Un Cuento, dos leyendas....un amor

Dos jóvenes de diferentes lugares viven bajo la sombra de dos leyendas, un pasado trágico las une y esta vez deberán serán más fuertes para lucha por su amor.

Cuentan los antiguos pobladores que hacía siglos aquel era un pequeño poblado casi gris, el paisaje no era muy hermoso, en realidad lo único que lo embellecía era el cielo estrellado que se encontraba totalmente despejado y dejaba ver una hermosa luna llena, la cual brindaba una cálida luz a las calles desiertas del lugar, fuera de eso solo se veían casas con las luces apagadas, una tras otra como testigos mudos del canto de los grillos y el brillante titilar de las estrellas, se observaban algunas tierras de labranza, animales de granja y alguna que otra pequeña fábrica familiar donde se preparan productos lácteos de forma artesanal. Aquel pueblecillo se mantenía con los productos que su gente trabajadora cosechaba y con aquellos que elaboraban, la vida era dura y por lo tanto el carácter de la gente lo era también, gente seria que se dedicaba arduamente a sus labores, casi nunca sonreían o cantaban. Por ser un pueblo pequeño todos se conocían y podía decirse que conocían vida, milagros y pecados de los demás, incluso para algunos viajeros que paraban en aquel poblado sus habitantes se le hacían parecidos físicamente o al menos con rasgos demasiado parecidos.

Pero había una joven que era completamente diferente no solo físicamente también su forma de ser, siempre alegre, cantarina y con una hermosa sonrisa, siempre que preguntaba a sus padres porque las demás personas no hacían su vida algo más ligera, soportable o llevadera con una sonrisa, estos le respondían que era porque sentían que la sonrisa de su joven hija opacaba a la del resto, por lo que preferían ahorrarse la vergüenza, Irenea (que significa la pacifica) solo reía ante la ocurrencia de sus padres que la amaban y procuraban por sobre todas las cosas. La chica era igual o más trabajadora que el resto, el que siempre tuviera una sonrisa amable para con los demás, que cantará mientras ayudaba a arar el campo (tarea nada fácil en aquellos tiempo) o cuando ayudaba a cargar los costales de semillas o de frutas y legumbres recién cosechadas, les parecía sumamente extraño al resto de la población, en pocas palabras no la querían.

Siempre pesó sobre ella la creencia popular, puesto que había una antigua leyenda que decía que un día llegaría a ese pueblo proveniente de tierras lejanas alguien diferente que terminaría con la forma de vida como era conocida en ese entonces haciendo que enemigos se volvieran amigos. Esta leyenda causaba gran temor entre la población, puesto que creían serían destruidos por los habitantes de un pueblo, que se podría llamar vecino puesto era el más cercano, pero que en realidad quedaba a varios kilómetros de distancia a menos que se cruzará el bosque lo cual todos tenía terminantemente prohibido y al cual consideraban enemigo por ser su gente muy diferente a ellos, lo único que había salvado a Irenea todo este tiempo es que la pobre muchacha había nacido ahí, de lo contrario habría sido cruelmente ejecutada.

La joven se mostraba alegre pero en realidad no era feliz, al menos no del todo, sus padres la amaban pero la vida en su pueblo era difícil y la gente le hacía la tarea aún más dura, desde pequeña fue rechazada por sus compañeros de escuela, se la pasaba sola en los recesos conversando imaginariamente con las pequeñas criaturas que habitaban el jardín escolar, a veces ayudaba al encargado a regar las plantas, cuidaba de las flores y se sentía un tanto libre al estar ahí, pero de vuelta al aula era mal vista por los demás estudiantes que dejaban se sentará sola en un rincón. Al ir creciendo las cosas no cambiaron, al contrario fueron de mal en peor, los chicos se burlaban de ella y las chicas le huían, si bien nunca tuvo un interés romántico por ninguno de sus compañeros o compañeras le habría gustado tener un amigo o amiga con quien platicar, lo mismo pasaba durante las agotadoras jornadas de trabajo, hacía lo que le correspondía de forma eficiente y eficaz pero siempre sola, a veces se preguntaba si habría un lugar en el mundo para ella o si por lo hubiera tenido hermanos tendría con quien platicar.

En las noches como aquella, con el cielo despejado y luna llena Irenea se quedaba viendo por la ventana, la luz que proyectaba el satélite terrestre le permitía ver más allá de lo alumbrado por la luz artificial de las pocas farolas de la calle. A lo lejos podía distinguir un paisaje natural hermoso, lleno de árboles frondosos, flores y plantas, siempre había querido ir a aquel lugar pero todos los habitantes de su pueblo tenían prohibido ir más allá de los límites de la frontera, por lo que solo veía el lugar desde su ventana, suspiraba resignadamente y regresaba a su cama, debía descansar bien para soportar las jornadas laborales, pero siempre que se quedaba viendo hacía ese lugar no podía dejar de soñar despierta, imaginaba como sería ir, pasear, disfrutar del paisaje de cerca, conocer los tipos de plantas, flores, etc. Después poco a poco se iba quedando dormida.

-No …. puedo… más.-

-Tenemos que seguir, por favor no me hagas esto, falta poco, prometiste que estarías siempre conmigo, que no dejarías que nada malo me pasará, ¡resiste!-

-Sigue… sin mí… pase …lo que …. pase… te buscaré…estaremos… jun…ta…s.-

-¡NOOO!-

Irenea se encontraba a si misma semi sentada en la cama, con la respiración agitada, sudando frío y con unas infinitas ganas de llorar, poco a poco su respiración se iba normalizando, mientras se dejaba caer de nuevo sobre la cama, gira a ver la ventana, aún es de noche pero esta por amanecer, decide descansar un poco más, pero sin volverse a dormir, no podría hacerlo de todas formas, ya casi era hora de levantarse.

-Ese sueño otra vez, ¿qué significará? aún cuando no veo bien los rostros de esas personas sé que una soy yo e invariablemente siento un fuerte dolor en el pecho y mis ganas por ir a ese lugar mágico y prohibido aumentan ¿qué debo hacer?-

La joven cierra de nuevo los ojos, intenta saber quien es la otra protagonista de su sueño peor es inútil, no conoce a nadie que despierte en ella tantos sentimientos como esa desconocida y ninguna otra persona tiene una voz tan dulce y apacible, sonríe ante tal pensamiento, pero inmediatamente lo deshecha, su pueblo es sumamente rígido y tradicionalista, si supieran lo que soñaba y pensaba seguramente estaría perdida o terminaría igual que en su pesadilla, sin darse cuenta el tiempo ha pasado casi volando, ya es hora de iniciar un nuevo día, el último de su semana de trabajo puesto que todos los pobladores contaban con un día de descanso a la semana, el cual no siempre era el mismo, lo iban turnando con un método sencillo, si comenzaban sus labores un martes, la siguiente semana descansaban el miércoles y la siguiente el jueves y así sucesivamente, esto garantizaba que no hubiera faltante de mano de obra en cada una de las labores, incluidas la escuela.

La escuela no era una tradicional, no, ahí la gramática y el algebra no tenían cabida, desde pequeños se enseñaba a todos las labores del campo, la fabricación de telas y ropa, la elaboración de productos lácteos y conservas, las cuales eran útiles sobre todo en época invernal, cuando el trabajar en el campo se hacía casi imposible, de no ser por la recolección de algunas bayas silvestres y frutos de estación, siempre racionando todo para no agotar el recurso, lo cual se hacía cada año más difícil dados los nuevos nacimientos y con ello el aumento en la densidad demográfica.

La joven se levanto de la cama y se fue directo a bañar, el año anterior su padre había tenido un terrible accidente y derivado de el mismo padecía de un dolor crónico en la espalda que llegaba a paralizarlo en ocasiones, por lo que la chica intentaba hacer el trabajo de ambos para evitar las quejas de los demás habitantes, su madre también trabajaba mucho, pero debido a su edad no tenía tanta energía como su joven hija, la cual sabía que debía tener medianamente contentos a los demás pobladores que solo esperaban un error de la muchacha para encerrarla o matarla. Bajo las escaleras para llegar a la cocina donde había un pequeño desayunador, ahí encontró a sus padres terminando de preparar el desayuno.

