Un culo maestro

Luego de deshacerse de sus amigos y de conversar unos tragos, un desconocido con el que coqueteé en la discotheque, decide de pronto llevarme a su departamento y mostrarme la maestría de su boca y su culo.

Un culo "maestro"

Luego de deshacerse de sus amigos y de conversar unos tragos un desconocido con el que coqueteé en la discotheque durante el comienzo de la noche, decide de pronto llevarme a su departamento y mostrarme el talento de su boca y su culo.

Me quedé mirándote disimuladamente y debo admitir que me gustó de inmediato tu rostro. Sobre todo esa mirada lasciva pero distante, que te hacía especialmente atractivo. Presentía que no sería difícil, después de unos cuántos tragos, llevarte a mi departamento o a la oscuridad del estacionamiento o, en el peor de los casos, al baño de hombres. Te movías bien, y la chica con la que bailabas te ponía cachondo debes en cuando, pero para mí estaba claro que, tal como a mí, te iban bien, como dirían mis amigos españoles, "las tías y los tíos". Es por eso que era francamente excitante cruzar nuestras miradas mientras bailabas con esa muchacha, quizá tratando de decidir en tu cabeza si esa sería una noche hetero o gay. Pero lo que más me calentaba, lo que me ponía a mil, era ese hermoso y firme trasero que tus pantalones marcaban tan generosamente, definiendo perfectamente la línea de tu culo, sabroso y palpitante –…como descubriría luego.

Afortunada coincidencia que esa chica y sus amigas tuviesen que irse por un problema con su auto y afortunado yo que supe estar a tiempo con dos tragos cerca de tu mesa. Tu amigo, ebrio ya, se había llamado un taxi y caminaba también hacia la puerta, por lo que no fue difícil para ti darle a entender que no te irías todavía. Para ambos era obvio lo que queríamos, pero para ambos también sería más atractivo dilatarlo hasta no poder más de la excitación. Tomamos un par de tragos en una conversación yo diría demasiado desenfadada para ser la primera y ciertamente menos nerviosa, aun de mi parte, que lo que esperaba que fuera. Me encantaba tu desinhibición y tu humor, si bien a veces francamente burdo, pero tu coquetería de macho confundido, tu continua exposición a mi proximidad, los roces fugaces de tu mano en mi entrepierna o bien mis morreos en tu bragueta bajo la mesa, las palabras al oído por la música fuerte y tu ronca risa, hacían un conjunto difícil de ignorar. Sobre todo, porque me pone sobremanera calentar a un "machito" que luego se dejará hacer como una vulgar puta.

Un culo firme y una gran espalda, ojos negros y unos labios gruesos que sabía pronto estarían saboreando el precum que a esas alturas ya bañaba el inicio de mi herramienta. Mientras me distraías con tus historias de chicas y tus osadías sexuales, que por supuesto parecían más imaginación que realidad, dejaban entender en cualquier caso que pese a tu juventud, tenías bastante experiencia, sin embargo, en ese momento, lo que más me seducía era tu "aroma" a puber, a adolescencia. Eso era otra cosa que me incitaba: tu cara de niño, tus rasgos casi andróginos, instalados en ese trabajado cuerpo, coronado por tu cara lampiña, y tu pelo largo.

Y de repente, simplemente me agarraste del brazo e hiciste que te siguiera. Bajamos entonces al subterráneo y buscaste tu auto; suerte la mía, nos iríamos ya, y seguramente a tu casa, no sería necesario buscar un lugar para un encuentro "express", pues desde el principio parecías saber muy claramente a dónde íbamos y qué haríamos, y que ello ocuparía al menos todo el resto de la noche. Mientras tocabas intensamente mi el bulto de mi miembro sobre el pantalón, ya sin miedo a las posibles miradas indiscretas, y encendías un cigarro con una "prestidigitación" sorprendente, arrancaste el carro y saliste en dirección a lo que sabría después era tu apartamento de soltero.

