Un Cuento de Navidad

Como dos soledades pueden llenar el vacío del desamor

El mes de diciembre acababa de empezar, pero el frio ya hacía rato que se notaba. Rosario caminaba el poco trecho que la separaba del estacionamiento, arropada en su tapado acordándose de su Canarias, cálida, soleada, donde el frio era una noticia que venía de afuera, o que alguien lo tenía que buscar en las alturas de Teide.

Entró al edificio, y bueno, ahí ya se podía estar. Tomó el ascensor para dirigirse al cuarto piso donde tenía su oficina. Era la encargada del funcionamiento del sistema de redes de transmisión de datos.

Se metió de lleno en lo suyo y ni siquiera se hubiese dado cuenta que era la hora de comer, si no la pasara a buscar su compañera Amanda

-Rosario, ¿es que no vas a comer hoy?

  • Sí mujer, es que no me había dado cuenta de cómo se había pasado la hora.

Tenían restaurant en la propia empresa, así que ni siquiera tuvieron que abrigarse. Eligieron el menú del día, era el más económico y ese día gustaban de él. Luego de sentarse como todos los días, entre bocados conversaban y se contaban las nimiedades del trabajo, y a veces de sus propias vidas.

Rosario tenía 28 años hacía diez que había venido de Gran Canaria a estudiar sistemas y luego de graduarse, consiguió trabajo en los momentos más difíciles y decidió quedarse a lo seguro. Era alegre, decidida, con un carácter extrovertido y sobretodo responsable, lo que le dio pie para ascender en la empresa.

Amanda a sus cuarenta y tres, había escalado posiciones por su conocimiento de la empresa y la constancia en tratar de entender todo lo nuevo, estaba casada y se llevaba bien con su marido, tenía dos hijas y un hijo ya mayorcito con ganas de independizarse.

Amanda estaba preocupada, Rosario lo notaba, pero no quería preguntarle, si ella se lo contaba bien, y si no, pues que no se lo contara.

Ya estaba llegando la hora para volver al trabajo.

-Rosario, ¿podemos hablar a la salida? Si tienes tiempo, que no te quiero incomodar, pero tengo un problema y tú quizá me puedas aconsejar.

  • Pues si mujer, vamos a la cafetería y me cuentas.

A la salida Amanda la estaba esperando, fueron a la cafetería, buscaron un lugar tranquilo, y después de pedir unos cafés entraron al asunto.

-Hay Rosario, vieras el problema que tiene mi hijo.

  • Pero tu hijo ya tiene veintiuno, ya no es un crio para tenerle que arreglar los problemas tú.

  • Ya lo sé, pero es que me lo quieren meter preso, y justo ahora que vienen las fiestas, siempre la pasamos juntos y ahora cómo podemos estar sabiendo que está solo en la cárcel injustamente.

  • Pero ¿que hizo para que lo vayan a encarcelar?

  • Le metió un soplamocos al hijo del dueño de la fábrica donde trabaja, pero como es un poco bruto, le partió la nariz, y el padre lo hecho y lo denunció.

  • ¿Y porque le pegó?

  • Pues veras, él está de novio con una chica muy guapa que también trabaja en la misma fabrica y el hijo del dueño va que pasa por atrás y le mete la mano en el culo, ella le dio un empujón y él le dio una cachetada, y justo pasa mi hijo por ahí y le metió una hostia que le va a durar por un tiempo, y ahora lo acusan de desfigurarlo.

  • Pero si el que tendría que ir preso es el otro, ¿qué declaró la chica?

  • Pues que no declaró. Ellos se quieren ir a vivir juntos y ya le dijeron que si declara la echan, y el abogado le dijo que no le iban a creer, que tampoco está para perder el trabajo.

  • Hay, no te puedo creer, me hierve la sangre escuchar estas cosas, le voy a preguntar a mi vecina que es abogada a ver si se puede hacer algo.

  • Si pudiera solucionarme esto, te estaría agradecida toda la vida.

Se despidieron y Rosario se marchó a su casa con el ánimo avinagrado, sabía que esas cosas solían pasar, pero una cosa es enterarse por el periódico, a que le pasara a alguien conocido.

Cuando llegó, lo primero que hizo fue hablar con Natalia, la llamó por el móvil, y quedaron que cuándo llegara iba a pasar por su departamento.

Natalia vivía un piso más arriba y se habían conocido en el ascensor. Por el tono al hablar se dieron cuenta que venían del mismo lugar, y eso derivó que se formara una linda amistad, y los temas que les gustaban eran parecidos por lo que las juntaban más, por lo que se paraban a conversar cada vez que tenían tiempo.

