Un día con mi niño (Sandra I)
Sandra nos relata como es un día en su vida después de haber iniciado un relación incestuosa con su hijo.
Sandra, madre y esposa I.
Un día con mi niño.
Mi nombre es Sandra, tengo 35 años y soy originaria del estado de México, en este momento me encuentro embarazada de 6 meses de mi segundo hijo, el primero lo tuve a la edad de 18 años debido a una calentura prematura con un noviecillo mayor que yo, el cual, al enterarse de que estaba en cinta decidió escapar a provincia con ayuda de su familia, para evadir la responsabilidad, desde entonces no he tenido relaciones serias con ningún hombre, lo que ocasiono que estuviera sola durante mucho tiempo, así que me dedique a mi hijo, gracias a mis padres pude estudiar una carrera y pude salir adelante hasta el día de hoy, lo interesante de este relato es que mi pareja actual es mi propio hijo, no relatare en este instante como es que empezamos nuestra relación de pareja, sino que les contare un día cualquiera en nuestras vidas.
Me levanté esa mañana a las siete como todos los días, me puse mi bata, me dirigí al baño para darme una ducha y así empezar el día, disfrutaba cada momento mientras el agua recorría mi cuerpo, mis senos estaban creciendo debido al embarazo por lo que ahora se me veían enormes, como dos melones a punto de madurar, rellenos de néctar dulce y blanquecino, lave a conciencia cada parte de mi cuerpo, mi pequeña barriga la cual ya era notoria debido a mi embarazo, y mis piernas que aunque no eran muy largas debido a mi estatura, eran firmes y duras, puse especial atención a mi conchita y mi culito, frotaba minuciosamente mis labios vaginales los cuales eran de un color más intenso que mi piel morena, eran perfectos, ni muy grandes que llegaran a intimidar, ni muy pequeños que no se pudieran apreciar, tenían el tamaño adecuado para ser besados y mamados a placer, al terminar la ducha seque mi cabellera negra y ondulada y me envolví en la toalla para que se absorbiera el agua que aún se mantenía en mi cuerpo, sabía que mi hombre estaba en la planta baja, y como era costumbre estaba preparando el desayuno para consentir a su mujer, me vestí con un baby doll transparente color rosado, sin sujetador y una tanguita blanca que apenas cubría el poco vello que coronaba mi clítoris, para completar, unas zapatillas de color negro que provocaban que mi hermoso culo se parara y quedara más firme.
Mientras bajaba las escaleras, me fui transformando, dentro de mí se encendía un fuego que me quemaba por dentro, una sensación de calentura que no se podía calmar con nada, me estaba convirtiendo en una hembra, en una puta que era capaz de fornicar con su propio hijo para apaciguar esta sensación, lo vi de espaldas recargado sobre la mesa de la cocina terminando de preparar algún alimento, llevaba puesto una camiseta y su pantalón del pijama, en ese momento mi transformación fue completa y la perra en celo que vive en mi interior salió apoderándose de mi cuerpo y mi voluntad, era en esos momentos cuando no tenía conciencia de mi misma y era capaz de todo por satisfacer mis deseos carnales, así que, cual perra que era, me puse en cuatro patas desde el recibidor, y me acerque a mi hijo que aún no se percataba de mi presencia, me dirigí hacia él contoneando mi trasero de manera sensual, sintiéndome segura de lo hembra que era al lucir mi panza de embarazada, llegue hasta donde estaba mi hijo y me le restregué en las piernas ronroneando como gata en busca de las atenciones de su macho, el cual no tardó mucho en responder a las peticiones de la hembra, me puse de rodillas y con la mano empecé a frotar la entrepierna de mi niño, buscando ese garrote que tantas veces me había hecho feliz, y el cual ante mis caricias empezó a hincharse hasta alcanzar un tamaño considerable, lo libere de su prisión de tela, y cual animal rabioso, se irguió frente a mi orgulloso de su tamaño y de la lujuria que me provocaba, casi me golpea la cara debido a sus proporciones, lo contemple hipnotizada unos segundos mientras lo sobaba con las dos manos, sentía mi chochito arder y escurrir jugo como una manguera de agua. Lo lleve a mi boca, siendo mi lengua la primera en recibirlo para delicadamente probar su punta, saboreando el jugo que empezaba a salir por la enorme cabeza, mi mano subía y bajaba la piel de ese garrote, y empecé a lamerlo a todo lo largo tratando de no dejar un solo centímetro sin recibir mis caricias, entonces lo solté sin perderlo de vista, coloque mis manos en mis rodillas, mientras mi pequeña panza de embarazada descansaba sobre mis muslos, y con hambre de verga dirigí mi boca hacia ella tragándomela completa y empezando a mamarla como becerra a su ubre, tratando de exprimir toda la leche que escondía en su interior, la verga entraba y salía de mi boca una y otra vez, con mis ojos entrecerrados, alce la vista y vi como mi hijo hacía gestos de placer mientras se recargaba sobre la mesa para no perder el equilibrio , oía sus gemidos y como pedía que continuara con la mamada, “eres tan puta mama” me dijo, “me encanta que te comportes como una perra”, “que ordeñes mi tranca como si fueras una cachorra hambrienta” yo no alcance a decir nada, con la boca llena como la tenía, solo alcance a balbucear algunos sonidos, mientras, me seguía afanando con esa enorme verga.