-Buenos días a todos ¿listos para iniciar un nuevo día llenos de alegría?-

-Hay hija tú siempre de buen humor, aunque tu padre dice que te escuchó gritar ¿pesadillas de nuevo?-

-¿Pe…pesadillas?... no .. no para nada, debió ser algún vecino.-

Aunque la joven sonreía su madre la veía con cara sería y escrutiñadora, como queriendo averiguar la verdad en el rostro de su hija, la cual mantenía la sonrisa pero veía intermitentemente los ojos de su madre y algún otro objeto de la pequeña cocina.

-Algo no nos estas diciendo.- sentenció la mujer.

-No, en verdad no es nada.- Irenea no quería preocupar a sus padres con sus pesadillas recurrentes.

-Ya mujer deja en paz a la pobre muchacha mejor desayunemos, nos espera una ardua jornada de trabajo hoy y es mejor ir bien alimentados.-

-Tienes razón viejo, pero solo quiero que nuestra hija sepa que puede confiar en nosotros… hijita puedes decirnos lo que quieras, lo que sea que te angustia, si hay algo que quieras compartir con nosotros lo harás… ¿verdad?-

-Eh… si … pero mejor vamos a desayunar, papá será mejor que te quedes hoy en casa, habrá que cargar mucho, ayer casi terminamos de cosechar y hoy habrá que llevar todo a las fabricas o a los graneros.-

-Con mayor razón debo ir.-

-No papá tu espalda no está bien y no mejorará si no te cuidas, mejor vas a trabajar mañana a la fábrica de ropa o a la de conservas.-

-No y no, esos son trabajos para mujeres y yo soy un hombre fuerte, un dolorcito de  espalda no va a impedir que cumpla con mis obligaciones para con la comunidad y mi familia.-

-Por favor déjanos cuidarte, tú lo has hecho con nosotras por varios años ¿no es cierto mamá?-

-Así es viejo, nuestra hija tiene razón ya has hecho mucho por la comunidad y sobre todo por nuestra familia, por unos días que no hagas grandes esfuerzos físicos no nos pasará nada a nosotras y tú estarás mejor de esa espalda.-

-Les propongo algo, voy un rato y si me siento mal me regreso a la casa o veo en que puedo ayudar, en la escuela o algo.-

-Pero papá…-

-Hija es lo mejor que podrás conseguir, tu papá es un viejo necio, siempre lo ha sido y siempre lo será.-

La familia terminó de desayunar y lavar los platos, todo siempre tiene un orden, debía ser así o la comunidad entera terminaría sumergida en el caos o al menos esa era la explicación que daban las personas de mayor edad en el poblado. Esas reglas no escapaban a la vida familiar que para la mayoría de los habitantes transcurría monótona y sin mayor novedad, solo cuando había un matrimonio o nacimiento se veía a los pobladores bailar y hasta reír, si había un fallecimiento solo se guardaba absoluto silencio durante la jornada laboral. Sin embargo en la familia Kazanci las cosas habían cambiado poco a poco, aunque seguían teniendo un orden, las cosas no eran tan estrictas, a veces se escuchaba a los padres de Irenea cantar o reír, claro eso solo en la intimidad de su hogar, había bromas y en el trabajo intentaban formular algún chiste mental para aligerar su día, esto no pasaba desapercibido a las demás personas que siempre se habían mostrado reticentes al cambio.

La familia llegó al campo e iniciaron su labor de armar las cajas o costales (dependiendo el producto) para el empaque y almacenamiento de las mercancías, el padre de Irenea se esmeró en hacer bien ese trabajo y aprovechar al máximo el espacio en los costales o las cajas de madera, las cuales en su mayoría eran ya muy viejas y a veces insuficientes, su trabajo fue excelente y nadie podía quejarse, pero al intentar cargar las primeras cajas el dolor comenzó a ser insoportable, Irenea que lo estaba vigilando a la distancia se dio cuenta del rictus de dolor, por lo que dejó el costal que estaba levantando, lo cual sorprendió sobre manera a las personas que estaban a su alrededor y quienes le gritaron un par de cosas que la joven ignoró para salir corriendo en ayuda de su progenitor.

-Papá deja eso, yo lo llevo.-

-Irenea …yo …yo…puedo.-

-Noo te vas a lastimar, vamos pasa esa caja a mi espalda.-

-Yo puedo, además esta muy pesada.-

-¡NO ES MOMENTO PARA SER NECIO… SOLO HAZLO…YAA!-

Se podía ver en el rostro del hombre que el dolor iba en aumento, por lo que la joven desesperada se vio en la penosa necesidad de gritar, los presentes se le quedaron viendo con odio. Dentro de las tradiciones arraigadas del poblado estaba la del profundo respeto a los mayores, respeto que a veces rayaba en devoción enfermiza, puesto que los jóvenes no tenían ni voz ni voto, por lo que al haberle gritado así a un mayor y sobre todo siendo su padre fue tremendamente mal visto, pero la chica estaba desesperada y lo que menos le importaba eran las miradas y cuchicheos de los demás.

El grito dejó a Alexei completamente sorprendido y no fue hasta que escucho los comentarios que reaccionó, vio la desesperación en los ojos de su hija e hizo lo que le había pedido, pasando la pesada caja a su espalda. Irenea suspiro aliviada y se encamino al lugar donde estaban las carretas listas para ser cargadas y transportar los productos a su destino. Alexei al principio la seguía con la mirada, pero algo le decía que debía ir con ella, estaba claro que no podría cargar nada, el dolor aún era sumamente fuerte. Caminaron aproximadamente diez metros y la joven dejo suavemente la caja en el interior de una carrera que apenas empezaba a ser llenada y cuyo destino era el almacén, al darse la vuelta no supo que pasó, de pronto se encontraba apenas sostenida de uno de los lados de la carreta, la mejilla le ardía y un poco de sangre resbalaba por su labio inferior. Instintivamente llevó su mano al área afectada, levantó la mirada y se encontró con el rostro serio y frío de quien era la autoridad del pueblo.

-¿Quién te crees que eres para gritarle a tu padre?-

-Yo… lo siento, pero él no me hacía caso y…-

-Silencio insolente, solo empeoras tu situación con tus balbuceos, Alexei es mayor y es tu padre ¿porqué tendría que hacerte caso? Debes entender cual es tu lugar en este pueblo y si para eso es necesario darte una zurra que así sea.-

Los castigos corporales en el centro de la plaza no eran comunes, pero si se llevaban a cabo, la mayoría de la gente asistía a ver el castigo y conocer el porqué, era una forma de mantener el orden. Pero Irenea no era el tipo de personas que asistiera a un lugar a ver le sufrimiento ajeno aún así sabía que casi todo el pueblo estaría ahí presente, se había presentado la oportunidad perfecta para castigarla. El regente del poblado hizo una seña a dos hombres que se encontraban ahí trabajando para que sostuvieran a la joven y la llevaran a la plaza. Alexei se interpuso entre sus coterráneos y su hija.

-No la toquen, lo único que mi hija quería era cuidarme y yo fu muy necio…-

-Por eso tu hija es así de insolente, la tienes muy consentida Alexei, pero si tú no eres capaz de meterla en cintura yo sí, para algo soy la autoridad de este lugar y no voy a permitir ese tipo de comportamiento.-

-Pero…-

-Está bien papá, no te preocupes estaré bien, no debí gritarte, será mejor no decir más o podrían castigarte a ti también.-

-Pero Irenea esto es injusto…. Si tan solo te hubiera hecho caso…- las lagrimas comenzaban a correr por el rostro del hombre.

-Tranquilo, además recuerda que el hubiera no existe.-

La joven le brindo una cálida sonrisa a su padre como intentando transmitirle confianza y seguridad, los hombres que se habían acercado antes para llevarla rumbo a la plaza la tomaron por los brazos, la chica iba a protestar y decir que ella podía ir sola pero eso solo agravaría su situación. Los ahí presentes formaron una especia de caravana que seguía al cortejo formado por la autoridad que iba seguido de la joven que sería castigada, en el trayecto se encargaron de avisar a las demás personas de lo ocurrido. Al llegar a la plaza, situaron a Irenea en el centro de la misma donde estaba un poste al cual sería atada, el regente anuncio el crimen y el castigo, la gente murmuraba y s ele veía feliz por lo acontecido. Le encargaron el trabajo de verdugo a uno de los hombres más fuertes del pueblo que con gusto comenzó con la tanda de azotes, la madre de la joven lloraba desconsolada en los brazos de su esposo que cerraba los ojos y deseaba ser sordo en ese momento para no escuchar el impacto de la vara en la piel de su hija. El pueblo guardo silencio mientras el verdugo contaba hasta llegar a 20, un castigo excesivo para el tipo de infracción cometida, los murmullos continuaron al finalizar el castigo, la chica fue desatada y cayó irremediablemente al suelo exhausta por el dolor y el llanto, el regente pidió que todos regresarán a sus labores y a los jóvenes les pidió aprender de lo sucedido.

