putorras que me habían causado. De hecho, más que cambiar mi opinión sobre ellas, lo que hice fue añadir adjetivos : no solamente eran gordas y más putas que las gallinas, sino también vulgares y viciosas... Pero increiblemente espontáneas y simpáticas... Y lo más fuerte –que vino a confirmar lo que iba diciendo desde la primera vez que las vi - : eran hermanas gemelas. No eran idénticas, pero casi : las mismas tetas, relativamente pequeñas visto el resto del cuerpo, el mismo vientre, el mismo increíble culo sostenido por dos muslazos que hacían cuatro de los míos... y el mismo chochito bien depiladito. ¿Y el casi ? Las dos tenían una cara un poco a lo Mafalda aunque una de ellas, Gloria –supe más tarde- tenía el pelo –rubio artificial- más liso que la otra. Claro que esta diferencia en la playa con el pelo mojado o alborotado era difícil de apreciar.

Más tarde, Carlos me contó que cuando fueron a bañarse los tres no paraban de pelearse, medio en broma, medio en serio, para ver quien de las dos se la chupaba, para ver a quien de las dos se la metía primero y que él se dejaba querer mientras las iba manoseando sin vergüenza alguna. Carlos se propuso para complacerlas a las dos pero haciéndoles saber que su amigo Juan, estaba convencido, cumpliría mucho mejor los requisitos necesarios para colmar aquellas dos bellezas crepusculares.

Pero ellas insistieron que mi pobre Carlitos merecía vaciarse a gusto los huevecillos. Se metieron en una parte en la que él podía tocar de pies en el suelo y una de las dos, no recuerda la que fue, se le abrió el culo y se ensartó su polla en el coño tan facilmente que a Carlos le parecíó que le hubiera podido meter media docena como la suya. Mientras la que era follada no paraba de decir gimiendo « córrete, mi niño ; dale tu lechecita a mamita », la otra, intentando arrancar a su hermana de él, repetía sin cesar : « no te corras, mi bien ; fóllame a mí ahora ». Y él, que en cuestiones de aguante nunca ha sido un campeón, se corrió en la primera mudanza de coños, dando su lechecita a la que menos la había pedido.

Pero volvamos al tema que nos atañe. Decía que se sentaron a nuestro lado y que para convencernos empezaron por alabar nuestros cuerpos : de Carlos y de mí dijeron que éramos como dos jovencitos de quince años, que se notaba en cantidad que nos iba la marcha, que todo lo que era sexo nos llamaba mucho la atención y que habían disfrutado un montón viendo como me corría bajo los efectos del masaje anal de mi marido... De Trini sólo dijeron que era guapísima y que tenía un cuerpo muy sensual y voluptuoso, hecho para ser tocado y compartido (recuerdo que al oirlo Trini se pegó aun más a Juan y sus ronroneos aumentaron complacidos de volumen)... Y de Juan, bueno, fueron muy explícitas... dijeron que de ninguna de las maneras podían dejar escapar una ocasión como aquella...

Luego nos hablaron un poco de ellas. Que se habían separado de sus maridos casi al mismo tiempo y hacía apenas un par de años. Y que para ellas fue como una resurrección. Sin entrar en detalles –nos chantajearon para que viniéramos por la noche si queríamos conocerlos- nos dijeron que no nos arrepentiriamos y que la gente que íbamos a conocer era tan simpática como ellas y sobretodo tan adicta al sexo como ellas ... y como nosotros, añadieron entre risitas.

¡Vamos... que nos invitáis a una orgía ! – les dije sintiendo efervecer en mí la curiosidad más perversa.

¡Uy, uy, uy ! Esta niña lo entiende todo a la primera... – exclamó Gloria, la del pelo más liso.

¿Tú quieres ir, Juan ? – le preguntó Trini con una vocecita llena de sobreentendidos- Porque... había pensado que tú y yo podríamos pasar la noche juntos – añadió tomando en su delicada manita ese objeto del deseo apretándoselo suavemente.

Yo... Si tú lo deseas...

Hubo un breve instante de curioso silencio. Todas las miradas convergían en Juan, en su cara y en su verga que empezaba a cobrar demasiado volumen para que una sola mano lo albergara.

