Un cumpleaños inolvidable
Hay regalos de cumpleaños que no se olvidan nunca
Era el cumpleaños de mi amiga. Una muy especial con la que compartía algo más que una amistad. Y decidí prepararle una fiesta sorpresa. Ella siempre me había comentado su fantasía de tener a unos cuantos tíos que se dedicaran al cien por cien a ella solita. Así que llamé a unos conocidos que sabía que le podían gustar y al final fueron tres los que accedieron a venir a la fiesta. Andrés, Diego y Luis. Ninguno de los tres se conocía. Les cité en mi casa media hora antes que a mi amiga y les expliqué de qué se trataba. Mi idea era que le dieran todo el placer posible mientras yo miraba, y quizás algunas veces me uniera a ellos. Pero si yo les mandaba que hicieran algo tendrían que obedecerme de inmediato, fuera lo que fuese, sin reservas. Todos accedieron.
Mi amiga llegó puntual. La hice entrar al pasillo y le vendé los ojos con un pañuelo. “Tengo una sorpresa para ti”, le dije. La guié hasta el salón. Allí esperaban los tres chicos sentados en el sofá, tal y como les había dicho. Me puse a la espalda de ella para que pudieran contemplarla y la fui desnudando poco a poco. Se había vestido muy sexy con una camiseta escotada y minifalda. Dejé al descubierto sus pechos y se los froté ante la mirada de ellos, que ya tenían las manos sobre los bultos de sus pantalones, incluso alguno ya bajaba la cremallera. Ella empezó a mover las caderas mientras le quitaba la minifalda dejándola caer al suelo. Cuando tan solo le quedaba un precioso tanga negro puesto, ellos ya tenían las manos en sus instrumentos y empezaban a ponerlos a punto. Le froté mi polla contra su culo mientras le bajaba el tanga y le susurraba al oído: “este va a ser un cumpleaños inolvidable”. Se había depilado todo el cuerpo dejando solo una fina línea de pelo en su pubis, que la hacía aún más apetecible.
La llevé hasta el borde de la mesa y la subí al filo de ella. Le quité los zapatos y le até los tobillos a las patas de la mesa, con unas cuerdas que tenía ya preparadas. Luego hice que se dejara caer ligeramente hacia atrás y estirándole los brazos, até cada uno a las otras dos patas de la mesa. Ya la tenía exactamente donde la quería, con las piernas bien abiertas. Los tres chicos ya se habían levantado del sofá y no apartaban la vista de ella mientras seguían masturbándose. Era el momento de quitarle la venda de los ojos. Ella miró alrededor con cara de asombro e incluso intentó incorporarse, pero la tenía bien atada. “Felicidades”, le dije, y la besé en los labios. Antes de que le diera tiempo a decir nada me volví hacia los chicos. “Andrés, dedícate a su coño y vosotros dos cada uno a un pecho”. No hizo falta decir más. Se pusieron alrededor de la mesa y se agacharon a hacer lo que les había indicado. Me saqué la polla y se la di para que la chupara mientras veía como ellos la lamían en los lugares que les había indicado. Sabía que le encantaba que le chuparan sus pezones y que jugaran con su coño, y quería verla correrse de gusto. Le quité mi polla de la boca y me quedé allí, viendo como gemía ante las atenciones de los chicos. Andrés ya tenía dos dedos en su coño y su lengua en su clítoris, y los otros dos lamían sus pezones. Ella gemía sin parar, estirándose sin que las cuerdas le permitieran moverse. “Morderle los pezones” y enseguida se pusieron a hacerlo. Yo seguí masturbándome y poniéndome a la altura del oído de mi amiga me puse a susurrarle lo zorra que era y como iba a disfrutar esa tarde. Sabía que estaba apunto de llegar por sus gemidos cada vez más agudos. La agarré por las muñecas y les dije que la hicieran gritar de gusto. Ellos se esforzaron al máximo y subieron el ritmo de las lamidas y el movimiento de los dedos en su coño, haciendo que su espalda se arqueara mientras su gemido se cortaba e incluso dejaba de respirar y los dedos de Andrés se llenaban de su leche.
