Un cuento de tres

Una pareja de lesbianas y un chico hetero prueban un trío

UN CUENTO DE TRES

A SUS 33 AÑOS, Diego  había vivido de todo. Una carrera universitaria, juergas constantes, un matrimonio fracasado, paternidad y hasta un accidente de tráfico que le había hecho perder parte de movilidad en la pierna derecha.  Había disfrutado del sexo como el que más. Era un hombre fornido, no demasiado alto ni guapo, pero resultaba irresistible para las mujeres. Su espeso cabello negro, su perspicaz  sentido del humor y, todo hay que decirlo, su generosidad en la cama hacía que para las mujeres fuera un hombre atractivo, y especialmente deseado. Sin embargo, no había podido cumplir su fantasía erótica desde la adolescencia, esto es, acostarse con dos mujeres al mismo tiempo. Por ello, y tras su último cumpleaños, había decidido regalarse un homenaje. Había observado un anuncio en prensa de parejas que proponían un trío. Nada extraño, ni malos rollos. Simplemente sexo.  Le llamó la atención una pareja de mujeres que decía ser bisexuales, y que buscaban un hombre de 30 a 35 años para realizar un trío. Todo ello por medio de una agencia que ponía el lugar del encuentro y que se limitaba a pedir una pequeña cantidad, mitad de la cuál devolvía a los clientes una vez comprobada que no se habían producido desperfectos o problemas de ninguna clase durante la sesión. Igualmente, y hasta el final, se quedaban con la documentación de los clientes., garantizando  en todo momento discreción absoluta.

Diego llegó puntual a la hora estipulada en el contacto, y tras el papeleo de rigor, fue llevado a una habitación completamente vacía a excepción de una silla y una cama enorme, de sábanas blancas, situada en el mismo centro de la estancia. Se sentó y esperó. No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que oyó pasos de mujer acercándose a la puerta.  Los pasos se detuvieron justo en la entrada, pero la persona al otro lado demoró su entrada unos segundos, lo cuál inquietó a Diego. Se habría arrepentido antes de entrar’ se estaría arreglando la ropa? Era un intento deliberado de excitar a la persona que estaba en la habitación, en este caso Diego’ o eran simplemente nervios, como los que ya estaban empezando a aflorar en el joven? Mientras calibraba este último pensamiento se abrió la puerta y una joven morena, alta, entró en la estancia mirando directamente hacia Diego exhibiendo una sonrisa un tanto nerviosa. Diego sintió una punzada de alegría y excitación al sentir la inseguridad de la joven que coincidía con su propia sensación en esos mismos instantes. La chica no era guapa, pero sí le resultó atractiva. Buena estatura, ojos oscuros y un andar muy sensual. Inmediatamente después de ella entró la otra chica, algo más baja, rubia, seguramente tintado. Las dos chicas se sentaron en la cama junto a Diego sin decir una palabra.

-          Soy Ana, y ella es Eva, mi pareja, - dijo sin más preámbulos la joven morena de la risa nerviosa.

-          Diego – se limitó a decir él.  Probablemente los nombres de las chicas serían otros, pero eso a él le traía sin cuidado

-          Queremos que entiendas –le tutearon- que esto es una cita para experimentar una fantasía sexual que mi pareja y yo tenemos, y que entendemos tú también compartes, y por eso estás aquí. Es correcto?

Diego asintió sin decir nada más

-          Una vez todo haya acabado cada uno seguirá con su vida, nada de teléfonos, ni segundos contactos, ni amistad, ni nada por el estilo. Espero, esperamos, que esto quede bien claro. Si no te parece bien, puedes marcharte ahora sin problemas

-          Todo ha quedado claro, ¿empezamos? –añadió Diego, impaciente y cada vez más excitado por el tono directo de Ana.