Alexei corrió a lado de su hija en cuanto le fue permitido, no sabía como ayudarle a levantar sin lastimarla más y la joven no quería que él se lastimara más la espalda, así que como pudo se fue incorporando poco a poco, le regalo un intento de sonrisa a su padre para pedirle que se fueran a casa, su madre se acerco aún sollozando, la joven la abrazo para después apoyar su brazo en la espalda de su madre y así caminar lentamente hasta su casa donde Naia curo las heridas de su hija, le preparó una sopa de verduras caliente y la dejo dormir el resto del día o al menos eso creía ella, la cabeza de Irenea era mar de pensamientos, la mayoría desagradables, puesto que era la primera vez que sentía un profundo odio y rencor contra la gente del pueblo, deseo por primera vez no haber nacido en aquel lugar.

En cuanto comenzó a oscurecer se incorporó para ver hacía la ventana, de nuevo aquel lejano paisaje la llamaba, quería salir corriendo de su casa hacía aquel lugar, pero sabía que no estaba en las condiciones necesarias para salir, por lo que se conformó con ver por la ventana como los arboles eran iluminados por la luna, se imaginaba todo tipo de flora y fauna conviviendo en armonía,  esa palabra quedo rondando en su cabeza, precisamente era eso de lo que más carecían en su pueblo de Armonía.

Los días pasaron e Irenea recuperó su salud y vitalidad, asistía a sus labores diarias pero esta vez en silencio, ya no sonreía a las personas, se limitaba a cumplir con su trabajo de la mejor forma posible, su padre no volvió a discutirle cuando quería ayudarlo y su madre se preguntaba cuando regresaría la alegría a la vida de su pequeña, hasta en su casa las cosas habían cambiado, la joven ya no se mostraba alegre y cantarina, más bien se la pasaba triste y melancólica. Una semana después de lo ocurrido y de nueva cuenta se encontraba a si misma frente a la ventana, con el ferviente deseo de ir a explorar ese lugar que le parecía hermoso, enigmático y asombroso, salió de su habitación y se cercioró que sus padres durmieran, con cuidado salió de la vivienda y se fue corriendo en la dirección que le dictaba su corazón, llegó a la frontera y cruzo la cerca, ya estaba entrada la madrugada cuando por fin llegó a ese frondoso bosque, estaba maravillada por la variedad de árboles y plantas que ahí había, como se filtraba la luz de la luna por entre sus hojas, pero sobre todo por la sensación de paz y libertad que le brindaba estar en aquel lugar, sin darse cuenta se iba internando más y más en aquel sitio, de pronto se percato que había llegado a la orilla de un hermoso lago, al fondo se observaba una cascada impresionante, nunca antes había visto un paisaje así, su cara era de total asombro, seguía avanzando sin fijarse por lo que cayó en el agua, por suerte esa parte no era honda puesto que ella no sabía nadar puesto que en su pueblo no había lagos ni ríos, se acumulaba el agua pluvial en grandes pozos, pero no contaba con que estaba siendo observada desde que puso un pie dentro del bosque.

Irenea sentía que se ahogaría pero al poco tiempo se dio cuenta que podía ponerse de pie, le costó un poco de trabajo pero logró hacerlo, al salir del lago sintió como alguien la jalaba fuertemente para después tirarla al suelo, la chica estaba demasiado aturdida y solo podía recordar lo sucedido una semana antes, una voz que no concordaba con lo que había pasado la sacó de sus pensamientos tan abruptamente como la alejo de la orilla del lago.

-¿Qué demonios estabas haciendo? ¿quién eres?-

Irenea se quedo viendo fijamente a los ojos de la persona que le hablaba con esa voz firme pero a la vez cálida, en su mirada veía fuerza y decisión pero también dulzura, algo que no tenían los habitantes de su pueblo.

-¿Te comió la lengua el lagarto?-

-¿Perdón?-

-Te perdono ahora responde mis preguntas.-

-¿Quién te crees tú que eres para hablarme y tratarme así?- le dice esto poniéndose de pie y quedando a su altura.

-Pues nada más y nada menos que la encargada de vigilar el bosque y sus alrededores y tú te atreviste a profanar el lago, nadie puede entrar sin permiso y mucho menos vestida así.-

-¿Vigilar el bosque? … No entiendo ¿por qué debes vigilar el bosque?-

Irenea estaba realmente confundida, creía ese lugar guardaba secretos mágicos, quizá hasta una maldición y que ese era el motivo porque estaba prohibido visitarlo, pero nunca imagino que tendría una persona vigilándolo y menos que esa persona fuera una mujer tan hermosa, con una mirada y voz hipnotizantes.

-Porque hay gente que no sabe respetar a la naturaleza, justo como tú y todos esos barbaros y salvajes que viven al oeste de aquí, espera ¿eres una de ellos verdad?-

-Noo…bueno quizá…yo… puedo explicarte.-

-Comienza.-

-Es cierto que vengo del poblado que esta al oeste pero no soy una salvaje, caí al lago accidentalmente, no fue mi intensión profanarlo pero es que nunca antes había visto un lugar tan hermoso, tranquilo, pacifico, un lugar al que siento pertenezco, esa caída de agua de allá- señalando su mano la cascada- es simplemente asombrosa y la luz de la luna le da un aire misterioso que me dejo totalmente ida.-

Su interlocutora la veía fijamente a los ojos, su mirada se veía sincera y mientras vigilaba sus movimientos se dio cuenta que en verdad veía todo con esa misma expresión de asombro que tenía al ver y hablar del bosque, el lago y la cascada.

-Esta bien, pero dime ¿quién eres y porqué viniste hasta aquí? Estas lejos de tu casa.-

-Tienes razón no me he presentado, me llamo Irenea-extendió su mano a forma de presentación formal-mucho gusto guardiana del bosque.-

-JA..JA…JA… muy graciosa, me presentaré yo soy Anastasia Estíbaliz-estrechó la mano que se le extendía.

Ambas jóvenes sintieron algo extraño cuando sus pieles se tocaron, imágenes pasaron frente a ellas en forma de un flashazo de luz, demasiado rápido como para saber que eran o que significaban, un sentimiento mezcla de alegría, añoranza y melancolía las invadió de pronto dejándolas completamente desconcertadas y sin saber que hacer o decir. Por fin Anastasia Estíbaliz habló primero.

-¿Qué te hizo alejarte tanto de tu casa?-

-Es un historia un poco larga, pero debo decirte que la ventana de mi habitación da hacía este lugar, siempre había soñado con venir, ver como era, observaba los arboles a lo lejos, ¿sabes? Este bosque emana una luz especial.-

-Lo sé, por eso mi pueblo cuida de él, es muy especial para nosotros, pero ¿porqué hoy te decidiste a venir?-

-No sé, quizá sea algo malo que me pasó hace una semana exactamente, quizá solo sea que esta vez no pude resistir la poderosa atracción que el bosque ejerce sobre mi.-

Una ráfaga de aire frío soplo en ese momento e Irenea se estremeció de frío, abrazándose a si misma para intentar darse calor sin mucho éxito.

-Ven, la madrugada es muy fría en el bosque y estando toda mojada es peor.- empezó a caminar en dirección a la cascada.

-¿A dónde me llevas?- comenzó a seguir a la chica aún sin saber a donde se dirigían.

-A mi refugio, debes sentirte honrada pocas personas la conocen.-

Irenea no respondió solo se limitó a seguir a la chica, la cual dijo la verdad muy pocas personas sabían donde pasaba la noche cuando le tocaba vigilar el bosque.  Anastasia Estíbaliz era un miembro reconocido en su comunidad, mujer fuerte, valiente, aguerrida pero a la vez amable, cálida y siempre dispuesta a ayudar a su comunidad, pero también muy reservada, a pesar de ser muy querida en su pueblo no tenía muchos amigos. Solo dos personas sabían de su refugio y nadie conocía mejor ese bosque que ella.

