Un día cualquiera

Pues eso, pura rutina 24/7.

El marcador del reloj de la mesita de noche de mi dueña alumbraba en rojo su silueta bajo las mantas. Una delgada silueta que me permitía ver la mitad del marcador marcando las ocho de la mañana. Sabía que pronto llegaría su madre Andie MacDowell para repetir la misma rutina. Pronto la vería levantar las persianas de la habitación de su perezosa hija Sarah Qualley. Pude oírla tras la puerta serrada de la habitación. Andaba de un lado para otro, aunque en realidad pasaba mas tiempo en la cocina. También oí a su hija mayor Rainey Qualley que preguntaba si su hermana se había levantado. Sarah dormía plácidamente esa mañana mientras la observaba sin perder atención de lo que pasaba fuera de la habitación.

  • Déjala, ya voy yo.

Andie decidió entrar en la habitación.

Una luz cegadora me alertó y levanté mi barriga de la peluda alfombra de los pies de la cama de mi dueña. Estando desnudo con la excepción de un collar de perro en mi cuello, lucía una notable erección mañanera mientras gateaba hasta los pies de Andie. Quería saludar besando sus cómodas zapatillas, pero la madre de Sarah me ignoró y detuvo su camino hasta la ventana. La seguí para besar aunque sea la tela peluda de esas zapatillas de casa, pero Andie dio un paso atrás, que sin la intención de dañarme, su talón desnudo golpeó mi nariz...

  • Puppy! Ve a tu sitio!

Abatido gatee hasta la alfombra.

Andie termina de abrir las cortinas y con su actitud paciente llamó a su hija que gruñía y tiraba de golpe las mantas a sus pies. Entonces Andie se fue satisfecha y si mas exigencias.

Andie a pesar de tener 54 años se mantiene en una linea ideal para su trabajo como actriz y famosa entre las guapas. En su bata de ceda con esas zapatillas acolchadas y el pelo suelto algo enredado no perjudicaba para nada su imagen. Su atractivo sigue con ella, su andar me incita a seguirla, quería besar el talón desnudo, pero al final obedecí y me quedé a los pies de la cama de su hija Sarah.

Andie me compró hace un mes. Recuerdo  ese día en el que imaginé siendo el esclavo de una mujer mayor que yo. Y encima una actriz conocida!. Creí que iba ser suyo, y bueno, en parte soy suyo. El resultado de mi compra fue convertirme en el regalo de Sarah para sus 18 años recién cumplidos. Y eso soy... Soy la mascota humana y esclavo de Sarah Qualley.

Sarah es la mas joven de dos hermanas. Es muy delgada para mi gusto, pero con migo es muy cariñosa. A pesar de ser las mas joven, es mas alta que su hermana Rainey. Las dos hermanas han heredado la piel blanca de su madre, pero ambas son castañas claras y su madre creo que tiene un tinte negro. Sarah es tan blanca que sus pies desnudos sobre la manta reflejaban unos dedos que parecían no tener uñas. Yo, que cumplí con mi deber, me acerqué a ellos y hice que note mi aliento sobre sus deditos. Ella estaba despierta pero mantenía los ojos cerrados. Estaba esperando el ritual de la mañana. Esperaba mi lengua recorriendo en sus pies.

Lamí el lateral de un pie y mi lengua pronto se recreó en el dedo mas chico. La piel blanca a medida que recibía mi lengua se iba volviendo rosa. Lamí sobre el resto de los dedos con la intención de que estos también se volvieran rosa. De un ligero cosquilleo ella retiró el pie en el que trabajaba y lo dejó mas arriba sobre el colchón flexinando la rodilla. Entonces me quedó su izquierdo al pie de la cama, y pasé mi lengua por el lateral hasta el dedo gordo. Mis rodillas gatearon hasta el centro del pie de su cama y busqué lamer de su planta la parte mas carnosa, justo debajo del inicio de sus dedos. Al tacto ella los movió y es en ese momento que abrió sus ojos, sonrió y y me vio implicado en mi función con toda la devoción esperada. Puede que fuera cosquillas, no lo se. Pero al final flexionó la rodilla izquierda, y al igual que hizo con su derecha, me dejó lejos de mi hocico ambos pies.