Sin más dilación, y ante la sorpresa de Diego, Ana agarró a Eva por la cintura y comenzó a besarla con pasión, mientras con la otra mano  acercaba al incrédulo Diego hacia las dos. Por un instante él no supo qué hacer, hasta que Eva, que aún no había pronunciado una sola palabra, abandonó los labios de su novia para meter la lengua en la boca de Diego, que apenas tardó en reaccionar y respondió adecuadamente a ese beso.  La chica sabía bien, y sabía besar muy bien, pensó él excitado, y entendió que era hora de pasar a la acción. Sin dejar de besarla, con su mano derecha manoseó el pecho izquierdo de la joven por encima de la ropa. Sintió un pecho cálido, fieme, no demasiado grande, como a él le gustaban. En ese mismo momento sintió la mano izquierda de la chica sobre su pene ya casi erecto, mientras con el rabillo del ojo vio como su mano derecha acariciaba el pecho de Ana. Como en un movimiento único y sincronizado Diego desabotonó la blusa azul de Eva mientras ella le desabrochaba hábilmente el pantalón. Al mismo tiempo Ana se quitó el vestido claro que llevaba puesto y quedó en ropa interior. Sin dejar de besar a Eva ni cejar en su empeño de quitarle la blusa observó de reojo el cuerpo de Ana, cada vez más excitado con la hábil mano de Eva, que frotaba  su polla por encima de sus bóxers. En apenas unos segundos, los tres jóvenes estaban en ropa interior. En un movimiento casi acompasado que hizo entender a Diego que para ellas no era la primera vez, ambas se desabrocharon y dejaron caer el sujetador mientras se levantaban para deshacerse de sus braguitas. Embelesado, diego miró primero a una , liego a la otra, antes de hacer lo propio sin dejar de mirar los pechos de Ana. Eran perfectos, como a él le gustaban, ni grandes ni pequeños, coronados por unos pezones marrones ya enhiestos por las caricias previas de Eva. Las dos mujeres volvieron a besarse mientras se sobaban mutuamente los pechos. Diego comenzó a frotarse su ahora sí ya erecto sexo. Su pene no era demasiado largo, pero sí grueso. Estaba circuncidado, lo que siempre era preferencia para la mayoría de las mujeres con las que había estado- Comenzó a masturbarse lentamente mientras observaba como Eva se tumbaba en la amplia cama y Ana empezó a besarla primero en la boca, luego en el cuello, bajando hasta sus pechos. Los pechos de Eva eran más grandes que los de su pareja, si bien sus pezones eran sonrosados. A Diego le parecieron igual de atractivos, y decidió pasar a la acción. Se acercó a las chicas y aprovechó que Ana había comenzado a besar y lamer los pechos de Eva para lanzarse con avidez sobre el que esta dejaba libre.  Eva arqueó su espalda para facilitar la labor de las dos ávidas bocas que devoraban sus pechos y comenzó a gemir. Diego era un experto en esas lides, y se sabía incluso capaz de hacer llegar a la chica al orgasmo de esa manera. Cerró los ojos y lamió con fruición el seno izquierdo de la joven, rodeando el pezón, sin tocarlo aún, dejándolo, como el niño que aparta la parte más rica de su merienda, para el final. Centrado en su placentera labor, no vio cómo Ana había abandonado el pecho derecho de su pareja y había bajado por su vientre hasta llegar hasta su sexo. Cuando se dio cuenta, él también quiso formar parte del botín, pero primero decidió disfrutar más de esa fuente de placer que para él eran los pechos  de una mujer. Estaba tremendamente excitado, y su erección era tan grande que le molestaba el roce con la sábana de la cama. Diego se había hecho a un lado para no molestar a Ana, que continuaba