Un desconocido me come el culo en un cine
Un hombre mayor con un bastón en la mano me seduce en un cine, me mete los dedos en el culo y me lo come. Su jovencito sobrino me folla con una polla descomunal. Tuve más orgasmos que nunca
Os contaré hoy lo que me sucedió en uno de esos minicines que ahora abundan tanto. Yo tenía entonces 22 años. Era un martes, una tarde que estaba aburrida. Decidí entrar al cine. Aquel día iba vestida con un minipantalón muy apretado y una camiseta corta que me dejaba la tripa al aire. Era verano.
La sala a la que entré estaba semivacía. Solo una pareja en la parte central. Yo subí hasta la penúltima fila. Estaban todavía los anuncios cuando llegó un hombre de unos cincuenta años, llevaba un bastón pero no se apoyaba en él sino que colgaba de su brazo. A su lado, un chico joven, de unos 18 años, gordo y feo. Los dos caminaron por las escaleras y subieron lentamente. Noté que el hombre se fijaba en mis piernas. Llegaron hasta la fila en la que yo estaba y le oí comentar: «Ahí estaremos bien». Señalaba las butacas que estaban a mi lado. El hombre mayor se sentó junto a mí y el chico más allá.
Cuando se apagaron las luces el hombre dejó el bastón apoyado en el reposabrazos que estaba entre nosotros. Después empezó a acariciarlo por la parte de la punta. Acariciaba el bastón y no dejaba de mirarme, como si no le importase lo que ocurría en la pantalla.
Me fije en el bastón, parecía un consolador grande. Con sus manos daba la impresión de que el tipo le estaba masturbando. Me fije que la punta del bastón era de goma y redondeada. Sentí una sensación extraña. Ya sabéis que me encantan las situaciones morbosas y los hombres maduros, turbios y oscuros. Me ponen, qué le voy a hacer.
Yo tenía las piernas cruzadas y el hombre no paraba de mirármelas. El seguía jugueteando con su bastón y poco a poco lo iba pasando hacia mi butaca. Yo estaba sorprendida. Noté que acercaba la punta del bastón a mi pierna, sentí el contacto a la altura de mi rodilla. Desplazó el bastón de la rodilla hasta mi tobillo y después subió hacia arriba. Era muy extraño. Presionó sobre una de mis piernas para que las descruzase. Eso es lo que quería, claro. Sentí una oleada de calor cuando me di cuenta. Ese tío era un morboso. Pero descrucé las piernas. Y el bastón como si hubiera conseguido un triunfo se movió con rapidez. Enseguida vi que estaba posado entre mis piernas, justo en mi chocho. Hizo unos cuantos movimientos y trató de meterse entre la pernera de mi pantalón y mi pierna sin conseguirlo. Estaba demasiado apretado.
Entonces el hombre se inclinó hacia mí y me preguntó:
—¿Cómo te llamas, guapa?
—Anita.
—Entonces, Anita, quiero que te pongas de lado y te quites los pantaloncitos para que pueda restregarte este bastón por ese culazo que tienes.
—Usted está loco.
—Venga, Anita, obedéceme y luego también te pondré la polla en el culo.
—Déjeme en paz.
Pero yo sabía que lo iba a hacer porque me gustaba mucho que me dijera esas cosas. Él se dio cuenta enseguida.
—Te voy restregar el bastón y luego te voy a meter este dedo por el culo y te lo voy a chupar morbosamente, paladeando, ese culo se merece mi lengua.
—Déjeme tranquila —le dije pero me sentía irresistiblemente atraída.
Mientras yo hablaba él extendió su dedo corazón y se lo llevó a los labios, se lo chupó voluptuosamente.
—También quiero tu chochazo y tus tetitas, lo quiero todo. ¿Lo entiendes, Anita?
No dije nada pero estaba cada vez más excitada con sus palabras, me sentía húmeda y con la boca seca. Sin darme cuenta me había puesto de lado, aunque sin quitarme los pantalones. La punta del bastón empezó a hacer circulitos en mi culo por encima de mi pantalón. Apretaba y apretaba.
—Desabrochate, Anita, ese culito lo está deseando.
Su voz me hipnotizaba, notaba la presión del bastón en mi culo. Me desabroché el pantalón.
—Muy bien, Anita, bájatelos un poquito, hasta las rodillas.
Se inclinó sobre mi butaca y me los fue bajando él, yo le dejaba hacer. Me los quitó del todo, los cogió y se los dio a su sobrino, que no perdía detalle de lo que ocurría.
—¿Qué haces? —le pregunté.
—A él le gusta mucho oler. Verás cómo disfruta cuando le dejes también tus braguitas —me dijo.
—Sois unos guarros.
—Sí, sí, mucho. Ahora quiero que te pongas con el culo en pompa, te he dicho que quiero meter este dedo en tu culo, ese culo me está volviendo loco.
El corazón me latía cada vez más deprisa. El morbo de la situación me ahogaba. Puse el culo en pompa como me pedía y cerré los ojos.
—Así me gusta, que hagas lo que te digo.
Puso su dedo justo en mi ano por encima de las bragas y empezó a apretar, como si quisiera taladrar mi ropa interior.
—Quítatelas.
—No, no, por favor, va a venir alguien.
Hablábamos en susurros.
—Lo haré yo —dijo.
Sacó unas tijeritas pequeñas del bolsillo y me cortó las bragas por los lados. Después me las sacó.
—No te hacen falta.
Yo seguía con el culo en pompa y de lado. Puso su dedo corazón en mi ano y me lo empezó a acariciar, primero suavemente, después con más fuerza, me lo metió un poquito, luego un poquito más y más, se puso a follarme el culo con el dedo, dentro, fuera, dentro, fuera.
—Eres un pervertido.