¡Santo Dios, chica ! ¡Apártanos este pecado de nuestra pecadora vista ! – dijo Vicky, la del pelo menos liso, relamiéndose los labios como si estuviera chupando un helado-

Trini se echó encima de Juan y nuestras miradas dejaron de ver su miembro para pasar a contemplar el hermoso culo de ella y su no menos hermoso chochito rezumante del que salía un hilillo sanguinoliente.

¡Venga, Trini ! – le imploré - ¡Qué todas tenemos derecho a un pedazo de paraíso !

¡Y todos a un culo como el tuyo ! – exclamó Carlos estirándose sobre mí y alargando el brazo hasta tocarselo con ganas.

Al sentir el sobeo en sus nalgas, Trini se arqueó para que la mano de Carlos pudiera tocarlo profusamente. Me aparté un poco para facilitarle el acceso a esas dos medias lunas. Carlos le dio una sonora palmada y echándose a reir, declaró :

¡Creo que la chica nos está diciendo que sí !

Y Trini para corroborar esto último se puso a moverse lascivamente.

Las dos marujillas se metieron a aplaudir tontamente. Trini se tumbó de nuevo al lado de su don Juan y la más que evidente erección de éste provocó un alarido de júbilo en todos nosotros. Y Gloria apuntilló :

¡Qué pareja más graciosa ! Ella dice que sí con el culo y él con la polla... ¡Qué gracioso ! ¿No es verdad, hermanita ?

Vicky se puso un pareo y Gloria se vistió con una especie de vestidito que le tapaba lo estrictamente necesario. Se despidieron de nosotros lanzando besitos al aire y se acercaron a mí para decirme casi simultáneamente :

  • ¿Nos dejarás que te lo afeitemos ?

Y así, entre risitas y saludos con las manos, se marcharon con la promesa de venir a buscarnos a eso de las siete.


Volvamos al momento en qué pedí a Carlos que hiciera unas fotos de nuestra pareja de « enamorados ». Me había contestado que sí, que enseguida, pero que antes se iba a buscar unas latas de cerveza fresquita adonde Hans.

Al volver me miró con esa cara de niño travieso que se le pone cuando está a punto de hacer algo « políticamente incorrecto » :

Creo que van a ser las primeras que saque en dos años en las que no salgas tú...

Lo ideal hubiera sido sacarlas antes cuando...

Chit ! ¡Déjame hacer a mí !

Tomó su camara, ajustó todo lo que tenía que ajustar y los llamó :

¡Hey, tortolitos ! Voy a sacaros unas fotos, ¿vale ? ¡No, no os mováis... ! Así estáis muy bien.

Les sacó media docena de clichés bastante soft, para que fueran entrando en calor. De la manera como estaban abrazados se distinguían muy poco sus atributos sexuales.

Ahora voy a sacarte unas cuantas a ti sola...

¿Para qué las quieres, eh, marrano ? – por primera vez, Trini se desentendió de su semental y haciendo como que se levantaba, preguntó con entusiasmo : ¿cómo quieres que me ponga ?

Ponte de rodillas, las piernas pegadas... con los brazos abrázate las tetas... sí, así, las manos sobre las rodillas... Bien, bien... estira el cuello... –clic – Mmm, fantástico... –clic- Humedece un poco tus labios... Uau ! – clic-

¡ Qué par de melones, por Dios ! Y ¡cómo le gustaba posar a la amiga ! Juan la observaba con beata admiración.

Tienes los pezones dormiditos – le dije – Vamos a reanimarlos que así serán más fotogénicos... Cierra los ojos.

Tomé dos latas de cerveza que estaban francamente heladas y se las apliqué sobre sus aureolas. Trini soltó una aguda queja :

¡Fiuuuu ! – clic - ¡Qué frías !

La delicada piel de sus redondas aureolas se contrajo automáticamente y los dos pezones salieron disparados como dos timbres.

Así está mejor... Buena idea – clic – Ahora, agarratelos con las manos, sí, sí ... – clic –

¿Os gustan, chicos ? – preguntó haciendo con ellas juegos malabares – Juan, cariñito, ¿me las chupas un poquito... ?

