Un día con Margarita (3: En el nombre del rabo)

Dos predicadores tocan a la puerta de Margarita. Los dos jóvenes se llevan toda una sorpresa.

UN DÍA CON MARGARITA

Capítulo III: En el nombre del rabo

"Ya abro yo" dijo Margarita Mamas.

Sin abrocharse la blusa, abrió la puerta del piso, encontrándose con dos paliduchos y flacos individuos. Vestían pantalones negros, corbata negra y camisa blanca, con una pegatina en el bolsillo de la misma que identificaba el nombre de cada uno de ellos. El más alto portaba una ajada cartera al hombro, mientras que el otro sostenía en las manos lo que parecía un puñado de folletos y un par de libros.

Pasmados de asombro, los dos jóvenes se quedaron boquiabiertos y con los ojos como platos mirando los turgentes pechos de la chica, cuyos empitonados pezones parecían apuntarles directamente a la frente.

"Si. ¿Qué desean?" preguntó Margarita con la mas encantadora sonrisa.

"Eh…, si…, yo…" dijo uno de los hombres. El otro todavía no había acertado a cerrar la boca o a parpadear. "Somos Testigos de Raticulín. Nos…, nos gustaría pedirlo un poco de su tiempo para que…, podamos hablarle sobre la Buena Teta…, quiero decir, la Buena Nueva."

"Por favor, pasen. Están en su casa" ofreció Margarita.

Los hombres se sentaron nerviosos en el sofá de la sala, las piernas juntas y los folletos sobre el regazo. Su estupor y ansiedad aumentó ostensiblemente cuando Mamá Margarita, que seguía completamente desnuda, pues ese era su indumentaria habitual en casa, entró en la sala se sentó en el sillón de enfrente, lo que dejó su sexo plenamente a la vista.

Margarita presentó los dos jóvenes a su madre, que dijo "Me alegro de que hayan venido. Hace tiempo que tengo interés en hacerles a ustedes unas cuantas preguntas".

"Us…, usted dirá señora" dijo uno de ellos. El otro seguía sin ser capaz de articular palabra. El rubor alcanzaba proporciones colosales en las caras de ambos.

"Pues me pregunto" dijo Mamá Margarita "cual es la postura de ustedes con respecto al sexo en grupo. En mi familia hemos sido siempre muy liberales, y yo personalmente he participado en orgías desde mi juventud. Pero siempre me he preguntado acerca de gente como ustedes. ¿Tienen algún tipo de práctica sexual en sus reuniones?"

"No señora" dijo el Testigo con asombro "El sexo es algo estrictamente ceñido al matrimonio, entre esposo y esposa únicamente. Lo que usted dice es algo que…, que..."

"Me parece a mi que a estos dos lo que les hace falta es un buen polvo" comentó Margarita.

"Creo que tienes razón" dijo Mamá. "A ver chicos, quitaros la ropa"

"¿Co…, cómo dice señora?" dijo el Testigo mudo, que por fin pareció recobrar el don del habla.

"Ya lo habéis oído. Ropas fuera. Quiero ver que clase de pollas tenéis" ordenó Mamá Margarita, poniéndose de pié, con los brazos en jarras. Era una cuarentona de curvas espectaculares con largo pelo de color cobrizo dorado y unas piernas de ensueño que atraían las miradas de todos cada vez que salía a la calle.

Tímidos pero obedientes, los Testigos empezaron a desabrocharse los pantalones.

Margarita Mamas se quedó un rato mirando divertida como su madre se follaba a los dos Testigos de Raticulín en el sofá del saloncito. Mamá estaba a cuatro patas sobre el sofá, uno de los jóvenes se la metía por detrás, su vientre chocaba rítmicamente con los redondeados y firmes glúteos de la mujer. El otro joven se agarraba con fuerza al respaldo del sofá, mientras era victima de una mamada de antología.

Mamá Margarita introdujo su dejo por el ano del Testigo al que se la estaba chupando. Tras unos instantes, éste se corrió con fuerza en la boca de ella, que golosa tragó hasta la última gota. Al gemido de su compañero, el otro joven alcanzó también el orgasmo, derramando su semen en el interior del coño de Mamá. Jadeante, se recostó sobre la espalda de la mujer, que se volvió, con gotas de semen en el mentón, a besarlo con ternura.

"Bueno chicos, ¿Qué os ha parecido?" preguntó Mamá Margarita.

"Ha sido glorioso" respondió uno de los Testigos.

"Vaya. Eso nunca me lo habían dicho tras un polvo" dijo Mamá entre risas. "Creo que la follado os ha sentado bien. Voy a traeros un reconstituyente. Cuando os recuperes un poquito, volvemos a empezar. ¿Te los quieres follar tú, cariño?" le preguntó a su hija.

"No gracias. Voy a cambiarme de ropa y me voy al sex-shop a ver a la abuela" contestó Margarita.

"Está bien. Que te diviertas. Yo me quedo con estos dos, a ver si les hago ver la luz" dijo Mamá Margarita con picardía. "A ver chicos. Ahora vamos a hacer lo siguiente. Mientras vosotros os hacéis un sesenta y nueve, yo os voy dando por el culo con mi strap-on-dildo"

Mientras cerraba la puerta tras de ella, Margarita pudo ver con regocijo como el estupor y el miedo se mezclaban en las pasmadas caras de los dos muchachos.