  • Ven aquí, Puppy!

Acudí a su llamada gateando.

Nada mas acercar mi hocico mi dueña acarició sobre mi enredado y algo grasoso cabello. Sus dedos  desordenaban aún mas mis pelos mientras brindaba una sonrisa de aprobación. Sabía que tendría que levantarse pronto a pesar de su pereza. Pues en ella caía la responsabilidad de sacarme y lavarme. Tal como se prometió ese día iba de playa con su hermana y su madre. Ya Andie y Rainey estaban prácticamente listas. Ya desayunaban y Sarah aún permanecía en cama.  Entonces se le ocurrió pedir favores a su hermana y la llamó. Cuando su hermana Rainey llegó, ya Sarah estaba sentada en la cabecera para decirle...

  • No te importa sacarlo hermanita, igual así me da tiempo de hacer mi habitación.

  • Siempre eres la misma. Anda, ve a desayunar. Que luego cuando lo traiga tu te ocupas de su baño.

Sarah lo agradeció con una pícara sonrisa.

Rainey me puso la cadena en mi collar me sacó de la habitación tan pronto como que Sarah salió de su cama.

Rainey ya estaba vestida para ir a la playa. Aunque pasaba mas tiempo viendo su andar en sus zapatillas blancas de playa, sabía que esos mini jeans ajustados le sentaba de maravilla al igual que la ajustada camisilla veraniega celeste. Se la veía espléndida y preciosa a pesar de que llevaba del collar a un sudoroso esclavo que andaba en sus rodillas y manos.

Cuando salimos del apartamento, mi gateo por la piscina del complejo a la vista de extraños me recordó la poca costumbre. Un momento de tragar saliva, nervios y ya mi erección mañanera ya había desaparecido. Era consciente de que solo era un esclavo y que no iba ser el único en estos caros complejos, pero con mis 35 años me sentía mas humillado siendo llevado así por una joven de 23 años. Y mas así de esa manera, un esclavo andando en mis rodillas y manos como un perro guiado por su collar mientras otros esclavos andaban de pie. Por los balcones de los apartamentos  podía ver algunos esclavos desnudos tendiendo las ropas de sus amos y envidiaba su humanidad como simples criados. Lo de el collar era lo de menos, y el estar desnudo era la regla a seguir, pero yo tenía la base de mis genitales atrapado por un anillo metálico con dos argollas de enganche bajo la ingle y tras mis pelotas. Rainey suele enganchar la correa en ellos pero ese día no quiso. Puesto que me iba a sacar a los jardines cerca del canal donde los amos sacan a sus perros para hacer sus necesidades, prefirió no enganchar la cadena en mis genitales para no tropezar o entorpecer mi fisiología para orinar.

Cuando ya pasábamos el arco de la entrada de los apartamentos, ya mis rodillas no eran capaces de soportar el áspero suelo de la calle. Dejamos atrás el suelo liso para ahora tener que andar de pies y manos sobre la acera y así de paso calibrar mi velocidad ante los pasos de Rainey. Tan solo veía el suelo, el cuadrado de las puertas metálicas de alcantarillas, teléfonos o llaves de paso, la deformidad de algunas zonas de la acera, y los pasos y pasos de extraños que se cruzan ante el andar de Rainey. Los bonitos pies de Rainey en esas zapatillas eran mi guía aparte del tiro de cadena de mi collar, y con ellos pude contener mi vergüenza hasta que llegamos al paseo de tierra del canal.