besando la zona púbica de Eva, y formaban una curiosa L en la cama. Eva volvió a arquear la espalda haciendo que su sonrosado y completamente erecto pezón rozara los labios de Diego, quien aceptó gustosamente la invitación y se metió uno en la boca, cerrando los ojos ante tan placentera acción. Cerró la boca alrededor del pezón de Eva mientras movía velozmente su lengua, lo que hizo estremecerse de placer a la joven, que gemía sin parar, y excitó aún más a Diego. Unos segundos después, escondió su lengua para succionar con fuerza y disfrutar de ese sabor salado tan característico de esa parte de la anatomía femenina.  Fue cambiando de un pecho a otro durante varios minutos hasta que ella le levantó la cara con suavidad con ambas manos, sin parar de gemir, y lo acercaba para besarle. Él respondió a ese beso con fuerza, introduciendo la lengua en la boca de Eva, mientras ella no paraba de gemir, fruto probablemente de lo que fuera que Ana  le estuviera haciendo allí abajo, y que Diego no alcanzaba a ver, pero se podía imaginar. Deseaba devorar su concha tanto como Ana, pero esa sí que no era una acción para dos personas al mismo tiempo, así que lo dejaría para más tarde.  Ahora quería sentir su poya en la boca de Eva, por lo que escaló sobre su cuerpo con cuidado, de no lastimarla. Ella, enterada de sus intenciones, le cogió sorprendentemente por la cintura con fuerza y le ayudó a sentarse sobre su cuello, dejando su sexo a la altura de la cara de la chica.  Eva no dejaba de gemir, y sin más dilación, se introdujo el pene de Diego en la boca, quien dio un respingo ante el veloz gesto de la chica. Comenzó a succionar con fuerza el enrojecido glande, llevando a Diego y su brutal erección al éxtasis.  Los gemidos de ambos se mezclaban con los suspiros de placer que Ana también emitía sobre la vagina de Eva. Esta, que se había pasado largo rato besando y lamiendo la parte interior de los muslos de Eva sin llegar hasta el punto máximo del placer de una mujer, había ahora abierto las piernas de Eva y se había lanzado directamente a devorar su sabroso sexo, introduciendo la lengua entre los labios mientras con su dedo pulgar acariciaba el clítoris. Al cabo de unos instantes, cambió de estrategia, lanzándose a castigar con su lengua el hinchado clítoris. Sabía que su pareja no aguantaría mucho. Ella estaba también tremendamente excitada. Ver cómo ese desconocido chupaba los pechos de su novia le había excitado mucho, y el amado sabor del sexo de Eva, unido a que ella se acariciaba su propio clítoris al mismo tiempo con su mano libre, la tenían también al borde del orgasmo. Decidió que sólo acababan de empezar, y tenían mucho tiempo, así que durante unos instantes abandonó el sexo de Eva y levantó ligeramente la cabeza. Vio cómo Diego se había sentado a horcajadas sobre el cuello de Eva, Solo podía ver el culo del chico mientras él movía la pelvis hacia adelante. Supuso que Eva se la estaba chupando, y quiso disfrutar de la morbosa imagen de ver a su chica chupándosela a Diego. Se deslizó ágilmente hasta colocarse a un lado de la pareja. Por unos instantes no sintieron su presencia. Eva ya no gemía, pero los gemidos de él eran descontrolados, y Ana supo que el muchacho estaba al borde del orgasmo. Ana, que tenía los ojos cerrados, al igual que él, no dejaba que el pene saliera de su boca en ningún momento. La imagen volvió a excitarla, y sin mediar palabra se acercó a ambos y comenzó a lengüetera los testículos de Diego, quien de repente abrió los ojos para volver a cerrarlos de inmediato.

