Un completo masaje oriental
Una mujer extranjera decide experimentar las sensaciones corporales de un completo masaje oriental y tras probarlo, su instructor no duda que volverá de nuevo, como muchas otras mujeres occidentales repiten la visita a su gabinete
Un completo masaje oriental
Mi nombre es Yanet… Me considero una mujer atractiva pese a treinta y dos años… Vivo desahogadamente en la ciudad de Macao con mi esposo Frank, que trabajaba en una empresa exportadora.
Voy a confesarles lo que mi mente calenturienta hizo sin realmente calibrar lo que pudo haberme pasado.
Una mañana del mes de mayo, le pedí a mi marido que me dejase en el centro de la ciudad pues le dije que quería efectuar unas compras pero por mi cabeza rondaba otra idea desde hacía unos días.
Una vez me despedí de Frank, entre en unos grandes almacenes y me dirigí al locutorio mientras busqué en el interior de mi bolso un pequeño recorte de periódico que había doblado cuidadosamente… Era un anuncio que decía:
Doctor Chang
La mejor técnica oriental de masaje
Concertar entrevista
Tfno 865-4667210
Yo había recortado ese anuncio del periódico dominical al ojear la sección de contactos hace un par de semanas y durante todo este tiempo había dudado mucho sobre mis intenciones de llamar… Ahora, mientras mis dedos temblaban marqué el número indicado y esperé unos instantes antes de escuchar la señal de llamada.
Una voz con acento oriental me contestó a los pocos segundos… Yo le expliqué que había leído el anuncio en el periódico y que estaba interesada en concertar una cita esta misma mañana ya que se encontraba en la ciudad y tenía libre varias horas… Amablemente el oriental me dio la dirección de su gabinete de masajes y me dijo que podía ir inmediatamente si así lo deseaba.
Quince minutos de taxi me dejaron ante un edificio elegante en el que podía leerse “Gabinete Doctor Chang”… Sin dudarlo me acerqué a la puerta y pulsé el timbre.
Un elegante chino, con una larga blusa de cuello alto, me abrió la puerta y tras hacerme una reverencia me paso a su gabinete… Al verlo, comencé a preguntarme si verdaderamente no me habría equivocado al leer el anuncio tan ambiguo y cuando casi estaba a punto de decirle que deseaba irme, el doctor Chang, que me estaba explicando las virtudes y cualidades de sus masajes, abrió una puerta y me hizo entrar a una habitación caldeada e impregnada de aromas orientales.
En el centro de la habitación había una camilla larga y estrecha cubierta por una sábana blanca, que me recordó a una clínica.
El Doctor Chang me ayudó a quitarme el abrigo y me pidió el bolso… Ambas piezas las colocó sobre una silla al otro extremo de la habitación… Luego, con una sonrisa amable me invitó a sentarme sobre la camilla y como ésta se encontraba un poco más alta de lo normal y la dificultad de subirse a ella era evidente, me tendió una mano para ayudarme pero al final las manos del asiático se quedaron presionando mis muslos y masajeándolos.
¿Es la primera vez que solicitáis un masaje oriental, señora?,… me dijo sonriendo al verme confusa y asustada pero sus manos todavía estaban palpándome los muslos.
Si… Jamás he estado con un masajista oriental antes de hoy, … le respondí con rubor en mi cara.
Para que os quede claro debo advertiros, antes de seguir, que el tratamiento personal que solicitaste, se basa en una técnica de masaje que requiere un contacto diríamos que muy íntimo.
Yo sentí que el corazón me latía con fuerza pero resistí el sentimiento de pánico que me apresaba pues al fin y al cabo era eso lo que deseaba e intuí que el anuncio lo decía aunque de forma muy ambigua, pero su posición en las hojas donde aparecía en el periódico, lo dejaba claro.
- Si… Si… Doctor Chang,.. murmure muy ruborizada… - Deseo que me apliquéis la verdadera técnica china del masaje oriental.
Las manos suaves del Doctor Chang habían comenzado lentamente a subir y ya sobrepasaban las medias y se deslizaban ahora por la desnuda piel de mis muslos… Di un sobresalto y luego exhalé un pequeño murmullo cuando sentí que unos dedos tocaban a las puertas de mi tanga.
El rostro del Doctor Chang expresó una sonrisa viéndome abrir la boca como si me faltara aire, mientras él presionaba con dos dedos la hendidura vaginal protegida aún por la tela de sus bragas.
