Un crucero y nuevos amigos (Primera parte)
Un crucero por el Mediterráneo, unos nuevos amigos y un relato sobre una experiencia inolvidable de éstos
Un crucero y nuevos amigos (Primera Parte)
El invierno se había hecho largo y la llegada de la primavera renovó nuestros ánimos y energías, así que decidimos buscar un viaje relajante y con sol. Había algunas opciones vacacionales que valoramos y, entre ellas, aparecían algunos cruceros por el Mediterráneo.
Fuimos haciendo descartes y finalmente nos inclinamos por pasar unos días en el mar a bordo de un confortable y atractivo crucero. La ruta que elegimos partía desde Barcelona para continuar hacia Livorno, Civitavecchia, Nápoles, Capri, Túnez, Malta y regreso a la Ciudad Condal.
Como en la mayoría de los viajes que realizamos, colgamos nuestro proyecto en la página de contactos de la que somos miembros. Desde la página SDC mostraron cierto interés algunos miembros, pero sin confirmar nada.
Preparamos todo lo necesario para disfrutar de una semana de relax, turismo, descanso, sol y piscina, además de las múltiples distracciones que proporciona un crucero.
Embarcamos en Barcelona una mañana de Mayo y nos instalamos en un bonito camarote de la cubierta 10, con una cómoda habitación y una amplia cama matrimonial. Deshicimos el equipaje y nos dedicamos disfrutar del inicio de la navegación tomando un coctel desde la cubierta de piscinas, en lo más alto del barco. Así despedimos Barcelona para adentrarnos en el gran Mediterráneo.
En el restaurante, para la cena de ese día, nos asignaron en una mesa de 8 comensales, si bien en esta ocasión solo 6 estaríamos presentes: Dos parejas de gente mayores que nosotros, que realizaban el viaje juntos, Ana y yo y dos asientos vacíos. Después de la cena fuimos a tomar una copa a un coqueto y acogedor bar de la cubierta 8, con música suave y ambiente tranquilo. Cansados del ajetreo diario nos fuimos a la cama en espera del siguiente día y escala.
La primera escala del viaje era el Livorno, el puerto que conecta con Florencia, dentro de la maravillosa Toscana. Pasamos el día visitando la ciudad, en una excursión organizada por el crucero, para regresar al barco a las seis de la tarde. Una ducha refrescante y a prepararse para la cena, pues teníamos el primer turno de comedor a las 8 de la tarde.
A las cenas se suele ir con vestimenta muy arreglada y, tanto las mujeres como los hombres, suelen lucir sus mejores galas. Y fue ahí, en la mesa del comedor donde conocimos a Marco y Lisa, que ocupaban las dos plazas vacías del día anterior. Debo de reconocer que me causaron una magnífica impresión visual: Elegantes, guapos, y desprendiendo un glamour que hicieron que nos fijásemos en ellos con mucho ímpetu.
El, con una camisa entallada, color azul pálido, americana azul marino y pantalón beige oscuro, pelo ondulado y largo con numerosas canas que le daban un interesante aire de madurez; ella con un largo vestido de tirantes, color turquesa, ceñido y escotado que dejaba apreciar una esbelta figura, con unos turgentes pechos que invitaban a admirar. Pelo corto, con un color negro mezclado con platino que le daban, también, un aspecto de madurez perfecta. Ambos con un moreno solar envidiable que realzaba aún más sus bellas imágenes y figuras.
Se presentaron en un castellano muy aceptable, que lo hablaban dado que ambos pasaron, por razones laborales, dos años en Barcelona. Vivían en Florencia y subieron al crucero en la escala de Livorno.
La cena fue distendida y animada, hablando de Florencia, de Barcelona, de profesiones y de varios temas que nos condujeron hasta el postre.
Los primeros en abandonar la mesa fueron los dos matrimonios que viajaban juntos y nosotros cuatro permanecimos un rato más en el comedor terminando la botella de vino.
Les comentamos que la noche anterior habíamos estado en un bar en la cubierta 8 y nos preguntaron si podían acompañarnos a tomar una botella de champán. Allí nos pasamos al menos dos horas intercambiando datos y comentarios sobre ellos y nosotros.
Tenían 63 años él y 61 años ella. Casados desde hace 35 años, no tenían hijos y Marco se dedicaba al mundo textil, de ahí su estancia en Barcelona y ella dirigía una galería de arte.