¿Y yo no tengo derecho a una buena ración de teta ? – le pregunté haciendo cara de enfadada pero sin dejarle tiempo a responderme ; los dos ya estábamos amorrados al pezón-

¡Uauu, qué bueno !¡Qué gustito ! – clic, clic, clic - ¡Deja la cámara y muéstrame qué sabes hacer con tu lengua !

Dicho esto, Trini se tumbó. Juan y yo la acompañamos, uno a cada lado para seguir mamándole las tetazas. ¡Estaba espléndida, así estirada y entregada a nosotros.

Primero las fotos – dijo mi marido como un profesional -. ¡Abrete bien el coño ! ¡Jodeeer, qué foto ! – clic- Deberías ponerte un tampón... ¡Tiempooo !

Es cierto que su almejita, con la excitación creciente de la niña rezumaba bastante sangre –mezclada con otros zumitos- pero la cachonda de Trini seguía allí quieta con el chocho abierto, esperando...

¡Eres un giñado, Carlos ! ¡Juan, enséñale a este maricón cómo se come un coño !

En eso estaba equivocada. Mi Carlos era todo un campeón del cunnilingus todoterreno. Cuántas veces al volver a casa de la clínica después de dos días enteros sin lavarme, con el chocho oliéndome a bacalao de Islandia, mi Carlitos me ofrecía gustoso sus incondicionales servicios de lavandería lingual. Se ponía como una Kawasaki y tras arrancarme uno o los que fueran, sonoros orgasmos, me follaba con redobladas fuerzas.

Muchas veces, estas situaciones se daban espontáneamente, al lado de la ducha, en la galería y rara vez las cortinas estaban corridas ; lo que significaba que el vecino de enfrente – como si hubiera olido el perfume de pescado pasado- podía asistir a nuestras guarradas casi casi como si estuviera en primera fila.

Sin embargo cuando me venía el periodo, me gustaba estar limpita, con el tampón absorbente bien metido... No como ésta guarrindonga...

Pero, aparentemente, a Juan le daba lo mismo. Este hombre era un manantial de sorpresas. Había pasado de ser virgen e inexperimentado a ser un auténtico depravado. Viendo como le lamía el diabólico – por lo rojo que estaba- sexo a la chica, entre sonoros gargajeos de satisfacción, me vinieron a la mente algunas escenitas escatológicas en las que me imaginé sin ningún problema al bueno de Juan en el papel principal...

¡Ahhhh ! ¡Mi viiiiida ! – clic, clic, clic – Tú si que sabeeeesss, miiii ! ! !

Un vistazo de 180 grados a nuestro alrededor, me permitió constatar que la playa empezaba a vaciarse pero que cerca de nosotros seguía estando la parejita que en los primeros momentos no nos prestaba ninguna atención. Ahora la situación había cambiado : el chico nos miraba pero que muy atentamente ; la chica, no... ella le estaba propinando una mamada de campeonato, en una posición de contorsionista que dudo que más de una pudiera imitar.

Acordándome del gesto que horas antes Gloria nos había hecho con el pulgar, lo repetí dirigido al chico que me correspondió con una extraña mueca y acto seguido, la cabecita de la chica que se aparta para terminar manualmente la paja playera que le hacía en nuestro honor. La chiquilla se dio la vuelta y se levantó para ir a darse un baño. De pie, me pareció aun más joven que a primera vista. Dieciséis, diecisiete a lo sumo. Antes de entrar en el agua, me pareció que sus tetitas brillaban cubiertas de lefa. ¡Qué desperdicio ! pensé.

Mientras, Juan seguía sacándole brillo al higo de Trini que jadeaba y jadeaba acercándose a la cumbre deseada. Entonces, Carlos se puso a sacar unos primeros planos de la carita extasiada de Trini. Esta ya ni miraba al objetivo... seguía gimiendo sin parar y de su boca entreabierta se escurrían hilitos de baba. Juan levantó la cabeza y su rostro pringado y luciente denotaba la pasión con la que le comía el chumino a la amiga :

¿Te gusta, mi vida ? ¿Quieres que siga ? ¿Quieres que te chupe un poquito el culito ? – por fin, pensé, por fin se decide a decir algo.

