Un deseo cumplido, una amistad perdida

Un encuentro deseado por ambos con unas consecuencias que no deseaba.

UN DESEO CUMPLIDO. UNA AMISTAD PERDIDA.

Todo comenzó por una decisión familiar de realizar ciertas inversiones inmobiliarias. Decidimos invertir unos ahorros en la compra de unos pisos de unas características concretas, que nos permitiese rentabilizar dichos ahorros, poniéndolos en alquiler, obteniendo así una renta superior a la que nos producían los intereses bancarios.

Nos distribuimos el trabajo por decirlo de alguna forma entre mi esposa y yo. Ella, realizaba un primer contacto con las inmobiliarias telefónicamente, concretaba la visita a una vivienda determinada que había elegido por sus condiciones y yo era el encargado de visitar el piso en cuestión "in situ" acompañado por un o una comercial de la inmobiliaria.

Mi esposa me llamó al "móvil", con cierta ansiedad y prisa

¿Tony?. Mira, he localizado un piso que está muy bien de precio y creo que está bastante bien, aunque necesita alguna pequeña reforma. Tienes que ir rápidamente, que te están esperando para ir a verlo.

Bien, ¿dónde tengo que ir?

Directamente a la inmobiliaria, está en la calle Principal, número 17. Pregunta por Elisa.

Estoy muy cerca. Ya te contaré ¿vale?

Vale, en cuanto lo veas me llamas.

Me dirigí hacia el domicilio indicado a pié, ya que estaba muy cerca y no valía la pena ir a buscar el coche.

Al llegar al domicilio indicado, me dirigí a la recepcionista, una señora ya mayor, con un bronceado muy intenso y bastantes arrugas, que no se correspondían con la edad real de la mujer.

¿La señorita Elisa, por favor?

Sí. ¿De parte?

Antonio...

Sí, le esta esperando. Un momento que está hablando por teléfono.

Bien, gracias.

Pasé a una pequeña sala de espera y me puse a ojear una revista para hacer correr el tiempo los más amenamente posible. No había pasado mucho rato cuando escuché una dulce y cantarina voz, que se me hizo muy familiar..

¿Tony?

Sí... ¡¡Elisa!! ... no imaginé que fueras tú

¡¡ Antonio, yo tampoco!! ...

Por lo que veo, ahora trabajas aquí.

Sí, desde hace un par de meses... cuando quieras podemos ir al piso, ya lleva el bolso, las llaves, la ficha... creo que no me dejo nada.

Salimos de las oficinas y nos dirigimos al casco antiguo de la ciudad. Eso ya no me gustó mucho, por la mala calidad de las construcciones en esa zona y la antigüedad de las mismas. Hacía un calor sofocante y, caminábamos realmente rápidos. Elisa, vestida con una falda negra muy ceñida y por encima de sus rodillas y una blusa blanca que dibujaba su cuerpo casi como una segunda piel, de la cual, no se había percatado que por la tensión que le producía sus voluptuosos pechos, se le había desabrochado un par de botones, mostrando un más que generoso escote pudiendo apreciar el sujetador, que a duras penas podía cumplir su cometido de mantener sujetas en su "inquilinas", las cuales, mantenían un movimiento espectacular, con la misma cadencia de sus pasos y de un armonioso movimiento de caderas.

Nos conocíamos Elisa y yo por su anterior trabajo, como empleada de la gasolinera donde habitualmente suelo repostar mis vehículos, y ocasionalmente, cuando no había mucha afluencia de clientela, nos enfrascábamos en conversaciones totalmente intrascendentes, por el mero hecho de que ambos disfrutábamos de esos ratos de asueto. Sabíamos que ambos estamos casados, aunque no era motivo para que en muchas ocasiones nuestras conversaciones la provocación sexual mutua, sin ir más allá en ningún momento, aunque en algún momento, nuestras manos tocaron, como parte de nuestro especial juego, algún trozo de piel, aunque nunca ningún punto

