Un día con Margarita (final)

El agetreado día de Margarita por fin llega a su conclusión, con más sexo y mamadas de por medio, por supuesto.

UN DÍA CON MARGARITA

Capítulo X: Impúdicos transportes públicos

Margarita decidió coger el metro de vuelta a casa. En esa parte de la ciudad tenía que coger la línea 9 para volver a su barrio. La línea 9 era conocida por muchos urbanitas como la línea caliente. En los dos últimos vagones se subían aquellos que buscaban la satisfacción fugaz y anónima de sus fantasías sexuales. Un sobeteo rápido con un desconocido, agarrar un pecho o una entrepierna, meterse la mano en el bolsillo y masturbarse a escondidas mirando como una pareja se mete mano.

Margarita se subió, por supuesto, en el último vagón.

El departamento estaba abarrotado de gente. Se agarró al pasamanos del techo, lo que hizo que su suéter se ajustase aun más a sus opulentos pechos. Detrás de ella estaba un hombre maduro, algo calvo y barrigón que se fue arrimando a ella de forma discreta. La mano del hombre levantó la minifalda de Margarita y empezó a sobarle el culo, obviamente contento de no encontrar impedimento alguno de ropa interior. Margarita se pegó al hombre.

Al otro lado del atestado vagón, Margarita vio a un chico joven apoyado contra la pared, los ojos cerrados. Arrodillada frente a él una chica movía la cabeza de forma rítmica y lenta, practicándole en silencio una felación. Dos jubiladas y una chica adolescente sentadas en los asientos miraban con atención a la pareja. La joven se acariciaba un pecho por debajo de la blusa.

Un hombre alto, moreno y con barba se situó delante de Margarita y le sonrió. Esta le devolvió la sonrisa, se agachó ligeramente y abrió la bragueta del hombre. Metió la mano dentro de los pantalones y sacó el erecto falo. Empezó a masajearlo despacio.

Margarita se inclinó hacia delante y empezó a chupar la polla del barbudo. Abrió ligeramente las piernas ofreciéndole el culo al maduro barrigón, que alzando la corta falda plisada, empezó a follársela por detrás.

Las dos jubiladas y la adolescente miraban alternativamente a la pareja joven de la mamada y a Margarita y su trío espontáneo. Se lo estaban pasando en grande.

El barbudo sacó la polla de la boca de Margarita y la acercó a una de las jubiladas, que chupó con glotonería. Después se la pasó a la otra mujer, y por último a la adolescente. Ninguna se negó a meterse en la boca la invitante verga. El hombre se volvió hacia Margarita para que esta continuase con su felación, mientras el maduro seguía bombeando por detrás.

Tras varias envestidas rápidas, el calvo cincuentón se corrió con un gruñido de placer. Margarita se incorporó con una sonrisa, y acarició la mejilla del hombre en señal de agradecimiento. Mientras, el joven de la barba centró la atención de su tiesa polla en las tres espectadoras, que se la fueron chupando por turnos. La corrida le tocó a una de las jubiladas, que rió con satisfacción.

El tren se paró en la siguiente estación. Tanto el maduro como el joven de la barba se bajaron, seguidos por la jubilada que no había tenido suerte. Margarita se sentó entre la chica adolescente y la otra mujer, que se limpiaba el semen de la cara con un pañuelo de papel.

"Has estado muy bien con esos dos tipos, querida" dijo la mujer. "Y gracias a ti nosotras hemos pillado también, ¿verdad?" se dirigió a la adolescente.

"Sí, aunque me ha sabido a poco" replicó la chica.

"¿Viaja usted a menudo en esta línea?" preguntó Margarita.

"Casi a diario. A mi edad tengo un montón de tiempo libre, y aquí siempre encuentras algo de diversión, ya sea para participar o sólo para mirar" replicó la madurita con picardía exhibiendo una bella sonrisa.

"Esta es la línea mas popular de la ciudad" dijo la adolescente. "Yo suelo venir con mis amigas muy a menudo, aunque hoy he venido sola. He recorrido la línea entera dos veces y ya he chupado cinco pollas, aunque todavía no se me ha corrido ninguno en la boca. ¿Tú también vienes a pillar?".

"No. La verdad es que yo simplemente vuelvo a casa. Pero esta línea siempre es más entretenida" contestó Margarita.

El vagón se llenó de nuevo de gente. Varios hombres se situaron justo frente a las tres mujeres, las manos agarradas al pasa manos, las braguetas a la altura adecuada.

