Un desolado bosque (4: Dolor y Placer)

Supone que su amo le volverá a azotar el trasero, pero no importa, después la hará gozar como sólo él sabe hacerlo.

Un Desolado Bosque (4: Dolor y Placer)

Laura se ha quedado dormida arrullada por el movimiento del auto, Jorge la mira complacido mientras maneja, con precaución entra en una desviación del camino por donde avanza con tranquilidad cuando a lo lejos distingue la casa de dos pisos casi en ruinas hacia donde se dirigen. Con suavidad acaricia la pierna de Laura que al sentir la cálida mano sobre su muslo se despierta.

  • Ya llegamos.

Sin poder evitarlo, Laura deja escapar un suspiro de molestia.

  • ¿Qué pasa?

  • Otra vez un bosque. – Comenta Laura al ver que la maltrecha casa a la que se acercan se encuentra rodeada de árboles.

  • ¿Te estás quejando? – Pregunta serio y con voz firme. – Es un lugar seguro y eso es lo único en lo que me fijé.

  • Lo siento Jorge, no quise parecer ingrata, en realidad agradezco mucho todo lo que estás haciendo por mi.

  • Eso ya lo veremos.

Jorge estaciona el auto en el garaje de la casa, cierra la puerta con el control, abre una puerta que se encuentra en el piso y le indica a Laura que baje la escalera. Al llegar al final de la escalera, Laura descubre que bajo la destartalada casa se extiende un amplio departamento construido como refugio de concreto. Jorge camina hacia la sala y Laura lo sigue.

  • Quédate quieta y no te muevas.

Laura lo mira acercarse y nerviosa se queda inmóvil mientras Jorge le desgarra la túnica y la deja completamente desnuda de pie en medio de la sala. Laura lo mira contrariada, mientras instintivamente trata de cubrir con sus manos su cuerpo desnudo.

  • Aquí estarás a salvo mientras yo regreso al desolado bosque. – Jorge habla más para sí mismo que con Laura que lo mira preocupada. – Si no regreso estará seguro de que fui yo el que te ayudó a escapar, pero si regreso pensará que estás muerta, sobre todo cuando encuentre tu ropa rasgada y ensangrentada junto a la cueva de los lobos.

  • Gracias. – Con timidez le dice sinceramente Laura.

Jorge voltea a verla, la toma de la cintura para acercarla a su cuerpo y la besa en los labios mientras le acaricia el trasero.

  • Te dije que cuidaría de ti. – Jorge le quita las bandas de cuero de las muñecas y las coloca junto a la túnica rasgada. – Dame las bandas de los tobillos. Tu cuarto es el de la puerta blanca, báñate y vístete, come algo en la cocina y duerme un poco, quiero que estés descansada para cuando regrese.

Laura le entrega las bandas y bajando la cabeza se dirige hacia la puerta blanca, entra en el cuarto y cierra la puerta tras de si. Ya en el interior, Laura revisa la habitación, hay una cama, un pequeño ropero con cajones y un caballete que Laura mira sin entender su utilidad, pero cuando ve una correa y un fuete que cuelgan de uno de sus extremos, imagina para qué sirve, por supuesto en la habitación no hay ventanas.

Pensativa entra al baño, sin pensarlo dos veces se dirige a la regadera y abre el agua caliente, su cuerpo necesita un buen baño y su mente requiere de tiempo para pensar. Se coloca bajo el chorro de agua tibia que acaricia su cuerpo, mientras trata de ordenar sus ideas: escapar no tiene sentido, ¿para qué escaparía? No puede regresar a su vida anterior en donde nadie la extrañará, además si el amo de Jorge la descubra, no quiere ni imaginar lo que sería capaz de hacerle; morir , podría morir, pero no se siente lista para una decisión tan drástica.

Entonces su única salida es aceptar ser la esclava de Jorge , después de todo esa idea no resulta tan desagradable, sólo tendría que preocuparse por complacerlo y él se encargará de cuidarla, además Jorge siempre le ha gustado y no puede negarse así misma, lo mucho que disfrutó estar con él después de que escaparon. Laura toma la toalla para secarse, pone abundante crema en sus manos y la distribuye por toda su piel, humectando todas y cada una de las partes de cuerpo para estar suave y perfumada para él.

Nunca se hubiera imaginado que aceptaría ser la esclava de alguien, pero tampoco recuerda haberse sentido deseada y protegida como ahora. Vistiendo únicamente una túnica corta color azul celeste, porque no encontró ropa interior por ningún lado, Laura se prepara algo de comer, después siguiendo las órdenes de su amo, se acuesta a descansar.