Rosario con todo su carácter, también tenía su problema aunque quería ignorarlo, le gustaban las mujeres, o por lo menos le gustaba una; y esa una era Natalia.

A Rosario la habían criado bajo los preceptos religiosos, y aunque con el tiempo fue dejando de lado casi todo lo que implicaba la practicancia, había un montón de cosas arraigadas por costumbre, y lo que no le parecía mal en los demás, en ella le producía un fuerte rechazo.

Tampoco es que le produjera un trauma, era algo que se negaba inconscientemente, como la mayoría de las cosas que deseamos aun sabiendo que no las vamos a conseguir.

Había comprado unos churros y estaba preparando el chocolate cuándo escucho el timbre.

Abrió la puerta y ahí estaba, radiante como siempre, o como siempre le parecía a ella. La saludó de beso mientras la invitaba a pasar.

Pasa Naty hice unos churros con chocolate que se que te gustan, ven ponte cómoda que ya los traigo.

Natalia era golosa, le gustaba el chocolate, los churros, y Rosario y si tuviera que elegir entre las tres cosas, no dudaría en quedarse con Rosario, pero sabía de la formación de esta y no quería destruir una linda amistad por una improbable ilusión. Era abogada y estaba muy involucrada con los movimientos feministas, como (Ni una menos) y otros colectivos contra el acoso y la intolerancia.

Cuando Rosario le contó el problema, la indignación hizo estragos en ella.

-Mira, si las cosas son como las cuentas, que tu amiga se quede tranquila que si lo meten van a tener que pagar por eso.

  • Sabes lo que pasa, que Amanda se espanta con que el hijo vaya a la cárcel y tenga que pasar las navidades allí adentro.

  • No sé cómo está la causa, pero tengo que hablar con la chica y convencerla de declarar, y averiguar cuál es la empresa y el abogado que lo defiende.

Estuvieron conversando un rato más hasta que se despidieron sin mucha gana.

Al otro día cuando se encontró con su compañera, en seguida se dio cuenta que lo peor que podía pasar, había pasado, al hijo de su compañera lo habían metido preso.

-Amanda, mira yo ya hablé con una abogada que va averiguar todo, pero va a necesitar que la novia de tu hijo testifique. No le pude informar mucho porque no conozco todo lo que pasó.

  • Es que tu sabes que la compañía es muy fuerte aquí, y a los jueces también los tienen medio apretados.

  • Mira vamos a ver que pudo averiguar Natalia, a lo mejor lo pueda arreglar.

Ese día solamente se comunicó por teléfono para avisarle que estaba en eso y que le diera la dirección de la nuera de Amanda.

Por dos días no se encontraron ni tuvo noticias, hasta que Amanda le contó que había conseguido que Carolina la nuera presentara la denuncia y que la habían echado.

Al salir la llamó al móvil a ver si le podía contar como iba el lio, ya que al parecer cada vez iba para peor.

-Vente esta noche que te cuento, el otro día pusiste los churros tú, hoy la comida la pongo yo, y hablamos.

Rosario estaba nerviosa, no sabía porque tanto tiempo la tuvo sin noticias, y era la primera vez que cenaban juntas. En otra ocasión estaría contenta, pero ahora todo este embrollo la agobiaba.

Llevó dos botellas de vino, no porque pensara en tomarlas, más bien como para no ir con las manos vacías. Se arregló bien, se sabía linda y quería demostrarlo, era una tontería, pero a veces se permitía ser tonta.

Cuando toco el timbre la atendió una Natalia vestida como para no pasar desapercibida, estaba encantadora.

-Rosario, como te viniste, estás hermosa mira que no vamos a ir de pesca a no ser que quieras pescar algo por aquí – dijo riendo

  • Pues tú como estas, si no pescaste nada es porque no hay nada para pescar.

  • ¿Ves? Eso es lo malo de nosotras, parece que no sabemos lo que queremos pescar.

  • Será que tenemos que aprender a saber lo que realmente es bueno.

  • Bueno, anda pasa que la comida está hecha esperando por ti.

  • Uhm… si sabe cómo huele esto es un banquete.

  • Pues espero que esté a la altura de la invitada

  • Entonces no va estar tan rica como pensé.

  • ¿Cómo qué no? si la invitada estuviera tan rica como huele estaría para comérsela. – Rosario se puso colorada, pero le gusto el piropo.