Pero hubo una estación previa: a 5 minutos de tu casa, y tan ansioso como yo, paraste el auto en un callejón lo suficientemente sombrío y, sin decir palabra, desabotonaste mis jeans y, literalmente, te engulliste mi verga con devoción. Luego, ya sabiéndote poseedor de aquello que esperabas, y teniendo toda la extensión de mi tranca en tu boca, bajaste el ritmo y comenzaste a trabajármela con un talento que me hizo enmudecer, cómo pasabas tu lengua, y paladeabas mi verga con fruición, hasta hacerla crecer y endurecer tanto como pocas veces había podido, me hacías gemir, me encendía el trabajo de tu lengua en mi glande ensalivado y palpitante que era devorado laboriosamente por esos labios que, siempre dedicados, parecían besarlo en cada contacto, moldeándose a éste como si fuera otra boca, tu lengua en mi glande, frotando mi frenillo, y recorriendo mi tranca desde la punta hasta su raíz, trabajaste mis testículos afanosamente, lamiéndolos y mordisquéndolos con franca codicia, y de cuando en cuando me mirabas valentonamente, buscando en mis ojos la aprobación. Luego que mi verga encontró toda su virilidad, me fuiste empalmando con tanta más fuerza que en un momento dado tu boca pasó a ser el agujero perfecto para la mejor penetración, tu garganta supo adaptarse, aun cuando se veía excedida por mi mete y saca frenético, que te hacía babear, mientras tus ojos cerrados y tu pelo en contacto con mi miembro eran mi delicia, y tus manos masajeaban mis muslos, ascendiendo a veces hasta mis tetillas con mordiscos y besos, que hacían más intenso y eléctrico el fuego que subía desde la punta de mi verga incendiándose hasta la punta de mi embotada cabeza que no dejaba de imaginar que tu boca era tu culo que mi tranca taladraba cada centímetro de tu culo goloso y puto como era ahora tu boca.

SI que era una sensación completamente nueva y magnética sentir mi herramienta tan gozada y tan bien manejada. Mis manos salieron entonces de su letargo y comenzaron a trabajar ese trasero tuyo que desde el primer minuto me había deslumbrado, encontrando pronto lo que buscaban : un agujero delicioso, especialmente estrecho y suculento, peludo, así como los prefiero. Comencé a dilatarte muy lentamente, con cada uno de los tres dedos por regla indicados, que fueron encontrando en tu orto el mejor ambiente, ese hoyo ensalivado cuidadosamente por mí, iba abriéndose con singular presteza pese a su estrechez inicial; parecía, diría yo, como invocar una fuerza misteriosa que la poseyera hasta perder cualquier control, hasta ya no poder más; tu agujero parecía respirar como si de unas fauces se tratase, pues mis dedos eran devorados cada vez más profusamente por ese culo en trance. Estando en ese ejercicio de mis dedos en tu orto, masajeando sus paredes y accediendo cada vez más dentro vino luego de tu virtuosa mamada el resultado esperado: acabé en múltiples chorros de semen caliente y espeso que supiste lamer y tragar hasta no dejar gota tanto de tu cara como de lo caído en mis piernas. Tu cara había cambiado : esto era ya un camino sin retorno.

Sin mediar minuto, tomaste nuevamente el control del carro y te apresuraste a llevarme a tu departamento. Llegamos al estacionamiento y subimos el ascensor que por la hora estaba, por supuesto, vacío. Sin decir palabra comenzamos a "morrearnos", sinceramente era un exquisito juego manosearnos cachondamente frente a los espejos. Y en la medida que me era posible me preocupé de sentir progresivamente tu anatomía y de gozar viendo a nuestros cuerpos buscándose en el espejo, ver cómo mis manos se hacían de tu exquisito culo, y poner atención a la forma de tus labios mamones mientras gemían por mis maniobras, caricias que lo recorrían y penetraban del modo más guarro posible; pero, sobre todo, atendí al modo cómo tu culo se disponía en pompas cada vez ansioso y buscaba la acción de mis dedos especialmente cuando mi lengua se batía dentro de tu boca y extasiados, nos frotábamos intermitente miembro sobre miembro y nos devorábamos las lenguas sin vergüenza. Luego te volteaste y me ofreciste el culo, y me pegué a ti como una segunda piel y tomándote fuerte de la cintura te trabajé ese culo sobre el pantalón hasta casi eyacular. El "festín" se suspendió en el pasillo, para darte tiempo de buscar las llaves y encender las luces del recibidor, mientras tanto procuré respirar y sacarme la tensión de la inminencia del momento crucial; quería relajarme y disfrutar lo más posible ese desenlace, pues todo el preámbulo, tan auspicioso como había sido, anunciaba que lo que se venía para los dos sólo podía ser todavía mejor.