La chica adolescente posó su mano sobre la entrepierna de uno de los hombres. Este respondió con una sonrisa y asintió.

La joven desabrochó el pantalón y extrajo la verga. Empezó a chupar.

Margarita y la jubilada hicieron lo propio con los hombres que tenían delante. Las tres mamadoras se convirtieron en el centro de atención de buena parte de los usuarios del vagón.

Margarita se levantó, hizo que el tipo al que se la estaba mamando se sentase en su asiento, se alzó la falda y, colocándose a horcajadas sobre él, empezó a cabalgar la polla. El vaivén de sus movimientos hizo que sus pechos se saliesen del ajustado suéter. La joven alzó los brazos y se agarró al pasamanos, cerró los ojos y se concentró en follarse al desconocido. Mucha gente en el vagón la miraba con deleite.

Margarita se corrió con un gemido, un hilillo de saliva se le escapó de la boca. Casi inmediatamente puso sentir la calidez del semen del hombre en su interior. Poco después, la jubilada y la adolescente recibieron su ración de leche calentita en la cara.

Los mirones del vagón aplaudieron con entusiasmo, excepto dos de ellos que se masturbaban con ahínco.

Margarita sonrió a su involuntario público.

Sacó un pañuelo de papel del bolso y se limpió el rezumante coño. Una mujer de mediana edad le hizo una señal con la mano. Margarita le lanzó el pañuelo usado y la mujer se le llevó a la nariz, inspirando con fuerza.

"Bueno. Esta es mi parada" dijo a sus compañeras circunstanciales "Que se diviertan las dos".

"Adiós querida, ha sido un placer" se despidió la mujer mayor. La adolescente le dedicó una sonrisa y agitó la mano.

Margarita salió de la estación del metro y caminó las dos manzanas que la separaban de su domicilio. Sentía los muslos pegajosos de semen. Tengo que darme una ducha al llegar a casa, pensó. Una sonrisa iluminaba su hermoso rostro. Se sentía contenta.

Capítulo XI: Piso de estudiantes

Margarita entró en el amplio zaguán del edificio de apartamentos donde vivía con su madre y su abuela. Apretó el botón del ascensor. En ese momento entró en el edificio Kiko, uno de los estudiantes universitarios que vivían en el piso justo debajo de Margarita.

"Hola Margarita. Hay que ver lo buena que estás" saludó el chico, mirando sin disimulo el nacimiento de los senos de Margarita que el amplio escote de su jersey dejaba a la vista.

"Estás hecho un salido Kiko" respondió la chica con una sonrisa mientras entraban en el ascensor.

Por toda respuesta, el estudiante se sacó la polla del pantalón y empezó a masturbarse. Margarita sacudió la cabeza en un gesto de resignación "Eres incorregible" dijo.

Kiko salió del ascensor al rellano de la escalera y arrastró consigo a Margarita de la mano.

"Ven un momentito al piso Margarita, hace mucho tiempo que no nos haces una visita" suplicó el joven, cuya tiesa polla asomaba por la bragueta.

"No Kiko, tengo que irme a casa" protestó Margarita, aunque no con demasiado énfasis.

En ese momento se abrió la puerta del piso de al lado y salió por ella una mujer en la treintena, de rojizo cabello muy corto y algo entrada en carnes. Se trataba de Leonor, auxiliar de farmacia felizmente casada con un empleado de banca y madre de dos niños encantadores a los que todo el mundo en el bloque adoraba.

"Hola Leonor ¿cómo estás? ¿y los niños?" saludó Margarita.

"Todos bien gracias" respondió Leonor, que se quedó mirando con sorpresa la enhiesta verga de Kiko.

Kiko se volvió hacia la mujer y se acercó a ella un par de pasos. Le tomo la mano y se la puso sobre la polla. La mujer se asió sin protestar al duro falo.

"Margarita viene a hacernos una visita, ¿por qué no se nos une y toma una copa con nosotros Leonor?" le preguntó el estudiante a la casada.

La mujer dudó por unos instantes, aunque no dejo de agarrar la tiesa verga del muchacho.

"De acuerdo" dijo al fin. "Pero sólo un momento, tengo que ir al trabajo".

Agarrada a la polla de Kiko, Leonor entró en el piso de los estudiantes, seguida de Margarita. En el salón se encontraban los tres compañeros de piso de Kiko, Pepe, Toni y Santi. Estaban desnudos en el sofá viendo una película porno y masturbándose. Pepe sacudía la polla de Santi y este la de Toni.