Diego estaba en una nube. Eva le chupaba el glande con voracidad y cada vez con más rapidez, y él, pese a su vergüenza inicial, gemía con fuerza. Pero la sensación ahora de Ana, que ahora se metía un huevo en la boca, luego el otro, lo estaba matando. Cuando estaba al borde del orgasmo, sintió como la ávida boca de Eva abandonaba su pene. Abrió los ojos y vio cómo ambas mujeres se besaban justo encima de la punta de du poya. La imagen era tan terriblemente morbosa que diego no aguantó más y comenzó a correrse. Grandes chorros de semen salieron con fuerza mientras él creía morir de placer. Estos cayeron sobre la boca y nariz de ambas mujeres, que no paraban de besarse . Cuando aún no había terminado de correrse, Eva, quiso su premio por el trabajo hecho y volvió a introducirse el pene de Diego en la boca realizando breves succiones para conseguir los últimos estertores de su orgasmo. Trago su esperma sin dejar escapar una gota más, y él la sintió tragar con avidez. No separó su boca de su pene hasta pasado totalmente el orgasmo de diego, que deseaba dejarse caer en la cama para recuperar la respiración ante el tremendo orgasmo que había experimentado. Si embargo, Eva apretó la base de su pene hasta que una gota de semen apareció en la punta, que lamió rápidamente, acompañado de varias succiones fuertes que aún le hicieron estremecerse.  Derrotado y jadeante, se hizo a un lado de la cama mientras observaba cómo las chicas continuaban besándose. En ese momento, esta vez fue Eva la que comenzó a bajar por el cuello de Ana, soplando suavemente sobre su piel  para a continuación bajar sobre sus pechos. Comenzó a tililar velozmente con su lengua el pezón derecho de su amante. Diego, ante esta visión sintió que volvía su excitación y bajó la mano hacia su pene, que estaba comenzando a despertar tras su reciente orgasmo. Eva debió observar de reojo su reacción, ya que, y sin dejar de succionar ahora el sabroso pezón, le hizo una señal con la mano invitándole a acercarse y ocuparse del otro pecho de Ana. Diego aceptó encantado la invitación y acercó su cuerpo al de Ana. Observó unos instantes el perfecto pecho, coronado por ese pezón que pedía  a gritos su boca. Le dio un  lametón rápido, acompañado a continuación de una fuerte y repentina succión que le provocó un gemido de placer. Adoraba ese sabor salado de los pezones femeninos. Disfrutaba como un bebé que estaba siendo amamantado, y sólo de tener ese pezón entre sus labios su erección había aumentado considerablemente. Durante varios minutos se dedicó a besar, lamer, chupar y succionar con deleite el pecho izquierdo de la muchacha, disfrutando embelesado de su sabor y olor, mientras Eva seguía haciendo lo propio con el derecho de Ana, quien llevaba tiempo gimiendo imperceptiblemente ante las atenciones de Diego y Eva. Pero Diego quería una pieza de caza mayor, y decidió adelantarse a Eva, quien seguro tenía la misma intención. Muy excitado, bajó rápidamente por el cuerpo de Ana, tratando de no molestar a Eva, afanada aún en el pecho de la chica. Ana tenía las piernas abiertas, y Diego pudo contemplar su sexo, húmedo por la excitación, y sin apenas rastro de vello púbico, como a él le gustaba. Cuando acercó su cara a esa