- ¿Notas como te acaricio?... ¿Es bueno?... ¿Es agradable?... ¿Te gusta cuando te toco?... ¿Te parece agradable y malo al mismo tiempo?,… me decía con una voz dulce susurradas al oído.
Yo intentaba contener el aliento al mismo tiempo que mi respiración se aceleraba y mis pechos se movían a un ritmo acentuado por la excitación.
El doctor Chang continuó manoseándome durante un par de minutos más y, de repente, con un movimiento experto de su mano, me la metió dentro de las bragas provocando que lanzase un pequeño grito de sorpresa, al tiempo que él había alcanzado mi coño… Pronto comencé a sentir cómo con dos dedos de la mano derecha me estaba masturbando el clítoris, mientras que los dedos de la izquierda me separaba los labios vaginales… Y esto me puso tremendamente caliente.
De repente, y sin esperarlo, el doctor Chang retiró sus manos y se separó de mí, tomando una pequeña toalla que se encontraba en una mesilla auxiliar cerca de la camilla… Y me dijo a continuación:
- Antes de seguir tenéis que decidir si deseáis continuar o por el contrario lo dejáis… Esta es una decisión vuestra,… me dijo el doctor Chang apartándose de la camilla para dejar espacio suficiente para que yo pudiera bajar.
Comprendí de inmediato que el doctor Chang me estaba obligando a escoger entre bajar y marcharme para no volver más a su gabinete o por el contrario, quedarme… ¿ Cómo no iba a quedarme desde el momento que le estaba dejando masturbarme el clítoris y palparme mi coño con plena libertad para ello ?,… me pregunté… Si había llegado hasta ahí era porque quería conocer lo que era un masaje oriental y ahora no era el momento ya de volverse atrás.
- Muy bien, querida, puesto que vuestra decisión es quedarse, lo que tenéis que hacer ahora es desnudaros... Es preciso que estéis totalmente desnuda para que pueda daros el masaje como es debido.
El doctor Chang me ayudó a bajar de la camilla y de inmediato sentí como me desabrochaba la cremallera de mi vestido y me ayudaba a pasarlo por encima de mi cabeza… Acto seguido me desbrochó el sujetador dejando a la vista dos esplendidos pechos con los pezones enrojecidos… Y después me bajó el tanga negro que llevaba, por lo que tan solo quedé con las finas medias sujetadas por el portaligas.
Sin perdida de tiempo, el doctor Chang empezó, sin vergüenza, a palpar mi cuerpo, que se le ofrecía sin restricciones a sus obscenos magreos, bajo la falaz mentira de estar haciéndole masaje… Pronto su mirada y sus manos se posaron sobre mis pechos, que palpaba, sospesaba y oprimía descaradamente haciendo que mis pezones se endurecieran tremendamente.
Entonces, se arrodillo ante mí, me hizo abrir las piernas y empezó a masturbarme con sus dedos, haciendo que, naturalmente, mi clítoris respondiera a esto y se hinchara alcanzando su máximo tamaño.
Conseguido esto, el doctor Chang se levantó y sonrió al ver se me habían puesto las mejillas de rojas… Sin más, me hundió dos dedos en mi coño y comenzó a masturbarme durante unos minutos lo que me provocó una serie de suspiros y gemidos de placer.
Viéndome ya que me tenía controlada, me dejo de pie unos instantes para ir al fondo del gabinete y regresar empujando una extraña camilla con ruedas… Al llegar junto a ella, retiro el trapo que cubría todo y, al verlo, lance un grito de horror y abrí desmesuradamente los ojos
Señora, lo que veis es la camilla que utilizo para dar el masaje de tratamiento personal… Ahora subiréis a la camilla y apreciareis que el colchón es tan suave que parece que está relleno con agua… El colchón se amoldará a vuestro cuerpo… Y estas correas son para inmovilizaros sobre la camilla porque deberéis estar bien sujeta… Finalmente esto de ahí es lo más importante… Se trata es una barra de acero inoxidable de unos ochenta centímetros de larga, que está conectada a todo esto tan complejo que veis… Si os fijáis, el extremo de esta barra permite que se puedan acoplar determinados objetos de masaje que vuelven locas a las señoras, como pronto sentiréis.
Entre los objetos de masaje que acoplo, los hay de todo tipo… Los hay largos, delgados, gruesos, enormes, pero todos imitando siempre el excitante miembro viril en erección… Son verdaderas artesanías en cuanto a tacto, color y finura.
