Un día de mi vida (2 y Fin)
Si no fuese por estas tareas "adicionales", no soportaría la rutina de mi trabajo.
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Con la copa en una mano comencé otra vez a bailar excitantemente, acariciándome yo misma y balanceando mis tetazas, cosa que, bien se, anima a cualquiera.
Para cuando dejé la copa y comencé a acariciarme yo misma acercándome y retirándome de ellos para provocarles, oímos como Ferrán se corría ruidosamente dentro de la boca de Inés que, impávida, se tragó el semen como si fuera algo cotidiano con un desconocido. Entonces me di cuenta de que mi jefe no había utilizado condón con ella y se lo recriminé.
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Estos señores y esta puta me consta que son de fiar. Tu también te los tirarás sin gomita.
Ni hablar. No los conozco de nada y parece que son bastante puteros. Quien sabe lo que pueden tener.
Oye golfa, sin ofender dijo el del PP- hemos enseñado a tu jefe un certificado médico nuestro y de nuestra puta de hace dos días.
Habéis podido coger una gonorrea ayer mismo.
No hemos follado desde entonces para poder regarte bien los agujeros a ti, so zorra.
Bueno, bueno. Haya paz y buen rollito. Intervino Ferrán. Nena, te garantizo que los señores no te contagian nada.
Ve tu a saber. Y me están llamando puta todo el rato.
Señores alcaldes, un poco de consideración. La señora, que tiene carrera, se califica como "cortesana", no como puta. Eso dijo Ferrán tomándome el pelo y me sentó fatal.
Pues será cortesana o diputada, pero se porta como una ramera.
Me voy y punto. Estos son lo peor con los que has tratado, jefe.
Espera Jorja. Ven conmigo.
Ferrán me llevó a los aseos de su despacho y, mientras me pellizcaba brutalmente un pezón, me amenazó con perder mi comisión en el apaño aquel. Así que reconsideré la cosa y me dispuse a ser complaciente con aquellos dos cretinos.
Al regresar al despacho, los dos elementos estaban sentados en el sofá con Inés por medio sobándola las tetas. Me quedé un poco cortada. Allí, de pie y desnuda ante ellos sin que me dirigieran la mirada. Ferrán a mi lado con su brazo enlazado a mi talle. Una ligera presión suya me animó a agacherme y hacerme cargo de la polla del alcalde del PP que comencé a friccionar suavemente haciéndole perder su atención sobre la secretaria.
Ferrán -dijo con retintín- tu docta cortesana tiene unas manos de lujo para manejar pollas.
Es lo mejor de mi abogada. Sus manos. No las encuentras en nadie. Grandes y fuertes y, a la par, cálidas, suaves, elegantes y hábiles. Déjale hacer y verás. Pero no te excedas o te derramaras en sus manos y tu pene no podrá disfrutar de las delicias que sus entrenados esfínteres saben conceder.
Mientras manejaba la herramienta del tipo, Ferrán animó al otro y a la chica a regalarse también con mi cuerpo. Al rato tenía al otro alcalde amasando mis tetas y a la chica bajo mi coño embelesada y jugando con el descomunal anillo de mi clítoris. Mientras, Ferrán, como de costumbre, hacía fotos subrepticiamente.
Comencé a mamar la polla que trabajaba al tiempo que Ferrán sugería a la chica que hiciese algo por la del otro y dejase de comerme el coño. Inés se puso a comer la polla del alcalde de CiU y sucedió lo que era de esperar. Ninguno de los dos aguantó. Uno se desahogó sobre mi cara, ya que retiré su polla de mi boca cuando lo vi venir, y el otro dentro de la boca de Inés que, nuevamente, se tragó todo el producto. Parece que a aquella joven mamá le gustaba engullir semen.
Obviamente los tres hombres necesitaban un aplazamiento para recuperar fluídos y fuerzas. Inés y yo fuimos al office a prepararles unas copas mientras hablaban de fútbol. Allí, charlando como colegas, me contó ella su situación que ya he comentado.
Inés hacía mi mismo trabajo. Capturar o convencer a "clientes". La diferencia era que ella tenía dos jefes babosos, gordos y estúpidos, su posición laboral era inferior a la mía pese a la misma titulación universitaria y los beneficios por "intervención" eran desproporcionadamente bajos ante los míos. Se daba por tanto una paradoja: ella era más joven y hermosa que yo, mejor preparada intelectualmente y, sin embargo trabajaba el triple y su remuneración era indeciblemente inferior. Cosas de la vida.
Me confesó que le encantaba hacer ese trabajo adicional, que realmente su fantasía íntima era ser puta callejera, dependiente de un chulo duro que tuviese una buena cuadra de rameras en la que ella compitiese por ser la mejor. Que no le importaban los cuernos de su marido. Que el colmo de su fantasía sería que su marido fuese consentidor con su profesión de puta callejera y llegar a casa acompañada del chulo y que éste le indicase a su marido la conveniencia de limpiarla y el modo de cuidarla y prepararla para el uso mientras ella preparaba la comida del día siguiente para su niño y su esposo. Pero tenía el problema de su hijo.
La confesión de aquella golfa me puso caliente, ya que no distaba mucho de mi propia inclinación y, desnudas como estábamos, no tuve ningún reparo en acercarme, pegarme a ella y confesarle mi tendencia al exhibicionismo. Le conté como me gustaría ser actriz porno y mostrar a infinidades de masturbadores mis agujeros bien abiertos y debidamente aprovechados. Que sería feliz de recibir esperma como esas guarras que ves en Internet con la cara toda rociada y una docena de pollas vaciando encima.