No tardaron mucho en llegar a un lado de la cascada, el ruido del agua al caer era relajante Irenea estaba asombrada pero lo estuvo aún más cuando vio como Anastasia movía unas cuantas hojas con cuidado dejando ver la entrada a lo que parecía una cueva, le pidió que la siguiera de cerca, el lugar estaba muy oscuro por lo que Irenea se preguntaba como podía orientarse su acompañante, de pronto tropezó con una piedra cayendo prácticamente sobre Anastasia.

-Disculpa ¿te lastime?-

-No, no te preocupes ¿estas bien?-

-Sí gracias, solo que esta muy oscuro.-

-Lo olvidaba, como ya estoy acostumbrada, vamos ya casi llegamos.-

Anastasia tomo de la mano a Irenea, de nuevo una sensación rara las recorría a ambas de pies a cabeza, pero haciendo acopio de fortaleza ambas lo ignoraron y continuaron caminando,  la luz comenzaba a aumentar de a poco hasta que llegaron a un lugar impresionante, una caída de agua interna, una columna de rocas enorme y la luz de la luna filtrándose por varios lugares formando un espectáculo de luz sorprendente, la joven estaba realmente maravillada viendo todo a su alrededor pero sin atreverse a moverse, sorprendentemente también la temperatura era mayor en aquel lugar. Por su parte Anastasia veía extasiada a su hermosa invitada, no sabía que le pasaba con aquella joven pero sentía la conocía desde hacía mucho, además su voz se le hacía familiar al igual que sus ojos, de tanto mirarla reparó en su ropa mojada y aunque al principio pensó en decirle que se cambiará, le gustó demasiado lo que veía así que decidió disfrutar un poco más de la vista, pero un estornudo de la joven la hiso salir de aquel mundo de ensueño, busco un bolso grande que usaba para llevar algunas cosas cuando iba ahí, entre ellas ropa limpia, la sacó y se acerco a la joven que seguía viendo cada rincón maravillada.

-Toma, será mejor que te cambies, estás por resfriarte.- se situó junto a ella extendiéndole la mano con la ropa.

-Gracias, pero no quiero ocasionar más molestias, mejor regreso a casa.-

-Pero antes te cambias, no dejaré que vayas por ahí así… así… toda mojada.-

-Pero…-

-Nada de peros, por favor hazme caso.-

-Gracias, pero si me ven llegar con esta ropa no será bueno para mí.-

-Esperamos a que se seque un poco tu ropa, luego te llevo a la salida del bosque y antes de entrar tu pueblo te cambias de nuevo, pero así no te quedas y mucho menos andarás caminando por ahí, puedes agarrar un resfriado (o alguien puede querer agarrarte a ti, pero ¿qué rayos estoy pensando?)-

-Está bien, pero debo regresar antes del alba para que no se den cuenta que salí.-

Irenea tomó la ropa y se quedo esperando a que Anastasia se marchara o se diera la vuelta, después de un rato la interfecta capto el mensaje y se retiro diciendo que le dejaba espacio para que se cambiara tranquila, se fue a dar la vuelta por el lugar que conocía tan bien y aunque dentro de ella se libraba una batalla entre espiar o no a su invitada, la curiosidad… bueno sí llamémosle curiosidad, pudo más y se escondió entre unas rocas, se asomo un poco y vio como caía el vestido de la chica y le seguía la ropa interior, las marcas en su espalda llamarón poderosamente su atención pero no podía decir nada o sabría que la estuvo espiando, después la chica tomo el pantalón y camisa que se le habían prestado y se los colocó. Nunca antes se había vestido así pero le gustaba, le dijo a su anfitriona que ya había terminado y podía regresar si así lo quería. Anastasia se acercó y ambas se sentaron en unas piedras cerca del agua, la joven quería saber el porqué de esas marcas pero no se atrevía a preguntar, por lo que permanecieron un rato en silencio, la joven invitada veía todo y se sentía en otro mundo, un mundo al que podría pertenecer, pero le daba miedo equivocase y que después de un tiempo de vivir ahí se diera cuenta que tampoco ese era su lugar, lo que la entristeció un poco. Ese cambio no pasó desapercibido para Anastasia que la había estado observando fijamente, mirada que sintió Irenea, lo que la hizo voltear y ver fijamente a la chica, comenzó a detallarla, dándose cuenta que era realmente hermosa, pero lo que más le atraía eran sus ojos. El silencio reinaba en el lugar pero ninguna se sentía incómoda, aún así una de ella decidió romperlo.

-¿Hace mucho que conoces este lugar?-

-Mas o menos, desde que era niña, me gustaba acompañar a mi tíos a sus guardias y ponto aprendí a conoce el bosque, un día llegue hasta aquí y decidí que sería mi lugar, donde poder refugiarme, pensar, meditar, estar tranquila y en paz, así que solo dos personas más conocen su ubicación.-

-Vaya, si que soy realmente afortunada, muchas gracias por traerme aquí, todo esto es maravilloso.-

-Lo es, por eso debemos vigilar que así continúe, no te vayas a ofender pero la gente de tu pueblo lo destruiría.-

-¿Por qué dices eso?-

-Bueno…yo… solo hay que ver como tienen el lugar donde viven, no hay árboles, los ríos no fluyen libremente, siempre explotando los recursos que tienen.-

Irenea se sintió mal, la chica que tenía enfrente tenía razón, aunque el lugar donde vivía era tal cual se le describía, sabía que siempre fue así o al menos parecido, aunque no sabía de que otra forma podrían sobrevivir tantas personas sino se trabajaba la tierra y se construían fabricas donde elaborar productos, de lo que estaba segura era que no quería que nadie destruyera el paisaje del que ahora disfrutaba.

-No te preocupes, en mi pueblo tenemos prohibido venir aquí, nunca nos dicen porque, solo que al parecer no hay un buen concepto de ustedes los guardianes.-

-No entiendo porque, lo único que hacemos es cuidar este maravilloso lugar de barbaros como… bueno somos diferentes, pero tú no eres como ellos.-

-No sé si agradecer o no ese comentario, la verdad nunca he sabido cual es mi lugar en el mundo.-

La tristeza era evidente en el rostro de la chica, Anastasia Estíbaliz sintió una opresión en el pecho en ese instante, en su mente se hizo presente una frase “tú lugar es conmigo, a mi lado, no importa lo que digan los demás” negó con la cabeza ¿se estaría volviendo loca?

-¿Estás bien, te duele el cuello?-

-¿Eh? no… no… todo bien … solo que a veces siento que algo me falta, no precisamente como tú, que no encuentra su lugar, solo … no sé como decirlo… me siento …incompleta.-

El silencio volvió a reinar en el lugar, sin embargo no era incómodo, ambas jóvenes pensaban en lo que había dicho la otra y de alguna forma como su encuentro podría cambiar en algo la vida de la otra, de pronto Anastasia se dio cuenta que ya había pasado mucho tiempo y si no se apresuraban su compañera no podría regresar a tiempo a su pueblo.

-Irenea falta poco menos de dos horas para el amanecer.-

-¡¿Qué?! Ay no, no voy a llegar a tiempo.-

-Si lo harás, le diste una gran rodeo al bosque para llegar aquí, te guiaré y saldremos rápido, pero debemos apresurarnos.-

Las dos se levantaron y esta vez Anastasia tomo la mano de Irenea desde un inicio, ninguna de las dos tuvo tiempo de saber que sentían con ese contacto, simplemente se dedicaron a salir de ahí, el camino se le hizo más corto para salir de aquel hermoso lugar, para llegar al bosque, las estrellas empezaban a perderse ante la inminente salida del sol, comenzaron a correr hasta llegar al final del hermoso bosque.

-Si sigues en línea recta llegará pronto a tu pueblo.-

-Muchas gracias por todo Anastasia, pero debo regresarte tu ropa.-

-No te preocupes lo harás después, ahora apresúrate.-

-¿Eso quiere decir que nos volveremos a ver?-

-Si tú quieres, por mi encantada de tenerte de visita.-

-Entonces nos vemos en la noche.-

Irenea abrazó fuertemente a la joven que sorprendida no reaccionó de inmediato, pero luego se relajo ante la calidez de la chica y correspondió al abrazo, ambas se sentían demasiado bien en brazos de la otra.