El golpe de una pesada mano sobre su trasero la despierta, antes de poder siquiera gritar o entender lo que está pasando, vuelve a sentir la fuerte, caliente y pesada mano en su nalga, ahora sí deja escapar una exclamación de dolor por lo que recibe otra nalgada más fuerte que las anteriores.

  • Levántate, te traje un regalo. – Le dice Jorge notablemente emocionado.

Laura se levanta de la cama y mira a Jorge sorprendida, cuando se va a sobar el trasero dolorido por las nalgadas recibidas, él le sujeta las manos.

  • Quieta, el único que puede acariciar esas preciosas nalgas, soy yo.

Con suavidad Jorge se acerca y le acaricia el trasero, Laura suspira profundamente al sentir alivio. Después de una bolsa de terciopelo, Jorge saca unas bandas de cuero color azul celeste, finamente adornadas y con cuidado las coloca en los tobillos y en las muñecas de Laura, después saca un collar para el cuello y se lo muestra a Laura.

  • ¿Te gusta?

  • ¿Lobita? – Lee Laura en el collar.

  • Cuando no tengas el collar puesto eres Laura, pero cuando lo traigas puesto eres mi esclava, mi lobita dispuesta a complacerme en todo. ¿Queda claro?

Laura asiente con la cabeza mientras Jorge le coloca el collar en el cuello, al terminar da uno paso hacia atrás para admirarla y exclama convencido. – Estás hermosa, lista para atender a tu amo.

La esclava baja la mirada y observa las correas en sus muñecas, se da cuenta de que siente un vacío en el estómago cuando su amo la toma de la mano y la acerca al caballete, engancha las correas de sus tobillos a las patas del caballete, dejándola con las piernas abiertas, después engancha las correas de las muñecas para que quede de pie, con la cintura doblada hacia enfrente y el trasero levantado.

  • Puedes llorar, gemir o suplicar, pero no quiero oír un solo grito.

  • Sí amo. – Responde la esclava con un hilo de voz, tratando de ocultar la excitación que siente y el temor ante lo inesperado.

El amo sonríe cuando su esclava da un respingo al sentir que coloca la mano en su trasero, desliza suavemente la mano acariciándola hasta llegar a los muslos. Al cabo de un rato de acariciarla, la esclava se da cuenta de que su amo se aleja de ella, quedando fuera del alcance de su vista, lo que la llena de inquietud hasta que siente una fuerte nalgada.

Los golpes de la mano de su amo sobre su trasero se repiten uno tras otro, ella lucha por no gritar mientras él la azota con fuerza dándole una buena tunda. La esclava deja escapar unos cuantos gemidos que excitan a su amo, quien cada vez la golpea con más frecuencia y precisión, cambiando constantemente el lugar en el que golpea para no dejar ni un centímetro del trasero de su acongojada esclava sin azotar.

  • Muy bien lobita, te estás portando muy bien. – murmura el amo mientras acaricia el trasero recién azotado. – Rojo y caliente como me gusta. – El amo le besa con ternura sus doloridas nalgas. – Siempre las quiero así… antes de gozarte deben estar calientes y rojas como brazas.

La esclava deja escapar un suspiro cuando siente como su amo pega su cuerpo desnudo a ella para disfrutar del calor de su trasero, le acaricia la espalda, la besa en el cuello y desliza las manos por sus piernas para terminar en su intimidad.

  • Estás húmeda.

Sonrojada, la esclava oculta el rostro con vergüenza, siente la respiración entrecortada cuando su amo, con sus expertos dedos, juega en su intimidad, la besa largamente en los labios y con la otra mano azota una vez más sus nalgas. – Hay que mantenerlas calientes y rojas. – Le susurra al oído mientras uno de sus dedos penetra en ella, seguido de un segundo y un tercer que rápidamente entran y salen de ella, otro azote cae en su trasero, el placer y el dolor se dan paso, el uno al otro.

La mano del amo golpea y acaricia su trasero, mientras con agilidad le libera las muñecas y los tobillos, ella se mantiene recargada en el caballete y los dedos de su amo se deslizan entre sus glúteos.

  • Estrenaré este trasero que ahora es mío, mientras azoto tus maravillosas nalgas y como te estás portando bien, te dejaré escoger, correa o fuete.

  • Lo que el amo quiera.

  • Bien contestado, ¡fuete! – El amo toma el fuete que cuelga del caballete con una mano, sin dejar de meter y sacar los dedos de la otra mano en su trasero excitándolo, al mismo tiempo talla el pene contra sus bien formados glúteos, ella no puede evitar un sobresalto cuando siente como su amo la penetrar, entrando y saliendo un par de veces de su vagina, humedeciendo y calentando el pene que ella puede sentir grande, grueso y duro. Se estremecerse al pensar que ese gran órgano intentará penetrarla por detrás.