—Mucho, Anita.
Tenía dos dedos metidos en mi culo. Solo eso, pero yo sentía sus dedos moverse y me excitaba. Aquel hombre entonces se dirigió a su sobrino.
—Arturito, ponte al otro lado de Anita y enséñale lo que tienes.
Arturito era alto y gordo, también llevaba pantalones cortos, se levantó y se vino a poner en la butaca que estaba vacía a mi lado. Se sentó repantingado hacia atrás. Yo veía su barriga y un bulto muy grande.
—Enséñasela, Arturito.
Aquel hombre seguía con los dedos entrando y saliendo en mi culo, mientras su sobrino se desabrochaba los pantalones. Entonces emergió una polla descomunal, como yo nunca había visto.
—Chúpasela un poquito, Anita, que te lo agradecerá, el chico está muy desatendido.
Yo estaba aturdida. Le empecé a acariciar aquella polla monstruosa y el chico me atrajo hacia él, me colocó con la boca en su polla. Le fui lamiendo primero de arriba abajo, me metí el glande y el empujaba mi cabeza con las manos. Estaba encima de su panza y su polla, con el culo en pompa al aire. El hombre había sacado los dedos pero noté que se había levantado de la butaca. Entonces puso su lengua en mi ano. Se separó un poco y le oí decir.
—Te dije Anita que te iba a comer el culo como nadie.
Noté su saliva en mi ano, su deseo brutal, su morbo, me folló con la lengua. Noté que entraba y salía. Su lengua era una culebrilla que me ponía a mil, disparaba mis sentidos.
—Verás como lo vas a pasar cuando te meta la polla, Anita.
Su sobrino dio un alarido y se corrió salvajemente.
—Arturito, Artutito, mira la que has liado.
—Y ahora te quiero meter la polla, Anita. Ven a mi asiento.
—Nos van a ver.
—No te preocupes. Si esa pareja solo se ocupa de la película y mi sobrino necesita tiempo para recuperarse.
Me atrajo hasta su asiento. Me hizo apoyarme en la butaca de delante.
—Con el culo en pompa, Anita.
Mi culo debía de estar cerca de su cara. Noté otra vez el bastón. Me metió un poco la punta de goma y luego lo retiró. Entonces una lengua empezó a darme lametazos otra vez, me lamía toda la raja del culo, se metía en mi ano.
—Mira como tengo la polla para ti —me dijo al tiempo que noté su polla, que había colocado entre los dos carrillos de mi culete, se movía de arriba abajo. También me había levantado la camiseta y despojado del sujetador. Sus manos acariciaban mis tetas. Mis pezones se habían endurecido y mi chocho era una fuente.
Aquel hombre, todavía no sabía su nombre, puso la punta de su polla en mi ano. La movió en circulitos y luego apretó un poco. Mi deseo se disparó. El morbo me volvía loca. Mire a su sobrino, seguía repantingado en la butaca pero su polla había revivido, se la estaba acariciando. Cuando vio que le miraba, me guiñó un ojo.
—Cuando acabe mi tío te la voy a clavar en el chocho —me dijo.
Mi excitación llegaba a la cima, me sentía en un torbellino, me estaba corriendo como un loca. Me ponen a mil las pollas y las palabras, me gusta que me digan cosas sucias, escuchar los deseos más morbosos de los hombres. La polla del hombre del bastón mpezó a entrar como una barrena en mi culo.
—Ya tampoco eres virgen por atrás, putita. Ya sabía yo que te gustaban mucho las pollas.
Me la metió hasta dentro y yo creí que me derretía. Sus manos ahora estaban en mi chocho, acariciaban mi clítoris, sus dedos revoloteaban en mi vagina y yo veía las estrellas. Él también estaba frenético, galopaba en mi culo al tiempo que me susurraba en el oído.
—Te gusta, ¿eh, putita? Dime que te gusta mucho.
—Síí, síí, me gusta mucho.
Sus dedos hacían su trabajo en mi chochito, yo estaba más excitada que nunca, en el cielo de los orgasmos y solo pensaba en la polla gigante que el gordito seguía masajeándose en su butaca. El hombre se corrió dentro de mi culo como si fuera un surtidor. El sobrino estaba al acechó, me agarró de la cintura, me levantó en volandas y me llevó a su butaca. Se repantingó otra vez y me montó encima de él. Mi chocho quedó encima de su pollaza. Ya os he dicho que había una pareja varias filas delante de nosotros. No había nadie más en el cine. Los dos miraban de vez en cuando y cuchicheaban. A mí ya no me importaba que mirasen. El sobrino metió su lengua en mi boca, me pellizcó las tetas.
—Metete mi polla, putita.
Ya os he dicho que era descomunal. La puse en mi vagina y él empujó como un poseso, me comía las tetas con una lengua gorda y babosa como la de un perro. Aquel tío era un animal salvaje y su polla un embolo ardiente en mi interior. La pareja ya miraba descaradamente. Escuché al hombre del bastón que se dirigía a ellos.
—También tenemos dos pollas y un chochito para vosotros —les dijo.
Tuve más orgasmos que nunca. Yo ya sabía que era una ninfómana total, que me encanta que me follen por todos los lados y que ver una polla me pone a cien. No lo puedo remediar. El sobrino también se corrió dentro de mí. Yo me dejé caer en mi butaca. Entonces vi a la mujer de la parejita que estaba delante de nosotros, que se acercó hasta mí.
—Esta chica tan guapa quiere comerte el chochito —me dijo el hombre del bastón.
—Me encantaría —dijo la chica que tenía unas tetas espectaculares.
Pero esa es otra historia. Quizá otro día si tengo tiempo os la cuente. ¿Os ha gustado? Besitos a todos los que me escribís. Me encantan vuestros comentarios.