Un cortejo largo y complicado (1)

Esta es la historia de Caro, una chica rara, introvertida y cohibida. Alonso, su ex compañero de la secundaria la localiza en FB y se propone descubrir a la mujer que hay debajo de las apariencias.

Este relato es una compilación de vivencias de mi roomate durante la universidad (y debo aclarar que es una chica muy muuuuy rara). Durante esa época, ella no tenía muchos amigos y salía muy poco. La conocí más a fuerza que por que fuéramos compatibles hasta que alguna vez, platicándole de mis problemas con mi novio de ese entonces, ella se animó a contarme sus vivencias con un chico de la secundaria al que veía seguido. Sólo he cambiado el tiempo (semanas, días) para hacerlo todo más fluido. Espero lo disfruten.

Un cortejo largo y complicado

Usualmente viste pantalones holgados, blusas grandes, poco o nada de maquillaje. Pasa desapercibida, oculta bajo toda la tela. Traumas de la infancia, cuando era una niña gordita e introvertida. La pubertad y adolescencia no le sentaron mal, no tiene cuerpo de modelo pero sus piernas están muy bien torneadas por el voleibol, tiene unos kilos de más pero la realidad es que se ve muy bien. Sus senos son firmes, medianos, tienen bonita figura. De la cara tiene labios delgados, ojos almendrados y cabello largo. Su brazo izquierdo es un poco más oscuro por manejar, contrasta un poco con el resto de su piel apiñonada pero nadie más que ella notaría una diferencia significativa.

Es muy seria, le dicen Caro, reservada y por lo que saben en la universidad y amigos, no tiene novio y sólo tuvo uno hace ya varios años. Llama la atención de algunos pero rápidamente desistieron tras notar que no eran siquiera tomados en cuenta por ella. Lástima, realmente no saben cómo llegarle. Estudia ingeniería y realmente no le interesa lo que piensen los demás de su aspecto.

Un amigo de la secundaria a quien hace años que no ve, la analiza en Facebook, su nombre es Alonso. Descubre que debajo de esa ropa holgada hay una figura deliciosa y se propone tomarla. Empieza hablando esporádicamente con ella por inbox, lanzando ocasionalmente algún cumplido. Cuando es muy directo, ella deja de contestarle y tiene que empezar de cero, pero no desiste, sabe que la recompensa debe ser grande si cuesta tanto trabajo obtenerla.

Llevan charlando tres meses, le ha rechazado la invitación a tomar una copa como nueve veces. Entonces, propone una estrategia más agresiva, se jugará el todo por el todo. En Halloween, ella se ha disfrazado. Su maquillaje es profesional, labios rojos, pequeños. Pestañas larguísimas, pupilentes negros con el iris más grande, un vestido de encaje blanco, peluca y moño rosas, sus facciones se ven exquisitas y ranuras en los labios, simulando una muñeca de cuerdas, como un títere. La mirada que tiene le causa problemas, le recuerdan que hay una golosina esperándolo a la vuelta de la esquina.

Se imagina a él mismo, ahí sentado frente a la laptop con su miembro palpitando bajo el pantalón. Ella arrodillada, le acaricia las piernas, sube con sus manitas hasta la cintura y le desabrocha el cinturón, el pantalón, lame el bulto que se forma en su entrepierna por sobre la ropa, lo mira, con esa carita de muñeca. Suspira, puede verle los senos debajo del escote, blancos, bien formados. Ella le saca la verga y queda al aire, grande, palpita, tiene vida propia. Los labios rojos le dan un besito en la punta, creando en él una tensión en el pecho y un movimiento involuntario en la pelvis. Ella sonríe con malicia, lame sus testículos, juega a pasarlos entre sus dedos, no habla pero su cara de diversión dice todo. Le deposita besos por toda la base, pequeñas lamiditas, él está a punto de explotar. Ella se sostiene de la cintura de él y comienza a succionar la punta. Cada succión un poquito más profunda hasta que la mitad queda dentro. Lo mira con sus ojos de muñeca y él se excita más. Una de sus manos en sus testículos y la otra rodeando la otra mitad, girándola de izquierda a derecha mientras lentamente va sacándolo de su boca. Él le pone la mano en la nuca y la empuja hacia delante de nuevo.