Físicamente Elisa es difícil de describir... En su rostro destacan sus ojos, de color gris intenso, siempre brillantes y con unos destellos que seducen intensamente. Sus labios, bien perfilados de un color Rosado intenso y siempre húmedos destacan de su piel morena y de su cabellera, de color negro azabache, con unas ondulaciones naturales que hacen de su expresión, una mujer muy sensual y erótica. No es delgada, pero tampoco obesa. Quizá algún kilo de más, pero no muchos, no más allá de 3 ó 4. Su busto, de los que dan ganas de perderte en él mordiendo y lamiendo como un bebé, concebidos en su justa medida, sin llegar a ser excesivamente grandes. Sus caderas, prominentes, dando paso a unos glúteos proporcionales a todo su cuerpo, sostenidos por dos poderosas piernas fuertes y robustas, bien perfiladas y perfectamente torneadas. Quizá es el conjunto de toda ella lo que más llama la atención. Es una mujer que desprende erotismo y sensualidad por todos sus poros.

Llegamos al edificio donde estaba ubicado el piso a visitar. Exteriormente la sensación que me produjo no fue precisamente buena. Accedimos al interior y comenzamos a subir escaleras, iniciando ella la marcha. Decorosamente, con la mano se sujetaba la faldilla, para que no pudiese ver más de la cuenta.

De momento es lo mejor que se puede ver aquí, y tu no me dejas. –Le dije con una segunda intención.

No hay mucho que ver. –Me contestó acompañando sus palabras con una cantarina risa.

Déjate de tonterías, hay muchísimo y muy bueno que ver.

Se paró en el descansillo, y soltando su falda, abrió sus piernas en compás e inclinó su cuerpo hasta formar un ángulo de 90º con sus piernas.

¿Te gusta más así?. –Me preguntó mirándome por encima de su hombro. No podía verse desde mi posición más allá de la mitad de sus perfectos muslos.

Muchísimo más. Pero es una pena que la falda que llevas sea tan larga.

¿Larga?, Si en cuanto me siento se me ve más de medio muslo y si me descuido algo más. – Dijo iniciando de nuevo el ascenso por la escalinata.

Si quieres, te marco en la falda el "largo ideal" que deberías llevar.

Mucho mejor sin falda, ¿no?. –Siempre acompañando sus palabras con su musical risa.

Sin duda. Pero como mejor estáis las mujeres es en "trikini", es decir, con pendientes, una pulsera y una gargantilla.

Reíamos de buena gana al tiempo que se detenía ante una de las puertas, buscando en su bolso las llaves de la vivienda. Había dejado de reír mi gracia, pero mantenía una sonrisa enigmática. Sus ojos eran un vendaval de destellos que me hipnotizaban por momentos.

Aquí es. – Dijo al tiempo que introducía la llave en la cerradura y comenzaba luchar con ella intentando abrir la puerta. – No puedo, va dura...

Con lo erótico que es esto que acabas de hacer introduciendo la llave en la cerradura y no rematas la faena... ¿para todo eres igual?

Como eres

¿Me permites?. - Dije al tiempo que, situándome tras Elisa, pasé un brazo por cada lado de su cuerpo hasta alcanzar el tirador y la llave con cada uno de ellos, dejándola acorralada entre mi cuerpo la puerta y mis brazos.

Por favor.

Al contestarme nuestros rostros quedaron casi pegados, podíamos sentir nuestros alientos, nuestros labios casi se tocaban, nuestra mirada fue subiendo desde los labios del otro hasta que se cruzó, diciéndonos mucho mas que con palabras.. Durante unos instantes, la más mínima insinuación de cualquiera de los dos hubiese desencadenado una tempestad. Tuve la sensación en esos segundos que ambos estábamos deseando cruzar el umbral y entregarnos a una pasión desenfrenada. Sin duda, ese deseo lo teníamos escondido en nuestro subconsciente.

El ruido de los cerrojos nos indicó que la puerta estaba abierta, acompañado con un chirrido de los goznes mal engrasados. Elisa accedió al interior y yo la seguí, cerrando la puerta y haciendo girar la llave, cerrándola por dentro. Dejé la llave dentro de la cerradura. Esto lo hice inconscientemente, sin ninguna intención por mi parte.