Fue en paseo del canal cuando pude ver a otros con mi misma suerte, ya no era la única mascota humana entre verdaderos perros guiados por sus amos. Perros y esclavos buscaban un lugar donde hacer sus necesidades urgentes y Rainey me buscó el sitio ideal. Su dedo índice lo señaló y yo fui hasta la base del árbol indicado para soltar  en cuclillas mi orina y entre pedos solté algunas bolas de caca. Y es que desde que solo como pienso especiales para esclavos mascotas, mis defecaciones son bolas casi sin olor, muy parecidas al de una cabra. Una prueba mas de mi animalización  provocada por mis dueñas.

Nada mas terminar me lancé a besar el empine de Rainey  para expresar mi agradecimiento, pero ella tiró de la cadena y me obligó  a seguirla por el paseo. Ahora le tocaba a ella disfrutar del paseo cuando aún el sol no daba con toda su fuerza. Momento en que tuve que esmerarme en mi andar de manos y pies para no causarle molestias en su paseo. No se si era el aire o la visión elegante de mi ama, pero poco a poco iba notando como mi pene crecía a la vista de cualquiera que caminara tras nuestra. El balanceo de mi miembro cada vez mas notable podría ser ofensivo o motivo de orgullo para Rainey. No los se. El caso es que a mi siempre me ha parecido de las dos hermanas la mas guapa. Ya no solo su edad mas madura, la facciones de su rostro son mas suaves que las de Sarah. Su mirada dulce cautiva a cualquiera y a la vez es engañosa. Y digo engañosa por que su carácter es mas frío de lo que aparenta. Todo lo contrario que su hermana.

Como casi siempre me ignoraba y su trato acababa con la poca humanidad que me quedaba desde entonces. No era mas que el perro de su hermana y apenas dejaba que desahogara mis deseos en sus bonitos pies. Unos perfectos pies para mi gusto mejor formados que los de Sarah. Son los que mas deseaba lamer y besar, y al mismo tiempo los que mas lejos de mi alcance quedaba. Y es que Rainey siempre se ha mostrado firme y fría ante mi presencia algo patética. Para ella no soy otra cosa que repugnante. Los paseantes podría notarlo, solo al vernos podrían ver mi excitación en vano ante una joven a la que le daba asco mis jadeos. El camino logró que sacara la lengua de cansancio y cuando llegamos a un banco ella decidió sentarse.

Desde que mis amas tomaron el apartamento de verano, ese fue mi cuarto paseo de la mañana por el canal. Segunda vez con Rainey, y ni Sarah ni Rainey se habían sentado en los bancos como en ese día Rainey. Su mirada perdida entre los arbustos del camino y me preguntaba que se le estaría pasando por su cabeza mientras yo apoyaba mis rodillas y codos al terreno arenoso. Rainey ignoraba mi presencia sumisa ante el aleteo de sus zapatillas al aire golpeando la planta de su talón. Y es que con las piernas cruzadas dejaba un pie en alto ante mi mirada triste. Una mirada que adoraba pero no podía demostrarlo. Siempre se ha mostrado apática ante mis intenciones de adorar su lindos pies. Me hice un poco hacia adelante, y cuando mi hocico estaba apunto de tocar el lado interior de su pie derecho, ella da un sonido como un shhh! para que me quedara en mi sitio. No hizo falta palabras. La señal era clara y tuve que aguantar en esa postura sobre la tierra del camino.

Esto consiguió que mi erección llegara. Bajo mi vientre sentía el calor de mi pene endurecido de rabia. Sentía ganas de frotarme en la tierra pero no dejé mi posición de rodillas, codos y antebrazos sobre el suelo. Mis manos juntas tocando el suelo sirvieron de apoyo para mi barbilla. Y con ello aguantaba la mirada hipnótica en sus zapatillas aleteando con el repetido sonido de flop, flop, flop!. Así me dejó hasta que por fin dejó de mirar su móvil y mirando el reloj se levantó del banco.

  • Vamos Puppy!