¡Ooooorrrr ! ¡Cómeme loooo que quieeeeras ! ¡Toooodoooo !

Carlos le hizo señas a Juan para que le diera la vuelta. Juan se lo pidió galantemente :

Date la vuelta, monada, que quiero verlo a lo grande.

¡Qué maravilla de culo ! Hasta a mí me entraron unas ganas increíbles de comermelo. Pero estaba claro que ese manjar, por el momento estaba reservado a su Juanito.

Espera, Juan. Déjame sacar unas fotos – Juan se apartó un poco – Abrete las nalgas con las manos, Trini – le ordenó y ésta al hacerlo nos descubrió su agujerito, oscurito, muy oscurito ; clic – clic – clic. - ¡Mierda, me he quedado sin película !

¡Dame, que te pongo otra ! – mi mente perversilla ya estaba imaginando la de cosas que podría comprarme con esas fotos en el colmado del señor Marquitos.

Trini había deslizado una mano por debajo de su vientre y se acariciaba sin esperar que la siguieran lamiendo. Por eso, bastó sólo un lengüetazo en aquel suculento ojete para que la tetuda de Trini viera las puertas del paraíso abrirse ante ella :

¡Uhhhh ! ¡AAAAHHHH ! ¡Me mueeeroooo !

Los gritos salvajes de Trini coincidieron con el momento en que la vecinita mamona salía del agua. Se nos quedó mirando fijamente ladeando la cabeza como si dijera « hay que ver que guarros que sois ». Me la miré muy seria y con el índice le pedí que se acercara. Su amiguete o novio o lo que fuera, seguía en el agua. Ella lo buscó con la mirada pero al no recibir respuesta y tras dudar un instante decidió acercarse.

Trini se había quedado tendida en la misma posición, medio atontada por las convulsiones del orgasmo. Juan sentado a su lado le acariciaba los muslos y las nalgas. Carlos se sentó dispuesto a guardar la cámara. Pero no lo hizo.

Era una jovencita, de piel morena que de cerca me pareció aun más niña. Morenita, con el pelo cortito y una carita que denotaba sus orígines latinoamericanos. Era muy bajita y delgada, con muy poquita teta, un vientre plano y un monte de venus liso e imberbe – a ver si voy a ser la única con el chocho bien peludo, pensé- . No obstante sus piernas eran macizas y compactas, musculosas. Las piernas de una gimnasta de competición.

Se acercó mirándome con descaro, con una chulería que no correspondía a su joven apariencia. Decidí pasar al ataque sin dejarle tiempo para pensar :

¡Eh, monada ! ¡Vaya mamadita que le has hecho a tu novio ! – se quedó clavada - ¡Parecías una contursionista ! ¡Qué flexibilidad ! – sonrió

Sí... Hago gimnasia... Bueno, mejor dicho, soy gimnasta – y acercándose me dio dos besos – Me llamo Laura.

Y yo Sandra... Ven que te presento a los demás – le cogí su pequeñísima manita y la conduje hasta los otros – Este es Carlos, mi marido – éste se levantó sin vergûenza alguna, con la polla medio empinada y le dio dos besitos en las mejillas para lo cual tuvo que agacharse un montón. – La que está tumbada medio muerta de gusto es Trini – apoyándose sobre los codos se medio giró para saludarla...

Laura nos miraba a todos con sus maliciosos ojazos negros. No tenía ningún reparo en fijar la mirada en aquello que más llamaba la atención. Por eso, cuando le presenté a Juan y éste se levantó para besarla con una erección de caballo impresionante, no pude evitar decirle entre risitas :

... y éste es Juan... ¡Preseeeenten armas !

Y sus ojos encendidos de sorpresa se clavaron en la estaca de Juan sin que de su boca saliera otra cosa que :

¡La reeehostia ! ¡Qué cosa más bestia !