  • Pues la anfitriona no se queda atrás en nada, pero va a ser mejor contentarnos con los manjares de la mesa.

Se sentaron entre risas mirándose a los ojos con picardía. Después de comer y tomarse casi una botella, levantaron los platos, Natalia no quiso que los lavaran por no mancharse la ropa, prepararon un café y se sentaron en la sala.

-Haber que tienes para decirme, porque desde que encarcelaron a su hijo, Amelia está loca.

  • Lo que pasa es que fuimos tarde, al chico este, el abogado le hizo hacer lo que menos le convenía y no sabemos bien porque, pero lo vamos a averiguar, y a Carolina ahora que hizo la denuncia, si no quieren llegar a un arreglo iremos a juicio.

  • Pero dime, hablas en plural como si hubiera alguien más que tú.

  • Es que hay alguien más que yo, somos varias las que trabajamos contra la discriminación y los abusos, y eso es lo que nos hace fuertes, sino compañías como Saboya Cia, nos harían pedazos, son muy importantes en esta ciudad.

  • ¿Te parece que podrá salir antes de las navidades? Faltan diez días.

  • Estamos haciendo lo posible, ¿y tú que vas hacer en las navidades?

  • Y cómo siempre, me voy a la misa del gallo, después cuando vuelvo saludo a mis padres si consigo comunicarme y a la cama.

  • Tu sí que cuando te diviertes no te privas de nada.

  • Bueno, que quieres que haga, para salir hace demasiado frio.

  • Si, tienes razón, para pillarse un resfriado mejor quedarse en casa.

Sin más, se despidieron con pena, pero ninguna de las dos era capaz de dar el primer paso.

Al otro día mientras arreglaba la casa Rosario escuchó por la radio de la ciudad, de una denuncia por acoso al hijo del dueño de una de las compañías más importantes de la ciudad, aun sin nombrarla dejaba en evidencia de cual se trataba. Llamó a Natalia para preguntarle si era esa de la que estaban hablando cosa que le confirmó.

La noche del sábado decidieron ir al cine y luego salir a comer. A la vuelta pasaron a tomar un café en lo de Rosario, y conversar un poco de cómo iba a seguir todo.

-Pensé que lo ibas a llevar por el terreno judicial, pero veo que vas a utilizar los medios.

  • Es que judicialmente íbamos a tardar más tiempo, ellos tienen muchos recursos para alargar los tiempos en la justicia, pero contra el desprestigio no les vale de mucho todo el poder que tienen. Vamos por los dos lados, estoy esperando que me llamen.

  • ¿Y si no te llaman?

  • El lunes ya empieza a salir la noticia por la TV de la ciudad, pero ya estamos en comunicación para comentarla en TVE. Así que todo el país se va a enterar. Creo que no son tan tontos y me van a llamar.

  • Hay ojalá porque Amanda la pobre, anda que se sube por las paredes.

Siguieron hablando un buen rato, más como excusa para estar juntas que porque tuvieran algo que decirse.

Cuando se despidieron, quizá las dos quisieron arriesgar un poco más y el beso fue a parar a la comisura de los labios.

-Uf… casi nos damos un beso. - comento Rosario

  • ¡Casi! Que miedo ¿no? – dijo sonriéndose

  • Uhm, creo que mejor nos vamos a dormir. Con una mirada de picardía

El domingo no se encontraron, Rosario quería pensar que era lo que le estaba pasando. Realmente sabía que era, y no es que fuera una chica cerrada que lo viera como algo terrible, es más, envidiaba a las que tomaban sus gustos como algo natural. Ella sentía que quería a Natalia, por ahí no estaba tan segura si era tan correspondida, pero sospechaba que sí, pero la fuerza de la costumbre, hacía que viera antinatural en ella lo que le agradaba en las demás.

Pensaba que estaba pensando, cuando en realidad estaba dejando decantar el cúmulo de emociones que sentía, y que se negaba a admitir.

El lunes empezó a saltar todo por los aires, en un programa patrocinado por ni una menos, la noticia salió por la TV de la ciudad, pero aun sin nombrar explícitamente a la compañía, la ciudad no daba para equivocarse, no había tantas con esa importancia y no en todas trabajaban mujeres.

Se fueron en contra de Carolina, pero esta no estaba en casa, y si querían tratar con ella primero tendrían que hacerlo con su abogada. El abogado del novio, Oscar Benavidez se ofreció a ayudar a Natalia, porque él tenía llegada a Don Julio, y si podían llegar a un acuerdo quizá podían sacar al joven de la cárcel antes de las fiestas; ayuda que esta aceptó.