De vuelta el tiempo se mi hizo mas corto. Cuando llegamos a la zona común de los apartamentos pude ver como la las hamacas de la piscina poco a poco se iba ocupando de mas turistas. Algunos tenían sus propios esclavos de rodillas sosteniendo cocteles, sumos o ceniceros. Todos ellos atendían a sus amos sin perder la condición humana mientras que yo gateaba tras el tiro de la correa a manos de Rainey. Deseaba llegar lo mas pronto posible con la carga de mi vergüenza y agradecí el rápido andar de mi dueña hasta que por fin llegamos a su apartamento.

Nada mas abrir la puerta Andie advirtió de yo no entrara aún. Su indicación fue que me dejara en el patio trasero del apartamento y así reculó Rainey dejándome solo el reducido espacio al aire libre. Cada apartamento tenía su patio y pronto apareció Sarah vestida con un pareo y la parte de arriba de su bikini a la vista. Le tocaba a ella ducharme con la manguera del patio y así lo hizo. Agua fría, casi helada a presión fue el motivo para que desapareciera mi erección.

  • Que sucio vienes, por Dios!

Exclamaba su enojo tirándome la una esponja mas que usada.

  • Restriégate todo el cuerpo!

Cuando apreté la esponja en mi cuerpo comprobé que tenía bastante espuma y me esmeré en estar limpio para mi dueña. Mientras, ella esperaba sentada en una silla de mimbre con la pistola de la manguera apagada en sus manos.

  • No tengo todo el día, Puppy!

Terminé y el chorro no tardó en sorprenderme. A cuatro patas recibía el choro mientras ella daba vueltas a mi alrededor.  Tuve que abrir mi ano con mis manos en una ocasión para recibir la dolorosa presión. Pero lo peor fue cuando se recreó en mis genitales, no pude evitar taparme y ella me propinó varias nalgadas recordándome que nunca debo tocarme. Tocarme los genitales para ella siempre ha sido una falta grave. Desde algunas ventanas vecinas cualquiera podría ver el espectáculo de una chica de 18 años castigando a un maduro hombre desnudo con un collar de perro. Yo preferí mantener la mirada al piso y esperar que terminara con migo. Me sentí muy avergonzado a pesar de ser solo un esclavo. Quizás hubiera preferido ser castigado por su madre. No se, igual hubiera sido menos humillante.

Una vez secado ya podía ir tras ella hasta el interior por la puerta trasera. No me hacía falta la correa para seguirla. Sabía que era la hora de mi comida por la mañana, y cuando dejé de de lado la visión de sus zapatillas para la playa, enseguida ya estábamos en la cocina y en el suelo estaba mi cuenco doble de agua y pienso. Allí me dejó y se fue a la sala con su hermana viendo la TV mientras esperaban a que Andie terminara de ducharse.

Estaba muerto de hambre y sed y devoraba mas que comer con tan solo el sonido de una ducha abierta y el bajo sonido de la televisión. Los pensamientos llegaron tan pronto iba terminado mi cuenco. Una emoción me invadía tan pronto sentía que Andie salía del baño. Y es que sabía que iba ir con mis dueñas a la playa. Era la segunda vez que iba a disfrutar del aire libre en las maravillosas dunas de esta tierra. Nada que ver con los paseos en el canal. Iba pasar medio día en una hermosa e intensa playa atendiendo y divirtiendo a mis dueñas. Y es que el día anterior disfruté mucho en esa playa.

Desde que terminé mi cuenco gateé rápido hasta los pies de Sarah. Con un beso en la tira de goma entre el dedo gordo y resto de deditos, intenté llamar su atención. Pero pronto hizo aparición su madre en el salón, y cuestionó una posibilidad que no se me había pasado por la cabeza...

  • ¿Vas a llevarte a Puppy?

Andie con tan solo una toalla tapando sus pechos hasta medio muslo estaba preguntando a su hija si dejarme solo en el apartamento. Una gran tristeza se apoderó de mi expresión facial y casi que gemí. No podía creer en esa posibilidad. Sería una gran desilusión. Así que lamí las tiras de goma de esas zapatillas con toda la devoción posible para demostrar a mi dueña Sarah mi deseo de ser llevado con ellas.