-Debes irte ya, pronto saldrá el sol.-

-Tienes razón, pero nos vemos en la noche ¿verdad?-

-Te estaré esperando.-

Ambas sonrieron ampliamente ante lo sucedido, pero ya era tarde e Irenea debía regresar por lo que corrió a la verja, metros antes se cambió de ropa y escondió la que le fue prestada, la suya aún estaba húmeda pero ya no visiblemente mojada, salto la barda y corrió a su casa, sus padres aún no se levantaban, se metió a bañar rápidamente para luego cambiarse y no levantar ningún tipo de sospecha y fue a la cocina a preparar algo de desayunar para los tres, sus progenitores estaban asombrados, puesto que la sonrisa había regresado a su hija, esta les dio los buenos días y les sirvió el desayuno, después se fue a cumplir con las labores del día, tan feliz estaba que no sintió el cansancio por el desvelo anterior, aunque al llegar a la fábrica de ropa y encontrarse con el regente del pueblo su sonrisa se borró por completo, no lo odiaba pero aún le guardaba rencor, termino el trabajo que debía hacer de la forma más rápida posible y se fue a su casa a dormir un poco, el cansancio empezaba a hacer estragos en ella, su madre la despertó a la hora de la cena.

-Hija espero hayas tenido otro hermoso sueño, así no borrarás esa enorme sonrisa.-

-No recuerdo si soñé algo hace rato, pero sigo feliz.-

-¿Nos contarás que soñaste?-

-Lo siento mamá pero ya sabes lo que dicen, si lo cuentas no se hace realidad.-

-¿Por qué tomas solo las tradiciones y dicho que te convienen?-

-Ya mujer deja que sea feliz ¿no te alegra que sonría de nuevo?-

-Ay viejo hasta la pregunta es necia, pero …-

-Pero déjala ser, mejor cenemos.-

La chica abrazo a su padre y los tres se sentaron a cenar tranquilamente, por primera vez en días Alexei y su esposa comían tranquilos, temían que su hija cambiara irremediablemente y se amargará como la mayoría en ese pueblo. Después de compartir un momento en familia la joven se ofreció a lavar los platos y luego se fueron a sus respectivas recamarás, dejo pasar un par de horas y cuidadosamente se asomó por la cerradura de la puerta de la habitación de sus padres, ambos dormían plácidamente, salió con mucho sigilo de su casa y se fue corriendo a la alambrada por donde había regresado y que era el área más cercana al bosque, busco la ropa que escondió casi al amanecer y se fue corriendo al bosque. Llegó al lugar en donde se despidió de Anastasia Estíbaliz pero no la encontró, su mirada demostraba cierta tristeza y desilusión, luego pensó que quizá si había soñado todo, pero la ropa en sus manos mostraba que no era así, decidió internarse un poco en el bosque para ver si daba con el lugar secreto de la joven que motivó el regreso de su sonrisa y alegría. Camino un rato hasta que sintió un cuerpo pegado a su espalda y unos brazos sosteniéndola por la cintura, un cálido aliento en su oreja.

-¿No te han dicho que este bosque tiene guardianes muy estrictos?-

-Sí, pero también me han dicho que pueden ser muy buenos anfitriones.-

Ninguna de las dos se atrevía a moverse, disfrutaban bastante del contacto, ni Anastasia sabía porque había actuado así, porque había estado esperando en la copa de un árbol a que la joven llegará y como su cuerpo solito decidió seguirla e intentar sorprenderla de esa forma, pero si sabía que tenerla tan cerca la gustaba y que el aroma que desprendía su pelo la enloquecía, aspiro profundamente mientras la atraía mas hacía sí. Irenea se sentía feliz y protegida, el calor que irradiaba la guardiana del bosque era por demás gentil, pensaba que sería maravilloso poder quedarse así por siempre, puso cada una de sus manos sobre cada una de las de Anastasia, la cual pensó que le molestaba el contacto y las quitaría de su cintura y no se equivocó en algo, si las quito, pero solo para hacer que la abrazará bien, dejando caer su cabeza hacia atrás, recargándola en el hombro de la guardiana. Permanecieron un tiempo así en silencio, disfrutando de la vista y tranquilidad que les transmitía el bosque y su cercanía, pero también algo les inquietaba.

-¿Te gustaría conocer mejor el bosque?-

-Si claro, me encantaría conocer todo de este lugar y si se puede también conocer un poco más a su hermosa guardiana.-

Ambas se sonrojaron, Irenea no sabía de donde habían salido las últimas palabras y Anastasia estaba emocionada al parecerle hermosa a esa joven que no la había dejado dormir. Se separo de ella para situarse al frente y tenderle la mano.

-¿Vamos?-

-Si claro, estoy ansiosa.-

La joven tomó la mano de la guardiana y empezaron a caminar, esta última le iba contando sobre los lugares que iban viendo, como los había conocido, desde cuando iba a cuidar el bosque, cuales eran sus sitios favoritos, lo bien que se podía vivir en sana convivencia y en armonía con la naturaleza que les brindaba todo o casi todo. De pronto el vestido de Irenea se atoro con unas ramas impidiéndole seguir con la caminata, Anastasia se ofreció a desatorarlo, indicándole que por eso era mejor usar pantalones, la joven recordó que no le había entregado la ropa que le fue prestada al noche anterior, la respuesta fue que ya era de ella y que era mejor que se cambiara, así disfrutarían mejor del paseo. Estíbaliz la llevó a otro lugar donde las copas de los árboles estaban más nutridas y formaban un refugio increíble para que la chica pudiera cambiarse, se alejo un poco para darle espacio, esta vez hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no espiarla y lo logro, una vez que terminó de cambiarse continuaron con su paseo, la chica estaba maravillada con cada cosa e historia que la vigilante del bosque le decía. Pero el tiempo es cruel y no detiene su marcha, la hora de regresar a casa había llegado, se encaminaron al mismo lugar donde se despidieron el día anterior.

-Gracias por el hermoso paseo.-

-Ha sido un verdadero placer y aún no conoces ni la novena parte del bosque.-

-Me gustaría seguir conociéndolo pero…-

-Ya no puedes volver ¿no?- el tono de Anastasia era entre enojado y triste.

-No, no es eso, pero no solo me gustaría terminar de conocer el bosque, también a… ti.- la última palabra la dijo casi en un susurro tímido, pero que fue perfectamente audible para su interlocutora.

Una sonrisa se dibujo en el hasta hace pocos segundos serio y enojado rostro de Anastasia, no sabía bien a bien porque pero esas palabras hacían que su corazón brincará de alegría, además también quería conocer todo de esa misteriosa joven y también de su pueblo, una vez conociéndola ya no creía tan fervientemente en todo lo que se decía de aquellos barbaros.

-Conocerás todo el bosque y a mí si así lo deseas, pero a cambio quiero algo.-

Irenea frunció el ceño ante esas últimas palabras, le molestaba la gente que pedía cosas a cambio, en su pueblo siempre era igual, si querías comer mejor había que hacerle algún favor al encargado del granero, lo mismo con la ropa y los encargados de las fabricas.

-No creí fueras ese tipo de persona, pero a ver dime.-

-Sólo quería conocerte también, pero creo que te molesta así que olvídalo, te mostraré lo que falta del bosque si quieres regresar, aquí estaré mañana.-

Anastasia se dio la media vuelta para regresar a su amado bosque, el lugar al que sentía que pertenecía desde siempre y donde más tranquila y en paz estaba, pero una mano sujeto firmemente su brazo pero sin ejercer demasiada presión como para lastimarla.

-Espera, disculpa por mi actitud es solo que… si quieres conocer de mi lo puedes saber todo, te lo contaré, así sabrás porque reaccione de ese modo, estaré aquí mañana.-

No dejo que le dijera nada más, le dio un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios y salió corriendo en dirección de la alambrada, no solo le preocupaba el ser descubierta, no quería darle oportunidad a la guardiana de comentar algo, repitió lo mismo que la madrugada anterior y regreso a su casa, esta vez su corazón latía a mil por hora y no solo por la carrera o el temor a ser descubierta, algo había en Anastasia que le atraía sobre manera y creía que la joven sentía lago similar por ella, quizá solo curiosidad, pero necesitaba estar segura de que era. Durmió unos minutos y se levantó para ducharse y comenzar un nuevo día de trabajo.