Elisa como buena comercial, fue mostrándome las distintas dependencias de la vivienda. No era muy grande. Había algunos muebles en el salón. Se notaba el empeño de los propietarios de hacer el lugar acogedor. Llegamos a la alcoba principal, donde el dormitorio, estaba completo. Incluso la colcha que cubría la cama, se apreciaba limpia, como toda la vivienda.

Cuando entramos al dormitorio, nuestras miradas se cruzaron unos instantes. Estábamos serios y callados. Elisa, abrió la ventana de la estancia y se apoyó en el alfeizar con sus brazos cruzados.

Desde aquí se ve la Catedral... hay una vista muy bonita. –Comentó.

Y desde aquí también hay una vista maravillosa. – Contesté al poder apreciar su cuerpo desde atrás.

Me acerqué a ella. Estaba con el culo en pompa y su cuerpo echado hacia delante. Nuevamente pasé un brazo por cada lado de su cintura, apoyando mis manos en el marco de la ventana. Sus manos buscaron las mías y me las sujetaron con fuerza.

En verdad la vista es bonita. ¿Por qué me sujetas las manos?

Tus manos sueltas, son un peligro.

¿No me has dicho muchas veces que te gusta el peligro? – Mi pubis rozaba sus glúteos, solamente separados por nuestra ropa, y sus pechos estaban al alcance de mis dedos, aunque en esos instantes, no eran operativos.

Sí, y me encanta, pero... nunca he sido infiel a mi marido.

Yo tampoco a mi mujer.

Antonio esto es peligroso- me dijo al tiempo que se incorporaba y apoyaba su espalda en mi pecho, llevando mis manos a su cintura, pero sin soltarlas. – Algo en mi interior me dice que si nos dejamos llevar, vamos a cometer una locura.

¿Sientes mi locura?. –Mi erección era más que notoria y la tenía apoyada totalmente entre sus nalgas.

Sí, la siento, pero no debemos continuar...

No continuamos si tú no sientes igual que yo

Y tu, ¿qué sientes?

Deseo... desde hace tiempo que tengo deseo por ti... Dime que tu no lo tienes y nos marchamos...

No puedo decirlo Antonio... yo también te deseo desde hace tiempo.

Mis manos, descendieron a lo largo de sus caderas siguiendo a lo largo de sus muslos en busca del final de su falda. Con unos movimientos de mis dedos, logré mi objetivo comenzando el ascenso acariciando la parte interior de sus suaves muslos en busca de la prenda íntima que recatadamente albergaba su cueva de placer, al mismo tiempo que arrastraba hacia arriba la tela de su falda.

Pronto alcancé mi meta y pude apreciar de forma notoria la calidez que desprendía tan intimo rincón de su cuerpo, que acaricié a través de la blonda de su ropa interior, que comenzaba a manifestar su excitación al notarse cierta humedad.

Nuestros labios se unieron levemente de forma entrecortada. Pronto su lengua hizo un amago de contacto con mis labios, pidiendo permiso. Respondí de igual forma y en unos instantes las lenguas tomaron vida propia y comenzaron una frenética lucha, con pasión y desenfreno. Nos fuimos retirando de la ventana dando unos pasos hacia atrás. La giré hasta quedar ambos de frente. Nuestras miradas llenas de pasión se encontraron. Sus manos alcanzaron los botones altos de mi camisa, y comenzó a desabrocharlos uno a uno mientras sus labios fueron besando mi pecho allí donde antes había un botón. Cuando acabó con la camisa, continuó con el pantalón. Pronto estaba en ropa interior.

Realicé los mismos movimientos que ella para despojarla de su blusa. Quedaron a la vista sus desafiantes y turgentes pechos, protegidos por el sujetador. Me perdí unos instantes en su canalillo y me permití la licencia de acariciar sus pechos por encima de la prenda. Seguidamente le tocó el turno a su falda y en pocos segundos ambos estábamos en ropa interior comenzando a acariciarnos mutuamente, a descubrir nuestros cuerpos casi desnudos y alternando nuestras miradas con leves contactos de nuestros labios.

