Un día con Margarita (4, 5, y 6)

Margarita pasa un buen rato en el sex-shop del barrio.

UN DÍA CON MARGARITA

Capítulo IV: El Sex-Shop del barrio

En unos diez minutos, Margarita Mamas llegó al sex-shop de Esmeralda Biencogida. Las letras luminosas encima de la puerta anunciaban la existencia en el interior de cabinas de visionado privadas, donde los clientes podían disfrutar en la intimidad de un amplio surtido de películas porno de todos los géneros. Sobre el cristal del escaparate, en la parte interna, había pegado un cartel que en gruesas letras negra decía escuetamente: SE CHUPA. El cartel no daba más explicaciones, pero de todos era conocido su significado. Por un módico suplemento en el precio, el cliente de la cabina podía complacerse con la compañía de una de las chicas que trabajaban en el local, que arrodillándose entre sus piernas, le proporcionaría una agradable felación mientras el caballero disfrutaba de su película.

La abuela de Margarita Mamas, también llamada Margarita, ayudaba ocasionalmente en tales menesteres, pues, como su hija y su nieta era muy aficionada al lúdico entretenimiento de chupar rabos tiesos.

"Hola Esmeralda" dijo Margarita.

"Hola mi niña, ¿Cómo te va?" contestó la dueña del local.

"¿Esta mi abuela por aquí?"

"Está dentro, en las cabinas, atendiendo a los clientes" contestó Esmeralda. "Por cierto Margarita, ¿no te interesaría trabajar tú también aquí a tiempo parcial? Desde que Blanca Esperanza se marchó a trabajar de puta, Claudia Vanessa y Eulalia Adelaida no dan abasto con tanta clientela. Y eso que tu linda abuelita viene de vez en cuando a echarnos una mano. Sería solo los viernes y sábados por la noche, que es cuando tenemos más bulla de clientes."

Esmeralda Biencogida era una sureña morena y guapa de piel tostada. Había abierto el sex-shop hacia algo más de dos años. Al principio el negocio había tenido algunas dificultades. Aunque el sexo siempre atrae clientes, había muchos locales similares en la ciudad, e iniciativas como las de ir por las casas vendiendo consoladores y videos porno a las amas de casa no acababan de cuajar. El negocio por fin despegó cuando Esmeralda tuvo la brillante idea de añadir mamadas a los servicios ofrecidos por el local en las cabinas de visionado. Desde entonces, y sobre todo los fines de semana, se formaban largas colas de clientes masculinos ansiosos por disfrutar de tan estimado servicio. La bonanza económica había permitido a Esmeralda contratar a tiempo completo a tres chicas colombianas, jóvenes y hermosas y con ganas de comerse el mundo, empezando por las pollas de sus convecinos.

"Pues sí, el dinero me vendría muy bien. Si quieres puedo empezar mañana mismo, que es viernes" contestó Margarita Mamas. "¿Tengo que ponerme alguna ropa en especial?"

"Solo tienes que estar desnuda de cintura para arriba, mi niña. De cintura para abajo ponte lo que quieras. Y no dejes que te manoseen demasiado ni accedas a chingar con ninguno de los clientes, ¿de acuerdo? Solo la chupas y ya está."

"¿Podré alquilar gratis todas las películas que quiera?" preguntó Margarita, que era muy aficionada a los videos porno gay. Se le mojaban las bragas de ver a esos tipos musculosos y pollones mamándose el rabo uno a otro.

"Por supuesto, mi niña" respondió Esmeralda.

"Entonces de acuerdo. Trato echo." Las dos mujeres sellaron el acuerdo con un ligero beso en la mejilla.

Abuela Margarita se acercó a ellas desde el fondo del local, donde se encontraban las cabinas. Era una mujer madura, de pelo plateado, pero todavía bella y sensual. Tenía los mismos ojos azul profundo que su nieta. Llevaba una estrecha falda de tubo de color negro, medias oscuras y botas de tacón alto hasta la rodilla. Desnuda hasta la cintura, sus opulentos pechos oscilaban con sensualidad.

"Hola cariño, ¿Qué haces aquí?" le preguntó a su nieta.

Margarita besó con ternura a su abuela. "Pues venía a ver como estabas. ¿Y sabes qué? Esmeralda acaba de contratarme a tiempo parcial, así que a partir de ahora nos veremos aquí a menudo".