zona tan increíblemente excitante para él, su excitación ya era tan grande que su polla palpitaba con fuerza en lo que se le hacía la boca agua. Cerrando los ojos, introdujo su lengua entre los labios de la vagina, disfrutando de un sabor también salado, pero distinto. El respingo de Ana fue tan grande y repentino que Eva levantó la boca de su pecho completamente empapado en saliva y bajó la vista, donde vio a diego con la cabeza hundida entre las piernas de su amada, mientras con ambas manos sujetaba sus rodillas. Esa visión la excitó más de lo que ya estaba, y abandonando el sabroso seno deslizó su boca hacia la de Ana, besándola con fuerza.  Ana devolvió el beso como pudo, ya que ahora había comenzado a gemir de manera más incontrolada ante las habilidades bucales del hombre. Por su parte, diego había localizado el clítoris de la chica y se había lanzado a chuparlo y castigarlo con la lengua. Sus manos abandonaron las rodillas de la joven y con ellas abrió más sus labios para facilitarse el acceso al clítoris. La vagina había comenzado a soltar flujos y Diego trataba de que no se le escapara ninguno. Para ello, cubrió toda la vagina con su boca mientras usaba la lengua para seguir estimulándola. Embelesado por el sabor de esa vagina tardó en notar un cambio en los gemidos de Ana. Apartando a regañadientes su boca unos momentos, alzó la vista y observó cómo Eva se había sentado en la cara de Eva, quien le estaba practicando sexo oral.  Diego volvió a lo suyo y, al cabo de unos instantes, los 3 jóvenes que se habían juntado para realizar un trío gemían de placer. Diego ya casi no podía aguantar más y comenzó a frotarse su hinchadísima polla. Quería correrse, de ser posible, al mismo tiempo que Eva. No sería complicado. Pensaba seguir devorando el coño de la mujer hasta que notara que su orgasmo era inminente. En ese momento, y con lo excitadísimo que estaba él, le bastarían un par de movimientos de su mano sobre su propio sexo para que se corriera irremisiblemente. Diego supuso, por los gemidos de ambas mujeres, que ellas no tardarían en venirse, por lo que aceleró el proceso. Volvió  al clítoris de Eva, y , al cabo de apenas unos minutos, notó cómo empezaba a tensarse su cuerpo, señal inequívoca de que se aproximaba su orgasmo. También notó que Ana comenzaba a gemir más fuerte. Con un poco de suerte los 3 podría correrse al mismo tiempo. Pero Eva fue la primera. La boca de diego en su sexo y la sabrosa vagina de Ana en su boca la llevaron al clímax en cuestión de segundos. Diego, a quien ya dolía la polla de lo dura que la tenía, ejecutó dos rápidos movimientos subiendo y bajando la mano sobre su glande y estalló al mismo tiempo que la chica. Sintió morirse de placer y gimió casi gritando, pero tratando de no descuidar la vagina De Eva, que había comenzado a correrse. Diego tragó los abundantes jugos que se escurrían de la vagina de la chica, que subía y bajaba mientras duraba su orgasmo. Unos instantes después, y sin mediar palabra, los tres jóvenes se tumbaban en la cama, exhaustos y aún respirando desacompasadamente. Ana apoyó su cara en el pecho de Eva y, para sorpresa de Diego, reclamó su mano, que sujetó con suavidad, con ternura incluso, le pareció a Diego.