Me bastó una leve insinuación y quedó sentada en la cama. Sus labios, quedaron a la altura de mi entrepierna. Sus manos acariciaron mis caderas al tiempo que alzaba su mirada buscando la mía, como si fuera a pedirme permiso por algo. Sus dedos, se deslizaron con suavidad a lo largo de mis muslos arrastrando en su movimiento descendente mi "slip", dejando a la vista mi pene totalmente erecto y que apuntaba directamente a sus labios. Sin dejar de mirarnos a los ojos, se limitó a separar sus carnosos y dulces labios y engullirse totalmente el falo que tenía a su entera disposición. De mi boca salió un suspiro de placer entrecortado. La humedad de su boca, la suavidad de sus labios y los movimientos de su lengua, comenzaron a hacer estragos en mí. Pronto mis piernas empezaron a temblar y no me quedó más remedio que sacar el pene de tan placentera gruta por temor a terminar mucho antes de lo que deseaba.

Me puse en cuclillas, y con suavidad empujé sus hombros dejándose caer sobre el lecho. Acaricié sudo su cuerpo. Al pasar sobre sus pechos, aproveché para dejar ante mis ojos sus erectos y oscuros pezones, que sobresalían erguidos y desafiantes de unas aureolas perfectas y de color también oscuro que contrastaban con la blancura de sus pechos. Me entretuve jugando con esos maravillosos pezones, hasta lograr arrancarle unos gemidos de placer. Al llegar a su cintura arrastré con mis dedos sus discretas bragas de blonda negra a lo largo de las piernas hasta sacárselas por los pies, al tiempo que dejaba un reguero de brillante saliva con la lengua. Me limité a colocarme entre sus piernas para poder apreciar su pubis, delicadamente recortado en un pequeño triángulo justo por encima de donde comenzaban sus abultados labios vaginales exteriores, abiertos de par en par y mostrando un pequeño clítoris brillante de los flujos vaginales producidos por la excitación de Elisa, y que estaba pidiendo a gritos ser devorado por mis libinidosos labios. Pronto sus plácidos gemidos fueron aumentando de volumen, y sus caderas se movían buscando el máximo contacto con mi boca. Mi lengua escudriñaba todos los rincones de su gruta de placer prestando especial atención a su pequeño "botoncito", que a esas alturas del acto había duplicado su tamaño. Sus movimientos se transformaron en convulsiones, cuando una descarga de placer puso en tensión los músculos de su cuerpo y un ahogado grito salió de su garganta, y mi boca saboreó los dulces néctares que me regaló.

Apenas se había recuperado de su orgasmo y sin dale ningún tipo de tregua, apunté mi ariete hacia la entrada de su vagina, y pausadamente lo enfundé en su ardiente agujero, que me recibió con leves contracciones de sus músculos, últimos espasmos del placer que acababa de recibir.

Inicié un bombeo pausado y profundo. La lubricación vaginal era muy abundante y yo entraba y salía deliciosamente, recibiendo y entregando el máximo placer. Elisa movía la cabeza de un lado a otro sin cesar, mantenía los ojos cerrados, sus labios entreabiertos, separados periódicamente al morder de forma instintiva su puño, para evitar gritar, su rostro estaba perlado de pequeñas gotas de sudor al igual que el resto de su cuerpo.

Mis rodillas, al estar apoyado en el suelo, comenzaban a dolerme. Salí de Elisa y subí a la cama y poniéndome tras ella, la levanté poniéndola al estilo perrito, y volví a entrar en ella, casi con brusquedad, tomándola por las caderas e iniciando un contundente movimiento de mi pelvis. Aproveché para soltarle el sujetador y accedí a sus pechos y los amasé con delirio, sin olvidarme de sus erectos pezones. Elisa acompasó mis movimientos con los suyos buscando una penetración máxima. Gotas de sudor dejaban pequeños charcos brillantes sobre su culo... Su culo qué delicia verlo desde mi posición... era como una pera perfecta... no pude evitarlo y dirigí mis dedos para acariciar y tratar de estimular su diminuta entrada trasera.