La esclava arquea la espalda al sentir como le frota su pequeño orificio con la cabeza del pene de arriba hacia abajo, un par de azotes del fuete le provocan gemidos de temor. Su cuerpo se estremece una y otra vez, pero se tensa cuando su amo acomoda el pene en su trasero y la cabeza empieza a entrar en ella. Los gemidos son más fuertes, su amo aprovecha el va y ven de su cuerpos para deslizarse dentro de ella lentamente, el dolor causado por el fuete que golpe sus nalgas, la obliga a aflojar la presión, facilitándole la entrada a su amo.

Agarrándola de las caderas, en cada movimiento el amo puede entrar un poco más profundo en su esclava hasta que en un último empujón la penetra por completo. Por un momento él se queda quieto, dejándola que sienta todo el órgano en su interior, ella suspira ante las sensaciones, contrae sus músculos provocando en él un intenso placer al sentir como lo aprisiona y él sale casi por completo para volverla a penetrarla de un solo golpe, ella vuelva a contraerse, los gemidos y el vaivén se acompañan con el entra y sale profundo, duro y salvaje de él.

  • Por favor amo.

  • Puedes correrte lobita, te lo mereces.

Totalmente entregada a las sensaciones la esclava aprieta los puños y acompaña los espasmos de placer con jadeos anunciando la llegada de su orgasmo que disfruta sin reprimir las exclamaciones placer, permitiendo que su amo la penetre aún más. Con vehemencia él le separa los glúteos, suelta la fusta y sigue embistiéndola con fuerza mientras juega en su humedad, ella no deja de jadear.

  • Vamos, dame más, tú puedes. – Le pide su amo mientras la penetra y la acaricia frenético, sin darle tregua. – Eso es, así, dame más, así. – Ella siente como todo su cuerpo le cosquillea, su trasero se contrae aprisionando a su amo, los gemidos son incontrolables así como sus movimientos, los fuertes jadeos anuncian el nuevo orgasmo que está por invadirla, aprieta los puños, se muerde el labio y deja escapar fuertes expresiones de placer al momento que tiembla excitada, poco después su amo le llena las entrañas de su cálido semen que empieza a escurrir por sus piernas, un par de embestidas más y él se vacía por completo.

Ella siente como su corazón late casi en una taquicardia mientras la agitada respiración de él calienta su nuca. Su amo le acaricia el trasero y le da una nalgada.

  • Híncate y recuesta el pecho sobe la cama. – Le ordena.

Obediente la esclava camina hacia la cama aunque le tiemblan las piernas, por la posición en la que debe colocarse, supone que su amo le volverá a azotar el trasero, pero no importa si después la hace gozar como sólo él sabe hacerlo. La esclava recarga el pecho sobre la cama y ofrece su trasero a la correa que su amo trae en la mano.

El amo se va excitando conforme el trasero de su esclava vuelve a adquirir un intenso color rojo, desliza la mano sobre las nalgas para comprobar que estén calientes, le da dos cuerazos más y ordena.

  • Pon tu trasero frente a mí, de rodillas apoyada sobre las manos y baja la cabeza. – La esclava sin preguntar obedece, se acomoda según las órdenes de su amo y lo ve arrodillarse detrás de ella.

Ansioso su amo la penetra, empuja con vigor, fuerte y rápido demostrando su dominio sobre su sometida esclava que se mueve buscando sentir y gozar a su amo dentro de sus entrañas. Él la jala del pelo, tira de su cabeza para penetrarla más profundamente, ella sigue moviéndose agitada y deja escapar un gemido cuando la mano de su amo la vuelve a descubrir húmeda.

Después de un par de horas de apasionados juegos en los que tanto el amo como su esclava gozaron al máximo, los dos descansan acostados en la cama. El collar de "Lobita" se encuentra en el buró junto a la cama, Jorge boca arriba acaricia el trasero tibio y rojo de Laura que descansa recostada sobre su pecho.

  • Laura, ¿estás bien?

  • Mejor que nunca.

  • Te portaste como toda una loba en celo.

  • Gracias a que tengo un buen amo. – Jorge sonríe ante el comentario y Laura lo mira a la cara. – ¿No te arrepientes de haberte arriesgado para salvarme?

  • No Laura, lo volvería a hacer mil veces. Ahora soy tu amo y me has demostrado que en verdad estás dispuesta a ser mi esclava, eres mía, soy tu dueño, todo tu cuerpo y tus pensamientos son míos. Eres mi esclava, mi lobita que me complace en todo y eres Laura, mi amiga y las dos son sólo mías.

Jorge la besa con deseo, ella responde al beso con pasión, entregada a su amo, abrazando con fuerza a su dueño y a su nueva vida.

Fin.

Fuego de Rosa.