Un dia con Amocarlos1 (mañana )

El encuentro esperado.

UN DIA CON AMOCARLO1 (por la mañana)

Eran las nueve de la mañana y solo ella sabia que dentro de unas horas su vida daría un giro de trescientos sesenta grados.

Cogió el teléfono como si fuera parte de ella.

Una parte que esperaba sonara en cualquier momento.

Conocía los deseos de su amo.

Sabía que esperaba de ella esa mañana.

Se arregló para salir, debía estar cerca del lugar de la cita para cuneado él la reclamara.

No era la primera vez que lo veía, pero estaba más nerviosa aun que esa primera vez.

La espera se hacia eterna.

Deseaba ese encuentro, pero temblaba.

Intentaba relajarse, pero cuando creía conseguirlo sonó el teléfono.

Sabía que era él.

Descolgó.

_ ¿Sí?

_ 5 kilómetros.

_ Vale.

Volvió a colgar el teléfono.

Él estaba solo a 5 Km., el pulso se desbocó de nuevo.

Estaba preparada solo esperaba una segunda llamada.

Pero estaba tan nerviosa como una colegiala el primer día de clase.

Era imposible recuperar el control, de manera que simplemente reaccionaba a los impulsos externos.

Volvió a sonar el teléfono.

Descolgó.

_¿Sí?

_ Habitación 105.

_ Voy.

Sin pensarlo, dejó el teléfono en el asiento del coche y arrancó.

Se dirigió al hostal.

Aparcó y se fue directa a la habitación.

Entró sin llamar y cerró la puerta tras de sí.

Sabia lo que debía hacer y una vez cruzada la puerta las dudas y los miedos quedaban al otro lado.

Con las manos temblando se quitó la ropa interior y sin levantar la vista del suelo se puso frente a la cama.

Su amo estaba en ella y estaba esperándola.

Paró frente a la cama y cogiendo aliento le dijo:

_ Soy la zorra que espera mi señor.

Este, se levantó de la cama y amarrándola le dio la vuelta hasta dejarla de cara a la pared.

La cacheó a su antojo.

Le agarró los senos y comprobó si estaba mojada.

Lo estaba.

Sabia lo que vendría a continuación.

Él se apartó de ella y se sentó en la cama.

Chasqueó los dedos una vez.

Ella se desnudó.

Chasqueó los dedos dos veces.

Ella se arrodilló.

Chasqueó los dedos tres veces.

Ella se acercó a él, de rodillas y se introdujo su polla en la boca.

Le acariciaba el glande con la lengua y la recorría con los labios.

Le acariciaba los testículos mientras seguía succionando la polla de su amo.

Entonces él la detuvo.

_¿No tienes nada que decirme?

_Creo que sí mi amo.

_¿Y bien?

_Espero este satisfecho conmigo mi amo. Si no es así sírvase castigarme como mejor le plazca. Úseme como un objeto, humílleme, insúlteme, azóteme, soy suya mi señor.

_¿Sabes que puedo hacer contigo lo que me dé la gana?

_Lo sé, mi amo.

_Podría ser cruel y azotarte hasta que me canse, o humillarte hasta donde ni te imaginas.

_Lo sé, mi amo.

_¿Consientes?

_Sí, mi amo.

_Vamos. Ponte a cuatro patas sobre la cama. Levanta más ese culo.

Entonces él la dejó en esta postura y se fue a buscar algo.

Le escuchaba moverse por la habitación, pero no osaba levantar la cabeza.

Se sentía ofrecida, con el culo en pompa y los muslos abiertos, pero deseaba aquello.

No tenia ni idea de cómo podía terminar, pero fuera lo que fuera, ella lo deseaba.

Él se acercó a ella con un consolador y empezó a metérselo en la vagina.

Le gustaba sentir el cosquilleo en su vagina.

Pronto sus manos acariciaron su clítoris y su ano, mientras de vez en cuando la penetraba con el consolador.

Su respiración iba en aumento al igual que sus jadeos y la velocidad de las embestidas del consolador.

Deseaba correrse, pero sabia que no podía.

Su mente intentaba pensar en mil cosas distintas, pero era incapaz de fijar ningún pensamiento.

Solo podía pensar en correrse y en la prohibición de su amo.

_Por favor mi amo, deja que me corra.

Él continuaba sin hacerle el menor caso.

Sentía el latir de su corazón en su vagina, pero tenia que aguantar.

_Por favor mi amo, deja que me corra. Te lo suplico.

_No.

Y continuaba acariciando su clítoris suavemente, introduciendo un dedo en su culo y torturándola con el vibrador.

_Por favor mi amo. Te lo suplico.

_¿Qué?

_Deja que me corra, por favor.

_No.

Aquello era ya inaguantable, necesitaba liberarse. Necesitaba correrse.

_Por favor, te lo suplico mi amo. Por favor. Deja que me corra mi amo.

Entonces él aumentó el ritmo y siguió tocándola.

_Córrete ahora.

Sus manos intensificaron las caricias.

El consolador se introducía en ella sin piedad.

Ella estalló por fin en un orgasmo liberador.

Se convulsionaba, su espalda se arqueaba.

Las piernas le temblaban.

_Por favor para, te lo suplico.

Pero él no se detuvo, sus manos continuaron acariciándola, haciendo que sus orgasmos se sucedieran.

Un orgasmo se encadenaba con el otro, escapando a su control.

No tenía dominio de su cuerpo.

_Por favor, te lo suplico mi amo.

No tenían ya mucho tiempo así que su amo accedió a sus suplicas.

Ella respiraba pesadamente, intentaba recuperarse.

Le faltaba el aliento.

Su cuerpo no le respondía.

Su amo se sentó en la cama y dirigió su polla a la boca de su esclava.

Ella lo recibió gustosa.

Lamió su polla suavemente, sin dejar lugar por recorrer.

Se metió el glande en la boca y lo succionó.

Luego toda la polla.

La sentía crecer entre sus labios.

Sabia que debía aumentar el ritmo.

Lo hizo.

Aprisionaba la polla con los labios mientras sus manos acariciaban sus testículos.

Un dedo se dirigió a su ano y le daba suaves masajes en círculos.

Su boca subía y bajaba por su polla hasta que sintió como se derramaba en ella.

Disminuyó el ritmo.

Pero sin dejar de chuparla para aprovechar hasta la ultima gota, dejándolo limpio.

El tiempo se les había echado encima y tenían que separarse.

Ella tenia que atender a su marido y buscar una excusa para por la tarde.

_¿A que hora volverás?

_Intentare estar aquí sobre las cuatro. Te mando un mensaje.

Y los dos salieron de la habitación en sentidos opuestos.

Sabían que el día no hacia mas que empezar.