Agarra ritmo, está mamando, calladita pero se ve hermosa. Él marca el ritmo con la mano, gruñe, maldice para sí mismo. “Nenita, tengo tantas ganas de cogerte”, piensa. Mira la foto en la pantalla y no puede controlarse más, termina de jalársela escupiendo en un pañuelo. Su cuerpo tiembla, respira para volver a recuperar el aliento. Se limpia y en seguida manda un inbox.

-Que sexy te ves en esa foto muñequita.

-Yo quería dar miedo, no verme sexy.

-¿En serio? Te hubiera robado un beso, tal vez hasta más.

Ella ya no contestó en un largo rato. Luego él, desesperado por no haber sido lo suficientemente directo y agresivo, volvió a escribir.

-Tienes más fotos, quiero verlas.

-Sí, pero quiero tenerlas privadas.

-Pásame una de cuerpo completo.

-¿Para qué? -Aquí es cuando se la jugaría, si no le salía la estrategia, podría darla por perdida.

-¿Para qué más? Como no quieres salir conmigo, de perdida chaquetearme otra vez.

-¿Otra vez? No me gusta compartir fotos.

-Sí, otra vez. ¿No te digo que te ves muy sexy? Esa mirada me dejó muy caliente y tuve que masturbarme pensando en ti. -Extrañamente ella envió una foto de cuerpo completo. Sentada, con las piernas abiertas, los brazos caídos y la cabeza gacha. Lo había logrado. – Gracias, te prometo no compartirla con nadie, será solo para mí.

-Más te vale.

-Me la voy a jalar pensando en ti de una vez. ¿Quieres ver?

-No gracias, te dejo para que sigas.

-No, sígueme platicando. ¿Cómo te fue? ¿Ganaste el concurso?

-No gané, pero tuve barra libre que ya es ganancia.

-¿Tomaste mucho? Me hubiera gustado estar ahí para cuidarte.

-Un poquito más de lo normal.

-Ya, ¿de dónde sacaste todo?

-Me lo prestó una amiga aunque el vestido es mío. Ella quería que usara uno muy ampón, pero se veía muy infantil y me quedaba grande.

-Ese vestido está precioso, como tu linda. Se te ve muy bien aunque me hubiera gustado más ajustado del frente, o más escotado.

-Casi no tengo vestidos, fue el que mejor me quedó. De por sí está cortito y si me inclino siento que se me sale todo.

-Me imagino que sí, de todas formas te ves hermosa, esta es la segunda que me hago hoy por ti.

-¿Hoy?

-Sí, no sabes cuántas veces me quedo caliente después de hablar contigo y tengo que desahogarme. Soy hombre y tengo mis necesidades. ¿A ti no te pasa?

-¿Qué cosa?

-Que te excitas chateando con alguien y tienes que tocarte.

-Rara vez, hace tiempo que no me pasa.

-¿Y en persona?

-Tampoco, el sexo como que me aburre.

-Tenías un novio, ¿no?

-Si

-¿Tu novio no te complacía?

-No realmente, pero no me llama la atención de todas formas.

-Necesitas un hombre que te trate como se debe linda. Si quieres te enseño algunas cosas y truquillos para que te excites más fácil y termines más rico.

-¿Crees que se puede? Siento que no es lo mío.

-Claro que si linda, con lo sexy que eres sería una lástima que no te hicieran justicia en la cama o tu solita. ¿Quieres que te ayude con ese problemita?

-No gracias, pero date gusto.

-Anda, deberías verme ahorita. La tengo bien parada, se me marcan las venas y se siente muy caliente. Así me pones nenita y no es la primera vez pero nunca se me había parado así con solo ver una foto.

-¿En serio? ¿Ves mucho porno, verdad?

-No tanto, una vez cada dos días. Para un hombre eso no es tanto.

-Ya veo. Entonces una foto así normal no debería afectarte tanto.

-Claro que si me afecta, tú me gustas mucho y entre tenerte a ti en mi cama a una de esas actrices, preferiría estar contigo.

-No te creo.

-Créeme linda, es mejor una mujer de verdad a una actriz. Ellas fingen esos orgasmos, si yo pudiera causarte uno sería de verdad. Además, podría abrazarte toda la noche y despertarte a besos y luego volver a hacerte el amor. Tal vez tú me despiertes a mí con una mamada, ¿no te gustaría?

-¿Chupártela?

-Si linda.

-Tal vez, eso no me parece tan desagradable como lo demás.

-¿Entonces te gusta chupar?

-Es lo que menos me desagrada.

-¿Se la chupabas mucho a tu ex?