Leonor se llevó las manos a la boca sofocando una risita nerviosa.

"Preparándose duro para los exámenes, ¿eh?" dijo Margarita con sarcasmo.

Al ver a las dos mujeres, los jóvenes se pusieron de pié, las vergas tiesas y en posición de firmes.

"Creo que vamos a prescindir de los preliminares e ir directos al grano, ¿no os parece?" dijo Kiko quitándose los pantalones.

Leonor y Margarita se desnudaron rápidamente y se arrodillaron delante de los muchachos. Empezaron a chupar.

Cuando las cuatro pollas estaban en perfecto estado de lubricación gracias a la multitudinaria mamada. Los chicos llevaron a Margarita y Leonor al sofá. Las mujeres se recostaron cómodamente y abrieron las piernas, dejando el camino libre hacia las palpitantes vulvas.

Mientras dos de los chicos se arrodillaban y empezaban a lamer el coño de las mujeres, los otros dos se subieron al sofá e introdujeron los duros mástiles en las anhelantes bocas. Las dos afortunadas fueron sometidas al unísono a un tratamiento de primera categoría. Estaba claro que no era la primera vez que los estudiantes hacían las delicias de alguna visitante femenina.

Al cabo de unos minutos, ambas mujeres disfrutaban de una fogosa doble penetración. Kiko y Santi se follaban a Leonor mientras que Pepe y Toni se la metían a Margarita, el primero en el coño y el segundo en el culo. El piso de estudiantes se llenó de gemidos y sonidos húmedos.

Margarita estaba en el suelo, a horcajadas sobre Pepe, que trataba de chupar las bamboleantes tetas delante de su cara. Toni bombeaba por detrás, rebotando en las redondas nalgas de la chica. Leonor gemía de gusto en el sofá.

Sonó el teléfono móvil de Margarita.

Alargó la mano para coger el bolso y sacó el móvil.

"Sí… hola mamá… estupendo… ay… allí… ah… nos vemos… no pares cabrón… no mamá, no es a ti… así, así… ay… sí… ah… con los vecinos de abajo… ay, ay… los cuatro… ah… uf… no, Leonor también está… más rápido… ah… ah… sí, ella es la que grita… así, así…adiós mamá"

Leonor se corrió con exagerado grito, como tenía por costumbre. Era muy escandalosa en la cama y todo el bloque se enteraba cuando ella y su marido se dedicaban a actividades maritales de carácter íntimo. Los dos estudiantes se salieron de ella, hicieron que la mujer se arrodillara en el suelo y empezaron a meneársela con fuerza en la cara de la mujer. Leonor abrió la boca con glotonería, sacando la lengua. Los dos estudiantes se corrieron sobre la cara de la mujer casada.

Margarita miró a Leonor cubierta de lecherazas blancos y no pudo aguantarse más. Arqueó la espalda hacia atrás y lanzó un ronco gemido. Alcanzó el orgasmo. Toni y Pepe pararon sus movimientos pélvicos. Margarita se quedó tendida sobre Pepe, respirando con fuerza, sus senos aplastados contra el pecho del joven. Tras unos segundos, los dos chicos reanudaron la follada con renovados bríos. Margarita aulló de placer. Cuando su respiración se aceleró de nuevo, los dos jóvenes, con una perfecta sincronía, volvieron a detener sus movimientos. "Ahhhh, hijos de puta" gritó Margarita.

Tras unos segundos, los dos estudiantes volvieron a embestir a Margarita por los dos agujeros, a un ritmo todavía mayor. Con un grito, la joven alcanzó el orgasmo por tercera vez. Los dos jóvenes siguieron bombeando durante unos minutos más hasta que se corrieron casi al unísono dentro de ella.

"Joder, menuda follada le habéis pegado a la pobrecita" dijo Leonor mientras se limpiaba el semen de la cara. "La próxima vez me lo tenéis que hacer a mí. Bueno, me voy, que tengo que entrar a trabajar".

Agotada y sudando, Margarita se quedó unos segundos tendida sobre la moqueta, que ahora tenía nuevas manchas húmedas.

Después se levanto.

"Yo también me voy" dijo Margarita "He quedado con mi madre y con mi abuela para cenar. Hasta la próxima visita, chicos".