"Me parece estupendo. Hay días como hoy que no damos abasto. No dejan de entrar clientes" dijo Abuela Margarita, rodeando la cintura de su nieta con el brazo.

Margarita apretó suavemente uno de los pechos de su abuela, que le respondió con una sonrisa. "¿Tienes planes para esta tarde Abuela? Me gustaría que después de salir de aquí te vinieses conmigo al centro comercial. Hace mucho que no vamos de compras las dos juntas".

"Hoy no puedo cariño, tengo reunión en el club, y no puedo faltar. ¿Verdad Esmeralda?"

"Tiene razón tu abuela, mi niña" respondió la espabilada dueña de local. "Esta tarde tenemos que organizarlo todo para la fiesta del próximo sábado. Tenemos un montón de detalles que arreglar, y todavía no hemos confirmado la asistencia de los chicos del equipo."

"¿Te refieres a tu club de orgías, abuela?" preguntó Margarita con una sonrisa pícara.

"Sí. La próxima nos toca el sábado. Esmeralda y yo, y otras cuantas vecinas del barrio, alquilaremos una suite en el hotel, donde nos pasaremos toda la noche follando como locas a los atléticos jovencitos del equipo de fútbol local. Va a ser estupendo. Mejor que cuando lo montamos con los de la banda de música" rieron al unísono Esmeralda y Abuela Margarita.

"Por cierto" dijo Abuela Margarita "¿Has visto a tu madre en casa?"

"Sí. La dejé follándose a dos Testigos de Raticulín que llegaron a proclamarnos la buena nueva."

"¿Otra vez? Cada vez que pasa algún predicador o algún vendedor por el piso acaba con los pantalones bajados y la polla dentro de tu madre" comentó Abuela Margarita.

"Pues a mi me parece lo mejor con este tipo de gente. Yo siempre he dicho que su problema es que van muy mal chingados" agregó Esmeralda Biencogida.

"Además, no sé que le criticas a mamá, abuela. Tú estas aquí chupando pollas de desconocidos y organizando orgías para maduritas cachondas como tú" dijo Margarita con fingido enojo.

"Pues si, tienes razón" coincidió Abuela Margarita. "Menudos pendones que estamos echas las mujeres de nuestra familia." Las tres mujeres se rieron con alegría.

En ese momento, se abrió la puerta del local.

Capítulo V: El largo rabo de la autoridad civil

Un hombre maduro, de sienes plateadas y con el aplomo de ser un hombre de mundo entró en el sex-shop de Esmeralda Biencogida. Vestía un traje oscuro y caro de corte clásico, adornado con una corbata de color bermellón sujeta por un pisacorbatas de oro macizo.

"Buen día, señor Alcalde" dijo Esmeralda acercándose a saludar a su ilustre cliente. "Hace mucho que no le veía por aquí. Me alegro que haya vuelto de nuevo. Imagino que viene a disfrutar de nuestro servicio especial en las cabinas, ¿verdad?"

"Desde luego" repuso el Alcalde con voz de barítono. "Gobernar esta ciudad requiere un enorme esfuerzo. Y todo hombre necesita de vez en cuando un rato de esparcimiento. Tu ya me entiendes."

"Por supuesto, señor Alcalde. Pase conmigo al fondo del local. En unos momentos una de las chicas le atenderá con gusto" dijo Esmeralda a la vez que conducía al Alcalde hacia las cabinas.

"¿Así que ese tipo tan elegante es el Alcalde? ¿Y viene a menudo por aquí?" preguntó Margarita Mamas a su abuela.

"Desde que se abrió el negocio. Gracias al Alcalde Esmeralda pudo conseguir el permiso para abrir el sex-shop y que no se lo cerrasen cuando ideo el asunto de las mamadas. Por supuesto" dijo la abuela con un guiño "el señor alcalde recibe un trato especial, y totalmente gratis desde luego."

"¿Especial?"

"Le gusta dar por el culo a las chicas"

"Bueno, eso es lo que siempre hacen los políticos. Darle por culo al personal" rió Margarita.

"Eres incorregible" le amonestó su abuela con cariño.

"¿Te lo has hecho con él alguna vez?" preguntó la nieta.

"Un par de veces. Tiene un polla que no te lo puedes imaginar, casi de treinta centímetros" respondió Abuela Margarita con picardía.