-Sí, era el acuerdo que teníamos. Él no me presionaba para más a cambio de mamársela seguido.

-Mi amor, no me digas eso que me corro. ¿Te tragabas su semen?

-¡No! Prefiero escupirlo… Perdón, ya no te digo nada.

-¡No! Es un decir, hermosa. ¿Segura no quieres ver cómo me tienes?

-No gracias.

-Bueno, pero de perdida me dejarás invitarte una cerveza o lo que quieras, café, nieve, tú dime cuando y paso por ti.

-Me gusta la nieve, podría ser eso.

-¿Puedes ahorita?

-¿Ya? No me he bañado, mejor mañana.

-¿A qué hora?

-A las 6 está bien, ¿te acuerdas donde vivo?

-Casi por casa de Jorge, ¿no?

-Sí.

-Está bien chiquita, ahora te dejo. Me tengo que correr y necesito las dos manos. Buenas noches amor.

-Bye.

Se corrió en el teclado, con las dos fotos abiertas y la conversación. Por fin la tenía en sus garras, tal vez se negara al principio pero era un reto para él. Tenía que tenerla en cuatro, gimiendo y gritando su nombre.


-Nena, estoy afuera.

-Espérame tantito, apenas salí de bañar.

-Si quieres así vente amor.

-No, claro que no. Debo ponerme ropa al menos.

-¿Estás desnuda?

-Casi.

-¡No te pongas bragas!

--

Ella ya no contestó. Salió de su casa y él fue a abrirle la puerta. La diferencia de estaturas es significativa. Mientras él mide 1.83m, ella 1.62. Se saludaron de un beso rápido en la mejilla. Él se ha vestido de camisa a cuadros, desfajado, jeans y zapato negro. Ella lleva botas largas, falda y una blusa amplia. Hablaron de sus respectivos días, comieron nieve y no pasó más. Sólo dos amigos charlando. Si no hace un movimiento rápido, se le cebará todo.

-Dime una cosa, ¿te gusta alguien?

-De momento no.

-¿Recuerdas que te dije que te enseñaría trucos? – Ella asintió con la cabeza. – El primero te lo dije hace rato, no te pongas ropa interior.

-No traigo bragas si a eso te refieres. -En ese instante, la entrepierna de Alonso despertó.

-¿Lo dices en serio?

-Sí, me pareció divertido seguirte el juego.

-Enséñame.

Se sentaron en una banca de la plaza y ella abrió sus piernas, sin importar que alguien la viera.

-Linda, ¿me estás provocando?

-Me dijiste que te enseñara, ahí está.

-¿Te excita esto?

-Algo, se siente bien no traer nada abajo. Me siento más ligera.

-¿Te has depilado antes?

-Ahí no. Nunca.

-Deberías, a la próxima que salgamos te depilas toda y no te pones bragas. Vas a ver cómo se siente mejor. Te hará sentir más sexy.

-¿En serio? ¿Cómo sabes?

-He tenido varias novias y amigas.

-Ya, tal vez te haga caso.

-Vamos al carro, te platico más ahí. No quiero que nadie vea que tengo una hermosa acompañante, soy algo celoso.

Se pusieron de pie y él la tomó de la mano. Le abrió la puerta y justo cuando ella estaba por entrar, le levantó un poquito la falda.

-¿Qué haces? –Ella paró en seco.

-Quería ver tu traserito amor. – Le bajó la falda, acariciando sus glúteos. –No te muevas, te voy a mostrar cómo me pones. – Se acercó a abrazarla, la rodeó por la cintura y le restregó su bulto en la cintura, al ser tan alto, tuvo que doblar un poco las rodillas para pegarse a su culo. -¿Ya lo sentiste?

-Sí. Estás bastante duro.

-Muy duro chiquita, por ti. Me pones muy mal, pero descuida, no haré nada que tú no quieras. Sólo te voy a enseñar algunas cosas, nada feo y si quieres más tú me dices, ¿sí? – Ella afirmó con la cabeza. –Eso es, entra al carro, vamos a un lugar con menos gente.

Condujo con dolor un tramo, la verga le estorbaba para hacer los cambios pero finalmente se estacionó frente a un árbol enorme, cerca de un residencial a las afueras de la ciudad. No hablaron, pero no era un silencio incómodo.

-Aquí, ahora dime cómo te has sentido.

-Bien, creo. Puedo platicar bien contigo.