El día transcurrió sin mayor novedad, otra vez durmió un poco antes de la cena y salió sigilosamente en la noche rumbo al bosque. Antes de llegar se cambió de ropa y al acercarse a la entrada del bosque diviso una figura conocida recargada en uno de los enormes troncos, se acercó rápidamente hasta donde la esperaba Estibaliz, quien sentía una alegría inaudita al verla llegar, esta vez tomó ella la iniciativa saludándola de la misma forma en que Irenea se había despedido, dejándola totalmente sorprendida, puesto que había demostrado no ser muy fanática del contacto físico, pero ese gestó le hizo dibujar una sonrisa más amplia aún.

-Me pregunto qué harás mañana para sorprenderme.-

-¿Te sorprendí hoy?-

-Sí, pero mejor vayamos a caminar, quiero saberlo todo de ti y claro contarte todo mí, mientras disfrutamos de este hermoso paisaje.-

-Es una excelente idea, ya habrá tiempo para contarte más historias sobre este lugar, ahora cuéntame de ti.-

-Mejor empieza a contarme tú.-

-Yo ya he hablado mucho, ahora me gustaría escucharte a ti.-

-No es justo, fui yo quien tuvo la idea de conocernos mejor.-

Ambas jóvenes iban tomadas de la mano mientras discutían quien comenzaría a hablar sobre su vida, seguían sintiendo cierto escalofrío y una sensación extraña cada vez que sus pieles se tocaban o rozaban pero ya disfrutaban de ello, también ya era un acuerdo tácito entre ellas que la guardiana guiara mientras caminaban, así después de unas cuantos minutos de discusión decidieron que Irenea comenzaría a hablar, pero cuando sintiera que había dicho mucho sobre ella sería el turno de Anastasia, así se le contó sobre su vida, sus padres y como la gente del pueblo no la quería, Estíbaliz escuchaba atenta y asombrada, preguntándose como un alma libre como la que iba a su lado, había podido vivir tanto tiempo bajo reglas tan estrictas y tan encerrada, pero aún no mencionaba nada sobre el porqué de esas marcas.

-Ahora es tu turno.-

-Está bien, aunque aún falta que me digas cosas.-

-¿Por qué crees eso?  Ya te eh dicho todo.-

-No, aún no, pero está bien ya me has dicho lo básico, así que me toca a mí.-

-¿Lo básico? Te he contado casi toda mi vida, pero como es muy monótona no hay mucho que te pueda decir.-

-Luego hablamos sobre eso, porque aún faltan cosas, pero empezaré a contarte sobre mí y mi pueblo, mi madre murió cuando yo era pequeña, la verdad no me acuerdo mucho de ella, mi padre fue quien me crio pero casi siempre está ocupado, así que mucho he tenido que aprenderlo sola, no me quejo pues sé que hace lo que puede, desde pequeña acompañaba a otros guardianes al bosque y…-

-¿Hay más guardianes?- la chica se sonrojó ante su mala educación – Disculpa no debí interrumpirte de esa forma.-

-No te preocupes, si, hay muchos más guardianes, el bosque es inmenso y una sola persona no podría vigilarlo todo, además no siempre estamos las mismas personas en el bosque.-

-Entonces ¿te irás a algún otro lugar, cuando será?-

-No lo sé, pero hablamos de eso después ¿si?-

-Está bien, sígueme contando.-

-Bien.- se aclaro un poco la garganta para proseguir – Siempre me encantó venir aquí, aprendí a conocerlo, a descubrir sus secretos y rincones más ocultos, por eso descubrí aquel lugar donde te llevé, algunas veces los demás guardianes se molestaban porque me desaparecía mucho, obviamente se preocupaban…-

-¿Y te castigaban?-

-¿Castigarme, qué tipo de castigo?-

-No lo sé.-

-En tu pueblo acostumbran castigar físicamente a la gente ¿no es así?-

-Si.-

La respuesta fue casi con un hilo de voz, bajo la mirada avergonzada ante la barbarie que sufrían los jóvenes de su lugar natal e intento contener las lagrimas, sin embargo una pequeña rebelde resbalo por su mejilla, esto provocó un sentimiento un tanto desconocido en Anastasia, sintió la necesidad de cuidar y proteger a aquella joven e impulsivamente la abrazo con fuerza, mientras acariciaba su pelo y le decía tiernamente que lo sentía, que no debió preguntar pero que todo estaría bien, ante tal gesto Irenea no pudo más y soltó todo el llanto reprimido aferrándose  a aquel abrazo, escondiendo su cabeza en el pecho de la Guadiana y llorando ahogadamente, pero el calor que emanaba la joven, su aroma, la forma en que la abrazaba, hicieron que se fuera calmando poco a poco.  A pesar que la chica tenía tiempo que había dejado de llorar ninguna de las dos se soltaba de ese abrazo, amabas se sentías muy bien y cómodas así, pero Anastasia seguía preocupada por aquella joven que parecía tan fuerte cuando la enfrentó por primera vez en el lago pero que temblando de esa forma entre sus brazos parecía tan frágil.

A pesar de no querer separarse, Estíbaliz se movió un poco hacía atrás levantando por el mentón la cara de Irenea, limpió sus lagrimas con los pulgares de una forma suave y delicada, le sonrió y luego se perdió en su mirada, que en ese momento era todo un enigma para ella, puesto que había un dejo de tristeza pero a la vez uno de felicidad y al paso de los segundos iba cambiando a algo que no había visto antes, salió del trance en que se encontraba cuando una nueva lagrima resbalo por el rostro de la chica.

-¿Estas bien?-

-Sí, disculpa yo… perdona… será mejor que caminemos de regreso.-

-Aún queda tiempo antes del amanecer… disculpa yo no quise incomodarte, prometo ya no hacer preguntas dolorosas, por favor no te vayas.-

-No es eso, disculpa pero lo mejor será que no regrese a este bosque, perdona.-

Irenea salió corriendo del lugar, pero no sabía a ciencia cierta por donde regresar, el bosque era inmenso y sus pies no siguieron un camino definido, sin embargo seguía corriendo, quería huir, huir de ese sentimiento que empezó a nacer cuando su piel estuvo en contacto con la de Anastasia por primera vez, cuando mil imagines cruzaron por su mente, quería huir de lo que pasaría si ese sentimiento seguía creciendo, de lo que pasaría si las personas de su pueblo se enteraban de sus escapadas nocturnas a ese lugar prohibido y peor aún de sus sentimientos por una mujer y no una mujer cualquiera, sino que nada más y nada menos que una guardiana de aquel lugar, habitante del que siempre consideraron un pueblo rival y bárbaro. Las lágrimas comenzaban a salir de nuevo cual feroz torrente de sus ojos, tanto era el llanto que llegó a nublar su vista, el aire le faltaba por el llanto y la carrera hasta que cayó irremediablemente, a pesar de la falta de aire no podía dejar de llorar.

Anastasia se quedó paralizada cuando escucho las últimas palabras de Irenea, reaccionó unos minutos después y salió corriendo detrás de ella, sabía que podía perderse, corría lo más rápido que podía pero no lograba ver por donde se había ido, se frenó en seco y ágilmente trepo a un árbol alto, desde ahí podía cubrir mayor terreno, al no encontrarla comenzó a saltar a las ramas de otros árboles, después de varios y angustiantes minutos que le parecieron una eternidad, diviso una figura en la tierra, moviéndose rítmicamente al compas de su llanto, asustada bajo apresuradamente del árbol y corrió hacía la joven, sus sollozos eran audibles, se hinco a su lado y la tomó delicadamente entre sus brazos para acercarla de nuevo a ella y así intentar calmarla, pero esta vez la joven luchaba por soltarse de ese abrazo, luchaba sin decir nada y sin dejar de llorar.

-Tranquilízate por favor… calma…estoy aquí y no dejaré que nada te pase.-

Un recuerdo fugaz cruzó por la mente de ambas chicas una vez que la guardiana terminó de decir la última frase, las dos se quedaron inmóviles y con un sentimiento de tristeza y nostalgia, pero Irenea se fue rindiendo ante el cúmulo de sentimientos y el calor de Anastasia, quedando tranquila, pero la guardiana aún estaba en shock ante las imagines que cruzaron por su cabeza, pero sobre todo sentía un dolor agudo en el pecho, cerca de donde tenía una marca de nacimiento que parecía una cicatriz.