Juan se sintió incomodado e hizo un gesto como para decir que se iba a dar un baño. No sé qué me estaba pasando. Normalmente, concentraba todo lo que veía y sentía para procurarme placer y ahora, desde hacía un buen rato, la única cosa que parecía preocuparme era dar placer a los demás. Pero, no os creáis que se me habían ido las ganas de cardar, no ; es más, estaba convencida que las horas que iban a seguir serían inolvidables para mí, desde ese punto de vista.

¡Qué susceptible que eres ! Cómo quieres que no te miremos, si eres un « bocatto di cardinale ». ¡ Anda, siéntate que si no va a venir toda la playa a saludarte !

Mi comentario distendió la atmósfera. Laura, pizpireta, exclamó :

Mucho gusto... Me vuelvo con Tom... Y no es mi novio. Es mi entrenador.

¿Cuántos años tienes, preciosidad ? – le preguntó Carlos, evitando que se marchara.

¡Uy ! No sé si decirlo – respondió con un acentico cargado de sensualidad latina. - ¿Y tú ? – preguntó a su turno.

Treinta, como Juan.

¡Ja-ja-ja ! Cómo Tomás ! A ver si adivináis cuántos tengo yo...

Juan y Trini habían retomado su posición preferida, sólo que ahora ella lo masturbaba suavemente, bajando y subiéndole la piel recubierta de venas hinchadas.

¡Muéstranos lo que sabes hacer y te diremos la edad que tienes ! – le soltó Carlos sin pestañear, haciendo con su mano lo mismito que Trini hacía con la suya.

Cuando me pensaba que la niña gimnasta iba a desaparecer para volver en brazos de su no tan joven entrenador, nos sorprendió a todos con un numerito de contursionista todavía más espectacular que el que antes me había ofrecido. Se puso delante de Carlos, empezó a abrir sus piernas como un compás mientras que su torso se iba inclinando hacia delante. Viendo lo que iba a venir, exclamé :

¡Pásame la cámara, rápido !

¿No las colguéis en internet, eh ? ¡Que a mí me conocen !

Tranquila, mujer... Nosotros para no tener no tenemos ni ordenador.

Hoy en día, ocho años después, esas magníficas fotos pueden verse en una página de sexo casero francés y los comentarios de los internautas son siempre muy halagüeños. No me extraña...

Laura siguió separando las piernas hasta que quedaron horizontales y pegadas a la arena :

¡Cómo quema ! ¡Se me está rustiendo la panochita !

Sin servirse en ningún momento de sus manos, fue inclinando el torso hasta que la boca le quedó presta para engullir la verga de Carlos. Se puso las manos a la espalda, abrió la boca y comenzó a mamársela como una diosa.

Yo no paraba de sacar fotos. Y la niña de hacer de su torso, de su cuello y de su cabeza, un único miembro que se elevaba y descendía con precisión milimétrica, como un fuelle que no paraba de succionar y de succionar. De repente, se enderezó mas tiesa que un uno y dijo :

¿Qué ? ¿Cuántos años me das ?

Los que quieras, Nadia Comanecci, los que quieras... ¡Pero no te pares, bonita !

¡Tengo dieciséis ! – y doblándose hacía delante prosiguió su acrobática felación, siempre con sus manitas cogidas en su espalda.

Situé el objetivo tan cerca como pude de esa boquita infernal y me dispuse a inmortalizar aquella mamada que pronto muy pronto iba a hacer estallar el volcán de lava blanca.

Cuando Laura intuyó que Carlos estaba a punto de explotar, dejó de chupársela pero aceptando que se le corriera en la boca. Como no hacía mucho que mi maridito se había vaciado el depósito, eyaculó menos de lo habitual. Laura dejó que todo su semen saliera de su boca y se fuera depositando, resbalando mansamente, en la base de su polla y entre los pelillos de sus cojones.

Justo en ese instante apareció el entrenador :

¡Laura ! ¡La madre que te parió ! ¡No se te puede dejar sola ni un segundo !

No sé cómo lo hizo, pero la niña se incorporó de un salto y se puso a dar excusas :

¡Lo siento! ¡Soy una niña mala ! ¡Vas a tener que castigarme otra vez !