-Eres muy seria pero me encanta estar contigo. ¿Te excitó algo hoy?

-Si… cuando me pediste que te mostrara y abrí mis piernas.

-Sí, eso me excitó muchísimo a mí también. Mira, todavía ando duro. - Ella le sonrió. - ¿Sabes qué me excitó también? Darte un arrimoncito ahorita que nos metimos al carro, tu culito se siente delicioso.

-¿Te gustó eso?

-Uff amor, casi me vengo. Además hueles delicioso. –Ella río un poco y él la miró fijamente. - ¿No me crees?

-No del todo.

Entonces él la tomó de la mano y la colocó en su entrepierna.

-¿Ves lo que provocas?

Ella ya no habló. Sólo lo apretó, en el pantalón se veía claramente la forma de su miembro marcado, como un tubo. Él suspiró y la dejó tocar todo lo que quisiera.

-¿Cuánto mide?

-No sé, nunca me lo he medido pero está grandote. – Ella frunció el ceño. - ¿No te gusta?

-Me da miedo que esté tan grande. – Lo soltó.

-Tu novio de qué tamaño lo tenía.

-Pues no sé, pero a mí se me hacía enorme, sentía que me iba a lastimar.

-Que menso, no te excitó lo suficiente entonces. Descuida, no importa, entre más grande mejor. Te lo digo yo, todas mis novias han quedado encantadas con mi amigo. – Ella estaba seria. – Pero no pienso hacerte nada a ti linda, sólo quiero enseñarte como excitarte para que ya no te de miedo.

-¿En serio?

-Si linda. Confía en mí. A las mujeres necesitas excitarlas bien antes de cogerlas, todas son diferentes así que tendremos que buscar cómo es tu estilo. Por lo que veo, eres un poco exhibicionista. Vamos a intentar algo, aquí nadie nos conoce así que estaremos bien.

Bajaron del auto y se sentaron uno junto al otro en el cofre. Había casi nada de gente, sólo un par de chicos jugando futbol a una cuadra de ahí. Él la rodeó con su brazo y siguieron platicando.

-¿Cómo te gustan los besos? ¿Mucha lengua, nada, poquito, mordidas?

-Pues, mordidas creo. No sé bien…

-Vamos a probar a ver qué pasa. Si no te gusta, dime. - La besó en los labios, le dio una pequeña mordida y ella suspiró. Señal de ir por buen camino. Le rozó los labios con la lengua y otra vez la mordió, un poco más fuerte. Un nuevo suspiro. – Nena, muérdeme tú también. – La besó en los labios y esperó unos segundos hasta que ella comenzó a besarlo también. Después de algunos minutos, ella lo mordía. Entonces pasó a la lengua, lamiendo sus labios. Se separó de ella y se colocó de frente, de pie con ella sentada sobre el capo. Se colocó justo entre sus piernas, la tomó de la cintura y la jaló hacia él, pegando su vulva contra su bulto. Siguió besándola, acariciando cada vez más debajo de su cintura. Metió su lengua en su boca y ella comenzó a succionarlo como si fuera un miembro. Ella lo abrazó del cuello, le araño la nuca y él se excitó más. Se separaron después de unos minutos.

-Wow, besas muy bien.

-Gracias amor, también lo haces muy bien. Mira…- Señaló su bulto, tenía una pequeña mancha de humedad. - ¿Te excitaste mucho? – Ella afirmó con la cabeza. – Así me gusta, vamos bien. Ahora sabemos que te gusta que te bese con mordidas y mucha lengua. - En ese momento notaron como un señor, los veía con desprecio junto a su ventana.

-¡Vámonos! Antes  de que ese viejo llame a la policía.

-Vamos linda, sólo tiene envidia de nosotros.

-¿Podrías llevarme a casa?, tengo que trabajar mañana.

-Claro hermosa.

Condujo por veinte minutos donde no volvieron a hablar. Pensó en que ella era demasiado rara pero el faje de la tarde había salido bastante bien. Un poco más y la tendría como quería.

-Gracias, me la pasé bien.

-¿Mañana paso por ti a la misma hora?

-Mejor el sábado, mañana tengo que ir al gimnasio, no puedo saltarme dos días seguidos.

-Claro, el sábado a las cinco. -Se despidieron con un beso en la mejilla.