Lo cuatro estudiantes se quedaron sentados en el sofá, felices y contentos y con una estúpida sonrisa en el semblante. Los cuatro dijeron adiós a la vez a su bella y liberal vecina. Eran unos chicos con suerte.

Sin pararse a ponerse la ropa, Margarita salió a la escalera del bloque, llamó al ascensor y subió a su piso. Se dio una ducha rápida, un ligero toque de maquillaje y se puso un corto vestido estampado de color azul claro y unos zapatos de tiras a juego, de tacón alto.

Se marchó al restaurante de su prima Flavia Mamas.

Capítulo XII: Nouvelle Sex Cuisine

El restaurante estaba a unas cuantas manzanas de su domicilio, así que Margarita no tardó mucho en llegar.

La dueña y gerente del restaurante era Flavia Mamas, prima segunda de Margarita por el lado de su familia materna. Flavia era una treintañera alegre y dinámica. Hacía unos años había montado su exitoso restaurante, al que llamó El Hedonista. La cocina era multinacional y de una calidad excelente. Pero lo que había contribuido al rotundo éxito del local era la ambientación. Las camareras y camareros servían a los clientes vistiendo únicamente un pequeñísimo delantal que apenas cubría la zona genital. Las mesas estaban dispuestas alrededor de una plataforma giratoria circular en la que parejas o tríos practicaban sexo para entretenimiento de los comensales. Si algunos de los clientes subían a la plataforma, obtenían su cena gratis. Así que normalmente no faltaban voluntarios que se animaban a follar en público. En caso de faltar clientes, eran los camareros, y a veces la propia Flavia, los que ofrecían el espectáculo a los parroquianos.

Margarita saludo a su madre y a su abuela. Ambas iban elegantemente vestidas con sendos trajes falda, azul oscuro el de la abuela y beige claro el de la madre.

"Hola mamá, hola abuela" saludó con cariñosos besos a ambas mujeres.

"Hola cariño. Siéntate y échale un vistazo al menú. Nosotras estamos listas para pedir" dijo Mamá Margarita.

Margarita eligió el pollo a la calabresa, mientras que Mamá y Abuela se decidieron por las carnes rojas. Pidieron una ensalada para compartir y aperitivos de prochiuto y ostras, todo bien regado con un excelente cabernet sauvignon. Cuando el desnudo camarero que las atendió se marchaba hacia la cocina, Abuela Margarita lo miró con atención.

"Este chico tiene un culo estupendo" dijo.

"Creo que es nuevo" comentó Mamá Margarita.

Margarita miró a la plataforma giratoria. Una pareja de mediana edad follaba ardientemente en la posición de la cuchara. La mujer tenía los ojos entrecerrados mientras que el hombre la envestía con energía.

"¿No son esos Teobaldo y su mujer, los del supermercado de nuestra calle?" preguntó la joven.

"Sí, ellos son" dijo la abuela. "Parece que hoy tenían ganas de cenar gratis, je, je. Por cierto, Felisa, la mujer de Teobaldo, es un nuevo miembro de nuestro club de orgías. El sábado va a ser su primera sesión con el club."

"Pues Teobaldo tiene un buen cacho de rabo" comentó Margarita.

"Sí que lo tiene" dijo Mamá Margarita "y sabe como manejarlo. No me miréis las dos con esa cara. Pues claro que me lo he follado, y a su mujer también. Por cierto, Felisa es estupenda haciéndote una comida de coño".

"Oye Margarita, ¿te vienes el sábado con nosotras a la sesión del club? Nos vamos a follar a todo el equipo de fútbol" dijo Abuela Margarita.

"Gracias abuela, pero el sábado ya tengo planes. De echo, yo también voy a una orgía" contestó Margarita.

"¿Qué orgía es esa?" preguntó la madre con interés.

"Hoy fui a la prueba de casting de la Metro Golden Polla y me dieron el papel. Tengo dos escenas en la próxima película, una lésbica y otra un trío con dos chicos. Y me han invitado el sábado a una orgía en casa de una de las productoras. Así iré conociendo a la gente del mundillo del porno" explicó Margarita.

"Eso es estupendo" exclamó Abuela Margarita. "Tenemos una estrella del cine en casa".

"Bueno, ya veremos eso de estrella. De momento es un papelito secundario, nada más" dijo Margarita.

"Me alegro por ti hija" dijo la madre cogiéndole la mano con cariño.

"Gracias mamá. Pero esto no quiere decir que abandone los estudios. Quiero hacer la carrera de astronomía, y si puedo ganarme la vida con ello. Lo del porno es simplemente un plan B, por si acaso".