Después de unos minutos, de saborear esa verga tan deliciosa, mi hijo me tomo del brazo para levantarme del suelo, me beso tiernamente, primero las mejillas y luego los labios, para después empezar a comerse toda mi boca tratando de arrancarme la lengua, “¿quieres sentir mi verga?”, pregunto mi hijo, “¿deseas que te meta mi tranca en ese coño mojado?” “que te coja una y otra vez hasta que te vengas en mí?”, “¿te gusta que te trate como a una perra en brama?”, “¿qué te haya preñado como si fueras una cualquiera?”, me separe de él unos centímetros, y poniendo mi mirada de lujuria, al tiempo que me mordía los labios, le comenté que me encantaba que me tratara como a su perra, que deseaba que me cogiera sin parar, alce mi mano y alcance el tremendo tolete para empezar a masturbarlo.
Él, delicadamente, prestando atención a mi hermosa panza donde llevaba a su propio hijo, me tomo en sus brazos, y me llevo hacia la sala, para depositarme suavemente en el mullido sofá, me quito la braguita blanca, que se encontraba totalmente empapada y pegajosa, se la aproximo al rostro, donde descaradamente hizo una respiración profunda para poder percibir y disfrutar del olor que emanaba del hambriento coño de su madre, olor de perra, me abrió las piernas, y el coñito pareció sonreírle cuando los labios vaginales debido al movimiento se separaron levemente, como intuyendo que era el momento de disfrutar de una buena cogida, la verga se acercó a ellos, los cuales gustosos y totalmente empapados se abrieron para abrazar ese garrote tan deseado, sentí un escalofrío al sentirme penetrada nuevamente por mi hijo, arquee la espalda por la sensación y disfrute de la verga entrando y saliendo suavemente de mi caliente coño, “toma perra, la verga que tanto deseabas”, “te gusta que te coja?”, “eres una perra preñada dejándote coger por tu hijo”, “ ¿te gusta que te meta mi verga puta?”, me preguntaba mi hijo, quien por una lado me trataba como la puta que era, pero al mismo tiempo tenia delicadeza por mi condición de mujer embarazada, de perra preñada como él me decía, al tratar de no sobrecargar mi pequeña panza mientras me penetraba una y otra vez.
Ahí estaba yo, caliente, lujuriosa, hambrienta de verga, toda una perra en celo, tumbada en el sofá, con las piernas levantadas apoyadas a cada lado de la cabeza de mi pequeño hijo, sintiendo como su verga profanaba una y otra vez mi delicado coño, mis manos se sujetaban con fuerza a la tela del sofá tratando de arrancar pedazos de este con cada estocada recibida.