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Sábado, por fin era el día en que al menos recibiría sexo oral. Si todo iba bien como lo había planeado, en la noche habría logrado su primera meta. Lo único que le preocupaba era que ella no había respondido en dos días seguidos sus mensajes. Lo dejó en visto pero una cita era una cita. A las dos de la tarde le mandó otro mensaje, aunque esperaba que no se lo respondiera.

-Hoy depílate toda. Paso por ti a las cinco.

Visto. No había respuesta. El plan b era ir a un bar del centro, ahí esperaría a alguna chiquilla borracha que quisiera fierro, nunca faltan. De verdad estaba desesperado y llevaba meses intentando acostarse con ella, consolarse con una desconocida nunca le sonó mal. Había tenido que ser cuidadoso con su escritura, con sus movimientos, después de todo llevaba meses estudiándola y aprendiendo qué le gustaba y qué no. Que le hablen bonito y fuerte, un poco grosero pero equilibrado. A la hora acordada estaba afuera de su casa.

-Ya llegué linda.

-Ahora salgo.

Esperó un par de minutos y ella salió. Llevaba Jeans flojos, blusa y tenis. Subió al auto antes de que él pudiera bajarse y se saludaron con un beso en la mejilla.

-¿Qué haremos hoy Alonso?

-Llámame mi amor, ¿sí?

-Te diré Alonso.

-Me excitaría mucho si me dices papi.

-Alonso me gusta.

-Bueno, pensaba ir a una tienda de ropa. Hay un vestido que me gustaría que te probaras. Será un regalo para ti si no hay problema.

-Yo puedo pagarlo, gracias.

-¿Segura? Porque si lo compro yo es porque quiero que lo uses sólo conmigo.

-Segura.

Condujo hasta el centro de la ciudad y llegaron directamente a un anaquel específico de una tienda. Como no sabía su talla, llevó varios vestidos idénticos al probador y él esperó afuera hasta que salió con un ganador. Era un vestido casual, sin mangas, de encaje muy parecido al de su disfraz con diferencia en que este remarcaba su cintura y tenía un corte en V en el cuello, haciendo más interesante el escote.

-Te ves linda, amor.  ¿No te lo quieres llevar puesto?

-¿Se usa con tenis?

La señorita que los atendía sugirió unas botas largas, con poquito tacón. Ella compró el vestido y él las botas. Antes de salir, Alonso y la señorita que los atendió le rogaron llevarse todo puesto hasta que ella accedió.

-Esto linda, es para que te sientas más a gusto con tu figura. Me encantan tus piernas y tienes bonitas tetas, deberías dejarlas ver más seguido.

-¿Tú crees?

-Claro amor, lo mismo pienso de ese culito. Me dan ganas de… ¡Uf! Basta, no me vayas a dejar igual que la otra vez.

-Lo siento, no era mi intención.

-No te disculpes linda, llegando a mi depa, me tiré a la cama a masturbarme, luego me la jalé cuando me metí a bañar con agua fría y luego como cuatro veces antes de dormir.

-¿En serio? No juegues, nadie puede tanto.

-No fueron seguidas amor, pero no dudes que me repongo rápido. Más porque tengo meses sin novia.

-¿Y ahora a dónde vamos?

-A  un bar. ¿Te gusta el rock verdad? – Ella asintió. - Está algo fresa el lugar pero te va a gustar.

-No quiero tomar hoy. Estoy muy cansada y probablemente me dormiría después de una cerveza.

-Ok, descuida, tengo un plan B. ¿Quieres ir al cine?

-Seguro.

Condujo hasta el cine de la ciudad. Había gente, aunque no a reventar. Compraron palomitas, refrescos y se sentaron en medio. La película había sido al azar, la que mejor acomodara en el horario.

-Hermosa, ¿te depilaste? – Afirmó con la cabeza. - ¿Traes bragas? – Afirmó de nuevo. – Cuando yo te diga, te las quitas.

-¿Aquí?

-Claro, me la das cuando te la quites. Discreta, eh.

-¿Para qué las quieres?

-De recuerdo, si quieres al rato te las devuelvo, sólo que sería divertido y quiero ver si te excitas.

-¿Y cómo vas a saber solo con las bragas?

-Cuando me las des te digo.

Era una película policiaca. Había una pareja en la última fila y delante de ellos un grupo de amigos. El resto de su fila no había nadie. Al apagarse las luces, él la abrazó pero ella ni se movió.

-Caro, si quieres gemir, te vas a tener que aguantar.

-No creo que me den ganas.