Pero no íbamos a darle tregua. Diego ocupó el lugar de Andrés, viniendo éste hasta la boca de ella para que le chupara la polla. Luis hizo lo mismo y los dos se turnaban para ponerle la polla en la boca. Mientras yo seguía mirando y Diego ya se abría paso en su coño con su polla. Era el que tenía la polla más pequeña de todos y por eso queríamos que fuera el primero, para que fuera abriendo el camino. Ella los lamía sin parar. Me acerqué y le masajeé los pechos con mis manos, retorciendo sus pezones. Sabía que le gustaba empezar despacio para acabar con sexo duro. Y aquel había sido un gran comienzo.
Cuando Diego eyaculó le volvimos a poner la venda en los ojos y desatándola entre los cuatro nos la llevamos al sofá. Luis se sentó e hicimos que ella se sentara encima, clavándose su polla. Andrés y Diego la agarraron cada uno de una muñeca y con la otra mano jugaron con sus pezones mientras la ayudaban a subir y bajar de Luis. Yo sentado frente a ella en una silla miraba su cara, cada vez más lasciva. Sin duda estaba disfrutando de lo lindo. Tras un rato, Andrés cambió la posición con Luis y puso a mi amiga cara a cara quitándole la venda. Les dejé que hicieran lo que quisieran mientras les miraba y vi como ella les comía las pollas a los tres, se sentaba sobre ellos… Los chicos ya estaban algo cansados tras haberse corrido varias veces y ella estaba más cachonda que antes. Por lo que decidí intervenir mientras ellos descansaban y se recuperaban. Ya era hora de empezar a jugar duro.
Saqué la correa y se la puse mientras ella se ponía a cuatro patas, como si fuera mi perrita. Ni que decir tiene que aquello me excita más que cualquier otra cosa. Me puse detrás de ella, a cuatro patas, y abriéndole el culo le metí la polla. Al principio le dolió, y yo lo noté. Pero lo que hice fue entrarla más, abrirle más el culo para que sintiera el enorme placer que iba a darle. Pronto cedió y empecé a follármela con fuerza, tirando de la correa para que levantara la cabeza. Andrés se puso de rodillas delante de ella y agarrándola del pelo le metió la polla en la boca. Yo empecé a darle cachetes en el culo y tirar aún más de la correa hasta llenarle el culo de leche. Diego ocupó mi posición en cuanto descargué y Luis ocupó la de Andrés en la boca. Ella gemía sin parar y pedía más. Me puse por debajo de ella. De su coño no dejaban de salir chorreones de leche. Le metí dos dedos, sintiendo como la polla de Diego estaba a escasos centímetros de mí. Ya estaba preparada para lo siguiente.
Hice que Diego se tumbara en el suelo y ella se sentara con su polla en el coño. Luis se acercó por detrás y a la vez que le ordenaba a Andrés que se la metiera en la boca le dije a Luis que le taladrara el culo. Me senté en el suelo y los miré mientras ellos se la follaban. Diego había clavado los pies en el suelo y él y Luis habían acompasado el ritmo de la penetración, al igual que Andrés que la tenía agarrada por la nuca y se la metía hasta la garganta. Ellos gemían, pero a ella solo se la escuchaba cuando Andrés le daba una tregua. Aun así yo sabía cada vez que tenía un orgasmo y ya llevaba varios. Cambiaron las posiciones y fue ahora Andrés el que le taladró el culo. Cuando terminó se lo dejó tan abierto que veíamos salir el semen. Volví a ponerla a cuatro patas y le follé el coño a la vez que le metía dedos en su culo y le daba cachetes en el culo. Los otros tres se masturbaban delante de ella. La temperatura de la habitación había subido bastante. Empecé a follármela por sus dos agujeros bien abiertos hasta que estuve a punto de correrme. Le di la vuelta y me corrí en su cara. Cuando acabé, Andrés volvía a tener su polla en el culo y ella se relamió el semen de sus labios. Diego, siguiendo mi ejemplo, descargó todo su semen en su boca, a lo que ella no dejó escapar ni una sola gota.
