Un día de campo

Relato escrito en dos partes. La primera por mí y la segunda por una deseada amiga.

-YO-

Hacía buen tiempo y decidimos detener el coche junto a una pinada que habíamos divisado desde la carretera. La comida, copiosa, nos había dejado el cuerpo algo aletargado, aunque la bebida, también abundante, agudizaba nuestros sentidos, invitándonos a gozar del placer del sexo. En nuestras mentes se debatía un duelo entre el descanso y el desenfreno.

Salimos del vehículo y sin hablarnos nos sentamos bajo la sombra del pino más frondoso que encontramos. Nos miramos y vimos el deseo en los ojos del otro. Nuestras bocas se juntaron como atraídas por la gravedad de la Tierra. Al momento las lenguas se entrelazaron buscándose, reconociéndose y saboreando la excitación propia y ajena. Nuestros sexos empezaron a despertar, el tuyo se humedeció rápidamente y el mío se fue hinchando hasta quedar totalmente tenso. Continuamos así un ratito, sin tocarnos, con nuestros labios pegados en un sello de complicidad.

Fuimos resbalando hasta quedar acostados uno al lado del otro sin que nuestras bocas se separaran en un solo instante. Los brazos, inactivos hasta ahora, se movieron buscando el cuerpo del otro, abrazándonos a oscuras, pues teníamos cerrados los ojos. Enseguida, tus manos y las mías buscaron la piel del otro, metiéndose debajo de la ropa que llevábamos puesta. Te desabroché el sujetador, liberando tus montañas de mis deseos mientras  me quitabas la camisa y me besabas el cuello y bajando, tu lengua saboreó mi pecho mientras que tus labios apresaban  mis pezones. Yo hice lo mismo contigo en cuanto tuve ocasión. ¡Qué bella estabas así, semidesnuda, en armonía con la naturaleza! Cogí tus senos entre mis manos y los acaricié un rato. Pellizque tus pezones que estaban duros, apuntándome. Tú, me bajabas los pantalones, después los calzoncillos, dejándome totalmente en pelotas a tu disposición. Me agarraste la polla, apretándola con fuerza, la mirabas con deseo mientras me la meneabas. Luego me cogiste los huevos acariciándolos con delicadeza. Los tenías dentro de tu mano y jugabas con ellos. Te quité el botón del pantalón, bajé tu cremallera y de un tirón te deje desnuda. Mi mano te acaricio los muslos y después la subí hasta el coño que toque por fuera y por dentro hasta que tuve toda la mano empapada de tus jugos. Te acaricié el clítoris e introduje mis dedos en tu vagina, sacándolos y metiéndolos con un ritmo que hizo correrte entre suspiros.

Tú todavía con mi pene en la mano, te lo acercaste a la boca, sacaste la lengua y me la pasaste por todo el glande, limpiándolo de algunos líquidos que habían aflorado de la excitación. Luego, bajando la lengua recorriste todo el miembro hasta llegar a los testículos que también lamiste un rato y abriendo la boca te metiste uno dentro, chupándolo con lujuria, después el otro y por fin introdujiste mi polla en tu boca, primero el glande y poco a poco la fuiste metiendo más hasta que te llegó a la garganta. Mientras ibas succionándola apretándola con tus labios. Me di la vuelta para hacer un 69 y te abrí las piernas, tenias tu coño frente a mi boca, lo besé, después abrí la boca y te lo mordí flojito, te chupe la pipa y sacando la lengua te limpie toda la almeja de tu néctar, por fuera y por dentro, tenias todos los pelitos mojados y te los chupe con gusto, que rica sabias!, aunque no daba abasto pues cada vez se te mojaba mas.

Te aparté la cabeza de mi sexo, pues estaba a punto de correrme y quería hacerlo en otro sitio. Tenía mi dedo dentro de tu culo que con el movimiento y las caricias se te estaba abriendo. Te di la vuelta y te puse con el culo en pompa. Te abrí más el culo y eche saliva dentro mientas que mis dedos agrandaban y relajaba tu agujerito más  y más. Cuando vi que ya estaba preparado, puse mi polla en la puerta y empujé un poco, tú gemiste de placer. La saliva que había en mi miembro y tu ano surtió efecto y resbalando poco a poco te metí todo el pijo dentro de tu culo. Esto te hizo daño pero estabas demasiado excitada para parar. Luego sentiste mucho placer. No dejabas de decirme que te gustaba, que te follara el culo, Nos movimos un ratito sacándola y metiéndola cada vez más deprisa hasta corrernos entre gritos y espasmos de placer en un intenso orgasmo. Te quedaste tan inundada de mi leche que te salía por tu ano, chorreándote por los muslos y mezclándose con los fluidos que te salían de tu chochito caliente.