Comenzó besándole el cuello, pero ella permanecía inmóvil. Le mordió la oreja y nada. Decidió entonces besarla como la última vez. Ahí si hubo reacción pues ella lo besaba también, con un poquito de iniciativa, que ya era ganancia. Mientras la besaba, hizo que ella subiera sus piernas hacia él, haciendo que la rodilla de Caro le rozara la entrepierna. Se besaron por diez minutos, cada vez él más excitado aunque por momentos, parecía que ella no estaba tan conectada. Empezó entonces a acariciarle los brazos, la espalda, los costados y el borde de los senos. Ella dejó de besarlo abruptamente.

-¿Pasa algo hermosa? – Le susurró.

-No me gustó como me tocaste.

-¿No? ¿Por qué? ¿Fui muy tosco?

-Se siente raro.

-Es natural, mira, vamos más despacio. Me dices cuando no te guste. - Sus manos empezaron por su cintura hasta su espalda, no había problema. Luego de la cintura hacia los costados ella frunció el ceño. - ¿Aquí no? ¿Qué sientes?

-No sé, cosquillas y no sé…

-A ver, más despacio. – Le recorrió nuevamente el costado con ambas manos, de la cintura hasta la altura de los senos. Ella gimió un poco. – Mi amor, no es que no te guste, todo lo contrario. – La acarició una tercera vez, pero esta vez también la besó. Justo antes de llegar a sus senos, ella, que tenía aún las piernas sobre él, movió su cadera de forma inconsciente. – Ay chiquita, ya descubrí como calentarte más.

Volteó a ver a las personas frente a ellos, todos parecían atentos a la película. Luego, a la pareja de atrás, también estaban besándose, no habría problemas si él quería un poco más. La jaló para que ella quedara sentada justo encima de su verga dura. Notó un poco de resistencia pero como no dijo palabra alguna, no le importó.

Siguió besándola, metiendo su lengua y dejando que la chupara. De vez en cuando ella suspiraba, sobre todo cuando la frotaba como acababa de aprender. Cada suspiro, ella movía la cadera, causando que el bulto que tenía debajo luchando por salir se sintiera más cómodo.  Él la observó mientras lo besaba. Tenía los ojos cerrados, completamente entregada a él. Intercambió su lengua por un dedo, a ella no le importó, lo succionó como si fuera un miembro. Era como en sus fantasías, a ella le gustaba mamar verga.

-Ya, quítatelas.

Obedeció, se sentó de nuevo en su lugar y se las quitó. En ese momento, entró un encargado del cine y subió casi hasta donde estaban ellos. Muertos de nervios, se quedaron sentados como si no pasara nada. El encargado pasó de largo hasta la pareja de la última fila. Algo les dijo y se fue. Respiraron aliviados y ella le entregó su ropa interior.

-¿Asustada?

-Mucho.

-Pero fue divertido, ¿no?

-Sí, bastante, hasta que llegó ese tipo…

-Tal como lo sospechaba, toca tu braguita amor, está empapada.

-Es verdad…

-¿Te depilaste verdad? ¿Cómo se siente no traer nada abajo?

-Bien, es curioso.

-¿Te gustó como se sintió? – Ella asintió. - ¿Quieres más? -Pero ella ya no contestó. – Tomaré eso como un sí, pero te da pena. – Otra vez silencio. – Ya decía yo que tu ex no sabía cómo tratarte. –Volvió a abrazarla y así esperaron hasta que terminó la película.

-Repasemos qué hemos aprendido. – Salieron de la sala tomados de la mano. -Te gusta exhibirte pero te asusta demasiado si se dan cuenta, ¿sí? – Ella afirmó. –Te gusta que te acaricie la cinturita y para arriba hasta tus tetas deliciosas, ¿sí? – Movió la cabeza afirmativamente pero volteando a ver a otra parte.- Y te da mucha pena hablar de esto… hermosa, que no te de pena conmigo, soy como tu maestro, tu pregúntame lo que quieras o pídeme lo que sea, yo voy a tratar de complacerte.

-¿Por qué haces todo esto?

-Ya te dije que me gustas mucho, creo que puedo hacerte muy feliz en todo sentido… no más que debo ganarme tu confianza.

-En eso tienes razón.

-Vamos a mi depa, pedimos una pizza de cenar y platicamos.

-Está bien, me agrada la idea.