Entre risas, brindis y algún que otro chiste, se fue entonando la noche; con la segunda botella la conversación era más distendida y con la tercera había muy buena armonía entre los cuatro. Les hablamos de nuestra excursión para el día siguiente, pero ellos habían elegido otra, por lo que no pasaríamos el día juntos. Entonces Marco le propuso a Lisa intentar cambiar de excursión para poder ir en nuestro grupo. Lo que acordamos fue: Nosotros cogeríamos mesa para el desayuno de los 4, en una cubierta exterior y ellos, pasarían a primera hora por le sección de excursiones para tratar de cambiar los billetes.
Nos despedimos afectuosamente hasta el día siguiente y ellos se fueron a su camarote, dos cubiertas por encima del nuestro.
Ya en nuestra cama, comentamos nuestra impresión sobre ellos y, Ana y yo, coincidimos en valorar lo geniales que eran y lo que nos atraían los dos, pues, saltaba a la vista, que estaban muy buenos.
Así que al llegar a desayunar nos confirmaron que habían podido cambiar los tickets y haríamos la misma excursión. A nosotros se nos alegró la cara, ya que, nos apetecía mucho pasar el día con ellos. Hacía pocas horas que los conocíamos, pero había muy buen feelling entre los cuatro. El día transcurrió muy divertido, entretenido y Ana y Lisa hicieron buenas migas; cogidas del brazo miraban tiendas, ropa, perfumes y diversos accesorios que tanto gustan a la parte femenina.
De regreso al barco fuimos a ducharnos y prepararnos para la cena y debo de admitir que nuestras chicas se esmeraron en sus ropas y estaban espectaculares. Tras la cena, vimos el espectáculo que hay cada noche y después nos fuimos a nuestro bar favorito. Tomamos una botella de champán y, a propuesta de Lisa y Ana, nos fuimos a otro bar donde había música para bailar. Nos acomodamos y abrimos una nueva botella. Había mucho ambiente y pronto nos lanzamos a la pista. Pasado un rato, cambia la música a lenta, las luces se aminoran y la pista queda en una semi penumbra con la bolita de luces de colores. Lisa me toma de la mano y se pone a bailar conmigo; Marco hace lo propio con Ana.
Sentir aquel cuerpo duro, su envolvedor aroma, su colonia Agua de Loewe, el leve roce de nuestros cuerpos al bailar, como se ceñía en los giros de la música mientras susurraba la letra de la canción, aquella sintonía de música en nuestros cuerpos, terminó cuando lo hizo la canción, con un leve “pico” en nuestros labios.
- Bailas muy bien. Me dijo Lisa
- Y tú eres la pareja perfecta para esta música. Respondí yo
Nos acercamos a servirnos una nueva copa de champán y observamos a Marco y Ana, que seguían bailando muy pegados, entre pícaras risas; la mano de Marco se deslizaba con delicadeza sobre la parte trasera de Ana, quien aceptaba de buen grado dicha caricia.
Cuando regresaron a la mesa brindamos por los cuatro y nuestra buena sintonía y amistad. Regresamos a la pista de baile, ahora Ana y yo juntos y me comentó como le había gustado bailar con Marco y cómo había sentido por momentos su erección sobre su vientre y que ambos habían disfrutado de ese momento.
Yo le confesé a Ana cuanto me había gustado en baile con Lisa y empezamos a sospechar que, posiblemente, fueran swingers como nosotros. Al menos les gustaban este tipo de juegos de pareja.
No pasó mucho tiempo cuando volvimos a cambiar de pareja de baile. Suponemos que Marco y Lisa, al igual que lo hicimos Ana y yo, habrían comentado su baile con nosotros. Fui yo, quien cogiendo con una mano a Ana, y con otra a Marco, los acerqué a la pista de baile; regresé a la mesa y con una reverencia tome la mano de Lisa y la llevé, también, a bailar. Nos reímos, bailamos los cuatro abrazados y en un momento, ellas bailaron juntas y nosotros las rodeamos con nuestros cuerpos.