Yo observaba atentamente la reacción del atlético Tom. - ¡joder, qué cuerpazo se llevaba, el entrenador ! Era pura fibra... Ni una onza de grasa. Todo músculo... Y mi chochito se me puso a rezar : ¡Oh, Dios, haz que este apolo sea mío !

Pero yo, por si acaso el entrenador reaccionara muy enfadado, ya estaba preparada para salir en defensa de esa simpatiquísima acróbata. No hizo falta. Tom se rió con ganas y tomándola de la mano se dirigió a nosotros diciéndonos :

¡Perdonad a la chiquilla ! ¡Siempre piensa en lo mismo ! Llevo entrenándola un año y no hay dia que pase que no me monté algún numerito. – Laura, complacida, lo abrazó por la cintura y me miró con una cara de vicio increible, relamiéndose los labios con los restos de la lechecita de Carlos.

Tranquilo... Ya has visto que aquí – y le señalé a nuestra parejita del día que seguía igual que la habíamos dejado, con la manicurada mano de Trini subiendo y bajando la cuesta de San Juan- no somos monaguillos...

No, si ya me he fijado que no paráis... ¡Vaya marcha ! Bueno... se ha hecho muy tarde para nosotros y tenemos que volver al hotel que mañana Laura compite.

¡Oh, Papito ! ¡Quedémonos un ratito más con estos amigos ! ¡Se está muy rico aquí ! – seguía mirándome viciosa implorando que la ayudara a convencerlo.

¡Stop ! Tenemos que volver... ya mismo. ¡Y te he dicho mil veces que no me llames « papito » !

Hacían una curiosa pareja. El debía medir como Carlos, quizás un poco más, un metro ochenta y tantos y ella abrazada a él como estaba ahora le llegaba a la altura del pecho... Un metro cincuenta, calculé.

Le tomé su carita entre mis manos y le dije :

Laurita, bonita... Tom tiene razón ; mañana tienes que estar en forma... Os voy a dejar nuestra dirección y un dia, entresemana, os pasáis por casa... ¿Okey ?

No, no podrá ser así... Después de la competición nos vamos para Madrid...

Sí, nuestro club está en Madrid – aclaró el entrenador, dejando que la niña se agarrara a mi cintura... Pensé : « esta niña es más lista que el diablo en persona ». – Yo soy de Barcelona, por eso hemos venido a esta playa... Y ahora trabajo y vivo en Madrid.

¡Qué bien ! Como yo pero al revés... –dije aprovechando para toquetear ese cuerpecito que como una rémora se pegaba a mí ; si bien como mujer Laura todavía no estaba completada, había algo en ella de increiblemente atractivo. Era como acariciar una escultura de mármol recubierta de una suave, tersa, morena y calentísima piel.

Conciente de que aquella nueva relación estaba a punto de acabarse y de que no podía contar con nadie para ayudarme a convencerlos de que se quedaran (Trini y Juan se autoabastecían mútuamente, y Carlos, aunque nos seguía mirando con mucho interés y curiosidad, estaba ya pensando en la orgía que nos íbamos a montar con las gordas), decidí tomar el toro por los cuernos y utilizar todo mi poder de seducción para impedir que esas dos bellezas se marcharan :

Tom – me acerqué a él y empecé a acariciarle sus bien bronceados pectorales – Sé lo que vas a hacerle a esta monada en cuanto lleguéis al hotel...

¿¡Ah, sí ! ? – exclamó en una media sonrisa provocadora- ¿Y qué le voy a hacer ?

Laura me dejaba hacer. Se estaba mirando el coño y tocándeselo como si buscara garrapatas :

¡Tengo la cosita llena de arena ! ¡Me voy a dar un chapuzón para sacarmela !

Carlos se puso de pie de un brinco :

  • ¡Vengo contigo, Laurita ! ¡Que yo tengo la cosita llena de otra cosa !

Sin perder un segundo de concentración, proseguí mi acoso y derribo del dios de las pistas de atletismo. Mi mano fue bajando por su inexistente vientre – tenía en su lugar un par de tabletas de chocolate- y con la punta de mis uñas le rascaba los pelillos rizados de su pubis :

Primero, creo que la vas a castigar por ser mala. Te la sentarás a tu falda, le bajarás las braguitas y le darás unos azotes bien dados hasta dejarle el culo como un tomate...