"Por supuesto cariño. Pero siempre es bueno tener un plan B, como tú dices" dijo la abuela con alegría.

La prima Flavia se acercó a la mesa de las tres Margaritas portando una bandeja con cuatro copas del mejor cava de la casa. La atractiva mujer vestía un ajustadísimo traje de látex negro a juego con unas botas de tacón de aguja altas hasta medio muslo. El atuendo dejaba los senos y las nalgas al aire.

"Hola Margaritas. Aquí tenéis una copa invitación de la casa." Se sentó con las tres mujeres, repartió las copas y alzó la suya en un brindis. "Por las chicas Mamas".

Todas corearon el brindis.

"¿Qué tal va el negocio?" preguntó Mama Margarita.

"Excelente. Cada día mejor. De hecho, estoy pensando en abrir un nuevo local, en esa urbanización nueva que han hecho hace poco en el norte de la ciudad. Con la misma filosofía por supuesto, la mejor comida y el mejor show de sexo" replicó Flavia Mamas.

"Eso suena fantástico" dijo Margarita.

"Por cierto, Margaritas, ¿a ninguna de vosotras le interesaría trabajar en la plataforma? No siempre hay clientes espontáneos y entonces tengo que echar mano del personal de la casa" preguntó Flavia.

"Yo estoy bastante ocupada últimamente. Entre el club de orgías, las visitas a los enfermos del hospital y los ratos que echo en el sex-shop de Esmeralda Biencogida, no tengo tiempo para nada" comentó Abuela Margarita con buen humor.

"Yo tampoco puedo primita. Además del instituto y el sex-shop, tengo un papelito en una película porno que me han dado hoy y un trabajo de becaria en el ayuntamiento que me han ofrecido. Me temo que no voy a tener tiempo ni de cerrar las piernas" dijo Margarita.

"Vaya. Veo que las chicas Mamas no paran. ¿Y tu?" preguntó Flavia a Mamá Margarita.

"Pues a mí no vendría del todo mal. ¿Podría follarme al camarero nuevo, ese del culo estupendo?" replicó la mujer.

"Por supuesto" dijo la prima Flavia con una carcajada "te lo mando en un ratito".

Flavia abandonó a las tres Margaritas poco después. Estaba muy ocupada esa noche. Las tres mujeres disfrutaron de una excelente cena. A los postres, el espectáculo sobre la plataforma giratoria había cambiado. A la pareja de maduros tenderos le había sustituido un trío de jóvenes, dos chicas que chuparon a dúo la increíblemente gruesa verga de su compañero. De momento, la plataforma estaba vacía.

El camarero nuevo del culo estupendo se acercó a la mesa de las tres mujeres. Se quitó el diminuto delantal. Tenía los cojones y el pubis completamente afeitados, lo que permitía apreciar perfectamente su magnífica polla de gruesas venas.

"Me manda la señorita Flavia" dijo el camarero dirigiéndose a Mamá Margarita "a preguntarle si le gustaría subirse conmigo a la plataforma".

Mamá Margarita acercó su cara a la entrepierna del camarero y estampó un sonoro beso sobre el soberbio rabo. Sin decir palabra se levantó de su asiento y se quitó la chaqueta de su elegante traje. Debajo no llevaba nada puesto. Cogió al camarero de la mano y lo condujo hasta la plataforma.

El camarero se quedó de pié mientras Mamá Margarita se arrodillaba ante él. La mujer empezó a lamer la polla que pronto alcanzó su total erección. Las expectativas de las tres mujeres respecto a su tamaño no quedaron decepcionadas. Mamá abrió la boca y se introdujo el espléndido falo enterito, la nariz aplastada contra el vientre del hombre. Debía llegarle casi al esófago. Muy lentamente, echó la cabeza hacia atrás, sacándoselo de la boca y sorbiendo con fuerza. El húmedo sonido de succión cautivó la tención de los comensales del restaurante.

Mamá Margarita lamió y chupó la polla con entusiasmo, alternando con chupetones en los cojones y suaves mordisquitos. Succionaba con fuerza la punta del glande, rodeándolo con sus carnosos labios. Lamía el tallo despacio, empapándolo en saliva, desde los cojones a la punta. El restaurante entero se hallaba completamente pendiente de la antológica felación que tenía lugar sobre la plataforma giratoria.