Con Lisa, de nuevo volví a notar sus duros pezones rozar mi pecho, pegada totalmente a mí y acariciando levemente su espalda e introduciendo mi mano por el escote de su espalda, disfrute de dos cosas: Una, la dulce textura de su piel y otra la dureza de mi pene contra su vientre. Es evidente que ella también lo notó y sus movimientos de baile se concentraban en un rozamiento más intenso contra mi pene. Con su cabeza metida sobre mi cuello y la mía sobre el suyo, pasamos unos momentos de excitación que terminó con un sentido beso en nuestros cuellos. Con el mío noté como se le erizaba la piel, mientras que a mí, notaba que casi eyaculaba de placer. Temí que ese momento hubiese dejado algo de mancha sobre mi pantalón. Afortunadamente, no fue así.
Los empleados del bar nos avisaron que era la hora de cierre, por lo que tuvimos que irnos a nuestros camarotes, dado que no había ningún sitio abierto a esa hora.
Nos despedimos con sendos besos (picos en la boca, tanto entre ellas como nosotros) y nos fuimos a dormir.
Ya en nuestra cama, hablamos de nuestros amigos y cuanto nos gustaban. Nos desnudamos y estuvimos teniendo sexo intensamente, yo pensando en Lisa y Ana pensando en Marco. Y mientras lo hacíamos, comentábamos frases, gemidos y sensaciones como fueran ellos el destino de nuestra corrida final.
Dormimos plácidamente hasta la mañana siguiente, mientras el barco llegaba al puerto de Nápoles.
Encontramos a nuestros amigos en nuestra mesa habitual de desayuno y dimos cuenta de una buena variedad de productos que saciaran nuestro apetito matinal.
Comentamos cuanto habíamos disfrutado ayer con su compañía y nos dispusimos a prepararnos para desembarcar y visitar Nápoles y Capri.
- Al igual que vosotros, hemos pasado una velada maravillosa que habrá que repetir esta noche. Comentó Marco con entusiasmo.
- Sí, si, si, añadió Lisa con su acento italiano, debemos aprovechar nuestro tiempo juntos
- Por supuesto, nos apetece mucho, añadimos Ana y yo.
Con solo imaginarlo sentía un cosquilleo por mi vientre, más aun, después de como follamos Ana y yo pensando en ellos.
El día transcurrió con la intensidad de visitar y recorrer Nápoles por la mañana y por la tarde trasladarnos en una barcaza hasta Capri. Ascender en su funicular hasta la parte alta de la isla y recorrer sus bonitos y floridos parques así como la innumerable cantidad de tiendas de jabones y perfumes.
Lisa nos sorprendió con dos frasquitos de colonia, uno para Ana y otro para mí. Y para ellos se había comprado una crema corporal muy relajante, según le habían comentado en la tienda.
Le dimos las gracias y comentó:
- Son los perfumes favoritos de Marco y mío, así que si hoy volvemos a bailar, nos encantaría que los llevarais; seguro que nos pondréis en una nube, añadió con una risa muy pícara.
En uno de los comercios, Lisa ayudó a una chica que tenía dificultad para entenderse con el italiano; de esta forma tradujo la conversación entre ambos y les aconsejó sobre jabones y colonias. La joven, agradecida, le presentó a su pareja, un atlético chico a quien la camiseta que llevaba parecía resultarle unas tallas pequeñas.
Hechas las presentaciones del grupo, nos acompañaron durante la visita a Capri y regresamos todos juntos al barco. Antes de la cena, tomamos un coctel en cubierta y allí se unieron esta joven pareja: Rosa y Germán
Eran andaluces y tenían 35 y 39 años. Convivían juntos pero no estaban casados. Era su primer crucero y estaban disfrutando muchísimo de la experiencia.
Después de la cena, volvimos a verlos (dado que no estaban en nuestra mesa del comedor) y disfrutamos un rato del show de esa noche en el teatro del barco. Después fuimos a nuestro lugar de baile y tomamos unas copas; primero cada uno con su pareja, luego Marco sacó a bailar a Rosa, Ana a Germán y Lisa y yo volvimos a bailar muy pegados.
- Veo que te has puesto la colonia que te regalé, comenta Lisa mientras pasa sus labios por mi cuello y juguetea un poco con su lengua sobre él
- Tus deseos son órdenes para mí, digo rozando mi lengua con su oreja
- Uffff, entre la colonia, esa lengua juguetona y eso que noto contra mi vientre, me estoy poniendo a cien…jajaja.
