Un día cualquiera en el despacho

De como una de mis lectoras se excita leyendo mis relatos.

Este es el primer relato que escribo que no es una experiencia personal, pero que al igual que todos los demás es real. La persona que lo protagoniza es una bella lectora de mis relatos que me ha relatado como me conoció y por ello le he escrito este texto en su honor.

Verónica se mesó el cabello confusa y desesperada. Por más que miraba la pantalla del ordenador las cuentas no cuadraban. Durante toda la semana había estado trabajando sin descanso en el caso que tenía entre manos. Diariamente su jefe la apremiaba y no conseguía componer el mosaico final del proyecto que tenían que presentar al cliente el próximo lunes. Echándose hacía atrás se recostó en la amplia butaca de cuero y volvió a respirar profundamente. Necesitaba un descanso y despejarse un rato.

Con un "Necesito un café ¿quieres otro" se despidió de su secretaria cuando cruzó la antesala de su despacho andando hacia la maquina de cafés que había en el pasillo. Mientras recorría el pasillo se cruzó con el nuevo becario que al igual que todos los días recorrió todo su cuerpo con una mirada lasciva. Verónica se rió por dentro pensando en como el joven la deseaba pero como siempre no se atrevió a decirle nada; cuando cruzaban alguna que otra palabra él se mostraba nervioso e inquieto, y entre tartamudeos y balbuceos solía decir algo incoherente que hacía que Verónica se riera más aún por su "malvado" comportamiento.

Y es que el pobre chico había caído bajo el influjo de sus encantos, todo ello sin que ella se lo propusiera. Allí por donde pasaba Verónica los hombres se volvían para mirarla levantando pasiones ocultas. Recién entrada en la treintena seguía manteniendo el atractivo de la juventud combinado con la experiencia y la madurez propias de su edad. De estatura media, su cuerpo delgado contorneaba sus pronunciadas curvas al ritmo rápido que imponían sus pasos. Sus largas piernas sostenidas por unos tacones de vértigo se mostraban largas y tersas allí donde la falda del traje chaqueta que hoy vestía dejaban que se asomaran. El pelo castaño recogido en una larga coleta enmarcaba su fino rostro acentuando la mirada de sus oscuros y profundos ojos e incrementando el poder seductor de su amplia sonrisa. Verónica era una persona entera, decidida e inteligente que sabía como seducir a un hombre, por ello siempre dejaba que la apertura de su chaqueta oscura dejara entrever el escote de su blanca camisa y se intuyera la redondez de sus senos ocultos por la lencería negra que acostumbraba a portar. En definitiva, una mujer de bandera a la que rendirse siempre a sus pies.

Sujetando con ambas manos el humeante café una voz masculina la sobresaltó. El director del bufete de abogados para el que trabajaba desde hacía poco la felicitó por el buen trabajo que estaba realizando y a la vez la apremió para que el proyecto estuviera finalizado para antes de que acabara el día. Mientras volvía a su despacho pensó que tendría que hacer horas de más para dejar finalizado el trabajo extra en el día de hoy. Sentándose de nuevo ante su amplia mesa de trabajo se masajeó las sienes pensando en la larga tarde que le esperaba. Luego recapacitó y planeó lo que quedaba de día. Tendría que llamar a su madre para que fuera al colegio a recoger a su hija, y luego hablar con su marido para que se encargara de darle de cenar a la niña y acostarla. Por otro lado pensó que quizás tampoco le vendría mal un poco de descanso de las labores en el hogar y el no tener que aguantar las continuas riñas con su esposo porque la niña no se portaba bien o no quería cenar. Respirando hondo volvió al trabajo.

Llevaba horas tecleando sobre el ordenador y hacía tiempo que su secretaria se había marchado a casa. Las luces del resto de despachos se veían apagadas, señal de que sus ocupantes ya habían vuelto a sus hogares. Verónica deseaba poder acabar para coger el coche y salir disparada de allí, en pos de un merecido descanso. Pulsando fuertemente la tecla de entrada dio por finalizado el presupuesto y el desarrollo del proyecto. Lanzó su cuerpo hacia atrás recostándose y suspiró aliviada. Si corría podría llegar a tiempo para acostar a la niña, pero con el cansancio que tenía no le apetecía en absoluto. Pensó que mejor sería que por un día se encargara su marido de la niña, ella necesitaba un descanso que la despejara. Volvió a salir al pasillo y tomó un refresco de la máquina. De camino de regreso al despacho comprobó que no había nadie más en el edificio por lo que avisó al guardia de seguridad para indicarle que antes de que se marchara comprobara en su ronda que ella estaba aun allí para que no la dejara encerrada en el interior de la oficina.