Pasaron varios minutos, y Eva pareció quedarse adormilada. El silencio se adueñó  de la habitación. Diego pensó que todo había acabado ya, y aunque se sentía plenamente satisfecho con la sesión, aún quería probar una cosa. Aún no había penetrado a ninguna de las dos chicas. Pero quería hacerlo a la par que le hacía el amor con la boca a la otra. Diego ya había probado y disfrutado del sexo de Eva, y ahora quería follarla mientras hacía lo propio con Ana con su boca.  Ana había soltado su mano. Diego levantó la vista y observó que ambas mujeres se estaban volviendo a besar , esta vez con más ternura que pasión. Por un instante Diego envidió ese amor, ese cariño que notaba en la pareja y que él ya creía olvidado, y sintió una punzada de nostalgia a la par que de cariño por ellas. Pero reaccionó con rapidez. Acercó su cara a la de las dos chicas que se besaban. Estas dejaron de hacerlo para, primero una y después la otra, besarle a él. Cuando ellas volvieron a lo suyo, diego bajó sobre el cuerpo de Ana. Se detuvo unos instantes en sus pechos,  que lamió con delicadeza. Notó que su pene comenzaba a despertar por tercera vez y sonrió, satisfecho. Succionó con fuerza el pezón derecho de Ana mientras con su mano derecha pellizcaba suavemente el derecho. Ana gimió débilmente. Él continuó bajando por su estómago, perlado de gotitas de sudor que Diego fue lamiendo, hasta finalmente llegar a su vulva. También, como la de Eva, sin ningún obstáculo. Abrió sus piernas, ayudado por la propia Ana, y aspiró ese olor a hembra, a vida, que tanto le embelesaba. Lamió los húmedos labios con deleite, evitando intencionadamente estimular el clítoris. Eso lo dejaría para más adelante. Ana emitió un leve quejido de protesta cuando, al cabo de unos instantes, Diego abandonó su sexo para erguirse y besar a Eva con fuerza en la boca, haciendo que esta también probara los fluidos de la vagina de su pareja. Eva respondió a su beso con determinación. Sin más dilación, Diego utilizó su mano derecha para separar los muslos de Eva y, con un movimiento rápido, la penetró. Ella soltó un gemido de placer, y le echó los brazos por el cuello, sin dejar de besarle. Ana  no perdía de vista la escena mientras con su mano derecha se introducía los dedos en la vagina, comenzando a gemir débilmente. En ese instante, Diego, que estaba encima de Eva, la hizo girar para colocarse él debajo. Entonces, puso ambas palmas de sus manos en los pechos de Eva, empujándola con suavidad pero con firmeza, hacia arriba, hasta que ella se encontró sentada sobre su pene.  Ahora era Eva quien  movía las caderas de forma seductora, mientras colocaba sus manos hacia atrás en las rodillas de Diego.  De vez en cuando ella se inclinaba ligeramente sobre él, momento que Diego aprovechaba para chupar y manosear sus senos. Ambos jadeaban al ritmo de la penetración.  Diego observó que Ana comenzaba a gemir más fuerte mientras movía sus dedos con mayor rapidez  en el interior de su cuerpo, sin dejar de observar como aquel extraño penetraba a su pareja. En aquel instante, ella pareció comprender las intenciones de Diego, y con un movimiento ágil se sentó sobre el pecho del hombre, con la vulva al alcance de su boca.  él sacó su lengua para lamer la vagina de la muchacha, y ella acercó más su cuerpo hasta estar prácticamente sentada sobre su cara. Diego enterró literalmente la cara en la vagina de Ana, chupando y sorbiendo con fuerza sus flujos, disfrutando de su sabor como antes había hecho con Eva. Eva abandonó las rodillas de Diego para posar sus manos en los pechos de Ana,  pellizcando sus pezones.  Los tres jóvenes gemían con fuerza. Eva movía las caderas con elegancia, y sabía que, al igual que ella, diego no tardaría en correrse. Ana había comenzado a gemir como Eva bien conocía, y sabía que no tardaría en llegar al orgasmo. Diego había resultado ser muy bueno practicando sexo oral, pensó. Ana se sentía en la gloria con la boca de Diego. El hombre sabía bien cómo usar la lengua y cuándo parar. De seguir así, no tardaría en correrse. Cuando diego paraba, lo cual llegaba hasta a irritarla, ella cogía al hombre por la nuca y prácticamente le introducía el coño en la boca. Suponía que él lo hacía en aras a conseguir un orgasmo simultáneo. Diego observó la impaciencia de Ana porque él la hiciera correrse de lo tremendamente excitada que estaba, mas aún quería disfrutar un rato más de ese sabor. Solo cuando sintió que su propio orgasmo se aproximaba, favorecido por los increíbles movimientos de cadera de Eva que literalmente estaba follándole a él y no al revés, devoró el sexo de Ana con más fruición, chupando y lengüeteando el clítoris. El grito largo y desgarrador que soltó ella fue como una señal para todos, y los tres se corrieron prácticamente al mismo tiempo. La primera fue Ana, que agarró a Diego por la nuca incrustando aún más su cara en su vulva mientras no paraba de correrse. Diego estalló fuertemente y sintió como su simiente invadía la vagina de Eva, quien se convulsionaba y dejaba caer su cabeza en la espalda de Ana mientras sentía el esperma de Diego  inundar su interior. Diego apenas podía respirar mientras tragaba los abundantes flujos de Ana, que parecía no acabar de correrse, y su pene seguía dando convulsiones en la vagina de Eva.  La imagen era tan increíblemente excitante que Diego tardó en dejar de correrse, mientras sentía que se le  erza. Ana abandonó la cara de Diego, completamente empapada de sudor y de flujos, y se dejó caer a un lado por tercera vez,, completamente exhausta. Eva dejó que su cuerpo cayera sobre el de Diego, apoyando su cara sobre el pecho de él, que respiraba con fuerza. Al cabo de unos minutos, se quedó profundamente dormido.

Despertó una hora más tarde, desorientado. Miró alrededor  y vio que estaba solo en la cama. Se incorporó con torpeza y alcanzó a ver un papel en la sábana. Lo cogió. En él, letra claramente femenina dejaba ver una única palabra

Gracias.

E y A