El camarero se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Un ahogado gemido de placer escapó entre sus apretados dientes. Blancos jeringazos de leche calentita se desparramaron sobre la cara de la mujer mientras la pelvis del camarero se sacudía con los estertores del orgasmo.

El público estalló en un rabioso aplauso. La mamada había sido espectacular. Mamá Margarita sonrió agradecida a la audiencia. Su cara estaba manchada de cuajarones de semen.

Sujetando al camarero por el goteante rabo, bajó de la plataforma.

Capítulo XIII: Nuevas mamadas en el lavabo

"Ha sido fantástico mamá" dijo Margarita a su madre cuando esta volvió a la mesa. No se molestó en volverse a poner la chaqueta.

Flavia Mamás se acercó de nuevo a la mesa de las tres mujeres.

"Desde luego Margarita, si todos tus actuaciones son como esta, voy a tener el local de bote en bote. La mejor comida de rabo que he visto en mucho tiempo" dijo con entusiasmo. "Y hablando de mamadas, ¿podríais acompañarme a los lavabos un momento?"

"Si el asunto va de mamadas, por supuesto. Eso es lo nuestro" replicó Abuela Margarita con un guiño.

Los lavabos del restaurante eran, por supuesto unisex. Una amplia y pulcra habitación, elegantemente decorada, con lavamanos en un lado y tazas de váter en el otro, sin paredes ni puertas separadoras. Así cada cual podía hacer sus necesidades a la vista de todos. En un extremo aparecía una puerta que Margarita no había visto antes. Sobre el dintel aparecía una plaquita metálica con una sorprendente inscripción: chupadero.

Flavia abrió la puerta y mostró el interior de la nueva habitación a sus familiares. Se trataba de un largo y amplio pasillo. En una pared había una serie de agujeros circulares situados aproximadamente a poco más de un metro del suelo. Al pie de cada agujero había una especie de reclinatorio para las rodillas. De dos de las aberturas asomaban dos pollas tiesas que eran chupadas por sendas señoras arrodilladas ante los rabos. Ambas miraron por un momento a la puerta y después siguieron con su labor.

"¿Qué os parece?" preguntó la prima Flavia. "He hecho instalar un glory hole múltiple en los lavabos, para que los clientes que les apetezca puedan venir aquí y mamar rabo de desconocido" explicó.

"Me parece una idea fantástica" dijo Abuela Margarita.

"¿A dónde dan los agujeros?" preguntó Margarita.

"A los servicios masculinos de la discoteca de al lado. Hablé con el dueño y le pareció una buena idea. Empezó la semana pasada, y ya hemos tenido un importante incremento del número de clientes en ambos locales" explicó la prima.

"No se puede negar que tienes buena vista para los negocios, querida Flavia" comentó Mamá Margarita.

Cuatro pollas tiesas y erguidas asomaron por sendos agujeros. Una de ellas era negra y tenía un tamaño colosal.

"Justo a tiempo" dijo Flavia.

"La negra es mía" dijo Abuela Margarita.

"Para mí la de los cojones peludos" dijo Mamá Margarita.

"Ha chupar se ha dicho" dijo Margarita Mamas.

Fieles a su apellido, las cuatro mujeres se arrodillaron y empezaron a chupar con deleite las desconocidas pollas que asomaban por la pared.

La prima Flavia se marchó después de que la polla eyaculara una generosa ración de leche calentita en su boca. La tragó con deleite y se despidió de las tres Margaritas. Tenía que atender a sus obligaciones en el restaurante.

Abuela, madre e hija continuaron por un buen rato dedicadas a su deporte favorito. El suministro de rabos por parte de los clientes masculinos de la discoteca parecía inagotable. Tan pronto como una goteante polla desaparecía por el agujero, un nuevo mástil enhiesto aparecía ansioso de ser lamido y chupado. Margarita se alzó el vestido y arrimó el culo a la pared, consiguiendo así una estimulante follada, con el morbo añadido de hacerlo con un desconocido al que no veía la cara y en presencia de su madre y su abuela. Mamá Margarita y Abuela Margarita se limitaron a sucesivas felaciones.

Durante ese tiempo, varias mujeres y un par de hombres entraron en el chupadero. La fila de mamadas parecía no tener descanso.

Finalmente, satisfechas y contentas, las tres Margaritas salieron del cuarto dedicado a las felaciones anónimas y abandonaron el restaurante tras despedirse de la prima Flavia.

Cogidas del brazo, las tres chupapollas regresaron a casa.

FIN (de momento)