Un concierto, Dos policías y Mis Amigos
Si un día dos amigos te invitan a un concierto con mucha insistencia... ¡No vayas! A menos que quieras ser poseída de maneras inimaginables. ¡Qué noche!... Por cierto, este relato es para complacer a un usuario que me escribió por mis redes sociales, ¡porque yo no soy como otros (as) autores (as)!
El teléfono sonó varias veces, tenía cinco WhatsApp de Rodolfo. En todos los mensajes me invitaba a un concierto en el Poliedro de Caracas . A decir verdad, su insistencia me abrumaba hasta el punto de asfixiarme.
En sí, su idea no me molestaba; pero esos conciertos me resultaban asfixiantes y un tanto peligrosos. A eso, le sumaba el hecho que se presentarían la agrupación Caramelos de Cianuros; y ni siquiera podía imaginarme a mí misma cuando comenzaran a cantar El Último Polvo .
Hace seis meses mi exnovio me había dedicado esa canción. Y, de hecho, me propuso un último encuentro antes de nuestra ruptura. Yo… confieso que estaba enamorada de él, y lo menos que podía hacer por nosotros era darnos una gran despedida.
El problema fue que ese adiós se convirtió en el mejor sexo que había tenido en mi vida. Ahora, como comprenderán, escuchar a esa banda de músicos me lastimaría profundamente… Es que con el sólo hecho de recordar la letra ya me daban ganas de llorar.
Pero muy a pesar de todo, Rodolfo estaba muy entusiasmado: no sólo iba a comprar mi entrada, sino que también invitaría a Luis, otro amigo de nosotros. Sin dudas, salir con los dos sería una experiencia divertida.
Por un lado, Rodolfo era un tipo agradable y muy servicial; y por otro, Luis era un payaso: capaz de hacer reír a un grupo de personas durante toda una noche sin que ninguno se cansase de sus ocurrencias. Además, era muy atractivo.
Centré mi atención en los elementos positivos; y bajo esa perspectiva empecé a pensar sobre la posibilidad de ir al concierto. Después de todo, la vida era un ratico; y había o hay que aprovecharla.
El teléfono sonó una vez más. Otra vez, ¡Rodolfo! Puse los ojos en blanco y le sonreí a la pantalla de mi móvil. Le escribí para decirle que era un fastidioso, pero que había ganado: asistiría al concierto. Al instante me respondió diciendo que había tomado la mejor decisión de mi vida. ¡Exagerado! -pensé-.
El problema, ahora , radicaba en elegir una vestimenta adecuada en poco tiempo. Tan sólo tenía dos horas antes de que Rodolfo me pasara buscando.
Tomé una ducha rápida, sequé mi oscura cabellera y la recogí con una liga, utilicé un maquillaje suave que resaltaba mi test canela. Y… sonó la corneta ¡Maldición! -dije en voz baja-, y le grité desde mi ventana para que aguardara unos minutos.
Como sabía que estábamos retrasados, más que todo por mi indecisión, me puse unos tenis negros y un vestido del mismo color ceñido al cuerpo y bastante corto.
Vi mi reflejo en el espejo, estaba perfecta; pero… me había olvidado de la ropa interior. ¡Al diablo con eso! -musité-, ya es demasiado tarde.
-Pero mira nada más a quien tenemos aquí -dijo Luis desde el asiento delantero-. ¿Quieres sentarte delante? -añadió.
-No, aquí estoy bien -le dije y me recosté lo mejor que pude.
-Gracias por aceptar la invitación -dijo Rodolfo, y pude ver su mirada por el retrovisor.
-De nada -musité.
Lo que me empezó a preocupar fue el extraño brillo en sus ojos. Temía que Rodolfo se estuviera enamorando de mí, porque eso fue lo que pude interpretar en su mirada. Sacudí la cabeza y decidí dejar de pensar en boberías.
Como era de esperarse, la fila para ingresar al concierto era considerable, pero Luis se las ingenió para burlar los protocolos de ingreso; y en menos de cinco minutos ya estábamos adentro.
-¿Preparada para pegar la cuca al piso? -preguntó Luis.
-Estúpido -le dije, pero no pude evitar reírme de su ocurrencia.
Como todavía no se presentaban los mejores artistas aprovechamos a posicionarnos en un buen lugar… Eso creía, hasta que llegaron más y más personas. Casi no podía moverme.
Entonces todo empezó a empeorar, más personas se apretujaban con otras; el ambiente era, sin dudas, sofocante.
Aunado a eso , los músicos que empezaban a tocar salsa invitaban a bailar a su público, pero yo, aún con ganas de unirme a ellos no lo hacía. Temía que el vestido se subiera más de la cuenta, ahí sí que pasaría muchísima vergüenza.