-¿Estás bien?...Anastasia… ¿me escuchas?... ¡Anastasia Estíbaliz!-

-¿Disculpa?-

-¿Qué si estas bien?-

-Sí, sí… muy bien ¿y tú?-

-También.-

-No vuelvas a salir corriendo así, casi muero al pensar que otro guardián pudiera atraparte.-

-¿Los demás guardianes son violentos?-

-No, pero te habrían aprendido y obligado a que los acompañaras para ser juzgada, lo que equivaldría a muchos días fueras de casa.-

-¿Qué castigo me habrían impuesto?-

-No lo sé, hace mucho que no hay juicio, el último tuvo lugar hace un siglo más o menos, pero el entrar sin permiso no es una falta grave, quizá solo te habrían pedido que ayudaras con alguna labor de cuidado del área.-

-¿Y si hubiera incurrido en una falta grave?-

-Creo nunca ha pasado pero …para la falta más grave la pena es la muerte.-

-Vaya, creí que eran más civilizados.-

-Lo somos, pero hay cosas que no podemos permitir sucedan, como la tala indiscriminada de árboles, la contaminación de los mantos acuíferos o la depredación de las especies animales, pero como te dije hace muchos años que nadie es juzgado si quiera y muchos más tiempo aún que no se ha tenido que privar a nadie de la vida, pero el estar fuera de tu casa…. Bueno…olvídalo, mejor sigamos caminando.-

-Ya sé lo que ibas a decir, y tienes razón, si me descubrieran me matarían sin piedad, más tratándose de mí, por eso es mejor que me vaya y no regrese.-

-Pero yo no quiero dejar de verte, iré yo a tu pueblo.-

-Noo si te ven ahí nos matarían a ambas, por favor olvida que me conociste, como yo olvidaré que alguna vez pude ver de cerca la belleza de este lugar.-

-¿Y a mi, me olvidaras?-

-Yo…debo irme.-

Irenea se dio media vuelta avergonzada, pero Anastasia la tomo firmemente de los hombros y la atrajo hacía si, dejando sus cuerpos juntos para así poder abrazarla por la cintura, su boca quedó a la altura del oído de la joven pueblerina.

-Por favor no te vayas, no me dejes, no sé que me pasa contigo, que es esto que siento, porque no puedo dejar de pensar en ti, de soñar contigo y de desear que llegue la noche para verte, pero sé que no quiero que te alejes.-

Cada palabra fue susurrada y con cada una Irenea sentía como se estremecía, los brazos de Anastasia la aprisionaban con más fuerza terminando de tirar cualquier barrera que quisiera interponer entre ellas, se dejo llevar por el abrazo, por la dulce y melodiosa voz de la guardiana, terminó de recargar su cabeza en el hombro de la chica y sujeto las manos de Anastasia como para impedir que la soltara. El escuchar esa confesión hacía que una inmensa alegría la invadiera, aunque un dejo de temor se albergaba en su corazón. Sin embargo se dio la vuelta sin soltarse del abrazo, se quedó viendo fijo a los ojos de la guardiana que correspondió a la mirada con una infinita ternura y ¿amor? Si definitivamente era amor porque esa mirada ya la había visto cuando se veía al espejo y pensaba en Anastasia, desvió su mirada por unos segundos a los labios de la joven que la tenia sostenida por la cintura y acortó la distancia que la separaba de los suyos, Estíbaliz cerró los ojos, sintió el cálido aliento de Irenea y terminó de una vez por todas con los pocos milímetros que aun quedaban entre sus bocas, al principio fue un roce tímido, pero poco a poco fueron saboreándose, moviendo sus bocas instintivamente, el beso era tierno y hasta temeroso, se separaron lentamente, aún con los ojos cerradas ambas. Anastasia juntó sus frentes, permanecieron así un rato hasta que Irenea rompió el silencio.

-Me pasa lo mismo que a ti, no sé que es este sentimiento que surgió en mí desde el primer día en que te vi, pero sé que crece y que quiero estar contigo el mayor tiempo posible.-

-¿Por eso querías huir, por miedo a lo que sientes?-

-En parte si, perdona mi cobardía, pero me daba miedo tu reacción si algún día te enterabas y me da miedo aún como lo puedan tomar nuestras familias y sobre todo nuestros pueblos.-

-No me importa lo que digan o como reaccionen, nadie va a separarme de ti, no importa lo que tenga que hacer pero estaré a tu lado siempre, así tengamos que huir sin descanso, ir de lugar en lugar hasta encontrar uno que nos pertenezca.-

-Pero tu perteneces a este bosque, lo amas, se nota por como me hablas de él, no podría alejarte de él, no sería justo.-

-Entonces quedémonos aquí.-

-Pero…-

-¿Acaso no te gustaría vivir aquí…conmigo?-

-Si… pero ¿y los demás guardianes?-

-Hablaré con ellos, si no entienden lo que siento, entonces nos vamos las dos a algún otro lugar.-

-Eso no sería justo para ti, ni para mis padres, tampoco para tu padre o tus amigos.-

-Mi padre tienes sus obligaciones, amigos solo tengo dos y entenderán si me voy, en cuanto a mí, creo que yo decido que es justo o no para mí ¿no crees? y de tus padres, me has dicho que te aman pero permiten que la gente de tu pueblo te maltrate.-

-Hacen lo que pueden, son buenas personas pero los demás pobladores simplemente son muy estrictos, a ellos también los castigarían, serían capaces de matarlos si se ponen en contra.-

-Está bien te creo, solo no te enojes no quise criticarlos.- Anastasia emitió un largo suspiro- creo nos estamos precipitando, te propongo algo.-

-Te escucho atenta ¿Qué propones?-

-Sigámonos viendo aquí, vamos a conocernos mejor, que aunque siento que he vivido contigo toda la vida, lo cierto es que hay muchas cosas de ambas que no conocemos aún, así esto que sentimos irá creciendo y tomando forma, ya después decidiremos que hacer, cuando contarle a nuestros padres y amigos y ver sus reacciones, dependiendo de ello actuamos de conformidad ¿te parece?-

-Estoy de acuerdo, solo me preocupa lo que dijiste antes, lo de irte del bosque próximamente ¿Cuándo será eso?-

-Aún faltan varios días, no sé exactamente cuando, pero creo los demás guardianes quieren regresar con sus familias, ya hemos pasado varias semanas aquí, por mi parte les diría que me quedo pero ya llevo más tiempo que cualquiera aquí…-

-Entiendo que quieras regresar con tu padre…-

-¿Nunca se te quitará la costumbre de interrumpirme?-

-Disculpa, sé que fue grosero de mi parte.-

-Eso es lo de menos, pero quiero que me escuches sin hacer conjeturas apresuradas, como ya te he dicho me encanta este lugar y aunque no tenemos reglas muy rígidas como en tu pueblo, pero tampoco es que pueda hacer lo que quiera, aún cuando mi padre está ocupado ha mandado decir que me extraña y bueno debería pasar algún tiempo con él, pero será poco, te prometo que regresaré lo más pronto posible, a menos que decidamos que hacer antes de que me tenga que ir, de ser así en ese momento decidiremos que hacer.-

-Me parece muy bien, disfrutemos del presente, del aquí y el ahora, del futuro nos preocuparemos cuando llegue.-

-Esa voz me agrada, pero pongamos en práctica lo que acabas de decir.-

Ni bien terminó de decir esto Anastasia tomo delicadamente el rostro de Irenea y le dio un delicado beso que fue inmediatamente correspondido con la misma sutiliza, en ese momento el tiempo parecía haber desaparecido, el mundo entero se había evaporado y solo existían ellas dos, el beso se fue haciendo más profundo, Estíbaliz acerco el cuerpo de Irenea al suyo tomándola por su cintura y la joven rodeo el cuello de la guardiana con sus brazos profundizando así un beso que parecía ser eterno, pero un ruido que solo Anastasia logró escuchar hizo que se separará. Le indico con señas a la chica que guardará silencio, la tomo de la mano y le ayudo a trepar a uno de los arboles cercanos, haciendo el menor ruido posible, la joven no entendía que pasaba pero tampoco podía preguntar, esperaron varios minutos hasta que vieron pasar a un joven que parecía estar buscando a algo o a alguien, una vez que la guardiana dejó de escuchar sus pasos exhalo el aire contenido.