Programaron una reunión privada con los abogados de parte en las oficinas de la empresa SABOYA Y CIA. El salón era imponente, se notaba que allí se hacían reuniones más importantes que la que este caso ameritaba.

La cabecera de la mesa la ocupaba un señor de cierta edad con una pinta de fastidio que no hacía presagiar nada bueno. Este era el tal Don Julio, se veía un hueso duro de roer. En los costados estaban los abogados de la empresa, Oscar el abogado de Carlos y Natalia que era la que llevaba el caso de Carolina, que al fin, fue por el culo de ella que se había desatado este embrollo.

El primero que habló fue Don Julio.

-Bueno, quiero que me expliquen porque estamos saliendo por la tele como si fuéramos una sarta de violadores, ¿y quién tiene la culpa? – habló uno de los abogados.

  • La culpa es que nuestra colega denuncio sin fundamento a su hijo de portarse groseramente con una empleada.

  • Portarse groseramente ¿Qué coño es eso? A ver tú explicame de que lo acusas y trata de que te salga bien. – interpeló a Natalia de mala manera.

  • Lo acuso de que estando ella trabajando fue por atrás y le metió la mano entre los glúteos, y cuando ella lo empujó para sacarlo le propinó un cachetazo y el novio reaccionó y le infirió un golpe de puño.

  • Todo eso que me dijiste, ¿quiere decir que le metió la mano en el culo y terminó que el chico le metió un hostiazo?

  • Bueno, si usted lo quiere decir así tampoco esta tan mal.

  • Papa eso es mentira, es su palabra contra la mía, ¿a quién le vas a creer tú?

  • Ya veré a quien le creo, a ver tu Oscar que es lo que estas pintando aquí.

  • Yo hice lo posible para que no hicieran la denuncia, pero aquí la colega se metió y por eso este lio. – ahí se metió Natalia.

  • No sé si se dará cuenta que lo suyo es un conflicto de intereses, ya que hemos averiguado que está en la plantilla de la empresa y se apareció como defensor del muchacho, no sé si sabe que es delito. Don Julio bufaba, si fuera por el los echaba a todos.

  • Doctora o lo que sea, que tiene en concreto en contra de nosotros.

  • En concreto tengo, que su hijo abusó, acoso y usó la violencia con la señorita Carolina, y usó su situación de poder para hacer meter en la cárcel al que había ido a defenderla.

  • Es mentira Papa, me golpeó porque es un descastado.

  • Tú te callas ¿Y usted piensa que puede probarlo con el testimonio de ellos dos?

  • ¡No! con el de ellos dos no, pero con las catorce chicas que están dispuestas a testificar que les pasó lo mismo, me parece que sí.

  • Pero ¿cómo catorce de que me hablas?

  • Son las que están dispuestas hasta ahora, pero usted vio cómo es esto, una vez que se larga una, las demás se animan. – se quedó pensando.

  • A ver ¿Cómo podemos arreglar esto? Ahí saltó el hijo, y los abogados de la compañía a los gritos, diciéndole qué a la larga el juicio lo iban a ganar ellos.

  • Mira tú no pareces tonta, y sabes que lo que dicen ellos es cierto, tenemos más espaldas, pero yo sé que tenemos menos razón, y en definitiva por más que te gane un juicio, el único que algo tengo que perder soy yo, entonces lleguemos a un acuerdo. Por dinero, todo lo podemos solucionar, pero tú tienes que desmentir todo lo que se dejó entrever sobre como tratamos a las empleadas en la fábrica.

  • No, Don Julio, no podemos desdecirnos, sino lo nuestro sería un mamarracho, lo que podemos hacer es parar con las críticas y esto se va a diluir en el tiempo, siempre que no continúen haciendo lo mismo.

  • Pero para que no hablen los medios, no te necesito a ti, les digo que les saco la publicidad, y te puedo asegurar que te queda poco.

  • Mire, no quiero engañarlo, porque al fin esta empresa es importante en la comunidad, pero ya tendimos puentes para que este problema se discuta en el programa Amigas y Conocidas de la TVE.

  • Viste, te dije Papa, es una chantajista.

  • El juicio lo vamos a ganar, no se preocupe. - gritaban los abogados

. La mesa era buena porque si no el golpe que le pegó Don Julio la hubiese partido.