Esmeralda Biencogida se acercó a las dos mujeres con cierto nerviosismo. "Margarita, ¿te importaría hacerte cargo del señor Alcalde? Se ha fijado en ti al entrar y me ha pedido explícitamente que le atiendas tú. Y otra cosa, mi niña. El señor Alcalde tiene un privilegio especial en esta casa. Antes de entrar en la cabina desnúdate por completo y haz todo lo que él te diga, ¿entendiste? Y no te olvides el lubricante."

"No te preocupes Esmeralda. El señor Alcalde quedará plenamente satisfecho con mis servicios" contestó Margarita. "Bueno abuela, te veo luego. Me voy a chupar una polla con poder. A ver que sabor tiene."

Siguiendo las instrucciones de la dueña del sex-shop, Margarita se desnudó por completo, dejó la ropa sobre el mostrador y se dirigió al fondo del local, no sin atraer la mirada lasciva de los clientes que había entre los estantes de películas pornos y juguetes sexuales, que no tenían todos los días la oportunidad de ver en vivo y en directo a una rubia despampanante como ella en pelotas.

Al pasar al lado de la puerta de una de las cabinas, escuchó el inconfundible sonido de gente entregada a los placeres de la carne. Curiosa, entreabrió la puerta. Claudia Vanessa, una de las colombianas que trabajaban en el local, se encontraba sentada a horcajadas sobre un hombre tendido en el suelo que la penetraba por el coño, mientras que otro, de rodillas, se la metía por el culo con fuertes envites que hacían vibrar el orondo culo de la colombiana. Un tercero sujetaba la cabeza de la chica con rudeza y le introducía la polla en la boca con violencia, haciendo que abundante saliva cayese de la boca de Claudia, que se atragantaba y tosía. Gruesas lágrimas corrían por su cara mientras gruñidos de placer salían de las gargantas de los tres hombres.

"Claudia, se supone que aquí sólo se hacen mamadas. Como te pille Esmeralda follando a los clientes te va a poner de patitas en la calle" dijo Margarita.

Con esfuerzo, Claudia Vanessa consiguió zafarse de la polla que le atoraba la garganta. "Por favor no le digas nada Margarita, esto lo hago para sacarme una platita extra. Pero no lo hago con todos los clientes, sólo con algunos. Necesito el dinero, ¿sabes?" El hombre le agarró de nuevo la cabeza con fuerza y empezó a follarle la cara con mayor frenesí. "Calla y sigue chupando, hija de puta" dijo.

Los violentos envites de la gorda polla en la garganta de la chica hicieron que esta tuviese arcadas, y por un momento pareció a punto de vomitar. El hombre ni se inmutó por el hecho y redobló la contundencia de sus movimientos pélvicos contra la cara de la sufrida colombiana.

Las arcadas y la tos de la chica parecieron excitar sobremanera a los tres hombres, que incrementaron sus movimientos y el volumen de sus gruñidos, hasta que los tres se corrieron prácticamente a la vez. La cara de Claudia Vanessa estaba sucia de saliva, rímel y semen. Margarita notó con cierta sorpresa que las tres chorreantes pollas se mantenían erguidas y duras a pesar de la eyaculación. Estos cabrones deben estar hasta el culo de viagra y quién sabe de que más, pensó nuestra heroína. Sin mediar palabra, los tres hombres intercambiaron sus posiciones sobre la colombiana, el del culo pasó a la boca, el de la boca al coño y el del coño al culo. Empezaron a follarla con renovados bríos.

La salvaje follada triple había excitado a Margarita, que sentía la familiar humedad pegajosa entre las piernas.

Se dirigió a la cabina donde esperaba el señor Alcalde. Éste se había quitado los pantalones y los calzoncillos, aunque conservaba puestas chaqueta y corbata. Sentado en cómodo sillón, con su mano derecha se masturbaba lentamente, moviéndola arriba y debajo de la polla, que como había dicho Abuela Margarita, tenía unas dimensiones colosales.

Durante un par de minutos, el señor Alcalde se quedó mirando en silencio a Margarita y masajeando el enorme rabo. "Acércate" ordenó a la chica a la vez que levantaba las rodillas "Y méteme la lengua en el culo".

Obediente, Margarita se arrodilló entre las piernas del señor Alcalde, aplastó la nariz contra los peludos testículos y empezó a lamer con fruición el ano del hombre, introduciendo la lengua por la abertura. El señor Alcalde manifestó su agrado con gruñidos de placer. Tras unos minutos de beso negro, el Alcalde agarró con fuerza el cabello de Margarita, moviendo su cara hasta que ella se vio obligada a meterse el pene en la boca. "Chupa puta" dijo el hombre.