Mientras me anunciabas que te darías una "ducha rápida", me pediste ponerme cómodo y servirme lo que quisiera, yo me incorporaba del ensimismamiento en el que me había dejado el prometedor preludio del ascensor, al asentir a tu anuncio y tu petición simplemente busqué la licorera y serví 2 wiskys sin hielo. Luego, busqué poner también música ad hoc, y ciertamente no me fue difícil decidir, pues me encontré con carátulas tan expresivas como "Música para follar", "Coger con música", etc., evidentemente, se trataba de selecciones tuyas laboriosamente preparadas, a la escucha de las cuales comencé a prepararme para el ritual… Es más, creo que sólo faltó que hallara un CD que dijera "música para el sexo con extraños", para pensar que eras un puto oficial, pero quizá hasta en ese caso, habría sido demasiado; con todo, tu departamento era sin lugar a dudas el lugar ideal para tener el mejor sexo y donde todo estaba previsto hasta el detalle: Un frigo-bar, alcohol a elección de las más diversas clases, una cama amplia y mullida, una inmejorable vista a la ciudad, 2 mesitas de noche dotadas de todo lo necesario: condones, crema, algunos juguetes, incluso adminículos que jamás sabré lo que son ni para qué sirven… En fin, nadie podría decir que en ese lugar el sexo era algo, digamos, "accidental". Luego, de una corta pero atenta inspección, me recosté en la cama, tratando de pensar en cómo ignorar que, pese a todo, es decir, a mi abordaje y a tu innegable condescendencia, yo estaba ya a tu merced sabiendo que mi calentura podría en un momento dado llevarme a hacer más de lo que habitualmente me permito

Comencé entonces a imaginarte en el baño, como si pudiera espiarte: Imaginé entonces tu cuerpo ya tibio por el agua y el vapor, el que visualicé vívidamente; vi el agua correr sobre ti, marcando tu espalda y tu suave culo, luego, en tu cuerpo la espuma del jabón que bajaba por tu espalda y terminaba entrando por la raja de tu culo y perdiéndose entre tus piernas; tu cabeza gacha y tus ojos cerrados, imaginando tú también que pronto estaríamos en tu cama frente a frente. Seguramente, te tocarías la verga, y, probablemente, después de algunas tocaciones decidirías masturbarte para bajar la tensión, sin embargo, todo lo harías en una tensa calma, pues la ansiedad y la expectación no te dejarían relajarte del todo. Y cuando te tocaras lo suficiente de seguro comenzarías en ese momento a imaginar que ahora soy yo quien de pronto entreabro la puerta, y que silenciosamente me incorporo y me desvisto de a poco, que por fin tienes mi cuerpo completamente a la vista, y que si bien sólo quieres mirar de reojo, te agrada lo que ves: mis brazos fuertes y amplios, mi labios gruesos y vivos, incitantes, mi pecho poblado de bellos ensortijados, mi piel morena, mis piernas anchas y torneadas, mi pelo revuelto, mis manos que nuevamente bajaban lentamente, primero el pantalón, y luego el boxer, hasta dejar ante tus ojos mi tranca semierecta, morcillona y claramente humedecida por el comienzo de una nueva excitación.

Entonces, entraría yo también a la ducha y me pondría tras de ti, empujándote de nuevo bajo de la salida del agua; luego, inclinaría tu espalda para que dejaras a mi vista tu culo en pompas, te entreabriría las piernas para tener una primera mirada de tu agujero, latiente ya de ganas, contrayéndose del morbo y la sola pulsión, y te acariciaría sin dejar que me miraras, firme, con desenfado, como hurgándote, con una de mis manos sujetaría tu cabeza contra la pared, como si fueras un prisionero de guerra y yo tu captor. Tendría que haber una tácita humillación que hiciera el juego más interesante, pensarías, pero, sobre todo, acallarías cualquier palabra mía pues sobraban allí las palabras, ya me las vería yo con tu culo, que sería tomado por mí con violencia, luego de que a lamidas ganara la atención de mi tranca erecta a rabiar y que con sus contracciones suplicara por su castigo. Me pegaría entonces a ti, abrazándote por atrás, y subiría y bajaría mi herramienta por la raja de tu culo, aumentándote las ganas, casi sádicamente, gozando con tu temblor y tus ganas cada vez más irrefrenables de sentirme dentro tuyo, recorrería con la cabeza de mi herramienta tu culo entreabierto, hasta, sin aviso, ensartarte de una embestida, mi cabeza quedaría entonces presa del comienzo de tu ano, todavía no dilatado lo suficiente, entonces, te penetraría intermitente hasta lograr entrar con fuerza, ahogando el dolor y escozor de tu orto y, con ello, con mi tranca ya sin remilgos, y con autoridad, terminaría de recorrerte, embistiéndote hasta el hartazgo, hasta esa saciedad que hace perder toda noción de tiempo y espacio, hasta el estertor del orgasmo que alcanzarías sin siquiera volver a tocar tu verga. Y ya sin aliento.

Pero lo cierto es que no quise hacerte esa visita en el baño, preferí más bien que esa pausa aumentara las ganas y nos trajera más rápidamente a la cama donde todo sería aun más intenso, gozando por fin de las enseñanzas de ese culo "maestro".