Llegaron al departamento de Alonso. Era pequeño, algo desordenado pero no caótico, como el de cualquier estudiante de universidad. Llamaron por la pizza y él le mostró el lugar. Media hora después, estaban cenando sentados en el único sillón. Él con una cerveza y ella con un jugo. Hablaron de otras cosas, como iba la escuela, amigos en común, problemas de trabajo. Ya había oscurecido.

-Amor, ¿a qué hora tienes que estar en tu casa? ¿Vives con tus papás todavía, cierto?

-Sí, usualmente llego a las doce o una cuando mucho.

-Nos quedan unas tres horas, un poco más, depende de ti. ¿Qué quieres hacer?

-¿Podrías besarme?

-Claro hermosa, si quieres un beso sólo tómalo, no me preguntes.

-Ok.

Él se acercó a besarla, despacio primero. La tomó de una mano y le mostró como acariciarlo desde el pecho hasta su entrepierna.

-Apriétalo poquito, eso, así mi amor. ¿Ves? A mí me gusta así. -Él se recostó y la cargó sobre él.- Sin miedo hermosa, recárgate bien.

-Siento que te aplasto.

-Claro que no amor, yo siento rico tenerte encima de mí. Despreocúpate, si no te gusta cómo se siente entonces dime. – No la vio muy convencida. – Además, estás bien chiquita mi cielo, aunque quisieras aplastarme no podrías.

-Cierto, estás fuerte. – Finalmente dejó caer todo el peso de su cuerpo.

Se besaron despacio, luego con más intensidad. La acarició como le gustaba y luego recordó que tenía en la bolsa del pantalón sus bragas. Recorrió sus manos hacia sus glúteos encima del vestido y los apretó con fuerza.

-¡Ah! – Ella se quejó y lo mordió con fuerza en el labio inferior.

Bajó entonces sus manos hasta donde el vestido terminaba. Acarició sus piernas y fue subiendo hasta sus glúteos, los apretó poquito y ella gimió levemente. Nuevamente los apretó con fuerza y ella gimió fuerte, empujando su pelvis contra él. Después de un par de minutos, dejaron de besarse.

-Eso nenita, ya estás caliente.

-¿Cómo hiciste esto?

-No es nada extraordinario amor, es lo que cualquier hombre debería hacer con su mujer. Tu ex no sabe nada de cómo tratarte, pero para eso estoy yo.

-Éramos unos niños en ese entonces, no sabíamos nada.

-Pero ahora amor, es hora de aprender.

-¿Por qué haces esto?

-Siempre me preguntas y siempre te digo, me gustas pero no me crees a pesar de que estás sobre  mi verga dura.

-Perdón, es que nunca había hecho esto.

-Descuida, yo te enseño. Podrías quizás, desabrocharme… me está doliendo.

-Cierto, lo siento, ya lo hago. -Se sentó un poco más abajo y le desabrochó el pantalón con torpeza, visiblemente nerviosa.

-Eso, así mi amor. Ahora sácalo… Auch, despacio amor, que está muy sensible. - Ella lo miró con una mezcla de curiosidad y miedo. – No muerde bebé, tal vez escupa un poco pero sólo si le gustas mucho. ¿No lo quieres tocar? – Ella negó con la cabeza. – Lástima, porque le encantas y quiere conocerte.

-Es que… está muy grande. - Su ego subió a los cielos.

-¿Quieres medirlo amor? Si sabes cuánto mide, tal vez no te de tanto miedo. -Ella afirmó y se bajó de él.

-¿Dónde tienes una regla?

-En la mochila negra, en la última bolsa hay una escuadra. – Alonso se sentó de nuevo. Caro fue por la regla y se arrodilló frente a él.

-22.5 centímetros

-No es tanto amor.

-Para mí es mucho.

-Si quieres me calmo un poco para que veas que no está tan grande como parece. Está ahorita de ese tamaño porque quiere un besito, nada más. – Comenzó a masturbarse frente a ella. - ¿Ves? No hace nada y yo siento muy rico. Ayúdame, ¿sí? - Caro lo tomó con una mano, muy suave. – Eso, apriétala más fuerte. Así, ahora mueve tu manita. ¡Uff! ¿Te gusta cómo se siente?

-No mucho. Está pegajoso.

-Eso es porque llevo toda la noche aguantándome, pero sabe rico.

-¿Cómo sabes eso? ¿Lo has probado?