-Mira, - dirigiéndose a su hijo – mi padre se rompió el culo trabajando para construir esta fábrica, yo me rompí el culo para hacerla lo que es hoy, y a ti solamente se te ocurre destruirla tocando culos ajenos, esto me pasa por no ponerte a trabajar nunca, siempre de señorito, pero ahora te vas y no te quiero ver más por aquí. Y ustedes – dirigiéndose a los abogados – pedazo de idiotas, ¿Qué es lo que van a ganar? ¿van a comprar lo que me dejen de comprar los que no nos quieran ver ni en pintura? Que mierda tienen en la cabeza. Váyanse todos, que se quede mi secretaria a ver si arreglamos las cosas con esta niña. – dijo gritando, era un hombre que se hacía respetar

  • A ver, que es lo que quieres, y no te aproveches que yo no soy mi hijo.

  • Si ya lo noté, mire lo que quiero es que levante la denuncia de desfiguración qué su hijo puso para que pueda pasar las fiestas en casa, se imagina como está la madre y la novia, esto es lo primero

Lo demás, se quedaron sin trabajo, aparte pasaron por situaciones muy malas, yo venía derecho a un juicio, pero viéndolo a usted, creo que se pueden arreglar las cosas de otra manera. Fíjese bien, lo veo muy pensativo. – se quedó mirándola, agacho la cabeza para decir.

  • ¡Si! Estoy pensativo, estoy pensando que mierda hice tan mal, para que me salga un hijo así, el idiota debe tener como tu edad y mira para que sirve.

  • Bueno, ya se le va a pasar, el tiempo suele arreglar esas cosas. Pero que hacemos ¿saca la denuncia?

  • Pues sí, claro que la saco, y de lo demás ya vamos a arreglarlo, que pasen las fiestas en paz, y tú también. A ver Matilda fijate lo que te dice la abogada que hay que hacer para que el chico salga de prisión, y haz que les manden un buen regalo, que se lo merecen.

Saludó con dos besos a Natalia.

-Felices fiestas, ojalá tuviera una hija como tú.

  • Felices fiestas para usted, ya va a ver cómo se va encarrilar.

Volvió Natalia sorprendida, al fin el que parecía más difícil y prepotente, era el que más sentido común tenía. Le habló a Rosario, se le había ocurrido darle una sorpresa a la madre, y quedaron de encontrarse a la salida.

Tan pronto la vio Rosario, se dio cuenta por la cara que las noticias eran buenas, se atropellaron para saludarse, pero se cuidaron bien de no tocarse con los labios, ninguna quería quedar en evidencia.

Luego de contarle todo y lo bien que había salido, Natalia le explico que quería darle una sorpresa, que la iba a tener creída que podía ir a ver el hijo el 24, pero se lo iban a llevar a la casa el 23.

El 23 era sábado, y estaba la fiesta en el trabajo, era un lunch que hacían después del mediodía, eran bromas van y vienen, pero a Amanda no disfrutaba de ninguna.

Estaba angustiada, llegó el momento en que Rosario sintió demasiada pena. - ¿Quieres irte a casa? Ven que te llevo, anda que no lo estás pasando bien.

-Gracias, es que hasta que no vea a Carlos no se me va a ir esta angustia, pensar que la va a pasar solo, me pone tan mal, ¿qué te dijo Natalia que mañana lo podía ver?

  • Dijo que lo ibas a poder ver, no me dijo si era mañana justo.

  • Hay por Dios, que sea mañana sino me muero.

Llegaron a la casa, y cuando entró, lo primero que pudo ver fue a Natalia.

  • ¿Qué haces aquí?

  • Huy, te vine avisar que mañana no puedes ir a ver a Carlos.

  • ¿Y ahora qué pasó? – con lágrimas en los ojos.

  • Es que convencí a tu hijo que viniera a visitarte el a ti – se quedó como petrificada sin entender nada, hasta que vio entrar a Carlos en la sala, se tiró sobre él, no podía creer lo que veía, habían avisado a Carolina, así que estaba la familia completa.

Salieron todas besadas, realmente ver a alguien con tal alegría le componía las fiestas a cualquiera. Comentaban el momento que habían vivido, todavía emocionadas. – Dijo Rosario

-Qué momento emocionante saber que no lo va a pasar solo.

  • Tampoco es que lo pasan tan solos en la carcel, mira que en las fiestas algo para que festejen le dan.

  • Bueno, pero no estas con tu familia, es como si estuvieras solo.

  • ¿Y nosotras cómo la pasamos?

  • Pero a nosotras nadie nos obliga, es porque se nos da la gana.

