Un día de calor

De como fuí a darme una ducha y me llevé una sorpresa.

Fue a mediados de mayo, hacía ya bastante calor. Tendría alrededor de unos catorce o quince años, creo que más bien catorce. Estaba en mi habitación con el ordenador intentando hacer un trabajo de música que habían mandado en el colegio, pero por culpa del calor no podía concentrarme y corría el riesgo de suspender la asignatura.

Mis padres habían salido y decidí ir a darme una ducha y continuar con el maldito trabajo. Salí de mi habitación y cogí una toalla para luego secarme. Cuando llegué hasta el baño la puerta estaba medio abierta, por una rendija podía ver quien estaba allí dentro.

No suelo espiar a nadie, pero esta vez me picó la curiosidad y me asomé por la rendija de la puerta y pude ver a mi hermana saliendo de la ducha totalmente desnuda. Se llamaba patricia, en esa época tendría unos diecisiete años, ya que era tres años mayor que yo. Era alta y con el pelo largo y morena, bastante guapa pero a mí no me atraía, era mi hermana.

Pero al verla de arriba abajo totalmente desnuda, empezó a ponerse la polla dura. Pude ver los pechos, que usaba una buena talla y más abajo su coño, que por cierto no estaba depilado, era muy excitante para mí porque yo no había visto una mujer desnuda al natural tan cerca de mí.

Giré la cabeza hacía el pasillo intentando olvidar aquella imagen tan hermosa, pero era totalmente imposible. Me fui corriendo a mi habitación a terminar el trabajo pero no podía olvidar lo que había visto en aquel baño. Sin pensármelo dos veces anduve despacito para no hacer ruido y llegar hasta el aseo. La puerta seguía medio abierta y volví asomarme.

Mientras la miraba en el baño desnuda secándose el pelo con un secador, mi mano, inconscientemente, fue bajando hacia el pene, que cada vez se ponía más duro e hinchado. Sin darme cuenta fui desabrochándome el pantalón y bajándomelo un poco.

No sé si fue por el calor o por la edad, pero me fui bajando los calzoncillos y sacándome la polla, que ya estaba húmeda y un poco de semen en la punta, empecé a cascármela lentamente, pero era tal situación ver a mi hermana como mi madre la trajo al mundo, que aumenté el ritmo de la masturbación.

No dejaba de mirarla, pero para mi desgracia cerré los ojos un segundo y de repente abrió la puerta. Los volví abrir al instante.

Fue una de las peores situaciones de mi vida. Mi hermana recién salida de la ducha envuelta en una toalla y yo con la polla en la mano a media masturbación y los calzoncillos por los tobillos.

Me subí los pantalones en una décima de segundo y me dirigí hacia mi habitación los más rápido que pude.

Estaba en mi habitación muerto de vergüenza por aquella escena. Me senté en la cama y tocaron a la puerta de mi habitación. Yo supondría que era mi hermana y así fue. Con voz de timidez dije que entrase y apareció ella solo con la toalla.

Se sentó a mi lado y empezó hablarme de lo que había ocurrido e intentar parecer un situación normal, aunque de eso no tenía nada.

Al ver que yo no decía una palabra muerto de vergüenza por la pillada que me había hecho, se puso enfrente mío y se arrodilló un poco. Subió su mano hasta el paquete y por fuera del pantalón empezó a tocármela. Mi polla volvía otra vez a ponerse dura.

Me bajo un poco los pantalones y pasó su mano sobre mi pene, que ya estaba más duro que una piedra y hacía espasmos. Luego bajó un poco los calzoncillos y me la sacó.

Lentamente empezó a subir su mano de arriba abajo por mi polla. No me lo podía creer, mi propia hermana me estaba haciendo una paja. Con todo el calentón y el morbo de la situación, no tardaría en correrme.

Cada vez subía y bajaba la mano más frenéticamente, así dure unos minutos, intentando aguantar para que aquella paja no acabase nunca. Pero al final, de mi polla, salió un enorme chorro de semen que cayó sobre la toalla de ella. Nunca había expulsado tanta leche.

Se levantó y con una ligera sonrisa se marchó de la habitación cerrando la puerta. Me limpié con un clínex de un cajón y me subí los pantalones. Sentado en la cama pensé sobre lo que había pasado.

Ahora sí que no podía terminar el trabajo de las narices, no podía concentrarme, volvía a recordar la paja que me hizo. Ya entraba el verano y hacía mucho calor.