El enorme y purpúreo glande chocaba con fuerza contra el fondo de la garganta de Margarita, que sofocaba las arcadas con esfuerzo. Tosió y la saliva se derramó con abundancia sobre los genitales del Alcalde. Le costaba respirar y se le saltaron las lágrimas, que se unieron a la saliva. Tenía la sensación de que la mandíbula se le iba a desencajar, y notó con asombro que apenas había conseguido tragar la mitad del enorme falo. Margarita empujó con fuerza la cabeza hacia atrás, liberándose de la asfixiante polla y recuperando el aliento con una profunda inspiración.

"Tiene usted una polla enorme, señor Alcalde" dijo la chica con admiración "Casi no puedo hacerle la mamada, y le puedo asegurar que yo soy toda una experta en chupar pollas." El señor Alcalde sonrió con un gruñido de satisfacción y orgullo.

"Tengo la polla más grande de toda la ciudad, putita, ¿porqué crees que soy el alcalde? Ahora cállate y sigue mamando".

Capítulo VI: Ganarse un dinerito extra

Cuando Margarita salió de la cabina, Esmeralda Biencogida se encontraba explicándole el funcionamiento de un vibrador de última generación a una atenta madre de mediana edad y a su adolescente hija. "Como pueden ustedes ver" decía Esmeralda "con este dildo se puede obtener a la vez estimulación vaginal y clitorina, a la vez que, usando el pequeño vibrador anal de regalo, se consigue un muy placentero…"

Madre e hija miraron con sorpresa a la bella y desnuda joven que se acercaba a ellas. "Hola Margarita" saludo Esmeralda "¿Cómo te ha ido con el señor Alcalde?"

"Ha estado fenomenal. Aunque tengo que decir que nunca me las había visto con una polla de ese tamaño. La mamada ya me costó trabajo. Pero la enculada ha sido increíble. A pesar de todo el lubricante que usé, cuando me la metió creí que me partía por la mitad. ¡Que dolor! Pero al cabo de unos minutos, el dolor pasó, y la sensación de tener dentro de mí un rabo de semejante calibre fue indescriptible. He tenido una corrida de la ostia, y sin tan siquiera tocarme un pelo del coño. Es la primera vez que tengo un orgasmo totalmente anal. Ha sido fantástico. Justo antes de correrse, el muy cabrón sacó la polla de mi culo y me la metió en la boca. El lecherazo fue tan abundante que apenas podía tragármelo todo. Me atraganté y tosí, pero como tenía la boca llena de rabo, se me salió el semen por la nariz. Eso se ve que le gustó mucho al muy guarro, y me ha dado una propina extra por buen servicio."

"¿Se ha marchado ya el señor Alcalde?" preguntó Esmeralda Biencogida.

"Sí, pero antes de irse me ha pedido que te diga que hablará con su amigo el director del Banco Trullero, que casi seguro que te conceden el crédito para la ampliación del local. ¡Ah! Y me ha dado su tarjeta de visita para que lo llame si me interesa un puesto de becaria en el ayuntamiento"

"Eso es estupendo mi niña. Gracias a tus habilidades de mamona conseguiré aumentar el negocio. Te debo una" dijo la venezolana abrazando a la desnuda rubia con cariño. "Por cierto, ¿Qué hace una becaria del ayuntamiento?"

"Pues papeleo diverso y recados, pero fundamentalmente follar con el Alcalde, con algunos de los concejales y con los directivos de la policía local" respondió Margarita.

"Perdone que le pregunte" dijo la clienta de mayor edad, que todavía sostenía el dildo de última generación en la mano "pero no he podido evitar sentir curiosidad al oírlas hablar. Aparentemente usted ofrece servicios sexuales en su establecimiento, además de juguetes y películas, ¿no es cierto?" dirigiendo la pregunta a Esmeralda Biencogida.

"Si señora, aunque solo sexo oral. Los clientes que así lo deseen, pueden disfrutar del visionado de películas en las cabinas individuales mientras una de nuestras chicas le hace una mamada" respondió la dueña del sex-shop.