  • Pues será que a ti te da la gana pasarla sola, porque a mí no.

  • Bueno, a mí tampoco, pero no estamos presas.

  • Pues pareciera, a ninguna de las dos nos gusta pasarla solas, pero lo pasamos, quizá es lo que queremos.

  • ¡No! yo no lo quiero. A lo mejor dos solas juntas no están tan solas

  • A lo mejor, ¿y dónde? Mi departamento es más grande, pero no tengo arbolito, ¿subes el tuyo?

  • Claro, y los adornos, y las bebidas, ¿o vamos a comprar todo juntas?

  • Creo que será mejor, pero mejor encarguemos hoy la comida que mañana va a ser más difícil.

Fueron a comprar los adornos, encargaron la comida, de la bebida no se preocuparon, de eso siempre hay. Comieron unas tapas con unas cañas y se fueron a casa, se despidieron en la puerta de Rosario, se miraron a los ojos con una sonrisa y se dieron dos besos en las mejillas, un poco largos, pero nada más y se separaron contentas.

Natalia se despertó sonriente, no sabía porque, pero suponía que había soñado algo lindo. Igual se daba cuenta que no eran los sueños la que la ponían de ese humor, se levantó, acomodó un poco donde iban a pasar, pero igual era a la noche, y la ansiedad a que llegara esa hora la tenía un poco desesperada. Era cómo un niño esperando Santa Claus, las horas no pasaban.

Rosario no la pasaba mejor, quería autocontrolarse, no podía estar sintiendo lo que sentía, la iba a pasar con Natalia, pero nada más, ¿Qué le estaba pasando? No sabía que era, pero sabía que le gustaba ¿sería lo que siempre estuvo buscando sin saber lo que era?

Salió a comprar unos turrones más por matar el tiempo que por otra cosa.

A la vuelta la llamó a Natalia, para ver si subía el arbolito, esta que estaba esperando la llamada bajo a ayudarle. Cargaron con árbol y adornos y subieron por las escaleras como niñas, era un piso solo, tampoco era tanto.

Armaron el árbol entre risas, las manos les temblaban de los nervios, pero pudieron armarlo bien. Lo enchufaron y una como explosión se escuchó y se cortó la electricidad.

El ánimo se le vino a los pies, pero Rosario no estaba dispuesta a resignar su fiesta con su admirada amiga.

-Vamos a mi departamento, con árbol o sin árbol esta noche es nuestra.

  • Espera voy a llamar al portero que se da mucha maña. – bajó por el ascensor, pero estaba la portera nada más. Le explico y Ofelia que así se llamaba agarró una caja y acompaño a Natalia.

  • Qué ¿lo vas arreglar tú?

  • Ya vas a ver, no hay nada que arreglar, le ponemos estas luces que tengo de repuestos para el árbol del edificio y veras. – puso las lámparas enchufó y le dio a la térmica, y la luz se hizo – es que los chinos de vez en cuando también nos mandan cuentos chinos en vez de luces.

  • Espera vamos a brindar, es la primera vez que la vamos a pasar juntas, y si no es por ti la pasábamos sin árbol.

  • Dame, pero poco que todavía tengo que hacer bastante y algún otro brindis va caer por el medio. – tomó un poco y las dejó solas

  • ¿Qué hacemos, preparamos la cena, te parece?

  • Pues vamos, podemos poner la tele siempre ponen música linda. – prendieron el aparato y estaban pasando valses de Straus .

  • Un poco vieja ¿no? dijo Natalia

  • Me hace acordar a los quince años, nunca más los baile vals

  • A ver si te acuerdas – la tomó de la cintura y fueron bailando dando vueltas hasta que Rosario tuvo que agarrarse por el mareo. Pararon y se quedaron así quietas pegadas una a la otra, sentían el rubor en las mejillas, pero estaban tan bien que no querían hacerle caso.

  • Creo que ya podríamos servir la cena, así estamos preparadas para el brindis. – se sentaron a comer enfrentadas, las miradas estaban codificando su propio alfabeto de luces y sensaciones, las palabras eran signos incomprensibles que explicaban cualquier cosa. Pero con los ojos, los ojos decían todo lo que ellas no eran capaces de decirse y lo sabían.

  • Rosario, dijiste que íbamos a brindar a las doce, ¿es que no piensas ir a la misa del gallo?

  • Este año lo dejo, que vallan las gallinas si quieren, yo brindo contigo. – una sonrisa de felicidad les cubrió la boca, mientras seguía escapándose el manantial de sus sonrisas.