¡¡NO, ESO NI SE TE OCURRA, SI ME CORTAS "EL ROLLO", LO DEJAMOS AQUÍ!! – Me dijo gritando y con cara de pocos amigos... De forma automática me olvidé de su ano, continuando con mis embestidas, cada vez más fuertes y profundas.

¿Te gusta que te den así de fuerte?

¡¡SIIII!!

Poco más podía aguantar bombeando. Empezaba a notar que mi eyaculación iba a ser inminente.

No aguanto más, me corrooo...

Dentro, la quiero dentro, ¡¡PRÉÑAME!!

Acompañada de una fuerte embestida hasta lo más profundo de Elisa, me derramé inundando con mi semen su vagina totalmente. Su vagina, empezó a tener unas fuertes convulsiones que oprimían con fuerza mi verga en su interior, ordeñándome materialmente los últimos vestigios de mi fenomenal orgasmo.

Continuamos en la misma posición durante un buen rato, hasta que puede apreciar que sus músculos vaginales dejaron de tener contracciones. Fue entonces cuando me salí y me dejé caer pesadamente sobre la cama, Elisa también cambió de posición, llamándome la atención que tenía su mano en la vagina, evitando que el semen allí depositado, saliese al exterior. ¿Realmente quería quedar embarazada?.

¿De verdad quieres quedar embarazada?. –Le pregunté.

Sí. –Contestó escuetamente.

¿Y eso?

Soy incompatible con mi marido, El nunca podrá preñarme. Ya lo hemos mirado.

Entonces sabrá perfectamente que él no es el "padre"... Tendremos problemas.

En todo caso, seré yo quien los tenga, no tú. Jamás sabrá quien es el padre.

Me dejas perplejo totalmente...

Tony, esto no volverá a suceder nunca más. Nos saludaremos como siempre y nuestra vida continuará como siempre. Todos los problemas que acarree esto que acabamos de hacer serán exclusivamente míos. Tu imagina que has ido "de putas" y te has tirado a una. Cambiando de tema ¿El piso te gusta? –Preguntó al tiempo que, sin quitar su mano de la entrepierna, se levantó en busca de sus bragas y comenzó a colocárselas, no sin cierta dificultad al utilizar solamente una de sus manos.

No está mal... deberé consultarlo con mi esposa.

Bien, ya me diréis alguna cosa. Empieza a vestirte, tengo que llegar pronto a la inmobiliaria. Tengo que ir a enseñar otro piso. – Dijo con un tono serio, muy serio.

Buscaba con mis ojos su mirada tratando de averiguar cual era su pensamiento. Elisa la eludía constantemente. No quería que nuestras miradas se encontraran. Terminamos de vestirnos en silencio y salimos de la vivienda de regreso a su oficina. No cruzamos palabra alguna en los 10 minutos que duró el trayecto. En la puerta, siempre con la mirada baja, me besó en la mejilla al tiempo que estrechábamos la mano derecha,

Dime algo sobre el piso. Adiós.

Adiós Elisa. Te llamo en un par de días.

Cuado quieras. –Dando media vuelta, desapareció por las escaleras que conducían a la inmobiliaria. No se giró. No realizó señal alguna de despedida.

En esos momentos me sentía realmente mal. Muy mal. No era eso precisamente lo que pretendía. Perder una amistad por un "polvo". Fantástico, eso sí, pero un simple "polvo". Lo peor de todo, sentir que podía quedar embarazada. Seguro que si así era, no tendría "responsabilidad" alguna por ese hijo, pero... Yo sabría perfectamente, que su hijo, también sería mi hijo... Y eso empezaba a dolerme.

Afortunadamente, pasaron varios meses y pude apreciar que no había quedado embarazada. Todo continúa igual. Pero nuestra amistad ha perdido muchos enteros y no había la complicidad que teníamos antes de nuestro encuentro.