Para terminar de arruinarme la noche, llegó Caramelos de Cianuro. Sentí que, entre el calor, el vestido corto y la agrupación musical no podía seguir allí. La verdad era que el sólo hecho de verlos me recordaba a mi antigua relación.
-Voy a orinar -les dije a los chicos, tratando de escapar de aquel incómodo momento.
Noté que Rodolfo no quería moverse, era su agrupación favorita. Entonces, como pude, fui escabulléndome entre la multitud.
-Ey, ey. ¡Espera! -gritaban a lo lejos. ¡Era Luis!
Decidí esperarlo, porque a decir verdad no conocía bien la zona y podía perderlos de vista.
-Tengo que acompañarte…
-Sí, gracias -lo interrumpí-. Voy a buscar una zona lo bastante alejada para orinar y nos devolvemos.
-En ese caso deberíamos ir hasta el estacionamiento -sugirió y me tomó de la mano.
Durante el corto trayecto recé para que el alcance de la música fuera débil y no llegara hasta donde estábamos, pero mis suplicas no sirvieron de nada.
- La gente que se siente bien esta noche, ¿por qué no ponemos las manos elevadas al cielo? Esto es para aquellas parejas que están a punto de romper. -creo que se escuchaba aún más fuerte.
Y entonces lo temido sucedió, mientras nos alejábamos hacia un montarral, la insoportable letra comenzó a envenenar mis oídos.
- …Si mañana se termina todo, será después de nuestro último polvo… Yo descubrí el área nunca antes visitada.
No lo resistí, comencé a llorar como una estúpida. Era como si una ola de emociones me arrastrase hasta el fondo de un tenebroso y oscuro océano…
-Oye, oye. Tranquila… -dijo Luis, sin saber muy bien por qué lloraba.
-Discúlpame. Soy una tonta… -musité.
-No, no, nada de eso -dijo.
Se acercó más a mí y me abrazó, yo hundí mi cara sobre sus musculosos pectorales. Olía tan bien, de hecho, olía a él … a mi ex…
No sé el momento preciso en el que sucedió, pero sus manos bajaron hasta mis muslos, y yo, en lugar de reprenderlo me hundía más en su pecho. Creo que tomó eso como una aprobación, porque comenzó a acariciarme las piernas.
Sabía que aquello estaba mal, pero no podía detenerlo, era como si una fuerza mayor me lo impidiera. Lo único que logré hacer fue aferrarme a él y cerrar mis ojos. Eso, aceleró aún más su respiración.
De un momento a otro estaba sobre el capo de un automóvil. Pasó sus suaves y carnosos labios por mis senos y descendió hasta mi abdomen. Allí se quedó por un momento, me miró los ojos y con sus manos se abrió paso hasta mis muslos.
-Lo sabía -susurro al darse cuenta que no cargaba ropa interior-. Querías que pasara esto entre nosotros dos -dijo, mientras acariciaba mi sexo con las yemas de sus dedos.
Sus conclusiones no podían estar más alejadas de la realidad, pero no tuve el valor de enfrentarlo; es que ni siquiera entendía cómo habíamos llegado a ese punto.
Apoyé mis codos sobre el capo, extendí mi cabeza hacia atrás y abrí aún más mis piernas. Escuché su risa de triunfo, era como si hubiera sabido desde el principio que aquello sucedería.
Acarició mi clítoris, mientras introducía las puntas de sus dedos dentro de mí.
-Ummm -era el único sonido que podía emitir.
Pasó un rato así, hasta que comenzó a besarme los muslos, las entrepiernas… Y… mi sexo; allí hundió toda su cara mientras lamía, succionaba y acariciaba mi clítoris. Sentí que mis temblorosos codos no iban a sostenerme por mucho más tiempo, por eso me dejé caer sobre el capo, mientras él continuaba…
Miré al cielo estrellado, y me mordí el dedo pulgar para evitar que me escuchara; quizás él pensaría que estaba soportando las ganas de gritar, pero sólo trataba de ahogar el llanto que se desbordaba desde mi alma. No es que aquello no me gustara, en realidad era algo subliminal, pero mis emociones estaban chocando entre sí.
-Mira nada más lo que tengo aquí -vociferó un tipo mientras nos alumbraba con una linterna.
¡Era un policía!
Luis se incorporó y yo hice lo mismo, mientras él se limpiaba la boca, yo me acomodaba el vestido.
-¡Ustedes están detenidos! -dijo el policía de forma tajante.
-Mire oficial, todo es mi culpa. Déjeme explicarle -decía Luis en un intento de negociación.