- Imagina que soy Marco…y déjate llevar, sonrío y recorro su culo con mi mano
- Ni hablar, prefiero imaginar que eres tú, añadió con una sonrisa
Pasamos un rato bailando y a nuestros nuevos amigos se les veía un poco tensos. Con la segunda copa, German ya disfrutaba mirando el escote de Ana con disimulo, lo que aproveché yo para bailar con Rosa. Tenía un buen par de jóvenes tetas que rozaron mi camisa mientras yo apretaba su cintura intentando que notara mi dureza. Cuando dejamos de bailar, estaba bastante colorada, como excitada diría yo y a mí, me costó disimular mi erección.
Volvimos a bailar con nuestra parejas y ellos se quedaron sentados en los sofás, hablando entre ellos; poco después se despidieron, alegando cansancio y sueño, y se fueron a su camarote.
También nosotros íbamos a retirarnos cuando Marco nos comentó:
- Que os parece si pedimos champán y nos le bebemos en nuestro camarote?
Ana y yo nos miramos y asentimos: Por nosotros encantados.
Y así nos fuimos, cargados con tres botellas de champán a la cubierta 12 donde estaba su camarote, mayor que el nuestro y con una bonita sale y sofás. Descorchamos la primera botella y brindamos por nosotros. Relajados y cómodamente dispuestos charlábamos divertidamente cuando Marco, se levanta y se dirige a Ana. Me mira a mí y me pregunta:
- Me permites que bese a Ana?. Tienen una preciosa boca y hace tiempo que deseo hacerlo.
- Si a ella le apetece, por mi parte no hay problema.
Ana no contestó, se puso de pie, cogió la mano de Marco y acercó su boca a la de él. Se fundieron en un apasionado beso. Lisa se acerca a mí y hace lo mismo, así que durante un buen rato el único sonido que se percibía en el camarote era el de nuestras bocas besándose.
Nos tomamos un respiro y unas copas más, y les contamos nuestra afición al mundo swingers. Ellos por su parte también nos confirmaron que lo practicaban con cierta frecuencia, pero siempre seleccionando las parejas.
- Vosotros lleváis una puntuación muy alta, rieron ambos.
- ¿ Cual fue vuestra experiencia más excitante?, pregunté
- Hemos tenido algunas muy buenas, pero la más, sin duda, una fiesta en el palacete de Confinni, en La Toscana.
- Creo que merece la pena que os la contemos, añadió Lisa. Después veremos cuanta excitación tenéis.. Así que relajaros, poneros cómodos y disfrutar del relato de nuestra experiencia.
- Darme unos minutos, pidió Lisa y desapareció hacia el dormitorio contiguo
Al poco rato, apareció como cuando una diosa baja de su pedestal para disfrute de los humanos. Con una túnica color verde oscuro, que tenía un amplio escote de forma triangular que partiendo de sus hombros alcanzaba el ombligo, por su parte delantera y el comienzo del culo por la trasera. Abierta por los lados le llegaba hasta los tobillos y sujeta, únicamente, por una banda de tela del mismo color de la túnica. No había ninguna otra prenda sobre su cuerpo y al caminar mostraba sus perfectas piernas, morenas y brillantes sobre sus pies descalzos y destacando su maravillosos pechos con sus pezones marcados en la tela.
- Estás impresionante Lisa, le advertí
- Eres espectacular, dijo Ana.
- ¿Te gustaría ponerte una, Ana? Preguntó Lisa. Tengo la de Marco y seguro que te la cede.
- La cedo con muchísimo gusto, añadió él.
- Pues, voy a ponérmela, aunque no esté tan bonita como tú, dijo Ana.
La cogió de la mano y se la llevó al dormitorio. Tardaron un rato y Marco, sin ningún remilgo se acariciaba su pene por encima del pantalón.
- Recordar la experiencia me excita muchísimo, dijo.
Ganas me dieron de hacérselo yo… pero aparecieron las dos y Ana, con la otra túnica, estaba radiante. Un poco de la crema corporal comprada en Capri que hacía brillar su morena piel, sus brazos abiertos y haciendo una pequeña reverencia, se acercó a nosotros y depositó un beso en la boca de Marco y otro en la mía.
Nos sentamos cómodamente mientras Lisa, se disponía a relatarnos aquella enigmática fiesta.
Y esta, os lo contaremos en la segunda parte de este relato.
Prepararos para disfrutar y sentir.
Besos húmedos de Carlos y Ana.
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