Dando pequeños sorbos a la lata del refresco abrió el navegador de Internet y se dispuso a leer las noticias en la versión digital del periódico local. Luego abrió otra ventana y accedió a su cuenta de correo particular para comprobar si tenía nueva correspondencia. Una sonrisa iluminó su rostro, con celeridad abrió un nuevo correo que la avisaba de que se había publicado un nuevo relato de su autor favorito en una conocida página web de relatos eróticos. Desde hacía tiempo leía sin descanso todo aquello que este anónimo escritor redactaba y luego colgaba en esta página. Lo que más le atraía de aquellos relatos era que todos ellos eran experiencias reales vividas por el autor y la forma que tenía éste de describirlas.

Mirando de forma nerviosa la puerta se abalanzó sobre ella y echó la llave franqueando el paso, luego cerró las cortinas que daban al ventanal tras su escritorio, descolgó el teléfono y apagó las potentes luces dejando solamente la bombilla de su lámpara de mesa como referente lumínico. Sacó de su bolso un CD de música y de pasó puso su móvil en modo silencioso. Por último se soltó el pelo y se recostó dispuesta a disfrutar de la lectura de este nuevo relato.

Poco a poco fue adentrándose en la explicación que el autor daba de una lejana fiesta en la que acababa realizando un trío amoroso con dos chicas desconocidas. Dando pequeños sorbos al refresco de vez en cuando Verónica leía con detenimiento, sumergiéndose en la lectura, saboreándola, y tratando de imaginar lo que leía notó una comezón que empezaba a recorrer todo su cuerpo. Sus dedos jugueteaban inquietos con su pelo mientras el morbo a ser descubierta incrementaba la excitación que le proporcionaban las letras allí expuestas. Su mano se movía por todo su cuello y cuando terminó de leer el relato se encontró extrañamente nerviosa.

Echándose hacía atrás sobre la butaca cerró los ojos y suspiró tratando de imaginar todo lo que había leído. El relato sobre el trío le traía gratos recuerdos de una experiencia similar que había tenido en la universidad y el rememorar aquellas escenas hizo que la picazón que sentía entre sus piernas se extendiera a todo su cuerpo pidiendo a gritos ser liberada junto a toda la carga sexual que llevaba en su interior. Disfrutando de la lenta música se dejó llevar por el momento.

Poco a poco fue bajando su mano jugando con la punta de sus dedos sobre la redondez de sus senos, que se mostraba a través del cuello de la blanca camisa. Con delicadeza hurgó con un dedo por debajo del negro sujetador buscando la calidez de su pecho. No le extrañó el grado de dureza que mostraba su pezón y descuidadamente jugó con él un tiempo. Luego introdujo toda la mano sopesando su seno y masajeándolo delicadamente. Mientras tanto su otra mano desabrochaba lentamente los dos botones de la camisa entreabriéndola. Con cuidado liberó sus turgentes senos de la prenda de encaje y con soltura comenzó a tocarlos haciendo que se incrementara la excitación que ya recorría todo su cuerpo. Dedicó un tiempo a jugar con sus pezones, frotándolos contra las yemas de sus dedos, pellizcándolos y tirando de ellos, haciendo que se pusieran tan duros como rocas. Sus prestas manos continuaron un rato sopesando sus tetas y acariciándolas despacio. Su mente mientras tanto seguía discurriendo por aquellas imágenes que su mente guardaba como un tesoro de aquel encuentro fugaz con otras dos personas en su período universitario.

Verónica notó como su diminuto tanga poco a poco se fue humedeciendo con los flujos que su entrepierna expedía, entonces fue cuando decidió prestarle más atención. Descuidadamente una de sus manos fue bajando por su vientre y con dificultad trató de introducirse por debajo de su falda, pero no pudo, por ello tuvo que desabrochar la cremallera lateral de la falda y así dejar más espacio para jugar libremente con su entrepierna.

Tocó su sexo por encima de la tela del tanga notándola húmeda y caliente. Despacio frotó cariñosamente la palma de su mano por encima de su conejito moviéndose nerviosa. Su piel se erizó al instante cuando deslizó el tanga aun lado y tocó abiertamente su coño. El fuerte olor de sus jugos inundó sus fosas nasales y la lanzó aún más lejos en su mundo de fantasía.