-No creí que Ametz estuviera por aquí, debemos tener más cuidado.-

-Yo tendría que irme ya, pronto amanecerá y si me descubren...-

-Ni lo digas, no quiero pensar en eso, te llevaré hasta donde nos encontramos siempre, es el punto más cercano al pueblo, pero debemos ir con cuidado, seguramente Ametz escucho que había alguien y estará vigilando por aquel lugar.-

Anastasia ayudo a Irenea a bajar del árbol y la fue guiando por una parte del bosque con árboles frondosos que no permitían la entrada de la luz lunar, aunque no estaba tan oscuro como la cueva donde la llevó por primera vez ambas iban con cuidado y cautela, una para no perderse y la otra para no hacer ruido, después de un tiempo que le pareció eterno a Irenea llegaron a su destino, se despidieron con un beso corto y la joven salió corriendo en dirección de la verja, al llegar buscó sus ropas y se cambió para correr a todo lo que daban sus piernas a su casa. Por fortuna sus padres seguían durmiendo por lo que no descubrieron su escapada nocturna, pero la joven estaba agotada, se recostó a descansar un rato pero se quedó profundamente dormida.

El día debía comenzar como siempre en aquel poblado, pero esta vez había una gran diferencia, Alexei tuvo que ir a despertar a su hija, se preocupó bastante cuando no la vio bajar a desayunar, Irenea siempre era la primera en estar lista para ir a trabajar, pensaba que podría estar enferma, pero una vez que logro la joven abriera los ojos y respondiera a su preocupación con una genuina sonrisa de felicidad, supo inmediatamente que no estaba enferma, esto lo desconcertó, no sabía si respirar aliviado o preocuparse más. Por su parte Irenea se mostro alegre todo el día, incluso mientras realizaba sus labores y con aún más brillo que el que mostraba antes del injusto castigo impuesto a su persona, los demás pobladores solo murmuraban pero la mayoría creía necesita otro escarmiento y aún mayor para quitarle esa forma rara de ser de una vez por todas. Estas murmuraciones no parecían importarle y mucho menos preocuparle a la chica, que solo podía pensar en lo cruel que era el tiempo, antes su jornada laboral pasaba rápidamente sin darle tiempo a terminar todos sus deberes, ahora pasaba lentamente y parecía que la noche no llegaría nunca, pero lo hizo y cada familia se retiro a descansar a sus respectivos hogares.

Los días fueron pasando, Alexei y su esposa se preocupaban aún más por su hija que parecía estar ausente, en su mundo todo el tiempo, pero no podían negar que se veía radiante y feliz, lo cual les alegraba, pero las murmuraciones y comentarios de los demás pobladores le hacían temer por el bienestar físico de su pequeña. Por su parte Irenea seguía con sus escapadas nocturnas, entre más conocía a Anastasia más se enamoraba de ella y sus detalles, de sus abrazos protectores, de esos besos que la transportaban a otro universo, en fin de todo lo que implicaba estar a su lado y ni mencionar el bosque, ese lugar les brindaba a ambas mucha paz y la joven ya había aprendido a moverse bien por aquel hermoso lugar, aunque no conocía cada rincón y secreto como la Guadiana que por su parte se veía feliz siempre, cosa que empezó a causar extrañeza en sus compañeros, pues siempre había sido una persona sería y hasta cierto punto fría.

Ya habían pasado algunas semanas desde aquel primer beso que se dieron y se podría decir que se conocían a la perfección, este conocimiento mantenía inquieta a Irenea, ya que notaba el cambio en la actitud y mirada de Anastasia, la cual aparentaba estar tranquila y como siempre, veían el reflejo de la luna en el lago abrazado por detrás a Irenea, quien en un momento se soltó del abrazo para girarse y ver fijamente a los ojos de la guardiana.

-Anya por favor ya dime que está pasando.-

-¿Por qué crees que pasa algo?-

-Quizá opines que es tonto, pero en este tiempo he aprendido a conocerte y muy bien y no estás como siempre, te esfuerzas por aparentar que nada sucede pero no es así, algo está pasando, por favor dime lo que ocurre.-

-Esta bien, no quería decírtelo aún pero... –toma aire y prosiguió- en unos días deberé partir a mi comunidad junto con los demás guardianes.-

-¡QUE! ¿Y cuándo pensabas decírmelo, un día antes de tu partida?-

-No te pongas así, solo que no sé aún la fecha exacta, lo hemos estado discutiendo en estos días, e intentado retrasar nuestra partida pero hacerlo por más tiempo ya me es imposible, hoy en la tarde se estipuló que debía ser antes del inicio del próximo mes, intentaré que sea el último día.-

-¿Cuándo regresarás?-

-Debo estar por lo menos seis meses en mi pueblo.-

-Es demasiado tiempo Anya, no quiero dejar de verte por tanto tiempo.-

Ni bien terminó la frase se lanzó a los brazos de la guardiana que la abrazó fuertemente, ambas intentaban controlar el llanto.

-Yo tampoco quiero hacerlo.-

Permanecieron abrazadas varios minutos, tenían poco tiempo a partir de ese día para seguirse viendo antes de la partida de Anastasia, ninguna quería separarse de la otra ni por dos segundos, si cada vez eran más difíciles y tardadas las despedidas en las mañanas, ahora sería peor puesto que deberían dejar de verse por más de unas horas.  Estíbaliz reprimió el llanto para apenas susurra al odio de la joven que temblaba de tristeza entre sus brazos.

-Ven conmigo.-

Irenea tardo un poco en recobrar la compostura, dejar de sollozar y asimilar las palabras que acababa de escuchar, mismas que resonaban en su cabeza una y otra vez sin terminar de darles un significado real.

-¿Qué, que dijiste?- hablo en apenas un audible susurro sin cambiar su cómoda posición entre los brazos de Anastasia.

-Que vengas conmigo, vive conmigo en mi pueblo.-

-Pero … ¿qué dirá tu padre, tus amigos, la demás gente? No me van a aceptar, además no puedo dejar solos a mis padres, ellos me quieren…-

-Si realmente te quieren desearán tu felicidad por sobre todas las cosas.-

-Estaría siendo muy egoísta ¿no crees?-

-No lo creo, estarías buscando tu felicidad, pero no puedo ni quiero obligarte a nada, si prefieres quedarte en tu pueblo al lado de tus padres y bajos las estrictas y tradicionalistas ordenes de sus gobernantes no hay mucho que pueda hacer.-

Anastasia se soltó de ese abrazo mucho antes de terminar la oración, estaba visiblemente contrariada y no sabía que pensar en realidad y mucho menos que sentir, aunque se notaba que la frustración la invadía.

-El amanecer esta próximo será mejor que te vayas.-

Su voz sonaba fría y distante, ni cuando recién se conocieron le había hablado de esa forma, dio media y vuelta y se interno en el bosque. Irenea por su parte era orgullosa y no dijo nada, simplemente se encamino hacía la salida del bosque, una vez que estuvo fuera y de camino a la verja alambrada y el lugar donde escondía su ropa, las lagrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, se sentía impotente, se recriminaba una y otra vez el no haber dicho nada más, el haberle pedido que esperara, que su propuesta la había tomado por sorpresa pero que lo pensaría, que era lo que quería solo que debía asimilar el cambio. Pero no, su orgullo fue más fuerte y no le permitió detenerla, entonces una duda llegó a ella con más fuerza, ¿realmente amaba a esa mujer? ¿porqué dejo que se marchara enojada? Y una aún más importante se cernía sobre ella ¿la volvería a ver, estaría ahí esa noche?


Honor a quien honor merece, este relato no podría existir de no ser por mi hermosa y maravillosa novia, quien me contó un precioso cuento en un día en el que estaba más que mal emocionalmente gracias a diversos problemas que no creo sean de su interés, el punto es que gracias a su imaginación, inventiva y sabiduría tanto esta historia como yo estamos aquí.

Amor muchas felicidades, espero la pases super bien este día, no importa cuanto tiempo pase, siempre serás una hermosa morrita, te amo con todo mi ser y espero que te guste, te adoro, eres la mujer más maravillosa y extraordinaria que existe en el universo, muchos días de estos. ¡¡¡TE AMO!!!

P.D. Perdonen si hay algún error.