-Es que aquí no hay nada que explicar. Bien claro vi lo que estaban haciendo. En un sitio público no se pueden desarrollar ese tipo de actos, y ustedes bien claro lo deberían tener.
-Podemos llegar a un acuerdo -dijo Luis mientras se llevaba las manos a la cabeza.
-¿Un acuerdo? Mejor quédate callado, que mientras más habla más se hunden, tú y tu novia -y cuando terminó la frase me alumbró la cara con la linterna.
Bajé del capo e invité a Luis a que le hiciera caso al policía.
-Él no es mi novio. En verdad, lo sentimos… Yo… haremos lo que usted no digas.
- Pero, cómo… -vociferó Luis, pero el policía puso un dedo en su boca ordenando, con ese gesto, que se callara.
Luego sonrió maliciosamente y se cruzó de brazos.
-La verdad sí podríamos llegar a un acuerdo -susurro el policía-, pero tú y yo -concluyó, refiriéndose a mí.
Tragué saliva y asentí.
-¡No! -exclamó Luis, adivinando las intenciones del policía.
-¡Vete Luis! -le dije.
-No, es que yo no te voy a dejar… -protestó.
-¡Qué te largues! -le grité-. Tengo mejores cosas que hacer.
Sorprendido, me observó de arriba abajo, suspiró, tragó saliva y se marchó. No sabía bien que ocurriría, pero aquello era lo único que se me ocurrió en el momento para poder sacarlo de ese embrollo. Él podía pasarla peor en la cárcel que yo.
Es decir, a mí me liberarían rápido, a él probablemente también, pero su vida corría más peligro porque a los hombres tienden a encerrarlos en un cuarto pequeño con toda clase de maleantes…
Y mientras iba reflexionando en aquello, mientras justificaba mis actos, el policía me guiaba hasta su patrulla.
-Entra -ordenó.
Subí a la parte trasera, y allí, me esperaba otro policía. Hasta ese momento no había caído en cuenta: eran dos negros bien fornidos… Me arrepentí de la decisión tomada. Esos dos tipos podían violarme y matarme si ellos así lo hubieran decidido.
-Mire jefe, le encontré a una perrita para que se divierta un rato -dijo el policía que me había atrapado en pleno acto…
-Un gusto. Soy Roger -se presentó el otro policía-. Verás, no tenemos mucho tiempo. Así que sea lo que sea que hayas hecho, tendrás que darme una buena mamada… y un buen pajazo a mi subordinado para poder liberarte.
El pensar que aquellos hombres estaban acostumbrados a saldar deudas de ese modo , me dio náuseas. ¡Eran unos cerdos!
Y estuve a punto de decirlo, pero una nalgada y una orden clara:
-¡Hazlo ya!
Me hizo entrar en razón… liberé el miembro venoso y grande de Roger para comenzar a introducirlo dentro de mi boca mientras que con la mano izquierda masturbaba al otro policía.
Desde el inicio ellos la estaban pasando bien… y, de mi parte, pasaron sólo unos minutos para disfrutarlo un poco. Deduje que los prominentes policías no estaban mal, y de momento, era una experiencia sin precedentes.
Sentí los movimientos bruscos de la patrulla: producto a las inclinaciones de cadera de ambos policías. Por alguna razón eso hizo que dentro de mí hubiera una explosión de sensaciones sublimes; y como era de esperarse, aumenté el ritmo: tanto de la mamada como de aquella insólita masturbación.
-Eso es nena. Cómetelo commm…pleeetooo -gruñía Roger mientras halaba mi coleta y me obligaba a tragarme su miembro.
-Es todo tuyo, perrita. Hálalo con todas tus fuerzas -gritaba el otro policía.
Al escuchar sus estruendosas órdenes, convertidas casi en suplicas, las lágrimas inundaron mis mejillas y cayeron sobre el pene de Roger. Creo que fue eso lo que hizo que explotara… parte del semen cayó dentro de mi boca y otra sobre el techo de la patrulla. No pasó mucho tiempo para que el otro policía se viniera e hiciera un verdadero desastre.
Los gritos fueron lo de menos, dudo mucho que nos escucharan. Estábamos muy alejados. Lo que en verdad me preocupaba era la suerte de fluidos que había sobre mi rostro y mis manos; eso sin considerar lo húmeda y caliente que aún seguía.
Al menos fueron amables y me regalaron varias servilletas con las que pude liberarme de la sensación pegajosa.
-Deuda saldada -susurró Roger, y me ordenó bajar de la patrulla con un ademán.