Lo que tenía que llegar, llegó, y las doce con su puntualidad abrazó a nuestras chicas llevándolas de la nochebuena a la navidad en un solo instante.

Esta vez no se fijaron, las bocas ya conocían el trayecto y nada se interponía entre ellas, los labios se pegaron y los ojos se cerraron para poder sentir las emociones por vez.

Se separaron y quedaron mirándose serias. – fue Natalia la que primero habló.

-Quizá no deba. – dijo titubeante

  • Quizá no debas tardar tanto en darme otro.

Se abrazaron con fuerza, la ansiedad de todo lo que habían esperado aun sin saber, se fundía en esos besos llenos de fuego, besos que iluminaban sus almas más que el arbolito.

Tuvieron que parar a respirar

-Oye es una vergüenza, no brindamos.

  • Tienes razón, - sirvió las copas y arrimó la suya a los labios de Rosario entre risas

  • Dame tu que brindo con la tuya. – fue un completo desastre, mientras una tomaba en la copa de la otra, volcaba a su vez sin mirar haciendo que la sidra cayera más por afuera que lo que realmente tomaban.

  • Huy que puercas mira como quedamos.

  • Tienes sidra en el mentón, dejame que te la saco, - comenzó a pasarle la lengua por toda la cara, como si fuera una paleta.

  • Eh que esa no es el mentón

  • Pero vieras como está de mojado, si hasta la blusa te mojaste toda.

  • Tú no estás mejor, así que ahora me toca a mí secarte, oye que es cierto que tienes la blusa mojada, ¿te la saco, no sé si la sidra sale?

  • Pues si no me sale a mí tampoco te sale a ti, así que afuera tu camisita.

  • Naty, ¿te parece que estemos haciendo bien? Quizá tendríamos que pensarlo.

  • Tienes razón ¿vamos a pensarlo en la habitación?

  • Creo que es un buen sitio. – nada más entrar la explosión de besos volvió a sacudir el cuerpo de las dos.

  • Tienes el sujetador mojado.

  • Tendría que sacármelo ¿no?

  • Deja que yo te lo quito, - dos colinas redondas, turgentes, apuntaban a Natalia, como reprochándole que no le diera la atención esperada.

  • Rosario, yo no me aguanto, dejámelas.

  • No te aguantes, son para ti, - y las ofreció a su boca que las empezó a mamar con fruición. – ya, para que yo también quiero. – y sin más la dejó igual que ella, se sentó en la cama y gustó por primera vez los senos de otra mujer que no hayan sido de su propia madre. Apreciaba la sedosidad de esos senos que como regalo tenían unos pezones enhiestos para poder jugar con su lengua.

Natalia le besaba la cabeza, le acariciaba la espalda acompañada por gemidos de placer, sintió unas manos acariciando sus nalgas y apretó más el seno contra la boca de su amiga, no le importaba que la mordiera o que hiciera lo que quisiera, pero que no parara. Sintió cuando su falda se deslizó al suelo y ya no soportó más.

Empujó a Rosario dejándola acostada, agarró de la cintura el pantalón y fue sacándolo, extasiándose con lo que iba descubriendo, terminó de sacarlo y fue acariciándole las piernas en su camino hacia arriba.

-Cielo, tienes las bragas mojadas también

  • ¿Me las vas a sacar?

  • Sí, claro o me vas a mojar la cama, - se la fue retirando y ahora podía ver toda la belleza de una mujer desnuda. Tenía la mirada fija en su sexo, y como si fuera una ratita hipnotizada por la serpiente más hermosa del paraíso, fue sintiéndose atraída a posar sus labios a esa fuente de vida.

No sería la serpiente más hermosa, pero Rosario en el paraíso estaba, un cumulo de sensaciones subían por su cuerpo, sensaciones que nunca antes había sentido, ni siquiera sabía que existían. Miraba como Naty la devoraba a gusto, y el gusto de ella era sentirse devorada, hasta que no aguanto más, y una explosión de deseo satisfecho, inundó la boca de aquella que no se apartó hasta no haber dado cuenta de todo el manjar que se había sabido ganar.

Reptó hasta llegar a los labios jadeantes para hacerle partícipe de los sabores que atesoraba, sus bocas se unieron haciéndose una, sus lenguas se enroscaban fundiéndose en la fragua del deseo. Rosario se dio cuenta que su amiga necesitaba tanto como lo que había recibido ella y la volcó dejándola boca arriba, le quitó la tanga que estaba empapada, y no parecía de sidra, y se arrojó a la fuente de los deseos para hacerlos suyos.