Sarah que estaba acomodada sobre el sillón con un pie atendido por mi en el suelo, me miró y sonrió. Puede que le haya hecho gracia mi comportamiento ante la pregunta, pero al final se molestó en echarse hacia adelante para acariciarme el cabello y contestar...

  • ¿Como voy a dejar a mi Puppy solo?!.

Me levantó la barbilla y dejó que mis ojos tropezaran con su mirada burlona.

  • ¿Quieres ir con tu ama a la playa?

Como tenía prohibido hablar ladré una vez y saqué mi lengua para divertirla con mi sonido de jadeos.

Ya Andie lo daba por un si, y desde que entró a su habitación, ya era cuestión de tiempo de ver que conjunto llevaría para la playa.

Sarah acostó su espalda al respaldo del sillón y me dejó que la siguiera lamiendo las tiras de las zapatillas. Rainey aprovechó que seguía en el suelo y estiró sus piernas cruzadas sobre mi espalda. El peso de las piernas de su hermana no era motivo para dejar seguir sacando brillo con mi saliva a la goma blanca y al poco de la suela en su costado. Cerca del pie que atendía estaban las iguales zapatillas tiradas al suelo de Rainey, ya que esta se había descalzado antes. Aveces apoyaba una planta de un pie sobre mi espalda cuando flexionaba las rodillas, y otras veces me daba una ligera patada en mis nalgas para acomodarme bien para su comodidad. Al final su actitud inconformista me alejó del pie de Sarah y tuve que esperar haciendo de butaca para los pies de Rainey el tiempo justo hasta que por fin Andie salió de su habitación vestida para salir a la playa.

Andie MacDowell estaba en su segunda juventud con esa tela blanca y floreada en su cintura. Una holgada camisilla sin mangas del color del champagne era demasiado para ir a la playa, pero le hacía justicia por ser quien es. No llevaba zapatillas como las de sus hijas, llevaba unas blancas sandalias con metales dorados de adorno en el empeine. Tuvo que comprarlas hace poco, por que en un mes con ellas no las había visto. Si no fuera por que estaba reposando las piernas de Rainey, ya me hubiera lanzado a ellas para besar cada piedra sobre la tira de cuero en su empeine.

  • Venga chicas, vamos!

Animada dio una palmada y cogió su bolso ya preparado.

Liberado de las piernas de Rainey no perdí de vista los pasos de Sarah. Ya ambas se habían levantado y mi dueña no olvidó de enganchar la correa en mi collar.

  • Vamos, Puppy!

Emocionado salí del apartamento tras tres pares de piernas hasta llegar al coche. Por una vez no me importó la calle. Casi que no me di cuenta del resto de personas durante el trayecto hasta los garajes del complejo. Una vez dentro del coche, mi lugar fue el suelo en los asientos traseros del Land rover al lado de mi dueña Sarah. Andie conducía y Rainey era copiloto.

Nada mas moverse el coche sentía la mano de Sarah acariciando mi cabello. Entonces subí mis manos sobre sus rodillas y apoyé mi barbilla complacido por su dulce trato. Esto duró unos minutos, porque mi dueña pronto se cansó y me retiró de sus rodillas. Quizás fue el molesto peso o que de repente se interesó mas por la conversación durante el viaje. El caso es que al final hundí mi rostro hasta sus pies sobre la alfombra del coche. Y llegado a ellos, no dejé de seguir lamiendo sus zapatillas por la tira del empeine.

Todo el viaje fue así. No me harté de la goma de sus zapatillas. Como se que ella siempre ha sido muy cosquillosa cuando lamía sus pies, procuré no tocar con mi lengua su piel. Sin embargo le encantaba verme lamiendo cualquier calzado. Todo lo contrario de Rainey, que ni a su calzado me dejaba acercarme.

Fue al llegar cuando detuve mi devoción con los pies de mi dueña Sarah. Ella misma me sacó tirando de la correa hacia el bullicioso exterior de una avenida próxima a la playa. Y si... Por fin llegamos!

Continuará....  Creo.