Y sin más comentarios, el doctor Chang, cogiéndome del brazo, me llevó hasta esta nueva camilla de masaje y me dijo:
- Vamos, querida… Sube a la camilla para empezar con mi trabajo.
Y siguiendo sus instrucciones coloqué un pie sobre el estribo de la camilla y me puse como si fuese a montar a caballo.
- Muy bien… Ahora inclinaros sobre la colchoneta como si abrazaseis un caballo pero estirada sobre el lomo… Muy bien.
Una vez en la posición deseada y bien acoplada a la máquina, noté como las cintas de cuero fueron sujetando primero mi espalda, luego mis tobillos hasta quedar totalmente inmovilizada… Mis pechos fueron introducidos en unas cavidades reservadas para ellos en la maquina y mis brazos estirados a cada lado de la máquina en forma de crucifixión… Dos cadenitas que pendían del techo terminadas en unos brazaletes de metal, sirvieron para atar mis muñecas.
Luego vi como el doctor Chang cogía una cinta de cuero y me la ataba a mi frente anudándomela por detrás… Luego estiró uno de los extremos de esa cinta de cuero obligándome a levantar la cabeza, mantenerla erguida y con la mirada hacia delante... Y este extremo lo ató a la cinta de la espalda.
El doctor Chang se aproximó a mi para ver como quedaba y me pegó unas suaves palmadas en sus nalgas diciéndome:
- Querida, ya estás preparada para empezar a gozar de los placeres del masaje oriental,… al tiempo que sus dedos recorrían la hendidura de mis nalgas completamente abiertas por la posición en la que estaba atada… Luego palpó obscenamente mi coño recorriendo toda la hendidura vaginal y al final acarició mi ojete anal e introdujo su dedo índice en mi interior para comprobar el grado de dilatación.
Luego, abandonando estos toqueteos fue en busca de una pequeña caja bellamente decorada, la abrió y la inclinó un poco para que pudiera ver su contenido… En su interior, sobre una almohadilla de terciopelo rojo se encontraba una gran variedad de instrumentos para masaje sexual en forma de reproducciones de penes… Todos eran iguales excepto en el tamaño y el grosor… Y cada uno tenía adaptado a su base un par de enormes bolas parecidas a pelotas de tenis.
Vi como el doctor Chang escogía uno de los instrumentos más largos y más gruesos que había en la caja… Luego lo perdí de vista al dirigirse detrás de mí, aunque observando por el rabillo de mis ojos pude ver como lo enroscaba en el brazo de acero inoxidable… A continuación cogió una botella y vació el contenido de la misma dentro de los falsos cojones suspendidos bajo el monstruoso pene que eligió.
“¿Creo que sé para que hace esto?”,…
pensé… “ Seguro que el líquido que ha metido en esas bolas que simulan los huevos, me lo puede meter en el coño o en el culo cuando él lo decida ”
- Ahora, querida, todo está listo para comenzar, le oí decir, interrumpiendo mis pensamientos
Noté como los dedos del doctor Chang abrieron mis labios vaginales… Lo hacía con la mano derecha mientras que con la otra manejaba un pequeño mando que conducía el gran falo hacia ponerlo en contacto con la abertura vaginal, separando mis gruesos labios vaginales.
El doctor Chang se colocó al lado de la máquina y puso en marcha un motorcito eléctrico que hizo que la cabeza del pollón penetrase en mi coño como unos 3 cm… Luego se retiro casi totalmente… Y de nuevo avanzó penetrando ahora el doble, es decir 6 cm.
- Te gusta, preguntó el oriental… - Las mujeres adoran venir y dejarse acariciar por el doctor Chang… A ti también te pasará lo mismo… Te gustará tanto que seguro volverás.
Yo apenas podía gemir unas palabras ya que la gruesa verga se había puesto de nuevo en funcionamiento y entraba y salía de mi coño de forma lenta pero profunda, controlado por el doctor Chang.
Al tener la cabeza erguida, sólo podía ver al frente… Y al tener mi cuerpo totalmente atado a esta mesa “especial” sólo podía sentir que en mi coño entraba y salía un gran falo que me degradaba y humillaba, al tiempo que me daba un enorme placer.
- Veo que comienza a gustarte el masaje que os estoy dando… Noto como vais segregando cada vez más jugos por vuestro coño.
La velocidad de la máquina aumentó y con ello mis gemidos de placer aumentaron hasta que, de pronto lancé un grito de dolor… El doctor Chang terminaba de dar máxima velocidad y ahora el gran falo entraba y salía con mucha rapidez… Y eso dolía bastante.