Después jadeantes y sudorosos, nos tendimos uno al lado del otro, cogidos de mano, contemplando la naturaleza y recordando los momentos pasados. Grabándolos en nuestras mentes para no olvidarlos jamás.

-TÚ-

...... Y fue así, tumbados desnudos bajo aquel pino, como nos sorprendió una patrulla de la Guardia Civil. Al ver nuestro vehículo estacionado en aquel lugar, pararon para comprobar la matrícula, y allí, a pocos metros estábamos nosotros completamente desnudos y relajados tras nuestra intensa sesión de sexo. Se aproximaron a nosotros, y en sus caras podía notarse la excitación que les provocaba lo que tenían ante sus ojos.

Tu primera reacción, al descubrir que teníamos visita, fue la de ocultar mi cuerpo a sus miradas, pero luego descubriste que te excitaba la idea de que otros ojos disfrutaran de mi cuerpo. Nos pidieron la documentación, y respondiste que estaban en el coche, y el más mayor le dijo al joven que te acompañara al vehículo a recoger la documentación. Te colocaste los pantalones rápidamente y te alejaste en dirección al coche, acompañado del joven "picoleto", mientras el otro me devoraba con los ojos. Alargué mi mano hacia tu camisa, para colocármela y cubrir con ella mi desnudez. Recogí mis prendas y me fui hacia unos arbustos a pocos metros de allí, para vestirme con un poco más de intimidad.

Me había colocado el sujetador y el tanga, y me disponía a subirme los pantalones, cuando noté unas manos en mis nalgas. Me sobresalté y me giré para plantar cara al dueño de esa atrevida mano, y me encontré con la cara del picoleto. Nos quedamos unos segundos mirándonos. Sus ojos paseaban por mi cuerpo cubierto tan solo por mi tanga y el sujetador, y con los pantalones en los tobillos. Su mirada era dura, pero cargada de deseo. Se moría de ganas de follarme. La vergüenza de haber sido sorprendidos, había dado paso al miedo que me producía aquella mirada en un desconocido. Pero a la vez me sentía excitada.

El hombre alargó su mano y sacó uno de mis pechos. Empezó a jugar con mi pezón relajado, sin dejar de mirarme a los ojos. Lo pellizcaba, le daba pequeños tirones, y lo retorcía lentamente, hasta que este se puso duro como una piedra. Yo me sentía temblar, estaba aterrada, a la vez que sentía que mi coño empezaba a calentarse. Se acercó más a mí, y bajó su cabeza para atrapar mi pezón y torturarlo con su boca. Intentaba meterse todo mi pecho en la boca chupando fuerte todo lo que en ella cabía, frotando bien su lengua en mi duro pezón, clavando los dientes en la blanca piel de mi pecho, mientras descubría mi otro pecho y su mano le dedicaba las mismas atenciones que le había dedicado al primero. Su boca inició un movimiento de succión en mi pecho, como si quisiera extraer alimento de él, que logró que mi respiración se entrecortara. Y cuando succionaba fuerte, de mi garganta salían gemidos mezcla de dolor y placer. Se puso detrás de mí, y sin dejar de sobar mis tetas, bajó una de sus manos a mi coño por encima de mi tanga, acariciándomelo, marcando la separación de mis labios con sus dedos, rozando mi clítoris. Notó como mi tanga se mojaba, y eso le excitó aún más y mordiendo mi cuello bajo mi oreja, pegaba su dura polla a mi culo, encerrada ésta todavía bajo la ropa. Noté como sus manos se apartaban de mi cuerpo, después el resto de su cuerpo también se apartó, y cuando me iba a girar para saber qué ocurría, me bajó el tanga y noté como algo frío era frotado desde atrás entre los labios de mi coño. Me estaba masturbando con la pistola!!. Mis piernas empezaron a temblar. Supuse que había tomado precauciones para que el arma no se disparara, pero, y si no era así?. Me dijo que me colocara a cuatro patas, y mientras yo lo hacía, él dejaba libre su polla dura como el acero. Volvió a colocar la pistola en mi coño, frotándome con ella. Mi coño ajeno a mi miedo, se mojaba más y más. Pegué mi cabeza al suelo, dejando elevado mi culo y ofreciéndole más mi coño, y él introdujo el cañón de la pistola en mi coño moviéndolo como si me estuviera follando.