Juan y Trini se habían levantado. Se habían puesto los zapatos como única vestimenta. ¡Qué pareja más porno hacían los dos ! A Trini parecía que se le habían hinchado aun más las tetas –debería preguntarle que talla usaba, aunque mejor que no que todavía me frustaría más- y ensanchado las caderas...toda ella respiraba voluptuosidad ; y Juan con esa polla colgándole permanentemente a lo John Holmes, que en paz descanse.

Nos vamos a dar un paseo por ahí detrás – nos dijo Juan señalando las rocas a nuestra derecha- Trini ya no aguanta más, ¿verdad bomboncito mío ?

Asentí con la cabeza y pensé satisfecha que parecía que todo el mundo lo hiciera adrede para que me beneficiara al bello Tom... ¡Qué buenos que eran todos conmigo !

Mi mano continuaba bajando y ahora le envolvía su hermoso paquete, frotando ese falo todavía inoperante pero que comenzaba a resucitar, sobando ese par de cojones bien calentitos.

  • Luego le ordenarás que se desnude y que se ponga de cuatro patas... Así... – no sabía ni qué hora era ni si quedaban mirones en la playa, ni nada de nada. Me puse de rodillas y me estiré hacia delante con los brazos completamente extendidos sobre la toalla y mi culito en pompa. Me daba igual que me la clavara por el culo...Mi calentura era insoportable.

¡ Sandra ! ¿Qué haces ? – yo ni me lo miraba... estaba segura que pronto iba a sentirlo dentro de mí.

Yo también soy una niña mala – moviendo mi trasero como si ya la tuviera dentro - ¡ muy mala !

Sentí sus manos sobre mis nalgas y el contacto húmedo de su lengua en mi excitadisimo coñito.

¡Qué bien huele ! ¡Qué gustoso !

¡Mmmmmm ! ¡Qué lengua tienes, entrenador ! ¡Prueba ahora mi culito ! – dicho y hecho, su lengua picoteándome mi preciado agujerito - ¡Arrrr ! ¡Cómo me gustaaa, entrenadorrrrr ! ¡Dameee... siii... culéaaaameee !

No sé si Laura iba a ganar muchas medallas con este entrenador pero lo cierto es que de joder sabía un rato. Me dilató magistralmente el ano con sus dedos y me llenó la entradita con su saliva. Se notaba tanto que era para él una práctica habitual y lo hacía con tanto esmero que sólo con los preparitivos me dejó a puntito del orgasmo. Entonces, se puso de pie y doblando las rodillas fue acercando su verga dura como sus músculos a mi boquita de atrás. La experiencia adquirida en estos menesteres me aconsejaba darle una manita ; más bien dos. Eché los brazos hacia atrás, la cara y el cuello pegados a la toalla, y con ambas manos extendidas le abrí al máximo mi preciado culito.

¡Es todo tuyo ! – exclamé –

Cuando me dan por el culo, la primera impresión es de sorpresa y de un ligero dolorcito. Me siento una cosilla... Su cosilla. Pero una vez el abultado glande penetra en mis entrañas y el aro de mi ojete se cierra sobre la verga sintiendo como ésta me va llenando y llenando... entonces, entonces enloquezco de placer. Y no tardo nada en sentirme invadida por un orgasmo, aunque diferente a los que tengo cuando me acaricio el clítoris o cuando me follan por la cuevita oficial, potentisimo :

¡Aaaaaaaaaaa ! ¡Diosssssssss ! ¡Fuerrrteee !

¡Oouuuu ! ¡Eres fantástica, Sandraaaa !

¡Y tú, mi querido entrenador ! ¡Qué manera de partirme el culo ! ¡Otro al que le iba a pedir que se viniera a casa !

¡No aguanto mássss ! ¡Me coooooooooorrrrooooo !

¡Lléname, lléname, lléname, lléname ! – clic, clic, clic ; el fotógrafo ya estaba de vuelta con su muñequita gimnasta :

¡Papiiiitoooo ! ¡Tú se que eres un niño malo ! – dijo casi chillando y soltándole dos sonoros cachetes en sus nalgas.