Por eso me tense e intente moverme para escapar de la brutal penetración que estaba sufriendo pero comprendí que era inútil porque las ataduras no me lo permitían… Y el enorme falo seguía entrando y saliendo cada vez más rápido y más profundo… Y yo comenzó a temblar de angustia pensando que la máquina podía hacerle un daño importante en mi coño e incluso partírmelo.
Pero el doctor Chang sabía muy bien lo que hacía… Bruscamente el gran falo se paro bien hundido en mi coño… Me di cuenta que lo tenía metido profundamente… Pero pronto comencé a sentir que ahora lo que hacia era vibrar… Y lo hacía de forma lenta al principio pero iba creciendo en intensidad con el tiempo.
- ¿Os gusta, preciosa… Os gusta el masaje del coño?,… me preguntó.
Con el rostro cubierto de sudor y respirando lentamente le dije:
Es maravilloso… Nunca me imagine que una cosa tan enorme y gorda hubiese podido penetrarme tan profundo.
No os precipitéis en decir estas cosas porque sólo os ha penetrado la mitad del aparato… Pero vuestro coño todavía no está habituado a soportar mayores grosores y para conseguirlo he de tratar de hacerlo con sumo cuidado para no lesionarlo pues a través de él alcanzáis el placer… Bien sabéis que por el culo también se alcanza placer… Así que ahora voy a ocuparme de él… Y aquí si que no voy a tener ningún escrúpulo de meteros el pollón hasta los mismos cojones.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente y el terror se podía ver en mi rostro… El doctor Chang me había dejado muy claro cuales eran sus intenciones… Me iba a penetrar con esa monstruosidad de falo, por el culo, y hasta el fondo… ¡Qué horror!
No es necesario que emplee contigo ningún lubrificante… Tienes el coño lo suficientemente mojado y el falo está muy bien engrasado y entrará en tu culo sin problemas.
Nooooo… Noooo… Por favooor… Es muy grueso,… grité con voz implorante y nerviosa.
El doctor Chang sin querer enternecerse por mis suplicas, maniobró la máquina hasta colocar la cabeza del falo en contacto con mi orificio anal… Después, acariciándome el rostro y mirándome fijamente a los ojos, apretó el botón.
Y de inmediato mi cara se convulsionó con una mueca de dolor y un gemido salió de mi boca en el preciso instante que el monstruoso pollón de goma me abría el orificio anal y entraba por entre las dos temblorosas nalgas que se iban separando… En ese momento el doctor Chang me dijo:
- Me gustaría escuchar tu voz pidiéndome que quieres ser enculada… Pero enculada hasta los mismos cojones… Vamos, querida, dime que quieres ser enculada… Quiero oír como me lo pides suplicando.
Yo cerré los ojos y comencé a pensar en la locura que había hecho de ir al gabinete de masaje… Qué locura también de haberme dejado atar de aquella manera y quedar indefensa a todas las exigencias obscenas que me estaba prodigando… Y mientras, sentía como el monstruoso pene seguía entrándome por el culo y abriéndomelo.
Sabiendo por experiencia que yo no diría –de momento- ninguna frase, se dedicó a manejar sabiamente la máquina para que el monstruoso pene, entrara y saliera casi de mi cuerpo, para hacer estos movimientos cada vez más rápidos y más profundos, provocándome convulsiones, gritos y lloros escandalosos.
Mentalmente comprendí que para quizás lograr que el doctor Chang detuviera la máquina y cesara la tortura que estaba sufriendo, sería preciso humillarme y pedirle lo que me había dicho… Y, sin pensarlo comence a gritar sin pudor alguno:
- Encúlemeee… Encúlemeee… Quiero ser enculadaaa… Quiero que me enculeee… Por favor, deme por el culooo… Métamela por el culooo
Tras escuchar esta sentencia, el doctor Chang apretó a tope el mando y el tremendo pollón se hundió hasta que las gruesas pelotas llenas de líquido, contactaron con mis labios vaginales.
Con los ojos en blanco, agotada y con unas nauseas enormes al sentirme brutalmente penetrada, comencé ahora a soportar el vaivén de la máquina, que a velocidad muy lenta sentía como el enorme pollón salía hasta casi tenerlo todo fuera para acto seguido comenzar a meterse hasta la totalidad… Ni un solo centímetro quedaba fuera cuando las bolas chocaban contra mis labios vaginales. Ya no gritaba… Mi boca se abría cuando el enorme falo penetraba lentamente a lo largo de mi dilatado intestino.