Jugueteando con el triángulo de vello que ella cuidadosamente afeitaba de vez en cuando en la ducha deslizó un solitario dedo que pulsó levemente su clítoris. El estremecimiento que sintió hizo que su cuerpo vibrara de forma apabullante. Más pausadamente repitió el proceso entre gemidos de placer. Su respiración era entrecortada y notaba como el calor que desprendía se hacía notar. Su húmedo sexo esperaba ansioso que el masaje continuase y ella presta a satisfacer la fuerza de su deseo continuó frotando suavemente la yema de su dedo contra su clítoris. De vez en cuando lo movía arriba y abajo comprobando el grado de humedad que había en sus labios vaginales e incrementando tanto su excitación como su placer. Mientras tanto su otra mano continuaba llenándola de gozo al seguir pellizcando sus pezones una y otra vez.

Comenzando por la punta de sus pies Verónica sintió como un tremendo orgasmo nacía e iba creciendo, desplazándose a través de su espina dorsal hasta la base de su cabeza momento en el que explotó en un coro de gemidos y jadeos a la vez que su cuerpo se convulsionaba de forma espasmódica. Tardó unos momentos en recuperar el aliento y en abrir los ojos. Sonriendo se sintió mucho más relajada. El trabajo y las preocupaciones habían quedado atrás. Pero su cuerpo pedía más.

Como una niña traviesa se puso en pie e introduciendo sus manos bajo la falda se deshizo del tanga a la vez que se despojaba de los zapatos. Antes de depositarlo sobre la mesa lo olió disfrutando de los vapores de su propia excitación. Luego subió su falda a la altura de su cintura y sintiéndose liberada se volvió a recostar en la butaca apoyando ambos pies sobre la mesa de su despacho y abriendo sus piernas al placer. Esta vez cuando cerró los ojos no pensó en sus experiencias pasadas, sino que fantaseó con la persona que escribía esos relatos que la volvían loca y hacían que su cuerpo ardiera de deseo. ¿Quién sería? ¿Cómo era físicamente? Su mente creó su propia imagen y sus manos hicieron el resto.

Con una habilidad pasmosa sus dedos consiguieron volver a poner erectos sus morenos pezones al momento. Le encantaba estirarlos y moverlos de un lado a otro. Imaginó como sería que en aquel preciso instante alguien extraño para ella los lamiera y luego lentamente continuara besando su cuerpo hasta incrustar su cabeza en su entrepierna y darle todo el placer inimaginable. Su coño palpitaba pidiendo más y ella accedió a satisfacerlo.

Sin dejar de masajear sus tetas pasó la palma de su mano por su vulva. Aun la notaba caliente e irremediablemente húmeda, quizás un poco dolorida pero enseguida pasaría tal efecto. Notó como su conejo palpitaba al ritmo del latido de su corazón. Los labios de su vagina estaban rojos e hinchados pero deseosos de recibir de nuevo sus toqueteos. De forma descuidada los exploró recorriendo toda su extensión haciendo que de vez en cuando se escapara un gemido de sus labios entreabiertos. Luego con dos dedos separó los labios dejando al aire su pequeño clítoris y delicadamente lo frotó contra su dedo.

Verónica ya no escondía su excitación y el tremendo placer que experimentaba. En sus sueños se veía saciada por un anónimo amante de rostro desconocido. Cuando se imaginó siendo penetrada por este extraño introdujo levemente un dedo en su vagina. Poco a poco se fue abriendo paso en su interior acompañado por los suspiros que salían de su garganta. Cuando lo consideró necesario comenzó con ritmo lento a meterlo y sacarlo sintiéndose plena y gozando al límite. Su coñito no paraba de exudar más y más fluidos facilitando la penetración. Desde que había empezado a masturbarse cuando era una adolescente no había sentido igual placer que ahora cuando lo hacía a escondidas en el trabajo.

Presa de su propia autocomplacencia no dudo en introducir otro dedo en su vagina a la vez que con la otra mano comenzaba a frotar su clítoris de forma lenta al comienzo y más apresurada después. Verónica aceleró los movimientos buscando alcanzar las más altas cotas de placer una vez más. Cuando se corrió un pequeño gritó se escapó entre sus labios, incluso se asustó por temor a ser descubierta. El nuevo orgasmo hizo que se moviera de forma frenética en la butaca y se sintiera totalmente satisfecha. Los jugos de su coñito caían libres por sus piernas e inundaban sus manos y parte del sillón.

Cuando recuperó el control de su cuerpo se incorporó y sacando un pañuelo de papel se limpió. Respirando profusamente volvió a vestirse y a ordenarse el pelo. Sentándose frente a la pantalla del ordenador contempló el relato que momentos antes la había llevado a ese estado de inquietud. Por un instante pensó en todas las posibilidades y armándose de valor comenzó a teclear un nuevo mensaje de correo electrónico:

"Querido Anónimo Escribiente…"