Crucé mis brazos y empecé a caminar sin saber muy bien a qué dirección ir. No puedo decir que estaba arrepentida, pero tampoco estaba contenta. Simplemente no podía pensar; lo único que hacía era sentir: y en ese momento la única sensación que reconocía mi cuerpo era un cosquilleo intermitente por todos mis genitales. Sí, quería ser poseída.
-¿Todo en orden? -preguntó Rodolfo, y yo di un salto producto al asombro que me causó.
No supe muy bien qué responderle. Su pregunta era extraña, sobre todo porque llevaba rato desaparecida del concierto. Tampoco entendía cómo había dado conmigo si el espacio era realmente gigantesco.
-Todo bien -le seguí el juego y agaché la mirada.
Caminamos muy despacio, y entonces él suspiró.
-¿En verdad estás bien? -preguntó con voz trémula.
-Sí -titubeé, y me abracé a mí misma con más fuerza. En parte porque temía que haya visto todo y también por la calentura, casi incontrolable, que albergaba mi cuerpo.
-Aquellos policías… -se quedó callado, sabía lo que había pasado- Vi cómo te llevaron hasta la patrulla…
Respiré; al menos no mencionó lo de Luis, ignoro si también había visto aquella vergonzosa escena, pero no estaba dispuesta a averiguar si lo sabía.
-Estoy bien -dije con voz entrecortada-, trataron de abusar de mí... pero no se los permití.
-Me alegra saberlo -dijo, y pasó su mano por mi hombro.
Aquello fue el detonante para que las sensaciones aumentaran en intensidad. A pesar que cargaba un vestido que no me protegía del inclemente frío, estaba sudando, pero no era de calor… sino de ganas…
-También los vi… a Luis y a ti… -susurró.
Yo negué con la cabeza y volví a respirar, esta vez más hondo.
-Pero no lo dejé ir más allá… ¿Y sabes por qué no se lo permití? -musité.
-¿Por qué? -dijo casi murmurando.
-Porque con quien realmente quiero estar… es contigo -mentí.
Me miró a los ojos y pude ver, otra vez , aquel brillo; que en un momento lo había confundido con amor, pero que ahora en realidad, sabía que era lujuria.
-Vamos… -dijo, y pude notar la emoción en su voz.
Tomó mi mano y me llevó a un sitio realmente oscuro.
-Aquí nadie nos podrá ver -susurró mientras succionaba mi cuello.
En realidad, yo no quería estar con él, pero las ganas que tenía estaban matándome y dudaba que pudiera controlarlas. Si no era él hubiera sido cualquier otro que me encontrara en el camino…
Lo tomé de los cabellos y masajeaba su cuero cabelludo mientras me besaba y succionaba mis senos.
-¡No más preámbulos! -dije con la respiración agitada.
Puse mi espalda contra su pecho, subí mi vestido hasta la altura de mis senos y me sujeté del árbol mientras levantaba mis glúteos y los meaba contra su abdomen en forma insinuante.
Él supo lo que quería, y me lo dio. En verdad se movía a un ritmo despiadado: sin control, sin compasión y con mucha, mucha fuerza… pero eso lejos de molestarme, me excitaba más y más.
-Yo sé que te gusta, yo lo sé -decía entre gemidos mientras entraba y salía.
Quería decirle alguna de esas frases sucias que tanto les fascina a los hombres, pero sus movimientos bruscos apenas me dejaban respirar. Entonces sucedió, sin planificarlo, sin preverlo… Una llamarada inundó mi cuerpo y sentí desmallarme.
Gemí y Grité muy fuerte, y él también… Cansada, me quedé sujetada del árbol por un rato; tenía las piernas abiertas y la frente pegada al tronco cuando reflexioné: ¿Qué fue todo esto? -pensé-. ¿Realmente soy una mujerzuela? -me pregunté.
Él acomodó mi vestido y me dijo al oído que era hora de irnos… Tenía miedo de enfrentar a Luis y a Rodolfo, pero cuando nos montamos en el auto ninguno emitió una sola palabra.
Yo agradecí que en cierta forma fueran caballerosos, y al menos, en ese momento hicieran como si nada hubiera pasado.
Y aunque en realidad estaba amaneciendo, cuando bajé del auto, les di las buenas noches. Rodolfo contestó, pero Luis sólo sonrió. En ese momento supe que Luis también había presenciado lo que había pasado después de estar con él.
Lo primero que hice al llegar a mi habitación fue darme una buena ducha para luego acostarme a dormir… no sin antes masturbarme pensando en aquel momento inigualable que jamás había vivido .
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Allí nos divertiremos y aprenderemos. Claro que habrá sexo, pero también otras cosas.