Jamás en mi vida había sentido unas emociones tan fuertes… Jamás en mi vida había estado sometida a un envilecimiento de esta magnitud… Jamás en mi vida nadie me había degradado tanto… Jamás en mi vida me habían penetrado por el coño y por el culo de esa forma tan brutal y despiadada… Pero, a pesar de todo, sentía un placer inexplicable… Sentía que el clítoris me iba a estallar de un momento a otro… Sentía que de un momento a otro mi culo se partiría… Me sentía atrozmente dilatada… Pero el placer que sentía era indescriptible.
En esos pensamientos estaba cuando escuché de nuevo las palabras del doctor Chang que me decía:
- ¿Estas disfrutando como nunca, eh?... ¿Disfrutas más y mejor que con un hombre?... ¿Mejor que con tu marido?
No quise responder a esta pregunta y seguí jadeando.
- Comprendo,… dijo el doctor Chang… Mejor parar la máquina.
Entonces sentí que efectivamente la maquina se detuvo y con ello el monstruoso pollón quedó inerte en mi interior… Aunque intenté seguir buscando el placer, al encontrarme atada e inmovilizada me fue realmente imposible seguir disfrutando de las oleadas de placer que había estado teniendo… Y comencé a llorar con desespero.
¿Deseas que ponga de nuevo el aparato en marcha?,… pregunto el doctor Chang acariciando mis mejillas.
Si… Si… Por favor,… grité suplicando.
Entonces, querida tendrás que decirme que mi máquina te da por el culo mejor que lo hace tu marido.
Completamente sometida y vencida, exclamé casi gritando:
Si, doctor Chang… Tu máquina es mejor que mi marido… Tu máquina es muy buena… Tu máquina me satisface muy bien… y lo dijo mirando a los ojos a su masajista que sonreía manteniendo sus manos en su rostro.
Muy bien, querida… Ahora sentirás lo que es capaz mi máquina de proporcionarte… Y sin más preámbulos acciono una serie de mandos y la mesa en la que me encontraba fuertemente atada se puso a vibrar de delante hacia atrás, combinados con otros de arriba-abajo, lo que provocaba que todo mi cuerpo se meciera al son de estos movimientos.
Pero la cosa no terminaba ahí… El doctor Chang accionó otros mandos y la máquina se dispuso a moverse, además, de derecha a izquierda, combinado con otro movimiento de arriba-abajo… Esto provocó que yo comenzase a babear, sacando espuma por la boca y llegando al borde de un estado cataléptico.
De repente en el despacho del gabinete sonó el teléfono y el doctor Chang salió de la habitación para atender la llamada… Era de una de sus pacientes que quería de nuevo un tratamiento personal… Cuando volvió al cabo de un par de minutos, yo estaba desvanecida… Por primera vez me habían dado por el culo hasta desmayarme.
El doctor Chang paró la maquina pero dejo el monstruoso falo insertado completamente en el culo de Yanet… Tomando las dos bolas con las manos apretó fuertemente e inyecto una lavativa especial en su vientre… Luego, volvió al otro extremo y cogiendo una banqueta, se subió a ella… Abrió su blusa blanca y sacó su polla en erección y me la metió en la boca de Yanet… Tomando su cabeza con ambas manos comenzó a follársela con rápidos golpes de culo.
Excitado como estaba por todo lo que había realizado con su cliente, no tardó en descargar en la garganta de Yanet una abundante cantidad de semen que incluso una pequeña parte se le salió por la comisura de los labios resbalando hacia el mentón.
Satisfecho, El doctor Chang se retiró y secó su polla en las mejillas de su cliente… Cuando ella despierte, la primera cosa que acudirá a su mente será el tremendo orgasmo que tuvo mientras era enculada por ese monstruoso pene que todavía tenía insertado… Pero luego, por el sabor de su boca, comprendería lo que le había hecho durante el tiempo que había permanecido inconsciente.
El doctor Chang sonreía viendo a Yanet como poco a poco recuperaba su estado de consciencia y pensó: “ Esta mujer volverá… Seguro que volverá… Quizá no enseguida ya que ha pasado una tremenda vergüenza al someterse a la máquina… Pero, al igual que esa clienta que ha vuelto a llamar, ella lo hará también… Y ese día, ella estará a mi servicio y la cosa cambiará… Claro que cambiará ”
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