-No, me lo han dicho…–Tomó sus manos entre las suyas y comenzó a pajearse con movimientos circulares hasta que ella captó el movimiento y ritmo que él quería. - ¿Te gustaba chupársela a tu ex?

-Sí.

-¿Por qué no quieres chupármela a mí?

-Ya te dije que me asusta. Está muy grande.

-¿Más que la de tu ex?

-Sí.

-Pruébala, te va a gustar.

-No, siento que me voy a ahogar.

-Hay un truco para no ahogarte. ¿Te lo muestro? – Ella asintió.- A ver, tu manita aquí abajo y la otra en el tronco. Así, eso es. Ahora sube tu mano hasta antes de la puntita, eso, ahí mi vida. Ahora abre tu boquita hermosa y… eso, ahora, métela hasta donde tú quieras, donde no te ahogues. – Insegura, succionó unos seis centímetros. - ¿Ahí? Ahora con tu manita, bájala hasta la base, así y súbela, como te enseñé hace un ratito. Así yo siento como que me la estás chupando todita y tú no te ahogas. -La dejó hacer un rato, luego ella comenzó a lamer y chupar a su antojo, de su propia iniciativa, perdiendo  el miedo – Linda, que rico mamas verga. Tu ex debió estar encantado con esa boquita. ¡Uff! Si sigues así no voy a tardar en correrme. -En ese instante, ella paró. – No te apures nenita, pienso avisarte, no te gusta como sabe eso ¿verdad? – Siguió besando la punta, pasando su lengua alrededor del glande y luego succionando, alternando entre rápido y despacio. – Amor, me corro… ¡Uff! Para, tengo que… ¡Ah! – Alcanzó a salirse justo a tiempo, terminó por aventar todo a la mesa, sobre la caja de pizza vacía.

-Eso fue mucho, ¿siempre es así?

-No… espera… me recupero. –Se dejó caer desparramado en el sillón. – No amor, te digo, hace mucho que te tengo ganas, es por eso. Hace como medio año que no recibía sexo oral y tú eres una experta.

-No es para tanto… - Se sentó junto a él.

-De verdad, ha sido de las mejores mamadas de mi vida.

-¿Qué hora es? Casi las doce, tenemos chance de otra cosa si quieres.

-¿Qué otra cosa podría ser?

-¿Has recibido tu sexo oral? – Ella negó con la cabeza. -¿Quieres probar?

-No.

-Bueno, entonces podría simplemente besarte. Igual y encontramos más cosas para calentarte.

-Me excitó mucho ma…

-¿Ma?

-Chuparte la verga…

-Ven aquí Hermosa… - La sentó en sus piernas y se dedicó a besarla, pero esta vez ella fue la que buscó su boca, con su pequeña lengua lo exploraba, después de un rato, atrapó su lengua y la succionó con desesperación. Él no dejaba de acariciarle todo el cuerpo, con paciencia, despacio. Le subió el vestido hasta la cintura, podía ver de reojo su pubis depilado.

Ella respiraba pesadamente, seguro estaba excitadísima. Atrapó sus senos entre sus manos y bajó lentamente haciendo énfasis en los costados hasta sus nalgas, las apretó, encajándole las uñas. Metió la mano más profundo, acarició su la entrepierna, notó enseguida lo mojada que estaba. Intentó acariciar su vulva directamente pero ella dejó de besarlo. Siguió acariciando sus piernas y ella continuó besándolo.

Tuvo una idea, si él la tocaba de nuevo ella se alejaría, pero la idea era otra. Tomó una de sus manos entre las suyas y comenzó a guiar sus caricias. Primero sobre sus senos y luego por sus caderas. En seguida, la guio por su culo, acariciando su propio ano y bajando poco a poco. Pronto, ella se tocaba sola aunque de forma tímida. Él ya no guiaba sus movimientos sino que ella exploraba un poco más su propio cuerpo.

-Eso nena, tócate… así, ¿sientes rico? – Ella no contestaba, tenía la mano enterrada en su entrepierna, acariciándose. – Anda chiquita, más profundo… eso.

Hacía unos minutos que había dejado de besarlo y estaba con las piernas abiertas sentada sobre él, con el vestido en la cintura, una mano ocupada y con la otra se sostenía del sofá. Alonso solo se agasajaba viéndola, ni siquiera tenía que moverse, con los movimientos involuntarios de ella le bastaba (por ahora). Verla así le hacía pensar que acababa de descubrir una mina de oro, imaginando todas las posibilidades.