Fue en ese momento cuando aparecisteis el otro picoleto y tú. En un primer momento os quedasteis perplejos, pero sin mediar palabra, os acercasteis para contemplar la escena de cerca y, si era posible, participar. El picoleto me follaba más y más con la pistola, mientras se pajeba con su otra mano y me decía: "Córrete putita... te gusta, eh?". La sensación de ser follada así por un desconocido, el miedo de que pudiera dispararse el arma, y el saberme observada por vosotros, hizo que no tardara nada en correrme. Mis gemidos y los líquidos de mi coño, provocaron que él también se corriera. Y acercando su polla a mis nalgas, dejó que los chorros de su leche salpicaran mis grandes nalgas.

Esta imagen os puso a mil. Sin darme tiempo a recuperarme, el otro Guardia Civil se tumbó en el suelo y me hizo colocarme sobre él y meter su polla hasta el fondo de mi resbaladizo coño. Mientras follábamos, tú te acercaste, y sabiendo la sensibilidad que esconden mis pezones, empezaste a torturarlos, mientras nos besábamos y metías tu lengua hasta mi garganta. El otro picoleto, todavía con la pistola en la mano, decidió entonces follarme el culo con ésta. Mientras nuestras lenguas jugaban y tus manos torturaban mis tetas, yo no dejaba de acariciarte la polla. Separé mi boca de la tuya, y bajé mi cabeza para encontrar tu polla. Estaba loca de placer, gozando como una perra en celo, pero quería compartir todo ese placer contigo. Te la chupaba con ansia, queriendo que me entrara toda en la boca, que no me quedara ni un milímetro de tu polla por degustar. El picoleto de la pistola sintió envidia y te pidió que te apartaras, que quisiera que se la comiera a él. Intimidado por la pistola, te apartaste a regañadientes, pero fuiste en busca de mi culo. Noté la cabeza de tu polla presionando mi ano.

Pensar en volver a sentir tu polla dentro, esa misma polla que hacía un momento me estaba comiendo como una hambrienta, hacía que mi coño no dejara de chorrear mientras sentía la otra polla moverse dentro de él. Pero esta vez no fuiste con la misma delicadeza que la primera vez. Esta vez me la metiste de una fuerte estocada, querías metérmela hasta los huevos de una sola vez. Me dolió, pero la polla que tenía en la boca me impidió gritar. Te habrías corrido de gusto en aquel mismo momento, del modo en que mi culo dolorido apretaba tu polla, por lo que te quedaste quieto mientras mordías mi cuello. Pero a través de la fina pared, sentías el roce de los movimientos de la otra polla y eso te hizo perder el control. Empezaste a bombear con fuerza, follándome el culo salvajemente, provocando que tensara mi culo del dolor, lo que me provocaba aún más dolor. El que me follaba el coño, levantaba la cabeza y me succionaba con fuerza un pezón, mientras tú me retorcías y tirabas del otro. Mi culo empezó a relajarse de gusto y de mi garganta escapaban gemidos de placer, mientras mi cuerpo se tensaba a punto de tener el mejor orgasmo de mi vida.

Los músculos de mi vagina y de mi ano se encogieron absorbiendo vuestras pollas todavía más adentro y saboreando un orgasmo por el que parecía que me iba a morir de placer. Los pequeños espasmos de mi corrida, provocaron que vosotros no aguantarais más, y soltarais toda vuestra leche, llenando mis agujeros con vuestro líquido caliente. El que tenía la polla en mi boca, tiró de mi pelo llevando mi cabeza hacia atrás y soltando su leche en mi boca abierta, golpeando mi lengua con la punta de su polla. Tras unos minutos para recuperar el aliento, se colocaron bien el uniforme, y sin despedirse se alejaron de allí. Yo permanecía tendida en el suelo, semiconsciente del placer experimentado, y abrazándome tiernamente, me acurrucaste contra tu cuerpo.