Papi-Tom se desenganchó como si descorchara una botella de champán y mi traicionero culo se puso a petardear « Truuut ! Truuut ! » expulsando burbujas de lefa.

¡Ven, amor ! ¡Fóllame tú, ahora ! – exclamé sin cambiar de posición

No puedo, cariño... ¡Laurita ha jugado a la pesca submarina !

¡Mierdaaaaaaa ! ¡Necesito otra polla, yaaaaa ! – y es que cuando me lanzo no hay quién me pare.

Como he sido otra vez mala con Carlos – dijo suavemente Laura – si quieres te hago cosas con mi manita...

Me daba lo mismo lo que me metieran. En momentos así, cuando estoy completamente desbocada, soy capaz de follar con el primero que pase...

¡Sí... Ven... Rápidooo !

Dieciséis años. ¡Joder ! ¿De dónde salía esa criatura ? ¿De pornolandia ?

¡Uy, qué panochita más linda tienes ! – se untó los deditos con la lefa de su Papito y me los fue metiendo en el coño, uno detrás de otro. - ¡Qué calentito que está ! ¡Y qué mojadito !

Tom al ver lo que iba a venir, se fue corriendo hacia sus cosas y volvió en un sprint con un frasco de aceite bronceador :

¡Toma ! Con esto le meterás la mano entera – sentí el frío contacto del aceite sobre los labios de mi coño y me preparé psicológicamente a mi primera sesión de fisting playero.

¡Auuuu ! – la manita de Laura se hundía en mi vagina sin que ésta supiera muy bien cómo reaccionar : si dilatándose o contrayéndose.

¿Te duele ? ¿Paro ?

¡Cómo pares te corto el brazo !

Y la pequeña Laura siguió follándome con su pequeña mano y buena parte de su pequeño brazo. Cómo si estuviera soñando, varios sonidos se mezclaban en mi mente : mis gemidos -¡Auuu ! ¡Auuu !, los « clic, clic » de la cámara de fotos, los « dale, dale » de Carlos y Tom, los « rum, rum » de las olas del mar... Me sentía morir. Y más aun cuando comenzó a girar y regirar su mano en mi coño.

¡Quéééé... Aaaaaaaiiii... aiiii !

Con sus nudillos, con la punta de sus dedos, con no sé qué, me frotaba algo en las paredes de mi vagina que me producía unas impresionantes descargas de placer, muy próximas al dolor, casi insoportables ; como si diez lenguas juguetearan a la vez con la punta de mi clítoris.

Me entraron unas inaguantables ganas de mear, a la vez que me daba cuenta de que lo que me sucedía en realidad era que me estaba corriendo. Corriendo de una manera escalofriante.

¡Paaaraaaaaaaa... Ffff... Aaaaiiii !

Se me quedó la boca abierta pero ésta ya no emitió ningún sonido. Laura, un poco asustada, sacó demasiado rápido su mano. Los muslos empezaron a temblarme en espasmos incontrolados y mi coño estalló en mil proyecciones líquidas que estallaron violentamente sobre las piernas de una sorprendida Laura.

¡Se me está meando encima ! – exclamó la niña.

No creo, Laura – le dijo Carlos- Di simplemente que se te ha corrido encima.

Me dejé caer hacia delante, agotada, ebria de placer. Laura tocaba esa líquido príngoso y transparente que la había regado.

Es verdad, no es pipi – dijo, llevándose los dedos pringados de mi lefa a la boca- No sabe a nada.

Carlos se agachó hasta mi altura y me preguntó si todo iba bien :

¡Oh, Dios ! ¡Nunca me he sentido mejor que ahora ! Pero... ¡Me está entrando un sueño !

Pues ahora no es momento de dormir... ¡Mira quién viene por allí !

Gloria y Vicky avanzaban hacia nosotros. Entre pitos y flautas, debían ser ya más de las siete de la tarde. Teníamos que darnos prisa para convencer a unos y otros de lo bueno que sería terminar la noche juntos.

Lo íbamos a conseguir. Pero lo que vino después os lo contaré en el próximo capítulo.

CONTINUARA...