Forzó con la lengua esos labios tan apetecibles y fue corriéndola para arriba abriendo el camino que la llevaba a ese montecito prepotente que solo estaba esperando los labios que lo iban a absorber,

Llegó entre los gemidos de Naty que sentía un placer desconocido, abandonada como estaba, sintió la lengua que jugaba con su clítoris y mientras lo rodeaba con los labios, un aleteo abanicaba la punta de este haciéndola delirar. Sentía como esa lengua profana recorría desde el interior de su vagina hasta llegar al botón del placer. Apretaba sus pechos con desesperación, mientras con los talones apoyada en la cama formaba el más temible arco cuyo disparo no podía pegar a nadie más que Rosario.

Soltando un grito de desesperación, soltó la flecha en forma de orgasmo, que penetro en la boca de Rosario que la recibió gustosa.

Ahora fue esta la que quedó arriba mirando sonriente a una Natalia examine.

  • ¿Qué pasó te hizo mal el festejo? - Mientras se recorrían a besos, pasaban los labios por el cuello, las orejas, parecían como lo ciegos que te pueden conocer con las manos; ellas querían aprender a conocerse con los labios.

El cuello, la garganta los senos, todo era pasto de su voracidad.

-Que vas hacer ¿me vas a marcar? – preguntó Rosario

  • Tengo ganas,

  • Pues hazlo, porque yo, si te voy a marcar para que seas mía, y de nadie más.

  • ¿Piensas que podría estar con alguien más después de esto?

  • Creo que no, pero me gustaría marcarte lo mismo, dura menos que un tatuaje, y por unos días quiero ser tu dueña.

  • ¿Y yo qué, acaso no puedo ser dueña tuya?

  • No seas boba, tu hace rato que ya lo eres, pero una marca tuya me va a saber a condecoración.

Mientras estaban metidas en esas conversaciones de enamoradas, sin darse cuenta una especie de balanceo se fue formando. Se sentía lindo, cuando se quisieron dar cuenta, sus sexos ya habían tomado cartas en el asunto, y estaban pegaditos mimoseando entre ellos.

Se desentendieron, ellos sabrían porque estaban haciendo eso, ellas sentían cada vez más necesidad de besarse acariciarse, frotaban sus senos unos contra otros, pero los mandatos de abajo las ponía frenéticas, sus vaginas como dos imanes no querían separarse y cada vez les pedían más velocidad a sus movimientos.

-Naty me corro.

  • Esperame, esperame un momento que yo también, si… ahora ya…

Un tsunami de placer las inundó, quedaron mirándose sin entender bien que les había pasado; bueno sabían que les había pasado pero ¿Por qué? Aquí fueron esclavas de sus cuerpos, no fue algo pensado, fue algo que les salió de adentro. Se pusieron de acuerdo, si sus cuerpos son tan sabios dejemos que nos guíen.

Se abrazaron nuevamente, pero ya no con la pasión de momentos antes.

-¿Sabes Naty? Esta es la mejor Navidad de mi vida, y no me gustaría volver a pasarla sola

  • Para mí también fue la mejor navidad de mi vida, pero a mí no me gustaría volver a pasar ningún día más sola. – Rosario se arrebujo contra ella y frotándose contra su cara, preguntó

  • Donde te parece.

  • Mi departamento es más grande, pero si no te apetece tu dirás.

  • A mí me apetece cualquiera sitio mientras tu estés adentro.

Se besaron con dulzura, sin apuro sabiendo que esta no era una despedida de la navidad, sino una bienvenida de amor a una nueva vida.

-Ves, Santa Claus esta vez trajo el más hermoso regalo.

  • ¿Se lo habías pedido?

  • Pues claro ¿tú no?

  • No, yo solamente lo deseaba, pero tampoco me atrevía a tanto, aparte soy más de los reyes

  • ¿Y a los reyes que le vas a pedir?

  • Más y mejor de lo mismo

  • Mas, lo arreglamos fácil mejor vamos a tener que entrenarnos.

  • Tenemos diez días, si empezamos vamos a estar a punto. – volvieron a quedarse mirando con adoración.

  • Dime ¿no parece un cuento?

  • Un cuento de Navidad

  • Nuestro cuento Navidad

Este es un relato corto sin muchas pretensiones pensado para desearles ánimo y felicidades a quienes todavía no escribieron su cuento.

FELICES FIESTAS

Y gracias por leer y comentar