“Ven acá perra” dijo, mientras me incorporaba para sentarse esta vez él en el sofá, me pare y me senté sobre el insertándome su tranca yo misma, la cual entraba como cuchillo en mantequilla debido a lo mojada que estaba, empecé a cabalgar sobre el sintiendo con cada embestida la dimensión del palo que se estaba tragando mi pequeño coño, mis tetas y mi panza botaban rítmicamente cada vez que yo bajaba y subía sobre esa barra de carne, él se prendió a mis ubres lamiendo los pezones con la lengua, y succionando con los labios cada uno de mis hermosos y blancos senos, sentía que un escalofrió recorría todo mi cuerpo al sentir como era cogida por mi hijo al tiempo que mamaba con frenesí mis pezones completamente duros, de los cales empezaba a brotar el néctar sagrado que serviría para amamantar a mis dos niños, “así bebe” “mama las ubres de tu perra”, mámame como cuando eras mi bebe”, “toma tu lechita calientita”, “ tú me haces sentir la perra más caliente que te puedas imaginar, sigue mamando no pares”, ”mámame bebe, mámame”, gritaba yo con placer mientras sentía como se aproximaba el orgasmo a mi ser, me aferre a él y encaje mis uñas en su espalda con todas mis fuerzas, el placer inundo mi cuerpo, y mis ojos se pusieron en blanco mientras ese orgasmo recorría todo mi ser, a lo lejos oí a mi hijo gritar que estaba a punto de correrse, “me vengo mami, me vengo” decía, “córrete dentro quiero sentir una vez más tu leche caliente”, sentí cada chorro de esperma llenar mi útero preñado por mi propio hijo, sentía mis entrañas quemadas por esa deliciosa lefa, mi piernas se mojaron aún más, ya no solo por mis jugos producto de mi corrida sino por la lecha caliente de mi niño que salía de mi vagina y escurría por mis piernas, caí sofocada sobre él, mi panza pegada a su abdomen, y mi coño aun lleno por su hermosa verga.
Lo bese suavemente en los labios demostrándole mi amor, estuvimos así besándonos y lamiéndonos durante varios minutos hasta que me pare de encima de él y agotada caí sobre el sofá, mi hermoso hijo se paró hacia la cocina y me dijo, el desayuno está listo mamita.
Me arreglé el pequeño babydoll que apenas cubría mi pancita, me puse mi tanguita blanca en mi coño aun mojado por el semen de mi hijo, y me dirigí a la cocina a desayunar con mi pequeño, “gracias por todo hijo” le comenté guiñándole un ojo.
Desayunamos tranquilamente, pero la perra en mi aún no estaba satisfecha, quería seguir sintiendo esa verga en mi interior, como machacaba mi coño una y otra vez, nuevamente mi panocha empezó a mojarse deseosa de ser cogida una vez más, me acerque a mi hijo por su espalda y empecé a lamer y besar sugerentemente la oreja de mi hijo, “quiero mi postre” le comente. El me pidió que me calmara, ya que tenía que apurarse para llegar a la escuela, yo suplique por mas verga, le pedí que me cogiera una vez más, le dije que estaba como perra en caliente debido al embarazo y solo él podía satisfacer mis calenturas, ante mis suplicas, me permitió volver a mamarle la verga debido a que tenía prisa, así que yo gustosa y rápidamente antes de que cambiara de parecer me volví a arrodillar, saque su verga de su pantalón y me la metí inmediatamente a la boca, empecé a comerme ese pedazo de carne caliente que tanto me enloquecía, mi legua se enroscaba sobre su cabeza como una serpiente con vida propia, alternaba lamidas a tolo lo largo del garrote con mamadas para extraer su leche, ante tal trabajo, mi hijo me aviso de su inminente corrida por lo que acelere la mamada, cuando el primer chorro de leche toco el fondo de mi garganta saque el hermoso garrote de mi boca y lo apunte a mi cara, los chorros siguientes se estrellaron sobre mi rostro, la abundante leche escurría de mi cara hacia mi cuerpo, mi hijo salió de su catarsis, “te amo mama”, me dijo, y subió corriendo a su habitación a cambiarse por que ya se le había hecho tarde, me quede ahí en el piso de la cocina con la cara escurriendo leche de mi pequeño, con mis tetas y mi panza impregnadas de semen, al tiempo que chupaba un dedo de mi mano izquierda y con la derecha me frotaba el clítoris para terminar de satisfacer mi calentura. Me sentía feliz, completa me sentía toda una hembra, me sentía una gran perra en celo.
Me la pase ese día solo pensando en mi niño, y en esperar su próximo regreso para poder disfrutar nuevamente de nuestras muestras de cariño, pensé en consentirlo y mimarlo como el hacía conmigo, así que prepare la cena para mi hombrecito, se lo merecía, ya que no solo era mi hijo, era el padre del hijo que está esperando, era mi macho, y por el yo me había convertido en su hembra.