Mientras yo le contaba mis fantasías, Inés iba cruzando sus muslos entre los míos y frotando su pubis contra mi enjoyado clítoris por el cual también se interesó.
Ansiaba anillarse los pezones y el clítoris y me preguntó por los efectos que eso producía y si podría ocultárselos a su marido.
En eso estábamos. Las bocas acariciándose mientras nos confesábamos en susurros y nuestros muslos apretados entre sí intentando que los clítoris entrasen en contacto. Así nos sorprendió Ferrán, apoyado en el quicio de la puerta con sonrisa maléfica.
- Chicas, los dos capullos quieren más y dudo que con la forma de trasegar alcohol se les pueda levantar. Tenéis que hacer algo que se me ha ocurrido. Un numerito lésbico.
Tratamos de protestar las dos, pero, en el estado en que nos encontrábamos, ninguna opuso reparos con mucha convicción. Era el típico "me opongo porque lo has dicho tu, que si no lo hubiera hecho yo".
Nos condujo al despacho, una a cada lado y con las manos rodeando nuestra espalda y levantando y estrujando un pecho de cada cual.
- Señores. Las señoritas nos van a ofrecer un espectáculo.
Sacó un grueso y largo consolador doble color negro de un cajón de su mesa y me lo entregó. El instrumento era descomunal, como para una broma. Yo ya lo conocía y había usado sobradamente, pero Inés quedó bastante asustada por sus dimensiones barruntando cual iba a ser su utilidad.
Tuve que animar a la asustada chica para que se tumbase frente a mi en la alfombra y ante los tres machitos. La tuve que colocar en la posición debida ya que estaba agarrotada de pavor. También tuve que introducir en su vagina los primeros centímetros de la estaca con mucho cuidado para que se fuese tranquilizando.
Palabras amables: No te preocupes nena, por ahí salió tu hijo y abultaba más que esto ... a estos guarros se les va a poner de piedra viéndonos .... no quedemos mal ... que se den por vencidos ellos.
Inés se fue tranquilizando y lentamente fuimos acoplando nuestro vaivén de forma que la tranca aquella iba siendo absorbida en el interior de nuestros coños. Cuando quedaba poco para que desapareciese totalmente, los jadeos de Inés delataron que estaba sufriendo. Aferré el poco tramo de verga que quedaba al aire y me la enfundé de un empellón. Me dolió el golpe de la cabeza en mi útero, pero ... misión cumplida.
Sudorosas y jadeantes miramos sonrientes por nuestra hazaña al trío y les vimos acalorados y polla en ristre.
- Alcalditos, estas boquitas quieren chupar algo sólido.
Los dos viejos se dispusieron a ofrecer las pollas a nuestras bocas, pero Ferrán tuvo mejor idea.
- Os ayudo a voltear y que os la metan por el culo.
Con cuidado y la fuerza de mi jefe, nos pusimos a cuatro patas sin que el gran vergajo se escapase de nuestros coños ni un centímetro. Ferrán dirigió a los inexpertos alcaldes para introducir sus ridículos penes en nuestros anos.
Debo reconocer que la experiencia fue grata. Me sentía dichosa de ver como Ferrán filmaba todo con su diminuta cámara de video adquirida poco antes en Andorra. Satisfecha de haber dirigido bien a la putita a la que estaba ligada por el descomunal aparato. Y encima no tenía que ver la jeta de los dos babosos pero disfrutaba de una pequeña polla adicional en mi ano. Escenario completo para mi orgasmo, que no dudé en manifestar ruidosamente y volviendo mi cara con gesto lascivo al objetivo de la cámara de Ferrán.
A través del travesaño -valga la redundancia- que nos unía a Inés y a mi, percibí los espasmos con que la amable y dulce madrecita denotaba su correspondiente orgasmo.
Aún tuvimos que aguantar un buen rato, durante el que me di cuenta de la ausencia de las agujetas con las que emprendí el día, para que los dos mandatarios consiguiesen eyacular en nuestro rectos.
Ferrán remató el día. Nos colocó a Inés y a mi a cuatro patas, yo sobre ella, y nos folló el coño alternativamente. Debo reconocer que, aunque mi jefe es un hijodeputa, es buen follador. Volvimos a orgasmar las dos. Yo, sin duda, por imaginarme el espectáculo que estaba ofreciendo a los dos ediles, que se masturbaban como locos intentando infructuosamente volver a tener una erección.
Antes de correrse, Ferrán sacó su polla de mi coño y se apresuró a ponerla ante nuestras caras para derramarse sobre ellas, pero la amita de casa fue rápida. La atrapó en su boca y se comió golosamente el poco esperma que le quedaba a mi jefe.
Terminó la noche con más copas y nada más de sexo, pese a un intento mío por provocar alguna erección más.
Esta mañana tengo resaca. Tengo el culo y el coño como un bebedero de patos. Esta tarde llegará mi amante compañero Mariá, que me ha avisado que tiene dos días libres. Vendrá con ganas de folleteo si es que no ha conseguido nada durante su estancia fuera. Y tendré que contarle al pobre mis excesos de estos dos días y pedirle que redima a mis agujeros. Menos mal que es tan comprensivo.
FIN
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