Margarita miró a las dos clientas. El parecido físico entre ellas obviaba que eran madre e hija. Ambas tenían el pelo color trigueño, ligeramente ondulado, cortado en una media melenita y ojos color avellana. Eran de estatura media, aunque bien proporcionadas, redondeadas caderas y pechos pequeños aunque bien proporcionados. Los de la hija, cuyo tanga rosa asomaba descaradamente por enzima de los ajustados vaqueros, eran algo mayores que los de la madre. Una niña muy mona, pensó Margarita, probablemente algo más joven que ella. La madre, una cuarentona de buen ver vestía una amplia falda estampada y un ajustado suéter de punto de color azul. El amplio escote del suéter permitía disfrutar de una magnífica vista del nacimiento de sus pechos.

"Pero ella ha hablado de una enculada" dijo la hija mirando a Margarita. Los pezones abultaban a través de su ceñida camiseta. Era evidente que no llevaba sujetador.

"Margarita ha estado atendiendo al señor Alcalde, nuestro cliente mas distinguido, y él tiene ciertas prioridades. Pero al resto de los clientes sólo les ofrecemos el francés, nada más" explicó Esmeralda Biencogida.

"¿Y tiene muchas chicas trabajando aquí?" preguntó la mamá.

"Antes tenía tres, pero una de ellas se marchó recientemente. Por eso Margarita y su abuela vienen de vez en cuando a echar una mano, o mejor dicho, una boca" las mujeres rieron con sorna.

Madre e hija se dirigieron una mirada de complicidad.

"¿Y le interesaría contratar a mas chicas?" preguntó la madre.

"Pues la verdad es que sí, sobre todo si lo del crédito del banco sale adelante y consigo hacer la ampliación del local que tengo planeada. ¿Está usted interesada quizás?"

"Estaba pensando en mi hija. Le vendría muy bien tener un trabajito a tiempo parcial para ayudarse con sus gastos y los estudios. ¿Se gana mucho en esto de mamar pollas?"

"La verdad es que se gana más dinero de lo que mucha gente puede pensar. Mi abuela, con sólo tres días a la semana, consiguió en un mes ganar suficiente para pagarme una tele nueva, de esas extraplanas" intervino Margarita.

"Eso parece estupendo mama" exclamó con entusiasmo la adolescente.

"¿Tienes mucha experiencia chupando pollas, mi niña?" preguntó Esmeralda.

"La verdad es que, sin pecar de orgullo, sí que la tengo. En el pasado semestre gané la medalla de oro del campeonato de mamadas, y todos los vecinos de mi bloque dicen que soy la mejor mamona" respondió la jovencita.

Una sonrisa de orgullo iluminó el rostro de su madre.

"No está nada mal. Pues si te interesa el trabajo, puedes empezar a partir de mañana. El horario es de siete de la tarde a cuatro de la mañana. En esas horas puedes venir cuando quieras. Tienes que hacer la mamada completamente desnuda de cintura para arriba, o llevando algún top sexy, pero siempre con los senos expuestos. Y sólo se hacen mamadas, nada de folladas ni enculadas. Y un solo tipo cada vez. ¿De acuerdo? Y cobrarás según el número de mamadas que hagas" explicó la empresaria del sexo.

"De acuerdo. Mañana estaré aquí" dijo la joven con alegría, la voz preñada con el ardor de la antelación.

"¿Y a usted señora, no le interesa también el trabajo de mamadora?" le preguntó Esmeralda Biencogida a la madre.

"¿No soy yo un poco mayor para eso?" respondió la mujer con asombro, aunque sintiéndose alagada.

"No, no. Al contrario. Algunos clientes prefieren a mujeres más maduras y se sienten decepcionados porque sólo tenemos chicas jóvenes en el local. Usted le vendría muy bien al negocio".

"Pues no se que decirle. Aunque la verdad es que a mí tampoco me vendría mal ganar un dinerito extra" asintió la mujer.

"Estupendo mamá. Trabajaremos juntas chupando pollas" exclamó la hija, abrazando a su madre con cariño.

"Bueno, yo os dejo para que ultiméis los detalles" dijo Margarita Mamas. "¿Sabes donde se marchó mi abuela, Esmeralda?"

"Dijo que iría al club, y después volvía a casa, a ver si tu madre había acabado de follar con los predicadores, y que luego se irían a cenar al local de tu prima Flavia".

"Estupendo. Adiós entonces. Y a ustedes que tengan suerte en su nuevo trabajo".

Todavía desnuda, Margarita recogió su ropa del mostrador y salió a la calle, donde atrajo las miradas de los viandantes, gratamente sorprendidos de ver una rubia de escultural belleza como dios la trajo al mundo.

Alzó la mano para llamar a un taxi que oportunamente pasaba en ese momento.