Los hice que se incorporaran y le atamos las manos a la espalda. Otro le puso la venda en los ojos y la dejamos ahí de pie. Saqué todos los juguetitos que había preparado. Luis cogió las bolas chinas y se las insertó en el coño, junto con un pequeño vibrador que Diego insertó y accionó. Y Andrés le metió otro en el culo, dejándola totalmente taponada. A mi amiga debió encantarle por la sonrisa que tenía. Pero aquello no iba a ser todo. Cogí dos látigos y me acerqué a Luis y a Andrés, y les susurré al oído que le dieran latigazos en los pechos y la barriga. Me miraron con cara extraña pero no dijeron nada. A Diego le di unas pinzas y no hizo falta decirle nada. Yo le levanté los brazos por detrás haciéndola que se inclinara hacia delante, dejándoles a ellos bien levantados sus pechos y con la paleta que tenía en la mano empecé a propinarle una buena zurra en el culo. Diego se agachó a jugar con las bolas, los vibradores y las pinzas; y aunque les costó un poco más, Andrés y Luis empezaron a castigarla a latigazos, acompasados. Al principio más flojos hasta que vieron que entre más fuerte le daban, más cachonda se ponía ella. Gritos y gemidos de mezclaban como banda sonora. Y yo disfrutaba de ver como ella lo hacía. Se corrió de lo lindo mientras nosotros la castigábamos. Cuando tuvo el culo lo suficientemente rojo la penetré junto con el vibrador que Diego manejaba. Pinzas en los pezones y en los labios vaginales, el culo rojo, marcas de latigazos en los pechos y la barriga; y una sonrisa de oreja a oreja cuando acabé llenándole el culo de leche.
La desatamos y quitándole todo menos la venda de los ojos hicimos que se tumbara en el suelo. Cada uno agarramos una extremidad y la estiramos hasta dejarla en forma de cruz. Sujetándola cada uno con una mano, con la otra empezamos a torturarla. Diego y Luis le hacían cosquillas en los pies y Luis y yo le retorcíamos los pezones, pero vi que había algo que no funcionaba, aquello no la excitaba. Decidí que era el momento de pasar a la habitación. Lo había preparado a conciencia. Sábanas blancas, persianas bajadas, luz roja, velas en la mesita, espejos orientados hacia la cama, cuerdas en el cabecero y las patas de la cama, un pañuelo de seda negro… Le puse la correa y le quité la venda. Un gesto suyo le dio la aprobación a mi trabajo. Dejé los vibradores, las bolas chinas y demás por allí por si hacían falta más tarde. Pero los chicos ya estaban más que recuperados y con ganas de más. Sus erecciones les delataban. Pero quería que aún aguantaran un poco más, para que la cogieran con más ganas. Mi amiga se tumbó en la cama y volvimos a ponerla como antes en el suelo, pero esta vez sujetándola bien fuerte con las cuerdas y poniéndole un cinturón bien apretado por debajo del ombligo; cosa que sé que la estimula más. Volvimos a dedicarnos por entero a ella hasta que vi que los chicos estaban a punto de reventar. La desatamos, la pusimos a cuatro patas y dejé que uno a uno descargaran donde ellos quisieran después de haber estado follándosela un rato. Luis le llenó todo el culo de semen, Andrés la espalda y Luis la cara, mientras que yo opté por los pechos.
Acabamos los cinco sobre la cama, abrazados todos a ella. Cuando se metió en la ducha aprovecharon los chicos para irse, y yo entré a ver como el agua recorría su cuerpo. “Muchas gracias por el regalo”, me dijo. “Me ha gustado mucho”. A mí también.