Un deseo

Microrelato

26 -Diciembre -2007

UN DESEO

Llevaba mucho tiempo deseando algo; algo que se había convertido en casi una obsesión, tan absurda y estúpida como lo suelen ser todas las obsesiones. Y cuando aquella mujer le dijo "¡Pide un deseo!", él, mentalmente lo hizo.

Quería ser el mejor amante que Mónica nunca pudiese imaginar, el que más placer le diese en toda su vida, escucharle decir "nadie me folla como tú" después de hacer que se corriese una y otra vez, que le incluyese en sus más obscenas fantasías y que además se lo contase a sus amigas cuando comentasen sus vidas sexuales. Si pudiese hacer realidad un deseo, sin duda sería ese.

Ese sábado había llamado a una prostituta para intentar espantar la soledad, amargura y aburrimiento que le invadía cada fin de semana. Pero al abrir la puerta no se encontró con la mujer voluptuosa que había visto en fotos por internet. Bastante molesto, intentó despedirla de malos modos. Ella, lejos de ofenderse, le soltó aquella frase: "Te concedo lo que quieras si me pagas. ¡Pide un deseo!".

Fue entonces cuando pensó en Mónica y empezó a cabrearse de verdad. Además de engañado, se sintió estúpido. Para colmo, como si pretendiese haber leído su mente, aquella asquerosa le dijo: "Hecho". Y tendió la mano con gesto avaricioso. Agarrándola de los pelos la arrastró fuera y la empujó escaleras abajo, oírla rodar le sirvió para calmarse un poco. Cerró la puerta, cogió una botella y bebió hasta que cayó inconsciente al suelo, pero ni aún así su mente le dio paz.

Soñó con Mónica, medio borracha, tal como estaba la noche que se enrollaron. Volvió a revivirlo todo, el deseo que se apoderó de él al saberla suya, los nervios, la indecisión, la frustrante decepción del gatillazo, las palabras de amor de las que ella se rió antes de vomitarle encima. Intentando arreglar el sueño se acercó a ayudarla, levantó su cabeza con mimo y se encontró con la cara de aquella puta que, sin parar de reír le decía: "Hecho".

Tuvo frío al despertar, estaba todo oscuro, demasiado oscuro, quiso moverse pero no pudo, tampoco pudo hablar. Algo iba mal, muy mal. Se sentía rígido, mudo y ciego. Se imaginó tirado en el suelo de su apartamento con una parálisis cerebral, a la espera de que alguien lo descubriese y llamase a una ambulancia. Le entró pánico al darse cuenta de lo solo que estaba en el mundo. Sin familia ni amigos, sin trato con los vecinos; en el trabajo serían quizá los únicos que le echasen en falta y no lo suficiente como para molestarse en buscarle.

Sintió un alivio inmenso cuando inesperadamente oyó abrirse una puerta y escuchó una voz femenina. Luego una sensación de mareo, como si le manipulasen sin tocarle y de repente una luz cegadora. Vio a Mónica. Era como mirar través de un cristal. Ella estaba hablando por teléfono.

"Lo ha dejado en mi puerta, en una cajita, con una nota en la que pone su nombre"…"Claro que me parece raro"… "Si ni siquiera hemos vuelto a cruzar palabra desde aquella patética noche"… "No sé si llamarle o esperar a verle mañana en el trabajo."…"Lo que sí te digo es que, aunque él no me guste nada, su regalo tiene muy buena pinta"

Entonces cayó en la cuenta, estaba en casa de Mónica, apoyado en el aparador y al mirarse en el espejo vio que él era el exótico consolador que ella contemplaba sonriente desde el sofá.

Un relato de ErotikaLectura .

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